Capítulo 21

Volví a mirarme frente al espejo y acomodé de nuevo la blusa intentando evitar que el agujero que había dejado el botón que Edward arrancó la tarde anterior se viese lo menos posible. Resignada, la dejé como mejor pude y bajé al piso inferior. La casa estaría en completo silencio si no fuese por unas risas y murmullos que llegaban desde la cocina. Me dirigí hacia allí para tomar mi desayuno y al abrir la puerta me encontré con Jasper y Rosalie sentados a la mesa. Ambos e miraron en cuanto entré y sentándome al lado de Rosalie murmuré un "buenos días" casi inaudible.

— Bella... —susurró Jasper, cuando alcé la mirada me encontré con sus ojos preocupados de nuevo y llenos de culpabilidad, una culpabilidad que él no merecía sentir— siento mucho lo de anoche, te juro una vez más que María no lo ha hecho intencionadamente.

Suspiré pesadamente y miré la taza de café con leche que me había servido Sue.

— No te preocupes Jazz… ya lo he olvidado —lo miré fingiendo mi mejor sonrisa y él también me sonrió justo antes de besar mi cabeza y salir del a habitación.

Resoplé frustrada y comencé a remover mi café con violencia… estúpida María que hacía que los ojos de Jasper no brillasen, estúpida yo por no haber sabido reaccionar la noche anterior y estúpido Jasper también por no ver a la zorra que tenía por novia y seguir a su lado como si todo fuese perfecto.

— ¿Qué hizo esta vez nuestra querida María? —preguntó Rosalie sobresaltándome.

La miré sorprendida durante unos segundos, no esperaba que me hablase y mucho menos en un tono tan cordial y conciliador que casi no reconocía su voz cuando hablaba así.

— Ehm… —dudé unos segundos buscando las palabras exactas— le dijo a Jasper que yo quería irme, pero lo hizo de un modo muy poco sutil.

— Nada es sutil si va en la misma frase que "María hizo" —dijo con una sonrisa en los labios—. Supongo que Jasper se enfadó…

Incliné mi cabeza hacia un lado y fruncí el ceño.

— Más que enfadado parecía decepcionado —murmuré—. Pero… ¿por qué me hablas ahora?

Rosalie suspiró y me pareció ver una sonrisa en sus labios, pero fue tan rápida que pude haberlo imaginado.

— Esperaba que no me obligases a hacer esto, pero… —mordió su labio inferior con nerviosismo y bajó la mirada— lo siento, la primera vez que nos vimos no fui del todo justa contigo, he decidido darte una oportunidad y ver como se dan las cosas. Jasper está convencido de que eres una buena chica, y yo no he encontrado evidencias de lo contrario en tu comportamiento.

La miré con los ojos extremadamente abiertos ante la sorpresa de lo que me había dicho, pero ella solo sonrió y me obligó a hacerlo a mí también. No entendía como Rosalie no sonreía más a menudo, si normalmente ya era toda una preciosidad, cuando sonreía su belleza casi se doblaba, digo "casi" porque sus ojos eran tristes y se podría decir que un poco opacos.

— No te preocupes… eso también está olvidado, es lógica tu desconfianza… no me conoces —me encogí de hombros y continué desayunando sin darle mayor importancia. Algo me decía que aquel paso había sido muy difícil para Rosalie por culpa de su orgullo, por lo que no quería meter el dedo en la llaga y hacer que se doblegase más ante mí. Con sus palabras anteriores para mí había sido suficiente.

Cuando levanté la mirada Rosalie me miraba con el ceño fruncido y parecía que quería decirme algo, pero no se decidida a hacerlo.

— ¿Te encuentras mejor? —pregunté para romper el silencio, al ver que ella no contestaba continué hablando—. Ayer llegaste a asustarme un poco.

— Sí… y de eso quería hablarte… ¿se lo has contado a alguien? —preguntó.

— No tendría por qué haberlo hecho, si te encuentras mejor no es nada importante —sonreí y mordí una tostada con despreocupación.

Ella me miró como no creyéndose lo que había dicho, segundos después comenzó a retorcer con nerviosismo una servilleta entre sus manos.

— Tengo que pedirte algo —dijo con un hilo de voz—. Necesito que me ayudes con Jasper, puedes negarte si quieres, pero creo que podrías interceder por mí para que él no se enfade tanto. A ti te escucha, conmigo no lo haría.

— ¿Qué se supone que debo hacer? —pregunté confundida.

— Tengo que contarle algo importante a Jasper —comenzó a explicar—, y sé, porque ya me lo ha advertido muchas veces, que cuando se lo cuente se enfadará, se enfadará tanto que incluso podría echarme de su casa.

— ¿Tan grave es?

— Realmente no, es algo maravilloso en parte y por otra parte no lo es tanto, pero creo que ya conoces un poco Jasper para darte cuenta de que él no piensa como el resto del mundo —frunció sus labios en una mueca extraña y no pude evitar sonreír.

— Te ayudaré… —afirmé sonriendo.

— ¿Esta tarde? —preguntó esperanzada.

— Esta tarde voy a ir de compras con Alice… se ha empeñado en hacer las compras de navidad y quiere que la acompañe —rodé los ojos—, puedes venir si quieres —añadí más por cortesía que esperando que aceptase.

Ella pareció pensárselo durante unos segundos y después volvió a sonreír.

— ¿No será mucha molestia? Sé que estamos en una especie de "tregua", pero entenderé que no quieras ir conmigo.

— Será genial que vengas… apenas nos conocemos y eso nos ayudará —volví a sonreír dándole el último bocado a mi tostada.

Jasper entró en ese momento, como si estuviese escuchando tras la puerta y esperase hasta que acabásemos de hablar. Me tendió mi abrigo y mi bufanda y con una sonrisa me despedí de Rosalie hasta unas horas más tarde que nos veríamos en el centro comercial.

Llegué al instituto con el tiempo justo de sentarme en mi mesa y saludar a Tanya, ya que el señor Barner entró en el aula y no pudimos intercambiar ninguna palabra. Las clases fueron pasando medianamente rápido y cuando quise darme cuenta Tanya y yo ya íbamos camino a la cafetería para nuestro almuerzo.

— ¿Qué tal ayer con Edward? —preguntó en un susurro.

Mis mejillas enrojecieron al recordar lo que había pasado en su coche y Tanya dejó escapar una risita nerviosa.

— De acuerdo… no necesito detalles... me ha quedado claro —continuó con diversión.

— No es lo que piensas—negué efusivamente, pero desviando la mirada para que no viese que mentía.

— Te he dicho que te ves diferente, cuando pierdes la virginidad no llevas un cartel que lo avise, pero eso se nota para quienes te conocen —me guiñó un ojo y enrojecí más si cabe—. Eso confirma mis sospechas —dijo en un chillido llamando la atención de todos.

— Tanya —la reprendí en un susurro.

— Lo siento, lo siento… —se disculpó haciendo un puchero— pero tienes que contarme cosas… sin detalles escabrosos, no quiero mirar a Edward de otro modo cuando me lo encuentre, pero yo quiero saber…

— ¿Edward? —preguntó una voz nasal a mi espalda, me giré lentamente y me encontré cara a cara con Lauren y su séquito de mosqueperras—. ¿Qué pasa con Edward Cullen?

— Nada que pueda interesarte Lauren… adiós —la cortó Tanya.

— Oh sí, claro que me interesa —refutó—, Issie… por qué no te sientas a comer con nosotras y nos lo cuentas todo.

Parpadeé sorprendida y le dediqué mi mejor sonrisa.

— Lo siento Malory, cualquier cosa que quieras saber de Edward tendrás que preguntárselo a él… o espera… —fruncí el ceño y fingí estar confundida— ¿Él querrá contártelo?

Lauren entrecerró los ojos y pareció que estaba a punto de saltarme encima.

— ¿Qué tienes tú que ver con Edward? —preguntó Lauren en un gruñido.

— No te debo ningún tipo de explicación, Lauren. ¿Pero si tienes tanta curiosidad por qué no se lo preguntas a él?— dije consciente de que no lo haría—. Aunque lo que tenga con Edward o no, no es asunto tuyo, según él nunca lo ha sido, no le gustan las… "niñas"—sonreí con inocencia y me di la vuelta para continuar mi camino.

Tanya tuvo que dar dos enorme zancadas para acomodarse a mi paso, pero cuando lo hizo se colgó de mi brazo y me dio un sonoro beso en la mejilla entre risas.

— Te idolatro… —dijo en tono de adoración—. En serio, es la primera vez que veo a Lauren quedarse sin palabras… aunque haces trampa, tienes información de primera mano.

Sonreí mirando a Tanya y ella me echó la lengua con diversión.

Después de comprar nuestra comida, nos sentamos e Irina tardó muy poco en llegar a nuestro lado y mirar a Tanya con cara de asesina en serie.

— Te voy a descuartizar —masculló mirándola con los ojos entrecerrados—, he tenido que aguatar la charla de papá sobre sexo seguro y con protección por tu culpa… ¿cómo se te ocurre decirle que hago guarradas con Dem por teléfono? —preguntó irritada.

Tanya bajó la mirada y sus mejillas se coloraron levemente, era la primera vez que la veía sonrojada y estaba mucho más guapa de lo que la había visto nunca.

— Lo siento Irina… se me escapó —susurró avergonzada.

— Pues a ver si controlas más tu bocaza, la próxima vez puede que se me escape que no eres virgen desde los quince —gruñó Irina.

Tanya abrió los ojos desmesuradamente y miró a su hermana asustada negando frenéticamente con la cabeza.

— Lo siento, lo siento, lo siento… no volverá a ocurrir, te lo prometo.

Sonreí viéndolas interactuar y por qué no decirlo… también sentí un poco de envidia, había crecido sola, ahora tenía un hermano, pero no teníamos le nivel de complicidad que tenían ellas dos. Se querían tanto que incluso Irina donó su médula para que Tanya se curase, estaba segura de que Jasper haría lo mismo conmigo llegado el caso, pero nunca llegaríamos a conocernos tanto como lo harían ellas que llevaban juntas toda su vida.

Suspiré sin poder evitarlo y Tanya pasó un brazo por mis hombros y suspiró también.

— Que bonito es el amor… ¿verdad? —parpadeó repetidas veces con una sonrisa boba en los labios.

— Idiota —reí.

— Ahora no vas a librarte… tienes que contármelo todo —dijo con alegría.

— ¿Contar el qué? —preguntó Irina.

— Que nuestra querida Bella ya no es una niña… —puso un tono lastimero y se secó una lágrima imaginaria— que orgullosa estoy de ti —sollozó teatralmente.

— No voy a contarte nada ahora —susurré—, cualquiera podría escucharnos y nada de eso se puede saber… bajo ninguna circunstancia.

— Tienes razón —frunció los labios—, ya encontraremos el modo de que me cuentes lo que ha pasado. ¿Tienes planes para esta tarde? Podríamos ir a algún lugar tranquilo y hablamos —una sonrisa se formó en sus labios y casi tuve miedo.

— Voy con Alice y Rosalie a hacer las compras de navidad — contesté.

— Oh… de acuerdo… otra vez será… —muró sin muchas ganas.

Antes de que pudiese darme cuenta ya estaba por los pasillos rumbo a la salida ya que se habían acabado las clases. Después del almuerzo había sabido lidiar muy bien con las miradas de odio de Lauren y su séquito de cabezas huecas, ya que tuvimos juntas la clase de gimnasia.

Caminaba a toda velocidad, sabía que Edward estaba fuera esperándome, ya que me había enviado un mensaje de texto diciéndome que había hablado con Alice y él me llevaría al centro comercial donde ella y Rosalie me estarían esperando. Tenía prisa, hacía más de doce horas que no lo veía y tenía ganas de besarlo y abrazarme a él de nuevo, aunque fuese con ropa de por medio y sin hacer nada más que abrazarse, pero lo necesitaba e iba casi a la carrera por los largos e interminables pasillos del instituto.

Hasta que un muro de hormigón se interpuso en mi camino y de rebote fui impulsada hacia atrás cayendo sobre mi trasero. Bufé molesta y levanté la mirada para saber de la familia de quien tendría que acordarme cuando me doliese el trasero los próximos días, al hacerlo me encontré de frente con dos ojos negros y una sonrisa socarrona… Jacob Black, gruñí.

— Siempre te tiras a mis brazos —dijo burlón.

Entrecerré los ojos y rechacé la mano que me tendía para ayudarme, lo miré con desdén y sin decirle nada me puse en pie y continué mi camino sin mirar atrás. Pude escuchar su voz llamándome, pero no me giré para comprobar lo que quería, solo continué mi camino hasta que el viento azotó mis cabellos y pude ver el volvo de Edward estacionado en su lugar habitual.

Caminé hacia él intentando acompasar mis pasos, no quería parecer ansiosa, pero tampoco podía controlar las ganas de abalanzarme a sus brazos. Cuando estuve a menos de tres metros, no pude evitar sonreír y Edward también lo hizo, con esa sonrisa esquinada que me volvía loca, por lo que no pude contenerme más y avancé más rápido hasta acabar con la cara en su pecho e intentando rodear su cintura con mis brazos. Escuché su carcajada melodiosa, hasta que sus brazos también me rodearon y besó mi cabello.

— Yo también te he extrañado —dijo antes de dejar otro beso en mi coronilla.

Me alejé solo lo suficiente para poder mirarlo y se acercó lentamente hasta dejar un beso en mi mejilla, mejilla que no tardó en ponerse color carmín, rio quedamente y me alejé de él a regañadientes porque teníamos público y se supone que no deberían vernos en actitudes demasiado "cariñosas".

— ¿A dónde me llevas hoy? —pregunté con una sonrisa.

Me miró en silencio, como evaluándome, después suspiró y se pasó una mano por sus cabellos.

— Al centro comercial con Alice, me matará si no lo hago —sonrió de nuevo.

— ¿Iremos directamente o haremos alguna parada?

— Mejor lo hablamos en el coche —murmuró abriendo la puerta para mí.

— ¿Por qué? —pregunté frunciendo el ceño.

— Mejor lo hablamos dentro… doña curiosa —sonrió y eso me relajó un poco, aunque las arrugas de su frente no evidenciaban nada bueno.

— Está bien —mascullé entrando y colocándome el cinturón de seguridad.

Él también entró y después de poner el coche en marcha condujo durante varios minutos en completo silencio, hasta que se detuvo frente a un centro médico y me miró un poco preocupado.

— ¿Por qué paramos aquí? —pregunté confundida—. ¿Le ha pasado algo a Jasper? —mi voz tembló imaginando que algo podría haberle pasado, pero Edward abrió mucho los ojos y comenzó a negar frenéticamente con la cabeza.

— Está perfectamente —aseguró sin dejar de mirar mis ojos—, es por otra cosa por lo que te he traído.

Se quedó en silencio unos segundos y eso me desesperó.

— ¿Ocurre algo? —pregunté en un murmullo.

Resopló.

— Estás en todo tu derecho a negarte —tomó mi mano.

— ¿Negarme a qué?

— Ayer fue un día… como decirlo… un poco intenso para los dos —ante su explicación me ruboricé de nuevo—, y la última vez casi sobrepasamos el límite.

— ¿Qué? —que quería decir con eso de "sobrepasamos el límite".

— Casi nos olvidamos de utilizar protección… y no quiero que te ocurra nada malo —alzó una mano y colocó un mechón de pelo tras mi oreja, deslizando uno de sus dedos por mi mandíbula después—, no digo que un embarazo contigo sea una tragedia, pero no cuando solo tienes dieciséis.

— Entiendo —murmuré cada vez más azorada.

— He pensado que podrías ir a que te recetasen la píldora, si lo prefieres seguiremos como hasta ahora, pero eso sería más cómodo para ambos.

Una tímida sonrisa se asomó mis labios, tímida porque el tema del que estábamos hablando me avergonzaba un poco, pero sonrisa porque el hecho de que Edward me propusiese algo así era porque pretendía que lo nuestro no fuese solo una aventura, él de verdad me quería como había confesado el día anterior, se preocupaba por mí y eso me hacía quererlo todavía un poco más, aunque no me atreviese a dar el paso para decírselo.

— Vamos… —susurré.

Edward me dedicó una sonrisa deslumbrante y se acercó a besar mi frente dejando sus labios sobre mi piel durante varios segundos. Lamenté que no fuese sobre mis labios, pero sabía que eso era imposible, al menos mientras estuviésemos en un lugar público.

Unos minutos después estaba sentada en una sala de espera con Edward a mi lado más nervioso de lo que lo había visto nunca.

— ¿Estás bien? —le pregunté en un murmullo, ya que varias chicas sentadas cerca de nosotros no nos quitaban los ojos de encima, o más bien no se los quitaban a él.

— Sí —espetó en un gruñido.

— Ed… ¿qué pasa? —insistí.

— Solo estoy un poco ansioso… no sé si esto ha sido buena idea… ¿qué se supone que te hacen ahí dentro? —preguntó en un susurro.

Se me escapó una risita y él entrecerró los ojos.

— Nada importante, un doctor cachas me meterá mano a saco hasta que tenga un orgasmo —contesté todo lo seria que pude.

Abrió los ojos desmesuradamente y hasta pude escuchar un gruñido salir de su pecho.

— Es broma —aseguré colocando una mano sobre su brazo para tranquilizarlo—, no lo sé exactamente, es la primera vez que vengo a un lugar así. Pero no creo que sea nada malo… es un doctor.

Suspiró y una enfermera interrumpió lo que fuese que iba a decir al llamarme por mi nombre.

Salí de la consulta unos minutos después un poco avergonzada, pero tenía en mi mano el nombre de las pastillas que debía comprar. Tenía la mirada en el suelo y casi tropiezo con el pecho de Edward que estaba caminando como un león enjaulado y se dirigió hacia mí en cuanto me vio salir.

— ¿Qué tal ha ido? —preguntó en un murmullo.

Alcé la cabeza lentamente, me crucé con sus ojos y sonreí con timidez.

— He tenido tres orgasmos… es mejor que tú —lo golpeé en el pecho juguetonamente y él entrecerró los ojos y las aletas de su nariz comenzaron a dilatarse—. Es broma… ha ido bien, tengo que ir a la farmacia.

Suspiró y besó mi cabeza…

— Vamos… —susurró.

— Necesito ir al baño —me disculpé con una sonrisa.

Caminé por el pasillo bajo su atenta mirada, hasta que desaparecí por la puerta de los aseos y casi me llevo a alguien por delante… yo y mi habitual torpeza. Alcé la mirada algo avergonzada para discúlpame, pero que quedé petrificada al ver los ojos azules de Rosalie tan sorprendidos como los míos.

— Emh… ¿lo siento? —dije en tono de pregunta.

Rosalie desvió la mirada y suspiró mientras murmuraba algo que no llegué a entender.

— No es nada… —dijo finalmente y desapareció por la puerta por la que yo había entrado.

Me quedé en shock unos minutos, intentando buscarle sentido a que Rosalie estuviese en una clínica ginecológica. Quizás había ido por el mismo motivo que yo, no tenía novio que yo supiese, Jasper no me había dicho nada… pero no era necesario tener novio para tener relaciones sexuales.

Salí del baño todavía pensando en Rosalie cuando sus palabras de esa mañana llegaron a mi memoria:

"Tengo que contarle algo importante a Jasper"

"Se enfadará tanto que incluso podría echarme de su casa"

"Es algo maravilloso en parte y por otra parte no lo es tanto"

¿Sería posible que Rosalie…? No… me negaba a hacer conjeturas hasta que ella misma me dijese que era lo que pasaba, o que se lo dijese a Jasper y yo lo escuchase por estar a su lado para apoyarla.

— ¿Todo bien? —preguntó Edward preocupado cuando llegué a su lado.

— Perfectamente —murmuré todavía dándole vueltas al tema en mi cabeza.

Cuando llegamos al parking subterráneo del centro comercial, Edward aprovechó la poca iluminación para abalanzarse sobre mí y besarme intensamente, lejos de enfadarme, contesté a su beso enredando mis brazos en su cuello y gimiendo contra sus labios cuando su mano descendió desde mi cintura hasta mi trasero donde me apretó una nalga juguetonamente.

— Vamos —se alejó de golpe de mí.

— ¿Qué pasa? —pregunté confundida.

— Que si no te dejo ir ahora no podré hacerlo y te llevaré a mi casa para que repitamos de lo ayer —sus cejas se alzaron mientras hablaba, un brillo pícaro en su mirada me decía que lo decía totalmente en serio y aquella arrebatadora sonrisa en sus labios me hizo tener una taquicardia.

— No sería capaz de negarme —contesté aturdida.

— No me tientes… —susurró bajando del coche y rodeándolo para abrir mi puerta como siempre lo hacía.

Solté una risita cuando pasé por su lado y sus ojos me recorrieron de arriba abajo, él solo gruñó bajito ante mi diversión. Me gustaba ver en él ese estado de frustración que yo provocaba, aunque estuviese en la misma situación, igual de necesitada de contacto físico de su parte.

— Tenías que haberte cambiado el uniforme —masculló molesto.

— ¿Por qué?

— Todos te miran demasiado… me estoy cabreando, no tienen ningún derecho a hacerlo.

— Quizás te miran a ti —alcé una ceja con diversión.

— Son chicos Bella… y no tan chicos, algunos son mucho mayores que yo —gruñó.

Sonreí y negué con la cabeza divertida por sus celos, infundados, por supuesto, yo no había notado ninguna mirada en mí, aunque quizás iba demasiado distraída pensando en cómo hacer que mi corazón latiese más lento después del acalorado beso de Edward en el coche.

— ¿Cuándo me llevarás a hacer turismo de nuevo? —pregunté de repente, solo quería que hablase para escuchar su voz, ya que no podía tocarlo ni besarlo, al menos que me hablase y pudiese obtener un poco de su atención—. Echo de menos pasear contigo por la ciudad.

— Iremos cuando quieras —sonrió más relajado—, hay un montón de cosas que todavía no has visto. Tenemos que ir a Navie Pear para que subas en ferri, ver la ciudad iluminada por la noche desde el lago es impresionante. O podemos ir a cenar al Tommy Gun's Garage para ver el espectáculo.

— ¿Qué es eso? —pregunté con curiosidad.

— Es un restaurante del centro, hay cena y un espectáculo cómico sobre la mafia en Chicago, ya sabes, Al Capone y todo eso —explicó.

— Me encantaría ir —sonreí ampliamente—, pero solo si es contigo.

Edward sonrió también y pasando un brazo sobre mis hombros me atrajo hacia su cuerpo hasta que besó mi cabeza.

— Iremos cuando quieras —susurró en mi oído haciendo que me ruborizase ante el escalofrío que recorrió mi espalda.

— ¡Edward! —escuchamos la voz de Alice en un chillido.

Edward suspiró y volvió a dejar un beso en mi cabeza antes de alejarse por completo.

— Espero dejarla en buenas manos —la dijo a Alice con voz dura sin dejar de mirar sus ojos.

— Me ofendes Edward… solo compraremos los regalos y la llevaré de vuelta a casa, es martes y mañana todavía tiene instituto —contestó ella con fingida indignación.

— De acuerdo… confiaré en ti —se acercó a ella y dejó un beso en su frente—. Hasta luego enana —dijo con una risita ante la cara de enojo que ella mostró al escuchar su apodo. Después se acercó a mí y besó mi sien a la vez que aspiraba profundamente, cerré los ojos y suspiré—. Te llamo luego —susurró en mi oído antes de darse la vuelta e irse.

— Rosalie todavía no ha llegado… —dijo Alice mirando a ambos lados— por cierto… no me has dicho como has hecho para que ahora quiera ir contigo… ¿ha pasado algo extraordinario? —me encogí de hombros y negué con la cabeza, no sabía si ella sería capaz de percibir cuando mentía y no quise arriesgarme—. Da igual… lo mejor es que aprovechemos el tiempo y me cuentes qué tal te va con Edward.

— Nos va… —contesté escuetamente.

— Eso no es una respuesta… —hizo un mohín—, espero que esté cuidando de ti, no quiero ser partícipe de esto y que finalmente acabe en tragedia.

— Él me cuida —contesté en un susurro—, es bueno y comprensivo.

— Eso espero… porque si no le daré un par de… ¿Por qué te sonrojas? —preguntó con una sonrisa—. ¿Ha pasado algo digno de mención?

Abrí y cerré la boca repetidas veces intentando alejar de mi cabeza las imágenes de Edward "cuidando" de mí, no creo que Alice se refiriese a ese tipo de cuidados con su pregunta.

— Nada… —contesté en un susurro.

— A mi no puedes engañarme —tiró de mí hasta que me sentó en un banco y ella se colocó a mi lado—. ¿Ya habéis dado el paso? —alzó sus cejas varias veces sugestivamente y a mí se me escapó una risita nerviosa—. Conozco a Edward y sé que él es muy… físico en sus relaciones y por tu sonrisa dedujo que algo ha pasado.

— Ha pasado algo… —contesté con un hilo de voz.

— Oh —su cara era de sorpresa, pero a la vez tenía una ligera sonrisa en sus labios—, espero que haya sabido comportarse, tú no eres como las zorras con las que solía estar.

— Ha sido increíble… —mordí mi labio inferior recordando—, fui yo la que tuve que insistir, él se negaba a dar el paso al completo.

— Edward y su sobreprotección ante lo que de verdad le importa… —rodó los ojos— pero eso es buena señal… —sonrió— espero de verdad que esto os salga bien, tú mereces ser feliz y Edward… bueno… él merece a alguien que le ayude a disfrutar de la vida.

— ¿Hace mucho que conoces a Edward? —pregunté después de un par de minutos en los que ella hablaba de alguna anécdota que había compartido con los hermanos Cullen.

— Un par de años… desde que trabajo en Cullen … ¿por qué?

— Verás… —me removí incómoda— ¿Es verdad que ha salido con muchas chicas? Taya me lo dijo, pero él en cambio me ha dicho que siempre se ha centrado en ser el hijo perfecto, pero que nunca ha tenido tiempo de vivir y tomar decisiones.

Alice suspiró y sonrió con ternura.

— Él estar cada día con una chica diferente no te hace vivir… Edward no te mintió, pero Tanya tampoco —frunció los labios—, no es que haya sido un semental y tenga una lista interminable, pero sí ha habido muchas.

Mi ánimo decayó de repente, todavía tenía la ligera esperanza de que todo lo que me hubiese contado Tanya sobre Edward fuese solo un rumor. Sabía que tenía experiencia, pero conocer de primera mano que "muchas" chicas habían estado entre sus brazos igual que yo lo estaba, no era grato de saber.

— No te pongas así —intentó consolarme Alice acariciando mi cabello—, si te sirve de consuelo nunca lo había visto tan feliz… ¿te has fijado en su mirada? Cuando te mira a ti es como si se iluminase, le estás devolviendo esa vida que enterró entre libros.

— Tampoco será para tanto…

— Realmente no… —murmuró— pero Edward siempre se ha centrado en estudiar, siempre ha sido lo más importante para él. Su padre es un gran abogado, su hermano también… era casi una obligación que él también lo fuese porque tenía que dedicarse al negocio familiar. Por eso nunca se centró en una relación seria, las chicas iban y venían pero él no disfrutaba de ello, solo eran un pasatiempo, por así decirlo.

Suspiré…

— Cuando alguien habla sí de él me doy cuenta de lo poco que lo conozco —musité.

— Es obvio… solo llevas aquí unos días, pero tranquila, te aseguro que conoces cosas de Edward que muy pocos saben —dijo con diversión.

— Siento el retraso… —dijo Rosalie llegando algo acalorada—, el tráfico está imposible.

— No te preocupes Rose… —sonrió Alice— ¿por dónde empezamos?

Tres horas después estaba en la puerta de la mansión Hale, con Stiven, el mayordomo, cargando todas mis bolsas y yo con un dolor de pies imposible. Rosalie me miraba de reojo y sonreía, sabía que para ella una tarde de compras con Alice era como un paseo, pero a mí tanta energía y entusiasmo me resultaban cansados después de una hora. Por suerte había conseguido todos los regalos de navidad, aunque la tarjeta de crédito que Jasper me había dado, se había llevado un buen susto.

Subí a mi habitación y decidí darme una ducha, pero antes de nada me miré en el espejo y retirando el pañuelo que cubría mi cuello inspeccioné el mordisco de Edward. Ya casi era una mancha prácticamente invisible, un par de días más y no tendría que preocuparme. Deslicé mi dedo por ella y al percatarme de algo abrí los ojos desmesuradamente.

¿Dónde estaba mi colgante?

Aquel que Charlie me había regalado con el nombre de Renée grabado.

Comencé a ponerme nerviosa, mis manos comenzaron a temblar y fui hasta el baño donde comencé a buscar como loca tirando con todo a mi paso. Tenía que estar en algún lugar, tenía que aparecer como fuese, si de verdad lo había perdido… no, me negaba a pensar en eso.

— ¿Te encuentras bien? —la voz de Rosalie me sobresaltó y casi di un brinco.

— No… —gimoteé mientras rebuscaba entre la ropa sucia de esa mañana.

— ¿Qué ocurre? —se acercó a mí e intentó detenerme pero no lo consiguió.

— No está… no está… lo he perdido —un fuerte dolor en mi pecho casi me quita la respiración y comencé a jadear desesperadamente.

— Isabella tranquila… —escuché que decía Rosalie— sea lo que sea seguro que tiene solución.

— No, no, no… —negué frenéticamente con la cabeza sintiendo las lágrimas descender por mis mejillas— no está…

Escuché mi teléfono a lo lejos… o eso me pareció, porque continuaba con la búsqueda de mi colgante dentro de todos los cajones que tenía por delante, sabía que allí no estaría, pero no podía simplemente quedarme quieta y esperar que por un milagro apareciese sin más.

No sabía exactamente el tiempo que había pasado, Rosalie había intentado por todos los medios que me tranquilizase, pero no lo había conseguido, Jasper cruzó la puerta de mi habitación supongo que alertado por mis sollozos.

— ¿Qué ocurre? —preguntó sorprendido y asustado ante mi estado.

Avancé hacia él tropezándome en el camino y casi cayendo si no fuese porque él me sujetó a tiempo.

— Mi colgante —dije desesperada—, era un corazón de plata con el nombre de mi madre… no… no está, lo he perdido —comencé a llorar de nuevo y cuando Jasper quiso abrazarme me alejé de él.

— Tranquila Bella —dijo con el ceño fruncido—, podemos comprar otro, o diez más como ese… no te preocupes.

— No como ese —casi grité—, ese me lo regaló Charlie… y yo… yo… era lo último que tenía de él —volví a llorar.

— Eh… eh… pequeña tranquila… —Jasper acunó mi rostro pero yo no podía dejar de llorar.

— ¿Rose? —escuché la voz de… ¿podría ser?

Me alejé de Jasper de golpe y me giré hacia la puerta para ver como Edward entraba a toda velocidad y observaba en un rápido vistazo toda mi habitación revuelta.

— Edward… —susurré caminando hacia él y enterrándome entre sus brazos.

La habitación se quedó en silencio, solo se escuchaban mis sollozos ahogados contra la camisa de Edward, que me había envuelto en sus brazos y me apretaba con fuerza contra su pecho.

— ¿Qué ha pasado? —preguntó en un susurro.

— Su colgante —escuché que Rosalie contestaba—, al parecer lo ha perdido y era muy importante.

Edward afianzó más su agarre al escucharla y sollocé con más fuerza.

— Princesa… —susurró en mi oído.

— No… —negué con la cabeza sin alejarla de su pecho.

— Sí… tienes que tranquilizarte —me alejó a la fuerza de su pecho y me obligó a mirarlo a los ojos—, puede estar en cualquier lugar, no te preocupes que aparecerá.

— Pero es que… Charlie… él… —hipé.

— Haré lo imposible para que aparezca —me prometió.

Volví a llorar sin poder evitarlo y sus brazos volvieron a rodearme, pese al dolor que sentía estar así me tranquilizaba… tanto que no fue consciente de que había dejado de llorar y ahora estábamos tumbados en mi cama y completamente solos.

— Lo siento —intenté alejarme de él pero no me lo permitió.

— Tranquila —besó mi cabello.

— ¿Jasper…?

— Nos ha dejado solos para que te tranquilizases… pero estaba preocupado… —contestó sin dejarme terminar la pregunta.

Suspiré y me acerqué a sus labios para besarlo, él contestó el beso pero lo cortó antes de lo que me hubiese gustado.

— Si Jasper nos encuentra así estamos muertos —se incorporó un poco en la cama y se alejó solo lo justo para poder mirarme a los ojos—. ¿Te sientes mejor?

Negué con la cabeza.

— ¿Qué haces aquí? —pregunté con voz ronca.

— Te llamé y Rosalie contestó al teléfono, estaba asustada y me dijo como estabas —explicó—, no pude simplemente quedarme en mi casa sin saber si estabas bien.

— Gracias por venir —susurré bajando la mirada.

— No te preocupes princesa, estaré siempre que me necesites —sonreí un poco y Edward me imitó—. Háblame de ese colgante —pidió acariciando mi mejilla.

— Charlie me lo regaló por mi cumpleaños, era… era lo único que me quedaba de él aquí… —murmuré.

— Lo echas de menos… —afirmó.

— Ni si quiera pude ir a su funeral… Jasper se ocupó de todo yo… yo estaba encerrada en casa —Edward me abrazó de nuevo y yo suspiré—. Me he perdido el funeral de los dos… no he podido despedirme de ellos.

— Eso no tiene solución… pero se puede pensar algo.

— ¿Qué quieres decir? —pregunté confundida.

— Nada importante —lo sentí sonreír contra mi cabello—, ahora duerme, lo necesitas…