Tails se encontraba subiendo una montaña llena de árboles, árboles cortados, usando su máscara, guantes, zapatos y negros. Cerca de él se hallaba dedos, quien había decidido andar por sí mismo, pese a que su guante se ensuciaba con la tierra húmeda y el pasto lo molestaba un poco. De repente la extremidad se hundió en el fango y luchaba por salir, mas pronto fue atajado por un lazo negro y jalado hacia arriba, cayendo sobre un hombro dorado.
—Será mejor que me permitas llevarte —le dijo el vulpino—, los árboles muertos no pueden otorgar un buen soporte al piso, por lo que es probable que haya avalanchas si sigue lloviendo tanto como ahora.
Casi como si el universo lo hubiese escuchado, aunque no muy bien, un gran tronco comenzó a rodar colina abajo hacia el zorro y su acompañante. El primero lo esquivo con facilidad dando a sus colas forma de hélice, solo para ver más maderos dirigiéndose hacia él, rebotando por el piso. El chico se limitó a volar un poco más alto hasta que escuchó un ruido, un grito.
Se dirigió rápidamente hasta su fuente, un hombre mayor. Era un adulto joven de piel blanca, pelo marrón y ojos azabache. Usaba un gorro negro, una chaqueta mullida del mismo color, un jean y unas botas, oscuras también. Parecía haber encontrado un lugar seguro sentándose tras un gran tronco cortado, pero los leños, que a su paso movían el barro hacia abajo, lo ponían en peligro, por lo que, sin perder tiempo, el vulpino obtuvo con el brillo de su gema una espada.
Un tronco cayó con rapidez sobre una piedra cóncava, causando que volara hacia el hombre, por lo que el extraterrestre lo partió en dos a gran velocidad. Seguido dos troncos se acercaron desde dos direcciones diferentes, resultandos convertidos en cuatro hachos por el raposo. Entonces un madero largo y grueso aceleró hacia el alienígena, apartando de su camino el fango y los árboles más pequeños, por lo que, movido por la presión, el blondo, dio varias vueltas alrededor del leño, realizando muchísimos cortes son su espada, logrando que lo único que cayera sobre el humano fuera polvo y unos cuantos escombros.
Una vez el alud hubo terminado, el zorro descendió hacia el hombre, quien lo miró pasmado, con una cara aterrada. Le gritó en un idioma que el rubio no entendió, por lo que este decidió intentar hacer algo para remediar la situación.
Se acercó al señor, quien no tuvo oportunidad de huir debido al hacho detrás de él, aunque sí pataleó queriendo alejarlo, lo que no sirvió de nada, pues el semi—animal solo se elevó por un segundo y cayó sobre sus muslos, procediendo a agarrar con su mano izquierda la muñeca derecha del homínido y usar su mano derecha para apretar y masajear entre el pulgar y dedo índice de la mano del hombre por unos segundos, hasta contemplar cómo elevaba los hombros y cerraba los ojos. Una vez vio eso, colocó la mano del hombre de modo que su palma se mostrara por completo y se quitó con la boca el guante de la otra con el fin de unirla con la del hombre, tras unos instantes, la piedra de Miles brilló a la vez que el señor contempló, horrorizado una vez más, como aparecían líneas brillantes en su piel. El terrestre tuvo suerte, pues todo terminó pronto y, entonces, la criatura en su regazo se separó de él y habló:
—Lamento haberte asustado —dijo Tails poniéndose nuevamente su manopla—. ¿Qué haces en un lugar tan apartado?
—¡¿Qué rayos?! —respondió el señor ignorando sus preguntas—, ¿qué…qué eres tú?
—Para ti soy un extraterrestre —contestó el más bajo—, y él también —añadió moviendo su hombre para señalar a Dedos—, ¿sabes de donde vinieron esos árboles?
—Espera, espera, espera —pidió el canoso parándose—, ¿entonces los extraterrestres son reales?
—Sí, hay millones de nosotros, de todas las formas y tamaños, aunque solo mi especie y la tuya poseen raciocinio —replicó el semi—animal.
—¿Entonces fueron ustedes quienes hicieron esto? —dijo el hombre abriendo los brazos para señalar a su alrededor.
—Es probable —dijo el raposo contento de obtener un dato útil—, ¿así que antes los árboles no estaban cortados?
—No lo estaban —confirmó el hombre—, vivo con mi pueblo en la falda de la montaña, muchos se asustaron ante los desprendimientos y los árboles talados, así que fui el única que vino a investigar.
—No tienes que preocuparte por eso —lo tranquilizó el blondo—, yo me encargaré.
El hombre entonces se le quedó viendo.
—Fueron los tuyos quienes hicieron esto, ¿por qué debería confiar en ti? —preguntó de forma brusca.
—Ya viste lo que hicieron aquí —le indicó el cánido repitiendo su gesto de hace unos minutos—, ¿qué te dice que no saldrás herido si lo intentas?
El hombre volvió la cabeza por unos segundos previo a inquirir:
—¿Y por qué tu gente hace esto en primer lugar?
—Bueno, digamos que están… confundidos —dijo el alienígena no queriendo revelar la naturaleza de su especie—. Te aseguró que muy pocos son así.
—Pocos, pero suficientes —agregó el hombre con desprecio.
—Lo sé, por eso estoy aquí —repitió el más peludo.
—¿Por qué tú? —preguntó el hombre.
—Aj —suspiró el canino—, porque nadie más va a hacerlo —dijo previo a recomponerse—. Vuelve a tu hogar, te prometo que todo estará bien para el final del día.
Así, el raposo hizo de sus apéndices traseros aspas y ascendió para dirigirse al lugar del que provinieron los maderos. Por curiosidad, volvió su cabeza y observó al hombre, quien lo observó devuelta, en los segundos anteriores a darse la vuelta e ir colina abajo.
Miles llegó a la cima de la montaña, donde había un lago rodeado por neblina y árboles cortados. Había piedras en el lago las cuales también estaban cortadas, de manera recta y precisa.
—La única especie de mobiano que puede hacer esta clase de cosas es…
El raposo no pudo completar su oración debido a que Dedos comenzó a golpear su hombro con nerviosismo. El zorro se dio vuelta justo a tiempo para ver y esquivar un disco con bordes dentados hechos de un líquido transparente. No tuvo tiempo de recuperarse de ese ataque antes de que otro llegara en forma de tres esquirlas de hielo que por poco lo impactaron, pero pudo evadir dando un giro en el aire y cayendo con una pierna estirada y la otra flexionada. Elevó su mirada con el propósito de ver la figura de dos pequeñas criaturas humanoides recubiertas de plumas con alas de agua saliendo de sus espaldas: golondrinas.
Ambas hembras, una con un plumaje morado más oscuro que el de su compañera con plumas más brillantes. La primera llevaba un pantalón acampanado y un croptop blanco y la otra también con un croptop y una falda del mismo color, siendo por lo demás, excepto porque la primera tenía su piedra, morada y cortada en un cabujón con forma de gota, en el ombligo y la segunda en la cabeza, exactamente iguales, contando también las afiladas garras de sus patas que llevaban descubiertas, sus ojos ambarinos y los guantes con muñecas mullidas en sus manos.
—No nos confiemos —advirtió la de falda—, es el mismo zorro que acabó con el batallón de cinabrios.
—Somos más resistentes que esos frágiles cinabrios —replicó la de pantalones—, ¡vamos por él!
Ambas parecían saber lo que la otra pensaba, pues ambas levantaron una mano, moviendo y moldeando el agua del lago para crear una gigantesca figura humanoide con una lanza, la cual llevó el brazo en que llevaba su arma detrás de sí y a continuación lo movió hacia delante de manera explosiva.
El vulpino utilizó toda la fuerza de sus colas con la pretensión de llegar tan alto como para evitar el golpe y la gran ola de agua que este provocó.
Sin dejarlo descansar, las aves hicieron que aparecieran icebergs en las olas, los cuales surgían del agua muy veloz y de modo repentino, forzando al zorro a realizar muchas maniobras para evitar que alguno lo impactara.
—No podré mantener este ritmo por mucho tiempo —pensó el rubio, viendo a su alrededor para pensar en un plan. Se fijó entonces en sus contrincantes—, ¡no se atacarán a sí mismas!
El vulpino voló entonces hacia las aves, quienes detuvieron el oleaje solo para separarse. Miles se vio obligado a aterrizar pretendiendo descansar, descendiendo en el centro del lago, que las emplumadas habían despejado, pero ellas no le dieron mucho tiempo, pues sacaron varias gotas del agua, que en ese momento formaba un anillo que rodeaba a Tails, y las elevaron alto en el aire con la voluntad de luego dejarlas caer en forma de picos.
El blondo optó por quedarse en tierra un poco más, esquivando con agilidad los proyectiles. Realizó varias maromas, saltos, vueltas de carro y bailes improvisados, lo que fue agotador, pero logró resistir, aunque no tuvo la intuición como de no enfocarse tanto en su evasión como para no notar el siguiente movimiento de las plumíferas, quienes empujaron el agua hacia el centro del lago nuevamente.
Viéndose forzado a huir, el zarco dio vueltas a sus colas otra vez para volar, escapando por poco del mini tsunami.
Una vez seguro, el garzo pensó qué más podía hacer, cuando notó una extraña liviandad en su hombro.
—¡Dedos! —gritó al ver que ya no tenía a la extremidad en su hombro!—.
Detectó a su compañero en el agua, por lo que invocó su látigo y lo lanzó para atrapar a su amigo, quien se agarró de la cuerda, pero antes de que el más grande pudiera subirlo, se formó un vórtice en el lago que absorbió al zorro.
Lo bueno, si es que podía decirse que lo era, es que el cánido logró atrapar a su amigo en medio del agua, pero estaban siendo jalados en círculos con gran fuerza, hasta que fueron lanzados lejos.
—¿Estás bien, Dedos? —preguntó el raposo quitándose de encima las plantas que le habían quedado pegadas.
La mano manifestó su afirmación dando golpes en el suelo.
—Bien —dijo el chico parándose—, tendremos que idear una técnica para luchar contra esas golondrinas.
—No podemos congelar o evaporar el agua, ya que ellas pueden cambiarla de estado, y sería difícil represarla de alguna forma, a menos que…
El extraterrestre amarillo volvió para ver a su acompañante decaído, o al menos de la forma en que una mano lo parecería.
—¿Estás bien, Dedos? —preguntó el alienígena.
La mano golpeó el suelo durante unos segundos.
—No fue tu culpa caerte de mi hombro, de cualquier forma, es bueno tener un momento para pensar —respondió el chico.
La mano volvió a golpear.
—Por supuesto que eres útil, me ayudaste esa vez contra los escorpiones, ¿recuerdas?
La mano golpeó frenéticamente.
—Todos tienen diferentes capacidades, Dedos, eso está bien —lo tranquilizó Miles arrodillándose—, solo hay que descubrir cómo usarlas.
Eso pareció animar al apéndice, que se revolvió con alegría sobre el suelo.
—Bien —expresó el rubio parándose—, y no debes preocuparte, esas golondrinas manejan muy bien el agua —el blondo entonces dio un pequeño salto—, manejan el agua —repitió desarrollando una idea—, si se las quitamos, no podrán hacer mucho.
El chico se volvió de nuevo hacia Dedos.
—Creo que encontré un uso para tus capacidades Dedos —dijo el más grande mientras su gema brillaba.
—¿Dónde se pudo haber metido? —se preguntó la golondrina de la falda—.
—Tal vez huyó —dijo la otra contenta pensando eso.
La hipótesis de la segunda se probó incorrecta cuando vieron a un borrón amarillo pasar a su lado. Ambas se miraron y asintieron antes de perseguirlo. Extrajeron agua de sus alas para lanzarle esquirlas de hielo y pequeñas sierras de agua, junto con balas líquidas que viajaban a gran velocidad.
Se contentaron al ver que unos cuantos de sus ataques alcanzaban al zorro, quien hizo muecas de dolor, pero continuó colina arriba hasta por llegar al lago en una ocasión más.
Las golondrinas se alegraron ante ello y moldearon el agua, creando una especie de torre, a la que luego hicieron girar a gran velocidad, convirtiendo las gotas que se escapaban de la estructura en proyectiles.
El vulpino las esquivo todas cuantas podía, pero algunas de ellas sí llegaban a atizarle.
Cuando las aves vieron que el agua de su construcción se estaba acabando, tuvieron una idea diferente. Reunieron el agua restante y la de los alrededores, creando una enorme y la elevaron más alto de lo que había llegado la torre, combinándola en una gran burbuja. Ambas se vieron y asintieron nuevamente antes de soltarla.
Mientras la esfera aceleraba en su camino al suelo, las emplumadas se contentaron al ver como parecía que el zorro no sería capaz de escapar de su ataque, contentándose aun más al notar como su contrincante era engullido por el volumen de agua.
—¡Lo tenemos! —exclamó la de pantalones.
—Revisemos —pidió la otra—, solo por si acaso.
La de plumas más oscuras giró los ojos pero siguió a su compañera, requisando la superficie del lago, lleno otra vez, y pasaron unos minutos, mas no encontraron nada.
—Creo que quebramos su piedra —dijo la que tenía su joya en el ombligo, que se asustó al no escuchar una respuesta, sino un sonido burbujeante y un chapoteo. Se giró para ver qué había sido eso previo a ser golpeado por lo que parecía una pelota gigante.
El proyectil la llevó a la orilla del cuerpo acuático, donde pudo ver que se trataba del zorro, quien estaba dentro de una burbuja junto a su aliada, sosteniéndola encerrando su cabeza en el arco que formaba su brazo al flexionarlo y teniendo el otro un taladro, cuya punta estaba sobre la gema de su compañera.
—Ríndete y prometo, que ella vivirá —sentenció el blondo.
—¡No, no, espera! —dijo entonces la golondrina, preocupada—, ¡no le hagas daño!
—Ríndete y no lo haré —repitió el enmascarado.
—Ok, solo déjame…
Tails no notó como la plumífera había movido un lazo de agua detrás de él y fue demasiado tarde cuando lo volvió en una cadena con que agarró uno de sus tobillos y lo jaló, haciendo que cayera y soltara a su rehén, quien corrió hacia su amiga.
—Gracias…—dijo la rescatada.
—No fue nada —dijo la salvadora antes de ver como el vulpino se paraba—, ¿En realidad creíste que podrías vencernos de esa forma? —le preguntó con sarcasmo a su contrincante—, puedes haber derrotado a los débiles cinabrios, pero nunca nos derrotarás a nosotras las Lapis Lazuli.
Ambas aves se extrañaron al notar la risa de su enemigo.
—¿De qué te ríes? —preguntó la que tenía su roca en la frente.
—De que se creen invencibles, pero ya las derroté —respondió el canino.
En ese momento, el agua detrás del zarco comenzó a evaporarse a gran velocidad, por lo que ambas golondrinas intentaron retornarla a su estado líquido, pero les fue imposible.
—¿Pero cómo? —se preguntó la de falda previo a escuchar al cánido reír de nuevo.
—Se llama electrólisis del agua —dijo el chico con una mirada confiada bajo su máscara—, les explicaré…
Mediante el brillo de su gema el zorro obtuvo dos cables largos y gruesos en cuyos extremos habían, por un lado, una especie de pinza, y en el otro un palo negro; un gran bloque negro con láminas brillantes en la cara superior y una gran bolsa.
—Esto es lo que vamos a hacer —dijo el blondo arrodillándose otra vez—, yo distraeré a las golondrinas, mientras tú seguirás estas instrucciones.
El zorro tomó el bloque negro.
—Llevarás esto a escondidas a alguna parte en la orilla del lago —indicó el garzo cogiendo entonces los cables por los extremos de las pinzas y haciendo que se aferraran a las láminas sobre el cubo oscuro—, pondrás los cables de esta forma y luego llevarás los otros extremos a lados inversos del lago.
Dedos asintió contento de ayudar.
—Confío en ti —le dijo Tails—, ¡vamos!
—Cuando una gran corriente eléctrica pasa a través del agua, provoca que el hidrógeno y el oxígeno se separen, o sea, que el agua se convierta en dos sustancias diferentes —explicó el vulpino, mientras Dedos aparecía y o trepaba para llegar a su hombro—, lo que hubiesen evitado si hubiesen recordado a mi amigo.
Viendo que no podían hacer más, las aves volaron lejos, pero eso no evitó que el zorro invocara dos lanzas y les diera a las dos al vuelo. Ambas cayeron y el raposo observó por un minuto como se retorcieron hasta que surgió el humo propio de la desintegración de uno de su especie.
—Ve por sus piedras, por favor —pidió Miles a su compañero—, yo iré por las cosas.
Tras que la mano se fuera, el zorro decidió estirar las piernas en vez de volar y rodear el lago para ir por los cables y la batería que había utilizado.
—Hmm, la coneja buscaba información del Cluster, los escorpiones debilitar la corteza terrestre matando a las plantas y ellas cortaban árboles y piedras, ¿podría todo estar relacionado? ¿Podría ser que busquen piedras para crear más mobianos o intenten recolectar las esmeraldas del caos de la Tierra? —pensaba al desaparecer sus instrumentos mediante el brillo de su gema cuando escuchó un sonido a la distancia.
Voló hasta ver lo que le pareció un reflejo y se acercó, descubriendo al humano al que había encontrado hace un rato sosteniendo una cámara, y parecía avergonzado de haber sido descubierto.
—¿Qué haces aquí? —exigió saber el blondo.
El homínido volvió la cabeza antes de decir:
—Temía que solo fueras a causar más daño, así que quería grabar un video para enviarlo al gobierno, de modo que vieran que el problema era real y lo arreglaran —entonces fijó sus ojos en el más bajo—, pero, después de lo que has hecho, creo que en realidad eres bueno. Borraré el video si quieres.
El zorro lo observó durante el pequeño momento anterior a decir:
—Haz lo que quieras, supongo que vives en un lugar muy apartado ya que no te enteraste, pero el mundo ya sabe de mí.
—¡¿En serio?! —se sorprendió el joven—, bueno, creo que es genial que todos sepan que contamos contigo.
—Espero que todos piensen así —dijo el chico previo a que Dedos regresara con las gemas.
Él, como siempre, las tomó y encerró en burbujas antes de hacerlas desaparecer, pasmando al chico a su lado, aumentando su incredulidad cuando invocó con el brillo de su gema una peculiar máquina y una tableta. La primera parecía un reflector cilíndrico y alargado apuntando hacia el cielo, la cual, al parecer, se podía operar mediante la tableta que el zorro tenía en sus manos, pues tras tocarla unas cuantas veces, la máquina comenzó a girar sobre su propio eje e hizo unos cuantos ruidos.
El de pelo pardo dio aun menos crédito a lo que veía en el momento en que de la máquina salió un rayo que se deshizo al llegar muy arriba en la atmósfera, siendo lo siguiente que supo que muchas nubes aparecieron sobre su cabeza, nubes de lluvia.
El joven puso su antebrazo sobre su frente, pero no le llegó ni una gota de agua, y es que, al volver a ver, descubrió que estaba siendo protegido por una especie de burbuja amarilla. Llevó sus ojos al zorro, suponiendo que él había creado la burbuja, lo que confirmó al ver que la deshizo con un movimiento de su brazo cuando el diluvio, tras solo unos segundos, amainó, habiendo llenado el lago nuevamente.
—Después de todo lo que has visto hoy, me sorprende que esto te sorprenda —dijo Tails mientras Dedos volvía a su hombro—. Bueno, adiós.
El zorro entonces voló tras deshacerse de su máquina creadora de nubes invocó con su gema una especie de rociador al que luego puso una botella de líquido rosado, esparciéndola por el bosque que había quedado deforestado, resultando en que éste volviera a crecer hasta su densidad anterior.
Una vez todo terminó, lanzó un anillo para abrir un portal a su hogar diciendo:
—Fue un buen día.
Me siento contento conmigo mismo por haber ideado lo de la electrólisis del agua, pero al mismo tiempo temo que me haga ver muy pedante.
Recuerdo pensar que en este capítulo Tails fue a algún lugar de España, pero ahora mismo creo que puede ser cualquier lugar con las características descritas.
Las golondrinas obviamente están basadas en el par de Lapis Lazuli que apareció en Steven Universe Future.
Gracias por leer.
