Capítulo 2

Estaba sentada en aquel avión, en un enorme sillón de primera clase y nunca me había sentido tan fuera de lugar como en ese momento. Según lo que había dicho el asistente social, Jasper era mi hermano consanguíneo y estaba en todo su derecho de tener mi tutela como mi único familiar vivo, como también lo estaba de no hacerse cargo de mí ya que no era su responsabilidad directa, pero él insistió para que me fuese a Chicago.

Pero sentada allí, a su lado, me sentía tan diferente a él... derrochaba seguridad por cada poro de su piel, era atractivo y alto, verlo era como ver el príncipe azul con el que todas las mueres sueñan.

Yo tenía las rodillas flexionadas y las abrazaba mientras miraba por la ventanilla del avión, ya había anochecido y no veía prácticamente nada, pero mi mirada continuaba ahí clavada con si realmente hubiese algo que ver.

— ¿Te importa que duerma un poco? —preguntó Jasper de repente.

Giré un poco mi cabeza y lo miré sentado justo mi lado, tenía una sonrisa de disculpa y su rostro parecía cansado.

— Tú mismo —murmuré volviendo mi atención de nuevo a la ventana.

— Si necesitas algo no dudes en despertarme o en avisar a una de las azafatas —me recordó a lo que solo asentí.

Unos minutos después el sonido de su respiración, más lenta y acompasada de lo que estaba con anterioridad, llamó mi atención. Me removí un poco en mi asiento y me giré para poder mirarlo. Me parecía increíble que tuviese un hermano... un hermano mayor hijo de Charlie del que no sabía absolutamente nada, hasta dudaba que la misma Renée supiese algo en su día.

Lo observé en silencio mientras dormía, así era más sencillo y me sentía menos intimidada. Repasé uno a uno cada rasgo de su rostro buscando algún parecido con Charlie, si era su padre algo tendría que tener que los hiciese semejantes. Recordé perfectamente la foto de que había sobre la repisa de la chimenea, la del día de su boda con Renée, Charlie tendría más o menos la edad de Jasper, y sí... podría ser que se pareciesen. Los labios finos, la forma de la barbilla, hasta su ceja izquierda estaba ligeramente más arqueada que la derecha... igual que Charlie.

Recordar su rostro perfectamente hizo que una punzada me atravesase el pecho... no iba a volver a verlo, no iba a volver a escuchar su voz... me sentía tan mal por ello... ¡era mi padre! Había aprendido a quererlo con el tiempo, había comprendido sus silencios y poca disposición a recibir muestras de cariño... era Charlie... mi Charlie...

Suspiré mientras una lágrima rodaba por mi mejilla, la sequé con el dorso de mi mano y me recriminé a mí misma, me había prometido no llorar, ni a Renée ni a él les gustaría verme mal, ellos se entristecerían si me veían sufrir por su muerte. Así que tenía que ser fuerte, tragarme las lágrimas y madurar, madurar para que nada más me hiciese daño, madurar para poder dejar atrás todo lo que me dolía...

Cuando el avión descendió en el aeropuerto OHare de Chicago, un estremecimiento me recorrió la espalda... todavía era de noche y las luces de la ciudad lo iluminaban todo. La gran ciudad... había vivido en Phoenix antes, pero después de pasar los últimos meses en Forks, la idea de vivir de nuevo rodeada de edificios no me resultaba del todo placentera, pero era eso o encerrarme en un centro de menores donde no sabía lo que me podría encontrar, aunque nadie me aseguraba que viviendo con Jasper tuviese las cosas fáciles.

Cuando bajamos del avión nos subimos a otro Mercedes y este condujo por varias calles a las que no presté atención, tenía la cabeza hecha un revoltijo y el haber dormido mal los últimos días no ayudaba demasiado.

— Mañana tengo que trabajar —Jasper rompió el silencio—, pero tendré la tarde libre para que podamos ir al centro comercial y compres lo que necesitas.

— No hay prisa... —murmuré esperando que dejase el tema.

— Como quieras... —su ceño se frunció— vendrán varias personas a cenar a casa, solo unos amigos y mi novia, están deseando conocerte —explicó con una sonrisa.

Forcé también una sonrisa como respuesta... cenar con niños ricos que querían conocer a la hermana perdida y pobre del prestigioso abogado Jasper Swan no entraba en mis planes, pero tenía que aceptarlo si de verdad quería quedarme allí.

Suspiré y el coche se detuvo frente a un portal de hierro forjado, se abrió solo cuando el chofer pulsó el botón del mando a distancia y después el coche avanzó por un camino empedrado que daba a una gran casa. Mi mandíbula se descolgó mientras veía como la enorme edificación se hacía cada vez más y más grande. Parecía de color arena, tremendamente grande y con dos largas escaleras que bordeaban un porche, tenía muchas ventanas, muchísimas, uno enorme jardín lleno de arbustos cubiertos de nieve y algunas estatuas lo rodeaban todo.

— ¿Te gusta? —preguntó Jasper y pude apreciar una nota de diversión en su voz.

— Es enorme... —murmure aturdida.

— Fue de mis abuelos, los padres de mi madre, los Hale tenían mucho dinero —susurró—. Siempre les gustaron las comodidades y las cosas que llamasen la atención, esta casa en prueba de ello.

El coche de detuvo y el chofer nos abrió la puerta para ayudarnos a bajar, Jasper subió las enormes escaleras del porche y después abrió la puerta, lo seguí en silencio y detrás de mí, venía el chofer con mis cosas.

Entramos en un recibidor decorado con colores neutros y de un modo minimalista muy a la moda, avanzó un poco más y una gran sala coronada con un sofá blanco nos dio la bienvenida, a la derecha de la sala había unas enormes escaleras por las que Jasper subió y miró por sobre su hombro para comprobar que lo seguía.

— Ven... —me susurró— ahora es tarde y supongo que estarás agotada, te llevaré a tu habitación y mañana le diré a Sue que te enseñe la casa mientras yo estoy en el trabajo.

— De acuerdo —contesté en el mismo tono de voz.

Llegamos al segundo piso donde había otro recibidor en forma redondeada con diferentes puertas, escogió la cuarta por la izquierda y la abrió para mí.

— Si no te gusta mañana podrás ver las otras y elijes la que prefieras —dijo mientras yo entraba en una enorme habitación.

En el interior puede apreciar que las paredes estaban pintadas de un tono rojo intenso, los muebles eran oscuros, prácticamente negros y sobre la cama un cobertor blanco rompía el esquema de colores, pero el contraste quedaba bien. La decoración tenía cierto toque oriental y ya que no era una experta en el tema tan solo me encogí de hombros y decidí que no estaba del todo mal, en Phoenix tenía una con las paredes rosas y los muebles blancos, cualquier cosa sería mejor que eso.

— Ahí tienes el armario y el baño, si necesitas algo yo estaré en la primera puerta de la derecha, esa es mi habitación —explicó cuando el chofer dejó mis maletas junto a la cama—. Si tienes hambre la cocina está en el piso inferior, es fácil de localizar y no tiene pérdida.

— Gracias —murmuré mientras miraba todo a mi alrededor.

— Que descanses —dijo de nuevo sonriendo.

Se acercó a mí y deslizó su mano por mi brazo a modo de despedida, saliendo por la puerta y cerrándola detrás de sí mismo.

En cuanto la puerta se cerró dejé salir todo el aire que contenían mis pulmones. ¿Dónde me estaba metiendo? No encajaba para nada en el ambiente en el que se movía mi "hermano", seguro que tarde o temprano él mismo se daría cuenta y me enviaría al centro sin pensárselo demasiado. Dejé que varias lágrimas recorriesen mis mejillas mientras sentía como el aire ardía al entrar en mis pulmones...

¿Cómo fui tan estúpida para irme a Chicago con un completo desconocido? ¿En qué mierda estaba pensando cuando acepté?

Después de unos cuantos minutos más de auto reprenderme decidí que lo mejor era afrontar las consecuencias de lo que había hecho, y todo con la mejor de las caras y la frente bien alta. Así que guardé las pocas cosas que me dio tiempo a recoger de casa de Charlie en el enorme armario de la habitación y después me metí en el baño para darme un larga ducha. Necesitaba poder quitar toda esa capa de stress que me rodeaba y el agua caliente sobre mi piel consiguió el efecto deseado. Treinta minutos después me tumbé en aquella enorme cama y en cuanto mi cabeza tocó la almohada me quedé dormida casi en el acto.

Los rayos de sol me despertaron a la mañana siguiente, me desperecé con desgana y me puse en pie lentamente. No sabía lo que me esperaba para ese día, por lo que estaba un poco intimidada. Jasper me había dicho que esa noche cenaban sus amigos y su novia en la casa porque querían conocerme, también que Sue me enseñaría la casa mientras él estaba en el trabajo. ¿Quién era Sue? ¿Sería su novia? ¿Vivían juntos? Me vestí con algo cómodo y bajé las escaleras hacia el piso inferior un poco nerviosa, ya que no sabía con lo que me iba a encontrar.

Llegué a aquel enorme salón y me quede prácticamente paralizada ante una enorme biblioteca que había en uno de los laterales y en la que no había reparado el día anterior, supongo que por el cansancio. Estaba por acercarme a ella y leer el lomo de los diferentes libros que allí había cuando una de las puertas se abrió y una mujer bajita y regordeta la cruzó, tendría unos cincuenta años, tenía la piel color canela y unos enormes y expresivos ojos negros, su cabello negro recogido en un apretado moño llamaba en extremo la atención y me sonrió en cuanto reparó en mi presencia.

— ¡Oh! Usted debe ser Isabella —dijo en tono dulce con una sonrisa—. El señor me dijo que le preparase el desayuno... iba a despertarla porque ya se estaba haciendo un poco tarde, pero venga por aquí, ya lo tengo listo en la cocina.

La seguí por la misma puerta por la que ella había salido segundos antes y me sorprendí al encontrarme con una enorme cocina con los muebles completamente blancos y la decoración y accesorios en diferentes tonos de negro y gris creando contraste. En el centro de la misma, y sobre una mesa redonda de cristal, había un servicio completo rodeado de varias cosas para desayunar con muy buena pinta.

Aquella mujer separó una silla para mí invitándome a ocuparla y me senté en ella sintiéndome un poco intimidada, no sabía si llegaría a acostumbrarme a que hiciesen todo por mí, siempre era yo la que tenía que hacerlo y cambiar de costumbres de un modo tan brusco no sería fácil.

— ¿Café? —preguntó extendiendo la cafetera, asentí y ella me lo sirvió en silencio—. El señor me pidió que le mostrase la casa, iremos en cuanto acabe de desayunar. Por cierto, yo soy Sue, soy quien lleva la casa ya que el señor es un poco despistado, podría decirse que soy el ama de llaves, pero es un término tan antiguo... —suspiró— no sabes lo que me alegré de que el señor la trajese con él, no puedo ni imaginar lo que sería de usted si la llevaba a ese centro de menores —se estremeció—, verá como aquí podrá ser feliz, el señor es un buen hombre y se preocupará de que usted tenga todo lo que necesite.

— Por favor... ¿podrías dejar de tratarme de usted? —pedí un poco avergonzada—. Y soy solo Bella... Isabella es demasiado... largo.

Ella sonrió y acarició mi cabello.

— Claro cariño... venga, desayuna rápido que el café se enfría —concluyó volviéndose y comenzando a hacer algo detrás de mí.

Tomé mi desayuno con tranquilidad, y una vez hube acabado, Sue me enseñó toda la casa, además de la sala con la enorme biblioteca, había un gran estudio con más libros todavía, tres habitaciones libres además de la mía y la de Jasper, una sala de cine en la buhardilla y lo que más me sorprendió... un gimnasio.

— ¿Podré utilizarlo? —pregunté mirando detenidamente el saco de boxeo colgado a un extremo y sintiendo como de repente echaba un poco más de menos a Charlie.

— Creo que sí, el señor no me dijo nada, así que... sí —contestó Sue un poco confundida.

Sonreí un poco en su dirección y ella me respondió. Continuó enseñándome el resto de las habitaciones y me sorprendió mucho que a pesar de que exteriormente la casa tenía aspecto antiguo y sobrio, en su interior era todo lo contrario, derrochaba alegría y buen gusto en cada habitación.

Sue estaba un poco apenada porque no pudo enseñarme los jardines, según ella era lo más espectacular de la casa, pero estábamos a principios de diciembre y afuera había como unos diez grados bajo cero y todo estaba cubierto de nieve, lo preferible era no salir y arriesgarse a morir congelado.

Después de mi tour por toda la casa, Sue me dijo que podía hacer lo que quisiese para entretenerme, por lo que decidí ir a aquella maravillosa biblioteca y leer un poco. Elegí uno de mis libros favoritos, Orgullo y prejuicio, y me senté en uno de los sillones de lectura que había junto a aquel montón de libros.

Las horas comenzaron a pasar casi a la velocidad de la luz, hasta que él sonido de la puerta cerrándose me sacó de mi mundo de fantasía cuando me perdía en los libros.

— ¿Qué tal tu mañana? —escuché la voz de Jasper.

Alcé la mirada del libro y lo miré con una ligera sonrisa.

— Entretenida... tienes una casa preciosa —alabé.

— ¿Te gusta leer? —preguntó sentándose en el sillón frente a mí y señalando el libro.

— Sí... me traje algunos libros, pero este me lo olvidé en Phoenix cuando me mudé y he echado de menos leerlo —expliqué—. Espero que no te moleste que lo haya cogido sin permiso, Sue me dijo...

— No te preocupes —me interrumpió alzando un mano—, puedes coger lo que necesites sin pedirme permiso.

— Gracias —susurré.

— Y bueno... háblame un poco de ti, apenas nos conocemos... no sé... ¿sabes ya lo que quieres estudiar? —preguntó.

Dejé el libro a un lado y suspiré.

— No lo tengo muy claro... —bufé— antes quería estudiar literatura o algo referente al tema de las letras, pero ahora no lo sé...

— ¿Con que carrera estás dudando? —frunció el ceño.

— Medicina, enfermería... quiero poder ayudar a los demás, aunque creo que si me mareo con la sangre no seré muy buena en ello —sentí como mis mejillas se ruborizaban al oír en sonido de su risa.

— No... no creo que eso favorezca tu éxito en ese campo —rió de nuevo—. Pero si lo que te gustan son las letras y quieres ayudar, siempre te queda la carrera de derecho, además... tendrías un puesto de trabajo asegurado en Cullen .

— ¿Cullen ? —pregunté confundida.

— Sí... antes era Cullen , pero cuando mi madre antes de fallecer decidió cambiarle el nombre, yo soy un Swan después de todo —explicó con una mueca extraña.

— ¿Es el bufete donde trabajas?

— No solo eso... es el bufete donde trabajo y del que soy socio —se encogió de hombros.

— Pero... ¿cuántos años tienes? —inquirí.

— Veintiséis... hace solo un año que soy realmente abogado, me tomé la carrera con tranquilidad, no quería agobiarme y aborrecer lo que iba a hacer el resto de mi vida.

— Suena coherente... —murmuré.

— Bueno... —suspiró— ¿Y tú...?

— ¡Hola! —se oyó una voz masculina desde la puerta interrumpiendo lo que fuese que iba a preguntar Jasper.

Mi cabeza se movió automáticamente al sonido de esa voz y mi boca se abrió de la impresión. Si mi hermano me pareció atractivo el día anterior, el hombre que acaba de atravesar la puerta no podía siquiera catalogarlo.

Era alto, aunque un poco menos que Jasper, también estaba vestido con un traje hecho a medida y el negro de este contrastaba con lo pálido de su piel. Pero lo que más llamaba la atención de él era su cabello, revuelto, todo lo contrario a lo que se esperaba de cualquier hombre vestido así, lo tenía alborotado, como si acabase de salir de la cama, pero a la vez era algo que le sentaba bien. El brillo de sus ojos era hipnotizador, de un verde tan claro que parecían casi irreales. Su rostro parecía cincelado en piedra, con la mandíbula cuadrada y las facciones duras y marcadas, aunque no aparentaba tener personalidad fría como mostraban sus rasgos.

El aire se me quedó atorado y sin saber muy bien porque bajé la mirada y mis mejillas enrojecieron.

— Edward... —dijo Jasper poniéndose en pie— ¿qué haces tú por aquí?

— Venía a conocer al nuevo integrante de la familia —dijo con un tono de voz aterciopelado y de repente me sentí observada, lo que me puso nerviosa.

— Pero teníamos una cena esta noche para eso —Jasper, aunque no se notaba en su rostro, en su voz se podía escuchar el tono de broma con la que quería teñir su protesta.

— Ya... pero quería adelantarme a los demás... Emmett la acaparará toda la noche y quería conocerla antes —sentí su presencia cerca de mí y alcé la mirada poco a poco, cuando sus ojos hicieron e nuevo contacto con los míos me quedé idiotizada, sentí como hasta mi cuello aumentaba de temperatura y como mi boca se abría ligeramente—. Soy Edward Cullen —dijo extendiendo su mano.

Tardé un par de segundos en reaccionar y alzar mi mano para estrecharla con la suya.

— Bella Swan —musité demasiado bajo.

— Bella... —susurró— suena mucho mejor que Isabella, me parece demasiado largo y... aburrido.

Sonreí en su dirección y él contestó a mi sonrisa con otra, lo que provocó que sintiese como mi corazón latía un poco más rápido.

— Estaba convenciendo a Bella para que se metiese en el negocio familiar… ¿tú que dices? —preguntó Jasper—. ¿La ves como uno de nuestros abogados en el bufete?

Edward me miró de arriba abajo y sentí vergüenza de repente, era como si en realidad me estuviese evaluando y no solo siguiendo la broma de Jasper. Una sonrisa ladina cruzó su rostro y el aire se me atoró de nuevo.

— Bueno... —susurró— tendría que cambiar un poco de actitud... ser más agresiva, pero sí, podría encajar perfectamente.

— ¡Eh tío! —Jasper lo golpeó en el pecho—. ¡Estás hablando de mi hermana! —Edward lo miró con una ceja alzada y Jasper sonrió—. Siempre he querido decir eso —lo que provocó que los dos estallasen en carcajadas y yo los mirase perdida.

El timbre del teléfono móvil de Jasper nos interrumpió y él lo rebuscó en su bolsillo.

— Disculpad —dijo mientras lo sacaba de su bolsillo y contestaba.

— Es un adicto al trabajo, ya lo conocerás —me explicó Edward sentándose donde estaba mi hermano un par de minutos antes—. Jasper no nos ha hablado mucho de ti, solo nos dijo que tenía una hermana y que ibas a mudarte con él... ¿dónde vivías hasta ahora?

— En Forks... Washington —susurré.

— Eso explica que seas tan pálida como yo... soy de Alaska, allí no vemos mucho el sol... ¿cierto? —preguntó con una sonrisa.

Solo pude asentir para quedar como la tremenda idiota que era.

— Bella, lo siento —dijo Jasper de repente—, sé que te prometí que esta tarde iríamos de compras, pero es imposible, hay un problema con tu expediente en el instituto y tengo que ir a resolverlo, no sé cuanto tardaré.

— ¿Instituto? —pregunté sorprendida, hasta ese momento no me había parado a pensar en que tendría que ir al instituto. Otra vez sería la nueva, el centro de atención y blanco de todas las miradas y burlas.

— Sí... comienzas el próximo lunes— explicó—. Pero no te preocupes, llamaré a Alice para que vaya contigo, sé que ella lo disfrutará.

— ¿Alice? —preguntó Edward—. ¿Alice Brandom? —Jasper asintió—. ¿Tú asistente llevará a tu hermana de compras?

— Sí... ¿cuál es el problema? —Jasper parecía confundido.

— Es tu asistente... no tu criada, le pides que te haga de todo —sonrió con arrogancia.

— ¿Qué estás insinuando? —preguntó Jasper entre dientes.

— Nada, nada... tranquilo... —Edward alzó las manos en señal de rendición— pero deja que Alice disfrute de su tarde libre. Yo llevaré a Bella de compras.

— ¿Tú? —preguntó sorprendido.

— Sí... ¿cuál es el problema? —repitió la pregunta de Jasper.

— ¿Tú? —volvió a preguntar—, ¿Desde cuándo te gusta ir de compras?

— No me gusta —puso los ojos en blanco—, solo voy a hacerte un favor, así conoceré un poco más a nuestra futura compañera de trabajo —me guiñó un ojo y no pude evitar sonreír un poco avergonzada.

Jasper pareció pensarlo durante unos segundos con el ceño fruncido, hasta que suspiró y pasó una mano por su rostro.

— Como le ocurra algo a Bella eres hombre muerto —masculló entre dientes—. Volved temprano, sobre las ocho estará la cena, así que... bueno eso... —hizo un gesto con su mano y se giró para irse— Edward... confío en ti —dijo una vez más antes de desaparecer.

Sentí de nuevo la mirada de Edward sobre mí y me estremecí antes de volver a unir nuestras miradas.

— Entonces... ¿comemos algo y nos vamos? —preguntó mirándome de un modo que no supe interpretar del todo.