¿Viene por Colmillo de acero? Pero si hace unos días...

La imagen del peliplata contemplando a su hermano pasó por su mente.

Entonces, si trata de robarle la espada...

- ¡¿Quién es ese?! - chilló el niño, escondiéndose detrás de Miroku.

- Es el medio hermano de Inuyasha. - respondió él.

- ¡Él no es mi hermano! - gritó. - ¡¿Y tú cómo sabes eso?!

- ¿Realmente eso es lo que importa ahora? - preguntó el mayor, descendiendo del hombro de aquel monstruo y deteniéndose a unos metros de los jóvenes.

- Inuyasha... - murmuró Kagome. - Su... su brazo.

- ¿Qué? - posó la mirada en aquella extremidad. - ¿De dónde sacaste eso?

El yokai sonrió, recordando lo acontecido días atrás.

Inicio del flashback

- Amo Sesshomaru, ¿tiene idea de cuándo despertará su hermano? - preguntó, mientras el demonio se encontraba frente a la cascada.

- No me interesa. - miró hacía el horizonte. - Sólo se... que cuando despierte, le quitaré esa espada. - sin previo aviso, lanzó su látigo contra el bosque, cortando a la mitad un par de árboles. - Estas muy equivocado si crees que no me percate de tu repugnante olor.

- Al parecer, su olfato es mejor de lo que me esperaba. - aquel ser, cubierto con aquella capa de mandril, se hizo presente.

- ¿Quién eres?

- Lo mismo le pregunto. - el yokai entrecerró sus ojos. - Pero, como soy un hombre cortés, le diré mi identidad primero... soy Naraku.

- Naraku. - repitió con seriedad.

- Usted es el hermano de Inuyasha, ¿no es así?

- Eso no es de tu incumbencia.

- Comprendo. - sonrió por debajo de su capucha. - Es un hombre de pocas palabras, me agrada.

- Tienes cinco segundos para decirme que es lo que quieres. - empuñó sus garras. - O te destruiré.

- Pasaba por aquí y no pude evitar escuchar su predicamento, señor. - mintió. - Al parecer, usted está interesado en la espada de Inuyasha.

- ¡Ay pero que insolente! Esa espada le pertenece al amo Sesshomaru y planea recuperarla... - antes de que pudiese seguir hablando, el peliplata posó su pie sobre él.

- Que extraño... usted parece un poderoso demonio, un hanyo como Inuyasha no debería presentar ningún problema.

No respondió, sin embargo, Jaken reveló más de lo que él hubiese deseado.

- ¡Sólo espera a que mi amo pueda destruir la barrera de la Tessaiga! Aquella energía que recibió a esa niña insolente que anda con Inuyasha y que no dejo...

- Jaken. - el pequeño yokai dejó de hablar.

- La espada de Inuyasha sólo puede ser tocada por él o algún humano, ¿verdad? - preguntó con altanería.

- Hm. - volteó, observándo el horizonte.

- Señor Sesshomaru, sé de algo que podría serle de gran ayuda para obtener aquella legendaria arma. - el demonio lo miró por sobre su hombro. - Sólo... véame aquí en tres días.

Fin del flashback

- Tiene un fragmento de la Perla de Shikon. - murmuró.

Pero... ¿de dónde lo consiguió?

- ¡Feh! - desenvainó su espada. - Pues no me interesa... ¡me encargaré de ti en este instante! - la miró por sobre su hombro. - Kagome... escóndete junto con Shippo y Miroku.

- De acuerdo... por aquí. - corrieron en dirección al bosque, en donde rápidamente se ocultaron tras los árboles.

- Pero... si son hermanos, ¿no se supone que deberían llevarse bien?

- Bueno, al parecer, este no es el caso, Shippo. - respondió Miroku. - ¿Usted que sabe al respecto, señorita Kagome?

- Ellos... - por su mente pasó todo lo vivido hasta el momento, desde que conoció al mayor, pasando por los momentos en los que había compartido con él. - Sesshomaru es alguien extraño.

- Si mal no recuerdo, fue él quién la salvó de Kotatsu hace unos días.

- ¿Qué? - el niño pasó la mirada por ambos. - ¿Él los ayudó y ahora viene a atacar a Inuyasha?

- Lo se, Shippo... yo tampoco comprendo nada. - murmuró.

Sesshomaru, ¿realmente viniste por la espada?

- ¿Qué esperas, Inuyasha? - sonrió, empuñando sus garras.

- ¿Qué demonios pretendes? - apretó sus dientes.

- Bien, si no peleas, ¡yo lo haré!

Se lanzó sobre su hermano con la intención de cortarle la cara, sin embargo, éste se cubrió con la Tessaiga, a sabiendas de que su campo lo repelería.

¿Qué?

Abrió ligeramente sus ojos, al mismo tiempo en que una tenue sonrisa se formaba en los labios de su hermano. Rápidamente se alejó, mirando su arma.

- El campo de Colmillo de acero no repelió a Sesshomaru. - pronunció la morena.

- ¿Campo de protección?

- La primera vez que él intentó tomar la espada... una especie de energía lo lastimó.

- ¿Algo así como si lo rechazara? - preguntó el monje.

- Si... eso creo.

- Eso significa que él no está destinado a ser su verdadero dueño. - susurró.

- Maldito Sesshomaru. - frunció el ceño. - ¡¿Qué demonios le hiciste?!

- ¿Eres tan idiota que no te das cuenta? - elevó su brazo izquierdo.

El fragmento de la perla... está unido a ese brazo y si puede tomar la espada... eso significa que esa extremidad...

- ¡Inuyasha! ¡Es un brazo humano! ¡Y está unido a su cuerpo a través del fragmento de La Perla de Shikon!

Los orbes dorados del yokai se depositaron en la morena.

- Vaya, que inteligente.

- ¡Eres un tramposo! ¡¿Crees que te dejaré tan fácil el tesoro que me dejo mi padre?! ¡¿Quieres una espada?! ¡Usa la que tienes ahí!

Aquel comentario pareció encender la furia del demonio, ya que se lanzó sobre él sin ningún tipo de advertencia. El hanyo volvió a esquivarlo, al mismo tiempo en que agitaba su espada, sin provocarle ningún tipo de peligro.

- Eres un inútil.

- ¡Cierra la boca! - saltó sobre él, tratando de cortarlo con el arma.

- ¡Sólo agitas la espada como si fuese un pedazo de madera! - gritó, tomándolo de su mano e inmovilizándolo. - Ni siquiera puedes leer el viento cortante.

¿Viento cortante?

Pensó, mientras entrecerraba sus ojos, debido al veneno que comenzaba a quemar sus brazos.

- Tal y como lo suponía... si no puedes leerlo, ¡no puedes poseerla! - las garras de su mano libre se clavaron en su mejilla, obligándolo a retroceder y soltar la empuñadura del arma.

- ¡Inuyasha! - gritó la mujer al observarlo caer de cuclillas.

- ¿Quieres saber a lo que me refiero? - su mirada se dirigió hacia el gran monstruo con el que había llegado al lugar.

- ¡Ay mamá! - pronunció Jaken, lanzándose de él al comprender lo que estaba por ocurrir.

- ¡Te mostraré porque yo soy el único que debe heredar la Tessaiga!

Agitó el arma, al mismo tiempo en que una poderosa energía se desprendía, iluminando aún más aquel día soleado. El estruendo producto de aquel ataque fue colosal, llegando a oídos de quienes se encontraban a una gran distancia.

- ¿Qué fue eso? - preguntó Kaede, mirando por sobre su hombro y deteniéndose en la puerta de la cabaña.

- ¡No, señorita Kikyo, aún está muy débil! - gritó, Rin.

- ¿Hermana? - volvió su mirada hacia el interior de su hogar, encontrándose con la miko tratando de incorporarse. - ¿Qué haces?

- Tengo que ir a ver que fue ese sonido.

- ¡¿Acaso te volviste loca?! - ingresó, dejando la cubeta de agua que sostenía. - Sea lo que sea... no fue en la aldea.

- Eso no importa. - se puso de pie con dificultad. - Fue cerca... mi deber es proteger esta aldea.

- ¡No podrás protegernos si te matan! - volvió a gritar, con sus ojos llenos de lágrimas.

- Kaede, tu insolencia es lo único que me preocupa últimamente. - le lanzó una mirada fría, mientras ella fruncía el entrecejo. - Rin, cuídala y no salgan de aquí.

Tomó su arco y salió. Su cuerpo se encontraba completamente debilitado y sus vendas se notaban aún debajo de su ropa, sin embargo, nada iba a impedir que llegase al lugar de donde provenía aquella energía, una demasiado poderosa para cualquier yokai corriente.

- El... el monstruo desapareció. - pronunció el pequeño zorrito.

- Eso fue impresionante. - murmuró el castaño.

¿Cómo demonios hizo eso?

Inuyasha aún poseía su mirada perdida en aquel lugar en donde, segundos atrás, se elevaba ese gran demonio.

- Inuyasha. - sus miradas de oro se encontraron. - Acabas de conocer el verdadero poder de la espada. - sonrió. - ¿Estas listo para morir en sus manos?

- ¡Inuyasha! - en un rápido movimiento, tomó su arco y corrió en su dirección, interponiéndose entre ellos.

- Kagome. - murmuró.

- ¡Sesshomaru! ¡¿Por qué te empeñas en tener a Colmillo de acero?! ¡¿Acaso no comprendes que nunca serás tu dueño?!

- No, Kagome. - se incorporó, poniéndose a su lado. - No lo desafíes, él no tendrá piedad...

- No me matará. - pronunció con seguridad.

Sus manos me sostuvieron esa noche frente al árbol sagrado, mientras lloraba por Inuyasha, además, me salvó de Kotatsu, no tendría sentido que...

- ¿Quieren morir juntos? Qué romántico. - se burló.

- ¿He?

- Tú pelea es conmigo. - se posicionó delante de la morena. - Ella no tiene nada que ver.

- Al parecer, desea ser parte de esto. - volvió a elevar su espada. - ¡Y le concederé su deseo! - agitó la hoja, desprendiendo nuevamente aquel poderoso ataque.

- ¡Inuyasha! ¡Señorita Kagome!

- ¡Kagome!

Gritaron Shippo y Miroku, contemplando la escena desde atrás de los árboles.

¡Maldición! Si utilizo mi Kanzaana, corro el riesgo de absorber a Tessaiga.

Pensó, colocando sus manos sobre su rosario.

- ¡Amo bonito! - se acercó luego de que el ataque se disipo. - Al parecer no quedaron ni los pedacitos de ambos.

No... ellos aún están aquí.

Entrecerró sus ojos, mientras pasaba sutilmente su mirada por los alrededores. En ese momento, una flecha se clavó en su armadura, destrozándola por completo y provocando que sus orbes dorados se dilataran en una clara expresión de sorpresa.

- ¡Eres un idiota!

La voz de Kagome hizo que girara y los encontrara. Él estaba de cuclillas, luchando internamente contra el veneno que le había inyectado, a duras penas había podido tomar a la morena y alejarla de ahí, sin embargo, ella se veía mucho mejor, lo notaba en la forma segura en la que sostenía su arco, además de su mirada llena de molestia.

- Kagome... por favor, no te entrometas o él...

- ¡La próxima irá a tu brazo! - gritó, haciendo caso omiso de sus palabras.

Te arrancaré el fragmento de la perla, junto con la extremidad, así serás incapaz de volver a tomar la espada.

- Hm... no me agradan los valientes.

Voló en su dirección, empuñando nuevamente la espada, mientras sus orbes dorados se encontraban con los castaños de ella.

- Muere.

No te atreverías.

Pensó, tensando el agarre sobre la flecha.

- ¡Ni se te ocurra tocarla! - la voz de Inuyasha fue lo siguiente que se escuchó antes de un que un nuevo estruendo ensordeciera a los presentes.

¿Frenó el ataque con la funda?

Frunció el ceño al notar la presión ejercida sobre aquella vaina, la cuál poseía más resistencia de la que él hubiese podido imaginar.

- ¡Kagome! ¡Escapa! - la miró por sobre su hombro.

- ¡Eso jamás! - gritó. - ¡Yo no te dejaré, Inuyasha!

- ¡Idiota! - volvió a posar sus ojos sobre su hermano.

No dejaré que le ponga un dedo encima a Kagome, aún si tengo que matarte para evitarlo.

La morena se alejó unos pasos, enceguecida por la luz que emanaba la fricción de aquellas piezas, las cuales formaban parte de una misma arma y ahora se veían obligadas a enfrentarse.

Tengo... tengo que impedir que pueda tomar...

- ¡INUYASHA! - gritó al ver como la mano libre de su hermano atravesaba su abdomen, con la intención de que se debilitara rápidamente.

¡Esto si que no te lo perdonaré!

Frunció el entrecejo, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas y lanzaba aquella flecha y una luz morada suplantaba a la blanquecina rápidamente.

- ¡¿Qué ocurrió?! - preguntó el niño.

- La flecha de la señorita Kagome. - respondió el castaño.

El brazo se desprendió y, junto con él, la espada cayó a los pies del hanyo.

- Ka...Kagome. - murmuró el híbrido.

¿Lo logré?

Se sorprendió, mientras corría y tomaba el arma ante la atenta mirada del peliplata mayor.

Ay no puede ser... el amo Sesshomaru está furioso... si esa jovencita y el idiota de Inuyasha no escapan, estarán muertos en cuestión de segundos.

- Corre... - gruñó, tratando de tomar aire.

- No...

- ¡Qué corras maldita sea!

- Tú... - aquella energía comenzó a envolverlo. - Mujer humana... ¡¿Por qué te entrometes en lo que no te corresponde?!

Sus ojos se tornaron rojos, mientras su rostro se contraía y su verdadera forma era revelada poco a poco.

Maldición.

Sin pensarlo dos veces, tomó a la estudiante en sus brazos y comenzó a correr, adentrándose en el bosque. Sesshomaru se lanzó sobre ellos, sin embargo, una poderosa energía logró detenerlo por unos momentos.

- ¡Kanzaana! - gritó Miroku, quitando el rosario de su mano.

No se... cuanto tiempo podré aguantar.

Mientras tanto, Inuyasha atravesaba los árboles con su mirada comenzando a nublarse.

- ¡Inuyasha! ¡Detente! - gritó al notar el pálido semblante de su rostro.

No sin que estés a salvo.

Corrió un par de metros más hasta que distinguió aquella conocida estructura.

El pozo.

Pensó, lanzándose dentro.

- ¡Shippo! - le gritó al niño. - ¡Huye!

- ¡Pero... Miroku!

- ¡Hazlo!

No puedo... más.

Cayó de rodillas, esperando el ataque final del yokai, sin embargo, cuando este se disponía a devorarlo, una nueva flecha se incrustó en una de sus patas, obligándolo a retroceder.

- Se... señorita Kikyo. - murmuró, mirándola por encima de su hombro.