La jovencita salió del bosque, con la ropa de la miko ya colocada

- ¿Cómo me veo? - sonrió, dando un giro

- Te ves hermosa Rin - sonrió la morena, redirigiendo su vista al agua, en dónde el niño jugaba tranquilamente

Kagome...

La voz del híbrido pasó, inesperadamente, por su mente, al mismo tiempo en que colocaba su mano en su pecho, sintiendo una dolorosa punzada

- Inuyasha - murmuró, poniéndose de pie y comenzando a correr en dirección del bosque

- ¡Señorita Kagome! - gritó la niña - ¡¿Qué ocurre?! - la joven ignoró por completo sus palabras, sin detenerse - Señorita Rin, ¿podría quedarse con Shippo, un momento?

- Si... claro - respondió, confundida

- ¡No tardaré! - comenzó a correr detrás de la mujer

...

La sacerdotisa se acercó, tomando la perla del suelo y redirigiendo sus ojos al híbrido

- Tenías razón... fui una tonta - frunció el entrecejo - Fui una tonta al creer que sentías lo mismo que yo... - apretó la joya - Estabas dispuesto a matarme, sólo para quedarte con la perla - la elevó - Eres... ¡un maldito bastardo, Inuyasha!

- ¡Inuyasha!

La mujer cerró los ojos al escuchar la voz de la mujer que se acercaba

- Inu...

Se detuvo, a unos metros de aquella escalofriante escena, tratando de procesar lo que podía haber sucedido, sin embargo, parecía algo irreal, salido de una mismísima pesadilla

- Kikyou... tú...

- Él estaba dispuesto a matarme para robarse la perla de Shikon - respondió, sin voltear - Estuvo jugando conmigo todo este tiempo...

- ¿Qué? - unas lágrimas comenzaron a rodar por las mejillas de la estudiante - No... eso es imposible...

- ¿Qué dijiste? - volteó, mirándola seriamente

- ¡Inuyasha sería incapaz de querer hacerte daño, Kikyou! ¡Yo...! Yo... lo sé

- ¿Me estás llamando mentirosa?

- Sólo... sólo estoy segura de que él jamás haría lo que dices... tiene que haber otra explicación, pero... - contuvo la respiración, pensando en si pronunciar o no aquella frase - Tú... lo mataste - sus palabras salieron como si se tratara de un suspiro

- No lo maté - volvió a mirar al hanyo - Sólo sellé su corazón... sin embargo, dudo que exista alguien capaz de romper ese sello

En ese momento, un pequeño movimiento se oyó sobre la copa de los árboles, sin embargo, ninguna de las mujeres fue lo suficientemente rápida como para verlo venir

Lo siguiente que se oyó, fue el sonido de como la piel del pecho de la sacerdotisa era desgarrado, ante la atenta mirada castaña de la otra joven

- ¿Qué? - murmuró, mientras caía de rodillas y luego, su mentón chocaba contra el suelo

- ¡Kikyou! - el gritó de la mujer se escuchó como si se encontrara a muchos metros de distancia

Los orbes castaños de la miko se encontraron con unos familiares pies descalzos

- ¿I...Inu...yasha?

- Si que eres tonta - se burló, poniéndose de cuclillas, mientras tomaba la perla

- ¿Qui...quién eres? - preguntó la estudiante, evitando moverse

- ¿Realmente no fuiste capaz de distinguir entre ese híbrido y yo? - miró por sobre su hombro al joven sellado - ¿Acaso no era tan grande tu amor por él? - la tomó por el cabello, obligándola a mirarlo

- ¡Hermana!

¡Kaede!

Abrió aún más sus ojos al escuchar la voz de la pequeña niña acercarse. La jovencita se detuvo al lado de Kagome, observando la escena con una expresión de terror en sus ojos

- ¡Hermana! - gritó, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas

- Kaede - susurró la joven a su lado - Quédate conmigo y... no te muevas - la tomó de la mano

- Señorita Kagome - la miró, notando la seria expresión en su rostro

Sus ojos... son rojos y... la energía que emana es... escalofriante, sin embargo, es como si ya la hubiese percibido antes

- Puedo sentirlo Kikyou - la miró a los ojos, sonriendo, mientras el tono de su voz de iba modificando de a poco - Puedo sentir el miedo... el dolor, inclusive el odio y la culpa que corre por tu interior

- Miserable... - gruñó - Tú... fuiste tú quién me arrebató la perla

- Eso no te impidió disparar la flecha - la mirada de la mujer se posó en el árbol - Decías amarlo... sin embargo, no dudaste ni un segundo... jamás se cruzó por tu mente que él sería incapaz de hacerte esto

Inuyasha... lo lamento...

- Mira la expresión en su rostro - miró por sobre su hombro, sin dejar de sonreír - Me pregunto... ¿Qué habrá sentido al saber que la mujer que amaba fue capaz de sellarlo?

¿La mujer que amaba?

La estudiante apretó sutilmente la mano de la niña, mientras las palabras de Naraku se clavaban en su pecho

- Al parecer, al momento de dormirse, no guardo ningún rencor hacía ti o... - miró a Kagome - Se acordó de alguien más...

- Dime... tu nombre... ¡maldito!

- Te duele ¿no es así? kukuku - se burló - Nunca volverás a ver a Inuyasha de la misma forma... porque, cada vez que observes su rostro... - apretó el agarre en su cabello, provocando que la joven hiciera visibles gestos de dolor - Te acordarás de... mi

Tengo que hacer algo... debo ayudar a Kikyou, pero... no puedo arriesgar a Kaede

Pensó, mirando, disimuladamente, a la niña

- Déjame ayudarte - elevó la joya dejándola a la altura de los ojos de la mujer - Aún puedes salvar tu vida, sólo... debes pedírselo a la perla - miró el suelo debajo de sus pies, el cuál, estaba manchado de sangre - De lo contrario, tus heridas te matarán en poco tiempo

- Púdrete en el infierno - gruñó, desafiante

El ser, quién seguía con la apariencia de Inuyasha, sonrió cínicamente, soltando la cabeza de la mujer, la cual se estrello en su propio charco de sangre

- Ya es tarde Kikyou, tu corazón se ha contaminado... ya no podrás purificar la perla - se puso de pie, mirando a Kagome, quién frunció el entrecejo, al encontrarse con sus orbes rojos - Si intentas hacer algo, serás la siguiente en morir

Sin esperar una respuesta, comenzó a trepar los árboles, alejándose, con la perla en sus manos

- ¡Hermana! - la niña soltó la mano de la morena y corrió, arrodillándose al lado de su hermana

- Ka...ede - murmuró - Estás bien... que... alivio

- Hermana, tus heridas...

Interrumpió la frase al ver como Kagome tomaba el arco y las flechas de la sacerdotisa, al mismo tiempo en que comenzaba a correr detrás del ser que se había apropiado de la apariencia del peliplata

- ¡Señorita Kagome!

...

Ese maldito bastardo... él engañó a Kikyou, provocando que sellara a Inuyasha para poder robarse la perla y yo... ¡Yo no lo perdonaré!

Corría con mayor velocidad de la que hubiera imaginado, sin perder de vista al ser que se escapaba entre los árboles y, el cual, parecía no haberse percatado de que lo estaba siguiendo

No escaparás, ¡No te dejaré escapar!

El hanyo salió, exponiéndose a la vista de la mujer y sin nada que lo cubriera. En ese momento, ella se detuvo y empuñando el arco, lanzó la flecha, sin pensarlo dos veces, y sin saber con exactitud si podría darle o no, su objetivo era claro: matarlo

La flecha se envolvió en una poderosa energía, incrustándose en la joya, la cual comenzó a emitir un brillo cegador

- ¡¿Qué?! - miró hacia abajo - ¡Esa maldita mujer!

- ¿Qué ocurre? - murmuró, poniendo su brazo sobre su rostro, tratando de no lastimar su visión

La luz aumentó considerablemente, al mismo tiempo en que diversas luces, de menor intensidad, comenzaban a dispararse en diferentes direcciones

- ¿Qué es eso? - preguntó la niña, al ver como la mañana se iluminaba aún más

La perla... se ha roto

Pensó la mujer, tratando de mantenerse consiente

La estudiante debió tapar sus rostro con ambas manos para evitar dañarse. Momentos después, la luz de disipó, mientras ella volvía a elevar la cabeza

- ¿Se... marchó o... lo maté? - entrecerró sus ojos, mirando a su alrededor

¿Qué es eso?

Notó un pequeño destello que caía lentamente

- Parece... - lo recibió en su mano - ¿Un fragmento de la perla?

Entonces... esa luz, ¿era la perla de Shikon?

- ¿Qué hice?

...

- Kaede - la niña se recostó a su lado - No me queda mucho tiempo

- ¡No digas eso, hermana, por favor! - lágrimas rodaban por sus mejillas - Te llevaremos a la aldea y allí curaremos tus heridas

- Ya estoy condenada, hermana - sonrió levemente - Por favor... dile a Kagome...

- ¡Hermana! ¡Para! ¡No vas a irte! - gritó, cerrando sus ojos

- Que debe reunir los fragmentos... la perla... no debe caer... en manos malignas

La respiración de la mujer comenzaba a ser dificultosa, mientras la sangre que emanaba de su pecho agrandaba la mancha en el suelo

- Kaede... yo... lo siento mucho - susurró, cerrando sus ojos

- ¡HERMANA!

¡Tengo que ayudar a Kikyou... su herida, parecía muy grabe!

Pensaba mientras corría de regreso al lugar en dónde había comenzado todo. El grito de la niña provoco que apresurara sus pasos

- ¡Kikyou! - pronunció al llegar - Kaede...

La jovencita tenia el rostro enterrado sobre la espalda de su hermana y su llanto era desolador

Llegue... tarde, ¿verdad?

Miró detenidamente el cuerpo de la joven, el cual yacía justo debajo del peliplata y su aparente expresión serena

Kikyou... Inuyasha... ¿por qué? Se suponía... que no debía ser así

El sonido del llanto de la niña se oía cada vez más lejano, mientras su vista se nublaba, cubriéndose por gruesas y pesadas lágrimas que comenzaron a emerger de sus ojos. Estuvo a punto de caer de rodillas, cuando se encontró con aquel fragmento, el cual aun sostenía en su mano

Aún puedes salvar tu vida, sólo... debes pedírselo a la perla

Las palabras del ser aparecieron en su mente como una luz en medio de una oscura noche

- La perla... la perla podía salvarla - murmuró - Me pregunto... si este pequeño fragmento, podría ser de utilidad

Dudo mucho que sirva para cumplir un deseo, pero...

Caminó en dirección de las mujeres, arrodillándose al lado de la niña

- Se... señorita Kagome - dijo, aspirando profundamente, con su voz entrecortada

- Kaede... por favor, necesito... que te muevas

- ¿Qué? ¿Por qué?

- Sólo... necesito que lo hagas

Sin cuestionar, la niña se puso de pie, alejándose unos pasos, al mismo tiempo en que la estudiante volteaba el cuerpo inerte de la miko

Dios... sus heridas, son terribles

El pecho de la mujer había sido desgarrado profundamente, varías capas de su tejido habían sido cortados y la sangre no paraba de salir, era mucho peor de lo que hubiese imaginado

- Por favor... fragmento de Shikon

El brillo rosado de aquella parte, brilló con mayor intensidad, mientras la joven lo colocaba sobre la herida

- ¿Qué está haciendo?

El brillo comenzó a envolver el cuerpo de la sacerdotisa, cerrando la carne

- ¿Fun...?

No logró terminar la frase, porque, sin previo aviso, la mujer abrió los ojos