Me he sorprendido al ver varios followers y gente favoriteando mi historia, me puse muy contenta de ver que hay gente a la que le gustó el capítulo anterior, la temática de hoy es un AU sobre "Mi juego favorito" sin más dilación, pasemos al capitulo

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"Pasos en el Juego"

El suave murmullo del salón de juegos resonaba en el aire, una mezcla de risas y el suave rasgueo de cartas al ser barajadas. Mesas de madera pulida se alineaban en una sala llena de luz tenue, donde la tensión y la diversión coexistían en cada esquina. En una de ellas, Nami ocupaba su habitual lugar, sola en su mesa, miraba su celular distraída, con un mazo de cartas frente a ella y una expresión de aburrimiento que desmentía el aire de superioridad que la rodeaba.

La reputación de Nami como la jugadora invicta del salón había llegado a oídos de todos, y ligeras risas llenaban el aire cada vez que alguien se atrevía a desafiarla. Desde hacía semanas, nadie parecía dispuesto a arriesgarse a perder su dinero ni su orgullo. Sin embargo, ese día, la puerta del salón se abrió con un chirrido y un nuevo jugador apareció.

Luffy, con una sonrisa despreocupada y su característico espíritu aventurero, miró alrededor del lugar, sintiendo la mezcla de emoción y nerviosismo en su interior. A pesar de ser un novato en el juego, no podía dejar de entusiasmarse, para él todo ello era como una nueva aventura. Inspeccionó el desconocido recinto, mirando cada una de las mesas hasta dar con la única vacía.

—¿Puedo jugar contigo? —preguntó a la peli naranja, su voz resonando con una energía casi contagiosa.

Nami levantó la vista, sorprendida por la audacia del chico. A su alrededor, se escucharon algunas risas sueltas de quienes habían puesto atención a la escena, casi se compadecían del pobre novato. Con una mezcla de curiosidad y diversión, Nami sonrió ligeramente, señalando la silla vacía frente a ella.

—Solo si estás preparado para perder —respondió, la confianza resplandeciendo en su mirada.

Luffy, sin un ápice de duda, tomó asiento y comenzó a barajar las cartas con torpeza, mientras Nami lo observaba. Las cartas se deslizaban de sus manos, ella no pudo evitar preguntarse qué sorpresas le traería este nuevo jugador, ajeno a la reputación que había cultivado a su alrededor.

Con las cartas repartidas entre ellos, Nami tomó una profunda respiración y examinó su mano. Cada carta era una pieza del rompecabezas, y su mente trabajaba en varias combinaciones mientras observaba a Luffy, quien parecía más emocionado que ansioso.

Luffy, con su energía desbordante, miró sus cartas y luego a Nami, incapaz de contener su impaciencia. No podía esperar para jugar, así que comenzó a soltar cartas casi al azar, buscando hacer su jugada sin pensar demasiado.

Cada tanto Nami parecía tomarse más tiempo de lo usual, trataba de recordar las cartas que habían salido, pensando estratégicamente su siguiente jugada. Y cada vez que eso sucedía, Luffy empezaba a tamborilear la mesa, ansioso, como si ya hubiera decidido sus siguientes tres movimientos y la espera lo mortificara. Su excesiva energía casi se palpaba en el aire.

Nami levantó la vista, sorprendiéndose un poco por la falta de calma de su oponente. Sabía que su estilo de juego era diferente, pero la desesperación de Luffy la hizo sonreír ligeramente.

—Paciencia —dijo, intentando mantener la calma—. Cada movimiento cuenta.

Sin embargo, Luffy no podía mantenerse quieto. Se pasó la mano por el cabello, se inclinó hacia adelante, y luego volvió a acomodarse en la silla, mirando ansiosamente las cartas. Cada vez que Nami se detenía a pensar, Luffy parecía vibrar, su impaciencia brillando con cada tamborilear de sus dedos sobre la mesa. Como si de un pequeño atrapado en el salón de clase se tratase.

—No sé cómo puedes pensar tanto —dijo Luffy, frunciendo el ceño—. ¡Es solo un juego!

Nami se encogió de hombros casi con gozo finalmente realizó su movimiento, colocando la carta que le daría la victoria sobre la mesa con un gesto deliberado. Luffy se dio cuenta de que había perdido.

—¡No puede ser! —exclamó, sorprendido—. ¡¿Cómo es posible que hayas ganado?! — miró su mano que aún tenía demasiadas cartas.

Nami solo sonrió satisfecha, aunque la partida no había sido en absoluto desafiante, le había agradado tener por fin alguien dispuesto a jugar contra ella.

Luffy, aún con la mirada fija en su mano de cartas, resopló, como si intentara expulsar la frustración. —¡No es justo! ¡No sabía que eras tan buena! ¿Puedo intentarlo de nuevo?

—Claro —dijo Nami, disfrutando de su reacción. Normalmente solía apostar en cada partida, aunque se dijo que podía hacer una excepción contra un jugador tan malo.

Luffy estaba completamente inmerso en su propia frustración, con las manos apoyadas en la mesa, mientras las cartas se amontonaban delante de él en una serie de derrotas. Cada vez que perdía, se encogía de hombros y soltaba una risa nerviosa, negándose a admitir la magnitud de su fracaso.

—¡Otra más! —exigió, con una sonrisa desafiante que no mostraba señales de darse por vencido.

—Ya van tres —respondió Nami, ocultando una sonrisa divertida—. Creo que es suficiente por hoy.

Luffy parpadeó, como si no entendiera por qué ella querría detenerse justo cuando, en su mente, estaba a punto de lograr una victoria.

—¿Qué? ¡Pero apenas empezábamos a divertirnos! —dijo, estirando la mano como si pudiera convencerla de quedarse solo con su entusiasmo—. Prometo que la próxima será diferente, ¡esta vez te ganaré de verdad!

Nami lo observó, tamborileando los dedos sobre la mesa, pensativa. Aunque le gustaba ganar, era evidente que Luffy no lo hacía por el dinero ni el orgullo. Su insistencia no venía de una necesidad de ser mejor que ella, sino de algo más simple: quería seguir jugando. Pero ya era tarde, y Nami tenía otros planes.

—Lo siento —dijo finalmente, poniéndose de pie—. Es tarde, y debo irme.

Luffy la miró sorprendido, como si la idea de terminar el día sin al menos una victoria fuera inconcebible. Sin embargo, no pudo evitar notar el tono amable en su voz.

—¿Te irás así, nada más? —preguntó, de pie ahora también, con una ligera sonrisa—. Al menos dime tu nombre.

Nami lo miró por un segundo, sorprendida por la petición. Nadie en el salón solía preocuparse por esas cosas, todos la conocían solo como la jugadora invicta, la que siempre ganaba. Pero la mirada curiosa y sincera de Luffy la hizo vacilar. Era la primera vez que alguien le preguntaba algo más allá del juego.

—Nami —respondió, con un leve brillo en los ojos antes de girarse—. Nos vemos mañana... si te atreves.

Sin esperar respuesta, se dirigió hacia la salida, dejando a Luffy con una sonrisa amplia en el rostro. Él la observó alejarse, la emoción de un nuevo reto y algo más palpitando en su pecho.

—Nos vemos, Nami —murmuró, ya con la mente puesta en la revancha del día siguiente.

Al día siguiente, Nami caminaba hacia el salón de juegos con paso relajado, su mente vagando entre las tareas pendientes y las partidas del día anterior. Se preguntaba si el joven de verdad volvería, o si las derrotas del día anterior habrían sido suficientes para desalentarlo. Pero cuando cruzó la puerta, sus pensamientos se disiparon de inmediato.

Ahí estaba él, sentado en la mesa, ya preparado y visiblemente emocionado. Parecía que la derrota no le había afectado en lo más mínimo; su sonrisa seguía siendo la misma, e incluso desde la distancia, Nami podía notar cómo tamborileaba los dedos contra la mesa con impaciencia.

—¡Nami! —exclamó él al verla, alzando la mano como si la conociera desde hace años—. ¡Sabía que vendrías!

Nami no pudo evitar sonreír ante la energía de Luffy. Mientras se acercaba, sintió una extraña calidez. Nunca antes un oponente había estado tan emocionado por volver a perder… o ganar, dependiendo de cómo lo viera. Sin embargo, no le molestaba seguirle la corriente.

—¿Y ya estás listo para otra derrota? —preguntó, tomando asiento y dejando caer su bolso en el respaldo de la silla.

Luffy rio con entusiasmo, inclinándose hacia adelante mientras le tendía el mazo de cartas.

—¡Esta vez no! ¡Esta vez estoy más que preparado! ¡Vas a ver, Nami! ¡Voy a ganarte!

—Ya veremos —respondió ella, recogiendo las cartas con una sonrisa de lado.

Mientras barajaba, Nami se dio cuenta de que el salón estaba más lleno que de costumbre, ocasionalmente alguien ponía atención a su mesa y parecían burlarse con la mirada del pobre incauto que jugaba contra ella. No podía ignorar que algo en Luffy le seguía intrigando. Su actitud no era la típica de alguien que se daba por vencido fácilmente, y eso la desconcertaba.

—¿Y cómo es que todavía tienes energía para seguir? —preguntó Nami, sin apartar la vista de las cartas—. A la mayoría les bastan un par de derrotas para rendirse.

Luffy se encogió de hombros, sonriente, mientras tamborileaba los dedos contra la mesa. —¡Porque es divertido! —respondió sin dudarlo—. Además, no puedo rendirme hasta ganar al menos una vez, ¿verdad?

Nami soltó una pequeña risa, divertida por su ingenuidad. —¿Y crees que hoy será el día en que lo logres?

—¡Esa es la idea! —continuó Luffy con una risa genuina—. ¡Si no me rindo, ganaré eventualmente!

Nami sonrió para sí misma, sorprendida de lo refrescante que resultaba su energía. La mayoría de las personas con las que jugaba se volvían serias o frustradas, pero Luffy mantenía una ligereza que hacía que todo pareciera menos competitivo y más... divertido.

—Eres un optimista incorregible, ¿lo sabías? —dijo mientras terminaba de barajar y repartía las cartas.

—¡Eso es lo que me dicen! —Luffy se inclinó hacia la mesa, sus ojos brillando con determinación—. Pero ya verás, ¡hoy voy a ganarte!

Nami soltó una risa suave. —Te ves tan confiado, que casi me lo creo.

Luffy la observó con una mezcla de emoción y desafío. Para él, perder no era el fin del mundo; era parte de la experiencia, y cada derrota solo lo motivaba más. Había algo en esa dinámica entre ellos, algo que lo impulsaba a seguir intentándolo, más allá del simple hecho de ganar o perder.

Mientras jugaban la primera mano, Luffy tamborileaba los dedos de manera inquieta, como de costumbre. Esta vez, sin embargo, Nami notó algo diferente. No era solo su impaciencia habitual, sino una chispa de curiosidad en sus ojos.

—¿Por qué te gusta tanto ganar? —preguntó de repente, sus palabras interrumpiendo el silencio entre las jugadas.

Nami se detuvo por un momento, sorprendida por la pregunta. Nadie le había hecho esa pregunta antes, al menos no de esa manera. Ella siempre había visto el ganar como algo natural, algo que hacía porque podía, porque era buena en ello... pero no lo había reflexionado mucho más allá de eso.

—Es sencillo —dijo, volviendo a concentrarse en las cartas—. Porque me gusta ganar... y porque siempre hay algo más en juego.

Luffy la miró curioso, como si no entendiera del todo.

—¿"Algo más"?

—¿Sabías que normalmente cobro por cada partida? —lo observó de reojo, esperando su reacción.

Luffy la miró, confundido, pero sin perder su ánimo.

—¿Cobrar? ¿Cómo? —preguntó, ladeando la cabeza.

—Cinco dólares por cada derrota —dijo Nami con una sonrisa tranquila—. Pero has tenido suerte. Aún no te he cobrado nada.

Luffy parpadeó un par de veces, como si procesara la información.

—¡Cinco dólares! —exclamó—. ¡Eso es un montón! —se rio, pero luego, con su típico entusiasmo, añadió—. Aun así, vale la pena. ¡Este juego es increíble! Pero supongo que, si gano, no tengo que pagar, ¿verdad?

Nami no pudo evitar reír ante la lógica de Luffy. Su entusiasmo era contagioso, y la forma en que convertía todo en una aventura era algo refrescante.

—Exacto —respondió, disfrutando del intercambio—. Si ganas, no solo te ahorras el dinero, sino que te llevas la satisfacción de haberme vencido.

Luffy sonrió, claramente emocionado por la idea de ganar. —Entonces, ¡debo asegurarme de hacerlo hoy!

La partida continuó con la misma dinámica del día anterior, aunque de repente Nami rompió el silencio como si hubiera recordado algo de pronto.

—A todo esto... ¿Cómo te llamas tú?

Luffy se rascó la cabeza como si recién se hubiera dado cuenta de que nunca se lo había dicho. —¡Soy Luffy! —exclamó con orgullo.

Nami sonrió al escuchar su nombre, sintiendo que la conversación tomaba un giro más personal. —Luffy, ¿eh? Bastante inusual.

—¡Sí! —dijo él, entusiasmado—. Es el nombre de un antiguo pirata que fue muy famoso.

Mientras seguían jugando, Nami notó que había algo diferente en el aire. La tensión competitiva de antes se había suavizado, convirtiéndose en una mezcla de camaradería y diversión. Luffy seguía con su energía característica, pero había un aire de complicidad que hacía que cada jugada fuera aún más interesante.

—Así que, Luffy, ¿cómo te interesaste en jugar a las cartas? —preguntó ella, aprovechando la oportunidad para conocerlo mejor.

—Siempre me ha gustado todo lo que sea un reto. Y, bueno, también me gustan las cosas divertidas. ¡Nunca he jugado con alguien que sea tan bueno! —contestó con una sonrisa. — ¿Como fue que aprendiste a jugar?

—Solía jugar mucho con mi madre, ella era excelente. Luego descubrí que podía apostar y ganar un poco de dinero extra para el colegio, aunque ahora solo es un pasatiempo.

Luffy escuchó atentamente, su mirada curiosa reflejando un interés genuino. —¡Tu madre debía ser genial! ¿Te enseñó todos esos trucos que usas? —preguntó, inclinándose un poco hacia adelante, con su típico entusiasmo.

Nami asintió, sintiendo una mezcla de nostalgia y calidez al recordar esos momentos. —Sí, era muy buena. Me enseñó a ser paciente y a pensar varias jugadas adelante. Siempre decía que jugar no era solo cuestión de suerte, sino de estrategia.

—Eso suena increíble —respondió Luffy, sonriendo—. Tal vez deberías enseñarme algunos de esos trucos. Me vendría bien un poco de estrategia.

Nami rio entre dientes ante la pregunta — Un mago jamás revela sus secretos. Aunque supongo que puedes aprender algo si pones más atención al juego — colocó la carta que le daría la victoria sobre la mesa.

Luffy abrió los ojos, sorprendido mirando la carta de Nami. —¡No puede ser! —exclamó, incapaz de ocultar su sorpresa—. ¿Cómo supiste que iba a jugar así?

Nami se encogió de hombros, disfrutando de su frustración juguetona. —A veces, solo hay que leer las señales. Es parte de la estrategia.

—¡Esto es tan complicado! —dijo Luffy, agitando los brazos como si intentara despejar su mente—. ¿Pero si aprendo a leer las señales, podré ganarte?

—Cómo te dije antes, todo es cuestión de estrategia.

El joven frunció el ceño claramente estaba reflexionando y Nami casi podía escuchar los engranajes de su cerebro trabajando, como si pensará ser capaz de descifrar el juego y la estrategia en unos pocos minutos. Ella comenzó a barajar el maso.

— ¿Quieres la revancha?

—Por supuesto que si —Luffy se acomodó en su asiento, listo para la próxima partida con una determinación renovada. A medida que el juego avanzaba, la conversación fluía naturalmente entre ellos. Hablaron de sus familias, de sus pasiones y de los pequeños retos que enfrentaban en su día a día.

Nami se dio cuenta de que, a pesar del aura de competitividad de Luffy, en realidad era una persona con quien resultaba fácil relacionarse. Se comportaba como si se conocieran de mucho tiempo, y era difícil no dejarse contagiar por su ánimo.

—¿Así que tienes una hermana? —preguntó Luffy, curioso, mientras barajaba sus cartas con una mezcla de entusiasmo y nerviosismo.

—Sí, es mayor que yo —respondió Nami, sonriendo al recordar los momentos divertidos que habían compartido—. A veces, puede ser un poco molesta, pero en el fondo la quiero mucho. ¿Tú tienes hermanos?

—¡Sí! Tengo dos hermanos mayores —contestó Luffy con orgullo—. Ellos siempre me empujan a ser mejor en todo. Aunque a veces son un poco molestos.

—Parece que ambos tenemos que lidiar con hermanos —dijo Nami, riendo.

La química entre ellos crecía con cada mano jugada. Luffy, con su típica energía, hacía preguntas de todo tipo, mientras que Nami disfrutaba compartiendo anécdotas sobre su infancia.

—¿Y qué es lo que más te gusta hacer, además de jugar a las cartas? —preguntó Nami, sintiéndose cada vez más cómoda.

—Me encanta comer —dijo Luffy, sonriendo de oreja a oreja—. ¡La comida es lo mejor del mundo!

Nami no pudo evitar reírse. —No puedo discutir contigo en eso. Pero, ¿tienes algún plato favorito?

—¡La carne! —exclamó Luffy, con los ojos brillantes—. ¡No hay nada mejor que un buen trozo de carne!

Nami se rio. —Deberías probar los platos de mi madre, ella es una excelente cocinera.

—¡Definitivamente quiero hacerlo! —dijo Luffy, emocionado. La idea de conocer a la familia de Nami lo llenaba de curiosidad.

Mientras seguían jugando, Nami se dio cuenta de que la conversación había cambiado de ser meramente competitiva a un intercambio más personal. Había un aire de complicidad en la manera en que se miraban y en las sonrisas que compartían.

Finalmente, tras varias manos, Nami ganó una vez más, la derrota no parecía molestar a Luffy. En su lugar, se veía más animado que nunca.

—¡Eso fue increíble! —dijo, levantando los brazos—. ¡La próxima vez voy a ganarte, lo prometo!

—Me encantaría verlo —respondió Nami, disfrutando de su entusiasmo—. Aunque no será hoy, se está haciendo tarde.

Luffy miró por la ventana, notando que el sol comenzaba a ocultarse. —Oh, ¿ya? ¡El tiempo vuela cuando estoy jugando! —dijo, decepcionado, pero aún lleno de energía.

—Sí, y tengo que irme antes de que se ponga completamente oscuro —añadió Nami, guardando las cartas en su estuche—. Pero ha sido muy divertido.

Luffy colocó un billete sobre la mesa, y Nami lo miró confundida.

—Dijiste que son cinco dólares por juego, ¿no es así? —preguntó él con la confusión dibujada en la cara.

Nami parpadeó, sorprendida por la repentina seriedad de Luffy. —Sí, pero… no tienes que pagarme por hoy. Era solo una broma, en serio.

Luffy frunció el ceño, sin comprender del todo. —Pero… ¡he perdido varias veces! Es justo que pague, ¿no? —insistió, su sentido de la justicia claramente activado.

Nami se sintió un poco conmovida por su honestidad. —Escucha, Luffy, solo jugamos por diversión. La próxima vez, si quieres, puedes pagarme. Pero hoy, está bien —dijo con una sonrisa suave—. Para ser franca, no me gusta apostar contra alguien que juega tan mal.

—Está bien, si insistes… —dijo Luffy, aunque parecía que no estaba del todo seguro si debía ofenderse. Sin embargo, su entusiasmo no disminuyó—. ¡Pero la próxima vez no seré tan fácil de vencer!

Nami rio, disfrutando de su energía. —Eso espero. Me gusta un buen desafío. Pero por hoy, solo quédate con el juego.

Luffy sonrió ampliamente, guardando el billete. —¡Trato hecho! Entonces, ¿cuándo jugamos de nuevo?

—¿Qué te parece el viernes? —preguntó Nami, sintiendo que la idea de volver a verlo pronto la emocionaba.

—¡Perfecto! ¡No puedo esperar para volver a jugar contigo! —dijo Luffy, emocionado.

Ambos se despidieron con una sonrisa, sintiendo que su conexión había crecido un poco más. Mientras Nami salía del salón de juegos, se dio cuenta de que estaba ansiosa por el próximo encuentro, y una parte de ella no podía esperar a ver qué nuevos retos traería Luffy.

En el camino a casa, recordó las risas compartidas, la forma en que Luffy se emocionaba por cada jugada, y cómo sus conversaciones habían pasado de lo superficial a lo personal. Era como si, en esos breves momentos, se hubieran conocido de toda la vida.

El viernes parecía lejano, pero en su mente, ya podía imaginarse sentada nuevamente frente a él, disfrutando de otro juego, de las estrategias que compartirían y, tal vez, de más risas. Nami sonrió para sí misma, sintiendo que esa nueva amistad prometía ser algo realmente especial.

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Pasaron varios meses desde la primera vez que jugaron juntos, aunque el salón de juegos apenas y había cambiado un poco desde su primer encuentro. La luz de la tarde se filtraba a través de las ventanas, iluminando el lugar con un brillo cálido. Nami llegó y, al instante, buscó a Luffy entre las mesas.

No tardó en encontrarlo: estaba riendo a carcajadas con un grupo de chicos, una montaña de cartas esparcidas frente a él. Su energía era contagiosa, como siempre, y no pudo evitar sonreír al verlo.

—¡Hey, Nami! —gritó Luffy, alzando la mano y haciendo que todos se giraran a mirarla—. ¡Ven, únete a nosotros!

—¿Qué estás haciendo? —preguntó ella, acercándose con curiosidad.

—¡Jugando a las cartas, por supuesto! —respondió, gesticulando con entusiasmo—. Te necesito aquí, ¡estamos en medio de una épica batalla!

Mientras se unía a la mesa, Nami notó que ya había una dinámica más cómoda entre ellos. Las risas y las bromas fluían con facilidad, como si fueran amigos de toda la vida. Después de un par de manos, el grupo se dispersó, y Nami y Luffy quedaron solos en la mesa.

—¿Cómo van las cosas desde la última vez? —preguntó Nami, mientras barajaba las cartas.

—¡Increíble! ¡He estado practicando mis trucos! —dijo Luffy, sonriendo de oreja a oreja—. Te prometo que esta vez ganaré.

Nami rio, disfrutando de su entusiasmo. —Voy a tener que estar en alerta entonces.

Ambos comenzaron a jugar, y mientras lo hacían, Nami se dio cuenta de que ya no se sentía tan competitiva. Era más como un juego entre amigos, una oportunidad para disfrutar de la compañía del otro. En medio de risas y apuestas amistosas, intercambiaron historias sobre sus días, sus sueños y, sobre todo, los nuevos desafíos que querían afrontar.

La conversación fluyó naturalmente, y cuando Luffy mencionó una nueva receta que había estado probando, Nami no pudo resistirse a compartir su número de teléfono.

—¿Por qué no me envías una foto la próxima vez que cocines? —sugirió con una sonrisa.

—¡Hecho! —respondió Luffy, iluminándose—. ¡Y tú también tienes que enseñarme a hacer ese plato que mencionaste!

Nami se dio cuenta de que cada encuentro con Luffy se había convertido en un respiro refrescante en su rutina diaria. Se habían vuelto inseparables en el salón de juegos y, aunque la competencia seguía presente, el enfoque había cambiado. Ahora, jugar era solo una excusa para pasar tiempo juntos.

—¿Listo para ser derrotado de nuevo? —preguntó Nami con una sonrisa traviesa, mientras sacaba las cartas.

—¡Esta vez tengo un truco bajo la manga! —replicó Luffy, su voz rebosante de confianza.

Mientras comenzaban la partida, el ambiente estaba lleno de risas y bromas, una atmósfera que ambos habían cultivado a lo largo de sus encuentros. Las cartas volaban entre ellos, pero no solo por el juego. Ocasionalmente Luffy parecía estar a punto de ganar, pero en todo ese tiempo nunca se había hecho con la victoria.

—¿No te cansas de perder? —bromeó Nami, alzando una ceja mientras robaba una carta con un aire triunfal.

—¡Nunca! —respondió Luffy, sonriendo ampliamente—. Cada partida es una oportunidad para mejorar. La próxima vez, te prometo que seré más astuto.

Nami se rio, disfrutando de su espíritu indomable. Mientras continuaban jugando, se dieron cuenta de que las cartas se convirtieron en una mera excusa para compartir historias. Hablaban de todo: desde las locuras que habían vivido en la escuela hasta sus esperanzas de futuro.

—La última vez que cociné, hice un desastre total —confesó Luffy, riendo mientras recordaba la situación—. Intenté hacer un plato nuevo, pero terminé quemando todo.

—¡Eso no puede ser! —exclamó Nami, riendo junto a él—. ¿Y qué comiste al final?

—¡Pizza congelada! —respondió, haciéndose el ofendido—. No tengo miedo de los desafíos culinarios, solo de los resultados.

La conversación fluyó con la misma naturalidad que el juego. Luffy compartió su amor por las aventuras y cómo soñaba con probar cada comida del mundo. Nami, a su vez, habló de sus propias aspiraciones, era obviamente una obsesiva con su trabajo.

Sin embargo, mientras Nami se sumergía en sus pensamientos, las cartas en la mesa comenzaron a volar. Luffy, con una chispa en los ojos, empezó a hacer jugadas cada vez más audaces. Al principio, Nami se mostró despreocupada, disfrutando del momento y riendo junto a él, pero pronto se dio cuenta de que algo había cambiado.

—Espera un momento… —dijo, sorprendida, mientras Luffy robaba otra carta con una sonrisa confiada. — ¿Cómo es que estás ganando de esta manera?

—¡Te lo dije! —exclamó Luffy, riendo mientras lanzaba su mano triunfante sobre la mesa—. Este es mi truco bajo la manga.

Nami sintió cómo su confianza empezaba a tambalearse. Había estado disfrutando del juego de una manera más relajada, sin la presión de ganar. Pero Luffy estaba en su mejor momento, y sus jugadas eran cada vez más precisas.

—No te lo tomes tan a la ligera, Nami —dijo él, guiñándole un ojo—. Cada partida es una oportunidad para mejorar, y esta vez, estoy decidido a salir victorioso.

Con cada carta que caía, Luffy parecía volverse más hábil en el juego. Nami, aunque aún disfrutaba del momento, sintió que la competencia estaba resurgiendo. Decidió que era hora de concentrarse; si no, podría perder de verdad.

—Está bien, Luffy, no me subestimes —declaró con una sonrisa, levantando la cabeza con determinación.

Luffy sonrió al notar el cambio. La partida se convirtió en un verdadero duelo de ingenio. Nami comenzó a jugar más estratégicamente, pero cada vez que pensaba que tenía la ventaja, Luffy lanzaba una jugada inesperada que la descolocaba.

—¿No estabas distraída? —bromeó él, con un tono juguetón, mientras acumulaba algunos puntos.

—¡Cállate! —respondió Nami, aunque no pudo evitar reírse.

Nami se dio cuenta de que esta vez, Luffy realmente podría ganar. Su corazón latía con fuerza mientras luchaba por mantener la concentración. La dinámica del juego había cambiado; de ser un simple entretenimiento, se había transformado en una competencia emocionante que ambos disfrutaban.

Luffy, con su energía habitual, seguía jugando con entusiasmo. A medida que avanzaba la partida, empezó a hacer jugadas cada vez más astutas. Nami observó cómo, poco a poco, Luffy iba acumulando puntos, mientras ella se concentraba en mantener el ritmo.

—Oye, creo que estás mejorando —dijo Nami, alzando una ceja con un tono juguetón.

—¡Te lo dije! Cada partida es una oportunidad para mejorar —replicó Luffy, riendo.

Con cada carta que caía, Nami sentía que la ventaja se deslizaba lentamente de sus manos. Aunque estaba entretenida, Luffy parecía estar encontrando su ritmo.

Finalmente, tras una serie de jugadas más, Luffy colocó su última carta con una sonrisa triunfante.

—¡Gané! —gritó, levantando los brazos en señal de victoria.

Nami lo miró, entre sorprendida y divertida. —¡No puede ser! ¿Cómo lo hiciste? —preguntó Nami, entre sorprendida y divertida.

—¡Te dije que tenía un truco bajo la manga! —respondió Luffy, riendo mientras celebraba su victoria.

Nami sonrió, disfrutando de su alegría, pero en su interior ya empezaba a planear el siguiente juego. —Está bien, bien, ¡felicidades! Pero no te emociones tanto, ¡habrá revancha! —dijo, mientras recogía las cartas desordenadas sobre la mesa.

Luffy, siempre entusiasta, ya estaba ansioso por la siguiente ronda. —¡Eso es lo que estaba esperando! ¡Vamos a jugar otra vez!

Mientras barajaban las cartas nuevamente, Nami no pudo evitar recordar cómo, en la primera partida, se había dejado llevar por la diversión y la risa. Sin embargo, esta vez, la presión de recuperar su honor la impulsó a concentrarse aún más.

—Esta vez, no te subestimaré —declaró Nami, levantando la cabeza con determinación.

Luffy sonrió al notar el cambio. La partida se convirtió en un verdadero duelo de ingenio, y Nami sabía que tenía que estar a la altura.

Con cada carta que caía, Luffy parecía transformarse. A medida que Nami se concentraba en el juego, Luffy comenzó a jugar de una manera sorprendentemente efectiva. Ya no se trataba solo de suerte; parecía que había aprendido a leer sus movimientos.

Nami lo observó con atención mientras él robaba cartas, su expresión se iluminaba con cada pequeña victoria. Aunque seguía bromeando, había algo diferente en la manera en que Luffy se estaba comportando. No era que hubiera desarrollado una estrategia compleja, sino que había comenzado a notar los patrones en cómo Nami jugaba.

—¡Espera! —dijo Nami, riendo al darse cuenta—. ¿Estás prestando atención a lo que hago?

—Claro, cada vez que te detienes a pensar, puedo ver lo que planeas —respondió Luffy, con una sonrisa traviesa.

Nami no pudo evitar reírse ante su sinceridad. Sin embargo, esa revelación hizo que sintiera un leve nerviosismo. Aunque no quería admitirlo, la idea de que Luffy la estuviera leyendo la descolocaba. Intentó cambiar su estilo, pero parecía que Luffy había encontrado una nueva confianza.

—No puedes ganar siempre, Luffy —dijo, esforzándose por mantener la diversión en el juego.

Pero, poco a poco, la dinámica del juego comenzó a cambiar. Luffy acumulaba puntos, y cada jugada se sentía como un pequeño triunfo para él. Con cada carta que Nami robaba, se daba cuenta de que la victoria de Luffy no era solo cuestión de suerte, sino de atención y adaptación.

—¡Toma eso! —exclamó Luffy con una risa contagiosa, mientras colocaba su carta más fuerte en la mesa, ganando otra ronda.

—¡No puede ser! —se quejó Nami, aunque su risa era genuina. A pesar de la frustración, disfrutaba del desafío.

Finalmente, en una jugada inesperada, Luffy logró ganar la partida. El brillo en sus ojos y su sonrisa triunfante hicieron que Nami sintiera una mezcla de admiración y sorpresa.

Mientras Luffy y Nami recogían las cartas, el ambiente se llenó de risas y bromas sobre la partida. Sin embargo, había un nuevo aire entre ellos, una sensación de complicidad que no había estado presente antes.

—No puedo creer que hayas ganado otra vez —dijo Nami, riendo mientras barajaba las cartas—. Este truco tuyo de leer mis movimientos es realmente molesto.

—Es más divertido así, ¿no? —respondió Luffy con una sonrisa despreocupada—. Además, me gusta desafiarte.

Nami lo miró, sintiendo un calor en sus mejillas. Había algo en la forma en que Luffy la miraba que la hacía sentir diferente, como si realmente estuviera viendo quién era en el fondo. Ese entendimiento mutuo le daba una chispa a su amistad que no podía ignorar.

—Tal vez deberías dejar de ser tan obvio —bromeó Nami, intentando disimular su incomodidad mientras recogía las cartas—. Así podrías sorprenderme un poco más.

—O quizás deberías dejar de pensar tanto —respondió Luffy, su voz alegre y despreocupada—. A veces, es mejor dejarse llevar.

Las palabras de Luffy resonaron en Nami mientras pensaba en cómo su relación había evolucionado. No solo eran amigos que jugaban juntos; había un nivel de comprensión que nunca había tenido antes. En un momento de silencio, sus miradas se encontraron, y Nami sintió un pequeño cosquilleo en su estómago.

—¿Qué tal si jugamos en otro lugar la próxima vez? —sugirió Luffy, rompiendo la tensión con su entusiasmo habitual—. Hay un parque cerca que tiene mesas de picnic.

Nami se sorprendió por la propuesta, pero algo en su interior le dijo que era una buena idea. Tal vez salir del salón de juegos les permitiría explorar esta nueva conexión.

—Eso suena bien —respondió, tratando de mantener su tono casual—. Pero no pienses que será más fácil. Estaré lista para la revancha.

—¡Perfecto! —exclamó Luffy, levantando el puño en señal de victoria—. No puedo esperar.

Mientras recogían las cartas restantes, Nami se dio cuenta de que su corazón latía con anticipación. La idea de pasar tiempo con Luffy fuera del salón de juegos, donde el ambiente era diferente y más relajado, le parecía emocionante.

Cuando finalmente se despidieron, Luffy le lanzó una última sonrisa.

—Te veré pronto, Nami. No olvides practicar.

Nami sonrió, sintiendo un ligero rubor en sus mejillas mientras se alejaba. Había algo especial en el aire, algo que indicaba que su amistad estaba a punto de convertirse en algo aún más significativo.

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Un capítulo sencillo, francamente me quebré más la cabeza tratando de decidir un juego, originalmente pensaba en algún videojuego, pero no podía pensar en uno con el título de "favorito" al menos para mi, así que me decanté por las cartas, una actividad que utilizo mucho para compartir con mis seres queridos. En fin, ojalá les gusté el capítulo tanto como a mi me gustó escribirlo, la temática del tercer día es "Acercamiento forzado" y ya se me encienden las mejillas pensando en que escribir. En fin, un gran saludo y abrazo a aquellos que lleguen al final del capitulo.