21 / 10 / 2024
Prompt: Despertar juntos
Burocracia
"Solo hay dos cosas ciertas en este mundo: la muerte y los impuestos", reza el lugar común, y vaya que Diamond y Platinum estaban a punto de descubrirlo. La noticia vino por parte de Diamond, llegando al cuarto con algunos papeles de su trabajo mientras Platinum le miraba con curiosidad.
—¿Qué es todo eso? —preguntó Platinum, curiosa.
—Son facturas, tickets, compras —en el tono de Diamond se notaba lo agotado que estaba—. Se me olvidaba que debemos hacer la declaración para estar a tiempo.
—¿Declaración de impuestos? Oh si, recuerdo que mi padre siempre se lo encargaba al contador de la familia —Platinum movió la cabeza, pensativa—. ¿Por qué no contratamos uno?
—Sería buena idea, pero no tenemos suficiente dinero —Diamond suspiró, sentándose al lado de la cama—. ¿Podrías echarme?
Platinum asintió, levantándose con alegría hacía su laptop para poder empezar a hacer el recuento de ingresos del año. La actitud positiva de la chica contrastaba con la pesadez de Diamond al sacar una calculadora y empezar a anotar en una libreta todos los gastos que había hecho en el presente año fiscal que estaba por concluir.
Lo qué no sabía Diamond era que, lo que le faltaba en experiencia, Platinum lo compensaba en habilidad a la hora de investigar sobre la contabilidad. El chico se quedó sorprendido cuando Platinum comenzó a leer a una velocidad pasmosa los artículos que había en la ley de contribuyentes de Sinnoh, tomando pausas solamente al momento de tomar un poco de café de su taza favorita.
—Entonces, creo que podemos deducir las clases de cocina que tomaste en julio. ¿Tienes facturas de eso? —preguntó Platinum, anotando cifras en su computadora.
—Creo que las tengo por algún lado… Justo aquí —Diamond sonrió ligeramente, mostrándole el papel de la factura a Platinum.
La chica tenía un perfecto orden al momento de organizar todos los tickets y facturas, la cama se había cubierto por un conjunto de papeles agrupados por fechas y códigos, un encarpetado que a Diamond le costaba entender, pero qué Platinum manejaba con tranquilidad al momento de pasear sus dedos por ellos y tomar los que necesitaba para cotejarlo.
—Vaya, creo que pagaremos más de lo que pagaron mis padres los años pasados —aunque estaba alegre de ayudar, ese dato le hizo lanzar un suspiro de derrota—. ¿No podríamos donar algo a la caridad para que nos deduzcan más?
—Pla-Platinum, creo que estamos más en el margen de que nos donen a nosotros —Diamond se rascó la sien, nervioso—. SI fue un año muy malo, ¿Crees que podemos deducir la ropa del intercambio navideño?
—¿Fue usada para desempeñar tu labor como chef? —preguntó Platinum, arqueando la ceja.
—N-no, ¿pero si Munchlax se la comió, cuenta?
—Lo peor es que es verdad —dijo Platinum con una risita juguetona—. Pero necesitamos cualquier cosa que se pueda justificar como herramienta o material de trabajo: utensilios de cocina, papelería, trajes…
—El chefcito —Diamond apuntó hasta su gorra de chef, la cual tenía en su interior un peluche de un Ratatta, imitando al de la película.
Platinum lo miró por unos segundos antes de chasquear los dedos.
—Dime que tienes la factura —preguntó Platinum, Diamond obviamente negó con la mirada—. Diantres, hubiera sido una buena forma de deducir algo.
—Pero aun así es bonito
Platinum esbozó una sonrisa divertida al escuchar las palabras de Diamond. Diamond hizo lo propio, no había esperado que algo tan tedioso como aquella acción fuera algo tan placentero, llenó de chistes malos y risas divertidas mientras los papeles se iban acumulando y la noche se sentía en sus hombros. Diamond le dijo a Platinum que podían descansar y dejarlo para mañana, pero ella se negó, estaba demasiado concentrada como para dormir. Siguió en su computadora aun cuando Diamond, agotado, se durmió rodeado de toda la papelería.
[...]
Lo primero que Diamond sintió al despertar fue el calor provocado por la luz del sol reflejada en su cara. No había soñado esa noche, en un momento estaba tratando de no quedarse dormido mientras terminaba de llenar unos papeles, y después sentía una enorme resequedad en la garganta, propia del que se acaba de despertar.
Estaba algo mareado, miró su reloj y se dio cuenta que no era demasiado tarde, apenas las siete de la mañana. Diamond sintió de inmediato su cabeza doler un poco, intentó levantarse, pero el sonido de los papeles arrugados le hizo ir con más delicadeza, observando el desastre en su cama, pero estaba por todos lados, exceptuando una sola cosa, o mejor dicho, una sola persona.
Platinum también había cedido al sueño de la madrugada, agotada, ni siquiera se había puesto su pijama favorito, dejándose la camisa de tirantes que delineaba por completo su figura delicada cubierta por el sol. Su cabello despeinado caía suavemente por su rostro, descansando en la almohada mientras que de sus labios escapaban poco a poco bocanadas de aire.
Diamond se quedó quieto ante aquella vista, sus ojos recorrieron de punta a punta su figura, cada vez que su pecho se llenaba de aire el corazón del chico latía con gran intensidad. Tragó saliva y deslizó lentamente sus dedos por su cabello, apreciando cada centímetro de lo que era ella. La amaba, la amaba como nunca antes había amado en su vida. Se lo había dicho miles de veces, y aun así se sorprendía siempre de verla ahí, a su lado, descansando con total calma y tranquilidad, ligeramente sonrojada. Platinum Berlitz descansa como un ángel, aun con los pequeños papeles que se metían dentro de su camisa.
—Eres como una princesa —dijo Diamond en silencio, sonrojado y nervioso al ver tal escultural figura.
No pudo evitar la tentación, acarició su rostro con las yemas de sus dedos y le dio un pequeño beso en la frente. Fue tímido, pero lo suficiente para que Platinum abriera los ojos con pesadez. Sus ojos ámbar se abrieron con cautela mientras un enorme bostezo salía de su boca.
—Bu-buenos días, señorita —dijo Diamond, sonrojado.
—¿Dí-días? —Platinum parecía atontada, pero el sentir el toque de Diamond en su mejilla le hizo esbozar una sonrisa tímida— Buenos días, mi querido caballero.
Platinum se acercó a él y le dio un beso tímido en los labios, sin embargo, el sonido del papel arrugado le hizo levantarse de golpe.
—¡Oh por Arceus, nos quedamos dormidos en los papeles! —gritó Platinum, asustada.
Aquello también asustó a Diamond, sin embargo, el chico intentó mantener la calma.
—Tranquila, Platinum, no se rompió nada.
—No importa, esto tenía que estar perfecto y… —Platinum metió su mano dentro de su blusa, sacando una hoja— Esto aparte de doler lo arrugó más.
Diamond no pareció preocupado, después de todo aún podrían acomodar los papeles para entregar su declaración mañana. Luego del susto inicial, Platinum se calmó un poco y comenzó a organizar los papeles, no sin antes recibir un beso en la mejilla por parte de su novio, beso que le hizo temblar ligeramente y decir.
—La próxima vez contratamos a un contador.
