¡¿Qué demonios le sucede a Inuyasha?! ¡Ella lo atravesó con una flecha y aún así fue a verla!
Pensaba, mientras regresaba sobre sus pasos, en dirección al campamento improvisado.
- Me... siento una tonta - sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas - ¿Por qué fue con ella? Ni siquiera... ni siquiera intentó hablar conmigo primero.
¿Esta es la apariencia que tendrías si hubieras usado la perla?
Las palabras de la morena atravesaron su mente, al mismo tiempo en que se detenía y observaba el cielo nocturno.
- Es verdad - murmuró - Es noche de luna nueva...
Si yo no hubiera llegado a esta época y no hubiera conocido a Inuyasha... ellos estarían juntos y él se vería de esa manera... así se hubieran visto... como una pareja.
- ¿Por qué tuve que llegar hasta aquí? - las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas - Tal vez... lo mejor hubiera sido permanecer en mi época.
¿Qué estoy diciendo? Yo ni siquiera elegí llegar a la época feudal... fui traída a la fuerza y ahora debo enmendar mi error y recoger los fragmentos de la perla... sobre todo antes de que ese ser llamado Naraku, se apodere de ellos.
Llegó al campamento, en donde la fogata ya se había extinguido y se encontró con la mirada del castaño.
- Señorita Kagome, ¿viene sola?
- Si - murmuró, dirigiéndose hacía la bolsa de dormir, la cual había traído consigo en su último viaje a su época.
- ¿Qué sucedió con Inuyasha?
- Él decidió quedarse allá.
- ¿Sucedió algo malo?
- Nada que deba preocuparle - sonrió nostálgicamente, apoyando su rostro en su mochila.
Desearía... poder regresar a casa.
Cerró sus ojos, dejando que las últimas lágrimas escaparan, antes de volver a dormirse.
- Siempre quise hacer esto, cuando estábamos juntos - murmuró, apoyando su rostro en su pecho.
- Kikyo... - respondió, cerrando sus ojos.
En ese momento, ambos voltearon al escuchar unos pasos sobre la hierba.
- ¿Qué fue eso? - la soltó, girando en aquella dirección.
- No lo se - se posicionó a su lado - No percibo ninguna energía maligna.
Sin embargo... presiento la presencia de un fragmento de la perla de Shikon.
Abrió ligeramente sus ojos al notar lo que podía estar sucediendo.
Kagome, ella tenía en su poder uno de ellos... ¿acaso habrá venido hasta aquí?
- Iré a ver...
- No es necesario - lo tomó del brazo, volviendo a encontrar sus miradas - En tu forma humana, serías muy fácil de asesinar, Inuyasha - trató de convencerlo.
- Maldición - gruñó, apretando sus puños - Es por esto... que jamás estuve convencido de convertirme en humano.
Se soltó del agarre de la miko, alejándose unos pasos.
- ¿Por la debilidad?
- Por todo, Kikyo... volverme humano, implicaba volverme vulnerable en todo sentido... sobreviví toda mi vida, gracias a mis garras y mis habilidades como híbrido... al perder eso, no tendría forma de defenderme.
- Yo hubiera estado a tu lado, Inuyasha.
- ¡Keh! ¿Tú ibas a protegerme a mi? ¿No se supone que debía ser al revés?
- Jamás hubiera dejado que te hicieran daño - se acercó, colocando su mano en su mejilla - Te hubiera protegido con mi vida.
- Kikyo - desvió la mirada - No es necesario que digas estas cosas.
- ¿Acaso no lo entiendes? - sus ojos se llenaron de lágrimas.
- ¡No me hagas esto! - gritó, dándole la espalda - ¡No tienes porque ponerte a llorar!
Sus ojos castaños se abrieron ampliamente, al sentir sus manos rodeándolo nuevamente.
- Inuyasha... no debía ser así, ¿sabes?... se suponía que... íbamos a estar juntos, ¿recuerdas tu promesa?
- ¿Mi promesa? - murmuró.
Es verdad... yo le dije a Kikyo que usaría la perla al regresar y... todo se fue a la mierda.
- Kikyo... ¿Tú me hubieras aceptado como hanyo?
- ¿Qué? - se sorprendió.
- ¿Qué hubiera pasado con nosotros... si decidía no usar la perla?
Ella lo soltó, al mismo tiempo en que él giraba, encontrando su mirada con la de ella.
- Tú regresaste decidido a irte con Kagome...
- No metas a Kagome en esto - frunció el ceño - Yo tenía la duda de usar la perla desde el comienzo... ¿Qué hubiera pasado si ella nunca llegaba y yo decidía no usarla?
- Los aldeanos jamás hubieran aceptado que vivieras entre ellos...
- No te pregunte sobre ellos.
El silencio reinó en el ambiente, al mismo tiempo en que aquella voz atravesaba la mente del peliplata.
No se que piense Kikyo al respecto, pero... a mi me gustas así tal y como eres.
- No es necesario que respondas... tú silencio lo dice todo.
Kagome... ahora sé lo que piensa ella al respecto y... no piensa como tú... ella jamás me hubiera aceptado, de la misma manera en la que tú lo hiciste.
- Inuyasha... - extendió su mano - Yo...
- Toda esta charla es innecesaria, Kikyo... tú y yo no tenemos nada de que hablar... yo, lo siento mucho por... todo.
Volteó, con la intención de alejarse del árbol sagrado, sin embargo, se detuvo al escuchar las palabras de la miko.
- ¿La amas? - preguntó de repente.
- Eso no es asunto tuyo - respondió sin mirarla.
Continuó su camino, mientras la joven llevaba su mano hacia la zona en la que se mantenía el fragmento de la perla y cerraba sus ojos.
El sol de la mañana golpeó su rostro, provocando que abriera sus ojos, en el mismo momento en que un delicioso aroma llegaba a su nariz. Se elevó, mirando por sobre su hombro.
- ¡Kagome! - corrió a sus brazos.
- ¡Shippo! - sonrió, recibiéndolo y abrazándolo fuertemente - ¿Qué haces aquí?
- El monje Miroku fue esta mañana a la aldea y me dijo que tú estabas aquí... te extrañe mucho.
- Yo también te extrañé mucho.
- ¡Por favor no nos dejes de nuevo! - se aferró a ella.
Shippo...
Pensó, apretándolo un poco más, al mismo tiempo en que cerraba sus ojos.
- Pequeño Shippo - ambos miraron al frente - No tenías que despertar a la señorita Kagome.
- No se preocupe, joven Miroku, yo me desperté sola - sonrió, poniéndose de pie mientras el niño regresaba al lado de la fogata, en donde el pescado se estaba cocinando - ¿Usted consiguió esto?
- Así es - se sentó al lado del niño - La señorita Kikyo me dio esta comida - señaló las frutas - Sólo fui a lavarlas al rio.
- Comprendo - miró hacia todos lados, en busca del peliplata - ¿Inuyasha no regresó?
- Oh, si lo hizo, de hecho me acompañó al rio, pero decidió quedarse allí.
- ¿No vas a comer, Kagome? - preguntó el zorrito, al ver como ella comenzaba a caminar.
- Si, Shippo - lo miró, sonriendo - Sólo iré a hacer algo primero.
Continuó su camino, mientras el monje inspeccionaba la cocción de los alimentos.
Inuyasha... ¿acaso decidiste pasar la noche con Kikyo? Si es así... entonces ya no tengo nada que hacer aquí.
Pensó, llevando su mano hacia el pequeño fragmento que guardaba en el bolsillo de su falda. Luego de unos pequeños minutos de caminata, llegó a su destino, encontrándose con el peliplata sentado a la orilla, dándole la espalda.
- Inuyasha - pronunció con seriedad.
Él volteó, encontrando su triste mirada con la de ella.
Kagome...
- ¡HiraiKotsu! - lanzó el boomerang, cortando uno de los obstáculos que se encontraban frente a ella.
- ¡Muy buen golpe, Sango! - la felicitó su padre.
- Muchas gracias, señor - colocó el extremo de su arma en el suelo.
- Kohaku - miró al niño - Es tu turno.
- De... de acuerdo - tomó su arma, al mismo tiempo en que sus manos temblaban.
Tranquilo... sólo debo golpear esa estructura de madera, no es tan difícil.
- ¡Aquí voy! - cerró sus ojos, lanzando su Kurasigama.
Aquella filosa cuchilla no alcanzó su objetivo, por el contrario, se digirió hacia su hermana, quién lo desvió, cubriéndose con su arma.
- ¡Hermana! - gritó, acercándose - ¡Lo siento!
- No te preocupes - sonrió - No me sucedió nada.
- ¡Kohaku! - ambos miraron al hombre - ¡¿Acaso cerraste los ojos?!
- Yo... lo lamen...
- ¡¿Tienes idea de lo peligroso que es eso?! ¡¿Qué hubiera sucedido si tu hermana no tenía su arma?!
- Padre...
- No, Sango - frunció el ceño - Él debe ser capaz de reconocer sus errores - pasó su mirada por ambos jóvenes, quienes desviaron la suya - Será mejor que estén preparados, partiremos al amanecer.
- ¿Partir? - su hija se sorprendió - ¿A dónde?
- Kohaku - su hijo lo miró - Tómate un descanso, Sango te alcanzará después.
- De acuerdo - asintió, alejándose rápidamente, mientras el hombre comenzaba a caminar en dirección a la casa.
- Padre - la castaña se colocó a su lado - ¿Dónde iremos?
- Sango, ¿guardaste el fragmento de la perla que trajiste anoche?
- Si, bueno, lo dejé en el altar de la casa.
- Esta bien.
Ambos ingresaron a la casa, caminando en dirección del altar antes mencionado.
- ¿Recuerdas que el abuelo le entregó la perla a esa sacerdotisa? - preguntó, observando el fragmento, visiblemente contaminado.
- Si... su nombre era Kikyo, si mal no recuerdo.
- Así es, la sacerdotisa Kikyo... la mujer más poderosa desde Midoriko - miró a su hija - Es obvio que la perla ha sido destruida, sin embargo, es primordial que todos los fragmentos le sean devueltos, ya que es la única que puede purificarlos.
- ¿Cómo sabes que se encuentra con vida? Si la perla esta rota, es porque algo le sucedió a esa sacerdotisa, ¿no crees?
- Lo averiguaremos en cuanto lleguemos a la aldea.
- ¿Iremos todos?
- Es necesario... el poseer un fragmento de la perla, es la invitación más directa a la muerte, después de todo... todos los seres malignos desean la Shikon No Tama, completa o no.
- Si me permites... creo que sería muy arriesgado el dejar la aldea desprotegida.
- Más arriesgado es tener este fragmento aquí.
Un silencio llenó el ambiente, al mismo tiempo en que el hombre caminaba hacia la puerta.
- Ve con Kohaku, ayúdalo a que mejore sus habilidades - hizo una pausa - Se que con tu ayuda, él estará más tranquilo.
- De acuerdo - sonrió, llevando nuevamente su mirada al fragmento.
¿Por qué tengo esta sensación? No lo comprendo pero... es como si algo terrible estuviera por suceder.
Pensó, suspirando y saliendo del hogar, en busca de su hermano.
