¿Dónde estoy? Mi cuerpo... ¡Feh! maldición, me duele demasiado... ¿Qué sucedió? Lo último que recuerdo es haber tomado a Kagome...
Kagome...
- ¡Kagome! - se sentó repentinamente, observando todo el lugar.
Es... su habitación.
- Orejas de perro, despertaste.
- ¿Qué? - murmuró. - Tú... eres el hermano de Kagome.
¿Estamos en su época?
- Mi hermana me dijo que te dejara dormir, pero quería saber como estabas.
- ¿Dónde...? ¿Dónde está ella?
- Fue a la escuela.
- ¿Y tú por qué estás aquí?
- No tenía que ir hoy. - se encogió de hombros. - Al parecer los profesores tenían una reunion o algo así, ¿te sientes mejor? estabas muy lastimado esta mañana cuando llegaron por el pozo.
¿El pozo? Es... verdad, yo salté al pozo cuando Sesshomaru trató de atacarnos.
No fue hasta que trató de sentarse, que notó su torso desnudo.
- ¿Dónde está mi ropa?
- Mi hermana lo puso en la lavadora, estaba cubierta de sangre, al igual que su uniforme.
El híbrido permaneció en silencio, reviviendo la batalla que se había desencadenado con su hermano.
- Oye, Inuyasha. - él lo miró. - ¿Por qué mi hermana no regresó en un mes?
- ¿Qué?
- La última vez que los vimos, ella dijo que regresaría pronto, pero no lo hizo... mamá y el abuelo estaban muy preocupados.
¿Estaban preocupados?
- Pensaron que había muerto, al igual que tú...
¿Morir? Bueno... no fue exactamente eso pero... se sintió similar.
- ¿Inuyasha?
- ¿He?
- ¿Seguro que estas bien? Pareces distraído.
- Escúchame bien, enano. - se incorporó. - Si tienes alguna duda, pregúntaselo a Kagome, ¿de acuerdo? Yo ni siquiera quiero estar aquí.
- Oh, ¿de verdad? - los ojos del niño se volvieron tristes.
- ¡Keh! ¿Por qué pones esa cara?
- Porque pensé que, después de tanto tiempo, estarías contento de volver a vernos.
- Pues... te equivocaste. - desvió la mirada. - Dile a tu hermana cuando regrese, que quiero irme a mi época.
- De acuerdo. - se puso de pie, visiblemente desilusionado y salió de la habitación.
Una vez que el niño cerró la puerta, el híbrido salió de la cama y se sentó, colocando su cabeza entre ambas manos.
¡¿Qué demonios me sucede?! ¿Por qué me siento molesto por todo?. Hace un mes que Kagome no ve a su familia... no puedo ser tan egoísta de llevarla de regreso para comenzar la búsqueda de los fragmentos.
- Necesito irme antes de que ella regrese.
Se puso de pie y salió de la habitación. Descendió las escaleras y se detuvo cuando la mujer apareció con una bandeja en la mano.
- ¡Inuyasha! - sonrió. - Sota me dijo que habías despertado, estaba por llevarte algo de comer.
Los orbes dorados del hanyo se posaron en el té y las galletas.
- Le agradezco, señora, pero no será necesario. - se maldijo internamente por rechazar aquel gesto. - Podría... ¿podría darme mi ropa? Yo, necesito regresar a mi época.
- ¿Seguro que no quieres pasar la noche aquí?
- Lo lamento, pero... me necesitan allá.
- Comprendo. - sonrió tristemente. - Supongo que cuando Kagome regrese...
- Debo irme solo. - fue tajante. - Ella... ella necesita estar aquí...
- No creo que a Kagome le agrade escuchar eso. - intervino el abuelo, descendiendo el periódico. - Ella estaba muy preocupada por ti esta mañana.
Inicio del flashback.
La morena abrió sus ojos, notando aquel brillo desvanecerse.
¿Esto es...?
Miró al hanyo, quién poseía su cabeza inclinada hacia abajo.
- ¿Inuyasha? - saltó de su agarre, observando su rostro.
- Kagome. - murmuró. - Estas a salvo.
Inmediatamente se desplomó en sus brazos, al mismo tiempo en que ella comenzaba a gritar.
- ¡¿Inuyasha?! ¡INUYASHA! - miró hacia arriba. - ¡Mamá! ¡Abuelo! ¡Sota! ¡¿Hay alguien cerca?!
Mientras tanto, el niño y el anciano se encontraban caminando fuera del templo, uno en dirección de la escuela y el otro en dirección de la tienda, cuando la voz de la joven los alertó.
- ¡ABUELO! ¡SOTA!
- ¡Abuelo! - gritó el niño. - ¿Escuchaste eso?
- ¿Qué cosa? - lo miró, confundido.
- ¡MAMÁ!
- ¡Es mi hermana! - pronunció esperanzado. - ¡Y viene del pozo! - se adentró en el templo, mientras el anciano lo seguía.
- ¡Hermana! - se asomó, encontrándose con aquella escena. - ¡¿Qué le pasó a Inuyasha?!
- ¡Sota! - una sonrisa se formo en sus labios. - ¡Gracias a Dios! ¡Inuyasha está muy herido!
- ¡Kagome! - la mirada del hombre se encontró con la de ella. - De verdad eras tú.
- Abuelo... por favor, ayúdenme a subir a Inuyasha, necesito curarlo de inmediato.
Fin del flashback.
- Después de que salieron del pozo, ella se encargó de curar tus heridas, además de advertirle a Sota que te dejara descansar. - volvió su vista a las hojas. - Ella se molestaría mucho contigo si te vas de esa manera.
Es verdad, sería un cretino si la dejo aquí sin decirle nada, pero... es lo mejor... ella... ella corre peligro en aquella época, sobre todo porque Kikyo no la quiere en la aldea... no puede estar a la intemperie, además, con ese tal Naraku suelto, yo...
- Lo sé. - respondió, desviando su mirada. - Pero se que ella entenderá tarde o temprano.
- Bien, en ese caso, iré por tu ropa. - la mujer regresó sobre sus pasos, en busca de su haori rojo.
- Orejas de perro.
- ¿Qué?
- ¿Quieres que le diga algo a mi hermana cuando regrese?
¿Decirle algo? ¿Qué puedo dejarle dicho si estoy huyendo como un cobarde?
- Sólo... sólo dile que se quede tranquila... que yo me encargaré de las cosas de allá.
- ¿No quieres que regrese?
Antes de que pudiese responder, la mujer ingresó con la prenda en su mano.
- Aquí tienes.
- Muchas gracias. - se vistió rápidamente. - Yo... lamento que Kagome no haya regresado en el último mes.
Lamento no haber estado a su lado para protegerla.
- Adiós. - comenzó a caminar.
- Mucha suerte, Inuyasha. - le sonrió nostálgicamente.
- ¿Vas a volver a visitarnos?
- Lo dudo, Sota. - se detuvo, mirándolo por sobre su hombro.
- Si es tu decisión, la respetamos. - el anciano se puso de pie. - Te agradecemos por haber cuidado de Kagome en aquel lugar, ten un buen viaje, hijo.
Hijo.
- Gracias, señor.
Salió de la casa, sintiendo una sensación agobiante en su pecho.
¿Qué demonios es esto? Me siento... me siento, ¿triste?... es como si... como si no quisiera despedirme de ellos, mucho menos de Kagome.
- Kagome. - murmuró, deteniéndose en el árbol que se erguía cerca del templo. - Yo... yo... lo siento mucho, pero... no puedo... no puedo pensar en nosotros ahora.
Maldición, eres un idiota.
- ¡Lo se! Lo se... - frunció el entrecejo, desvió su mirada. - Maldito corazón débil.
Con aquella angustia invadiéndolo por completo, ingresó en aquella antigua estructura y de detuvo frente al pozo de madera.
¿Qué pasará... si no puedo regresar? ¿Estoy listo para no volver a verla?
- Es lo mejor. - susurró.
Sabes que no lo es.
- Lo sé. - suspiró, al mismo tiempo en que se lanzaba en su interior.
- Señorita Kikyo... - murmuró el monje, mirándola por sobre su hombro.
- ¡Kikyo! - el zorrito se aferró a su hakama.
- Corran... - respondió, con sus ojos fijos en el rostro del demonio.
- Pero...
- No se preocupen, estaré bien.
Miroku puso sus ojos en Sesshomaru, notando que, aunque permanecía en su verdadera forma, no parecía tener intenciones de lanzarse sobre ellos o... sobre ella.
- Shippo. - miró al niño. - Ven...
- Pero...
- Sígueme. - ambos se alejaron rápidamente.
Cuando finalmente se perdieron de su vista, la mujer empuñó su arco, manteniendo su seria expresión.
- ¿Vas a obligarme a dispararte?
- ¡Pero que mujer descarada! - murmuró Jaken, escondido detrás de un árbol. - ¡¿Como se atreve a lanzarle una flecha al amo bonito?! Espero que se encargue de despedazarla...
- No es necesario que lleguemos a esto, ¿verdad? - insistió.
Poco a poco, la transformación del peliplata se revirtió, hasta regresar completamente a su forma humanoide. La flecha descansaba entre sus dedos, mientras sus orbes dorados estaban posados sobre los castaños de ella. Dio un paso en su dirección, mientras ésta se desintegraba.
Kikyo bajó el arco, guardando la flecha en su lugar y colocó el arma sobre su hombro, mientras realizaba gestos de dolor, producto de las heridas que aun no cicatrizaban.
- ¿Todavía sigues con la intención de asesinar a Inuyasha?
- Ese no es tu asunto. - respondió con seriedad, deteniéndose frente a ella.
- Lo es... pusiste a mi aldea en peligro, Sesshomaru... pensé que teníamos un trato con respecto a esto.
Inicio del flashback.
- ¿Eres la mujer de Inuyasha? - preguntó, observando el horizonte.
- No aún. - respondió, mientras recolectaba las hierbas del campo. - ¿Qué haces aquí? Inuyasha no debe estar lejos.
- Él no vendrá.
- ¿Cómo puedes estar tan seguro?
- Sólo lo se.
- De acuerdo. - sonrió levemente, mientras volvía sus ojos a las hierbas. - ¿Por qué lo detestas? - sus orbes dorados se posaron sobre ella. - ¿O me dirás que lo ves como tu hermano?
- Eso no es de tu incumbencia.
- ¿Te quedarás por aquí? - no respondió. - En ese caso, no trates de hacerle daño a los aldeanos.
- ¿Quién te asegura que no lo haré?
- Sólo entonces, tendré que matarte. - volteó y comenzó a caminar en dirección de la aldea.
Fin del flashback.
- Jamás acepte tu trato.
- Y jamás le hiciste daño a ninguna aldeano. - entrecerró sus ojos. - Dime la verdad, Sesshomaru, ¿A que viniste a este lugar? ¿Fue sólo a buscar a Inuyasha?
- ¿Realmente crees que te diría eso a ti?
- ¿Qué es lo que realmente estas buscando?
El yokai volteó y comenzó a caminar, mientras los ojos castaños de la mujer se mantenían fijos en su espalda.
- Si interfieres, te mataré. - la miró por sobre su hombro y continuó su andar.
Mientras tanto, el monje y el niño se mantenían escondidos detrás de unos arbustos.
- ¿Estas bien, Miroku? - preguntó Shippo, posado sobre su hombro.
¿Qué es lo que sucede entre estos dos?
Pensó, sin responder.
El atardecer comenzó a pintar de aquellos colores anaranjados el cielo, mientras la joven se apresuraba a ascender por los escalones del templo de su hogar.
No puede ser... se me hizo demasiado tarde.
Llegó a la cima y, respirando lo más profundo que pudo, continuó su andar, abriendo la puerta de su casa con brusquedad.
- ¡Ya llegué! - gritó, adentrándose en la sala y dejando su mochila y bolsas sobre la mesa de madera. - Lamento la tardanza... - aspiró una bocanada de aire.
- Buenas tardes, hija. - respondió el abuelo. - ¿Qué te sucedió?
- ¿Inuyasha se despertó? - omitió totalmente la pregunta del anciano.
- Hola, hija. - su madre emergió de la cocina.
- Tengo que cambiar sus vendas lo más rápido posible, pasaron demasiadas horas...
- Kagome...
- Mamá, ¿no fuiste a verlo? si sigue dormido, tal vez no sea una buena señal.
- Kag... - notó los ojos tristes de ella y supo que algo no andaba bien.
- ¿Qué sucede? - murmuró.
- Inuyasha... él... se fue, hija.
- ¿Se fue? - su mente no logró comprender del todo aquellas palabras. - ¿Cómo que se fue? ¿A que te refieres con que se fue?
Por un milisegundo, la posibilidad de la muerte pasó por su cabeza.
- Él, decidió marcharse a su época.
- ¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! - sus ojos se abrieron ampliamente.
- No lo se... pero... se veía muy ansioso por regresar.
- Hermana... - Sota ingresó al lugar y la decepción en su mirada era evidente. - El amigo orejas de perro... me dijo que te dijera... que él se encargaría de todo.
¿Encargarse de todo? ¿A que se refiere? ¿A la perla y Naraku tal vez?
Sin responder, comenzó a correr en dirección al templo.
Es imposible que se haya marchado... el pozo no nos deja pasar sólo a uno... él.. él tiene que estar aquí, en algún lugar...
Descendió las viejas escaleras de madera y apoyó sus manos en la estructura del pozo, observando su interior.
- No está... - murmuró. - ¿De...? ¿De verdad pudo marcharse? - apretó sus puños sobre aquella áspera textura y, sin pensarlo dos veces, se lanzó.
Sus pies aterrizarlos en el suelo de tierra, flexionando sus rodillas para no lastimarse, mientras su pecho se apretaba al notar que seguía en el mismo lugar.
- ¿No funcionó? - elevó su mirada, encontrándose con el techo del lugar. - Sigo en casa... pero, ¿por qué?
Sus manos se apoyaron al lado de sus pies, mientras su mente trataba de comprender lo que estaba pasando.
- Inuyasha... ¿Cómo pudiste irte sin más? - sus ojos se llenaron de lágrimas. - ¿Acaso... acaso vas a regresar con Kikyo y olvidarte de todo esto?
Se puso de pie, limpiando la comisura de sus ojos.
Si ese es el caso... entonces espero no volver a ver tu cara... nunca más.
Es muy probable que, a partir de ahora, las cosas se alejen un poco del canon, debido al rumbo que tomó la historia.
