El amanecer apenas si se estaba acercando, bañando con los primeros rayos de sol la ciudad mientras su calidez elevaba la baja temperatura nocturna, siendo estos primeros rayos los que impactaron la vista de un hombre que reacciono inmediatamente en el momento que aquel aviso natural le recordó que estaba vivo.

Había dormido la noche en su vehículo, en vigilia para el momento donde le permitiesen ingresar al hospital que estaba a pocos metros mientras un pequeño de creciente melena café yacía aferrado a su pecho.

Por más que Lincoln intento mantenerse en su hogar esa noche algo se lo impedía, necesitaba estar en ese lugar a la espera de cualquier noticia que recibiese sobre quien le esperaba puertas adentro, un pequeño ser que el día anterior ni siquiera fue capaz de ver con sus propios ojos debido a todo el caos no solo en su mente, sino en la atención de aquel que tuvo que nacer en las peores condiciones posibles, del cual ni siquiera le habían devuelto una mirada de confianza cuando pregunto si podría verlo al día siguiente.

El dolor en su espalda y el frío en su cuerpo le recordaban que estaba, desgraciadamente, vivo y consciente, que aquellos pensamientos no eran una turbia pesadilla con la que su subconsciente le estaba atormentando ahora que se acercaba a alcanzar una grata felicidad.

- (Pensando) Si solo no me hubiera ido, si solo hubiera aguantado...

Su mente trabaja rápido aun cuando acababa de despertar, poniendo miles de escenarios donde las cosas salían, aunque sea, un poco mejor.

Donde su novia, el amor de su vida, podía abrazar al hijo que tanto tiempo soñó.

Al cual ni siquiera tuvo la oportunidad de ver, tanto como él no tuvo la oportunidad esa noche.

Quería imaginarla a ella en la camilla, con una cansada pero radiante sonrisa mientras sostenía a un pequeño que simbolizaba todo el amor que sentían el uno por el otro, jugando con los dedos de esta mientras enfocaba unos curiosos ojos ante él y reía, celebrando el nuevo conocimiento mientras aprendía que él sería quien le guiaría por la vida, le protegería en los malos momentos y le colmaría de todo el amor que se merecía, estirando aquella pequeña manita mientras se aferraba con sus pocas fuerzas a su mano.

Era una escena que imagino tantas veces... siempre con una sonrisa en su rostro mientras podía escuchar la risa de Paige al verle emocionado, pero ahora, sabía que nada de eso ocurrió... ni ocurriría.

Una pequeña reacción le devolvió a su realidad, sus ojos enrojecidos que no tuvieron el descanso adecuado se fijaron en el pequeño aferrado a su pecho, tiritando suavemente por el frío del lugar.

Solo era capaz de mirarlo temblar, como intentaba aferrarse con más fuerza y así conseguir el calor que había perdido en aquella noche de vigilia junto a él, era como si esperase que este le confortara aun en sus sueños, pero Lincoln no era capaz de reaccionar... solo... miraba.

Al cabo de unos minutos, casi como si hubiese despertado el mismo de su propio sueño comenzó a rebuscar en su vehículo con la mirada por cualquier prenda con la que pudiese mejorar el sueño del pequeño, abrigándolo ante aquel frío que penetraba por las puertas del vehículo, más nada en el interior lograba cumplir ese objetivo, por lo que, cansado, devolvió su mirada al niño quien no dejaba de temblar.

Una idea logro circular en su mente y comenzó a mover sus brazos con el objetivo de realizarla, le envolvería con sus brazos y compartiría su calor, más... aquello no lograba concretarse.

Sus brazos no reaccionaban, detenidos en el trayecto a cruzarse por la espalda de Lemy, dudando de poder completar aquella leve muestra de cariño y seguridad que podría transmitirle en aquel simple acto, mirándolo fijamente, observando cada uno de sus rasgos mientras sus manos no respondían a su intención de abrazarle, pues algo se lo impedía, era como si su leve descanso hubiese acabado con las pocas reservas de energía que le quedaban antes de dormir y ahora solo quedaban retazos que no lograban completar aquella simple acción que tantas veces hizo por el pequeño en el pasado,

Por lo que termino acercando uno de sus brazos al pequeño mientras dejo caer su cabeza en un ángulo que le permitía retomar su vista de la entrada del hospital.

Aquel brazo que arrastro logro cubrir levemente al pequeño quien ya no estaba dormido, sino que expectante.

Aun recordaba el miedo que sintió cuando todo ocurrió, no entendía como todo había salido tan mal, solo sabía que había hecho mal en hablarle a aquella pareja que se hacían llamar sus familiares, y ahora, apenas si podía sentir el calor de la fría mano de su padre.

- ¿Papá?

- ...

- B..Buenos días.

- ...

El silencio se apodero una vez más del vehículo, Lemy no sabía que decir, como decirlo, como no volver a arruinarlo, y nada surgía.

Era solo aquel perpetuo silencio entre dos personas que, él quería creer, todavía se querían.

Silencio que Lincoln no rompió sino hasta varios minutos después.

- Dentro, te está esperando alguien.

Aun con el dolor, aquellas palabras lograron llenar el vacío que se estaba produciendo en su corazón, reemplazando todo su desanimo y miedo por una enorme alegría al escuchar como aquel hermanito del que tanto habían hablado finalmente había llegado, pero el frío tono con el que hablo su padre lograba calmar su alegría, como si la consumiera totalmente con cada palabra que salía de su boca, una que ni siquiera lograba se esforzaba en contener el menor ápice de cariño o siquiera calor.

Como si fuesen meras indicaciones dichas por una persona solo observaba sin expresar absolutamente nada.

Los segundos que se volvieron minutos no tardaron en convertirse en horas, tiempo en el que el hombre apenas si se movía, Lemy en algún punto dejo el pecho de su padre y se acomodó en su asiento, variando su mirada entre la entrada y el rostro de su padre quien no detenía su vigilia hasta que vio como la gente comenzaba a ingresar, momento en que el hombre volvió a moverse, solo que sin hacer ningún ruido o gesto innecesario, avanzando a paso lento mientras era seguido por el niño quien solo entendía que debía mantenerse cerca del adulto.

El niño avanzaba casi pegado a su pierna, intentando alcanzar la mano del hombre, una que solo se balanceaba por su paso y no hacía el menor ademán de sujetarlo.

Lemy no entendía que ocurría, su padre siempre había sido alguien serio, poco expresivo y con un rostro que le daba miedo, algo que contrastaba siempre con su actitud casual y las sonrisas de su madre, siendo más de una vez donde esta le había pedido que soportara eso de su padre, pero ahora ella no estaba para explicarle que ocurría, su padre caminaba y conversaba casi como si el no estuviese allí, siendo unas pocas veces donde pudo notar cuando giro levemente su rostro en su dirección, como si solo fuese para notar que seguía allí.

Solo era eso, una mirada y nada más.

Cuando logro encajar su mano con la de Lincoln... este ni siquiera la apretó.

Solo bajo su velocidad, y ya.

Una caminata en silencio hasta que llegaron a una sala donde había algunas máquinas y algunas camas pequeñas con cristales, cosas que lograban despertar su atención pero que, al volver a ver el rostro de quien caminaba a su lado, decidía contener, algo que solo se interrumpió hasta que su caminata los llevo a una de esas camas en particular.

Lemy miró de reojo los alrededores hasta que sus ojos volvieron a encontrar el rostro de su padre, quien tenía su vista clavada en aquel pequeño receptáculo frente a ellos, uno que Lemy no alcanzaba a ver.

Su mirada seguía tal como la recordaba de la noche anterior, una mirada que le daba miedo de solo verla, pero que no estaba dirigida a él, sino a ese objeto delante suyo.

Miles de ideas comenzaron a recorrer la mente de Lemy, no solo las preguntas que desde el día anterior se hacía, sino de que estaban haciendo allí, que provocaba que estuviesen en esa sala, pero sobre todo... que fue lo que causo que rompiese su torpe intento de tomar la mano de su padre al este alzarla lentamente hasta apoyarla en el cristal, sin despegar en ningún momento su mirada de aquel objeto.

Aun con el miedo de todo aquel inusual comportamiento, por primera vez en todo el día, Lemy sentía que sería capaz de preguntar, pero su iniciativa se vio rota en el momento en que pudo notar que hubo un cambio en aquel rostro, pues aquella expresión neutra comenzó a decaer, viendo como la tristeza se apoderaba del peliblanco.

Por más que lo miraba no lograba creer que lo que veía.

Aquella persona que siempre se mantenía seria, que solo esbozaba casuales sonrisas cuando jugaban o tenía poco frecuentes momentos donde podía llegar a compararlo con su madre... había presentado una emoción que jamás había visto en él, el dolor.

- Perdón.

Una sola palabra se escapo de la boca del adulto, algo que nadie más que el pequeño a su lado pudo escuchar mientras todavía miraba atónito a su padre... quien, por primera vez en su vida, vio llorar.

Las piernas del peliblanco fallaron, sintiendo como el peso de su cuerpo lograba superar su estabilidad terminando apoyado en una sola rodilla mientras escondía como podía la cabeza en su pecho, observando fijamente el suelo mientras las lágrimas caían por sus mejillas hasta caer, todo sin emitir ni el más mínimo sonido.

Todo frente al pequeño... sus pequeños.

Llevándose una de sus manos al pecho, aferrándose con fuerza a su polera mientras no lograba componer su postura, mientras aquella mano que deposito en el cristal... jamás se soltó de su posición.

- Perdón, perdón, perdón, perdón, perdón...

Aquellos susurros comenzaron a ser pronunciados hacía aquella caja de cristal hasta que una enfermera se acercó y les pidió amablemente que se retiraran, ayudando a levantarse al hombre y le daba una entristecida sonrisa al pequeño quien no podía quitarse aquella imagen de su mente.

- Papá, ¿Estás bien?

Aquella frase resonó en ambos adultos, la enfermera quien intentaba escoltarlos se fijo en el pequeño quien tenía un rostro claramente triste, finalmente notando como este se había apegado a la pierna del adulto, mirándola asustado y confuso, sin entender nada.

- Pequeño, todo está bien, no te preocupes.

- Pero papá recién estaba llorando.

- Bueno, él... creo que necesita descansar un poco, puedo notar que no ha dormido.

- Pero no me responde, él siempre me responde, desde ayer que está así.

La enfermera devolvió su mirada al adulto que escoltaba, notando como su expresión seguía perdida, como si fuera solo su cuerpo estuviese en ese lugar y si llegaba a soltarle este caería como un títere al que cortas sus cuerdas.

- Acompáñame jovencito.

El niño solo asintió, siguiendo a la enfermera quien dejo al adulto sentado en un asiento en el pasillo para luego devolverse donde el pequeño y tomarlo en brazos, dirigiéndose nuevamente hasta donde estaban hace solo unos momentos, pero esta vez, Lemy si pudo ver que se encontraba dentro de aquella caja de cristal.

- Este es tu hermanito, necesitara estar un tiempo aquí para asegurarnos de que todo este bien y luego tú y tu papá podrán ir a casa con él.

El desconcierto de Lemy en ese momento le abandono por completo, centrando su mirada en aquel pequeño que se halla acostado dentro del cristal, observándole dormir, contemplando como ese pequeño era por quien tanto sus padres le habían comentado, estirando sus manos con el objetivo de tocarlo, olvidando por completo el cristal que le rodeaba.

- Mi... hermanito... ¿Puedo tocarlo?

- Lo siento cielito, en este momento no se puede, él necesita estar ahí.

- Pero es mi hermanito, mamá me dijo que debía cuidarlo en cuanto lo conociese.

- Lo siento, pero él debe estar ahí, solo serán unos días, no te preocupes.

- ¿Por qué necesita estar ahí? – Cambio su mirada a la enfermera. – Papá no esta bien, y aun así vino por él, papá lo necesita a su lado.

- Bueno, tu hermanito... tiene que estar aquí para que podamos asegurarnos de que este bien, y si eres un niño bien portado vas a ayudar a que él pueda salir antes.

La mirada de Lemy volvió a centrarse en el bebé, llevando una de sus manos hasta el cristal, depositando un poco de fuerza en dicho empuje casi como si quisiese llegar hasta él, tal como su padre había hecho no hace mucho, mirándolo con decisión.

- No te preocupes hermanito, yo te protegeré.

Horas después

Lincoln se encontraba sentado en su vehículo, solo se había alejado del hospital para llevar a Lemy a comer y buscar algo de ropa adicional, por lo demás seguía allí, vigilante, expectante de algo que ni siquiera él sabía.

Su teléfono había sonado todo el día y el simplemente lo había ignorado todo, ni siquiera se molesto en revisar quien era la persona que lo buscaba, muy posiblemente alguien de donde trabajaba para preguntarle donde estaba o, en el peor de los casos, aquellas dos personas las cuales no se sentía capaz de ver a los ojos.

Más, entre toda su vigilia, en algún momento si los pudo ver.

Él sabía que sabrían tarde o temprano y el no estaba preparado, pero aquella avejentada pareja le había reconocido, acercándose al vehículo.

Lincoln salió en silencio, parándose junto a la puerta abierta de su coche mientras ambos mayores le miraban fijamente, él, por su parte, solo pudo mirar a los ojos de ambos por unos segundos antes de que su mirada cayese al suelo, tan derrotada como su espíritu.

- Señores Campbell, yo...

- Lincoln, te ves mal muchacho, ¿Has comido algo?

- Señora, eso no importa, yo...

- Por favor, acompáñanos a por algo, se nota que no has comido.

- Pero yo...

- Lincoln. – La seriedad con la que el hombre lo veía rozaba con la inexpresión del peliblanco. – No pensamos lo que tú crees.

- Yo... pude detenerme, si no hubiera...

- Lincoln. – Ahora la voz de la mujer llamo la atención del peliblanco, sorprendido por la decisión y tristeza que su voz expresaba. – Si algo nos demostraste todo este tiempo, es que amabas a mi hija tanto como nosotros a ella, no te podemos culpar.

- Yo... lo siento... lo siento tanto...

La mirada de todos los presentes cayo en ese momento, pues aun cuando el silencio se apodero de la conversación, había un hecho que los unía a los tres tanto como los atormentaba.

Pues eran unos padres que habían perdido a su única hija, y un hombre que había perdido al amor de su vida.

Lincoln solo pensaba, tantas situaciones en su cabeza donde todo terminaba bien, donde en ese momento estarían haciendo cosas distintas... pero allí estaban, dos personas llorando la perdida de un ser sumamente querido para ellas mientras él solo podía apretar sus puños, impotente.

Todo por su egoísmo, todo por dejar salir aquella furia ciega, por no ser capaz de ser lo suficientemente maduro de contener todo aquello.

Era su culpa que ella hubiese tenido aquel accidente.

Y por eso le dolía tanto ese momento, pues aquella pareja que yacía desconsolada por la perdida de su hija, le había encerrado en su abrazo.

No merecía aquello, él era el asesino de su hija, no entendía como podían acercarse a él, como podían siquiera dirigirle la palabra sin asco o como aquel hombre de cabellera naranja no lo estaba castigando como el ser despreciable que era, sino que allí estaban, sintiendo su dolor a su lado, llorando a su lado mientras él solo se quedaba quieto sin ser capaz de llorar.

- Lo siento tanto.

Él se quedó allí, en aquel trágico momento que sabía dónde sabía, él lo sabía.

Solo estorbaba allí.

Los padres de su novia finalmente realizaron todos lo que había que hacer, algo que solo aumento el dolor del peliblanco al sentir que había dejado aquella pesada carga en aquella pareja, una que el debería de haber realizado, más termino enfocado en aquel pequeño a quien todavía no había podido siquiera tocar, alguien a quien observo durante varios días hasta que tuvo que separarse para ir a un evento en que no quería participar, más se obligo a si mismo a ir.

Durante esos días su móvil se llenó de llamadas, un sinfín de estas las cuales siempre eran sus hermanas, unas que no contesto jamás hasta que tuvo a una muy adolorida Luan en la puerta de su domicilio, claramente afectaba, hablándole de cosas que no podía escuchar, como si fuese un acto de pantomima era incapaz de escuchar la destrozada voz de Luan hablándole del desastre que había asolado a su familia, más aquel vacío en su voz solo fue respondido con una sola frase.

- Paige murió.

De todo el tiempo que Luan estuvo llorando a su lado, de toda la extenuante conversación que la castaña había dedicado en ser capaz de razonar con su hermano menor y volver a reunir a la familia completa, todo aquello fue roto por dos palabras dichas sin ninguna emoción.

Luan cayo en su asiento en ese momento, claramente afectada por aquella noticia, pues solo con ver el rostro de su hermanito pudo notarlo, aquel dolor más fuerte que el suyo, aquel vació que se estaba apoderando de hombre que tenía a su lado, pues solo una cosa pudo dejarla más perpleja en ese momento y fue ver a un pequeño en pijama observándolos confundido.

- ¿Mamá murió?

Aquella daga penetro profundamente en ambos adultos, Luan ni siquiera había pensado en ello o en las repercusiones, estaba afectada por la reciente perdida de sus padres, le dolía mucho, pero su hermano... el perdió a la persona que amaba... y que tenía a su hijo por nacer.

Tuvo que llevarse una mano a la boca antes de mirar nuevamente aquellos ojos muertos que sostenía su hermano, mirando al piso, sin mostrar la menor señal de pena.

- Si Lem, mamá murió.

- Pero... tu dijiste que estaba en un lugar mejor.

- Y lo está.

- ¿Entonces morir es ir a un lugar mejor?

- Algo así.

- ¿Y por que no vamos con mamá entonces? Te ves triste y se siente solo este lugar, seguro que mamá estaría feliz de que fuéramos donde ella.

- Eso no se puede Lem.

- ¿Por qué? Dijiste que es un lugar mejor, quizás, si vamos, tú también puedas sonreír.

- No se puede Lem, no podemos morir.

- Pero dijiste...

- Se lo que dije, y no podemos ir.

- Pero entonces no podremos ver a mamá, estoy seguro de que mamá nos espera, ella siempre logra ponerte de buen humor y si vamos, ella...

- No Lemuel, mamá se fue y ya, no vol..veremos a verla.

- Pero... pero... mamá... ella me dijo... que siempre estaría conmigo... me lo prometió...

- Pues es una promesa que ella no podrá cumplir.

Luan quería detener aquello, pero las palabras le habían abandonado, quería detener las palabras que su hermano estaba diciendo a un pequeño que con cada palabra lucía cada vez más lastimado, rompiendo su inocente sonrisa en un rostro cargado de dolor por aquellas duras palabras que aquel que siempre le había cuidado le estaba diciendo.

Uno que actualmente ni siquiera era capaz de mirarlo.

- Mentiroso.

- ...

- ¡Mentiroso! ¡Mamá me lo prometió, me dijo que siempre estaría conmigo porque me amaba mucho, porque... porque ella siempre era buena... ella siempre me cuida... y me quiere...! Y ella... ella... no me abandonaría...

- ...

- Por favor papá, vamos con mamá, juro que me comeré mis vegetales, no te molestare cuando quieras descansar y me iré temprano a la cama, pero quiero ver a mamá, quiero que me abrace...

- ...

- Quiero... pedirle perdón... por todo lo que provoque... si está enojada aceptare mi castigo, pero dile que vuelva.

- ...

- Quiero... quiero ver a mamá...

- Yo... también... quiero verla... snif... una vez más... snif.

Nadie podía hablar, nadie podía responder.

Luan solo miraba como su hermano se aferraba como podía al respaldo de donde estaba sentado, sin ser capaz de mirar al pequeño que lloraba cerca de él, preguntando una vez tras otras por aquella que endulzaba la vida de ambos con su actitud, pues en el llanto del niño había un profundo dolor que solo hería más y más al peliblanco.

Luan solo podía mirar, desde la distancia.

Como aquella feliz familia que su hermano había logrado construir con todo su esfuerzo y corazón, se derrumbaba a pedazos.

Por eso le acompaño al funeral, no pudo insistir más en que fuese al de sus padres, ya era demasiada carga en los hombros del muchacho, tampoco pudo hacer nada cuando Lemy volvió a preguntar por el ataúd el cual no pudo ser abierto.

Ella solo podía observar como el peliblanco se acerco a un ataúd cerrado, quedándose allí en completo silencio mientras sostenía a Lemy con una mano y a un pequeño bebé con la otra.

Esa sería una imagen que Luan no olvidaría jamás.

Pues ese era el día en que una familia había fallecido por completo.

El día que también perdió a su hermano.