Capítulo XII: Un gran paso.

El Paseo.

Parte I: La Acción

El sol ni siquiera podía verse a lo lejos, más, el cielo empezaba a perder su espesa negrura y se tornaba tenuemente azul. Aun así, hacía frío, típico de las vacaciones de invierno; mañanas oscuras y vientos helados.

–¡Achú!

–¡Salud!

Zenitsu se sobó la nariz antes de hacer un gesto con la mano en agradecimiento para sus fervientes admiradoras que no tardaron en hacerse notar ante el más mínimo gesto suyo.

Esperaba contra toda esperanza que aquel estornudo no fuese presagio de una futura gripe. Sería estupenda, nótese el sarcasmo, forma de culminar su paso por el instituto: "Enfermo en el último paseo escolar."

Estornudó una vez más, pero, acalló el sonido apretando su nariz. Necesitaba una toallita, pero no cualquier papel, no. Él quería de esos pañuelos que Nezuko siempre le da cuando está enfermo. Son suaves y no dañan su nariz, y además huelen a mentol, de manera que ayuda a descongestionarla.

Buscó a la pequeña castaña con la mirada. Seguramente estaría con sus amigas.

Pero, no estaban.

Ninguna.

¿Qué rayos?

Casi inconscientemente se acercó hasta la castaña y se paró a su lado, sigilosamente.

–¿Dónde están los demás?

Nezuko no pudo evitar dar un respingo al escuchar la inconfundible voz del rubio que conocía tan bien, más no se permitió exteriorizar la emoción que sintió al escucharle.

Zenitsu le hablaba como si nada y hasta ahora ha sido ella la única que había guardado distancia entre ellos.

–Kanao y mi hermano no tardan en llegar. –Empezó a hablar tratando de no hacer notar su nerviosismo. –Mitsuri tenía algo muy importante que hacer y Shinobu tuvo un viaje de improviso con sus padres. –Concluyó como si nada, pero evitando ver al rubio.

–¿Más importante que el último paseo de la escuela? –Tenía tantas preguntas y soltó precisamente la que menos le interesaba la respuesta. Bravo, Zenitsu. –Mitsuri no se perdería el paseo por NADA del mundo.

Nezuko miró a ambos lados antes de mascullar:

–Parece que lo que tenía que hacer era muy importante. –En otras circunstancias le hubiese contado el secreto de Mitsuri. No es que no se lo contara por falta de confianza, ella sabe que, si se lo pide, Zenitsu no diría nada. Pero, el hecho de compartir secretos con él aún es incómodo.

Por lo que nuevamente el silencio se formó entre ellos. Ese silencio incómodo y odioso. El rubio miró a la castaña de soslayo. Nezuko lucía igual o más incómoda que él. ¿Así sería de ahora en adelante? Hasta que acabe el instituto y cada uno tome caminos diferentes.

No le gustaba cómo se veía eso.

Tenía que hacer algo para evitarlo, pero ¿cómo? si Nezuko no se veía con intenciones de hablar... Tendría que encontrar algo de lo qué conversar. ¡¿Pero qué?! Giró para ver y se percató de algo que no notó antes.

–¿Dónde están Inosuke y la bruja Kanzaki?

Funcionó, ya que la castaña pareció caer en cuenta de que Inosuke aún no llegaba y era cuestión de tiempo para que partieran a Nagano.

–Seguro se quedó dormido. –Musitó, más para sí misma que para el rubio. –Llegará pronto.

–Claro, Inosuke sí que se queda dormido, pero Kanzaki no. –Aprovechó la oportunidad y siguió platicando. –¿Se habrá muerto?

–¡Zenitsu! –Nezuko se giró furiosa por la sugerencia de su amigo y por primera vez en mucho tiempo le miró a los ojos.

Vaya, sentía que hace años no lo hacía. Se sentía como una brisa de aire fresco verla así de molesta con él. Era como volver a tener algo que había perdido.

–Te ves linda cuando te enfadas. –Lo pensó en voz alta y sólo se dio cuenta de ello cuando su mejor amiga lo miró extrañada.

–¿Eh?

–Nada. –Se apresuró a decir. ¿De cuándo acá no podía controlar lo que salía de su boca?

–Bien… –Musitó un poco incomoda.

–¿Por qué las cosas no pueden volver a ser como antes? –Fue un susurro, no estaba dirigido para nadie en especial, sin embargo, la castaña lo escuchó.

–Lo siento. Quizá con el tiempo podremos olvidarlo.

Zenitsu tardó en asimilar las palabras de Nezuko. ¿Qué pasaba? Estaba claro que había malinterpretado sus palabras.

–Nezuko, a pesar de todo yo no-

Él no se arrepentía de nada de lo que había ocurrido entre ellos.

–¡Nezuko!

Aquel grito llamó su atención, no por el contexto, sino por el extraño acento que se escuchó. No fue al único, puesto que la mitad del curso giró a ver de qué o más claro, de quién, se trataba.

Y ahí estaba: el extranjero ese. Corriendo hasta llegar junto a una muchacha de cortos cabellos castaños que estaba a su lado y tomándola de las manos con fuerza.

–Jacob. –Se escuchó como contestaba la aludida, levemente avergonzada al saberse el objeto de atención del curso. –No olvides usar el honorífico. –Añadió en inglés, incómoda por la familiaridad con la que el muchacho de ojos verdes la llamó.

–Lo siento. –Se disculpó el rubio en japonés, haciendo gala de la parte asiática de sus genes.

El muchacho era americano, pero su madre era japonesa, por lo que tiene un buen dominio del idioma. Sin embargo, aún hay palabras que desconoce, de manera que dispone de una traductora, en este caso, la "privilegiada" fue la segunda mejor alumna del salón en inglés: Nezuko Kamado.

Por lo que, en síntesis, el rubio con cara de nene se la ha pasado pegado a la castaña como un chicle.

¡Menuda tontería del director! Debió asignarle a Kanao, o a Shinobu que han viajado y conocen el idioma, incluso Mitsuri, aunque su acento es horrible. Pero siendo las dos últimas de un grado mayor y Kanao estando ocupada con su club, no pueden estar todo el tiempo con él. Así que tenía que ser su Nezuko.

¿Su? Claro, SU, era su mejor amiga… sin mencionar que fue su… ¡Agh! ¡Maldición! Ya ha perdido la cuenta de cuántas veces ha pensado en eso.

–Lo siento. –Se disculpó el muchacho de ojos verdes reparando en Zenitsu. –Hola, Agatsuma.

–Hola. –Fue la seca respuesta del rubio fulminando las manos del americano con su mirada felina. Él no era nadie para tocar a Nezuko y para tratarla con tanta familiaridad. –Si no te molesta, estamos platicando y…

–Muy bien, mocosos, prepárense para subir al autobús. –Habló el segundo maestro de educación física, Uzui Tengen, desde la puerta del vehículo interrumpiendo su plática. –De dos en dos y en orden.

De pronto, Zenitsu se convirtió en un pedazo de carne ambulante. No era necesario voltear a ver para saber que estaba siendo observado como el mejor pavo de acción de gracias gratis en noviembre. Las chicas tomaron actitud de batalla, y si no hacían ningún movimiento era porque Nezuko estaba a su lado.

Y se quedarán con las ganas porque él irá con Nezuko. Poco le importaba que el profesor Uzui lo regañara por tratar de colarse en el autobús de segundo año, ya se inventaría algo.

Buscó la mano de la castaña para unirla con la suya. No iba a darle la oportunidad de protestar o negarse, la tomaría y se iría. Sí, eso haría.

–Vamos, Nezuko, hay que tomar buenos puestos. –La apremió Jacob tirando de ella y alejándose hacia el autobús.

Nezuko se giró a ver a Zenitsu mientras era arrastrada por el otro rubio hacia el autobús. Miró como los ojos dorados de su mejor amigo lucían sorprendidos por la actitud de Jacob antes de pasar a tornarse más oscuros y amenazantes.

Zenitsu no se movió de su lugar. Estaba atónito por la poca vergüenza del gringo ese. Ni siquiera sintió como las otras chicas lo rodeaban y le hablaban.

Vio al extranjero intentar captar la atención de Nezuko y monopolizarla. Aquello lo molestó aún más, quería ir, tomar a Nezuko y arrancarla de las manos del rubio ese.

–Kamado sí que tiene suerte.

Escuchó como hablaba una de las chicas que lo rodeaban.

–Sí, mira que hacer migas tan pronto con el chico nuevo. –Contestó otra. –No le basta con que Zenitsu siempre esté con ella y Rui bese por donde ella pisa.

–Sinceramente ese chico se parece mucho a Zenitsu. –Habló la primera. –Y a diferencia de Agatsuma, no parece para nada un mujeriego. Al contrario, es todo un caballero.

–¡Quizá Kamado acaba enamorándose de él! Con ella fuera del camino, Zenitsu será más accesible.

Por primera vez, Zenitsu notó el parecido existente entre él y Jacob. Nezuko, tan frágil como estaba, podía refugiarse en alguien más. Eso ya lo había pensado al verla con Rui.

Pero, por alguna extraña razón, Rui no era una amenaza comparada con el rubio que ahora le sonreía a su amiga.

–¿Estás bien?

Una voz muy conocida llamó su atención y se giró para encontrarse con unos amigables ojos carmesí.

–¿Dónde mierda estabas? –Le espetó con molestia.

–Se me hizo un poco tarde. Además, tardé bastante en encontrarte y abrirme paso entre tus admiradoras. –Contestó despreocupadamente Tanjiro, percibiendo la molestia de Zenitsu. –No respondiste a mi pregunta.

–¿Cómo permites que Nezuko esté tanto tiempo con el gringo ese? Creí que solo le habías dado permiso a Rui. –Le reprochó mientras se alejaba de las chicas que lo rodeaban, pero aun así lo seguían.

–Es su deber, después de todo el director le pidió que lo acompañara durante su estadía. –Habló tranquilamente, algo que desesperó a su mejor amigo.

–Me pregunto si estarías así de tranquilo si le hubieran asignado a Kanao.

–Pero no es así. –Se burló. –Sabes que Kanao está muy ocupada con lo del festival cultural, por eso se negó a ayudar.

–Sí, sí, como sea. –Bufó el rubio. Y como si la hubieran invocado, una joven con broche de mariposa pasaba presurosamente al lado de ellos. –¡Kanao! –La llamó.

Kanao se detuvo en seco y se maldijo internamente al verse descubierta. No tenía nada contra Zenitsu, era su amigo por lo que saludarlo no le costaba nada. El problema era Tanjiro… Después de lo que pasó aquel día le era difícil estar cerca de él. De solo recordarlo su cara le ardía de la vergüenza.

–Buenos días. –Trató de actuar lo más natural posible frente a los dos chicos, pero ambos pudieron percibir su incomodidad.

–Si querías alcanzar a Nezuko, ella ya ha subido el autobús con Jacob. –La sola mención de su nombre le daban nauseas a Zenitsu.

–Gracias, pero no voy a ir con ella, después de todo es quien tiene que acompañar a Jacob. –Contestó un poco nerviosa.

–¿Entonces con quién te irás? –Preguntó el rubio, mientras que Tanjiro esperaba a que dijera que iría sola para ofrecerse a acompañarla.

–Pues de hecho…

–¡Kanao! –Un joven castaño intervino en la conversación. –Hay que subir, nos ganarán nuestros asientos si no nos apresuramos.

Tanjiro frunció el ceño mientras que Kanao se sentía mucho más incómoda que antes.

–Lo siento, solo estaba saludando. –Se dirigió donde Hideki no sin antes despedirse de sus amigos. –Nos vemos Zenitsu, y… Hasta luego, Tanjiro. –Se despidió sin mirarlo a los ojos y con paso presuroso fue donde la esperaban.

El pelirrojo no hizo más que apretar los puños mientras trataba de calmarse. Tenía ganas de ir tras Kanao y decirle que se iría con él, pero no, él no era así y no quería armar una escena de celos frente a todos. Por otro lado, Zenitsu lo miraba con burla.

–Me alegra no ser el único. –Dijo Zenitsu con una sonrisa burlona. –Creí que irías detrás de ella.

–Dejaré que Hideki disfrute mientras pueda. No pienso dejar ir a Kanao tan fácilmente. –Contestó con determinación.

–Tengo la impresión de que algo pasó entre ustedes dos. Por lo que veo ya te dirige de nuevo la palabra. –Pudo apreciar un ligero sonrojo en el rostro de su amigo. –¿Qué sucedió?

Tanjiro lo pensó por unos instantes. Zenitsu era su mejor amigo, por lo que suponía no habría problema si le contaba su incidente con Kanao.

–Te lo contaré en el autobús. –Dijo con resignación. –Ahora camina si no nos quedaremos sin asientos.

–Como digas. –Contestó por inercia emprendiendo camino, pero después de unos momentos cayó en cuenta de que su amigo iba a ir con él. Fue ahí cuando notó la ausencia de cierta rubia. –Oye ¿Y Kazaki?

–Katsumi. –Le corrigió Tanjiro. –Y recuerda que ella es de primer año, los de nuevo ingreso no asisten a los viajes escolares. –Respondió con simpleza. Ya no se sentía asfixiado por tenerlo cerca.

–Asalta cunas. –Se burló Zenitsu recibiendo una mirada reprobatoria por parte de su amigo.

–Gracioso. –Contestó con sarcasmo.

Llegaron al autobús y notaron que algunas chicas aun los seguían. ¿A caso aun creían que tendrían la oportunidad de irse con Zenitsu?

–Lo siento chicas, –Habló el rubio. –pero por si no lo han notado, me iré con mi mejor amigo. –Les dijo eso con la esperanza de que se resignaran y lo dejaran en paz.

Pero no fue así.

En cuestión de segundos las chicas se habían alborotado por completo chillando de emoción. Y no era de extrañarse, después de todo Tanjiro estaba en la lista de los chicos más apuestos del instituto junto con Zenitsu y Obanai.

–¡Eso no es problema, podemos tomar a alguno de los dos! –Chilló una.

Y en tan solo un momento ya estaban siendo jaloneados por distintas manos para ver quien se quedaba con alguno de los dos. Zenitsu maldecía su suerte en ese momento, mientras que Tanjiro tenía ganas de golpear a su mejor amigo por su indiscreción.

Vaya forma de iniciar el viaje escolar.


En otro lado de la ciudad, Shinobu le pidió a su chofer que detuviera el coche en la desierta escuela, alegando ante la repentina extrañez de su chofer que ella había llegado temprano. Para él no era raro que ella estuviera usando ropa del diario en lugar del uniforme reglamentario, de manera que eso era lo que menos le importaba. Shinobu le dio explicaciones, no porque a su chofer le importe que ella se esté fugando o algo parecido, sino que dado quien es ella y el apellido de su familia, no podía permitir especulaciones entre la servidumbre que después causarían un escándalo.

Después de todo ella era "la señorita Kocho" y muy a su pesar no contaba con la libertad de poder establecer acuerdos de confidencialidad con los empleados, como su padre al meterse con sus amantes de turno, las mismas que en su mayoría eran sirvientas empleadas de la gran mansión.

También fue muy difícil escapar de su hermana, y por primera vez agradecía que sus padres se hayan ido de viaje desde temprano, lo cual coincidía con su excusa de que no iría al viaje escolar porque sus padres le pidieron que los acompañara a Milán. A Kanao le confiaba todo, pero este era un asunto delicado, por lo cual no podía predecir la reacción de su hermana si se lo contara.

Ni modo. Ocultarse tenía algo de emocionante que complementaba toda su situación. Después de todo ellos eran novios y su relación no era aprobada por la sociedad al ser maestro y alumna. Aunque él aún tuviera su corazón enterrado con su difunta esposa, nada impediría que ella le demostrase su amor.

Le demostraría que eran el uno para el otro.

Con paso decidido caminó una cuadra arriba del colegio. Se colocó uno de sus sombreros favoritos de manera que no se la reconociera tan fácilmente, y se dirigió a la cafetería en la que habían quedado y que estaba a dos cuadras del instituto. Su ropa agilizó su llegada y sus ojos se iluminaron cuando vieron que su profesor la esperaba sentado, tomando café en una de las mesillas de afuera del establecimiento.

Al parecer él sintió su mirada ya que bajó el periódico que leía y se la quedó viendo un largo rato antes de sonreírle resignado. Shinobu correspondió el gesto con una sonrisa traviesa y un guiño en el ojo, antes de acercarse a su encuentro.

Giyuu se puso de pie y se quedó viendo a la guapa mujercita que tenía en frente. Shinobu iba con una falda café entallada que llegaba a mitad de muslo y se sujetaba con un cinturón negro que resaltaba su estrecha cintura. En la parte de arriba llevaba un suéter blanco tejido con cuello de tortuga, su rostro lo cubría con un sombrero negro de invierno. Siguió la observación llegando a sus piernas, muy bien torneadas con sus medias negras de gasa y botines del mismo color. Se veía tan hermosa… que prefirió desviar su atención al pequeño bolso de viaje que llevaba en sus manos.

–Vaya.

La joven sonrió con coquetería.

–¿Lo he dejado sin aliento, profesor Tomioka?

No estaba muy alejada de la verdad, pero, jamás se lo diría.

–Me sorprende ver que solo traigas un bolso, francamente me esperaba una maleta de viaje. –Se burló de ella y tuvo que reprimir una sonrisa al verla enrojecer y enfurruñarse.

–De hecho, son dos, y las he dejado encargadas en una tienda al final de la calle. No pretenderías que las trajera hasta acá. –Gimió incrédula.

Giyuu no pudo sino reírse ante su propia ingenuidad.

–Bien, vamos a ver tu equipaje. –Dejó la cuenta y la propina, y alcanzó a la muchacha hasta llegar a su altura.

–¿Y bien? –Demandó la pelimorada. –¿Qué te he dicho sobre el saludo? Es de mala educación no saludar.

El profesor ladeo una sonrisa y se inclinó hacia ella que era mucho más pequeña que él. La vio cerrar los ojos y los labios, incluso ponerse de puntitas. Se veía tan linda así.

Shinobu estaba esperando. Él la besaría suavemente y ella aprovecharía para profundizarlo y no dejarlo escapar. Ese era el plan, lo que ella iba a hacer. Sin embargo, el beso nunca llegó. Sus perfectamente depiladas cejas se juntaron ante la intriga y abrió los ojos poco a poco para encontrarse con la sonrisa burlesca del docente.

–¡¿Qué…?!

Giyuu aprovechó que la pequeña estaba con la guardia baja y le alzo el sombrero para plantarle un casto beso en la frente.

–¿Feliz? –Sonrió socarronamente y empezó a caminar calle abajo, donde Shinobu había señalado que había dejado su equipaje.

Shinobu enrojeció del coraje y tras colocarse bien el sombrero se unió al paso del pelinegro y esta vez, sin pedir permiso tomó su mano. Giyuu se giró sorprendido ante su gran sonrisa.

No se iba a dejar desanimar por algo así. Tenía tres días para lograr su objetivo:

Seducir a Giyuu.


Los números salían sin parar en la pantalla negra frente a ella conforme aparecían y terminaban de dar el informe actual del proceso que se estaba llevando a cabo. Los ágiles y delgados dedos del chico tecleaban con genuina agilidad y siempre muy seguro de lo que estaba escribiendo.

Mitsuri se talló los ojos frustrada. ¿Acaso había algo que Iguro no hiciera bien?

Una sonrisa malvada se coló en sus labios al recordar: Beber. Eso no se le daba bien

La sonrisa se le borró cuando recordó las consecuencias de que Iguro no sepa beber.

Toda acción tiene su reacción.

En su caso, la acción de que Iguro bebiera causó la reacción de que la besara, y eso sí que se le daba bien. Nuevamente volvían al punto de partida. En síntesis: Iguro era bueno en todo lo que hacía. Estúpidas leyes de Newton.

Porque si besaba así, seguramente en la cama…

¡Qué tonterías te pasan por la cabeza Kanroji! Se reprendió a sí misma sintiendo como empezaban a quemarle las orejas. Ella no debería ni siquiera sentir curiosidad sobre ese aspecto de la vida de su compañero.

–Kanroji…

Aunque, es natural que tuviera curiosidad acerca del comportamiento íntimo de ese hombre de hielo.

–Kanroji…

¡Eso era! Sólo sentía mera curiosidad científica. No tenía ningún interés particular.

"Mentirosa". Rebatió su conciencia.

–¡Kanroji!

–¡Juro por mi vida que es por la ciencia!

Mitsuri cayó en cuenta de lo que había gritado tan solo una fracción de segundo después. Cuando contempló frente a ella los rostros perplejos de Muichiro e Iguro.

Se sintió enrojecer desde el pelo hasta la punta de sus pies ante la estupefacta mirada de los jóvenes.

–¿Qué clase de oscuros pensamientos rondaban tu cabeza, Mitsuri? –Muichiro hizo el comentario de la forma más inocente posible.

Pero, debido a que efectivamente la mente de la joven tenía pensamientos oscuros, se ruborizó aún más. Casi podía sentir el humo salir de sus oídos. Involuntariamente sus ojos se dirigieron a los de su compañero de clases. El cual, ajeno a los pensamientos de Mitsuri, se limitó a alzar una de sus perfectas cejas.

Él, que era el culpable de sus pensamientos yacía impávido ante su bochorno.

–Es tu turno. –Fueron las simples y escuetas palabras de Obanai conforme se levantaba para cederle su asiento a Mitsuri. –Pervertida Kanroji.

Se escuchó una tos mal disimulada por parte de Muichiro que se giró para que no lo vieran reírse.

Es que ese par eran únicos. Desde que llegaron a las siete de la mañana no habían dejado de contradecirse. Más de una vez él tuvo que intervenir para que no se fueran a los golpes, corrección, para que Kanroji no saltara a pegarle al chico.

Correcto, Iguro tenía un serio problema de actitud directamente proporcional al problema que tenía Mitsuri con su temperamento. El chico era tranquilo, pero muy sarcástico, en cambio la muchacha tenía un carácter explosivo.

En teoría, no deberían poder hacer… nada, juntos.

Sin embargo, una vez que se ponen de acuerdo, (con su intervención, claro está) ambos trabajan perfectamente en conjunto. Si se llevaran mejor, seguramente harían hallazgos extraordinarios, o quizá sería exactamente lo contrario. Pensó divertido.

–¡Te odio Iguro!

El pelinegro simplemente se encogió de hombros e ignoró el comentario de la muchacha.

Por su parte, Muichiro se preguntaba qué tanta verdad contendría las palabras de la chica.


Por más que lo pensaba, Aoi no entendía QUÉ rayos estaba haciendo allí y empezaba a ponerse nerviosa.

No era para menos. Estaba en una gran furgoneta roja rodeada de miles de personas… rojas que coreaban a voz en cuello y con cerveza en mano el himno de Kawasaki Brave Thunders.

Allí había gente de todas las edades. Desde estudiantes que aprovechaban las vacaciones, hasta adultos mayores que yacían sentados, pero gritando el himno de su equipo… e insultos a sus amados Alvark.

Y estaba ella. Rezagada en una esquina, la única persona en el vehículo que iba en total silencio y con el mínimo gesto de felicidad pintado en su rostro.

–¡Hey! Cambia esa cara Aoisita.

La peliazul alzó la mirada con el ceño fruncido al culpable de que se hallase en esa incómoda situación.

Hashibira.

–¿Te parece que debería estar feliz? –Le espetó indignada. –Me siento como un lobo disfrazado de oveja aquí. –Chilló bajito. –Si el grandulón ese vuelve a insultar a Shoyo Hinata creo que le romperé la nariz.

El Peliazul sonrió de medio lado.

–Eso no sería prudente. –Contestó Inosuke con sorna. –Ya que, desde mi punto de vista tú eres una oveja disfrazada de lobo, mi querida Alvark. –Le susurró bajito haciendo que ella se ruborizara.

–¡Oye! No comas pan delante de los pobres, Hashibira.

Se escuchó una voz desde el centro del vehículo, donde estaban coreando los pasajeros.

–Deja la envidia Akiyama. –Contestó Inosuke burlón. –Mejor ve y búscate una para ti.

Aoi cerró los ojos y llevó su mano al rostro. No quería presenciar ese tipo de conversación.

–No gracias. –Rio el rubio. –Por cierto, ¿qué le pasa a tu chica? Se ve enferma.

–Está en el primer trimestre. –Explicó Inosuke como si nada. –Náuseas y esas cosas.

Kanzaki abrió los ojos desmesuradamente y poco a poco alzó la vista hacia el cabezota de su compañero. ¿Qué acababa de decir? Vio como Akiyama asentía cómo si hubiera estado al tanto de lo que Inosuke decía y no necesitase más explicación.

–¿Nauseas y esas cosas? –Musitó. –¿Primer trimestre de qué?

Inosuke le dedicó una gran sonrisa malévola tras saludar al señor de edad que estaba mirándolos intrigado.

–De tu embarazo, cielo. –Explicó con naturalidad y rodando los ojos. –No sabía que la amnesia fuese un síntoma.

El señor que despegó la vista de su periódico para prestar atención a la conversación de los maestros volvió a concentrarse en su informativo. Sólo una vez seguro de que ya no los veía, Inosuke se relajó.

–¿Podrías por una vez en tu vida no llevarme la contraria mujer? –Se quejó frustrado, pero tan bajito que sólo Aoi podía escucharlo. –Con lo que me costó conseguirnos un lugar en este tour.

–¡¿Para eso tenías que inventarte que estoy embarazada?! –Chilló igual de bajo.

–Y que eres mi mujer. –Enfatizó. –Sabes que las entradas para este partido estaban agotadas. –Le recordó Hashibira.

–Sí, pero pudiste conseguirlas y viajar en otro medio de transporte, ¡no teníamos que venir con la hinchada!

–La única forma de conseguir las entradas era con el paquete completo, y eso incluía la movilización y hospedaje. Vamos, que es un precio pequeño por ir al segundo encuentro entre los Kawasaki y los Alvark.

Aoi bufó molesta. En efecto, un día antes del último examen encontró a Inosuke lloriqueando en la sala de maestros porque las entradas para el partido se habían agotado y no tenía dinero para las entradas de la reventa. Ella también quería ir a ver el partido, tenía el dinero más no los medios para conseguirla; se supone que esperaría y compraría tranquilamente. No imaginó que se agotarían.

Por eso cuando Inosuke le ofreció conseguirle la entrada a cambio de un préstamo hasta fin de mes, aceptó inmediatamente.

Pero en ningún momento se le pasó por la cabeza que iría en un carro lleno de fanáticos de los Kawasaki que vitorearían insultos contra su querido equipo blanco.

–¿Y se supone que tendremos que estar todos melosos y diciéndonos cursilerías? –Involuntariamente hizo una mueca de horror

–No creas que me muero por abrazarte y besarte Kanzaki. –Respondió sintiéndose extrañamente ofendido por el rechazo que mostraba su colega. –Pero, supongo que al menos mientras nos estén viendo tendremos que mínimo agarrarnos de las manos. –Le ofreció una de sus manos. –Todo sea por el baloncesto.

La peliazul miró la mano del muchacho y dudó. Temía por su plan. Como Aoi, la amargada maestra, era muy fácil mantener alejado a Inosuke para que no sospechara de que ella y la otrora: "mujer de sus sueños", eran la misma persona.

Claro que, por otro lado, seguramente Hashibira no estaría sobre ella, como estaba generalmente cuando adoptaba su disfraz y ella tenía que hacer lo posible por ocultar como le hormigueaba el estómago cuando el peliazul se le acercaba demasiado. Sacudió la cabeza con fuerza, el estómago no le hormigueaba, se le revolvía por tener que aguantar la cercanía de alguien tan molesto.

–¿Y bien? –Preguntó impaciente el profesor de educación física sacando a la inspectora de sus cavilaciones. –Vamos, que casi se podría decir que somos… –Lo pensó un momento. –Camaradas. O por lo menos ya no quieres matarme sólo al verme.

Algo de verdad contenían las palabras de Inosuke. Finalmente aceptó la mano que le ofrecían.

–Todo sea por el baloncesto. –Repitió con pesar. –Es decir, si ya estamos aquí y si le mentimos al director Ubuyashiki para escaparnos del paseo de fin de curso…

Inosuke se rio con ganas.

–En el fondo, él sabía que le estábamos mintiendo, eres una pésima mentirosa Aoisita. –Se burló con afecto. –Era fácil saberlo si te confundiste como tres veces de familiar enfermo.

–Entonces, ¿por qué no se negó?

–Porque sabe que eres una de sus mejores profesoras. –Contestó con simpleza. –Quizá quería recompensarte por tu arduo trabajo dándote la semana completa de vacaciones.

Aoi se ruborizó por las palabras de él. Generalmente nunca se reconocían sus esfuerzos o sacrificios. Según ella era la bruja del instituto incluso para los miembros del personal. Saber que el jefe la tiene en alta estima era muy halagador.

–Su-supongo. –Contestó azorada.

Inosuke no pudo evitar enternecerse ante su rubor. Estaba claro que no sabía cómo responder a un cumplido y que estos eran algo muy extraño para ella, y con razón, ya que se encargaba al máximo de ocultar sus buenos puntos. Al menos ya no vestía como viuda de pueblo, eso le cambiaba mucho.

–Yo por mi parte tengo los privilegios de ser su consentido. –Comentó con el afán de molestarla y hacerla rabiar. Pero, inesperadamente ella rio y esa sonrisa en su rostro se lo cambió completamente. Parecía la joven de veinte y tantos que era y no la vieja de cuarenta que aparentaba.

Se veía linda.

Quiso abofetearse medio segundo después. ¿Qué carajo estaba pensado?

–Claro. –Soltó la peliazul. –Pero ¿qué pasará si vuelves a ver a una de estas personas y te preguntan por tu esposa e hijo?

–Es poco probable ya que este es el club de fans de Kioto, Aoisita. –Contestó encogiéndose de hombros. –Pero si pasa, siempre puedo decirles que el niño salió con el pelo rubio y ojos cafés añadiendo que el cartero es exactamente igual. –Lo dijo con toda la intención de hacerla rabiar y funcionó, le gritaría en cualquier segundo.

–Muérete Hashibira. –Fue lo único que dijo y lo hizo lo suficientemente bajo, para que nadie más la escuche y procedió a ignorarlo.

–Vamos, Aoisita era una broma.

Aoi lo ignoró apropósito mientras él seguía llamándola: "Aoisita". Más, esta vez no lo corrigió.

Era la primera vez que ese apelativo le sonaba cariñoso.


El paisaje a su alrededor era maravilloso. Los árboles y el ruido de los animales a su alrededor le daban un aire mucho más especial del que ya tenía. Claro, y si a eso se le sumaba que tenía al guía turístico más sexy del mundo, todo era mucho mejor.

–Esto es maravilloso.

–Supongo que la perspectiva es diferente desde el cielo. –Comentó vagamente. –Asumo que sólo viajas en avión.

–En algún momento viajábamos en coche o en tren. Solo que de eso hace tanto tiempo que ya casi ni lo recuerdo. –Explicó la joven. –Pensé que viajaríamos en tren.

–Querrás decir que pensaste que no tendría el dinero para alquilar un auto. –Acusó divertido al ver como ella se ruborizada. –Te recuerdo que antes de trabajar como maestro, trabajé en un banco y sé manejar y ahorrar mi dinero. No tengo millones en bancos de Suiza ni un coche, pero, digamos que tengo… un buen respaldo para emergencias.

–Ya veo… –Dijo avergonzada y un poco incómoda, no le gustaba que Giyuu mencionase cosas de su pasado. Cosas que involucraban a Alice. –Y ¿me dirás dónde me llevas? –Indagó cambiando el tema. –Asumo que vamos a la costa, por el clima, pero, nos desviamos de Chigasaki hace un par de horas.

–Paciencia. –Fue lo único que dijo el joven. –Ya estamos cerca.

Y efectivamente, tras un inesperado desvío, Shinobu pudo divisar un pequeño pueblo costero a unos pocos kilómetros de distancia. No tardaron mucho en llegar, así como en atravesar el pueblo; el mismo que a simple vista parecía muy acogedor, no había mucho tráfico y todos los transeúntes se saludaban con afecto entre sí.

–Bienvenida a Shimoda.

Giyuu habló, más Shinobu estaba demasiado ensimismada apreciando el rústico panorama que le ofrecía el pueblo. Condujo despacio, pero, finalmente llegaron a una gran casa tradicional en cuya puerta podía leerse "TOMIOKA" claramente. La joven estudiante se giró a su maestro formulando con su mirada una pregunta.

–Mi padre nació aquí, se mudó a Tokio cuando entró a la Universidad. –Explicó el docente. –Sus padres, mis abuelos, murieron hace muchos años y al ser hijo único, esto, –Señaló la casa. –es suyo, y por consecuente mío y de Tsutako también.

–Nunca habías mencionado a tu padre. –Musitó Shinobu intrigada.

–Mi padre es un hombre enamorado de su trabajo. –Contestó con simpleza. –Es un gran padre cuando está, pero lamentablemente eso no ocurre muy a menudo.

–Entonces sí hablas con él. –Concluyó Shinobu.

–Sí, yo sí. –Fue la respuesta del pelinegro mientras desembarcaba el equipaje. –Tuve que hablarle para ponerme en contacto con quien cuida la casa y se encarga de su mantenimiento.

–¿Y Tsutako?

Giyuu dejó de sacar las maletas por un momento antes de contestar.

–Digamos que entre papá y Tsutako hay la misma tensión que entre ella y yo. La muerte de mamá nos distancio, a todos. –Cerró el carro y empezó a dirigir las maletas a la puerta para abrirla cómodamente. –Cuando era pequeño veníamos muy a menudo, incluso después, conforme crecí. Son los mejores recuerdos que tengo. Aquí es, quizá, el lugar más tranquilo y relajante de Japón.

Kocho tuvo que morderse la lengua para no preguntarle si es que había llevado allí a Alice. No quería mencionar a su doble, es más, quería que Giyuu borrara de su cabeza la presencia de Alice, al menos por ese viaje. Sin embargo, a Giyuu le bastó nada más verla para saber qué estaba pensando. Sonrió derrotado, Shinobu era un libro abierto para él.

–Alice nunca vino aquí. –Prefirió omitir que siempre quiso llevarla. –Cuando empezamos a salir éramos apenas jóvenes y luego nos fuimos a Francia.

Bravo, Shinobu, se felicitó internamente. Se suponía que Alice no sería mencionada en su paseo. Tenía que recuperar el control de la situación. Ella se había propuesto que en ese viaje le demostraría a Giyuu que ella es el nuevo amor de su vida.

–¿Eso quiere decir que soy la primera mujer que traes aquí? –Indagó con un claro doble sentido oculto en sus palabras mientras entraba a la casa.

–Se podría decir…

Shinobu entró a la casa, se quitó los botines y se subió al descanso para estar cara a cara con su novio.

–Entonces, supongo que mereces un premio. –Colgó sus brazos al cuello del pelinegro y sin darle tiempo a reaccionar, unió sus labios con los de él en un lento y profundo beso.

Aunque a Giyuu lo tomó por sorpresa un beso de ese calibre, no tuvo objeción alguna y lo correspondió, dejándose llevar, inconscientemente. Shinobu aprovechó que él no ponía resistencia para enredar los dedos en sus negros cabellos y jalarlo hacia ella con el fin de profundizar aún más el beso. Giyuu soltó las maletas y llevó las manos a la cintura de la chica dando un lento recorrido.

Hasta que el maldito oxígeno hizo falta.

Giyuu la empujó ligeramente y la miró con incertidumbre.

–Menuda forma de empezar las vacaciones.

La cantarina risa de Shinobu llenó la vacía casa en la que se encontraban.

–Querido, y esto es sólo el principio.

Para el final de ese viaje, ella habrá curado el corazón de Giyuu con su cariño.


El paisaje que ofrecían las nevadas cumbres era majestuoso, especialmente en esa época del año. A pesar de que el sol se encontraba en lo alto del cielo, el frío de las montañas de Nagano era terrible.

Y eso le molestaba.

–¡Míralo!

–¡Es genial!

Apenas se dio cuenta de que una sombra pasó a su lado como un bólido, salpicándolo de nieve luego de frenar a unos pocos metros de distancia.

No sabía si lo que le molestaba más era el frío o el gringo presumido ese.

–¿Me viste, Nezuko?

Jacob se quitó las gafas protectoras y el gorro de lana, y con un ágil movimiento su tabla de snowboard cayó en su mano. Se dirigió a Nezuko, quien estaba esquiando de la manera tradicional con Kanao.

Desde un buen rato había estado observándolo y no podía evitar fulminarlo con la mirada cada vez que se acercaba a su mejor amiga. Daban ganas de romperle la cara.

–Si lo sigues viendo así vas a terminar por desgastarlo con la mirada. –Escuchó a alguien que se sentaba junto a él y le extendía un vaso de café.

–Gracias, Tanjiro. –Agradeció a la par que tomaba el café entre sus manos. –Y no es mi culpa que el gringo ese quiera llamar la atención. Todos están pendientes a lo que hace.

–Claro. –Se burló. –Pero es una ventaja que acapare toda la atención, por lo menos las chicas ya no nos molestan.

–Ojalá y se largue pronto a su país. Ya no lo tolero. –Comentó con frustración mientras limpiaba su nariz. Aún sentía como si se fuera a enfermar.

–Solo lo dices porque no quieres que esté con Nezuko. –Agregó Tanjiro. –Si no fuera así, ni siquiera notarias su presencia.

En eso se pudo observar cómo Jacob tomaba la mano de Nezuko para besarla con elegancia.

–Muy bien, ahora sí lo mato. –Zenitsu se levantó de su asiento con la intención de ir a golpear al extranjero.

–Zenitsu, contrólate. –Le reprochó su mejor amigo a la par que lo sujetaba de su chamarra evitando que avanzara. Fijó su vista donde estaban su hermana y Jacob, y observó que ahora el chico besaba la mano de Kanao haciéndola sonrojar. –Olvídalo. –Habló molesto soltando al rubio para encaminarse de forma amenazante donde estaba el grupo de amigos.

–Tanjiro no. –Ahora fue Zenitsu quien lo detuvo. –No puedes meterte en problemas ahora.

El pelirrojo infló sus mejillas en forma de reproche mientras se sentaba resignado junto a su amigo.

–Esto es un asco. –Expresó frustrado el rubio sentándose nuevamente. –Al ser nuestro último viaje escolar creí que las cosas serían distintas, pero esto se aleja bastante a lo que esperaba. –Soltó un sonoro suspiro. –Kanao y Nezuko no están con nosotros siendo este su primer viaje escolar, mientras que Mitsuri y Shinobu ni siquiera vinieron.

–Es raro que Mitsuri no haya asistido, pero me extraña más de Shinobu ya que ella... –Tanjiro recorrió el lugar con la mirada, y fue ahí cuando se dio cuenta de algo muy importante.

¿Cómo no lo notó antes?

Giyuu no había asistido al viaje, y casualmente a Shinobu se le presentó un viaje de improviso con sus padres. ¿A caso…? No, no podía ser eso posible. Si Giyuu y Shinobu se fueron de viaje juntos, eso sería un asunto muy serio y habría problemas si alguien más se enterara.

Tanjiro no quiso mencionar que le extrañaba que Shinobu y Giyuu no estaban, pero su expresión de preocupación fue tan evidente que Zenitsu pudo percibirlo.

–¿Qué pasa? ¿Olvidaste algo? –Pregunto el rubio desviando por primera vez su atención de Jacob y Nezuko.

–¿Eh…? –Tanjiro tardó un poco en reaccionar. –¡Ah! No, no pasa nada. –Trató de sonar lo más convincente posible, pero su rostro de preocupación lo delataban.

Zenitsu arqueo una ceja con incredulidad. Conocía perfectamente a su mejor amigo, por lo cual sabía que algo le pasaba.

–Es que… –El pelirrojo intento decirle una mentira, pero de solo intentarlo le dieron nauseas, cosa que le causó gracia a Zenitsu.

–Ibas a decir algo de Shinobu. –El rubio se quedó pensativo por un momento. –Ahora que la mencionas, no puedo quitarme de la cabeza que algo tiene. Su comportamiento últimamente ha sido muy extraño, se ve más relajada de lo normal como si nunca hubiera pasado lo de Douma… –Se giró nuevamente a ver a su amigo y pudo notar que se encontraba afligido. Al parecer sus sospechas eran ciertas. –Y tengo la impresión de que tú sabes qué es lo que le sucede.

Tanjiro sabía que sería imposible evadir el tema, y que fingir no saber nada no funcionaría debido a que es pésimo para mentir. Zenitsu parecía ser solo un idiota despistado, pero cuando algo pasaba con sus amigas parecía tener un sexto sentido para percibir que algo no andaba bien.

Él se encontraba preocupado por la relación que tenían su amiga y Giyuu, y aunque pareciera que solo se ha centrado en Kanao, otra parte de él se mantenía alerta con respecto a ese asunto.

Después de meditarlo por unos instantes, se dio cuenta de que ellos dos al ser los únicos hombres del grupo, se sentían responsables de cuidar a sus amigas, por lo que sería injusto que Zenitsu no estuviera enterado de la situación y si se enteraba por otro medio no se lo perdonaría. Además, si las cosas se complicaban podía contar con su mejor amigo para llegar a una solución juntos. Sí, ya estaba decido.

Se lo contaría todo.

–Es muy difícil para mí confesarte esto. –Empezó a hablar el pelirrojo con una seriedad que impresionó a Zenitsu. –Pero por nada del mundo puedes decírselo a nadie más, ni siquiera a Nezuko y mucho menos a Tsutako-san. –Observó como su mejor amigo asentía y continuo. –Lo que pasa con Shinobu es que…

Y entonces empezó a relatar todo, desde como los encontró el día de la fiesta besándose hasta enterarse de que habían llegado a la fase de ser "novios".

–¿Estás jugando conmigo? –Preguntó impactado al recibir toda la información.

–Sabes que no jugaría con algo tan serio. –Contestó aun con su serio semblante.

–¡Maldita sea Tanjiro! –Espetó con molestia. –¿Por qué no me lo contaste antes? Esto es algo muy delicado, y si alguien se llega a enterar…

–Nadie tiene por qué saberlo ya que ninguno de los dos dirá nada. –Le advirtió. –Y si no te lo dije antes fue porque tenía la esperanza de que fuera solo un capricho de Shinobu y que en cuestión de días dejaría a Giyuu, pero… –Apretó los puños. –Creo que se ha salido de control y no la veo con intenciones de alejarse de él.

–¡Precisamente por eso tuviste que habérmelo dicho antes! Habríamos podido evitar que esto llegara más lejos y… –Recorrió el lugar y apreció lo mismo que Tanjiro. Ahora comprendía el porqué de su preocupación hace unos momentos. –¿No me diga que ellos dos…?

–No lo sé. –Le interrumpió adivinando qué preguntaría. –Pero es demasiada coincidencia que ambos no estén.

–Mierda. –Dijo ahora preocupado. –Hay que estar alerta ante cualquier incidente. Si le hace algo a Shinobu ahora sí tendré la oportunidad de partirle la cara.

–Shinobu tampoco es una niña, ella sabe en lo que se está metiendo. –Le hizo ver Tanjiro. –A pesar de lo que sucedió, tú y yo conocemos a Giyuu como para confiar en que no la lastimará.

–¿Cómo estás tan seguro? Han pasado años y ni siquiera hemos tenido una conversación con él.

–Ya he hablado con Giyuu. No fue mucho, pero si lo suficiente para confiar en él. –Emitió un sonoro suspiro. –Hay que esperar a ver como se dan las cosas.

–Tú ya hasta hablaste con él y yo apenas me vengo enterando. –Comentó el rubio con molestia. –Menuda gracia.

–Ahora ya lo sabes, cuando la veamos hablaremos con ella, me preocupa.

Zenitsu asintió aun no muy convencido.

Se encontraba sumamente preocupado. Tal vez las relaciones entre alumna y profesor sean algo común, pero no dejaban de ser un problema. Si se tratara de otra persona simplemente lo ignoraría, pero ahora la persona en cuestión es una de sus amigas, y no era cualquier persona, estaban hablando de la hija de una de las familias más influyentes en Tokio. Si alguien se enterara los medios se irían sobre de ella metiéndola en problemas, toda la escuela la juzgaría duramente.

Por otra parte, Giyuu quedaría desprestigiado e iría a prisión por meterse con una menor de edad. No era que se preocupara por él, sino que su preocupación era por Tsutako-san, saldría muy lastimada al ver a su hermano envuelto en un problema como ese. Sí, era eso, Giyuu ya no formaba parte de su vida.

Sacó su teléfono con la intención de llamar a su amiga, pero antes de que pudiera hacerlo Tanjiro lo detuvo.

–No pierdas tu tiempo, ya intenté hacerlo, pero tal parece que tiene apagado su teléfono.

–¿Entonces no podemos hacer nada ahora? –Su amigo negó con la cabeza. –Y una mierda. –Se quejó.

–Entiendo que te sientas así, yo también estoy preocupado y me inquieta un poco que no esté al pendiente de su teléfono. –Le apoyó. –Pero tenemos que relajarnos si no levantaremos sospechas.

Zenitsu suspiró resignado. Tanjiro tenía razón, no ganaban nada preocupándose por algo que por el momento estaba fuera de sus manos, y sobre todo no podían levantar sospechas en Kanao y Nezuko, no sabía cómo podrían reaccionar si se los contara. Por el momento solo podían esperar y tratar de solucionar sus propios problemas.

–Como digas. –Regresó su vista a donde estaba Nezuko y observó que el gringo aun no dejaba de llamar la atención mientras esquiaba. Frunció el ceño. –En vista de que no podemos hacer nada, por ahora tengo otro asunto que atender. –Anunció el rubio poniéndose de pie para ir donde su amiga.

–Solo no hagas ninguna estupidez. –En otro momento lo hubiera detenido, pero al ver como Kanao se iba a quien sabe dónde con Hideki, consideró más importante seguirlos. –Yo también tengo otra cosa que atender. Nos vemos después.

Zenitsu se despidió con un ademán y siguió su camino.

Por su parte, Tanjiro emprendió su camino en dirección a donde Hideki y Kanao se dirigían, pero no sin antes mandarle un mensaje a Shinobu.

–"Lo siento, pero tuve que contarle todo a Zenitsu. Cuando tengas oportunidad llámanos para asegurarnos de que estás bien, ambos estamos preocupados."

Enviar.

Pero como era de esperarse, el mensaje solo contaba con una palomita de enviado.

Suspiró con resignación. Hecho esto, ahora podía ir donde Kanao.


–¿Te vas Kanao?

–Solo iré con Hideki a la cafetería. –Habló la menor Kocho mientras recogía sus cosas. –¿quieres que te traiga algo Nezuko?

–Gracias, pero así estoy bien. –Sonriéndole con suavidad.

–Vale, ¿no hay problema con que te deje sola un momento? Prometo no tardar.

–No te preocupes, me quedaré con Jacob así que no tengo problema. –Le tranquilizó la castaña.

–Entonces te veo en un rato, diviértete. –Se despidió Kanao yendo donde Hideki ya la esperaba.

Nezuko vio como su amiga se alejaba para después hacer una mueca de disgusto. No le molestaba estar con Jacob, pero hubiera preferido pasar su viaje escolar con todos sus amigos reunidos ya que siempre que estaban juntos los momentos eran agradables.

Lástima que las cosas ya no podían ser como antes.

–¿Qué te pareció eso Nezuko? –Escuchó que alguien la llamaba y fijó su atención al rubio que parecía divertirse bastante esquiando.

–Eres muy hábil, Jacob. –Felicitó la castaña. –Las chicas están locas por ti.

–Pero, yo sólo me luzco para ti. –Afirmó el rubio sonriendo descaradamente y guiñándole un ojo.

Nezuko se rio ante la ocurrencia. En el viaje había tenido la oportunidad de hablar largo y tendido con el extranjero. Descubrió muchos aspectos interesantes de su vida y concluyó en que era una persona inofensiva y divertida. Sin mencionar que la cultura occidental era tan diferente a la oriental; incluso se sorprendió de que, cuando Jacob le propuso estudiar en el extranjero no le haya parecido una locura.

Luego pensó en sus padres y en Tanjiro que seguramente pegarían el grito en el cielo. Pero, acabarían cediendo. Después de todo, ¿qué le quedaba allí? Shinobu y Kanao tenían el dinero suficiente para irse a estudiar a cualquier universidad del mundo, estaba segura de que Mitsuri ganaría el premio y entraría a la Todai, y Zenitsu aceptaría su beca y se iría, además de que Tanjiro tenía intenciones de ir a estudiar a una escuela alejada.

Ella quedaría sola.

Cuán diferente era la vida de cómo la había planeado. De niña habría asegurado que al salir del colegio ya tendría años de novia con Zenitsu, entrarían a la Universidad más cercana de Tokio, Zenitsu le pediría matrimonio el día de su graduación, se casarían, tendrían hijos y todo sería perfecto.

Hoy en día eso no era más que un bonito sueño que jamás se volvería realidad.

–Te ves muy bonita cuando sonríes. –Halagó el joven de ojos verdes estirando su mano con la intención de acariciar el rostro de la joven Kamado.

La bilis de Zenitsu, quien ya se acercaba, se le subió a la garganta. Nunca pensó que lamentaría que el idiota de Rui se torciera el tobillo y no estuviera en su paseo. Llegó donde su mejor amiga e interrumpió el gesto del extranjero.

–Parece que te gusta presumir, Brown.

–Me gusta el snowboard. –Corrigió el muchacho de ojos verdes. –Al parecer los japoneses también se ponen a la defensiva cuando alguien hace algo que ellos no pueden.

Una vena ya estaba creciendo en la frente de Agatsuma. El gringo estaba tentando a la suerte.

–¿Quién dijo que no sé? –Cuestionó Zenitsu.

–Zenitsu…–Nezuko llamó la atención de su mejor amigo debido a que su encuentro con Jacob estaba generando curiosidad. –Basta.

El aludido se giró a la castaña que lo llamó y miró fijamente su rostro. Estaba más sonrosada de lo normal y tenía la nariz roja. De un ágil movimiento se quitó la bufanda y se la colocó él mismo a Nezuko.

–Enfermarás si no te abrigas. –Afirmó Zenitsu.

–Tú también. –Señaló la estudiante notando las mejillas de su mejor amigo un poco rojas. Nezuko quiso quitarse la bufanda, pero el rubio se lo impidió. –Debes abrigarte.

–La enfermiza eres tú, pequeña. –Se burló con cariño antes de dirigirse nuevamente al otro rubio. –¿Una carrera?

–Encantado. –Contestó Jacob con entusiasmo y tomando su tabla se dirigió a Nezuko. –Te dedico la victoria, preciosa.

La aludida no pudo evitar ruborizarse y eso fue lo que más molestó a Zenitsu. La menor Kamado lo vio marcharse farfullando por lo bajo.

No tardó en darle alcance al otro rubio.

–No sé cómo sean las cosas en tu país, pero aquí no es bien visto que haya tantas familiaridades entre un chico y una chica que recién se conocen. –Espetó Agatsuma al extranjero.

–Nezuko es muy bonita, no veo nada de malo en decírselo. –Fue la simple respuesta de Jacob. No se giró, de manera que Zenitsu no pudo ver la expresión de su rostro. Él ya se había dado cuenta de que no le simpatizaba a Zenitsu y sabía por qué, aunque el propio Agatsuma lo desconociera en esos momentos. –Además, no tiene novio o algo así, y a mí me agrada mucho.

Eso sirvió para irritar aún más a Zenitsu y se limitó a caminar en silencio hasta la parte más alta de la montaña, donde se subieron al asiento móvil y esperaron llegar al punto de derrape.

–Escúchame. –Llamó Zenitsu. –Nezuko es mi mejor amiga y no permitiré que ningún extranjero se divierta con ella. –Amenazó.

–No tengo intención de hacerle daño a la dulce Nezuko. –Espetó el muchacho de ojos verdes. –Además, tú no eres nadie para decirme eso. No eres capaz de reconocer que sientes algo por tu mejor amiga, es algo tan obvio que un extraño como yo pudo darse cuenta sólo con ver cómo te pones cada vez que estoy cerca de ella y lo nerviosa que se pone ella cuando está cerca de ti.

Zenitsu detuvo su andar y miró al otro rubio con el ceño fruncido. ¿Qué rayos acababa de decir? Claro que se ponía a la defensiva cuando estaba cerca de Nezuko, ella era como una hermana para él. Eso no quería decir que él tuviera otra clase de sentimientos por ella. Principalmente el oxigenado ese no tenía que meterse.

–Eso no es asunto tuyo.

–Quizá lo sea dentro de poco. –Añadió con una sonrisa ladeada. –Nezuko es muy lista y habla muy bien inglés. Seguramente no le sería difícil aplicar para una beca en el extranjero como se lo he sugerido, –Se colocó las gafas de protección y fijó su mirada hacia abajo. –por supuesto que estaré encantado de recibirla.

Y sin decir otra palabra, se lanzó a la montaña. Zenitsu se quedó quieto por una fracción de segundo antes de captar lo que pasaba. Atolondradamente se puso las gafas y se deslizó a la montaña, siguiendo al extranjero.

Se obligó a concentrarse y tras un par de maniobras alcanzó a su contrincante y estaban cabeza a cabeza. Así bajaron toda la cuesta y ya estaban cerca de la llegada, ya se veía a sus compañeros y Zenitsu iba a la delantera. Estaba confiado en que ganaría. Fijó su vista al frente y la vio.

Nezuko estaba de pie esperando, seguramente a que no se mataran. Zenitsu la miró y recordó las palabras del otro rubio:"Seguramente no le sería difícil aplicar para una beca en el extranjero como se lo he sugerido".

De pronto, la imagen de un mundo sin Nezuko invadió su mente. Ya no la vería, ni siquiera de vez en cuando o los fines de semana cuando él fuese a visitar a su madre. No la volvería a ver.

El mundo que veía era muy oscuro y triste, ese era un mundo sin Nezuko, sin su luz. No quería eso. No…

–¡Zenitsu!


Decirlo era fácil, hacerlo era algo muy diferente.

O al menos eso pensaba Shinobu luego de otro de sus intentos fallidos de seducción.

Primero, se había instalado en la habitación donde Giyuu había dejado sus maletas mientras él estaba organizando ciertas cosas. Cuando entró y la encontró escogiendo qué traje de baño usaría, por supuesto que aprovechó la oportunidad.

–¿Cuál me quedaría mejor? –Preguntó escogiendo sus trajes más pequeños y sexys poniéndoselos encima de la ropa para que Giyuu se la imaginara.

Sin embargo, el profesor mantuvo su rostro ávido de expresión y contestó:

–Cualquiera. –Se giró a sus maletas. –Si te gusta esta habitación, puedes quedarte aquí. –Dijo como quien no quiere la cosa.

–No me importaría compartirla. –Susurró Shinobu provocadoramente.

Más, la mirada que le dedicó ese par de ojos azules la dejó fría.

–Eso estaría mal, en más de un sentido.

Sin decir otra palabra, había tomado sus maletas y se había marchado. Por supuesto que Giyuu se sentía mal, seguramente sentiría que le faltaba a su difunta esposa. Seguramente Giyuu habría tenido necesidades en ese tiempo, había escuchado que los hombres no podían esperar y contenerse.

Sí, seguramente eso era.

De cualquier manera, su primer plan había sido un rotundo fracaso y el segundo iba por el mismo camino.

Había optado por un diminuto bikini de tiras al cuello color rojo pasión. Se puso un vestido holgado para cubrirse hasta llegar a la playa, no tardaron ni diez minutos, la casa estaba muy cerca. Shinobu tomó la mano de Giyuu todo el camino, aunque el pelinegro se sorprendió, no se resistió al contacto.

Había pocos turistas o ¿pueblerinos?, no podría reconocerlos ya que no los conoce. Giyuu habló con una mujer de edad y ésta, tras recibir dinero de él, les proporcionó una gran sombrilla para instalarse. Una vez en esa sombra, tendió la gran toalla y se acostó con total calma y tranquilidad.

Shinobu sonrió para sí misma. Muy sensualmente soltó las tiras de su vestido playero y este cayó a sus pies. Justo frente al joven.

–¿Y bien? –Inquirió en un tono juguetón. –¿Qué hacemos?

–Yo quisiera descansar. –Contestó el pelinegro corto de palabras, y sin siquiera dirigirle una mirada a la muchacha que se había esmerado tanto en vestirse para él. –Pero por mí no te detengas, diviértete.

Shinobu no podría creer lo que estaba escuchando. La mandó a divertirse, ¡como si fuera su hija o hermanita menor latosa!

¿Quién se creía? Además, ¡ni siquiera la había mirado! Y ella que se había tomado la molestia de comprar tantos bañadores para que él los considere bonitos, para seducirlo.

Y el muy… de acuerdo, si Giyuu iba a ponerse en ese plan, ella no se quedaría de brazos cruzados. No señor, ella sería más agresiva.

Por lo pronto ya sabía qué quería hacer.

Sacó una toalla de su bolso y una sonrisa que el gato de Cheshire hubiese envidiado se coló en su angelical rostro.


Era increíble cómo se optimizaba el tiempo con la organización correcta.

Eso y un buen mediador, claro está.

Porque si Muichiro no hubiese estado para servir de intermediario entre ella e Iguro, hace mucho tiempo hubiesen tenido que llamar a las autoridades por un doble homicidio.

En lo que iba del día, habían trabajado más de lo que lo habían hecho en los meses anteriores. No terminarían el proyecto ese día, claro estaba; pero, con un par, máximo tres días, ya tendrían el primer modelo de prueba de su navegador.

Claro, eso si ella terminaba de programar el formato de las ventanas del navegador.

–¡Maldición! –Gimió con frustración luego de otro intento fallido. Ya había corregido todos los errores y el programa simplemente se negaba a hacer lo que ella quería que haga.

Alzó la vista a Muichiro, estaba sumido en su propio trabajo, tecleaba sin cesar y sin alzar la vista del ordenador. Ya hasta pena le daba interrumpirlo. Su única opción era…

Giró a su izquierda y vio al azabache tecleando en su propia computadora. ¿Debería pedirle ayuda? Después de todo él es un genio, supuestamente, para él, ayudarla con su pequeño problema debería ser una tontería… y se burlaría de ella. La consideraría aún inferior de lo que ya la cree.

Seguramente se lo recordará hasta el día de su muerte. Sí, ya se veía a ella de ochenta y tantos recibiendo una carta de un ya difunto Iguro recordándole que no pudo hacer una simple programación.

O en caso de que ella llegase a morir primero, hallaría la forma de convencer a su descendencia de que él pusiera el epitafio y se leería: "Aquí yace Mitsuri Kanroji, mejor conocida como la chica que no pudo hacer una simple programación."

O en su graduación…

–¿Qué?

La voz del chico la sacó de sus cavilaciones y se obligó a verlo de forma intrigante.

–No me mires así, llevas más de cinco minutos haciéndome caras raras. –Espetó el muchacho. –No me dejas concentrarme y asustas.

–¡Ni que estuviera tan fea! –Se defendió la joven de cabellos rosados.

Iguro le dio una mirada que hizo que se le erizara el cuerpo antes de agregar:

–En gustos y colores…

Suficiente.

–Claro, por eso me besaste en la fiesta de la escuela. –Susurró bajito para que Muichiro no los escuchase, a pesar de que parecía muy concentrado en su trabajo.

Ahora fue turno del muchacho de verla feo. Sonrió victoriosa, era una ventaja que él no supiera nada más allá de lo que ella misma le contó. Lo escuchó resoplar.

–Entonces, ¿qué querías?

–No puedo programar esto. –Dijo finalmente y de mala gana. –¿Podrías ver qué está mal?

Obanai se levantó en silencio y fue a ver el trabajo de Kanroji. No porque quisiera darle la razón, es sólo que estaba al borde de una migraña y si le decía algo, el perico que tiene por compañera encontraría la forma de rebatírselo.

Mitsuri lo vio inclinarse sobre ella para revisar que los comandos estuvieran bien escritos. Pudo aspirar el olor de su colonia y ver que tenía el cabello sumamente lacio y parecía tan suave al tacto. Se sorprendió al verse invadida por las ganas de comprobar dicha teoría.

–¿Podrías quitarte? –Pidió sin un ápice de delicadeza. –Quiero corregir esto.

La joven hizo caso y se movió al asiento de él. Como al parecer el chico no necesitaba ni que le diga qué estaba haciendo, se puso a revisar su trabajo. Como siempre, simple. Le hacía falta dinamismo así que no dudó en poner manos a la obra.

Tras algunos minutos de trabajo, Mitsuri vio de soslayo al chico sonreír conforme tecleaba en su ordenador y una mueca de victoria se posó en sus labios cuando dejó de hacerlo.

–Ya está. –Señaló triunfante. –¿Qué demonios haces?

–Diseño. –Fue la simple respuesta de la chica. –Vamos, ¿qué tal si cambiamos de labores? –Propuso. –A ti se te da bien programar, yo odio hacerlo y tus diseños harían llorar a un hombre adulto fácilmente. ¿Qué dices?

Bastó con unos segundos de meditación para que Obanai se acomodara en la silla de su compañera y simplemente siguiera tecleando. Mitsuri sonrió muy a gusto.

–Lo que hiciste aquí…

–Mira…

Era una pequeña victoria.

En segundo plano y como mero observador, un joven peliazul ocultaba una sonrisa tras la pantalla de su portátil. No sabía si sorprenderse más por la inteligencia de ese par de niños.

O por no darse cuenta de lo extrañamente bien que se complementaban.


La brisa salada, el cálido ambiente, la paz y tranquilidad que se respiraba era: el paraíso. Un lugar donde podía olvidarse de todo y de todos y dedicarse a descansar.

Giyuu no recordaba la última vez que se sintió así. Sólo sabía que de eso ya hace muchísimo tiempo.

Lo sentía por Shinobu, quizá no debió contestarle como lo hizo, pero apostaba su título a que esa mujercita estaba intentando tentarle. Primero con ese beso que le dio en la entrada de la casa y luego con eso de mover sus maletas al cuarto que él iba a usar y no solo eso. Ponerse a probarse bañadores estando él allí.

Por experiencia sabía que pelear no serviría de nada con Kocho, por lo que optó por irse en silencio.

¿Es que no entendía a lo que podría llevar sus insinuaciones? Eso era peligroso para cualquier hombre y para él aún más puesto que llevaba mucho tiempo sin estar con una mujer.

Y eso era quizá lo que más lo perturbaba.

No había reaccionado así con otra mujer y no por falta de oportunidades. Simplemente no quería. Claro, eso no pasaba con esa princesa que se había autodenominado su novia.

Desde el principio todo era una locura. Debió detenerla cuando empezó con todo eso de querer ser su novia, pero, luego lo besó y él la besó de vuelta y todo se salió de control. Aquel día en su piso, estuvieron a punto de hacer algo que NO deben hacer.

Shinobu era menor, su estudiante. Además, él aún no podía superar a Alice.

Pero, de ser así. ¿Por qué cada vez que besa a Kocho en lo último que piensa es en su difunta esposa?

Aún se siente un adultero por estar con Shinobu, pero después, cuando ella se vuelve hacia él y lo mira con tanto cariño y anhelo de ser correspondida, en él nace ese deseo irracional de cuidarla y protegerla.

Por un instante, un pequeño instante… se siente feliz.

Siente que su vida vuelve a tener sentido.

–Que belleza…

Voces masculinas interrumpieron sus cavilaciones.

–Háblale, tal vez y acepta.

¿Por qué parecía que le estuviesen hablando a él?

–Me da pena, háblale tú. Mira, hay un tipo durmiendo cerca de ella.

–Pero está buena, vale la pena intentarlo.

Involuntariamente su ceño se frunció y abrió uno de sus ojos para ver a un par de adolescentes cerca de ellos.

–Esto… –Habló uno de ellos, un joven del cabello muy oscuro y tez clara. –Te quemarás si no te pones protector, ¿necesitas una mano?

Giyuu pasó de los hormonales adolescentes a la figura que yacía en el piso a unos metros de su sombrilla. Sus ojos se abrieron súbitamente por lo que encontró. Shinobu, echada boca abajo con la espalda totalmente descubierta.

TO-TAL-MEN-TE.

Totalmente ajena a lo que pasaba a su alrededor, vio a los mequetrefes llamar su atención y ella se quitó los Airpods para prestarles atención.

–¿Disculpen? –Preguntó completamente ajena a la situación.

–Hola, quería saber si no te estabas quemando, digo, hace sol y puedes quemarte y parece que… –El chico empezó a ponerse nervioso al ver frente a frente a la muchacha y quedarse prendado en su belleza. –Hace calor, si quieres vienes a tomar un helado con nosotros, claro que invitamos.

Shinobu los veía desde abajo con desdén. ¿Qué pensaría Giyuu si se fuera con ese par de jóvenes?

La respuesta cayó justo frente a sus ojos cuando todo se volvió oscuro y sintió como una tela ligera pero negruzca le caía encima.

–Lo siento, no quiere.

Shinobu podría jurar que la voz de Giyuu era normal, incluso indiferente. Claro, no hubiese dicho eso si hubiese visto la gélida mirada que les dedico a los jóvenes que la pretendían.

Los muchachos se fueron balbuceando una disculpa justo cuando se quitó la remera de la cabeza. Sus perfectas cejas se juntaron con enojo, quien se creía él…

–Oye…

Giyuu se giró a verla con una intensidad en su mirada que no había visto antes. Se agachó y sin decir una palabra tomó las tiras del bañador y lo amarró al cuello y a la espalda. Luego se levantó y caminó hacia el mar.

Shinobu se quedó perpleja ante la extraña actitud de su maestro. Pero si él creía que podía irse así nada más, estaba muy equivocado. Se puso de pie y caminó hacia el pelinegro.

–Giyuu. –Lo llamó y el aludido ni siquiera se inmutó. –¡Giyuu! –Nada. Decidió correr un poco y ponerse frente a él impidiéndole el paso. –¿Se puede saber qué te pasa?

Para Giyuu esa fue la gota que derramó el vaso. No dijo nada, pero tomó a la joven por la cintura y de un par de zancadas llegó al mar, a pesar de las protestas de ella que habían llamado la atención de los turistas. Una vez dentro la soltó y tuvo que reprimir una sonrisa al verla incorporarse completamente empapada.

–¡¿Qué demonios te pasa?! –Exigió saber Shinobu.

–No me gusta que moscones te ronden. –Dijo simplemente. –Era alejarte de ellos o romperles los dientes.

–Ah, ahora sí te importa. –Puso sus manos en las caderas. –¿No dijiste hace un momento que podía hacer lo que quisiera? Si quería ir a tomar un helado con ese par de jóvenes podía, contaba con tu autorización. –Fingía indignación, más estaba encantada de verlo tan descontrolado.

Giyuu tensó la mandíbula ante el desafío.

–No, no puedes. –Arrastró las palabras. –Tampoco puedes tomar el sol semidesnuda.

–¿Por qué? Es algo muy normal.

–No aquí, la gente del pueblo no está acostumbrado a esa clase de exhibicionismo.

–¡Pero si no mostré nada!

–Pero dejaste muy poco a la imaginación. –Replicó cansado.

–Por lo menos llamé la atención de alguien ya que parece que a mi novio no le interesaba.

Se acercó a ella, el agua que le salpicaba lo hacía ver más peligroso y masculino.

–Maldita sea. Tienes una maldita respuesta para todo. –Musitó antes de tomar los labios de la joven entre los suyos y besarla con fiereza y posesión, consciente de que los muchachillos esos los estaban viendo y por qué no, el resto de la playa.

Shinobu colocó sus brazos alrededor de la cintura del pelinegro, abrazándolo con cariño.

–No lo imaginaba tan celoso, profesor Tomioka.

–No son celos. –Contestó a regañadientes. –Pero, parece que no puedo dejarte sola más de cinco minutos.

Contrario a lo esperado, a Shinobu le enterneció el gesto de su querido Giyuu.

–Entones, no lo hagas. –Shinobu se puso de puntitas y le plantó un beso en los labios. –Por mí no hay problema. Ven, ponme protector en la espalda.

La pelimorada tomó su mano y entrelazó sus delgados dedos con los suyos.

–Me vas a volver loco.

–No te preocupes cariño, se dice que las mejores personas lo están.


El "Kanagawa Memories" era un aparentemente módico hotel en el sur de la ciudad; el más cercano al estadio donde se llevaría a cabo el partido de baloncesto. La fachada era muy normal y corriente, cuando Aoi la vio se esperaba un lugar promedio, es decir, no era el Four Seasons, pero al menos lucía lo suficientemente decente como para alojarse.

Pero las apariencias engañaban.

El súbito color vede vómito de las paredes fue lo primero que distorsionó su visión del lugar. El oído fue el siguiente sentido afectado, con los gritos que se escuchaban, no sabía si se encontraba en un ring de boxeo o en un love hotel.

Si fuese claustrofóbica ya hubiese tenido un ataque dada la estrechez de los pasillos y ni mencionar el cuarto, parecía la casita de un ratón, la cama sonaba y para colmo de males…

–La ducha está libre… –Canturreó una vocecilla saliendo del cuarto de baño que se hallaba frente a la cama. –Espero que no me hayas espiado Aoisita.

Con un bufido de indignación, la peliazul tomó sus cosas de baño preparadas y se metió al servicio dando un portazo.

El tal Akiyama les había comentado con cierta vergüenza que al parecer todas las mujeres del tour se alojarían con familiares o amigos, y dado que Inosuke y ella fueron una adquisición de último minuto y ninguno contaba con familiares en la ciudad, tenían que acogerse al hotel que habían seleccionado el resto de los pasajeros.

–"No hay problema puesto que ustedes están casados, no es como si la señora fuese a estar sola." –Añadió con picardía el rubio y se metió a su recámara dejando que el… ¿botones? O lo que era un mal intento de uno, los condujera a la habitación destinada al "Matrimonio Hashibira".

"Vamos Aoi, sólo será cuestión de un par de días." Tres días y dos noches para ser exacto. Es decir, el tour planeaba quedarse los cinco días, pero ella al terminase el encuentro pensaba tomar el primer transporte que la lleve de regreso a su casa. Lo que debió haber hecho desde el principio si hubiese tenido las entradas en su poder.

Pero bueno, ya estaba hecho, nada más tenía que aguantar. Como decía su padre: Lo que no te mata te hace más fuerte. Decidió dejar de lamentarse y meterse a la ducha.

–¡Está helada!

Parecía que esa experiencia la iba a hacer mucho más fuerte de lo que esperaba.


Debía reconocer que podía acostumbrarse a todo eso.

Aunque no estaba precisamente tranquilo, ya que Shinobu había insistido en que la acompañase a nadar luego de untarse el bloqueador, y apenas llegaron a la parte más profunda del mar ella lo sorprendió con otro de sus maravillosos besos. Poco le importó quedarse sin respiración o el sabor salado de sus labios.

Parecían dos adolescentes dándose un beso cada cinco minutos. Bueno, ella era una adolescente, pero él no, y aun estando plenamente consciente de eso no podía dejar de hacerlo.

Claro que no solo eran besos y arrumacos, también platicaban. Él le conversó acerca de las vacaciones que solían pasar en familia, hasta que su madre falleció. Ella le sorprendió contándole lo poco que recordaba de las vacaciones familiares cuando era una niña y su padre aún desconocía del poder económico que obtendría por un golpe de suerte en una buena inversión después de la muerte de su hermana y como poco a poco las cosas fueron cambiando.

–Mi madre le perdonó las primeras tres veces. –Dijo con una sobriedad abrumadora. –Él le rogaba que lo perdonase y juraba que sería la última vez, que a quien amaba era a ella, a Kanao y a mí. Mi madre tardó en superar la muerte de Kanae, quiso volver a la normalidad, a cómo eran las cosas antes de eso y mi padre le prometió que así sería, y lo fue por un tiempo. –Hizo una pausa recordando. –Duró dos meses. Nos recogían en la escuela e íbamos a almorzar, luego se enredó con la única hermana de mi madre y todo se vino abajo. Mi madre no volvió a perdonarlo y con el tiempo él se cansó de pedir disculpas. Aparentan estar muy enamorados delante de los flashes y en todas las cenas de caridad, pero, una vez que suben al coche no se vuelven a hablar por días.

–Eso no justifica su actuar con ustedes. Son hijas de ambos.

–Y un constante recordatorio de que alguna vez fueron felices. –Explicó la pelimorada. –Ambos nos hablan, de vez en cuando y por separado y se aseguran de que siempre tengamos cupo en las tarjetas.

–Pero eso no compensa el cariño que deberían recibir de sus padres. Nada compensa eso. –No sabía si hablaba por ella o por él.

–Tú lo compensas. –Le dijo acercándose a él. –Si tengo tu cariño no me hace falta nada más. Te amo, Giyuu. –Pasó los brazos por su cintura y lo sintió tensarse por sus palabras. –Tranquilo, sé que tienes miedo de sentir lo mismo por mí porque temes que te vuelvan a dejar solo, pero, también sé que me quieres y ya te lo he dicho: te conquistaré.

Entonces él buscó sus labios. Deseando poder transmitirle mediante aquel anhelante gesto el cúmulo de emociones que sentía. La entendía, él sabía lo que era querer tanto a una persona que lo demás no importa.

Cuando él conoció a Alice olvidó la muerte de su madre, el abandono de su hermana o la falta de atención de su padre. Cuando la perdió, volvió a sentirse vacío, así estuvo por tres años hasta que volvió a Japón. Pero, aunque reencontrarse con Inosuke y su anhelante hermana habían ayudado, no era eso lo que necesitaba del todo, no era lo suficiente para hacerle olvidar. Hasta que ella llegó a su vida a ponerla de cabeza, ella:

Shinobu.

Con sus disparatadas ideas, sus sagaces comentarios, sus respuestas para todo, su infame coquetería, su carita de muñeca, su capacidad única de irritarlo, su fortaleza, sus besos que podrían llevarlo a la locura y su cariño. Ese amor que ve anhelante de ser correspondido en sus ojos cada vez que lo mira.

Ese amor que desea tanto poder corresponder.

Desearía poder olvidar y simplemente seguir adelante.

–Te reto a una carrera. –Provocó Shinobu con los labios aún muy cerca de los suyos. –Si yo gano…

–Apesto cuando apuesto contigo. –La atajó profesor. –Siempre ganas.

La sonrisa de la joven se ensanchó.

–Lo sé. –Y unió sus labios con los del docente. –Pero creo que con esta apuesta ganamos ambos. –Explicó.

–Sin importar lo que te diga te saldrás con la tuya, ¿verdad?

–Me fascina que lo reconozcas. –Se zafó del abrazo del pelinegro y señaló la orilla. –El primero en llegar gana y el perdedor tendrá que hacer lo que pida el ganador.

–¿Lo que sea?

–Lo que sea. –Afirmó Shinobu.

Giyuu lo pensó. Era una competencia de natación y él fue campeón regional en sus años de estudiante, por otra parte, Shinobu era muy buena nadando. Pero, sabía sus falencias. Podría ganarle.

–Hecho. –Se giró y se puso en posición. –¿Lista?

–Cariño, yo nací lista.

Y sin decir otra palabra ambos salieron a nado hasta la orilla. Giyuu iba confiado, sin alardear tenía buena técnica y velocidad.

No había motivo para perder.

Claro que al parecer Shinobu tiene un pacto con algún ente superior para que gane cada maldita apuesta que hace.

La victoria casi fue asegurada cuando por una perfecta coincidencia, una pelota de playa se estrelló en su cara en el momento preciso en el que tomaba oxígeno, haciéndole perder no solo la carrera, sino la concentración y hasta el equilibrio. Rayos, estaba tan cerca…

–¡Lo siento!

Escuchó una voz chillona y el chapoteo de pies indicando que se acercaban a él. Se incorporó, recogiendo su magullado orgullo en el camino y con un gesto adusto les indicó que no había problema.

–¡En verdad lo sien...!

Abrió sus ojos azules para ver porque la chica no había terminado su oración y la encontró observándolo con la boca abierta, literalmente. Era una morena con un cuerpo muy bien… dotado a la vista y lo estaba… devorando con la mirada.

–Ahora creo que no lo siento tanto. –Añadió sonriendo con coquetería.

–Bueno, no te preocupes. –Tomó la pelota que yacía junto a él y se la extendió.

–Gracias. –Ensanchó una despampanante sonrisa. –Dime ¿tienes algo que hacer más tarde? Hay un festival estos días y mis amigos van. –Añadió señalando un grupo de jóvenes aparentemente de su edad. –Y verás, todos van en pareja, no quisiera ser la parte incómoda, podrías venir. –Batió sus pestañas y empezó a jugar con su cabello húmedo, esperando la respuesta del pelinegro.

–Muchas gracias, pero he venido con alguien…

Giyuu iba a declinar su oferta con galantería cuando sintió como alguien lo abrazaba por detrás.

–He ganado. –Anunció una triunfante Shinobu sonriéndole al profesor y fulminando con la mirada a la morena.

–Tu hermanita puede venir si quiere. –Añadió con fingida inocencia.

–Tendremos una noche ocupada. ¿Verdad, cielo? –Anunció Shinobu con picardía, dando a entender que había escuchado parte de la conversación. –Pero, gracias por la invitación.

–Si te aburres de jugar a las muñecas, sabes dónde estaré, guapo. –Y tras guiñarle un ojo, se giró muy dignamente para dirigirse a su grupo.

–Golfa ofrecida. –Masculló Shinobu con las manos en las caderas. –Tontear contigo estando yo presente. Y tú. –Lo miró enojada. –Debiste haberla mandado a volar al instante.

–Eso trataba de hacer hasta que llegaste. –Se defendió Tomioka y sonrió al recordar de lo que ella le había acusado. –¿Celosa?

–Sí, y mucho.

No sabe si lo que más le sorprendió fue la afirmación o la rapidez con la que le contestó.

Quizá no fue ninguna de las dos cosas, sino el repentino y reconfortante sentimiento de calidez que apareció en su corazón al sentirse necesitado.

No pudo evitar volver a comparar a Alice con Shinobu. Alice era tímida a diferencia de Shinobu, y a pesar de ser guapa siempre se sentía cohibida ante otras mujeres. Alice lo quería, pero nunca lo necesitó realmente, siempre fue él quien la necesitó a ella y se aferró a esa necesidad. Alice lo amaba, pero ella pudo irse a Francia, fue él el que quiso seguirla. Ella habría podido esperar, terminar de estudiar y volver como se lo había dicho, pero él no podía. De haber podido quizá ella aún estaría con vida.

Era la primera vez que se sentía necesitado, querido. Le gustaba eso. Todo lo anterior de Shinobu, especialmente las cosas que la diferenciaban de Alice. Le encantaba todo eso de ella, de Shinobu.

Pero entonces recordaba el anillo que se había sacado para no perderlo en el mar y volvían los fantasmas. Si no podía deshacerse de ese vínculo, ¿cómo podría seguir adelante?

Se sentía querido y culpable al mismo tiempo.


–Sabía que los adolescentes eran estúpidos y temerarios, pero esto ya sobrepasa la estupidez.

Una continua tos se escuchó en la habitación. Si Zenitsu no se hubiese sentido tan cansado y con un termómetro en la boca, le hubiese contestado al profesor, pero le dolía todo el cuerpo.

–Basta Uzui, creo que ya lo está pasando lo suficientemente mal él solito.

Punto para la profesora. En serio, a veces, no comprendía qué había visto la maestra Hinatsuru en el profesor Uzui como para haberse casado con él. O peor aún… ¿Cómo era posible que tuviera tres esposa? ¡Se supone que eso era ilegal! Además de la maestra Hinatsuru, tenía entendido que la maestra Suma y Makio, la encargada de la cafetería de la esquina, eran también su pareja. Aunque de la última era entendible, después de todo ambos tenían el mismo carácter insoportable.

–Hacer snowboard sin el abrigo adecuado es estúpido. –Insistió el maestro. –Hacerlo con síntomas de una gripa es aún peor.

–Tiene 38.5º. –Comentó la profesora ignorando a su colega. –La temperatura le aumenta. ¿Qué haremos?

Un delicado toque en la puerta interrumpió la conversación. El maestro de cabellos plateados se acercó a abrir la puerta encontrándose con un grupo de chicas con cara de preocupación frente a él.

La fiebre y los antigripales empezaban a hacer efecto en el rubio, apenas podía mantenerse despierto y el ruido de la conversación no ayudaba. Hablaban de suspender el recorrido de ese día y todas abuchearon al respecto. Estaba seguro de que Nezuko no lo había hecho. Ambos profesores debatían sobre quien se quedaría a cuidarlo y ninguno de los dos creía conveniente que el otro se fuese solo con los estudiantes.

Finalmente, alguien sugirió que una de ellas se quede a hacerle de enfermera y los gritos histéricos empezaron. Nadie quería perder esa oportunidad.

Acabaría violado…

Como pudo abrió los ojos y miró como todas sus compañeras del salón se esmeraban por enumerar sus dotes de enfermeras. Por su lado, Nezuko empezaba a darse la vuelta en silencio.

–Nezuko… –Pensó y estiró la mano como queriendo alcanzarla a pesar del dolor de cuerpo. –Nezuko… –La medicina que le dieron debió ser muy fuerte ya que apenas podía mantenerse despierto.

–¿Agatsuma? –La maestra se regresó a verlo intrigada por su balbuceo.

–Si no es Nezuko, que no sea nadie más. –Pidió cayendo en la inconsciencia.


–¿Gustas un poco más?

–Así es suficiente, gracias. –Respondió amablemente Kanao a la canasta de galletas que le ofrecía Hideki.

–Me sorprende que hayas pedido algo diferente al té. –Comentó el moreno mientras se llevaba otra galleta a la boca. –¿Siempre te ha gustado el chocolate caliente?

Kanao bebió un sorbo de su chocolate para disimular una sonrisa triste. Ella siempre tomaba té de azares, pero cuando conoció a Tanjiro se volvió común tomar chocolate caliente con él. Aunque para su mala suerte ahora no pudo compartirlo con él.

–Sólo fue un antojo repentino, –Respondió tranquilamente. –creo que el clima lo amerita, después de todo estamos a -2 ºC. –Dejó a un lado su taza y tomó su celular para revisar su agenda. –Por cierto, ¿dejamos todo preparado para la exposición del club? No me gustaría que llegáramos a encontrar todo el trabajo acumulado.

Hideki suspiró con resignación. Cuando algo se relacionaba con Kamado, ella busca la manera de desviarse del tema, además de que no lograba disimular sus expresiones cada vez que se acordaba de él. Si quería lograr algo con Kanao, tenía que lograr que se olvidara por completo de Tanjiro.

–No te preocupes, los materiales de exposición ya están listos. –Le recordó fingiendo no darse cuenta de nada.

–¿Qué me dices de los stands?

–Ya se contrataron, estarán listos para ese día.

–¿Y los folletos? –Siguió preguntando a la par que deslizaba la pantalla de su celular para revisar la lista de pendientes.

–Listos y mandados a imprimir, llegarán un día antes del evento.

–¿Y ya está…?

–Hey… –Hideki la detuvo quitándole su teléfono con delicadeza. –Tranquilízate, ya está todo listo.

–Pero…

–Pero nada. Ya has trabajado demasiado, mereces descansar. –Aprovechó la cercanía de sus manos para tomar las de ella entre las suyas. –Estamos en Nagano, es nuestro primer viaje juntos… Relájate.

Kanao observó por un momento las manos que sostenían las suyas y después subió su mirada para toparse con los ojos esmeraldas de su amigo. En cuanto sus miradas se cruzaron un ligero sonrojo cubrió las mejillas de la menor Kocho para después dedicarle una tímida sonrisa.

–Lo siento… Sabes que me preocupa un poco dejar el trabajo pendiente. –Trató de excusarse la joven.

–Para eso estoy, para ayudarte en todo momento. –Apretando un poco más las manos de Kanao para transmitirle un poco del cariño que sentía hacia ella. –Kanao, yo…

–¡Hey! –Una conocida voz se aproximó a ellos haciendo que Kanao soltara las manos de Hideki como si quemaran. –¿Les importa si tomo asiento con ustedes? –Preguntó Tanjiro a la par que se sentaba en una silla vacía sin siquiera esperar respuesta.

Él ya había estado un buen rato observándolos de incognito en una mesa apartada, pero al ver que la cercanía de ambos se incrementaba, no pudo evitar ir donde ellos para interrumpir la escenita que estaban protagonizando. No sabía qué fue lo que le molestó más, si el hecho de que Hideki haya tomado las manos de Kanao o que su amiga se haya sonrojado de esa manera.

–Para nada, que bueno que nos acompañes. –Respondió de inmediato Kanao tratando de actuar normal.

–Kamado. –Lo llamó Hideki en forma de saludo. No era tonto como para no darse cuenta de que esa abrupta interrupción fue apropósito.

–Matsuda. –Respondió a secas el pelirrojo.

Y así, ambos jóvenes se quedaron viendo fijamente como si quisieran matarse con la mirada. Nadie decía nada y el ambiente se volvía cada vez más tenso. Kanao sentía que apenas y podía respirar.

–Bueno… –La joven carraspeo un poco para llamar la atención de su amigos. Ambos se giraron a verla de inmediato. –Yo… Iré a comprarle un café a Nezuko, ya vuelvo. –De inmediato se puso de pie huyendo de la incómoda situación, con la esperanza de que no intentarían matarse.

–¿Qué planeas Kamado? –Habló Hideki una vez que Kanao ya se había alejado lo suficiente.

–¿No es obvio? Vine a ver a mi amiga. –Contestó despreocupadamente.

–Creí haberte dicho que te alejaras de ella. ¿A caso quieres aprovechar que tu novia Katsumi no está aquí para ir detrás de Kanao?

–Ella no es mi novia, y si estoy aquí es porque Kanao ya me ha permitido acercarme a ella después de aclararle las cosas. –Aclaró Tanjiro viendo al moreno de forma retadora. –Entonces digamos que me verás más seguido cerca de ella.

Hideki apretó los puños.

–Voy en serio con Kanao. –Le aclaró.

–Lo sé, pero eso no quiere decir que te dejaré el camino libre. –Dedicándole una fría mirada que casi hizo doblegar a Hideki. –Lucharé por ella hasta que me diga que me aleje.

–Perdiste tu oportunidad Kamado. –Le hizo ver. –Ahora déjame hacerla realmente feliz, algo que tú no pudiste hacer.

–Suerte con eso. –Contestó a secas tratando de no perder la paciencia.

Y así, nuevamente carmesí contra esmeralda se veían de forma retadora, ninguno de los dos tenía la intención de darse por vencido.

–¿Qué pasa con ustedes dos? –Preguntó una molesta Kanao regresando con un café en mano. No podía creer que los encontraría como los había dejado.

–Lo siento Kanao. –Se excusó de inmediato el moreno suavizando su mirada ante ella. Tanjiro frunció el ceño al ver ese cambio de expresión. –Estábamos platicando, nada más.

Kanao estuvo a punto de reprenderlos por comportarse como niños pequeños hasta que alguien irrumpió abruptamente en la cafetería.

–¡Kanao-san! –Una chica de cabellos cortos color violetas entró buscando con la mirada a alguien. En cuanto encontró a su objetivo sus ojos se iluminaron. –¡Kanao-san! ¡Qué alegría encontrarla!

–Kana… –Kano reconoció de inmediato a su compañera de club. –¿Qué sucede? ¿Ocurrió algo malo?

La chica trató de recuperar la respiración antes de contestar, se veía que había corrido bastante.

–Me mandaron a buscarla porque… porque… ¡El superior Agatsuma se puso mal!

–¿Zenitsu? –Preguntaron Kanao y Tanjiro a la par.

Kaori asintió.

–Pero ¿qué es lo que tiene? –Pidió saber Kanao.

–Agatsuma retó al chico de intercambio a una competencia de snowboard. –Idiota. Pensó Tanjiro. –Todo iba bien, pero Agatsuma perdió el control y chocó con la nieve, cuando lo fueron a revisar estaba hirviendo en fiebre. Al parecer pescó un resfriado muy fuerte.

Los tres jóvenes la observaron para que prosiguiera.

–¡Ah, sí! El profesor Uzui me pidió buscarla, ya le dieron medicamento, pero creen que usted pueda darle algún remedio.

–Ya veo… –Kanao se quedó pensando por un momento y después empezó a recoger sus cosas. –Gracias por avisarme Kana, en un momento ya voy. –La chica asintió complacida y se retiró del lugar.

–Vamos, Kanao. –La llamó Tanjiro a la par que se levantaba de su asiento dispuesto a irse con ella.

–¿Necesitas que te acompañe? –Esta vez preguntó Hideki de igual forma poniéndose de pie.

Kanao los observó a ambos. Sabía que tenía que elegir a alguno de los dos ya que, si iban los tres, sus dos amigos estarían peleando. Si fuera por ella preferiría ir sola, pero dado que Tanjiro y ella eran amigos de Zenitsu, era obvio que tendría que ir con él.

–Lo siento Hideki, pero esta vez iré con Tanjiro. –Sonriéndole suavemente. –Él también debe de estar preocupado por Zenitsu.

Tanjiro sonrió aliviado mientras que Hideki no tuvo de otra más que resignarse. Por esta vez dejaría ganar a Kamado ya que Zenitsu ni siquiera era su amigo.

–Lo entiendo, yo iré a prepararme para el siguiente paseo. Te veo después. –Se despidió con un ademán saliendo del establecimiento.

–¿Nos vamos? –Preguntó Tanjiro ofreciendo de forma galante su brazo a Kanao.

–Vamos. –Kanao tomó su brazo un poco dudosa y salió con Tanjiro mientras se sumía en sus pensamientos.

Tenía que aclarar sus sentimientos antes de que todo se salga de control.


Miró hacia ambos lados antes de cruzar la calle con sigilo y observó como el joven giraba a la izquierda. Esperó unos minutos y ella también salió disparada a continuación. Sus ojos verdes se abrieron de par en par cuando lo vio cruzar las lúgubres puertas del cementerio regional.

"Ya está." Se dijo Mitsuri. Ya sabía dónde se había ido con tanto apremio dejándolos colgados con el trabajo a Muichiro y a ella. Habían dado las cinco e inmediatamente Iguro recogió sus cosas y musitó una rápida despedida y se fue, así nada más.

Al día siguiente no se iban a poder reunir ya que Muichiro tenía una reunión de trabajo importante, por lo que pospondrían el encuentro hasta el día después. Él no podía irse así nada más sin explicarse, y no es que le debiese a ella ninguna explicación, pero, Muichiro merecía saber por qué se iba y cuando se lo preguntó no le supo qué contestar. Ella había seguido a Iguro por eso, no porque a ella le importe, no, para nada.

Además, sólo quería saber a dónde iba. Ahora que sabía que iba al cementerio podría irse tranquila.

Si su cerebro entendía eso, ¡¿por qué demonios se había metido al cementerio?! Con el miedo que le daban esos lugares, ni siquiera acompañaba a su madre cuando se lo pedía y ahora entraba por la maldita curiosidad. Bueno, si ya había entrado tenía que apresurarse y alcanzar a Obanai para no sentirse tan sola.

No tardó mucho en encontrarlo. Estaba prendiendo un incienso y se ponía en posición de rezo. La joven de cabellos rosados entrecerró los ojos para leer el epitafio.

"Kaburamaru Iguro. Amado hijo y hermano. 2000-2010"

Lo sabía. Era la tumba del hermano de Obanai.

Ella también le dedicó una oración en silencio y fue sacada de su estupor por la voz de su compañero.

–Hermano. –Empezó a hablar. –Ya son diez años de tu muerte y parece que apenas han pasado unos meses. En casa todo está igual que los primeros meses desde tu partida. Papá y mamá apenas hablan conmigo o entre ellos, y parece que hacen sus labores más por costumbre que porque las sientan en realidad. Pero, eso ya lo sabes, mamá habla contigo todos los días.

Mitsuri no pudo evitar pensar que Iguro era más normal de lo que aparentaba. Conociéndolo, era muy probable que considerara el hecho de hablarle a una lápida como algo incoherente. Sin embargo, ahí estaba él, haciéndolo.

–Tu recámara sigue igual, tu puesto en la mesa no lo ha ocupado nadie. Se podría decir que a nuestra manera todos nos hemos aislado de la familia ya que nadie nos visita ni visitamos a nadie. –Siguió hablando. –Terminaré la preparatoria en unos meses y entraré a la Todai. Nada fuera de lo normal, como todos los años. –En su mente un torbellino rosado apareció. –Excepto, quizás… estoy haciendo un proyecto con la chica más extraña que he conocido en la vida para ganar un concurso. –De repente se detuvo a pensar. –Es una chiflada, metiche, tiene el cabello rosado con verde y grita por todo con la voz más chillona que puedes imaginar.

La simpatía se le fue a Mitsuri a los pies. Maldito cabrón, ella también podría decirle muchas cosas sobre su personalidad.

–Pero, es muy inteligente y siempre es tan irritantemente optimista. Los días ya no son tan aburridos desde que me vi obligado a compartirlos con ella.

El rubor cubrió las mejillas de Kanroji. ¿Por qué se ruborizaba? ¿Por qué sentía bonito saber que Obanai pensaba eso de ella?

–¿Mitsuri? ¿Eres tú hija?

Una voz femenina llamó su atención. Se giró incorporándose y se encontró a su madre mirándola con un semblante de preocupación. No tardó en sentir como si miles de agujas le pincharan la espalda, no necesitaba voltearse para saber que Iguro la estaba viendo, corrección, la estaba asesinando con la mirada.

–Hola mami. –Saludó deseando poder meterse momentáneamente en esas lápidas.

–Cariño. –La menuda mujer se llevó la mano a la mejilla. –No me digas que volviste a buscar la tumba de tu pez dorado.

Suficiente. Ya no quería meterse momentáneamente. Quería que la tierra la tragase para siempre.


–En serio, eres la peor guía turística del mundo. –Comentó Inosuke abriendo la puerta de su habitación del hotel.

–El que haya venido una vez aquí no significa que recuerde dónde están todos los lugares turísticos que quieres visitar. –Respondió ella hastiada. –Además, te dije que vine aquí cuando era una niña.

–Es decir, hace mil quinientos millones de años. –Se burló el peliazul y esquivó el almohadazo que le fue lanzado. –Cielo, recién casados y ya quieres tirarme cosas en la cabeza.

–¡No estamos casados! –Chilló con coraje.

Inosuke se llevó la mano al pecho y la miró con horror fingido.

–Pero… si tendremos un bebé. –Añadió con voz llena de drama.

Aoi rodó los ojos y se sentó en la cama farfullando algo acerca de problemas mentales mientras se sacaba las botas, dándole la espalda al peliazul con mirada divertida.

Pasar todo el día con Aoi no había sido tan terrible como se imaginó que sería. Casi podría decir que era divertido. A pesar de ser maestra, su paciencia en lo que a él se trataba era casi nula. Sin embargo, había aguantado estoicamente todo el día a su lado. Habían comido todo lo que se les antojase en el camino y de vez en cuando hasta se habían reído de alguna tontería.

Le había dicho a Giyuu que, si alguna vez aguantaba estar todo el día con una mujer sin aburrirse y sin terminar en la cama, al siguiente fuese a comprar los anillos. Se lo dijo en la preparatoria, cuando una de sus novias terminó con él. Giyuu y él eran constantemente asediados por las mujeres y ambos tenían su larga lista de corazones rotos a su paso.

Ninguno de los dos duraba demasiado en una relación y tuvieron varias. Alice fue la única relación larga y seria de su mejor amigo, más tarde se convirtió en su esposa y, ¿la suya? Sí, podría decirse que fue Shirai, pero, duraron siete semanas y pasaron un buen susto cuando tuvo un retraso en su periodo.

En la Universidad y después también tuvo chicas, pero ninguna que durara demasiado. Siempre se aburría de las relaciones y ellas lo llamaban inmaduro por encontrar divertido pasar el domingo jugando en la consola y haraganeando. O por su amor al baloncesto y a los Kawasaki. Sin mencionar su afición por leer One Piece.

Ninguna de ellas entendía lo genial del manga. Una que otra intentó escuchar de qué se trataba y siempre terminaban interrumpiéndolo a la mitad y empezaban con el drama de que estaban muy gordas, que empezaban dietas, que fulanito se metió con otra, que sultanita estaba embarazada.

Al final, luego de haberse divertido en la cama, ya ni siquiera quedaba esa incertidumbre en él. Se aburría, hacía algo para que lo terminaran y fin.

Hasta ese entonces no había tenido la suerte de experimentar ese deseo de querer estar con alguien porque sí. No había encontrado a nadie que cumpliera sus estándares y no eran tan altos.

Tenía que saber cocinar, gustarle comer, eso era muy importante. Odiaba que en las citas las chicas sólo pidieran ensalada y agua mineral, le tendría que gustar el baloncesto y el anime.

No tenía que aburrirse de estar con ella.

–Al final llegamos al estadio, ¿verdad?

La voz de la peliazul lo sacó de sus cavilaciones.

–Luego de perdernos siete veces. –Se apresuró a contestar.

–Recuerdo que fuiste tú quien no quiso que pidiera indicaciones. –Refutó Aoi.

–Porque mi esposa de mentiras ya había venido de visita aquí. –Explicó restándole importancia mientras se acomodaba en el lado izquierdo de la cama.

–¡¿Qué demonios crees que haces?! –Explotó Aoi al verlo tan cómodamente situado.

–¿Preparándome para dormir? –Contestó extrañado. –No esperarás que duerma en esa miserable silla.

Aoi reparó en el destartalado mueble. En efecto, no podía sentarse allí, parecía que se rompería con una suave brisa.

–Y tú no esperarás compartir cama conmigo. –Le contestó indignada. –Soy una señorita decente.

–Lo sé, por eso estoy dispuesto a correr el riesgo. Mira que podrías robarme la inocencia y tendríamos que tramitar la licencia mañana mismo. –Fingió horror. –Podrías dejarme embarazado.

La imagen mental de un Inosuke con un vientre prominente le hizo gracia y tuvo que morderse los labios para no reír.

–Igual, no podemos dormir en la misma cama.

–¿Por qué? –Insistió él. –Ambos somos adultos Aoisita, y si te tranquiliza no tengo ningún interés en ti de esa manera.

–Lo sé. –Masculló apretando los dientes y cambiando su semblante. Había recordado las palabras de Inosuke, lo que él piensa de ella.

Inosuke notó que la apariencia relajada de Aoi cambiaba y se sintió culpable de eso, aunque desconocía el motivo.

–Mira, déjame dormir aquí. Prometo ni siquiera mirarte. –Explicó sin ser consciente de que sus palabras herían a la joven. –Y hasta me pondré pijama.

–¡¿No duermes con Pijama?! –Sonó más a exclamación que a pregunta.

–No. –Contestó con simpleza. –Soy un soltero sexy, atractivo y atlético, no le veo problema al dormir desnudo.

Las mejillas de la profesora se tiñeron de carmesí ante la imagen mental que le apareció: Inosuke desnudo en su cama.

–Peliazul pervertida. –Se burló incorporándose de la cama de un brinco y sacando sus pantalones. –Me cambiaré en el baño para no dañar tu mente o para no ser abusado por ti en medio de la noche.

Aoi le arrojó un adorno ligero que encontró en el buró y se lo estampó en la cara antes de que cerrara la puerta del baño. Rápida y sigilosamente abrió su maleta y buscó en su equipaje su propia pijama. Tragó duro al darse cuenta de que sólo llevó una camiseta tres veces su tamaño y un short muy diminuto. Claro, ella jamás pensó que iba a terminar compartiendo cama con el molesto de Inosuke.

Ni modo, se cambió lo más rápido que pudo antes de sumergirse en las sábanas de la cama y tratar de dormir.

Cuando Inosuke salió no le extraño ver a Aoi tapada hasta las orejas. Lo esperaba. Seguramente llevaría un pijama de pantalón y mangas largas o uno de esos camisones victorianos que le roba a su abuela y tendría enaguas debajo.

Se sorprendió al encontrarla profundamente dormida. Ni modo, aún tenía un par de días para divertirse fastidiando a su colega.

Abrió las sábanas y lo que vio le hizo tragar duro. Aoi dormía únicamente con una camiseta azul gigante y tenía una pierna doblada de manera que se alzaba la camiseta dejando una gran vista de un buen par de piernas. De la misma manera que se podían apreciar grandes… atributos a través de esa camiseta. No pudo evitar preguntarse si usaría un sujetador debajo…

Quiso golpearse contra la pared. ¡Era Aoi de quien estaba pensando! ¡Aoi! La agria, amargada y ladrona de ropa de anciana. No era una mujer, no era su tipo para nada.

"Tendría que saber cocinar, gustarle comer, eso era muy importante. Odiaba que en las citas las chicas sólo pidieran ensalada y agua mineral, le tendría que gustar el baloncesto, el anime."

Sus palabras taladraron su mente en un segundo.

Aoi sabía cocinar y muy bien, incluso las sobras que le ofreció el día que le asaltaron estaban sabrosas y le gustaba comer, comía Ramen de Joichiro, y ese mismo día habían comido todo lo que se les había antojado de la ciudad, le gusta el baloncesto, aunque le vaya a los Alvark y era fan de One Piece.

¿Desde cuándo Aoi encajaba en su perfil de chica perfecta?

Ni siquiera su maravillosa peliazul encajaba completamente, ya que no sabía si le gustaba el baloncesto o sabía cocinar.

"...si alguna vez aguantaba estar todo el día con una mujer sin aburrirse y sin terminar en la cama, al siguiente iría a comprar los anillos…"

Definitivamente no se había aburrido con Aoi. ¿Era esa una especie de cruel broma del destino? Sacudió su cabeza negando de manera entusiasta. No. Eso era una locura.

Además, literalmente terminó en la cama con ella, y él no quería hacer nada de lo que Giyuu había insinuado. Involuntariamente volvió a ver sus piernas desnudas y volvió a tragar duro.

Cuando se acostó en la cama, Aoi se removió por el peso de él y de manera inconsciente se giró a su lado abrazándose a él como si fuese una almohada y cruzando su pierna por encima de las suyas.

No, él no sentía nada. ¿O sí?

Presentía que esa sería una larga noche.


–Así que tú eres el famoso Obanai.

La señora Kanroji miró sorprendida al joven azabache frente a ella y empezó la charla de lo apuesto que era y lo inteligente que sabía que era. Mitsuri hasta tenía miedo de la fría sonrisa cortés del joven. Luego de que su madre la descubriera, no había tenido más opción a presentar a Iguro para no quedar como una loca.

–Muchas gracias por ayudar a nuestra pequeña Mitsuri en este proyecto. –La mujer hizo una reverencia. –Y siento si es que puede llegar a ser una carga.

–No. Mitsuri es de gran ayuda. –Añadió con una sonrisa en los labios.

–Oh, pero nosotros sabemos lo imprudente que puede llegar a ser, también es atolondrada y verás, ella no gateó de bebé por lo que tiene una pésima coordinación.

–¡Mamá! –Chilló Mitsuri asustada por las revelaciones de su progenitora. A ese ritmo le contaría cómo le llegó el primer periodo. –No creo que eso le interese a Obanai. Y a todo esto ¿Qué haces aquí?

–Vine a visitar a tu abuela, y tranquila cariño. –Dijo su madre con tranquilidad. –Eres muy inteligente corazón, pero, tienes que reconocer que todo lo que dije es verdad.

Obanai miró a Mitsuri resoplar y querer que la tierra se la tragara. Mientras, su madre seguía hablándole tan rápido que apenas alcanzaba a asentir y sonreír. La señora frente a él era pelinegra y con ojos verdes, no era especialmente muy parecida a Mitsuri, era más pequeña y menuda que ella. Se le pasó por la mente que Kanroji era adoptada. Pero, al escuchar cuán rápido hablaba la señora, todas sus dudas se despejaron. Ambas eran un par de parlanchinas.

–Ya para mamá. –La atajó la menor Kanroji. –Acabarás invitándolo a pasar las fiestas con nosotros.

–Por supuesto que no cariño, las fiestas se pasan en familia. –Dijo con soltura e inocencia sin saber lo que sus palabras incomodaban a Obanai.

Mitsuri lo notó y sintió pena por el muchacho.

–Pero, puedes venir a cenar con nosotros. Mi hijo mayor vino de visita por las vacaciones, será un gusto tenerte con nosotros para la cena, en agradecimiento por el favor que le haces a mi hija.

Mitsuri, que había notado el cambio en el semblante del joven intermedió por él.

–Mamá, Obanai ya ha quedado con su familia para cenar. No le comprometas a que cambie sus planes por ti.

La señora pareció avergonzarse y se disculpó inmediatamente.

–Pero, puedes venir mañana. Mitsuri dijo que no pueden trabajar con el joven Muichiro, entonces, puedes venir a cenar.

–Mamá, vámonos. –La animó Mitsuri.

–Ya voy, ya voy. –Se giró al muchacho. –Te esperamos. Hasta mañana.

Mitsuri se giró y le hizo señas de que no se preocupara antes de desaparecer del cementerio con su madre. Obanai aún asimilaba lo que acababa de ocurrir. Se giró a la tumba de Kaburamaru y dijo afligido:

–Ves a lo que me refería.

Entonces cayó en cuenta de lo que acababa de pasar:

Había sido invitado a cenar a la casa de Kanroji.


El ambiente se había enfriado entre ellos luego de la plática en la playa. En silencio, habían recogido sus cosas y se habían dirigido a la casa. Giyuu había estado callado la mayor parte del camino de regreso. Por mucho que ella se esforzara tratando de hacer conversación, él le contestaba a base de monosílabos. Luego de que llegaron a la casa, Giyuu apenas dijo un par de palabras y fue a su recámara.

Al poco tiempo escuchó el sonido de la regadera y un poco desubicada se fue a su recámara.

Shinobu también tomó un largo baño mientras rememoraba los sucesos del día. Primero la resistencia de Giyuu a sus acercamientos, la escena de celos, su plática, el coqueteo de la chica esa y finalmente el cambio de él. Esos cambios de actitud de Giyuu siempre conseguían desubicarla. En un momento estaba bien, feliz y contento, parecía olvidar todo lo triste de su vida y al siguiente, volvía a encerrarse en sí mismo y a cargar con sus pensamientos él solo. Por costumbre más que por cualquier otra cosa, ya que siempre había estado solo.

Pero ya no lo estaba. La tenía a ella y se lo iba a decir en ese mismo instante.

Echó una mirada al espejo antes de salir. El camisón morado que llevaba puesto era bastante conservador. Había pasado todo el tiempo buscando bañadores atrevidos, vestidos veraniegos, faldas y shorts cortos, pero en la noche que guardaba la ropa para dormir, casi se pega un tiro al ver que el único camisón que tenía era uno morado, hasta medio muslo, con una pequeña abertura de encaje en las piernas y un escote recatado en los senos.

Lo odiaba. Sus senos no eran tan grandes como los de Mitsuri o los de la zorra de la tarde, y se supone que debía comprar un camisón que se los aumentara o que realzara su estrecha cintura o su trasero, también debía ser de un color impactante. Rojo o negro hubiese sido perfecto.

Pero no. Ella tenía ese camisón morado.

Reconoce que pudo ser peor. De no haber prestado atención, pudo guardar por inercia su pijama de pantalón y suéter con vacas verdes completamente mata pasiones.

Terminó de tratar su cabello con sus cientos de productos para que sus ondas sean perfectas, se perfumó un poco, tomó su bata y salió con pasos decididos a la recámara del pelinegro.

–Necesito habl-

La palabra murió en sus labios. Cuando entró al dormitorio se encontró con Giyuu dormido sobre su futón solo con la lámpara de piso encendida. Shinobu se arrodilló a su lado y acarició sus negros cabellos. Los removió con delicadeza, notando que tenía el ceño fruncido y que a pesar de estar dormido no parecía del todo relajado. Se percató de que su mano apretaba con fuerza algo y quiso retirarlo para que pudiera descansar tranquilamente. Sin embargo, cuando tocó su mano él abrió los ojos.

–Shinobu. –Giyuu se incorporó como pudo, casi chocando con la joven, llevó sus manos al rostro aún desorientado y la pequeña pieza que apretaba con tanta fuerza en sus manos rodó por los suelos.

Kocho la detuvo y alzó la fina pieza de joyería delante de él, devolviéndosela. Sin poder evitar que en su rostro se exteriorizara el dolor de saber cuánto se aferraba a ese anillo.

–¿Estás mejor? –Toda la plática mental para la que se había preparado se fue al retrete.

–Sí. –Contestó el aludido desviando la mirada. Se sentía mal de saberse responsable de la tristeza en el semblante de Shinobu.

–No me mientas. –Le pidió con una gran y triste sonrisa. –Por favor. Giyuu, habla conmigo. Dime cómo te sientes. –Acarició su mejilla con ternura.

–Siento que te hago infeliz. –Dijo finalmente. –Que no te mereces que yo no pueda decirte lo que quieres escuchar.

–No quiero que me digas algo que quiera escuchar. –Rebatió ella. –Quiero que me digas lo que sientes. –Tomó aire antes de hablar y puso su mano en su pecho, a la altura de su corazón. –Quiero saber qué te dice esto. –Tomó la mano de él y la puso sobre su propio corazón. –Siente su apresurado latir. ¿Sabes por qué lo hace? –Él no contestó. –Porque te amo y no me cansaré de repetírtelo hasta que lo creas, hasta que entiendas que no me voy a ir de tu lado.

Nuevamente ella lograba desubicarlo con palabras que ansiaba responder y no podía, las tenía atrapadas en su garganta y se rehusaban a salir.

Shinobu notó su contradicción y ella también se quedó sin palabras. Tenía que haber una forma de llegar a él, y apenas pensándolo se acercó a su labios y los unió con los suyos.

Lo besó lentamente, acariciando sus labios, aprovechando su instante de sorpresa para que su lengua invitase a bailar a la de él. Colocó sus pequeñas manos en el pecho del maestro y empezó a acariciarlo.

Igual que ocurrió en la playa, Giyuu sintió que no habría mejor forma de expresar sus sentimientos por la joven Kocho. Sentimientos tan confusos como la situación en la que estaban. Profundizó el beso y empezó a tomar control de la situación.

Sus manos, una cerrada pues tenía el anillo y otra abierta, empezaron a recorrer la suave seda que cubría a la muchacha hasta llegar a su rostro y tomarlo con ambas manos. Las mismas que empezaron a descender por el largo cuello de la pelimorada y empezaron a descubrir sus hombros y las manos de ella se adentraron en su camisa.

La cordura apareció como un rayo. Separándola por los hombros y notando turbación en sus ojos color púrpura.

–Esto no está bien.

Shinobu tomó sus manos en su rostro.

–Sí lo está. –Rebatió ella. –Quiero que pase. Quiero demostrarte cuanto te quiero, quiero entregarte todo de mí para que quizá tú dejes de temer entregarlo todo de ti.

–Shinobu, yo…

–Shh... –Colocó un dedo en sus labios. –Te he repetido hasta el cansancio que te amo y que esperaré con paciencia el tiempo que necesites para poder decirme lo mismo. Te amo. –Lo besó suavemente en los labios. –Sé que soy importante para ti. –Otro beso que entreabrió sus labios. –Sé que anhelas esto como yo y que si no sintieras algo por mí no lo harías.

Claro que lo quería, la deseaba como no lo había hecho con nadie más desde que conoció a Alice. Su cuerpo ardía cada vez que ella se le acercaba y con cada roce de sus cuerpos sentía que perdía la cordura.

–Pero, eres…

–Tu novia. –Se adelantó ella. –Y quiero ser tu mujer.

Entonces volvió a besarlo, esta vez con menos reservas que antes. Logró acostarlo en el futón y ponerse encima de él mientras lo besaba.

La declaración de Shinobu desarmó completamente a Tomioka. Oficialmente dejó de pensar.

Con un rápido y experimentado movimiento invirtió sus papeles y se colocó él encima de la joven. Detuvo sus besos y se la quedó viendo a la cara. Estudiándola, memorizando su rostro en ese momento, con sus orbes púrpura encendidos por la pasión, su cabello alborotado, su rostro sonrosado y sus labios hinchados.

–Siento que cada vez que te toco arden llamas en mi interior y no quiero parar de hacerlo. Cada vez que te veo triste quiero quitarte esa expresión de tu rostro. –Besó sus labios. –Odio ver que otros chicos se te acercan y pensar que deberías estar en una relación tranquila con alguien así en vez de una tan tormentosa con alguien como yo. Adoro cuando ríes y cuando te pones celosa. Me encanta como respondes a mis besos y a mis caricias de una forma tan entregada. –Volvió a besarla esta vez con más fuerza que antes. –Lo que más me gusta es escucharte decir que me amas. Pero, entonces viene la culpa, por no poder decirte lo mismo, por no poder decirte todo lo que siento, lo que se acumula en mi garganta y no puede salir.

–Entonces... –Shinobu estaba enternecida y sentía que podría ponerse a llorar en cualquier momento. –No me lo digas. Demuéstramelo.

Como hipnotizado, Giyuu se recostó en sus brazos y tomo entre ambas manos el rostro de Shinobu; acercando su rostro al de ella y besándola con fruición.

Sin importarle el anillo que rodaba a la esquina de la habitación.


Nezuko sonrió tranquila cuando vio que Zenitsu respiraba sin congestión. La fiebre le estaba bajando.

Se sorprendió cuando la profesora Hinatsuru le dijo que se quedara con Zenitsu si es que no tenía ningún problema con hacerlo. Y por supuesto que para ella no era ningún problema. Cuando eran niños y ella enfermaba, Zenitsu dejaba de salir a jugar y se quedaba con Tanjiro para cuidarla. Haciéndole compañía, leyéndole, jugando con ella o simplemente durmiendo a su lado.

Por alguna extraña razón, Zenitsu nunca había enfermado a pesar de estar en contacto con ella. Por eso, cuando se desmayó en la nieve, se asustó muchísimo. Desde que eran niños, el rubio había tenido fiebre tres veces y dos veces más la gripa. Pero, nunca había sucumbido ante ella. Es decir, no iba a la escuela, pero aun así salía a jugar y no parecía enfermo. A diferencia de ella que se la pasaba tirada en la cama por tres días.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos al escuchar unos suaves toquidos en la puerta.

–¿Podemos pasar…?

Nezuko se giró hacia la puerta para ver a su mejor amiga pasar seguida de su hermano.

–Hola Kanao, Hermano. –Saludó dedicándoles una amable sonrisa. –Creí que ya no vendrían.

–El profesor Uzui me mandó a llamar para que preparara un remedio. Lamento si llegué tarde, pero pudimos desocuparnos hasta que acabara el recorrido. –Comentó extendiéndole un termo a su amiga. –Preparé una infusión de jengibre con miel y limón, eso debería de ayudar al dolor muscular y a reducir la fiebre.

–Gracias, se lo daré en cuanto despierte. –Agradeció a la par que tomaba el termo.

–Yo vine porque, aunque Zenitsu sea un idiota, me preocupa. –Intervino Tanjiro dando palmadas en la cabeza de su hermana. –¿Cómo se encuentra?

–La fiebre ya bajó un poco y ya no respira de forma congestionada.

–Eso es buena señal. –Agregó Kanao sentándose al pie de la cama observando a Zenitsu. –También te trajimos esto, está haciendo un poco de frío. –Extendiéndole un vaso de café.

–Se los agradezco. –Tomando el vaso entre sus manos, pero sin despegar su vista del rubio.

Tanjiro y Kanao pudieron percibir la preocupación en los ojos de Nezuko. Era de entenderse, después de todo era la primera vez que Zenitsu se enfermara de esa forma, incluso ellos se sorprendieron cuando les avisaron que el enfermo era su amigo.

–Nezuko, si gustas yo puedo quedarme a cuidar a Zenitsu, Kanao y tú pueden ir a descansar. –Propuso Tanjiro, no le gustaría que su hermana se la pasara toda la noche aquí.

–No es necesario hermano, puedo quedarme cuidando a Zenitsu sin ningún problema. –Viéndolo como niña pequeña.

–Pero también es peligroso que te quedes cuidándolo, recuerda que es muy fácil que te enfermes y me preocupa que te contagies. –Insistió el pelirrojo.

–Es que… Zenitsu pidió que yo fuera quien lo cuidara.

Tanjiro frunció el ceño. Eso le parecía un poco egoísta por parte de su amigo, si quería arreglar las cosas con su hermana este no era el momento para hacerlo, pero prefirió no hacer un comentario al respecto.

–Nezuko…

–Tanjiro. –Esta vez fue Kanao quien intervino por su amiga. –No te preocupes por Nezuko, ella se siente bien aquí cuidando de Zenitsu. –Pudo percibir la mirada de agradecimiento por parte de su amiga y ella le respondió con una sonrisa. –Si va conmigo no estará tranquila dejando a Zenitsu, no tengo problema si tú me acompañas para ir a dormir.

Las últimas palabras provocaron un ligero sonrojo en Tanjiro. Kanao sabía que, si se ofrecía a estar sola con él, dejaría a Nezuko quedarse.

–De acuerdo, pero si llega a suceder algo por favor llámame. –Accedió ya resignado.

–Te lo prometo. –Contestó entusiasmada la menor Kamado.

–Bueno, nosotros ya estamos de más así que nos retiramos. –Anunció Kanao poniéndose de pie. –Regresaremos mañana para ver cómo se encuentra Zenitsu.

–Claro, que descansen los dos. –Diciendo lo último de forma divertida causando un ligero sonrojo en ambos. Agradecía que Kanao se sacrificara yéndose con su hermano para dejarla con Zenitsu.

Ninguno de los dos dijo nada más y salieron tratando de ocultar su vergüenza. En cuanto Nezuko escuchó la puerta cerrarse, suspiró aliviada.

Tomó la toalla de la frente del joven y la refrescó para volver a ponérsela. Lo vio fruncir el ceño al tacto frío antes de mostrar sus hermosos ojos dorados.

–¿Nezuko?

–Te dije que debías abrigarte.

–Al parecer a los idiotas si les da la gripa. –Trató de sonar gracioso cuando sentía que le pesaban los párpados.

–No eres idiota. –Le dijo la castaña. –A Inosuke nunca le ha dado gripa.

Zenitsu quiso reír más la tos se lo impidió.

–Debes tomarte esto. –La joven Kamado le sirvió un poco de la infusión que dejó Kanao y amorosamente ayudó a su mejor amigo a incorporarse para que bebiera. –Es un remedio que te dejó Kanao.

–Caliente. –El rubio hizo una carita de asco, pero se tomó lo que pudo del contenido. –Gracias.

–No hay de qué. –Contestó. –Tú siempre me animabas cuando estaba enferma. Debiste decirme que te sentías mal. –Se enojó de repente. –Sobre mi cadáver hubieses subido esa montaña.

–No creí que se complicaría a este punto. –Tosió. –Además, tampoco sabía si te hubiera importado.

–Claro que me hubiera importado. –Se exaltó por la acusación de Zenitsu. –Eres mi mejor amigo.

–Pues no apostaría por ello después de cómo me has ignorado últimamente y de lo íntima que pareces con el gringo ese. –Espetó enfadado.

–Jacob es un buen amigo. –Contestó igual de enfadada. –Y ¿qué esperabas? Necesitaba tiempo, no es mi culpa sentir lo que siento y tampoco es culpa tuya no corresponderme.

–Nezuko…

–Además de la tontería de la fiesta, entiendo que quieras olvidarlo, yo misma…

Su frase quedó en el aire cuando de un ágil movimiento Zenitsu la acostó en la cama, debajo de él y la miró con semblante serio y decidido.

–Yo no he dicho eso, has sido tú. –Indicó. –Desde el primer día de clases no me dejaste decir nada. Y diablos, todo es un lío, nada tiene sentido, pero no te permito que pongas palabras en mi boca diciendo que para mí lo que ocurrió esa noche no tuvo sentido o fue un error o que quiero olvidarlo.

Nezuko estaba hipnotizada por los ojos del rubio y podía sentir perfectamente el calor de su cuerpo, ya sea por la fiebre o la situación, porque estaba segura de que afuera el clima helaba.

–Entonces ¿qué sientes? –Le dijo ya con lágrimas en los ojos. –¿Qué has hecho para que yo no piense lo que pienso? Nada, y ahora me dices esto, pero aún no me dices nada. No has tenido los pantalones para rechazarme o para corregir mis pensamientos. ¿Qué quieres Zenitsu? ¿Qué sentiste esa noche?

–Algo que nunca había sentido. –Dijo con firmeza mirándola a los ojos sin evitar deslizar la mirada a sus rosados labios. –Y lo que quiero en este momento es besarte.

Unió sus labios a los de la castaña con rapidez, y aprovechando el desconcierto de la joven introdujo su lengua en su boca para evitar que se aleje.

Lo invadió el sentimiento de tranquilidad más arrollador que había experimentado. Por fin, luego de varias semanas en el martirio, sentía que podía volver a estar tranquilo.

"Seguramente no le sería difícil aplicar para una beca en el extranjero como se lo he sugerido. Por supuesto que estaré encantado de recibirla."

Olas de rabia fluyeron por su cuerpo mucho más alto que la fiebre. No podía imaginar a Nezuko con ese rubio, ni siquiera de la forma más inocente. Ella era suya, sólo suya.

Nezuko sintió que Zenitsu tomaba sus labios con más fuerza, y aunque quiso pensar que eso no le gustaba, no podía engañarse, le encantaba y poco le importaba contraer la gripa del rubio.

Se separaron cuando el aire hizo falta y Zenitsu volvió a mirarla con añoro.

–No te vayas... –Susurró. –No me dejes, por favor Nezuko. Te necesito.

Diciendo lo último se desvaneció sobre la castaña.


En cuanto abandonaron la cabaña en la que estaba Zenitsu, Kanao y Tanjiro se dirigieron de inmediato donde estaban las cabañas en las que se alojaban las mujeres. Ambos permanecieron la mayor parte del camino en silencio. Tanjiro creía que Kanao permanecía en silencio por timidez, pero al voltear a verla pudo ver cierta preocupación en su rostro, como si algo no la dejara tranquila.

–No te preocupes tanto, Zenitsu se recuperará pronto. –Animó el pelirrojo creyendo que esa era la razón de la preocupación de su amiga.

–Ah… –Kanao tardó un poco en procesar sus palabras. –¡Ah! N-no es tanto eso, confío en que Nezuko lo cuidará bien. Es sólo que…

Tanjiro la vio confundido.

–¿Entonces que es lo que te preocupa? –Preguntó con temor a que le respondiera que no quería estar con él.

–Shinobu… –Fue lo primero que salió de sus labios poniendo un poco tenso a su amigo por su sola mención.

–¿Ocurrió algo con Shinobu?

–No, es sólo que no estoy muy tranquila con respecto a ella. –Al ver la confusión de Tanjiro, prosiguió. –Últimamente se ha estado comportado de forma extraña, y hoy lo he confirmado después de que haya accedido ir a Italia con nuestros padres. –Llevó una mano a su mentón analizando la situación. –Ella siempre se niega a ir con ellos porque sólo la quieren llevar para presumirla en sus eventos sociales, por lo que preferiría pasar tiempo con sus amigos antes que con mamá y papá.

–Ya veo… –El análisis de Kanao sólo lo hacía confirmar más que Shinobu se había fugado con Giyuu.

–¿Tú te imaginas que pueda estar pasando con ella? –Se animó a preguntar.

–Bueno…

Tanjiro observó por un momento a su amiga sintiéndose un poco incómodo. Él no podía decirle la situación de Shinobu a Kanao porque no era algo que le correspondía hacer, además de que no quería preocuparla más de la cuenta. Pero si no decía algo convincente, Kanao podría malinterpretarlo pensando que no le estaba tomando importancia.

–No te preocupes. –Por fin respondió. –Ella debe de tener un motivo muy importante para haberse ido. –Acariciando con cariño el cabello de Kanao. –Si te tranquiliza, ¿qué tal si se lo preguntamos cuando vuelva? Estoy seguro de que nos dirá la verdad.

Kanao lo observó por unos instantes a los ojos y le sonrió.

–Te lo agradecería mucho.

–Entonces no se diga más, averiguaremos qué es lo que sucede con Shinobu. Pero por lo mientras… –Agregó tomando desprevenida a su amiga de la cintura. –Usted ya debe descansar señorita, y sería todo un honor para mí escoltarla a su dormitorio.

–Estas abusando de la confianza que te he dado… –Protestó con fingido enfado.

–No pienso perder ninguna oportunidad para recuperarte.

Tanjiro sonrió y besó su frente con cariño para después tomarla de la mano y guiarla a su destino. Su misión de reconquistar a Kanao estaba por empezar.


No sabía cuánto tiempo llevaban besándose ni en qué momento su camisa fue a dar al piso junto a la bata de ella. En esos momentos sólo podía pensar que la tersa piel de la joven era la más suave que había tocado… en años.

Tomó delicadamente las tiras del fino trozo de seda en sus manos, descendiéndolo suavemente, dejando varios besos en su hombro al mismo tiempo que descubría los senos de Shinobu.

–Este… –Sin saber de dónde sacaba la fuerza de voluntad para detenerse, Giyuu habló. –Es un buen momento para parar. Si no estás segura…

–No. –Contestó una sonrosada Shinobu. –No quiero que pares. –Se arqueo contra él pegando sus caderas al cuerpo del maestro, sintiendo su excitación. –Y tú tampoco quieres hacerlo.

Giyuu gruñó por el contacto de ella. Siempre que empezaba a tocarla su cuerpo respondía de la misma manera. Bastaba un mínimo roce subido de tono para excitarlo. Algo que no había ocurrido ni con experimentadas cortesanas francesas.

–Probablemente no seré un amante delicado. –Llevaba tantos años sin hacerlo.

Shinobu se acercó a su oreja y tras lamerla sensualmente le dijo:

–No me importa.

Kocho gimió cuando la boca experta de Giyuu se posó en su seno derecho y empezó a lamerlo con deleite, mientras su mano trabajaba el pezón izquierdo. Nunca la habían tocado así, con esa seguridad. No pudo evitar sentir una punzada de celos de saberlo a él tan experimentado y ella todo lo contrario.

El camisón salió despedido juntos con sus bermudas, dejándolos a ambos con una única prenda que impedía la desnudez absoluta. Giyuu seguía besando uno de sus senos conforme su mano descendía hasta la fina braga de encaje morado. Subió a sus labios y la besó mientras sentía la humedad de la joven. No hacía falta más juegos previos, estaba preparada para recibirlo.

La sintió extrañarse por su tacto y no pudo evitar que una pregunta saltara en su cabeza.

–Shinobu, ¿es tu primera vez?

La pelimorada escuchó la pregunta dicha por una ronca voz que desconocía en esos momentos. Fijó sus ojos en los de Giyuu y apenas encontró un rastro del azul que tanto le gustaba en ellos. Sus ojos estaban oscuros… oscurecidos por el deseo. La joven se alzó y empezó a depositar suaves besos en su cuello.

–No. –Susurró. –Pero es la primera que quiero recordar.

Tomioka tragó seco. Aunque ella le hubiese dicho que era virgen no habría podido parar. No después de tres años de abstinencia, de no sentir deseo por otra persona. Se sentía como un adolescente ansioso por su primera vez.

Mientras terminaba de desnudarlos y se acomodaba para el acto volvió a tomar sus labios, esta vez con mucha más lentitud, saboreando cada rincón de su boca, queriendo saciarse de ella. Empezó a entrar…

Resultó un poco doloroso ya que, a pesar de no ser virgen, la experiencia de la joven no era para nada extensa, por lo que la intrusión le resultó extraña e incómoda. Giyuu lo notó y procedió a besarla con delicadeza y ternura para que se relajase. Se movía poco a poco para que se acostumbrase a él.

Poco tardaron en hacerse escuchar los gemidos de placer de Shinobu y él tomó eso como una señal de que podía apresurar el ritmo, el cual ahora ella acompañaba con el movimiento de sus caderas.

Giyuu no podía evitar sentirse pleno dentro de ella, pleno y completo como no se había sentido en años. Abrió los ojos y la miró, su rostro abochornado, abrasado por el próximo clímax. La veía a ella…

–No soy Alice... –Gimió ella, abriendo los ojos y notando su mirada, temiendo ser comparada.

Y por más que trató, en ese momento no pudo encontrar ni un ápice de Alice en el rostro de Shinobu.

Enternecido, le sonrió.

La miró con la expresión más amorosa que había visto en él y cuando menos se dio cuenta, la mano del pelinegro acercaba sus labios a los de él.

–Lo sé. –Susurró junto a sus labios. –Eres Shinobu, mi estudiante. –Volvió a besarla. –Mi novia. –Era la primera vez que lo decía. –Y ahora mi mujer.

Y la besó con infinita ternura.

La sintió llegar y aceleró sus propios movimientos. Se permitió acabar en su interior una vez que ella lo hizo, sin preocuparse por las consecuencias, el mañana, sus condiciones, la ley, la moral.

Lo único importante era ella.

No estaba dispuesto a salir de sus brazos.

Y mucho menos a dejarla ir.


Próximo capítulo: Viernes 27 de septiembre 2024