Atención: este capitulo contiene escenas explícitas

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Su vuelta a Inglaterra fue tranquila y discreta. Draco no encontró a ningún escuadrón de Aurores esperándole en la aduana, ni fue consciente de que le vigilasen con más ahínco. Parecía que su misterioso enemigo no había vuelto a atacar en su ausencia.

La Mansión Malfoy seguía igual que siempre, y sus padres mostraron su alegría habitual al verle regresar. Todo parecía seguir con normalidad.

Y sin embargo, Draco estaba nervioso. La fecha de la inauguración del hotel era el día siguiente, y él quería que todo saliese perfecto. Astoria y él habían trabajado mucho para que ese día llegase, y no quería que nada lo estropease.

Además, se sentía inquieto por Astoria. Le había escrito multitud de cartas durante su viaje, pero ella no había respondido ni una sola vez. No sabía si se debía a que estaba demasiado nerviosa y distraída o porque había pasado algo más.

Intentó programar una reunión de última hora con la excusa de terminar con los preparativos, pero su petición fue denegada.

Eso le dolió más de lo que quería admitir, y le llenó de dudas ¿Se habría cansado Astoria de él? ¿Se habría arrepentido de su noche juntos? ¿Se habría dado cuenta de que él era un peligro y no le convenía? ¿O quizá el misterioso atacante había contactado con ella y la había asustado? El no tener respuesta para esas preguntas le causaba una increíble agonía.

Su humor decayó progresivamente, y sus sueños empeoraron. Ahora veía a Astoria camuflada entre el círculo de mortífagos que poblaban sus pesadillas. Ella se mantenía al margen, silenciosa, sin hacer nada, solamente observando mientras Draco era torturado y humillado.

Draco jamás había odiado tanto cerrar los ojos por la noche.

Sus padres fueron conscientes de su cambio de actitud y su progresivo decaimiento. Preocupado, Lucius le pidió que le acompañara a dar un paseo por los jardines. Normalmente era Narcissa la que tomaba su brazo en esas caminatas diarias, pero el señor Malfoy quería hablar con su hijo sin interrupciones.

-Draco, tu madre y yo estamos preocupados por ti. Nos inquieta pensar que nuestra última discusión te haya afectado de esta manera. Somos conscientes de que nuestra actitud no fue justa -Lucius caminaba con lentitud, ayudado por su bastón, pero sus palabras eran sinceras-. Si deseas volver a encontrarte con esa chica a solas, eres libre de hacerlo.

-No se trata de eso, padre. No tiene nada que ver con vosotros.

-Entonces ¿de qué se trata?

Draco apretó los labios. No era de su agrado hablar de su vida amorosa con su padre, pero por otro lado, no tenía a nadie más en quien confiar.

-No responde a mis cartas -murmuró-. No sé por qué, no he hecho nada para enfadarla.

-Quizá debas hablar con ella en persona.

-No sé si eso es buena idea ¿Y si no quiere saber nada de mí?

Lucius ponderó sus palabras en silencio, mirándole de reojo.

-A veces la verdad es más complicada de lo que parece. Puede que lo que esté pasando no tenga nada que ver contigo.

-¿Qué quieres decir?

Lucius miró a su alrededor, quizá comprobando que nadie les escuchase, quizá pensando en lo que iba a decir. Pero entonces un elfo doméstico se apareció ante ellos, haciendo reverencias.

-El señor Malfoy... el señor Draco Malfoy tiene una visita, señor.

-¿Una visita? -Draco no se lo esperaba. Nadie le había visitado en la Mansión Malfoy desde que había salido de Azkabán.

-Quizá sea ella -murmuró Lucius, guiñándole un ojo.

-¡Padre! -repentinamente nervioso, y con la sangre agolpada en la cara, Draco no quiso saber nada de las bromas veladas de su padre. Sin mirar atrás regresó a toda prisa a la mansión, siguiendo al elfo hasta la sala de estar.

El elfo no mentía, Draco tenía visita. Pero no era Astoria la que le estaba esperando.

Era Pansy.

La joven estaba hablando animadamente con Narcissa. Su madre parecía contenta de verla; no en vano, Pansy había sido una de las pocas personas en mantener contacto con ella desde la guerra. Draco sabía que Narcissa la apreciaba y sentía cierto grado de decepción al saber que ya no estaban juntos.

Se preguntó qué quería Pansy, y si tendría que conversar con ella bajo la atenta mirada de Narcissa, pero su antigua compañera se puso en pie y le propuso hablar a solas. Ignorando la mirada inquisitiva de su madre, Draco la guio hasta su habitación.

-Pensaba que insistirías en salir a los jardines -comentó Pansy, mirando con curiosidad a su alrededor.

-¿Y arriesgarme a cruzarnos con mi padre? No, gracias.

-Se preocupan por ti ¿Sabes?

-¿Qué estás buscando? -preguntó él a su vez, viendo cómo Pansy observaba hasta el más mínimo detalle de la habitación.

-Me aseguro de que estamos solos.

-¿Quién más va a estar aquí? Este es mi dormitorio.

-¿Ya se te ha olvidado esa reportera metomentodo que se transformaba en escarabajo? -Pansy alzó las cejas, dirigiéndole una mirada burlona-. Prefiero asegurarme de que nadie nos escucha.

Draco se cruzó de brazos y esperó con impaciencia a que ella terminara su inspección. No tenía humor para perder el tiempo de esa forma.

-¿A qué has venido? -le espetó, cuando ella se dio por satisfecha de su búsqueda.

-No hace falta que me hables así, pensaba que éramos amigos -le reprochó ella, abriendo su bolso-. Quería darte esto. Es una invitación para mi boda. Tus padres también están invitados, pero no sé si tu padre tendrá permitido asistir.

-No cuentes con ello -Draco aceptó el sobre, pero no lo abrió. Agitando la cabeza, se forzó a relajar su postura-. Pero podrías habérmela dado delante de mi madre. No hacía falta comprobar que no hay periodistas escondidos en mi habitación.

-Estás siendo realmente desagradable -le reprochó ella, cruzándose de brazos. Draco se dio cuenta de la dureza de sus palabras, y bajó la mirada.

-Lo siento, he estado muy nervioso últimamente.

-Eso he oído. Primus no deja de ser convocado a tu lado. Se queja de tener que ser la niñera de un par de enamorados -Pansy sonrió de forma burlona.

-Estás muy equivocada -replicó él, con seriedad.

-Pensaba que Astoria te gustaba.

-Eso no tiene importancia. No creo que ella me vea de la misma manera.

-¿Por qué dices eso?

-No quiero hablar de ello -Draco se giró. Sabía que su comportamiento era infantil, pero le dolía mucho pensar en Astoria después de ser ignorado por ella durante semanas.

-Dime una cosa ¿Le has escrito últimamente?

-¿Qué más da?

-¿Le has escrito o no? -insistió Pansy.

-¡Claro que le he escrito! Todos los días. Ella me importa, Pansy, pero... pero...

-¿No has recibido cartas suyas? -Pansy frunció el ceño, y aunque Draco no respondió, su expresión dolida delató la verdad-. Entonces ella tenía razón, alguien sigue intentando haceros daño.

-¿Qué? ¿Qué quieres decir? -Draco se giró para mirarla de frente, pero Pansy se sentó en la cama con calma, poniendo sus pensamientos en orden.

-He visitado mucho la casa de los Greengrass últimamente. Daphne y yo somos amigas ahora.

-¿Daphne? ¿Tu amiga? ¿Desde cuándo?

-La gente cambia, Draco. Prefiero su amistad a la de Millicent. Pero eso no es de lo que he venido a hablar -dijo, estirando la espalda-. A veces, Astoria se unía a nosotras. Sé que no le gusto del todo, pero intenta ser amable conmigo. Sin embargo, últimamente la he visto muy alicaída, y cuando le pregunté por ello, sólo me preguntó si sabía algo de ti.

-¿Por qué ibas a saber algo de mí?

-Tú le dijiste que estuvimos saliendo. Puede que pensase que seguías interesado por mí.

-¿Qué? Eso no es verdad -al ver su mirada dolida, Draco suavizó la voz-. Te aprecio como amiga, Pansy, pero no...

-Astoria me dijo que te había estado escribiendo a diario, pero que no respondías a sus cartas -le interrumpió Pansy, haciendo que Draco abriese la boca, incrédulo-. Pensaba que no querías saber nada de ella.

-¿Cómo? Pero yo... ya te he dicho que no he dejado de escribirla.

-Te creo, Draco. También a mí me pareció extraño -Pansy se miró las manos-. Tuve una sospecha, y le pedí que te escribiese una nota. Theo siguió a la lechuza en su escoba, para ver qué ocurría. Nos dijo que la carta se consumió en llamas súbitamente, y la lechuza escapó despavorida.

-¿Cómo es posible? -Draco se sintió mareado, al comprender las consecuencias de lo que acababa de escuchar.

-Pensamos que eso explica la ausencia de cartas. Alguien quiere que Astoria y tú os alejéis.

-Maldito cabrón -musitó Draco, comenzando a ponerse furioso. ¿Quién estaba tan interesado en hacerles daño?-. ¿Cómo está Astoria? -preguntó de repente.

-Enfadada, pero no contigo. De hecho, me ha pedido que te de esto de su parte -Pansy sacó una segunda carta de su bolso y se la tendió-. Si deseas responder, puedo esperar a que escribas tu contestación y se la llevaré en persona.

Con manos temblorosas, Draco cogió el sobre. Había echado mucho de menos ver el sello de los Greengrass.

-¿Por qué haces esto? -murmuró-. ¿Por qué nos ayudas?

-Porque eres mi amigo. Y porque deseo que seas feliz -Pansy le miró con una débil sonrisa-. Y porque creo que has sufrido más que suficiente y no te mereces que te torturen más.

-Siguen siendo muchas molestias por un amigo.

-Solamente estoy dejándome llevar por el romanticismo. No intentes buscarle doble sentido, ya no soy así. No quiero que pases el resto de tu vida encerrado en esta mansión.

-Gracias -murmuró él. Pansy asintió en silencio, sin decir nada más. Draco abrió la carta, reconociendo la caligrafía de Astoria.

"Querido Draco,

"Estos últimos días han sido increíblemente duros. Nunca pensé que me dolería tanto no tener noticias tuyas, pero así ha sido. No te culpo, ahora sé que tú jamás me ignorarías de esa manera, pero te he echado muchísimo de menos.

"Me he dado cuenta de que mis sentimientos hacia ti son más fuertes de lo que imaginaba. No espero que los correspondas, sé que es muy precipitado, pero me gustaría que supieses que sólo tú vives en mi corazón.

"Apenas quedan unas horas para volver a vernos, y no puedo dejar de pensar en ti y en lo mucho que me gustaría verte a solas. Espero que no te resulte estúpido, pero si tuviese que elegir entre la inauguración y estar contigo, te elegiría a ti.

"No sé qué pasará mañana, pero sólo el hecho de saber que podré verte es más que suficiente para mí. Haces que todo este trabajo y esta espera haya merecido la pena.

"Deseo que mañana llegue lo antes posible y volver a estar contigo una vez más.

"Muchos besos,

Astoria."

Temblando, Draco leyó el mensaje una y otra vez. Su corazón palpitaba con fuerza, haciendo que su sangre colorease sus mejillas. Astoria le echaba de menos. Astoria... ¿le quería?

Temblando, invocó pergamino y pluma, y sin importarle si Pansy le miraba, comenzó a escribir.

"Mi muy querida Astoria,

"Mi corazón ha sido tuyo desde la primera vez que cenamos juntos. Jamás podré expresar con palabras lo feliz que me siento de estar a tu lado. Nada me gustaría más que abrazarte de nuevo y no separarme nunca más de ti.

"Estoy contando las horas que quedan para volver a verte. Me va a resultar imposible no cubrirte de besos delante de todo el mundo.

"Deseo volver a ver tu sonrisa y disfrutar de cada segundo que pueda robar a tu lado.

"Con muchos besos, me despido hasta mañana,

Draco."

OOO

Draco y Narcissa llegaron puntuales al hotel. Los primeros invitados se iban distribuyendo con curiosidad entre las mesas con bebidas y canapés, mirando con curiosidad a su alrededor.

Unas telas mágicas lo cubrían todo, reservando la gran revelación para más tarde.

Draco había decidido pedirle a su madre que le acompañase por varias razones: la primera era que su presencia le resultaba más agradable que la altiva figura de Primus Parkinson. Por otro lado, la inclinación artística de Narcissa le haría apreciar mucho más la exposición de Manawa. Y finalmente, Draco tenía el secreto deseo que Astoria y Narcissa se conociesen mejor, y un encuentro en público sería mucho menos incómodo que una cena formal en la Mansión Malfoy.

Nervioso, Draco miró a su alrededor, buscando a Astoria. Cuando la vio sintió que su corazón se paraba en su pecho.

Está preciosa.

Su vestido plateado brillaba suavemente, flotando a su alrededor mientras caminaba. Sus ojos resplandecieron tanto como su sonrisa al verle, y Astoria avanzó a toda prisa hacia él, como si Draco fuese la única persona de la sala.

-Me alegro de verte -sonrió, apenas conteniendo su alegría y el anhelo por estar junto a él.

-Jamás me lo perdería -Draco notó cómo todo su cuerpo temblaba. Deseaba abrazarla y besarla, y se moría de ganas de tocarla, pero recordó justo a tiempo que no estaban solos-. Astoria, ya conoces a mi madre, Narcissa.

Astoria tendió su mano sonriente y Narcissa respondió de igual manera.

-Draco no ha parado de hablar de vuestro proyecto. Siento mucha curiosidad.

-Estoy deseando mostrárselo a todos -Astoria no cabía en sí de nerviosismo-. Espero que os guste.

-No me cabe la menor duda de que será una gran sorpresa -Narcissa respondió con diplomacia.

En ese momento, July se acercó apresurada.

-Señorita, los reporteros del Profeta acaban de llegar.

-Disculpadme, tengo que ir a recibirles -los ojos de Astoria no se separaban de los de Draco-. ¿Nos vemos luego?

Él asintió, sin palabras. No sabía por qué estaba tan nervioso. No pudo apartar su mirada de la figura que se alejaba, sintiendo cómo su corazón se encogía.

Narcissa le cogió del brazo.

-Quizá debas acompañarla, después de todo, también es tu proyecto -intercedió, dándole un pequeño empujón. Draco sonrió con gratitud y no se lo pensó dos veces antes de seguir a Astoria entre la creciente multitud.

La alcanzó cuando ella se disponía a hablar con los periodistas.

-¿Te importa si te acompaño? -susurró a su oído. Ella le miró sorprendida, pero asintió con una sonrisa. Sin embargo, Draco dejó que ella llevase el peso de la conversación, al fin y al cabo, ella había diseñado la mayor parte del proyecto.

Eso no impidió que Astoria le incluyese en la entrevista.

-Nada de esto hubiese sido posible sin la inestimable ayuda de Draco Malfoy. Él fue el que me puso en contacto con el señor Manawa y el que me inspiró para emprender esta aventura.

-Señor Malfoy ¿Qué le ha empujado a interesarse por el mundo del arte?

Draco respondió de forma automática, dando la misma respuesta que había repetido tantas veces frente a sus clientes. Explicó cómo el arte servía de entretenimiento e inspiración, y cómo podía usarse para unir a las perdonas en la contemplación de algo irrepetible.

Sintió cómo Astoria le cogía de la mano, entrelazando los dedos con los suyos, y de repente se sintió más tranquilo, y dejó de preocuparse de lo que los periodistas pudieran pensar de él.

Tras la entrevista, ambos continuaron su ruta a través del Hall, recibiendo a los recién llegados, cada vez más nerviosos a medida que se acercaba la hora de la inauguración.

Finalmente, Astoria le hizo un gesto para que le acompañase hacia la parte trasera de la sala, donde pudieron encontrar un espacio tranquilo para recuperar la respiración.

-Tengo algo para ti -susurró Astoria, enseñándole un pequeño adorno plateado, claramente diseñado por Manawa, y prendiéndoselo en la parte delantera de la túnica-. Me gusta tu túnica.

-Lo sé, es azul -bromeó él, haciendo que ella se riera.

-Me gusta porque la llevas tú -replicó, clavando sus ojos verdes en los suyos.

-Si sigues mirándome de esa forma tendré que llevarte fuera de la fiesta -murmuró Draco, cogiendo las manos de Astoria entre las suyas. No había estado tan cerca de ella desde su noche juntos en el hotel de Austria.

Los recuerdos de esa noche unidos a lo mucho que la había echado de menos hacían que todo su cuerpo gritase por volver a tocarla.

-¿Lo prometes? -preguntó ella, mordiéndose el labio de forma absolutamente tentadora.

Su conversación llegó a su fin con la llegada de Manawa, quien llamó la atención de los presentes agitando la varita y bajando la intensidad de la luz. Cuando consiguió la atención de todos, le hizo un gesto a Astoria para que se posicionase a su lado.

Ella estaba preparada, y comenzó su ensayada presentación.

-Muchas gracias por acudir a la inauguración del nuevo Greengrass Londres. Es un placer y un honor poder continuar con la tradición de mi familia de acoger y agasajar a huéspedes de todas partes. Mi deseo no es solamente proveer comida y descanso, sino también cultivar el alma. Espero que todos ustedes sean inspirados por las grandes maravillas creadas por el talentoso maestro Manawa.

Con un gesto, le indicó al artista que podía comenzar con su espectáculo.

Manawa alzó su varita y comenzó una elaborada danza parecida a la que Draco y Astoria habían presenciado semanas atrás en la playa. Las cortinas comenzaron a agitarse y a flotar. Algunas se evaporaron y otras se fundieron con el techo y las paredes. Y poco a poco, el renovado Hall fue quedando a la vista.

Draco, que había participado en la planificación y visto los planos, quedó mudo de asombro. Aquello superaba todas sus expectativas. La sala era amplia, luminosa, etérea y delicada, pero a la vez parecía cálida y acogedora. El cristal y el agua se mezclaban con la madera y el metal. Parecía una obra de arte viviente que incluía los techos y el suelo.

Manawa avanzó, guiándoles sutilmente hasta la zona del comedor. Allí los mismos muebles eran esculturas que se fusionaban con el entorno. La luz emanaba del cristal, creando un ambiente acogedor y luminoso.

Bajo las órdenes de Manawa, la luz cambió, reflejando las diferentes fases del día. Ahora la luz era rosada como el amanecer, luego brillante como el mediodía, dorada como el crepúsculo, y de repente la luna brilló sobre sus cabezas y las estrellas titilaron por todas partes.

Era como estar flotando en el cielo.

Aún sin salir de su asombro, Draco miró a Astoria, y vio cómo esta lloraba emocionada, agarrando su colgante de aguamarina. Todos sus sueños se habían hecho realidad. Había conseguido dar vida a una obra maestra, mezclando arte con funcionalidad. Era bello. Era perfecto.

En silencio, Draco le cogió de la mano, y ella se apoyó contra él. No necesitaban decir nada. La emoción les embargaba por igual.

Poco a poco, fueron escuchando los primeros aplausos. Los invitados estaban tan sobrecogidos y asombrados que tardaron en reaccionar, pero la ovación fue creciendo en volumen hasta volverse ensordecedora.

Manawa hizo una reverencia, dando por terminada su intervención, y señaló hacia sus mecenas, quienes saludaron torpemente, aún demasiado emocionados para hacer nada más.

Y entonces una animada música comenzó a sonar, los periodistas se adelantaron para tomar fotografías, y la fiesta comenzó.

Los primeros en acercarse fueron los padres de Astoria, quienes abrazaron a su hija, cubriéndola de halagos y felicitaciones. Draco también fue partícipe de su alegría.

-Enhorabuena, es un trabajo excelente -Daphne le sonreía secándose los ojos-. Mi abuelo hubiese estado muy orgulloso de lo que habéis hecho.

-El mérito es de Astoria. Fue su idea y sus diseños los que lo han hecho posible.

-Por lo que tengo entendido, tú también has trabajado muy duro. Y has sido su fuente de inspiración -añadió, guiñándole el ojo.

Draco aceptó el halago y vio cómo Narcissa se acercaba a ellos. Ella también tenía los ojos húmedos, y abrazó en silencio a su hijo.

-Estoy muy orgullosa de ti. Has hecho algo increíble. Los dos lo habéis hecho -emocionada, se secó una lágrima traicionera-. Gracias por enseñármelo.

-Me gustaría que padre pudiese verlo -murmuró, y Narcissa le acarició la cara.

-Él también está orgulloso de ti.

Draco no tuvo tiempo de replicar, pues más invitados se acercaron a felicitarles. Gran parte de la sociedad mágica estaba allí, y su aceptación era bienvenida y esencial para el éxito del hotel. Draco vio a antiguos compañeros de Hogwarts y a viejos conocidos.

El profesor Slughorn les felicitó, insinuando que deberían volver a verse en el futuro. Un par de Weasleys admiraban las estatuas móviles. Blaise se acercó a saludar, acompañado por las dos chicas más espectaculares que Draco hubiese visto jamás. Incluso el viejo restaurador del Callejón Diagón hizo acto de presencia para congratularles e interesarse por futuros encargos. Los periodistas les hicieron más preguntas y tomaron fotografías. La comida y la bebida no dejaban de circular.

Draco y Astoria saludaron a mucha gente, estrechando manos y recibiendo halagos. Sólo escuchaban mensajes positivos, y eso les llenaba de orgullo y felicidad.

Y finalmente, Pansy y Theodore se acercaron sonrientes.

-No tenemos palabras para expresar lo maravilloso que es esto. Es lo más bonito que he visto jamás -sonrió Pansy, cogiéndoles de la mano-. Astoria, queremos proponerte algo. Deja que celebremos nuestra boda aquí.

Los ojos de Astoria se abrieron de par en par.

-¡Por supuesto! Será todo un placer. Organicemos una reunión para hablar de los detalles.

-¡Qué alegría! Tenemos que decírselo a nuestros padres -y tirando de la mano de su prometido, Pansy se alejó de allí.

Draco soltó una carcajada, repentinamente aliviado.

-¿Sabes lo que significa esto? -preguntó, viendo la expresión confundida de Astoria-. La boda del año tendrá lugar en tu hotel. Piensa en toda la publicidad que tendrás.

-Saldrá en todos los periódicos -la cara de Astoria se iluminó al comprender lo que él quería decir-. Oh, Draco ¿Está pasando de verdad? ¿No lo estoy soñando?

Sin pensarlo, Draco la abrazó por la cintura. Su pecho parecía querer estallar de felicidad.

-Es muy real. Has conseguido algo extraordinario, y te mereces todo el mérito.

-No lo hubiese conseguido sin ti.

-Yo sólo te ayudé -protestó, pero Astoria apoyó las manos en su pecho, mirándole con seriedad.

-No, Draco, has hecho mucho más, nada de esto hubiese sido posible sin ti. Tú confiaste en mi visión desde el primer momento.

-Era una visión rompedora e imaginativa. Hubiese sido un idiota ignorándola -Draco recorrió su cara con la mirada, bebiendo todos y cada uno de sus detalles. Se dio cuenta de que sus sentimientos hacia ella no habían dejado de crecer-. He oído que te he servido de inspiración ¿Cómo ha sido eso?

Astoria se sonrojó, pero se acomodó entre sus brazos, acercándose más a él.

-Tus ojos. El diseño es como tus ojos. Desde lejos parecen grises, pero de cerca reflejan todos los colores. Pensé en ti cuando lo diseñé.

Sin pensar en lo que hacía, sin importarle quién les estuviese mirando, Draco se inclinó y la besó en los labios. Fue un beso suave, calmado y lento que pretendía expresar lo que sentía. Y apenas separándose de ella, clavó su mirada en esos maravillosos ojos que hacían que su pulso se acelerase.

-Te quiero -susurró, abriendo su corazón ante ella-. Te quiero más que a nada.

Astoria sonrió y le acarició la cara con delicadeza.

-Y yo te quiero a ti -respondió, poniéndose de puntillas para devolverle el beso.

El momento no podía ser más perfecto. Estaban juntos, celebrando su éxito y su recién confesado amor. Nada podía salir mal.

Nada excepto...

-Oh, no -Draco detectó la llegada de los Aurores, vestidos con sus túnicas negras. Todavía estaban en la entrada del comedor, y nadie había reparado en ellos aún.

-¿Qué habrá pasado ahora? -asustada, Astoria le cogió de la mano.

-Yo me encargo, no te preocupes.

-Draco...

-Ocúpate de los invitados. No dejes que se den cuenta de lo que ocurre.

Draco recorrió todo lo deprisa que se atrevió los metros que le separaban de los Aurores. Reconoció a Harry a la cabeza del grupo y se acercó a él directamente.

-Iré con vosotros sin oponer resistencia, pero no interrumpáis la fiesta -suplicó apresuradamente en voz baja, mirando a Harry-. Por favor, no es necesario llamar la atención.

Harry parecía sorprendido por sus palabras y su voluntad para colaborar. En respuesta, Draco sacó su varita. Automáticamente, todos los Aurores se pusieron en guardia, pero Draco giró su varita y se la ofreció a Harry.

-Cógela. No quiero problemas.

Harry asintió y le hizo un gesto a sus compañeros para que se alejasen.

-Vamos a dar una vuelta, Malfoy.

Juntos se alejaron del foco de la fiesta, dirigiéndose a un rincón tranquilo, apartado de miradas indiscretas. Harry se posicionó de espaldas a la pared, manteniendo a la vista la mayor parte de la habitación. Draco dedujo que eso debía formar parte del entrenamiento de los Aurores.

-Ha vuelto a pasar -Harry decidió ir al grano-. Han vuelto a denunciarte.

-¿Cuándo?

-Hace unos minutos.

-¿La maldición Imperius otra vez?

-No, esta vez te han acusado de querer causar un atentado público, por eso hemos venido.

-¿Para comprobar que no tengo bombas ocultas?

-No, para protegerte -las palabras de Harry le dejaron boquiabierto-. Cabe la posibilidad de que tu enemigo quiera intentar algo y culparte por ello. Hay Aurores de paisano en la fiesta, controlando que no ocurra nada.

-¿Habéis detectado algo fuera de lo común?

-Todavía no, pero estaremos en guardia.

Draco se giró, preocupado ¿Y si ocurría algo?

Mi madre y Astoria están aquí.

-¿Hay algo que pueda hacer? ¿Debería irme? -preguntó, derrotado. No deseaba marcharse, pero lo haría si con ello protegía a la gente que le importaba.

-No, eso sólo le daría más ánimos a tu enemigo. Le harás ver que ha ganado.

-¿Y qué propones? ¿Qué me quede aquí y le provoque para actuar?

-Exactamente -Harry esbozó una extraña sonrisa-. Tu atacante sólo actúa cuando piensa que va a hacerte daño. Ahora es la oportunidad perfecta. Y si intenta algo, le atraparemos.

-Es algo arriesgado ¿no te parece? -le espetó Draco, irritado. Harry le devolvió la mirada, molesto.

-¿Qué propones, Malfoy? ¿Esconderte el resto de tu vida para que no te haga nada? Pensaba que querías tener una vida normal.

-Si sólo se tratase de mí no tendría ningún problema. Pero no se trata sólo de mí -siseó, apretando los puños-. Esto no es un juego, Potter.

-No he dicho que lo fuera. Pero necesitamos atrapar a ese misterioso atacante, y de momento no tenemos nada que nos lleve a él. O a ella -se apresuró a añadir-. Y por lo que parece, su única motivación es arruinarte la vida.

Draco apretó los labios, pensativo. Él era el más interesado en encontrar al culpable, quizá tuviese que aceptar la ayuda del Ministerio.

-Ha estado destruyendo nuestro correo -murmuró, mirando a su alrededor con disimulo-. Las cartas se incineraban automáticamente mientras las lechuzas las llevaban en el pico.

-Esa información es muy interesante -Harry se rascó la barbilla-. Investigaremos al respecto. Pero de momento, tenemos que centrarnos en lo que podría pasar hoy.

-¿Qué tengo que hacer? -preguntó Draco, cuadrando los hombros. Estaba dispuesto a cualquier cosa. Para su sorpresa, Harry le devolvió la varita.

-Seguir con tu vida -sonrió-. Disfruta de tu fiesta, habla con tus amigos, pasa la noche con tu novia... -Draco pegó un respingo.

-¿Estás loco? ¿Ya se te ha olvidado lo que pasó la última vez?

-Estaréis a salvo.

-Tú fuiste el que me aconsejó que nunca me quedase a solas con ella.

-Mi consejo ha cambiado, Malfoy, además, es más fácil teneros vigilados si estáis en la misma localización -Harry sonrió ligeramente al ver su expresión de desconcierto-. No te preocupes, se lo explicaremos a tu madre.

-No tiene gracia, Potter -siseó Draco.

-Piensa en ello como una operación encubierta. Vamos a patrullar el hotel. Todas las entradas y salidas estarán controladas. Vosotros estaréis vigilados y protegidos día y noche. Y si alguien intenta haceros algo, le detendremos inmediatamente.

-¿Estás seguro de lo que dices? ¿Estaremos a salvo?

-Tienes mi palabra, Malfoy. Vamos a detener a ese cabrón.

OOO

Astoria miraba con inquietud al equipo de Aurores que registraba su apartamento.

-¿Es realmente necesario?

-Dicen que es por nuestra seguridad -respondió Draco, pero él también estaba molesto. No se había esperado un registro tan exhaustivo.

-No se van a quedar dentro ¿verdad?

-Espero que no.

Un Auror se acercó a ellos, y Draco reconoció a Cerberus Langarm, uno de los nuevos reclutas del grupo de Potter.

-Nuestra búsqueda ha finalizado. No hemos encontrado hechizos o aparatos de espionaje, trampas ocultas, hechizos, bombas u otros peligros potenciales. Deberíais estar a salvo. Haremos guardia al otro lado de la puerta. Si ocurre algo, no dudéis en llamarnos.

Finalmente, Draco y Astoria se quedaron a solas, y la sensación les pareció extraña.

-Nunca imaginé que tuviera que contar con la protección del Ministerio -Astoria se abrazó a sí misma, conteniendo un escalofrío.

-Esto es culpa mía. Si lo deseas, me iré -Draco se sentía culpable por haberla metido en ese lío. Quizá Astoria estuviese más segura si él regresaba a la Mansión Malfoy.

-No quiero que te vayas. Sólo quiero que nos dejen en paz -protestó ella-. Quiero poder estar contigo sin que nos hagan daño.

-Yo también -susurró Draco. Acercándose a ella, la abrazó con delicadeza, apoyando su cara contra la de ella-. Quiero estar siempre a tu lado sin que nos ataquen o nos interrumpan.

-Se supone que hoy no debería haber interrupciones -Astoria inclinó la cabeza hacia atrás, mirándole con ternura y una chispa de picardía-. Echaba de menos tenerte cerca -confesó, arqueando ligeramente su espalda para acercarse a él.

A modo de respuesta, Draco la besó con suavidad. Los labios de Astoria seguían siendo tan tentadores como recordaba, atrapándole. La abrazó con fuerza, recorriendo su espalda con las manos.

Astoria suspiró y le acarició por encima de la ropa. Suavemente, le mordió el labio. Draco la miró con curiosidad, preguntándose cuáles eran sus intenciones, y ella sonrió con timidez, agarrando la parte delantera de su túnica.

-Podríamos terminar lo que empezamos -susurró, pidiéndole permiso con la mirada. Incapaz de responder de otra manera, Draco la besó de nuevo, esta vez con más fuerza.

A tientas, Astoria movió sus manos y le apartó la túnica de los hombros, dejándola caer al suelo. Siguieron besándose, retrocediendo poco a poco, hasta llegar al dormitorio.

Con la respiración agitada, Astoria se apartó, y se descalzó. También se quitó el colgante y los pendientes, dejándolos sobre una mesa. Draco la observaba en silencio, desabrochándose los botones de los puños.

Volvieron a besarse, esta vez con más urgencia, jugando con sus lenguas, explorando la boca del otro. Draco la cogió por la nuca y le mordió el labio, haciéndola jadear. A continuación se inclinó para besarle el cuello, llegando de nuevo a ese punto bajo la mandíbula que la hizo gemir y estremecerse. Astoria hundió las manos en su pelo, tirando suavemente de él.

-Te quiero -repitió Draco en su oído, apretándola contra él-. Eres lo mejor que tengo.

Astoria le besó en la frente, las mejillas y el cuello, mordiéndole suavemente. Se puso de puntillas para atrapar el lóbulo de la oreja con sus labios.

-Te quiero Draco -susurró.

Draco caminó hacia atrás y se sentó en el borde de la cama, y Astoria se posicionó a horcajadas sobre sus muslos. Siguieron besándose, y poco a poco, Astoria comenzó a desabrocharle la camisa.

Draco la dejó hacer, mirándola embelesado. Por alguna razón se sentía seguro a su lado. No sintió pudor o vergüenza, ni siquiera cuando ella le quitó la camisa y dejó a la vista la marca amoratada de su brazo.

Astoria le besó suavemente el brazo, provocándole escalofríos de placer. Ella nunca le haría daño. Sintió sus manos sobre su pecho desnudo y su costado, y jadeó. Le gustaba esa sensación de calidez que dejaban sus dedos sobre su piel.

Besándola de nuevo, acaparó toda su boca, explorando con su lengua, provocando un gemido ahogado. A tientas, localizó la cremallera del vestido y la abrió con suavidad, acariciando a continuación la piel desnuda de su espalda.

Astoria echó la cabeza hacia atrás, y Draco volvió a besarle el cuello, succionando suavemente. Ella gimió, arqueando la espalda, cogiéndole por la nuca para no dejarle ir.

Draco la miró a los ojos, respirando agitadamente.

-Quiero desnudarte -su voz sonaba grave y rasposa. Sonriendo con picardía, Astoria se puso en pie, dio un paso atrás, y lentamente se apartó el vestido de los hombros.

-No era eso a lo que me refería.

-¿Quieres que pare? -Astoria le provocó, bajando el vestido lentamente, mordiéndose el labio y mirándole intensamente.

-No -Draco apoyó las manos en la cama y observó cómo ella se desnudaba poco a poco, descubriendo su cuerpo como un regalo que era sólo para él. Cuando estuvo completamente desnuda, se quedó de pie frente a él, mirándole con anticipación.

-Eres preciosa -Draco se puso en pie y también se quitó la ropa. Le sorprendió no sentir vergüenza; al contrario, nada le parecía más natural de estar desnudo frente a ella.

Volvieron a besarse, abrazándose, jadeando al notar el cuerpo del otro. Se tocaron y acariciaron, primero con suavidad y poco a poco con más deseo, hundiendo sus dedos en la piel desnuda del otro, arañándose.

Astoria le empujó hacia la cama, pero él le indicó con suavidad que se tumbase primero.

-Es mi turno -sonrió.

-No tienes por qué.

-Pero lo estoy deseando.

Empezó por sus labios, besándolos con lenta suavidad, y luego bajó por su cuello. Recordaba muy bien cuál era el punto que debía estimular, y sus atenciones se vieron recompensadas por una serie de gemidos que le excitaron aún más.

Decidió que aquella iba a ser su nueva misión: estudiar el cuerpo de Astoria y aprender cómo provocar su placer.

Poco a poco bajó hacia sus pechos, tocándolos primero, lamiéndolos después. Jugó con sus pezones, chupándolos, pellizcándolos con suavidad. Estaba pendiente de cada suspiro y cada gemido, y reaccionaba en consecuencia.

Curioso, siguió descendiendo, acariciando y besando su vientre y su costado, provocando cosquillas a su paso.

-Eso no -se retorció ella, alejándose de él.

-Mis disculpas -para hacerse perdonar, Draco volvió a centrarse en sus pechos, pero con sus manos comenzó a acariciar sus caderas y sus piernas. Primero masajeó sus muslos por fuera, y luego, lentamente fue explorando su parte interna.

Notó que la respiración de Astoria se hacía más agitada, y vio cómo ella cerraba los ojos y se mordía el labio. Con curiosidad se arrodilló entre sus piernas, masajeando suavemente, cada vez más cerca de la ingle.

Y entonces, por accidente, rozó su pubis, y ella dio un súbito respingo, como si la hubiesen electrocutado.

-¿Te he hecho daño?

-No... -aquel gemido sonaba prometedor. Draco pasó su mano suavemente, por encima de los pliegues rosados. Una humedad caliente manchó sus dedos y Astoria elevó ligeramente las caderas, con la respiración entrecortada.

Con cuidado siguió masajeando, probando diferentes presiones y movimientos, hasta dar con una pequeña protuberancia abultada que era ligeramente dura al tacto. Astoria se agitó y emitió un grito ahogado, tapándose la boca con la mano.

Con curiosidad, Draco movió su pulgar en círculos, estimulando aquel punto. La respuesta no se hizo esperar: Astoria se retorció de placer, aún tapándose la boca, y una nueva ola de humedad salió de su zona más íntima.

Así que este es el punto.

Draco sonrió y siguió masajeando, estimulando el clítoris con suavidad, mientras observaba las muestras de placer que provocaba. Estaba absolutamente excitado, pero no quería parar. Quería ver cómo Astoria se retorcía de placer bajo el contacto de sus manos.

Sus gemidos y sus estremecimientos eran un espectáculo sólo para él. Y su olor...

De forma instintiva, Draco se inclinó entre sus piernas, y comenzó a lamer. Sabía mejor de lo que olía, y su lengua era mucho más sensible que sus dedos. Y los gemidos de Astoria aumentaron en volumen y en frecuencia, todavía ahogados por su mano.

Draco se incorporó y le cogió por las muñecas.

-No te tapes la boca, quiero oírte -y sin darle tiempo a replicar, volvió a hundir la cara entre sus piernas. Esa vez pudo oírla con claridad. Los gritos, jadeos y gemidos eran música para sus oídos.

Supo que ella estaba cerca del orgasmo al notar un cambio en su respiración, cada vez más entrecortada. Astoria se puso tensa, elevando sus caderas y jadeando rápidamente.

Draco insistió con su lengua, intentando no perder el ritmo, y de repente, Astoria se encogió sobre sí misma, lanzando un grito ahogado, y Draco notó cómo una nueva ola de humedad bañaba su barbilla.

Draco se incorporó, satisfecho consigo mismo. La visión de Astoria jadeando extasiada le llenó de orgullo y felicidad. Por no hablar de lo excitado que estaba. Podía notar cómo su pene palpitaba, deseoso de reclamar su propio placer.

Se tumbó junto a Astoria y la besó. Ella le respondió con entusiasmo, hundiendo las manos en su pelo.

-Draco, ha sido increíble -sonrió, pegando su cuerpo al de él.

-¿Quieres seguir? -Astoria asintió, con la respiración agitada-. Conozco un hechizo que...

-Yo tengo una poción.

-Podemos usar los dos -Draco no pensaba arriesgarse. Levantándose de la cama, buscó rápidamente su varita y realizó el hechizo de barrera que había aprendido recientemente. Astoria rebuscó en la mesilla y se llevó un vial a los labios, bebiendo su contenido.

Sonriéndose, volvieron a tumbarse, besándose con deseo. Draco se puso encima, posicionándose entre las piernas de Astoria. Se frotó contra ella, dejando que su pene se mojase con la cálida humedad que brotaba de Astoria. Aquella sensación era increíble y casi le hizo explotar allí mismo.

Deseaba tomarla y hacerla suya, pero a pesar de su excitación y de su intenso deseo, vaciló.

-Deberás tener paciencia -indicó, inseguro de cómo debía seguir, pero Astoria le besó y se acopló bajo sus caderas.

-Yo te guio -susurró. Con una mano corrigió la posición de su pene, y levantó ligeramente la pelvis. Draco sintió de inmediato la agradable sensación de cálida humedad envolviéndole. Instintivamente, comenzó a mover las caderas, adentrándose en Astoria. La intensa ola de placer que recibió le dejó sin aliento.

Astoria le abrazó, arañándole la espalda. Parecía que iba a fundirse con ella. Ahora todos sus sentidos estaban puestos en su calidez, en sus gritos ahogados, en el tacto de sus manos aferradas a él ¿Cómo era posible disfrutar tanto junto a una persona?

-No pares -Astoria le rodeó con sus piernas, guiando su ritmo, gimiendo contra su oído. Aquello era demasiado. Ni siquiera podía pensar en ella. El placer era tan intenso que...

El orgasmo fue tan potente que por un momento se quedó paralizado. Sus sentidos se nublaron y perdió la noción de quién era y dónde estaba. Podía notar cómo Astoria seguía moviendo las caderas, alargando la sensación de placer, pero él no podía hacer nada.

Estaba hechizado por el contacto con su cuerpo, por su olor, por su sudor. Y por la risa eufórica que resonó junto a su oído.

Torpemente, Draco se dejó caer hacia un lado, y Astoria se acomodó contra él, abrazándole.

-Me ha pillado por sorpresa -se disculpó él. Siempre había escuchado a sus amigos presumiendo acerca de cómo aguantaban horas en la cama. Le preocupaba haber perdido el control demasiado pronto. Pero Astoria sonrió y le acarició el pelo.

-A mí también -lo dijo de forma apreciativa, antes de besarle, pegando su cuerpo al de él-. Ha sido increíble -suspiró, sonriendo satisfecha. Aquello le reconfortó de inmediato.

Draco se relajó, sintiendo una mezcla de cansancio y euforia, pero no podía dejar de tocarla, acariciando suavemente su espalda con la yema de sus dedos.

-Siempre podemos repetir -sugirió tentativamente, tras unos minutos de descanso.

-Pero ahora me toca a mí estar arriba -la sonrisa de Astoria se ensanchó, e incorporándose, le besó lentamente. Draco cerró los ojos y suspiró. Podría haber estado besándola eternamente.

Astoria se apoyó sobre un codo, observándole con dulzura. Con delicadeza, le apartó un mechón platino de la frente, y acarició suavemente el lateral de su cara y su mandíbula.

-Te amo mucho, no puedo expresar cuánto.

-Y yo te amo a ti -Draco la atrajo de nuevo, atrapando sus labios, deseando volver a tocarla y ver cómo se estremecía de placer.

Y entonces un ruido sordo hizo vibrar los cristales de la ventana.

-¿Has oído eso? -preguntó Draco, frunciendo el ceño.

Astoria se incorporó, afinando el oído. De repente, escucharon cómo la puerta del apartamento de abría de golpe.

-¡Greengrass! ¡Malfoy! ¡Salid rápido! ¡Hay que evacuar el hotel!

-¡Un segundo! -Astoria se levantó de un salto, y comenzó a vestirse a toda prisa. Draco la imitó, y en pocos minutos ambos estaban listos.

Salieron del dormitorio con las varitas en la mano, listos para cualquier cosa.

-¿Qué ha pasado? -preguntó Astoria, reparando en el humo oscuro que comenzaba a entrar por la puerta.

-Una bomba ha estallado en la planta baja ¡Tenemos que salir ya!

OOO

La noche está que arde (literal y metafóricamente)

Draco y Astoria han declarado su amor, la inauguración ha sido todo un éxito, los enamorados por fin han tenido un momento de intimidad y... Parece que algo no ha salido como esperaban.

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