A mi estimado Rosinante:

Espero que estes bien.

Siquiera espero que esta carta te llegue.

Llevo mucho tiempo queriendo contactar contigo después de tanto tiempo. Me di por vencida, pero encontré esta vieja dirección y pensé que merecía intentarlo por última vez.

Han llegado muchos rumores por tu parte; que has adoptado a un pequeño al que has ayudado, que habéis derrotado juntos a tu malvado hermano… ¡tantas cosas que me cuesta creer que son tuyas! ¿De verdad has conseguido todo eso sin mí? No me lo creo, Rosi…

¿Dónde está ese hombre que quemaba su uniforme con mis preciados cigarrillos?

Mentira.

Si, me lo creo y me alegro profundamente por ti. Como siempre.

Aunque me hubiera gustado estar a tu lado, digamos que también he librado mis propias batallas.

La principal: que tengo dos niñas adorables.

De la última misión en la que me dieron por muerta, en verdad solo salí herida y me encontré con dos niñas. Una de ellas se veía profundamente preocupada, mientras que la otra era solo un bebe que no dejaba de reír. Era una risa tan honesta y sincera… Tenía que ayudarlas. Aquella batalla no fue nada de lo que realmente creímos. Era un engaño… pero me da igual. No me importa las mentiras de la marine o como tengo las manos manchas de injusticia. Ahora que tengo a estas dos pequeñas, mis hijas y las quiero ver crecer con esa misma preciosa sonrisa.

Sin embargo, no todo es fácil. No te lloraré con lo que cuesta llegar a fin de mes, la nueva maternidad y todo eso… No. Mi preocupación es que nos encuentren. No reconocerían a las pequeñas, claramente, pero la marina pasa por lo menos dos veces al mes. Es cierto que es un pequeño grupo que no me reconoce y el pueblo ya sabe que no hay que revelar ciertas cosas. El hecho de que sea pequeño me da mucha ventaja en ese aspecto. Aunque la preocupación sigue ahí.

Como podrás imaginar, esta carta es con segundas intenciones. Es para pedirte que no vengas. Comprenderás que no puedo dejar que des una pista de mi existencia o el de las niñas, es más, ni siquiera te estoy diciendo en cual de todas me encuentro. Quiero que estas niñas vivan y cumplan sus mayores sueños. Tan solo te quería dar mis mejores deseos… y que tengas muchos ánimos con tu ahijado.

Aunque, si te llegara a pasar algo, agradecería tener noticias tuyas.

Sigue sonriendo como siempre, Rosi.

Y siento que nunca hayamos tenido nuestra primera cita. Me hubiera encantado conocer tu isla natal.

Con mis mejores deseos,

Bell-Meré

PD. Si un día necesitas ayuda con ese niño, sabes que las tres vamos… y espero que ese sentimiento sea más que mutuo.


¿Por cuánto tiempo estuvo caminando Trafalgar Law por una isla en la que no era bien recibido?

No lo sabía.

Solo era consciente de que era de noche y que el camino era largo, algo tortuoso y poco trabajado. Igualmente, eso no era molestia, sus zapatos soportaban cualquier tipo de camino y la decepción era buena gasolina para continuar . Cada vez escuchaba más cerca el mar, o el rio, o lo que fuera. Ya no sabía identificar que era lo que tenía más cerca, solo que llevaba agua, aunque verdaderamente no le importaba. Además, la brisa marina lo confundía, con un susurro contra las hojas que intentaba calmar su espíritu de forma sosegada, casi como una canción de cuna. Dándole una respuesta cada vez más dolorosa.

El problema simplemente era él.

Ese estúpido y primario conflictos del querer y el deber.

Ese sentimiento, esa emoción, tan primaria pero capaz de destruir hasta los cimientos de cualquier persona.

Que, a pesar de haber seguido las valiosas enseñanzas de Corazón, simplemente había pecado en algo tan de novato que llegaba a ser insultante: amar a alguien de una isla a la que sabía que no iba a volver. No sabía ni cuando, ni como, ya que ni sabía de su tatuaje a pesar de compartir prácticamente todas las noches. Law no sabía si sentía frustración, remordimientos, rabia, ira… era una completa mezcla la cual cada vez menos podía sacar una conclusión que lo satisficiera por completo. Una respuesta que de verdad fuera convincente y que no lo dejara como un idiota.

Pero era el rey de los idiotas. De los imbéciles.

Se había enamorado de alguien del que se tendría que despedir. De alguien que solo conocía su vulnerabilidad, arte de la seducción y la única mujer que lo había hecho pisar el piso con una facilidad casi insultante.

Peor aún, una vil pirata.

Malos recuerdos nublaban por completo su pensamiento, aturdiéndolo a pasos agigantados. Viejos recuerdos afloraban sin remedio una vez más y terminó por aligerar su paso hacia ningún destino. Pensamientos que creía enterrados en los más hondo de su ser. Otra vez escuchaba las risas de su hermana pequeña, los halagos de sus padres biológicos, la forma en la que la marina interrumpió su verdadero hogar, Corazón… como lo poco bueno siempre se transformaba en algo horrible. Aun se acordaba del susto cuando creyó que Corazón falleció, pero sobrevivió con las cicatrices casi mortales de aquella balacera de parte de su hermano. Como seguía sonriendo a pesar de la sangre entintando una de sus camisas favoritas y lucho porque él tuviera un futuro…

Y una vez más la realidad golpeó con un simple facto: el amor o el simple cariño eran cosas completamente irreales. Una bella quimera que, bajo bordados de oro, solo sabía ser proyectar algo que jamás verían.

Por lo que una vieja duda regresaba para atormentar: ¿Por qué siquiera estaba viviendo?

"¡Cuidado!" Una mano lo paró en seco. Más bien tres. "No deberías estar aquí" le recriminó mientras lo empujaba a esconderse a la maleza

Trafalgar no dijo nada. Simplemente dejó que aquel hombre pez lo arrastrara y se escondieran detrás de los matorrales. Parpadeó varias veces para comprender que estaban en la parte trasera del errático lugar donde los habían encerrado antes. En un movimiento inconsciente, había regresado y la visión era más que horrible. Todos aquellos gyojin estaban inmersos en una fiesta, a gritos y risas, denigrando unos pocos humanos que estaban en aquel lugar a saber porque. Quien lo tenía, parecía el cruce entre un pulpo y un humano, con una expresión de puro nerviosismo.

"Tú eres el médico que la ayudó en Orange, ¿verdad?" su pregunta, en un susurro, lo dejó desarmado "ella te ha intentado ayudar, deberías marcharte"

Law quedó petrificado por un instante, sin saber que responder. No se acordaba de los rostros de aquellos gyojin que habían golpeado a Nami en aquel callejón desconocido, pero si él lo identificaba, es que había sido testigo de la que era su última noche juntos. Algo que evidentemente preocupaba, ya que, al no saber la realidad de la peli naranja y su gran insistencia por huir del lugar, todo quedaba en un punto bastante aterrador en el que se sentía preso de una fuerza desconocida.

Y ese sentimiento era asqueroso para alguien que ya había derrotado a sucios piratas del North Blue.

"No sin ella" terminó por afirmar con cierta fuerza, haciendo que se ocultaran una vez más.

Law ya estaba harto de sus sesiones de autocompasión, de estar ahogándose en algo tan primario como las emociones, el tener que escuchar constantemente que se tenía que marchar de uno de los mares más débiles como era East Blue… ¡Él era el capitán marine Trafalgar D. Water Law!

Y si su voluntad y lo correcto era detener a aquellos hombres pez, viles piratas con una recompensa en la espalda y quedarse con la chica que le había robado el sueño, simplemente lo iba a hacer.

Esa determinación no paso para nada desapercibida ante aquel hombre pez que lo tenía escondido, quien lo había terminado por soltar y suspiró con tal exageración que le llegó el aliento a takoyaki.

"Tan solo dile que lo siento. Nunca quise que la lastimaran de esa forma…"

Se terminó por marchar, dejándolo completamente solo. Law observó el entorno y en como interrumpía el lugar Nami. Decidió esperar, para ver cómo era que aquellos dos interactuaban. Para su desagradable sorpresa, vio como Nami, furiosa, recriminaba algo que no llegaba a entender, todo para ser callada por esa asquerosa mano híbrida. La risa de aquel señor taladró sus tímpanos, con una soberbia incapaz de tolerar. A pesar de la distancia y sobre como toda aquella tripulación, ese temblor no pasaba desapercibido, su expresión… todo delataba algo que se había terminado de romper en ella. Esa mano no solo la estaba callando, también estaba transmitiendo la peor de las confirmaciones:

Ese señor siempre la tendría bajo su asquerosa voluntad. Siempre la tendría atrapada bajo su yugo y no había forma ni trato en el que nunca la iba a dejar irse.

Solo entonces las ruedas de su mente giraron y comprendió que, si era pirata en ese momento, era solo por una obligación que aun no comprendía.

Y no iba a dejar que siguiera siendo de esa forma.

Con la mano firme, hizo un room que englobó todo el lugar. Con cuidado de no tropezarse con las diferentes ramas y elementos cercanos, salió de su escondite solo para poder encarar mejor al líder. El resto estaba en defensa ante su intromisión, pero no movían ni una branquia al desconocer su habilidad. Podía ver como el temblor de Nami bajaba a una respiración fuerte, aun atrapada por esa mano, con un rostro de genuina sorpresa la cual no podía disimular.

Para Trafalgar, aquella fiesta se había acabado.

Sus manos, en movimientos firmes y cortantes, terminó por ir quitando los corazones de cada uno de esos piratas, que, ante la confusión, simplemente se quedaban en el suelo, sin comprender que era siquiera lo que estaba ocurriendo. De a poco, se fue acercando a aquel duo. No le dio una mirada a aquella mujer, solo tenía en mente a aquel hombre, quien cada vez mostrándose más que un hombre imponente, pero como ocurrían con todos los piratas al verse acorralados, solo sabía ladrar y no morder en lo absoluto. Una simple palabra, la fuerza de su habilidad y por fin lo tenía, delante de todos, lo que más le interesaba estaba en la palma de su mano:

El corazón de Arlong.

Sin piedad, lo estrujó bien fuerte hasta que vio como caía desmayado, con un latido muy débil en la palma de su mano.

"Quedas detenido" sentención el capitán Marine

Nami se quedó parada, completamente asustada, sin saber cómo reaccionar. Law lo comprendía, pero también le quería transmitir como ya estaba harto de ser una persona que se quedaba en el burladero y necesitaba pasar a la acción. No cambiaron palabra, podía ver como ella tenía la garganta completamente atorada, pero su mirada era reflejo de una mezcla de emociones tan puras y reales como una gota de primavera.

Casi en una sincronía inverosímil, el pueblo armado irrumpía en el lugar con los sombrero de paja y su propia tripulación. Se quedaron en la puerta, sin comprender como solamente él pudo con todos aquellos hombres pez. Al ver que nadie reaccionaba, Law dio órdenes para detener a todos y dejó en claro que debían encarcelar a Nezumi, ya que para él no tenía sentido que este señor hiciera tantos viajes a esa isla y que ese señor pudiera intentar empezar un reino del mal con esa tranquilidad.

Mientras sus hombres acataban sus órdenes, Luffy gritó que debían hacer una fiesta, algo muy característico por su parte. Antes de que él pudiera decir nada, Nami salió corriendo. Solo pudo ver como ella terminaba de separarse, con lágrimas en los ojos, yendo a abrazar a Nico Robin y el resto de aquella pintoresca tripulación, bajo el griterío de Luffy proclamando que ella era su navegante.

Ella sonreía, como si estuviera abrazando a su familia, a pesar del mar de lágrimas que estaba echa.

Lejos. Sin ser él parte de su felicidad. Un simple espectador de algo bonito a la par de grotesco, al encontrar en una nueva tripulación pirata ese algo que la hacía feliz.

Debía hacerse a la idea de que todo estaba terminado y perdido.

Comprendiendo su nuevo papel en la vida de la chica que amaba, vigiló que todos sus hombres se llevaran a los gyojin. Corazón no estaba, algo que lo motivo a enfrascarse en el trabajo en lo que dejaba a toda la gente. Quiso chocar lo menos posible con el aura de celebración de aquella gente, intentando mentalizarse de que la barrera real entre ambos era tan alta como el cielo y tan profunda como el infierno. No cruzó miradas con ella, solamente se dedicó a trabajar.

Y cuando se iban a marchar, como siempre Luffy lo arrastraba a la fiesta.

Daba igual que fuera medio día, tener piratas encerrados en su camarote y que el lugar apenas tuviera comida, la fiesta se tenía que dar.

Nuevo tiempo récord, solo necesito parpadear para que se viera completamente atrapado en mitad de una fiesta al aire libre, en lo que quedaba de aquel poblado. En lo que debía ser una plaza, todos estaban celebrando una liberación que no terminaba de conocer. El platillo de arroz variado de Sanji se veía apetitoso y Zoro no dejaba de hacerlo beber con él. Su tripulación se veía muy cómoda y se había mimetizado al momento con toda la gente, en una celebración en la que todo estaba saliendo a la luz en pequeñas frases de las que la gente se quería olvidar.

Ni Nami ni Corazón estaban cerca.

Molesto, los buscó a pesar de la insistencia de un más que borracho Zoro y Luffy gritón. Pero ni el rubio ni la peli naranja estaban presentes en aquel jolgorio. Terminó por empujar a Zoro y salir del lugar, empezando a mirar en todos los rincones. No quería imaginarse lo peor, pero ante tanto extraño suceso, Law ya no sabía que pensar. Entre tantos misterios, grises y silencio, simplemente se había enredado y no tenía una respuesta real a absolutamente nada.

Se sentía como un auténtico ignorante.

Una suave risa llamó su atención al segundo. Sin dudarlo, Law siguió aquella carcajada, hasta llegar a la ventana de una zona médica. Con disimulo, se asomó por aquella pequeña ventana y pudo ver como un pintoresco doctor, su tutor y la mujer de su vida estaban charlando mientras cambiaban aquel tatuaje. Poco a poco, la horrenda marca de un vívido trauma evolucionaba a algo más emotivo. Era bello a su manera, siendo más que notable que se estaba haciendo por algo simbólico que por una cuestión estética.

Cansado de ser la persona que siempre se quedaba en el burladero, pendiente de que le lloviera la información, rodeo la pequeña casa para poder entrar. Solo a Nako le sorprendió que entrara, al no conocerlo. Nami sonrió, mientras que Corazón suspiraba y, con una simple seña con las manos, hacía que tanto él como Nako los dejaran solos.

El silencio seguía entre ambos. Difícil de manejar, Law se acercó a la joven y se sentó en el borde de la camilla. Ella se giró y, se acomodó la camiseta, para que no la viera completamente expuesta. Como si de verdad fuera la primera vez que viera esa perfecta delantera. Law sonrió, queriendo decir dicha frase, pero se cayó al notar como se venía uno de esos momentos en los que Nami iba a hablar de algo serio.

¿Quizás por fin le iba a revelar toda la verdad?

"Mañana partiremos al nuevo mundo" le reconoció finalmente

Ambos se miraron a los ojos y Law pudo ver un brillo muy significativo. Un brillo real, que denotaba esa pasión que desconocía de la navegante. De querer tener aventuras en libertad, de ver el verdadero mundo fuera de cualquier capitán déspota, haciendo lo que más quería. Aunque fuera bajo las alas de la piratería. Dejar todo lo que hubiera pasado atrás, sin tener que dar explicaciones nada más que a sí misma, para poder hacer lo que realmente quería.

Era algo con lo que podía vivir: tener a Nami en la distancia siendo feliz.

No era una sensación agradable, en lo absoluto, pero por lo menos le daba cierto confort de saber que alguien que amaba estaba vivo cumpliendo sus sueños. No había nada que recriminar, era imposible, aunque, si fuera un poco egoísta, lo haría. Se quedaría a Nami para si mismo.

"Si alguien de la marina me tuviera que detener, me encantaría que fueras tu"

Aquel susurro, con esa linda voz y ese suave sonrojo, hizo que se cortocircuitase por un momento. Era demasiado adorable. Su escote se pronunciaba más al no haber una camiseta y el pelo, a pesar de ser corto, le intentaba hacer una suave cortina. En contraste completo con la enfadada mujer que hacía unas pocas horas lo estaba obligando a salir con un tono de puro odio.

En cierto modo, habían sido algunas noches sin ella y, genuinamente, la echaba de menos. Y, evidentemente, él tenía muchas ganas de ella.

Sin mediar ninguna palabra entre ambos, Nami y Law juntaron sus labios en un breve beso del cual se escuchó un sonoro smooch. De música que aparentemente sonaba tranquilo, se fue bajando a algo más intenso y apasionado, encendiendo aquella consultoría a unos niveles de temperatura poco recomendables. La ropa empezaba a estorbar y, cada caricia sentía que era insuficiente.

Aquel encuentro se sentía como el último encuentro de todos, en el que se grababan hasta en la fibra más sensible el aroma y la propia esencia del otro. Siendo esa la primera vez que podía verla completamente desnuda debajo de él, podía verla sonreír y suplicar por más, a la par de que las pocas perlas de lágrimas solamente eran de puro placer.

Despertaron juntos, con los primeros rayos de sol. Compartieron una larga mirada antes de un largo y lento beso. El aliento mañanero no importaba, solo una dulce despedida que sabían que era temporal, pero que abría un nuevo comienzo del cual estarían en bandos separados.

Al separarse, notó como ella salía corriendo, sabiendo como su nueva familia, su nueva tripulación y, sobre todas las cosas, su nueva vida, la esperaban lejos de Cocoyashi y, para su mala suerte, de él.

"Hasta la próxima, mi sirena" pensó Law mientras veía como se marchaba una vez más.

Regresó con su tripulación, dándose cuenta de que le faltaba la cartera, pero le restó importancia. Seguro que la había perdido por la isla.

Sin terminar de pronunciar palabra, ordenó la inmersión, buscando llegar cuanto antes a Impel Down y ajustar cuentas. Todos lo miraban con cierta lástima, delatando indirectamente que sabían que ocurría entre ambos, pero le restó importancia.

Simplemente ya no había que hacer, habían cogido caminos separados.

Y Trafalgar no tenía ningún remordimiento.

"Eh, Law, ¿No crees que tenemos algo pendiente?"