Los personajes de Inuyasha pertenecen a Rumiko Takahashio yo solo los tomó prestados para poder dar forma a la trama la cual si me pertenece. Todo sin lucro y solo con el afán de entretener. Cualquier parecido a la realidad es mera coincidencia o referencia.
22 Conocer a la Familia
El sonido suave del monitor y la respiración tranquila de Kagome llenaban la habitación del hospital. Después de un parto largo y agotador, ella descansaba con una sonrisa cansada pero serena, mientras sostenía en sus brazos a su hija recién nacida, Moroha. Inuyasha se encontraba sentado junto a ellas, no podía apartar la vista de ambas. Habían enfrentado muchas dificultades en su vida, pero nunca algo tan sobrecogedor como la llegada de su pequeña.
—Es tan pequeña...— murmuró Kagome, su voz era suave y llena de ternura.
Inuyasha asintió en silencio, aún sin palabras. Toda su dureza y su habitual orgullo que llevaba como escudo se desmoronaban frente a su pequeñita. La calidez que sentía en ese momento era algo que jamás había imaginado que pudiese ser real.
La puerta de la habitación se abrió suavemente y la primera en entrar fue la madre de Kagome. Sus ojos estaban brillantes de emoción mientras se acercaba a la cama, con una mezcla de alivio y orgullo. Al ver a Moroha, soltó un suspiro de asombro y se inclinó para besar la frente de Kagome.
—Lo lograste, mi niña— dijo con la voz entrecortada por la emoción—. Estoy tan orgullosa de ti.
—Gracias, mamá— respondió Kagome, exhalando un suspiro de alivio, aunque estaba agotada, la sonrisa en su rostro mostraba su felicidad.
Entonces la señora Higurashi miró a Moroha con más detenimiento, tocó con cuidado las pequeñas manitas de su nieta.
—Es hermosa… perfecta— murmuró con dulzura, luego levantó la vista hacia Inuyasha, dándole una sonrisa cálida—. Los dos crearon algo increíble.
Inuyasha, aún torpe para las muestras de cariño, solo asintió. Sentía una mezcla de orgullo y nerviosismo que apenas podía manejar. Izayoi, la madre de Inuyasha, fue la siguiente en acercarse, sus ojos estaban llenos de lágrimas de emoción. Al ver a su nieta, su voz se quebró.
—Eres un sueño hecho realidad— dijo mientras acariciaba la pequeña cabeza de su nieta—. Inuyasha, Kagome, gracias por este hermoso regalo.
Kagome sonrió y lo hizo aún más al ver a su esposo sonrojarse, cruzarse de brazos para seguir aparentando esa actitud de chico duro que lo caracterizaba. El ambiente cálido de la habitación se llenaba de amor y ternura cuando, de repente, un llanto suave pero insistente rompió la tranquilidad. Moroha comenzó a llorar, su pequeña carita se arrugó en una expresión de incomodidad. Sin pensarlo dos veces, Inuyasha atravesó la habitación, acercándose para cargar a su hija con mucho cuidado de los brazos de Kagome.
Sosteniéndola en sus brazos con una mezcla de torpeza y devoción, Inuyasha comenzó a mecer lentamente a su pequeñita, sus movimientos inseguros pero llenos de cariño. El llanto de Moroha se fue apagando poco a poco, como si el calor y la seguridad de los brazos de su padre la tranquilizaran.
Toga, el padre de Inuyasha, observaba desde el fondo de la habitación. Su expresión serena, ahora mostraba un atisbo de ternura al ver a su hijo sosteniendo a su recién nacida. Con pasos tranquilos, se acercó hasta detenerse frente a Inuyasha, mirándolo directamente a los ojos.
—Lo hiciste bien, hijo— dijo con su voz grave y firme, cargada de respeto—. Has formado una hermosa familia.
Inuyasha lo miró, sorprendido. Aunque siempre habían tenido una relación basada en el respeto mutuo, no estaba acostumbrado a recibir elogios tan directos de su padre. Sin embargo, había algo en la mirada de Toga que decía más de lo que sus palabras podían expresar. A pesar de que ya era abuelo por parte de Sesshomaru, había un brillo de felicidad en sus ojos que era diferente esta vez. No es que quisiera menos a su primera nieta, la hija de Sesshomaru, pero ver a su hijo menor convertirse en padre parecía despertar en él una emoción profunda y única.
Tal vez era el hecho de que había estado más involucrado en el embarazo de Kagome, acompañándolos en cada paso del camino, lo que hacía que la llegada de Moroha tocara fibras más íntimas en su corazón. Al ver a Inuyasha acunar a la pequeña con tanto cuidado, sintió una nueva felicidad brotar en su interior. Era la alegría de un padre que no solo veía crecer a su hijo, sino también convertirse en un padre amoroso y protector.
Toga dejó escapar un suspiro casi imperceptible y extendió una mano, acariciando la mejilla de su nieta con suavidad.
—Moroha es afortunada de tenerlos a ambos— añadió, su voz ahora con una dulzura que rara vez mostraba, inclinó la cabeza en señal de respeto y sin decir más, colocó una mano firme sobre el hombro de Inuyasha, un gesto silencioso de aceptación y orgullo. Ese simple acto dijo más de lo que cualquier palabra podría haber expresado.
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Hacía tres días que Inuyasha, Kagome y la pequeña Moroha ya estaban en casa. En la sala, los padres de ambos, Souta, Miroku y Sango con sus hijos, Sesshomaru y Rin con su pequeña, se habían reunido para darle la bienvenida a Moroha en su nuevo hogar.
A lo lejos, desde el dormitorio, se escuchaban las risas y charlas del grupo reunido, pero en la tranquilidad de la habitación, Kagome se encontraba alimentando a su bebé, sentada cómodamente en una mecedora, miraba a Moroha con ternura, mientras Inuyasha las observaba en silencio, maravillado por la escena. Cada pequeño movimiento de la bebé captaba su atención, y cuando Moroha se agitó levemente en los brazos de su madre, emitiendo un suave sonido, los dos padres intercambiaron una sonrisa llena de amor.
En ese instante, todo lo demás quedó en segundo plano. El bullicio en la sala se desvanecía, para Kagome e Inuyasha, solo existía el pequeño mundo que habían creado con su hija. Era como si el tiempo se detuviera solo para ellos y la sensación de tener a Moroha en sus vidas llenara la habitación de una paz indescriptible.
22/10/2024
Aquí otro nuevo relato, muchas gracias por sus comentarios, ya pude leerlos finalmente, creo lo mismo, es mejor tener a Miroku como amigo que enemigo, en próximos relatos veremos si Inu ya se hizo mejor cocinero.
Nos seguimos leyendo.
