Capítulo 22
Me desperté un poco desorientada a la mañana siguiente, mi cabeza estaba a punto de estallar y de un solo mazazo los recuerdos de lo que había pasado la noche anterior llegaron a mi mente. Sistemáticamente comencé a buscar a Edward a mi lado, mi último recuerdo era estar a su lado, sobre su pecho y abrazada a él, pero en ese momento mi cama estaba vacía y el lugar donde estaba Edward anoche estaba frío.
Me tambaleé hasta el baño y al mirarme al espejo lo primero que pude apreciar fue mi cuello desnudo. Podría parecer una tontería, pero para mí ese colgante era importante, era como si me hubiese quedado con un pedacito de Charlie y de Renée, sin él me sentía perdida y un poquito más sola.
Cuando bajé a desayudar mis ojos todavía escocían, los tenía irritados de tanto llorar la noche anterior y mis sienes latían dolorosamente. Hubiese preferido quedarme en la cama y no salir en un par de años, pero tenía intención de ir a la secretaria del instituto y preguntar si por casualidad, alguien había encontrado mi colgante y lo había llevado allí. Cuando entré en la cocina me percaté de que todavía era temprano, Jasper estaba preparándose su café y Rosalie, más pálida de lo habitual, estaba extendiendo un poco de mantequilla en una tostada. En cuanto crucé la puerta la mirada de ambos recayó sobre mí y seguro que sobre mi mal aspecto.
— Estoy bien —me apresuré en aclarar con voz ronca antes de que ellos preguntasen y no pudiese mentir.
Me senté a la mesa bajo su penetrante mirada, que me estaba poniendo nerviosa, Sue dejó mi desayuno frente a mí y comencé a comer sin levantar la mirada de taza de café con leche.
— Bella… —el susurro de Rosalie casi no pareció ni su propia voz, mucho menos cuando me llamó Bella y no Isabella, pero alcé la mirada de todos modos para saber lo que quería— ¿Crees que… qué podrías ayudarme ahora?
La miré en silencio mientras mis neuronas, todavía un poco adormiladas, intentaban buscarle sentido a sus palabras. Recordé la conversación del día anterior y asentí sin mucho entusiasmo, si Rosalie hablaba por lo menos no estaría dándole vueltas y más vueltas a lo mío. Ella me sonrió y parecía que en ese momento tenía algo más de color en sus mejillas, pero su mirada asustada era difícil de ocultar, hasta Jasper pareció darse cuenta porque comenzó a observarla con el ceño fruncido.
— Jasper… ¿tienes unos minutos? —preguntó ella a media voz, él solo asintió y la miró más intensamente, lo que provocó que Rosalie se removiese intranquila y bajase la mirada—. Verás… hay un motivo porque el que dejé Rochester y me vine aquí.
— Eso lo imaginaba —contestó él sin expresión en la voz—. ¿Algo grave?
Rosalie se pasó una mano por su cabello y miró a Jasper de reojo volviendo a bajar la mirada un segundo después de que se cruzase con la suya.
— He dejado a Royce… definitivamente —su voz sonaba ronca, como si se estuviese aguantando las lágrimas, pero su mirada estaba clavada en sus manos y sus ojos no mostraban ni un solo atisbo de llanto.
Una sonrisa cruzó el rostro de Jasper y se reclinó el su silla mirando a Rosalie con adoración.
— No sabes lo que me alegra eso —dijo con alegría—. Pero… ¿por qué has venido? ¿Te estás escapando de él porque te ha amenazado o algo así? ¿Necesitas que contrate seguridad para ti?
— No, no —se apresuró a negar—, todo está bien en ese sentido. Dudo que King quiera volver a verme en su vida —aunque sus palabras podían sonar drásticas y tristes, en el fondo tenían un reborde rabia y hasta podía decir que hasta un poco de ira dedicada a ese tal "Royce".
— De todos modos me alegro de que hayas abierto los ojos… —continuó Jasper— ese hombre no te convenía, era un vividor que solo se dedicaba a jugar con las mujeres, tú te mereces algo mucho mejor que eso.
— Ahora lo sé —por fin se decidió a levantar la mirada y Jasper le sonrió en cuanto lo hizo—, pero… esto… hay más.
Cualquier persona que conozca un poco a Rosalie no la reconocería en ese momento, a mí misma, que llevaba más de una semana viviendo en la misma casa que ella me costa ver en ella algún rasgo característico de su personalidad, mucho más Jasper, que volvió a fruncir en el ceño y esperó pacientemente que ella continuase hablando.
— ¿Se atrevió a ponerte un solo dedo encima? —la voz de mi hermano sonó tan oscura y aterradora que di un respingo en la silla y lo miré asustada.
Rosalie torció el gesto y negó débilmente con la cabeza.
— Nada de importancia —musitó.
Mi mirada estaba clavada en Jasper, que tenía el semblante endurecido y una mirada que asustaba solo de verla, no quería saber cómo sería si fueses el receptor de dicha mirada.
— Cuéntame exactamente qué es lo que ha pasado —se inclinó un poco en la mesa y Rosalie comenzó a retorcer sus manos una contra la otra totalmente nerviosa.
— Jazz… tranquilo —me atreví a interceder—. Sea lo que sea, poniéndote así no conseguirás nada.
Mi hermano me miró unos segundos con el ceño fruncido y después suspiró.
— Rose… — susurró en un tono más dulce— por favor… cuéntame lo que sea de una maldita vez.
Rosalie me miró de reojo agradeciéndome y yo esbocé una sonrisa triste.
— Jasper… yo… —titubeó— Royce y yo…
—Rosalie —la premió.
— Está bien —Rosalie tomó aire de golpe y lo soltó lentamente, después alzó su mirada y se podía ver en ella una clara decisión—. Estoy embarazada… es de Royce, él no quiere hacerse cargo del bebé y sinceramente, yo tampoco quiero que lo haga, entiendo que puedas sentirte enfadado y traicionado porque tú me lo advertiste hasta el cansancio y no te escuché. Pero una nunca aprende si no es a base de acción—reacción. Así que aquí estoy…
Jasper la observó en silencio, con la boca entreabierta y sin mover ni un solo músculo de su cuerpo.
— ¿Embarazada? —preguntó con hilo de voz después de unos segundos.
— Sé que estarás decepcionado… un embarazo no deseado sería más propio de alguien de la edad de Isabella que de la mía… pero ya no hay marcha atrás —toda la inseguridad que podía haber mostrado Rosalie minutos antes ahora no existía, la dureza de sus ojos azules, la decisión en cada palabra que pronunciaba… esta si era la Rosalie que yo conocía, hasta podría asegurar que sus mejillas tenía un poco más de color que antes.
Y yo todavía estaba en shock, cuando el día anterior la había visto en el centro médico, pensé durante unos segundos que podría tratarse de un embarazo, pero nunca creí que fuese de uno no deseado y mucho menos que el padre del bebé no quisiese hacerse cargo de nada. Y ahí estaba la dura realidad, esa de la que tanto Edward como Jasper se estaban esforzando en alejarme, y no sabía si de verdad quería escapar de todo lo malo o simplemente hacerle frente y mantener la cabeza bien alta. Pero Jasper con sus cuidados y Edward con sus atenciones me estaban dibujando un mundo color de rosa en el que todo era tan fácil y sencillo como chasquear los dedos y tener lo que necesitabas. Pero aun así… aun teniendo todas las necesidades materiales cubiertas y la cuenta del banco a rebosar de dinero, la vida te daba golpes y se encargaba de mostrarte su cara amarga, el caso de Rosalie era una clara muestra de ello.
— ¿Y… seguirás… seguirás adelante con el embarazo? —al escuchar la voz de Jasper fue como si despertase de mi letargo y miré a Rosalie casi espantada ante la posibilidad de que decidiese asesinar a su bebé.
— No sé cómo te atreves a insinuar si quiera que vaya a matar a mi hijo —la voz de Rosalie se cubrió con un matiz duro y afilado que te helaba la sangre en las venas.
— Solo estoy pensando en ese niño, Rose… —explicó Jasper.
— ¿Pensando en él? —preguntó con incredulidad—. ¿Pensar en él es querer matarlo?
— No seas tan melodramática, hasta ahora solo es una acumulación de células que no sienten dolor ni pena —se excusó él.
Abrí los ojos sorprendida.
— ¿Cómo puedes decir eso? —pregunté en un murmullo.
— Bella, ese bebé crecerá sin padre… ¿crees que tendrá una vida fácil? —me dijo en tono condescendiente.
— Tú has crecido sin padre, yo he crecido sin padre, y nos veo en pie, nuestro corazón late y estamos respirando… ¿tenemos una falla por crecer solo con nuestras madres? Teníamos el mismo derecho a vivir que cualquier niño con sus dos padres juntos y el bebé de Rosalie lo mismo, tú no puedes jugar a ser Dios y pensar que no merece vivir porque no tendrá a quien llamar papá —exclamé indignada.
— Por eso mismo Bella… yo he crecido sin padre, he estado solo con mi madre y mis abuelos y sé lo que se sufre —dijo con gesto dolido.
— ¿Hubieses preferido que tu madre te hubiese matado? —pregunté en un gruñido.
— En ocasiones sí —confesó desviando la mirada.
Me quedé estupefacta ante su declaración y Rosalie bufó.
— No te pongas ahora melodramático tú —lo regañó—, tú has tenido siempre una familia que te quería. No se lo tomes como algo personal Bella —dijo mirándome a mí—, Jasper tiende a exagerar un poco cuando se trata de temas de familia. Voy a tener a bebé con tu ayuda o sin ella, pero esperaba un poco de comprensión por tu parte —gruñó dirigiéndose de nuevo a Jasper.
— Estás sola Rosalie… sacar adelante a un bebé tú sola es muy difícil —murmuró negando con la cabeza.
— No puedo entender porque eres tan obcecado para algunas cosas… ¿prefieres que lo mate y toda mi vida me esté preguntando como hubiese sido de mayor? ¿Qué me sienta culpable por haberle arrebatado al mundo a un ser más que podría haber sido grandioso? —preguntó alzando un poco la voz.
— Si solo es por eso, puedes darlo en adopción —su mirada marrón se clavó en Rosalie con rudeza.
— Sí, y dormiré muy tranquila pensando en cómo lo cuidarán sus padres adoptivos…tú no lo entiendes porque no eres padre, porque no has sentido lo que es tener un pedazo de vida dentro de ti. No voy a renunciar a mi hijo Jasper… nunca —sentenció—. Si quieres me voy de esta casa, pero si me quedo será con el pack completo.
Sonreí ante su comentario y Jasper resopló.
— Necesito pensar sobre esto… ya hablaremos —se puso en pie con un gesto extraño en su rostro, por un momento parecía que iba a pasar una mano por sus cabellos pero lo pensó en el último momento y solo la dejó caer—. Bella nos vamos en diez minutos… y Rose… no es necesario que te escudes en nadie para sentirte más valiente, sabes que puedes defenderte muy bien tú sola.
Jasper nos dejó solas y suspiré volviendo a mi desayuno todavía sin acabar.
— Y ahora que Jasper se ha ido, tenemos que hablar tú y yo —dijo Rosalie con voz neutra, alcé la mirada y esperé—. ¿Qué hacías ayer… con Edward… en una clínica ginecológica? —abrí los ojos desmesuradamente y tragué en seco—. Y tampoco pienses que estoy tan ciega como Jasper para no ver que hay algo turbio escondido.
— No… n… no hay nada turbio —balbuceé—, Edward y yo… él es…
— Isabella… no me chupo el dedo —su ceja izquierda se alzó y yo suspiré derrotada.
Al final nuestra relación más que secreta sería del dominio público en cuestión de días… y eso no tenía pinta de acabar nada bien.
— Rosalie… es más complicado de lo que aparenta —susurré—, no hay nada turbio, todo está claro entre él y yo.
— ¿Y qué es lo que hay entre él y tú? —preguntó posando en mí toda su atención.
Puse mi mejor cara de póker y dejé que mis labios se estirasen levemente en esa sonrisa ladeada que a Edward le quedaba muy bien. Me reacomodé en la silla y miré a Rosalie a los ojos.
— No creo que explicar lo que pasa con Edward haría que vieses lo que imaginas de otro modo —murmuré sin dejar de mirarla.
Una sonrisa se extendió por su rostro, sabía que era algo fingido, ya que sus ojos tenían la misma expresión inescrutable de segundos antes.
— Puedes confiar en mí, después de todo tú sabes mi secreto más turbio —y se encogió de hombros despreocupadamente.
— Yo no te pedí que me lo contases… además, no es lo mismo —sonreí de nuevo y le di un último sorbo a mi café antes de ponerme en pie—, yo podré ocultar lo que me pasa con Edward… un embarazo es un poquito más evidente.
Rosalie sonrió ampliamente, una sonrisa sincera, como nunca se las había visto.
— No pienses que pasa tan desapercibido, yo tendré una enorme panza en poco tiempo, pero la cara de idiota enamorada que pones en cuanto lo ves, llama más la atención que mi bebé.
— ¡Bella… nos vamos! —gritó Jasper desde algún lugar de la casa.
Miré a Rosalie una vez más sin saber muy bien lo que podría decirle, ella parecía tener más que claro que entre yo y Edward había algo.
— Haremos una cosa —dijo Rosalie de repente—, tú te olvidas del nombre del padre biológico de mi hijo, es más, te olvidas siquiera de que cualquier donante de esperma me ha fecundado y yo olvido que Edward pone la misma cara de idiota que tú —extendió su mano y yo dudé un poco pero se la estreché con una promesa silenciosa.
Después de esa extraña conversación en la que realmente no se dijo nada, pero era mucho más importante lo que no se dijo, Jasper me llevó al instituto y avancé estilo zombi hacia mi taquilla donde estaba Tanya esperándome con una sonrisa que se le congeló en cuanto me vio.
— ¿Qué te ha pasado? —preguntó preocupada.
No contesté, al recordar que había perdido el colgante se me hizo un nudo en la garganta y mis ojos amenazaron con comenzar a liberar lágrimas, así que metí la cabeza en la taquilla mientras fingía buscar algo.
— Bella… me estás preocupando… ¿Edward te ha hecho algo? —preguntó con voz temblorosa.
Mi cabeza salió de golpe de la taquilla y la miré como si de un momento a otro le fuese salir una segunda cabeza.
— Él no me ha hecho nada… nada malo si s a lo que te refieres —fruncí el ceño y me sequé un par de lágrimas con el dorso de mi mano—, ni se te ocurra pensar así de él…
— De acuerdo… pero dime que te ha pasado —insistió con cara de preocupación.
Hice mi mayor esfuerzo para no llorar más y la miré a los ojos.
— He perdido mi colgante… el que me regaló mi padre poco antes de morir, tenía el nombre de mi madre grabado —mi voz sonó ronca y casi irreconocible.
— Tu colgante… —susurró con la mirada perdida, después la enfocó en mí— ¿Recuerdas la última vez que lo viste?
— Durante la clase de gimnasia lo tenía… después… ya no.
— ¿Te habrá caído en los vestuarios?
— No lo sé —negué con la cabeza y al final una lágrima consiguió escapar.
Tanya suspiró y frunció los labios.
— Lo encontraremos —sonrió e, inexplicablemente, eso me hizo sentir un poquito mejor.
Tanya desapareció sin más y me dejó sola y sorprendida en mitad del pasillo, la sirena que indicaba el comienzo del as clases pareció hacerme recordar donde estaba y avancé hasta mi primera clase casi como en trance.
La mañana comenzó a pasar lentamente, a Tanya pareció que se le había tragado la tierra, no volví a verla en ninguna clase, me pareció extraño, pero como tenía muchas cosas en las que pensar tampoco le di demasiadas vueltas.
Camino a la cafetería para la hora de almuerzo, algunos me miraban y me señalaban mientras cuchicheaban algo y eso era lo que yo quería evitar al volver al instituto, nunca me ha gustado llamar la atención, ser la nueva implicaba eso y mucho más, ya que estábamos hablando de un colegio de niñitos ricos y ellos masificaban todo para ser más "cool"… me daba asco.
— Han tenido que llevarla al hospital, por lo visto sangraba demasiado —le decía una chica rubia a otra pelirroja en la cola para comprar la comida.
— ¿Pero por qué le ha pegado? —le preguntaba la pelirroja con los ojos muy abiertos.
— No lo sé exactamente, pero ya sabes lo zorra que es Lauren —le contestó.
Mi mente atrofiada despertó en ese momento y analicé lo que había escuchado, ¿alguien le había pegado a Lauren? Me hubiese gustado saber quién había sido para felicitarlo y hasta hacerle un altar si fuese necesario.
— Jake Black las separó, si no casi la mata —dijo un chico tras de mí.
— Habría estado bueno ver eso… ¡pelea de gatas! — casi gritó otro. El comentario machista me molestó un poco, pero estaba de acuerdo con él, me habría gustado verlo.
Después de comprar mi comida me senté en nuestra mesa de siempre que extrañamente estaba vacía, un par de minutos después Irina se sentó frente a mí con la cara distorsionada por la preocupación.
— ¿Qué ha pasado? —pregunté comenzando a preocuparme yo también.
— ¿No te has enterado? —preguntó al o que negué con la cabeza—. Tanya se ha peleado con Lauren.
— ¿Qué? —exclamé sorprendida, ahora entendía el porqué de las miraditas y cuchicheos cuando me veían pasar, yo era amiga de Tanya—. Pero… ¿por qué?
— Esperaba que tú supiese algo —gimió tapándose la cara—. Menos mal que nuestro padre es más permisivo con ella que conmigo, porque la va a castigar hasta el día del juicio final.
— Tampoco será para tanto… ¿o sí? —pregunté frunciendo el ceño.
— A Lauren se la llevaron en ambulancia, tendrán que darle puntos en la frente y se quejaba de que le dolía un brazo. Como Lauren la demande por agresión Tanya tendrá un gran problema.
— ¿Dónde está ahora? —pregunté mirando a ambos lados por si la veía.
— Con el director.
— Mentira… ya estoy aquí —una muy sonriente Tanya se sentó a mi lado y besó mi mejilla—. Estoy perfectamente y más eufórica que nunca… ¡wow! Nunca imaginé que cumplir una de tus fantasías más oscuras te diese ese subidón de adrenalina… necesito más.
— De eso nada —la interrumpió Irina—, si tienes ganas de golpear algo te compras un saco o lo que quieras pero a Lauren no vuelvas a tocarla.
— Aguafiestas —murmuró Tanya dándole un bocado a su pizza.
— Solo me preocupo por ti —gritó Irina—. A veces me pregunto si en realidad yo será la pequeña y tú dos años mayor… pareces una niña para muchas cosas.
— ¿Me vas a negar que se lo merecía? —le preguntó en un gruñido.
— Tú también te vas a merecer el castigo de papá.
— ¿Por qué lo has hecho? —le pregunté sorprendida.
— Porque era una zorra —contestó sin darle mayor importancia.
— Si golpeásemos a todas las zorras del instituto no acabaríamos ni en un mes… tuvo que haber algo más —insistí.
— Le pregunté si ella había visto tu colgante… me contestó mal, no pude reprimirme y la golpeé. Habrías hecho lo mismo.
— ¿Mi colgante? —pregunté con un hilo de voz.
— Sí… pero ella no lo tiene… también avisé a Jake por si lo había visto pero él no sabe nada… lo siento Bells… pero en instituto parece que no está— su tono de voz afligido hizo que se me encogiese el corazón… ¿de verdad había golpeado a Tanya por mí?
— No te preocupes… —murmuré desviando la mirada para que no viese que estaba a punto de llorar.
— No te pongas así ahora… lo he hecho porque he querido… y me sentido muy bien golpeándola por fin, llevo un año entero soportando las ganas —rio.
— ¿Qué se siente? Porque yo también he soñado con hacerlo algún día —admití sonriendo.
— Es fantástico… tienes que probar —me instó con un codazo.
— Sois increíbles… —gimió Irina— vaya par de dos que se han juntado… me iré antes de que sea contagioso y queráis darme a mí también.
Tanya y yo estallamos en carcajadas vendo como Irina se iba malhumorada.
— Tiene un poco de razón —admití en un susurro—, no tenías que haberla golpeado, te has buscado un problema por mi culpa.
— No… el problema se lo ha buscado ella, tendré un castigo sí… pero ella tendrá un recordatorio de por vida con unos cuantos puntos —rio de su propia broma.
— Idiota —negué con la cabeza.
— Pero así me conociste y así me quieres —pasó un brazo por mis hombros y besó mi mejilla de nuevo.
— Deja de besarme o pensarán que somos bolleras —bromeé.
— Que lo piensen… así nadie sospechará de tu "novio" —hizo las comillas en el aire.
— Pero pensarán que hacemos un trío con Felix… y créeme… no es mi mayor fantasía sexual —me estremecí para corroborar mis palabras.
— Pues Felix es un hacha en la cama… tiene una lengua que…
— ¡Tanya! —grité tapándome lo oídos—. No me digas esas cosas quiero conservar sana mi inocencia… por favor.
— Pues pídesela a Cullen, creo que te la has dejado en su coche —sonrió.
— No fue en su coche —protesté con las mejillas enrojecidas—, al menos la primera vez…
— Pervertida —me picó con un dedo en las costillas—, pero si no fuese así no podrías ser mi amiga.
Cuando quise darme cuenta, el último día de instituto antes de las vacaciones de navidad estaba llegando a su final. Al día siguiente iríamos de cena a casa de los Cullen, donde nos intercambiaríamos los regalos y después, con un poco de suerte, podría volver a dormir en la cama de Edward ya que Jasper se iría con María y Rosalie siempre iba por libre.
Caminé por los pasillos con Tanya a mi lado, que saludaba a alguien cada pocos segundos, ya que la paraban para felicitarla por su gran hazaña. Cuando llegamos al exterior ella no tardó en soltar mi brazo y colgarse del cuello de Felix que la esperaba con una enorme sonrisa.
— Nos vemos Bells… ¡feliz navidad! —se despidió moviendo su mano.
Sonreí mientras la veía luchar para entrar en un todoterreno, supuse que propiedad de Felix, y busqué el volvo plateado por el estacionamiento, pero sin resultados, ya que no estaba. Resoplé y me acomodé mejor mi abrigo al ver que un copo de nieve danzó por el aire frente a mi cara. Esperaba que no comenzase a nevar en lo que Edward tardaba en llegar. Los minutos siguieron pasando, el estacionamiento estaba prácticamente vacío y yo cada vez más fría.
— ¿Quieres que te lleve a algún lado? —preguntó una voz a mi espalda.
— No es necesario… gra… gracias —mis dientes comenzaban a castañetear del frío, pero no me subiría al coche de Jacob Black ni loca.
— No muerdo y sé dónde está la oficina de tu hermano, te podría dejar allí —insistió.
— No será necesario —saqué el teléfono móvil del bolsillo de mi abrigo y busqué el teléfono de Edward en la agenda.
— Lo siento —fue lo primero que dijo al descolgar—. Sé que es tarde, pero estaba haciendo algo importante.
— Aquí tiene su compra señor —escuché que decían de fondo.
— ¿Estás en el centro comercial? —pregunté confundida.
— Sí —escuché que sonreía—, he venido a buscar tu regalo de navidad… al menos uno de ellos.
Gemí.
— No era necesario que me comprases nada, yo no…
— No me protestes más… en cinco minutos estoy ahí, perdona el retraso.
— Tengo frío —tirité.
— Normal… con ese mini uniforme que llevas… —gruñó— iré lo más rápido posible, te quiero.
Me quedé mirando como embobada el teléfono con una sonrisita estúpida en los labios, seguro que tenía esa cara de idiota que Rosalie me dijo por la mañana, pero no me importaba, Edward me quería y no dudaba en decírmelo cada vez que podía.
— ¿Seguro que no quieres que te lleve? —volvió a preguntar Black.
— No… ya vienen a buscarme, pero gracias Jacob —no sé porque le contesté con más amabilidad esa vez, supongo que todavía estaba bajo el efecto de atontamiento que tenían los "Te quiero" de Edward.
— Si quieres… te hago compañía —dijo rascándose la nuca con nerviosismo.
— No es necesario.
— No voy a dejarte sola aquí, esperaré a que tu hermano venga a buscarte —insistió de nuevo.
— No es mi hermano quien vendrá y no te he pedido ayuda, creo que te he dejado claro más de una vez que no te necesito —mascullé molesta.
— No te entiendo —murmuró divertido—, cualquier chica en tu lugar habría hecho lo posible por hacerse la víctima en tu situación y tú en cambio…
— ¿Yo qué? —gruñí—. ¿Y tú que mierda sabes de mi vida para saber si podría hacerme la víctima o no?
— Sé lo suficiente para saber que no entiendo tu actitud… eres tan terca —sonrió, supuse que intentando deslumbrarme pero no lo consiguió.
— Black… había decidido darte una oportunidad porque Tanya me dijo que no eras un mal tipo… pero acabas de echar mi propósito por tierra tú solito y en menos de un minuto… —sonreí con arrogancia— enhorabuena.
— Swan… no sabes lo que estás diciendo —sonrió con socarronería.
— Sé que no te quiero cerca de mí… así que… desaparece —entrecerré los ojos y lo fulminé con la mirada.
Me estaba exasperando… ¿cómo podía ser tan molesto?
— Estamos en un lugar público.
Respiré hondo para serenarme y no imitar a Tanya y atizarle un buen golpe, o una patada en la entrepierna para ver si su ego bajaba un poco no era tan mala idea, pero el sonido del motor de un coche entrando en el estacionamiento me sacó de mis pensamientos. No tuve que comprobarlo dos veces, pues sabía exactamente quién era el dueño de ese vehículo.
— Pues quédate tú si quieres… yo me voy. Adiós Black —me despedí con una sonrisa irónica.
Avancé unos pasos y el volvo se paró justo frente a mí, la puerta se abrió sola y entré con una enorme sonrisa, me lancé a abrazar a Edward y dejar un beso en su mejilla. Pero lo sentí tenso y me alejé de él para comprobar que miraba hacia la ventanilla con el ceño fruncido y la mandíbula apretada.
— ¿Qué pasa? —pregunté confundida.
— ¿Quién era? —preguntó él entre dientes.
— Jacob Black… es amigo de Tanya y un poco pesado, pero nada contra lo que no pueda yo sola —le resté importancia.
— No estás sola, Bella —enfatizó clavando sus ojos en mí.
— Lo sé… pero no te necesito para dar cada paso, no soy de cristal y puedo defenderme sola.
— Eso lo sé, pero… —desvió la mirada y escuchamos como un coche pasaba a nuestro lado a toda velocidad.
— ¿Qué pasa? —volví a preguntar.
Edward se acercó a mí y pasando una mano por mi nunca me atrajo hacia él y besó mis labios con fuerza, no tuve otra opción que dejarme hacer, además… ¿quién en su sano juicio se negaría a un beso de Edward?
— No soporto que tipos como él revoloteen a tu alrededor —dijo en un murmullo recargando su frente en la mía.
— No estaba revoloteando —conseguí pronunciar entre jadeos.
— No me gusta que esté cerca de ti.
— ¿Celoso? —pregunté alzando una ceja.
— Tengo que reconocer que lo estoy un poco… me gusta tener la exclusividad de lo que es mío —se alejó guiñándome un ojo y dejándome mortificada y con las mejillas encendidas—. Hoy te llevo directamente a casa, tengo cosas que hacer.
— ¿Algo importante? —inquirí.
Edward me miró sonriendo.
— Lo siento…sé que no te gusta lo que haré pero… es una sorpresa —su sonrisa se amplió y puso el coche en marcha.
