Pareja: Theo y Neville

Tropo: amantes desventurados


El ministerio trataba de ignorar el hecho de que tenía bajo sus narices una guerra de nuevo. Grupos organizados en forma de guerrilla intentaban derrocar al ministro instalado por el Señor Oscuro. Nadie sabía quiénes eran, no dejaban víctimas, sólo daños a su paso o, como ese día, compañeros rescatados de las cárceles que se diseminaban por todo el país.

Neville rara vez salía a pelear. Era el cerebro y el sanador. Y el de la fe inquebrantable en lo que hacían. Así que ahí estaba, en una de sus casas seguras, haciéndose cargo de los heridos y los liberados.

— Encontramos a alguien más —le dijo Harry, al que curaba en ese momento varios rasguños sin importancia y un gran morado en la espalda.

— ¿Además de a los tres nuestros?

Miró hacia las camas en las que Luna verificaba que sus tres compañeros rescatados descansaban.

— Sí.

— ¿Y dónde está?

— Estaba en muy malas condiciones, de primeras pensé que estaba muerto de hecho. Pero Malfoy dijo que nos lo teníamos que llevar, que era de fiar. Se desapareció con él a su piso.

— Y estás preocupado.

— Si se le muere por la cabezonería de ocuparse él, le arrasará.

— ¿Me estás pidiendo que me presente en casa de Malfoy por las buenas?

— Por las buenas no, conmigo. Él sabe que voy a ir.

Revisó con la mirada la sala. Todo parecía tranquilo y Luna estaba allí.

— De acuerdo. Vamos —decidió finalmente, metiéndose la varita en el bolsillo y cogiendo su maletín.


Aparecieron enla pequeña cabaña en la que vivían Malfoy y Parkinson. A Neville le sorprendió un poco la seguridad con la que Harry se movía por la casa, como si hubiera estado muchas veces allí, pero no dijo nada. Tal y como vivían, no se podía dejar nada sin explorar.

— Potter… ¿qué demonios hacéis aquí? —cuestionó con acritud Malfoy al verles entrar a los dos en un sencillo dormitorio con una cama estrecha y un baúl por única decoración.

— Ayudarte. Neville es nuestro mejor sanador, no vamos a dejar que tu amigo muera.

— No me dijiste que era Nott —murmuró Neville al ver al herido.

— ¿Habrías venido?

Neville apretó los labios y levantó la varita para comenzar a escanear y lanzar hechizos curativos. El joven no estaba dormido, estaba inconsciente por haber sido cruciado hasta el límite.

— No se si despertará siendo él, Malfoy. Podría acabar en la planta de mis padres en San Mungo.

— Haz lo que puedas. Él me ayudó a escapar, se quedó atrás por cubrirme. Es probable que lo que le han hecho sea para saber donde estoy.

No eran solo los crucios, su cuerpo estaba lleno de heridas abiertas y sangrantes y tenía bastantes huesos rotos. Neville solo podía invocar a todos los dioses de la sanación para que no hubiera ningún órgano afectado y estuviera sangrando por dentro, eso sería más difícil de manejar estando tan débil como revelaban sus signos vitales.

— Necesito que volváis y le pidáis a Luna estas pociones y ungüentos. —Sacó un trozo de pergamino del bolsillo y escribió rápidamente— Iré mientras haciendo todo lo que pueda. Venga va —les instó al ver que no se movían.

Ya solo, no pudo evitar acercarse y pasarle los dedos por el cabello oscuro pegoteado de sangre.

— Pensaba que habías elegido, que finalmente habías decidido que venir conmigo no compensaba. Pensaba que te había perdido, Theo.

En la antes guapa cara de Nott se movió un músculo, como si lo hubiera escuchado. Con un suspiro, se remangó la túnica y se puso a trabajar.

El amanecer lo encontró aún de pie. Había conseguido que Malfoy se fuera a dormir tres horas antes, pero ya podía oírlo moviéndose por la casa. Y pudo olerlo cuando abrió la puerta con una bandeja con desayuno.

— Necesitas reponer —observó con parquedad, dejándole la bandeja sobre la única mesilla junto a la cama—. ¿Cómo está?

— La fiebre ha bajado un poco y su pulso es más estable, pero está lejos de estar fuera de peligro.

— Tiene mejor color.

Le tendió la taza de café, sin darle opción a decir que no.

— Siento lo que pasó. ¿Tus amigos no lo saben?

— No.

— Él nunca quiso abandonarte. Pero siempre fue así, poniéndose en último lugar. Nos ayudó a los demás a huir y al final él no pudo.

— ¿Y si ahora muere en mis manos, Malfoy? ¿Cómo voy a seguir yo adelante?

Por respuesta, Malfoy apretó su hombro y salió de la habitación de nuevo, era casi la hora de la reunión de la mañana. Ya había escrito a Luna para decirle que no iba a a acudir. No podía abandonarlo justo ahora, si eran sus últimas horas al menos las pasarían juntos.