Pareja: Charlie, Draco y Harry
Tropo: la incómoda mañana de resaca
Aviso: AU omegaverse. Y mi celebración anual del día de Charlie Weasley en mi formato preferido, trieja con estos dos
Aquello había empezado como un chiste malo: un alfa, un beta y un omega se encuentran en la barra de un bar. Para ser precisos, el alfa era el camarero, el dueño del local, el beta un cliente habitual que de normal tenía una gran resistencia al alcohol. Y el omega un niño bien de clase alta que evidentemente nunca había estado en una taberna.
Había entrado prácticamente corriendo, como si huyera de algo, lo que llamó la atención de los parroquianos, la mayoría trabajadores humildes de la zona del puerto. Por allí pasaban pocos omegas, y desde luego ninguno con ropa cara y un anillo con una piedra gigante en la mano.
— ¿Te has perdido, bonito? —le preguntó otro cliente habitual, acercándose demasiado.
La cara del omega, que realmente sería bonito sin la mueca de asco que tenía en ese momento en el que las manos de obrero de ese hombre iban a tocarlo, saltó al alivio cuando el fornido camarero tras la barra intervino.
— Cliff, deja al chico.
El tono alfa era inequívoco, tanto que el hombre obedeció sin chistar y volvió a su banqueta y su cerveza, y el joven rubio se relajó inmediatamente y miró hacia el pelirrojo con otra cara.
— ¿Estás bien? —se interesó cuando el omega se acercó a la barra y se aferró fuerte a la madera con las dos manos.
— Bien estaría en mi casa, metido en la cama.
— Ya siento que mi bar no sea el del Ritz. ¿Quieres beber algo?
— Por favor.
Para ser un omega, uno que Charlie, el dueño, sospechaba que estaba acostumbrado a que otro pagara y no llevaba ni un céntimo en el bolsillo, bebía como un camionero. De otra manera seguramente no se habrían encontrado en la situación del día siguiente, cuando la luz del amanecer los encontró revueltos en una cama.
Charlie despertó el primero. Demasiada gente en su cama, no estaba acostumbrado. Apretó los dientes cuando al moverse la cabeza le latió. ¿Cómo era posible? él era el tabernero. Entonces fijó la mirada en el rubio que dormía acurrucado entre los brazos de su tercer compañero de cama. Harry, el beta moreno y callado que cada noche aparecía en el bar, se bebía un par de pintas sin hablar con nadie y se iba.
— ¿Qué demonios? —masculló el pelirrojo, moviéndose despacio para salir de la cama y poder llegar al baño, lo que le había despertado era su vejiga reclamando atención.
El agua fría en la cara ayudó a despejar un poco, lo suficiente como para poder recordar como el rubio había bebido de su mejor whisky hasta no poder caminar derecho. Y había insistido, tras darse cuenta de que no podía pagarlo, en darle el voluminoso anillo de compromiso de su dedo.
Para ese momento, la madrugada estaba entrada y solo estaban ellos tres en el bar. Harry no había abierto la boca, solo bebía y escuchaba la verborrea del omega, al que el whisky había soltado la lengua.
— Quieren que me case con ese… viejo de la edad de mi abuelo. A mi padre omega le encantaría casarse él con Riddle, creo que está deseando ponerle el culo, cuando vio esto —Les enseñó su excesivo anillo de pedido— creo que le chorreó el agujero y todo.
Y así durante rato y rato, con un lenguaje cada vez más inadecuado para un omega que evidentemente era de buena familia. Para diversión de Charlie, que seguía sirviéndole a pesar de saber que no iba a cobrar. No es que planeara lo que había acabado pasando, jamás en la vida se habría aprovechado de un omega borracho, él tenía hermanos omegas, por dios. Su idea era dejarle dormir en el sofá que tenía en el almacén y por la mañana convencerlo de que llamara a alguien que lo recogiera. Pero cuando había pasado por su lado para ir a cerrar la puerta del bar, el omega se había colgado de su cintura.
— No estoy borracho, alfa —le aseguró, de repente su voz menos pastosa—. Y tú… —Pegó la nariz descaradamente a su cuello— hueles muy bien.
Y lo siguiente que había hecho había sido colarse tras la barra y poner música. Solo al ir a salir, el omega se percató de que Harry seguía allí sentado, mirándolo con ojos de ciervo deslumbrado por los faros.
— Uhhh, ¿y tú quien eres? —cuestionó con voz que trataba de ser insinuante.
— Soy Harry. Y sí estás borracho.
— Nop —negó fuerte con la cabeza, tambaleándose de paso— no lo estoy. Todavía recuerdo mi nombre y todavía tengo que casarme y ser una yegua de cría. Así que —Golpeó la barra con la mano un par de veces— saca unos chupitos, alfa, es necesario emborracharse y bailar.
Eso habían hecho, hasta aproximadamente las cinco de la mañana, cuando les había parecido una gran idea subir tambaleándose al apartamento de Charlie sobre el bar.
Se miró al espejo. Con alcohol y todo, estaba bastante seguro de que no habían tenido sexo con el omega. Ni siquiera sabía su nombre, y no le había pasado por alto que había hecho un esfuerzo, incluso tan borracho que le costaba abrir los ojos, por mantener su identidad anónima. Aunque a Charlie el apellido Riddle le sonaba, estaba seguro de que lo había oído alguna vez.
Volvió al salón, desde allí se escuchaban con claridad los dos juegos de ronquidos provenientes del dormitorio, y abrió el portatil. Fue tan sencillo como poner Riddle en Google y darle al enter.
— Me cagüen to —juró, en cuanto abrió la primera entrada, que era una noticia de prensa.
El joven que dormía en su cama era ni más ni menos que el prometido del hombre más rico de la región vecina, que se presentaba a gobernador en las siguientes elecciones. En la pantalla había una foto de su compromiso y, efectivamente, podrían haber pasado por abuelo y nieto.
— Joder, joder, joder —maldijo, con la cabeza entre las manos.
— Esa foto es terrible —le sobresaltó a su espalda una voz de ultratumba.
Se giró con brusquedad. Ahí estaba, con un aspecto terrible, tratando de estirar su ropa arrugada, el condenado anillo brillando en su dedo.
— ¿Eso es lo que te preocupa? es posible que estemos los tres en un buen lío.
— Bueno, no hemos hecho nada malo, solo beber y bailar, ¿no? —cuestionó tras él su otro invitado.
Igual era la frase más larga que le había escuchado. Pero más preocupante era el gesto de propiedad inconsciente del joven beta al colocarse junto al omega y pasarle el brazo por la cintura. Y que Draco, ya sabía gracias a Google que ese era su nombre, en lugar de apartarlo como debería hacer alguien a punto de casarse, se inclinó levemente hacia el abrazo.
— Según esto —Señaló Charlie la pantalla— te casas en dos días. ¡Dos días! Sí que es un buen lío, si hay alguna duda de tu pureza, adiós boda.
Charlie supo que el lío era mayor cuando Draco sonrió de lado y se dio que precisamente eso era lo que quería, boicotear su boda. Además, Harry frunció el ceño y gruñó como si fuera un alfa ante la palabra boda, apretándolo más contra él. Y él mismo, un alfa curtido en muchas cosas, le enseñó los dientes al beta por la cercanía al omega mientras se ponía de pie y se acercaba, con ganas de amputarle la mano solo por dejar de ver ese anillo brillando en su dedo. Desde luego, estaban todos en un gran gran lío.
