- Dime, Sesshomaru... ¿Qué es lo que buscas? ¿Por qué te me acercaste ese día?
Sesshomaru, ¿tienes algo que proteger?
Las palabras de su padre atravesaron su mente, mientras aquel recuerdo aparecían frente a sus ojos como si lo estuviese viviendo nuevamente.
Inicio del flashback.
Se encontraban a la orilla de un gran risco, en el mismo momento en que el olor a humo llegaba a sus fosas nasales. Se padre estaba dándole la espalda, observando el horizonte.
- ¿Irás a salvarlos? - preguntó en un tono hostil.
- ¿Por qué preguntas cuando sabes la respuesta?
- Hm... - sonrió. - Nunca entenderé como puedes preocuparte por esos seres tan inferiores.
- Eres demasiado joven, Sesshomaru, es normal que no comprendas, sin embargo... esos seres poseen cualidades que un yokai jamás comprenderá, al menos no hasta que se relacione con alguno de ellos.
- ¿Quién necesita comprenderlos? Sólo son unos insignificantes insectos sin nada de poder.
- ¿Eso es lo que deseas para tu vida? ¿Poder?
- En este mundo, sólo sobreviven aquellos que son capaces de destruir a los demás, ellos son quienes se ganan el respeto... los débiles sólo perecen.
- ¿Fuerza? ¿Poder? ¿Respeto? Hm... - sonrió. - Ya tuve todo eso y no logré más que sentirme vacío... un pobre idiota solitario y sin nada por lo que vivir, hasta que la conocí a ella.
- ¿Me vas a decir que encontraste un motivo de vida en una simple humana?
- Mucho más que eso, hijo. - lo miró por sobre su hombro. - Dime, Sesshomaru, ¿tú tienes algo que proteger?
Sin esperar respuesta, tomó a Tessaiga y se elevó, transformándose lentamente, al mismo tiempo en que se pedía en el horizonte sin saber que había sembrado una duda en la mente de su hijo, una que lo llevaría a realizar acciones que jamás imaginó.
Fin del flashback.
Esa fue la última vez que vi a mi padre con vida, sin embargo, dudo mucho que algo hubiese sido diferente, después de todo, jamás podría explicarme a lo que se refería... es algo... que debo averiguar solo.
- ¿Sesshomaru? - la voz de Kikyo lo sacó de sus pensamientos por un milisegundo.
Y entonces la conocí... su rostro me llamó la atención de inmediato, ya que por alguna razón, me recordaba al de esa mujer... la misma por la que mi padre había dado su vida. Entonces decidí acercarme y pasar tiempo a su lado, ¿para que? no lo se, aún estoy tratando de comprenderlo.
Ante su falta de respuesta, ella se acercó, colocando su mano en su mejilla.
- ¿Estas bien? - nuevamente no respondió. - De acuerdo. - sonrió, cerrando sus ojos. - No es necesario que me lo digas. - volteó, regresando a la orilla de aquel pequeño arroyo.
- ¿Y tú?
- ¿Qué? - lo miró nuevamente.
- ¿Por qué aceptaste mi compañía aún sabiendo que podía matarte sin más?
- Por eso... sabía que no lo harías. - entrecerró sus ojos. - Además... soy la futura esposa de tu hermano...
- Hm. - sonrió.
- ¿Dije algo que te hizo gracia?
- Es extraño... pero, ¿Cómo piensas que tomará Inuyasha tu trato conmigo?
- No tiene nada de malo hablar contigo...
Volteó, alejándose lentamente.
- Tú lo traicionaste primero, Kikyo, que no se te olvide.
Pronunció, perdiéndose en la penumbra de la noche.
A la mañana siguiente...
- Lamento no tener un palanquín en el que trasladarlo señor...
- No se preocupe. - sonrió el moreno, montado sobre el lomo de Kirara. - No me molesta viajar en ella.
- Le agradezco mucho su comprensión. - el hombre le devolvió la sonrisa, al mismo tiempo en que dirigía su mirada a su grupo.
- ¿Están listos? - todos asintieron. - Sango. - miró por sobre su hombro a la joven, quien era la encargada de custodiar al príncipe y llevar escondido el fragmento en su traje. - Andando, el sol comenzará a asomarse en una hora aproximadamente.
Los ojos castaños de la joven se posaron con los de su hermano, quién caminaba con una postura demasiado erguida para su manera de ser.
- Kohaku. - pronunció, llamando la atención de su hermano, mientras le hacía una seña para que se posara a su lado. - ¿Estas bien?
- Bueno... - desvió la mirada.
- No te sientas mal. - le sonrió. - Es normal tener miedo la primera vez.
Hicieron un par de metros en silencio, el cual solo era interrumpido por el sonido de las pisadas sobre la hierba.
- Hermana.
- ¿Si? - lo miró, tratando de transmitirle cierta calidez para aliviarlo.
- ¿Hay monstruos a donde vamos? - desvió la mirada nuevamente, sintiéndose avergonzado.
- No. - rio. - Sólo vamos a entregarle un fragmento a una sacerdotisa, ya que es muy peligroso que permanezca en la aldea.
- La Perla de Shikon. - pronunció el príncipe. - Oh, lamento interrumpir su plática, pero es que su historia siempre se me hizo muy interesante...
- ¿La historia? - preguntó el niño.
- Supongo que se refiere a la historia de esta joya... - respondió Sango.
- Así es... la legendaria sacerdotisa Midoriko, creadora de la perla capaz de incrementar los poderes de aquellos demonios que la posean y conceder un único deseo.
- Me temo que es más que eso, príncipe. - sonrió.
- Hermana, ¿me cuentas la historia?
- ¿Qué?
- Por favor, querida Sango, nos espera un largo viaje y no habría nada mejor que musicalizarlo con su voz.
¿Acaso esta coqueteando conmigo?
Pensó, sonrojándose.
- Bueno... - miró al suelo. - El abuelo nos comentó que, lo conocemos con la Perla de Shikon, es el resultado de la fusión de las almas de Midoriko y una decena de yokais.
- ¿Decenas de demonios? - se sorprendió el niño.
- Si. - sonrió. - Midoriko era una miko especial... era la única capaz de purificar a los demonios sin siquiera tocarlos. - hizo una pausa. - Sólo le bastaba con agitar su espada para arrancarles sus almas. Su poder y fuerzas eran inigualables, y ellos lo sabían.
- Fue por ello... - Hitomi tomó la palabra. - Que los demonios decidieron aliarse para enfrentarla, sin embargo, necesitaban un recipiente para fusionarse.
- Entonces se aprovecharon de aquel hombre... - los ojos castaños de ella se encontraron con los castaños de él. - El cuál estaba enamorado de ella.
- ¿Enamorado?
Ella regresó la mirada a su hermano, sintiendo el leve palpitar de su corazón.
- Si, al parecer, la fusión es más eficiente si se utiliza a un humano.
- Los demonios poseyeron a ese humano, creando una especie de monstruo gigante y fueron a buscarla.
- Siete días y siete noches duró su batalla... entonces Midoriko utilizó la última energía que le quedaba para expulsar su alma, no sin antes llevarse el alma de los demonios consigo...
- Aquella concentración de energía, es lo que conocemos como la Shikon No Tama. - terminó él.
- Vaya, es una historia increíble. - se sorprendió.
- ¿Y sabes que es lo más extraordinario, Kohaku?
- ¿Qué cosa?
- Que la tumba de Midoriko se encuentra en nuestra aldea, ¿recuerdas el lugar al que te he dicho que no te acerques solo? - asintió. - Bueno, ese es.
- ¡Quiero ir a verlo cuando regresemos!
- No lo se, puede ser demasiado para ti. - sonrió.
- Nunca subestimes el valor de un jovencito, Sango. - ambos compartieron una mirada y una sonrisa, una que no paso inadvertida por el joven.
Hermana... ¿acaso...?
La siguiente hora transcurrió entre charlas y alguna que otra sonrisa indiscreta por parte de los jóvenes, hasta que su padre y los demás detuvieron su caminar.
- ¿Qué sucede? - preguntó la castaña.
- ¿Señor? - el hombre a su lado también se pronunció.
- No puede ser... - murmuró. - Aún nos falta medio camino para la aldea.
Frente a ellos, a mitad del camino, se encontraba la joven, quién los observaba fijamente, con una pequeña sonrisa en el rostro.
- Sacerdotisa Kikyo. - murmuró el hombre, posando sus ojos en los de ella.
- ¿No vas a hablarme en toda la mañana?
- ¡Keh! - desvió la mirada, cruzando sus brazos.
- Oye, deberías ser mas agradecido. - volteó, buscando un atuendo.
- ¡¿Más agradecido?!
- Así es, después de todo, cambié su salida al cine por un almuerzo y todo para que regresemos hoy a la época feudal.
- ¡¿Y tengo que agradecerte que vas a salir con él?!
- Inuyasha, Hojo sólo es un amigo. - lo miró sonriendo. - Nada sucede con él.
¡Oid! ¡¿Cómo se atreve a estar tan tranquila en un momento como este?!
- No es el mismo caso que el tuyo y... Kikyo.
- ¡¿Y seguirás con eso?!
- ¡Por supuesto que seguiré! - respondió en un tono hostil.
Oish... Inuyasha es un tonto, ¿Cómo se atreve a dudar de mis intenciones?
Pensó, emitiendo un pequeño suspiro.
- Esto estará perfecto. - tomó un pequeño vestido de flores.
No lo notó, sin embargo, la expresión del híbrido incrementó su enojo ante la prenda elegida pero optó por guardar silencio.
- Bien, Hojo pasará por mi en unas horas, ¿serás capaz de mantenerte alejado de los problemas? - nuevamente no respondió, sólo se limitó a desviar su mirada hacia la ventana. - Eres increíble. - pronunció saliendo de la habitación, mientras él se quedaba refunfuñando en su lugar.
- Maldita Kagome, estas loca si piensas que irás sola con ese tal Hojo.
