- ¡¿Dónde está Naraku?!
- ¡No lo se! - rugió, al mismo tiempo en que un pálpito resonaba en su interior.
Mátalo... busca a Kikyo.
Abrió nuevamente su boca, lanzando aquella decena de lobos, obligando al joven a volver a utilizar su kanzaana, sin embargo, un zumbido lo alertó.
¿Insectos?
- ¿Qué? - murmuró, notando como aquellos seres comenzaban a introducirse en su mano. - ¿Están... entrando a voluntad?
En ese momento, su respiración comenzó a entrecortarse, mientras su vista se nublaba.
¿Qué... qué me sucede?
La sangre emanó de su boca, provocando que cayera de rodillas, envolviendo su mano con el rosario mientras el aire parecía huir de sus pulmones. La risa de Royakan resonó en sus oídos como si se encontrara demasiado lejos de su posición.
- Monje idiota, esos insectos venenosos serán tu fin. - sus ojos rojos emanaban un brillo de furia. - Seré considerado y te enviaré al infierno antes de que sufras demasiado.
- ¿In... insectos venenosos? - murmuró, volviendo a escupir la sangre que quemaba en su garganta.
- Te veré en el infierno.
Miroku cerró sus ojos, esperando el golpe final, sin embargo, un nuevo grito, proveniente del yokai, hizo que volviera a mirarlo.
¿Una flecha?
- ¡Tú... maldita mujer! - gruñó, tratando de alcanzar la flecha, la cual se había incrustado al lado del fragmento de Shikon.
- Royakan. -entrecerró sus ojos, con el arco aún empuñado. - Naraku te envió, ¿verdad?
- ¡Entrega el fragmento que tienes contigo!
- Si no deseas morir, no te muevas. - respondió con firmeza. - Te liberaré de ese fragmento contaminado.
Meneó la cabeza, tratando de liberarse de aquella voz que aún seguía en su cabeza.
Protege ese fragmento... de lo contrario, te mataré.
- ¡Maldición! - volteó, comenzando a correr en dirección a bosque
Huyo.
Bajó el arco, acercándose al monje, quién se mantenía acostado boca abajo.
- Joven Miroku. - se arrodilló a su lado, apoyando su mano sobre su cabeza.
Está hirviendo.
- Señorita... Ki...Kikyo.
- ¿Qué ocurrió? No logré ver nada...
- Yo... - nuevamente tosió y más sangre salió.
- ¡Señorita Kikyo!
- ¿Rin? - miró por sobre su hombro.
- ¡¿Qué pasó?! ¡Joven Miroku!
- No logré ver lo que sucedió, pero tiene fiebre... ¿podrías ir a buscar ayuda? Necesitamos llevarlo a la aldea de inmediato.
- Claro.
Volteó y comenzó a correr en dirección del pequeño lugar, sin embargo, se detuvo al encontrarse con los orbes dorados del yokai.
- Señor Sesshomaru. - murmuró.
- Rin.
Una amplia sonrisa se formó en los labios de la mujer, al mismo tiempo en que corría a sus brazos, estrechándolo en ellos. Él se sorprendió, aunque no correspondió su gesto.
- Por favor, tiene que ayudarnos.
- ¿Qué sucedió?
- El joven Miroku, fue atacado y...
- Rin. - la interrumpió. - No me interesa ayudar a los humanos.
- ¿Qué? - se alejó. - Pero...
- Ya te dije. - volteó, con todas las intenciones de irse. - Yo no...
¿Hm?
Abrió ligeramente sus ojos al sentir las manos de la joven rodearlo nuevamente.
- ¡Por favor, señor Sesshomaru! - apretó un poco más sus manos sobre el pecho del yokai. - ¡Se lo suplico, no puedo permitir que él muera!
¿Está llorando?
Entrecerró sus ojos al percibir aquel aroma, producto de las lágrimas de la joven.
¿Amo Sesshomaru?
Jaken se quedó boquiabierto al notar la duda en la decisión del hombre, ya que no había avanzado ni un paso más.
¿Qué se supone que debo hacer o decir? Él dice ser claro con sus sentimientos, pero sus acciones...
Suspiró, mientras le servía la comida en uno de los tazones.
Aún así... no puedo culparlo, es decir... si, es verdad, los dos estuvimos muy mal en no aclarar las cosas con Kikyo, pero... ¿realmente eso justifica lo que hizo? aunque... fue engañada por Naraku...
- No puede ser.
- ¿Qué sucede, hija?
- Oh... no, no es nada, mamá. - sonrió. - Sólo estoy cansada... ¿podemos comer arriba con Inuyasha?
- ¿Cómo?
- Yo... se que no es muy respetuoso que digamos, pero...
- Oh, no, no es por eso cariño. - sonrió. - Es sólo que pensé que Inuyasha se había ido.
- ¿No me escuchaste cuando dije que estaba en mi habitación?
- Claro, pero pensé que se había marchado en cuanto bajaste. - tomó otro tazón, sirviéndole sopa y luego colocándolo sobre una bandeja. - Ten, pueden estar tranquilos, nadie los molestara.
- Muchas gracias. - sonrió.
Comenzó a subir por las escaleras sin saber exactamente de que hablar con él, después de todo, el ambiente entre los dos se sentía bastante pesado.
- Inuyasha. - pronunció al abrir la puerta. - ¿Quieres comer?
Él se encontraba sentado sobre la cama, con sus manos en las mangas de su haori y sus piernas cruzadas.
- Como quieras. - respondió, con su mirada perdida en las sábanas.
- ¿Estas bien? - no obtuvo respuesta, por lo que sólo le extendió el tazón. - Oye...
- ¡Hermana! - la voz de Sota provocó que ambos desviaran su mirada hacia la puerta. - ¡Hojo te llama por teléfono!
- No puede ser. - murmuró, cerrando sus ojos. - Dile que iré en un momento.
- ¿Quién es, Kagome?
- Un amigo. - se puso de pie. - Un amigo de la escuela.
- ¿Y cuando planeabas hablarme sobre ese amigo?
- ¿Qué? ¿Qué insinúas?
- ¡Ya dime quién es!
- ¡Eso no te interesa! - caminó hacia la puerta. - ¡Oid! Ni siquiera entiendo porque preguntas.
- ¡Porque...! ¡Argh, maldita seas! - gritó, mientras ella cerraba la puerta. - Kagome... ¿Quién se cree que es?
Un amigo de la escuela.
- Asique ese tal Hosho o como se llame es su amigo... Keh, ¿y por qué la llama a esta hora? ¿Qué es lo que demonios esta buscando? - alrededor de 30 segundos después, se puso de pie. - ¡¿Y por qué tengo que quedarme tan tranquilo esperando?!
Salió de la habitación, tratando de hacer el menor ruido posible.
- ¿Quién se cree que es? Preguntarme por Hojo como si desconfiara... ¡después de que él estuvo abrazado con Kikyo!
Suspiró profundamente, deteniéndose en el teléfono.
- ¿Hola?
- ¡Higurashi! - el tono del joven se oía bastante animado.
- Hojo... ¿Qué sucede?
- Bueno... no pude decírtelo esta tarde.
Es verdad... él se mostraba muy nervioso hoy en la escuela...
- Pero... quería preguntarte si... ¿podrías ir al cine mañana conmigo?
- ¿A... al cine? - miró hacia un costado, percatándose de la presencia del joven. - ¡¿Qué demonios estas haciendo?! - gritó, tapando la bocina del teléfono.
- ¡¿Qué es lo que quiere ese tal Hojo?!
- Eso no te interesa. - gruñó. - ¡Hojo!
- ¿He? S...si, dime.
- Si, acepto, puedes pasar por mi mañana.
- ¿De verdad? Vaya, Higurashi, estaré...
Cortó sin dejarlo terminar la frase.
- ¡¿Cómo que pasará por ti?! - se acercó, mirándola fijamente. - ¡Tenemos que comenzar a buscar los fragmentos de la perla!
- Vaya... al parecer no puedes esperar para ver a tu amada Kikyo, ¿verdad? - se cruzó de brazos, pasando a su lado.
- ¡Yo no dije eso!
Pasaron frente a la puerta en donde su familia estaba cenando, ignorándolos completamente mientras su discusión era inteligible.
- ¿Crees que estarán bien? - preguntó el abuelo.
- El amor adolescente es así. - sonrió la mujer, comiendo un bocado.
Regresaron a la habitación, ella ingresando primero y luego él, sin dejar de gritarse.
- ¡Ya! - volteó, elevando sus manos. - No necesito de tus sermones.
- ¡¿Y qué quieres que te diga si vas a salir con alguien en mi cara?!
- ¡Tú te abrazaste con Kikyo en la mía!
- ¡Ni siquiera sabía que estabas ahí!
- ¡Eso es peor!
- ¡Kagome!
- ¡Abajo!
Su pecho se estrelló en el suelo, mientras un gruñido salía de su pecho.
- ¡¿Cómo demonios haces eso?!
- ¡No te interesa!
Su respiración se detuvo en el mismo momento en que su espalda se estrellaba en el colchón y sus manos eran sujetadas por las de él.
- Me harté. - murmuró, con sus labios a escasos centímetros de los suyos.
- Inuyasha...
- Príncipe Kagewaki. - hizo una reverencia ante el moreno, mientras él y Sango se encontraban en el pequeño salón. - Que extraño es verlo por aquí.
- Bueno, iba camino hacia uno de los templos de los aliados de mi padre cuando... algo se nos atravesó. - su semblante se ensombreció. - Mi palanquín fue derribado y, cuando logré salir, mi gente ya no se encontraba allí... entonces comencé a caminar sin un rumbo fijo, hasta que me encontré con su hija.
- Es muy peligroso que una figura como usted ande deambulando por el bosque... nosotros mismos nos encargaremos de llevarlo a su palacio.
- ¿Esta seguro? No quisiera incomodarlo. - comenzó a toser.
- Señor Kagewaki. - Sango lo sostuvo por sus brazos. - ¿Se encuentra bien?
- Oh, si, no se preocupe... he acarreado esto durante un tiempo. - sonrió, observándola.
Hay algo en su mirada... sus ojos... este joven no esta bien.
Pensó, alejándose un par de pasos.
- Mañana al amanecer, partiremos hacia una aldea cercana con la finalidad de hablar con la sacerdotisa del lugar, luego, lo escoltaremos a su aldea.
- De acuerdo. - sonrió. - Será un placer acompañarlos en su travesía.
