- ¡Kagome! - gritó el niño, lanzándose a los brazos de la estudiante, quién lo recibió, sonriendo

- Shippo - lo abrazó fuertemente, casi consolándose con su cariño - Lamento regresar tarde

- No se preocupe, señorita Kagome - sonrió Kaede - La cena aún no está lista

- ¿Qué están cocinando? - se arrodilló, frente a la olla

- Un poco de arroz y verduras - sonrió Rin, revolviendo la preparación

La jovencita y Shippo, se estaban quedando en la casa de la sacerdotisa, al igual que Kagome, quién, no perdía las esperanzas de regresar a su hogar, algún día

- ¿Dónde está Kikyou? - miró por sobre su hombro - Ya es de noche

- Ella... - la niña hizo una pausa, mostrándose un poco incómoda - Está en el templo... desde ese día, es como si no se sintiera cómoda en ningún lugar

- Comprendo - desvió la mirada - Supongo... que no debe ser fácil para ella, después de todo, no lo es para nadie

- Kagome - miró al niño, quién seguía en sus brazos - ¿Cómo era Inuyasha?

- ¿Inuyasha? - sonrió - Él... es un ser maravilloso - sus ojos se iluminaron - Es... buena persona y, siempre estaba dispuesto a ayudar... aunque era un poco testarudo - su sonrisa se amplió - Y... su carácter a veces no era el mejor... él... me protegió en más de una ocasión, salvando mi vida - sus ojos comenzaron a humedecerse - Desearía... que pudieras conocerlo

Señorita Kagome... ¿acaso usted...?

La niña se quedó observando el notorio cambio en el rostro de la mujer, cuando comenzó a hablar del peliplata

- Ten Kaede - le entrego el utensilio de madera a la niña - ¿Podrías continuar?

- ¿Qué sucede, Rin? - preguntó la estudiante, al ver a la joven ponerse de pie

- Iré a ver si la señorita Kikyo necesita ayuda

- Pero, ya es muy tarde - dijo el niño, preocupado

- No te preocupes, Shippo - sonrió, acercándose a la puerta - El templo no está muy lejos, volveré pronto

- Ten cuidado, Rin - gritó Kagome

Mientras tanto, la sacerdotisa se encontraba apagando las últimas velas, que iluminaban aquel sagrado lugar

Mi alma no encuentra paz en ningún lugar, no importa que tan puro sea

Pensó, al salir del lugar y contemplarlo por unos momentos, sin embargo, una leve sonrisa se apoderó de sus labios, al sentir aquella presencia

- Pensé que no volverías a acercarte - cerró sus ojos - Ya que... no supe más nada de ti, desde el día en que sellé a Inuyasha

Volteó, encontrándose con la mirada dorada del youkai, quien se encontraba a unos metros. Él no respondió, sólo se quedó allí, contemplándola

- Me odias, ¿no es así? - frunció el ceño, en una expresión de tristeza - No te culpo... yo lo hago, todos los días de mi vida

Bajó los pequeños escalones, acercándose al demonio, hasta quedar frente a frente

- No te odio - pronunció, al fin, generando una pequeña calidez en el pecho de la humana

- Gracias - susurró, dejando que unas lágrimas abandonaran su rostro e, instintivamente, colocó su cabeza en su pecho, dejando salir todo el llanto acumulado durante los últimos meses

El youkai la rodeó con sus brazos, colocando una de sus manos sobre la nuca de la mujer

- Tu vida esta atada a un fragmento de Shikon - dijo, sin mirarla

La energía que emana su cuerpo, no es la de un humano ordinario... inclusive sus poderes espirituales se perciben diferentes

- Eso no importa - respondió, con su voz entrecortada - Sólo estoy aquí, porque no soportaría dejar sola a mi hermana - cerró sus ojos - Sin embargo, deseo... estar con Inuyasha

El peliplata frunció el entrecejo, sin embargo, optó por seguir sosteniéndola

- Señor Sesshomaru - murmuró Rin, observando la escena, a unos metros del tempo

Me siento... ¿triste? pero... ¿por qué?

Pensó, mirando como las manos del demonio sostenían, por la cabeza y la cintura, a la sacerdotisa, al mismo tiempo en que ella, llevaba sus propias manos a su pecho

- Ellos... ¿serán pareja? - sus ojos comenzaban a humedecerse - No debo... no tengo motivo para sentirme de esta manera

La joven se encontraba recolectando unas verduras, en la zona de cultivos. Tomó la canasta, poniéndose de pie y emitiendo una enorme sonrisa al ver a los demonios a la distancia

- ¡Señor Sesshomaru! ¡Señor Jaken! - gritó, elevando su mano derecha

Ay no se porque mi amo bonito sigue merodeando esta aldea... no le alcanza con acercarse a la mujer de Inuyasha, ahora también parece importarle esta jovencita

Pensaba, mientras sostenía unas prendas en sus manos

- Toma, niña - extendió sus brazos

- ¿Para mi? - su sonrisa se ensanchó - ¿De verdad? - sus ojos emanaban un brillo especial

- ¡Y más te vale que lo cuides bien! El amo Sesshomaru no va a traerte cosas como estas, todos los días - se cruzó de brazos

Dejó la canasta en el suelo y tomó los kimonos, observándolos con detenimiento. Unas pequeñas lágrimas se asomaron, provocando que su impulsividad ganara sobre su racionalidad

- ¡Muchas gracias señor Sesshomaru!

- ¡Kah! - el pequeño demonio abrió de par en par sus ojos, al ver como la mujer aprisionaba al youkai entre sus brazos - Pero que... ¡mujer insolente! ¡¿Cómo te atreves a tocar al amo bonito?!

- Jaken - la expresión seria del youkai provocó que el demonio desviara su mirada

Rin ignoró completamente la leve discusión que se había desatado en torno a su abrazo, al mismo tiempo en que disfrutaba de la calidez que emanaba el pecho del joven

Su aroma... es... tan reconfortante

Pensó, apretando ligeramente su agarre, como si deseara no apartarse jamás

- Me... me siento una tonta - sonrió, mirado el suelo - ¿Cómo pude pensar que alguien como él...?

- Rin

- ¡¿He?! - elevó sus ojos castaños rápidamente - Se...señorita Kikyou

- ¿Hace cuanto que estás aquí? - su rostro se mostraba serio

- Yo... yo vine a buscarla y... re...recién llego

- De acuerdo - paso por su lado - Vámonos

- De... de acuerdo - comenzó a seguirla, mientras, disimuladamente, miraba a su alrededor

- ¿Se encuentra bien, amo bonito? - preguntó Jaken, observando el rostro, serio, del demonio

Rin

Pensó, metiendo la mano en el bolsillo de su traje y tocando la pequeña planta, la cuál, no sólo no se había marchitado, si no que llevaba consigo desde la noche en la que había conocido a la jovencita de hermosa sonrisa

...

- I...Inuyasha - frunció el entrecejo, retorciéndose sobre su tatami

- ¿Kagome? - el niño, quién dormía a su lado, se sentó, observándola

- Sólo está teniendo una pesadilla

- Kikyo - se sorprendió - ¿No puede dormir?

- Descuida Shippo - sonrió, aún cuando él no podía verla - Estoy bien, puedes volver a descansar

Desde que tengo este fragmento en mi, es cómo si fuese un cadáver viviente... uno que no necesita satisfacer sus necesidades básicas... uno, al que su vida fue detenida, en un trágico instante

- ¡Inuyasha! - volvió a gritar la estudiante

- Parece que todavía sigue afectada - murmuró, observándola por sobre su hombro - No la culpo... supongo que, debió ser duro para ella

Corría por el frio bosque, repitiendo una y otra vez, su nombre. Sus lágrimas se perdían en el recorrido, cayendo como finas gotas de lluvia. Se detuvo, al mismo tiempo en el que sus ojos se abrían ampliamente

- I...Inuyasha - murmuró

El híbrido se encontraba de espaldas, observando su cuerpo sellado, cuando volteó, al oír su voz

- ¡Inuyasha!

Corrió a sus brazos, aprisionándolo, al mismo tiempo en que él se aferraba a su cuerpo

- Kagome - su voz se oyó como un suspiro

- ¡Te extraño mucho Inuyasha! - lloraba contra su pecho - Yo... yo deseaba escuchar tu voz

- ¿Por qué? - preguntó, sin soltarla

- ¿Qué?

- ¿Por qué... sigues aquí?

Ella se apartó, mirándolo a los ojos

- ¿Cómo puedes preguntar eso? - acarició su mejilla - Yo prometí estar a tu lado

- Debes marcharte - respondió, seriamente - Debes seguir con tu vida

- ¡¿Qué cosas estás diciendo?! - volvió a abrazarlo - ¡No pienso dejarte! No pienso irme... mientras estés así

Él la rodeó con sus brazos, acariciando su cabello, al mismo tiempo en que cerraba sus ojos, reteniendo a aquella lágrima que amenazaba con salir

Se sentó, tomando su pecho, mientras sus ojos continuaban lagrimeando

- Fue... fue un sueño - murmuró - Inuyasha

- Lo extrañas, ¿verdad?

- ¿He? - miró hacía la puerta, ni siquiera había notado su presencia - Kikyo... ¿no duermes?

- No puedo - tomó su arco y sus flechas - Tampoco lo necesito

Salió del lugar, mientras la estudiante pasaba su mirada por los demás, quienes estaban profundamente dormidos

Bueno... Rin está con ellos... si algo sucede, ella puede cuidarlos

Pensó, observando a la joven, al mismo tiempo en que se ponía de pie, siguiendo a la sacerdotisa. No le tomó demasiado tiempo encontrarla, ya que, luego de caminar sólo un par de metros, pudo divisar las velas del templo encendidas. Subió lentamente los escalones, deteniéndose en la puerta, mirando hacia el interior

- ¿A que viniste? - preguntó la mujer, arrodillada, dándole la espalda

- Yo... lamento si interrumpí - ingresó - Pero... yo...

- Dilo - la miró por sobre su hombro

- Has... cambiado, Kikyo - su expresión se contrajo en una mueca de tristeza - Shippo... él, dice que no se siente cómodo contigo

La miko frunció el entrecejo ante ese comentario

La flecha se clavó en el centro del árbol, al mismo tiempo en que una sonrisa se formaba en los labios de la estudiante

- Muy bien señorita Kagome - le sonrió - Cada día se vuelve más experta con el arco

- Muchas gracias, Kaede - le dedicó una dulce mirada - Necesito dominar pronto ésta arma

Sólo de esa manera, estaré preparada para salir en busca de los fragmentos, mientras intento encontrar a alguien que me ayude a romper el sello de Inuyasha

- ¡Kagome!

Volteó ante aquella tierna voz, sonriendo aún más

- Shippo - lo recibió en sus brazos, abrazándolo con todas sus fuerzas- ¿Qué haces aquí? - se apartó - ¿No estabas con Kikyo?

- Si... pero... - disimuladamente, miró a la niña

- Descuida - le sonrió - Iré en tu lugar, quizás necesiten un poco de ayuda con las hierbas o las verduras

Tomó su cesto, dándose la vuelta y caminando en dirección de la aldea

- Shippo - se arrodilló frente a él - ¿Qué sucede?

- Bueno... no quería decir nada frente a Kaede, pero... Kikyo me da miedo - desvió la mirada - No se parece en nada a la mujer que me ayudó a escapar de Hiten y Manten

- Comprendo - miró el suelo - Desde que sucedió lo de Inuyasha... ella ya no es la misma - sus ojos se encontraron con los del niño - Ha sufrido mucho... y debemos acompañarla

- Lo sé, pero... me siento más cómodo contigo - volvió a abrazarla

- Y te lo agradezco mucho - sonrió, sintiéndose reconfortada

- Asique... él ya no se siente a gusto conmigo, ¿no es así? - sonrió, molesta

- Kikyo... no quiero lastimarte, sólo... espero que puedas comprender...

- Lo único que entiendo... es que todos creen que sufren más que yo

- ¿He? - puso su mano en su pecho - No... eso no es lo...

- ¡Tú no entiendes como me siento! - gritó, poniéndose de pie, con sus manos apretadas al costado de su cuerpo

- Kikyo... - murmuró

- ¡Todos se sienten con el derecho de juzgarme! - sus ojos comenzaron a humedecerse - ¡¿Crees que estoy feliz con lo que sucedió?! Yo... - hizo una pausa - Yo amaba a Inuyasha

Aquella frase provocó que su pecho se apretara, llenándose lentamente de culpa. Disimuladamente, desvió su mirada

- Yo... estaba esperándolo... creí... que al fin nuestras vidas comenzarían - colocó las manos sobre su pecho - Pensé... que al fin viviríamos tranquilos...

Quiero... conocerte más, compartir... mi vida, contigo

Las palabras que el híbrido había pronunciado la noche anterior, en su cama, pasaron por su mente

- Íbamos a casarnos - volteó - Pensaba... que podríamos formar una familia, tener hijos...

- No puedo - la interrumpió - No puedo... seguir escuchándote

- ¿Qué? - la miró por sobre su hombro

- Kikyo... hay algo, que debo decirte... - apretó sus manos, a los lados de su cuerpo - Inuyasha... él... él regresó antes, porque quería decirte algo

La sacerdotisa se acercó a ella, quedándolo sólo a unos metros, mientras la miraba seriamente

- Dime

- Él... no quería usar la perla - miró el suelo, mientras la sacerdotisa abrió ligeramente sus ojos - Él y yo... bueno... nosotros...

- ¿Pasó algo entre ustedes? - pudo notar como su mirada se ensombreció

La chica no respondió con palabras, sólo... se limitó a asentir, esperando la reacción de la mujer

...

- Hm - sonrió, mientras se desplazaba en dirección a la nueva aldea - Ésto fue muy fácil

Elevó el fragmento de la perla, el cuál había conseguido esa misma noche, contemplándolo con orgullo

- Sólo es cuestión de tiempo para fortalecerme y lograr unir la perla

Kikyo... por alguna razón, te deseo... volveré por ti

- Ese monje... debe estar revolcándose en su templo - rió, mientras aquella secuencia pasaba por su mente

- ¿Hola? ¿Hay alguien por aquí? - pronunciaba aquella dulce mujer - ¿Hay alguien que pueda ayudarme?

- Vaya... ¿Qué hace una linda mujercita como usted en un lugar como este?

- Oh, excelencia - se acercó a los escalones del lugar - Yo... estoy perdida, no encuentro el camino a mi aldea

- Comprendo - descendió, encontrando sus ojos azules, con los castaños de ella

La mujer era realmente hermosa, poseía un cabello negro, lacio, a la altura de la cintura y estaba vestida con un kimono negro, adornado con flores rosas y blancas, ademas de unas delicadas sandalias, muy comunes en aquellos tiempos

- ¿Puedo preguntarle su nombre, bella dama?

- Kikyo - sonrió levemente - Mi nombre es, Kikyo

- Un placer - hizo una reverencia - Soy el monje Miroku y estoy para sus servicios

- El placer es mio, excelencia - le devolvió el saludo - No quiero sonar impertinente, pero... me temo que estoy perdida y... es demasiado tarde

- Puede pasar la noche aquí, si lo desea - intervino - Aquí estará protegida

- Muchas gracias - amplió su sonrisa

Ambos comenzaron a subir las escaleras, mientras ella lo observaba detenidamente, planificando sus siguientes movimientos

- Ese monje idiota kukuku, me pregunto, ¿Qué estará haciendo en este momento?

Mientras tanto, en el templo de Kanei-ji

- Esto me pasa, por ser amable con las mujeres - murmuró, mientras vendaba su mano, al mismo tiempo en que cerraba su puño

Suspiró, extendiendo su otra mano hacia uno de los rosarios que se encontraban sobre el santuario, tomándolo y sellando así, la maldición que en él había recaído

- Debo admitir... que la forma que tomó ese engendro, era realmente hermosa - sonrió, cerrando sus ojos, mientras recordaba lo sucedido

Se encontraban tomando el té, en la cocina del templo, mientras charlaban amenamente

- ¿Hace mucho tiempo que usted se encuentra aquí?

- Bueno, desde que mi padre murió - tomó un sorbo - Él era el encargado de velar por este lugar

- ¿Y que le sucedió?

- Un demonio terminó con su vida - colocó su taza sobre la pequeña mesa - Después de todo, sólo somos unos simples humanos, a pesar de nuestras habilidades

- Tiene toda la razón - respondió, observando el lugar con disimulo, hasta dar con su objetivo - Disculpe.. ¿puedo hacerle otra pregunta?

- Todas las que desee

- Puedo ver, un brillo que emana de aquella habitación - giró su cabeza - ¿Puedo saber de que proviene?

- Oh - miró en la misma dirección - Lo lamento, pero es muy peligroso que lo sepa

- Comprendo - respondió, seriamente, mientras terminaba de beber su té - Me siento demasiado cansada

El monje se puso de pie, dejando lo que quedaba de su bebida a un costado

- Por aquí, por favor - sonrió - La acompañaré a su habitación

- De acuerdo - le devolvió la sonrisa

Salieron de la cocina, pasando al frente de aquel lugar de donde provenía la luz, provocando que la mujer detuviera su caminar

- Vaya - volteó, sonriendo pícaramente - Es muy curiosa

- Lo lamento - respondió en el mismo tono, ingresando a la habitación

Él la siguió, con una idea clara en su mente. La mujer caminó directo al pedestal en donde descansaba aquel pequeño fragmento

- Parece, un fragmento la perla de Shikon

- ¿Usted conoce a la Shikon No Tama? - preguntó, abriendo sus ojos en señal de sorpresa

- Conozco su leyenda - volteó, observándolo - Todo el mundo sabe de su existencia, pero... debería estar completa - miró el pequeño fragmento

- Bueno... no tengo idea de lo que le sucedió - se paró a su lado - Sólo sé... que este pequeñito apareció en el templo hace un tiempo... sin embargo - tomó la mano de la mujer - ¿Está segura que ingresó a la habitación sólo por esto?

- Me descubrió - sonrió, abrazándolo - La realidad es... que buscaba algo más de usted

- Señorita Kikyo

- ¿Quién iba a decir que iba a intentar matarme en ese momento? - se puso de pie, suspirando, al mismo tiempo en que miraba su mano

Supongo que mañana aparecerá el Kanzaana

- Bien... deberé salir en busca de ese youkai y matarlo, antes de que el agujero negro que puso en mi mano, acabe con mi vida