- Se supone que eres una criatura pacífica... ¿Por qué has venido directo a atacarnos?
Un gruñido escapó de sus labios, en el mismo momento en que abría sus fauces y decenas de lobos salían despedidos. Miroku comenzó a golpearlos con su cetro, mientras Shippo lanzaba sus pequeñas hojas mágicas, con el fin de distraerlos.
- ¡Shippo! ¡Señorita Rin! ¡Huyan!
- ¡Pero, Miroku...!
- ¡Háganlo!
- Por aquí, Shippo. - la jovencita lo tomó en sus brazos y comenzó a correr.
- ¡¿Qué haces?! ¡No podemos dejarlo sólo o lo va a matar!
- ¡Lo se! Sólo iremos por ayuda...
Son demasiados... seré devorado si no hago algo al respecto.
- No me dejas opción.
Tomó el rosario y, antes de que tuviese la oportunidad de quitarlo, Royakan comenzó a pronunciar sonidos inteligibles, al mismo tiempo en que meneaba su cabeza, tratando de alcanzar una zona inaccesible de ella.
¿Qué le sucede?
- ¡Quítamelo! ¡Quítamelo!
- ¡Royakan! ¡¿Qué es lo que tienes ahí?!
- ¡Ese maldito de Naraku! - rugió. - ¡Arrrghhh! ¡Me duele!
¿Naraku? No puede ser...
Mientras tanto, la sacerdotisa se encontraba a unos metros de la aldea, cuando se detuvo repentinamente, mirando por sobre su hombro.
Puedo sentir la presencia de un fragmento de la Perla de Shikon... y está contaminado.
Entrecerró sus ojos, dando media vuelta y regresando a la zona de la que provenía aquella energía, sin embargo, fue interceptada antes de dar unos cuantos pasos.
- Tú... - apretó sus dientes ante la figura que se encontraba a unos metros. - ¡Maldito!
- Buenos días, Kikyo. - sonrió por debajo de la piel de babuino que lo envolvía.
Él no es el dueño del fragmento que percibo, pero...
- Naraku. - empuñó su arco. - ¿Has venido a tu sentencia de muerte?
- Sólo... vine a advertirte que, tarde o temprano, estarás en mis manos... al igual que el fragmento de la perla que te mantiene unida a este lugar. - comenzó a reir. - No olvides... que tu alma esta en el medio de ambos mundos... un minúsculo movimiento y... serás historia.
- Hablas demasiado. - soltó la flecha, impactando en el medio de su cuerpo, sin embargo, este se deshizo al instante.
- Kukuku no lo olvides, querida Kikyo... tu vida me pertenece desde el mismo momento en que te la arrebaté aquella tarde.
Caminó hacia la piel que yacía en el suelo, elevándola y encontrándose con aquella pequeña figura de madera, la cuál estaba envuelta en un par de cabellos negros.
- Cobarde. - apretó el agarre en la marioneta, rompiéndola en decenas de pequeños trozos.
Tu vida me pertenece...
- Al parecer... no sólo estas detrás de los fragmentos... Naraku.
- ¡Señorita Kikyo! - elevó la mirada ante la voz de Rin. - ¡Señorita Kikyo!
- ¡No podemos pedirle ayuda a Kikyo! - se quejó. - ¡No vez que esta muy herida!
- No te preocupes, Shippo. - intervino. - ¿Qué sucede?
- Hay... hay un demonio furioso y... el joven Miroku...
- ¡Royakan se volvió loco! - la interrumpió el niño.
¿Royakan? ¿El guardián del bosque?
- ¡Dijo que quería que le dieras el fragmento de la perla!
- Hm. - sonrió, cerrando sus ojos. - Ya comprendo... regresen a la aldea, yo iré a ayudar a Miroku.
- ¡Pero... estas muy herida!
- No te preocupes por mi. - lo miró cálidamente. - He pasado cosas peores... por favor, resguárdense en la aldea y no salgan hasta que regrese.
- Señorita Kikyo, ¿quiere que la acompañe?
- No es necesario, Rin... ve con Shippo. - continuó su camino sin más.
Una vez que estuvo lo suficientemente lejos, Rin colocó al niño en el suelo.
- ¿Qué estas haciendo?
- No podemos dejarla sola en ese estado, ¿puedes ir con Kaede? Si ella se percata de lo que esta sucediendo, sería muy peligroso.
- Pero... Rin...
- Descuida, estaré bien. - comenzó a correr en la misma dirección en la que la mujer se había marchado.
No...
- ¡Abajo!
Nuevamente, el rostro del hanyo se estrelló en el suelo, mientras ella pasaba por su lado.
- ¡¿Por qué me haces eso?! - gritó, mirándola por sobre su hombro.
- ¡Porque eres un tonto! - se quejó, sentándose sobre la cama.
- ¿Qué? - murmuró al percibir el olor salado de sus lágrimas. - Y... ¿y ahora que te sucede?
- ¡No es tan simple! ¡¿Lo sabes?! - suspiró. - Yo... llegué a tu época sin saber por o para que... te conocí y... - las lágrimas comenzaron a salir con más fuerza. - Tú estabas a punto de convertirte en humano para permanecer al lado de Kikyo... pero... yo... comencé a tener estos sentimientos por ti y tú... dijiste que sentías lo mismo. - aspiró una bocanada de aire. - Luego Kikyo te selló y... ya conoces el resto.
- Kagome...
- No es fácil para mi, Inuyasha... anoche te vi abrazado con ella, aún después de lo que sucedió y hoy... estabas a punto de marcharte. - lo miró, atravesando el corazón del joven con su mirada. - Inuyasha, ¿Qué tenías planeado hacer al regresar allá?
Sus ojos dorados se posaron en el suelo, mientras los latidos del corazón de ella aumentaban considerablemente.
- Tú... ibas a regresar con Kikyo, ¿verdad?
- ¡¿Hasta cuando vas a seguir con eso?! - cruzó sus brazos. - Yo iba a regresar para salir en busca de ese tal Naraku.
- ¿Quieres reunir los fragmentos de la perla?
- Oye, esa Perla de Shikon me da lo mismo a esta altura, ¿bien? pero si ese tal Naraku fue capaz de hacernos todo esto sólo para quedarse con ella, es muy peligroso que ande suelto, además... es muy peligroso para ti también.
- ¿He?
- Naraku asesinó a Kikyo, ¿verdad? - asintió. - Su vida esta atada a ese fragmento... él fue quién hizo que ella me sellara en el árbol y tú fuiste la causante de que él no huyera con la perla. Si verdaderamente esta dispuesto a todo, no dudará en matarnos.
- Entonces, el motivo por el que ibas a regresar sólo... ¿era para que yo no estuviera en peligro?
- Yo... no podría perdonarme si algo malo te pasa, Kagome. - sus miradas volvieron a encontrarse y pudo notar la sinceridad en sus ojos. - Estuviste un mes en una época que no conocías y... no pude estar contigo, yo... no pude cuidarte.
- Inuyasha... yo... no puedo decir que estuve mal durante ese tiempo, porque... Kikyo me ayudó mucho a adaptarme, al igual que Rin y Kaede. - en ese momento una pequeña punzada golpeó su pecho. - Es por eso que... me da un poco de pena admitir... que siento celos de ella.
- ¿Qué? ¿Celos? - se sorprendió. - Pero... ¿por qué?
- Cuando los vi juntos anoche... pensé en el tiempo que ustedes pasaron juntos antes de que yo llegará.
- ¿Y eso que tiene que ver? ¿Acaso no te fui claro con lo que siento? - ella permaneció en silencio, por lo que se acercó y tomó su mano. -Como sea, te pido por favor que confíes un poco más en mi.
- Inuyasha. - murmuró.
Permanecieron observándose durante unos momentos hasta que ella desvió la mirada, tratando de controlar los latidos de su corazón.
- ¿Cómo esta tu herida? - se soltó.
- ¿Herida? - miró su abdomen.
Es verdad, Sesshomaru me atravesó el estómago.
- Te cambiaré las vendas y... regresaremos a tu época.
- ¿Qué?
- Dijiste que querías comenzar la búsqueda de los fragmentos cuanto antes... bueno, entonces iré contigo.
- Pe... pero... hace un mes que no ves a tu familia.
- Lo sé, pero... no puedo escaparle a la responsabilidad que tengo en aquel lugar. - sonrió. - No te preocupes, ellos entenderán. Pasó por su lado y se detuvo frente a la puerta. - Iré a ayudar a mamá con la cena, puedes bajar si lo deseas.
- Kagome.
Salió sin más, mientras él emitía un pequeño suspiro y se sentaba sobre la cama, preguntándose el porque se sentía tan angustiado.
La exterminadora se encontraba camino hacia la puerta de la gran fortaleza, mientras el atardecer comenzaba a hacerse presente.
- Hermana. - volteó ante la voz de Kohaku. - ¿A donde vas?
- No te preocupes. - sonrió. - Sólo iré a entrenar un poco. - mostró su boomerang. - Volveré antes de que el sol se esconda.
Se detuvo frente a aquella estructura de madera, la cual comenzó a descender lentamente. Al salir, se adentró en el bosque, ubicándose en una zona remota, la misma a la que iba cuando aquellos sentimientos negativos inundaban su mente.
- ¡Hiraikotsu! - lanzó su arma, al mismo tiempo en que un gruñido acompañaba su grito.
¿Por qué tengo este mal presentimiento? Desde que mi padre dijo que iríamos a la aldea de esa sacerdotisa...
Tomó su arma, quedándose inmóvil, mientras miraba por sobre su hombro.
- ¿Quién eres y por qué me espías? - no obtuvo respuestas por lo que, sin pronunciar ni una palabra más, lanzó su ataque. - ¡Hiraikotsu!
La mitad de un árbol cayó a unos metros de ella y, al disiparse el polvo, la figura de un hombre emergió.
¿Un joven?
Se sorprendió, tomando nuevamente su boomerang.
- Lamento haberte asustado. - sonrió. - Por favor, permíteme presentarme, mi nombre es Hitomi Kagewaki.
¿El príncipe Kagewaki? ¿Qué está haciendo aquí?
