- Lo... lo lamento, Kikyo - desvió su mirada, visiblemente avergonzada
- Tú... - las manos de la mujer temblaban mientras las llevaba a su pecho - ¿Cómo... cómo pudiste?
- No... no tengo excusas sobre lo que pasó... sólo... pasó
- ¿Quién eres?
- ¿He? - giró su cabeza, encontrándose con la sacerdotisa mirando el suelo, mientras las lágrimas continuaban cayendo al lado de sus mejillas
- ¿A qué viniste a este lugar? - apretó los puños sobre su pecho
- ¿De que estás hablando?
- ¡Responde! - gritó - ¡¿Cuál es tu objetivo aquí?!
- ¡¿Estas escuchando lo que dices?! - respondió, en el mismo tono - ¡Ni siquiera quería venir aquí en primer lugar!
- ¡Mientes! ¡Desde el principio tu plan fue quedarte con Inuyasha! ¡¿No es así?!
- ¡¿Acaso te volviste loca?! ¡Jamás quise interponerme entre ustedes! Sólo... sólo las cosas se dieron así - hizo una pausa, tratando no llorar - No me siento orgullosa de lo que pasó, ni de como te estas sintiendo en este momento, Kikyo
- ¿Cómo te atreves a mirarme a la cara? - la expresión de su rostro transmitía un profundo desprecio - ¡¿Cómo pudiste traicionarme de esta forma?!
- Ki...
- ¡Cierra la boca! Traté de ayudarte... te permití entrar en mi hogar... ¡curé tus heridas!
- Por favor, no sigas - comenzó a llorar, sabiendo de que, cada palabra que salía de los labios de la mujer, era verdad
- Márchate
- ¿Qué? - murmuró, abriendo sus ojos en señal de sorpresa
- Quiero que te vayas de la aldea
- ¡Ni loca! ¡No pienso abandonar a Inuyasha!
- No me obligues a lastimarte - tomó su arco, apuntándola con una flecha - Vete
- ¡No lo haré!
Sin responder, disparó, rozando y lastimando su mejilla, dejando a la joven perpleja, mientras su rostro comenzaba a sangrar
- Kikyo - susurró, colocando su mano sobre la herida
- Nunca más... permitiré que te acerques a Inuyasha... no volverás a interferir entre nosotros
Un fuego se apoderó del cuerpo de la joven, provocando que toda la culpa y remordimiento que sentía, se transformara en enojo
- ¿Realmente te importa Inuyasha, Kikyo? - apretó sus puños - ¡No dudaste un segundo en sellarlo! ¡¿Y así querías construir un futuro con él?!
- Eso no es de tu incumbencia - tomó otra flecha - No me obligues a lastimarte
- Lanza tu flecha si lo deseas... sella mi corazón, de la misma manera en la que lo hiciste con la persona que amabas
No debí decir eso
Se arrepintió de inmediato, sabía que, a pesar de todo, Kikyo había sido engañada, pero el simple hecho de que ella la obligue a apartarse del hanyo, hacía que le hirviera la sangre
La sacerdotisa bajó el arco, al mismo tiempo en que más lágrimas salían de su rostro
- No quiero volver a verte por aquí - hizo una pausa - No quiero que te acerques a la aldea, ni tampoco a Inuyasha
- ¡Deja de decir eso!
- O me veré obligada a matarte... ya no tengo nada que perder - miró pecho, observando el pequeño fragmento - Ni siquiera mi vida
- ¿He? - aunque sabía que la mujer estaba enojada, su respuesta la sorprendió
- Lárgate, no quiero ver tu cara
- Kikyo...
- ¡VETE!
Sin responderle, volteó, mirando sobre su hombro el rostro devastado de la sacerdotisa. Bajó los escalones sigilosamente, observando los primeros rayos de sol. Se dirigió a la cabaña de ella, ingresando y observando con cariño a los niños y la joven Rin
- Los voy a extrañar - murmuró, sonriendo - Sobretodo a ti, pequeño Shippo
Acarició su cabello, mientras el niño se removía tranquilamente y esbozaba una pequeña sonrisa de tranquilidad. Sintió una pequeña punzada en su pecho al tener que dejarlo, después de todo, sabía que él la veía casi como su mamá, pero ya nada podía hacer
Tomó su mochila, secó sus lágrimas, les dedicó una última mirada y se alejó en dirección al bosque. Caminó en dirección del árbol sagrado, mientras los primeros rayos de sol se asomaban y su mente daba vueltas sin parar
- ¿A dónde iré? - susurró - No conozco este lugar... además, está lleno de demonios y criaturas peligrosas - suspiró - Supongo que es lo que merezco, después de todo... dañé el corazón de Kikyo
Llegó a su objetivo, deteniéndose frente al joven sellado, mientras unas nuevas lágrimas volvían a recorrer el camino que habían marcado las anteriores
- Inuyasha... mi amado Inuyasha - sonrió tristemente - No te dejaré... aún cuando Kikyo realmente sea capaz de matarme... prometo regresar... prometo... liberarte
Como desearía, poder besarte de nuevo
Permaneció un rato en silencio, observándolo, tratando de transmitirle, de alguna manera, todo lo que sentía en ese momento. Un último suspiro se oyó en medio de los sonidos de los animales que cantaban al amanecer, al mismo tiempo en que estiraba su mano, acariciando el aire cerca de él
- Prometo regresar - murmuró, volteando y alejándose lentamente de la aldea
Horas más tarde
- ¡¿Cómo pudiste permitir que se fuera?! - gritó la niña, mientras su hermana servía el té - ¡¿Tienes idea de los peligros que existen en el bosque, hermana?!
- Kaede, por favor, no seas irrespetuosa - la miró, seriamente
- ¡Pero...!
- Ya te dije... que la estadía de Kagome en esta aldea, llegó a su fin... y es todo lo que necesitas saber
- Eso significa... ¿Qué no volveré a verla? - preguntó el niño, con su pequeña taza en su mano
- Lo lamento Shippo - su expresión se relajó, observándolo con compasión - Pero... así deben ser las cosas
- ¿Y eso por qué? - podía notar como hacía un esfuerzo descomunal para no llorar
- Porque ella jamás perteneció a ésta época... Kagome viene de un lugar muy lejano y... tarde o temprano deberá regresar allí
Rin observaba la situación, sin emitir una sola palabra, después de todo, ella había acompañado a Kagome, en más de una ocasión, a practicar con el arco y recordaba la cantidad de veces que, ella misma, había expresado su deseo de liberar al hanyo y el particular interés y preocupación, que mostraba por los fragmentos de la perla de Shikon, que ella misma había destruido
La señorita Kagome jamás se hubiera marchado sin decir nada... mucho meno sin despedirse de nosotros, sobretodo de Shippo
Tomó un sorbo, observándolo disimuladamente
- Disculpen - dejó su taza a medio tomar - ¿Puedo salir un momento?
- ¿Te sientes bien? - por un segundo, su tono de voz le recordó a la Kikyo que había conocido
- Si, sólo, necesito un poco de aire
- De acuerdo - asintió, sonriendo levemente
El pequeño se retiró rápidamente, mientras su hermana le lanzaba una mirada fatal
- Si sabes que está mintiendo, ¿no es así?
- Tal vez, pero no puedo interferir, después de todo, no está haciendo nada malo
- Kikyo...
- Por favor, Kaede - murmuró - Termina tu desayuno, nos espera un largo día
La niña redirigió sus ojos hacia afuera, atragantándose con su frustración
Mientras tanto, el pequeño niño se encontraba olfateando el camino, siguiendo el rastro de Kagome, esperando que no hubiera ido demasiado lejos
- Su aroma se va desvaneciendo - frunció el entrecejo - Vamos Shippo, puedes encontrarla
Continuó sin elevar su nariz del suelo, mientras sus pequeñas patitas, avanzaban velozmente sobre la hierba. Su concentración fue tal, que terminó chocando estrepitosamente con uno de los árboles
- Ayayaya - se sentó, con sus ojos cerrados, pasando su mano por su cabeza - A pesar de todo, Kagome estuvo aquí, puedo sentir su olor - los abrió, al mismo tiempo en que sus pupilas se dilataron, debido a la sorpresa que le provocó aquella imagen
El híbrido, con su tranquila expresión, su cabello albino ondeando al compas del viento y aquella flecha atravesada en su pecho, parecía algo salido de algún tipo de sueño
- ¿Será Inuyasha? - se puso de pie, observándolo detenidamente
- Shippo, ¿ves aquel camino? - señaló la sacerdotisa
- Si - asintió
- Allí, hay un árbol muy especial - sus ojos comenzaron a temblar - Por favor, no quiero... que te acerques a él
- ¿Por ésto Kikyo no quería que viniera? - se acercó - Yo no veo ningún tipo de peligro
Apoyó la mano sobre la madera, al mismo tiempo en que una descarga eléctrica lo lanzaba unos cuantos metros hacía atrás
- Ya entendí - murmuró, mientras sus ojos daban vueltas
Se sentó, sacudiendo su cabeza y regresó al frente del árbol
- Había algo raro en esa energía - miró sus pequeñas manos unos momentos, para volver a posar sus ojos en el hanyo - Kagome venía a verte todas las tardes, ¿no es así? - se sentó, al lado del árbol - Hablaba mucho de ti... yo creo que está enamorada, ¿sabes? - comenzó a jugar con la hierba - Sus ojos se iluminaban cuando te nombraba, Inuyasha - sonrió, recordando el rostro de la mujer - Pero... al parecer, decidió marcharse
Sus ojitos se llenaron de lágrimas, mientras volvía a mirarlo
- ¿A ti te dijo por qué se fue? - su voz temblaba - Tengo miedo... de no volver a verla
- Shippo - susurró la mujer, escondida detrás de unos árboles, observando al niño - Te comprendo... yo también apreciaba mucho a la señorita Kagome - colocó las manos en su pecho, regresando sus pasos, en dirección a la aldea
Él tiene razón... ella no se marcharía sin más... algo sucedió
En ese momento, un extraño movimiento, proveniente de unos arbustos cercanos, llamó su atención. Detuvo su caminar, fijando sus ojos castaños en aquella zona
- ¿Hola? ¿Hay alguien ahí? - preguntó, con su dulce voz
No obtuvo respuesta, sin embargo, eso no impidió que se acercara lentamente. El ruido se acrecentó, en el mismo momento en el que algo emergió, provocando que cayera del susto
- Oh, lo lamento, no quise asustarla jovencita
Un extraño hombre, de baja estatura y de aspecto muy descuidado, emergió, extendiéndole la mano para ayudarla a ponerse de pie
- E...esta bien - aceptó su ayuda, elevándose, unos cuantos centímetros, sobre él
Que bonita que es
Pensó, tratando de disimular su mirada pecaminosa
- Mi nombre es Kotatsu - sonrió - Por favor, déjeme hacer un retrato suyo, en compensación, por haberla asustado - elevó su espalda, mostrando sus elementos - Soy pintor y recién he llegado a la aldea
La mujer se quedó observándolo, con una mezcla se sensaciones encontradas, sin embargo, decidió ser cordial
- Eh... de acuerdo - sonrió, obligadamente - Mi nombre es Rin
- Esto es muy cansado - se quejó, mirando sus pies, los cuales habían comenzado a dolerle demasiado - El bosque parece eterno
El sol del mediodía estaba azotando más de lo que debería, o así lo percibía. Se sentó debajo de uno de los tantos árboles que la rodeaban, suspirando profundamente
- Me pregunto... ¿Qué estarán haciendo en la aldea?
Abrió ampliamente sus ojos, al sentir la presencia de un fragmento de la perla de Shikon. Miró a su costado, buscando su arma, sin embargo, notó que sólo contaba con su mochila
- Demonios - gruñó - Debería buscar un arco y unas flechas
Sabía que no encontraría nada, en el medio de aquel vasto lugar, por lo que, dejó su pequeño equipaje a un costado y comenzó a correr en dirección de donde percibía aquella intensa energía
Se detuvo, escondiéndose detrás de un árbol, observándo la surrealista escena que tenía al frente
- ¿Creíste que ibas a escapar luego de lo que me hiciste? - pronunció el joven
- ¿Y que piensas hacer, monje? - sonrió - ¿Vas a matarme?
El extraño ser, que se encontraba a unos metros del monje, vestía una extensa capa de mandril, la cual no dejaba al descubierto ni su rostro, ni ninguna otra zona de su cuerpo
El castaño sonrió, llevando su mano a su rosario
- La Kanzaana ya está lista
Sin esperar respuesta, retiró aquel elemento, provocando que, el agujero negro con el que había sido maldecido por el ente, comenzara a atraer las cosas a su alrededor
- ¡¿Qué es eso?! - murmuró, la mujer, tomándose con firmeza del árbol, contrayendo su rostro en una clara expresión de sorpresa
- Kukuku eres un idiota
- ¿Qué?
Pudo notar como, lo que se ocultaba dentro de la capa, se desvanecía, mientras ésta se dirigía a toda velocidad en su dirección
- Maldito - se quejó, cerrando su mano, al mismo tiempo en que la capa caía en sus pies - Supongo que ya tendré otra oportunidad - tomó la capa, observándola detenidamente, volteó, ante aquel ruido de pisadas - ¿Quién anda ahí? - preguntó con firmeza
No puede ser... me escuchó
Pensó la mujer, con sus ojos ojos cerrados y apretando los puños. Suspiró profundamente, volteando y saliendo de detrás del árbol
- Lamento si te asusté - pronunció, tímidamente
Vaya... pero si es, una linda señorita
- No se preocupe - sonrió - Discúlpeme usted, si mi tono de voz no fue el mejor - se acercó, deteniéndose a unos metros - ¿Puedo preguntarle su nombre?
- ¿He? Eh.. si, soy Kagome
- Un placer, señorita Kagome - hizo una mini reverencia - Mi nombre es Miroku... el monje Miroku
