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VEN A PERDERTE A LA MULTITUD DE MI CASA
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Tardo un rato en recuperarme de la visita de Sai, pero en el Bar de Tezuna todo va muy deprisa y eso ayuda.
Hoy, sin embargo, las cosas parecen ir de mal en peor.
Durante la mañana tengo a una clienta indignada porque no permitimos que su perrito se siente en la mesa con ella y un hombre con dos niños insufribles que no dejan de lanzarme sobres de mermelada y azúcar y se dedican a echar salsa de tomate y mostaza dentro del dispensador de servilletas. De camino a casa reviso mis mensajes de texto. Encuentro uno de mi madre, que todavía parece enfadada, en el que me dice que limpie la casa. «Que quede inmaculada», enfatiza. También añade: «Esfúmate antes de que Obito llegue con los donantes».
Mamá nunca me ha pedido que me «esfume». ¿Es porque le he preguntado por Obito? Mientras accedo al camino de entrada, meditando sobre el asunto, veo la aspiradora tirada en medio.
—¡Hinata! —Me llama Naruto desde el otro lado de la valla—. ¿Va todo bien? Me da la sensación de que las cosas no han ido muy bien en alta mar.
—Por favor, no estoy para bromas sobre barcos y marineros. Créeme si te digo que ya me las sé todas.
Se acerca hacia mí sonriendo y negando con la cabeza. Hoy lleva una camiseta blanca que le hace parecer más moreno de lo que es.
—Me imagino. En serio, ¿va todo bien? Te veo un poco… desaliñada… y eso no es muy normal en ti.
Le cuento lo de limpiar la casa y el «esfúmate» y termino dándole una patada a la aspiradora y diciéndole que está rota.
—Bueno, puedo arreglarla. Voy a por mis herramientas. —Sale corriendo antes de que pueda replicar nada.
Entro en casa, me quito el uniforme y me pongo un vestido de verano de color azul claro. Cuando Naruto llama a la puerta estoy sirviendo limonada.
—¡En la cocina! —grito.
Viene llevando la aspiradora en ambos brazos, como si de una víctima de un accidente se tratara, y con su caja de herramientas colgando de un pulgar.
—¿Hay alguna parte de tu casa que no esté limpia?
—Mi madre es un poco especial con el asunto de la limpieza.
Naruto asiente, enarca una ceja pero no dice nada al respecto. Después deja la aspiradora en el suelo, abre la caja y ladea la cabeza buscando la herramienta adecuada. Me fijo en los músculos de sus brazos. De pronto siento tal necesidad de acariciárselos que me asusto. En su lugar, rocío la encimera con desinfectante y la limpio intensamente con papel de cocina.
«¡Desaparece mancha inmunda!».
Naruto arregla la aspiradora en menos de cinco minutos. El culpable parece ser un gemelo de Obito. Cuando lo pienso, intento no imaginarme a mi madre rasgándole la camisa loca de lujuria. A continuación Naruto se ofrece a ayudarme a limpiar el inmaculado suelo.
—Esto está tan perfecto que me cuesta mucho ver si estoy haciendo algún progreso —comenta aspirando debajo de un sillón mientras yo alineo simétricamente los cojines—. Tal vez deberíamos traer a Gaara y a Tema para que jueguen con plastilina y dejen unas cuantas marcas de dedos. Y también podríamos hacer una tarta de chocolate y que se le comieran. Así tendríamos algo que limpiar.
Cuando terminamos de limpiar, Naruto pregunta: —¿Tienes toque de queda?
—A las once de la noche —respondo confusa. Apenas acaba de empezar la tarde.
—Entonces vete a por un jersey y un bañador.
—¿Para qué?
—Se supone que tienes que esfumarte, ¿no? Ven a perderte en la multitud de mi casa y ya pensaremos algo para después.
Como siempre, el contraste entre el jardín de los Namikaze y el nuestro es extremo. Me siento como Dorothy pasando del blanco y negro al tecnicolor en El mago de Oz.
Ino está jugando al disco volador con un muchacho. Se oyen chillidos y gritos desde la piscina. Buna está golpeando una bola de béisbol pegada a un soporte con una raqueta de tenis en vez de con un bate. Ino le tira el disco a Naruto, que lo atrapa con facilidad y se lo lanza a la pareja de su hermana (que no es Lee, el que no sabía los términos, sino un tipo enorme que tiene toda la pinta de jugar al fútbol americano). Oigo a la señora Namikaze espetar a todo pulmón desde la zona de la piscina:
—¡Gaara! ¿Qué te dije acerca de hacer pis dentro?
De pronto se abre la puerta con mosquitera y aparece Karin, llevando cinco bañadores diferentes en los brazos.
—¡Ino! Tienes que ayudarme.
La hermana mayor pone los ojos en blanco.
—Simplemente elige uno, Karin. Cualquiera te quedará bien. Solo es una cita.
Karin, una preciosa joven de catorce años con aparato dental, niega con la cabeza. Está a punto de ponerse a llorar.
—Una cita con Suigetsu. ¡Con Suigetsu, Ino! Jamás me han pedido una cita y ahora tengo una. ¡Y no vas a ayudarme!
—¿Qué te pasa, Kar? —Naruto se acerca a ella.
—¿Te acuerdas de Suigetsu Hozuki, del campamento de vela? Llevo tres veranos tan embobada con él que casi vuelco el bote cada vez que le miro. Me ha pedido que vayamos a la playa y después a tomar algo al Ichiraku. Ino no quiere echarme una mano y mamá solo me ha dicho que me ponga protector solar.
Ino sacude la cabeza con impaciencia.
—Venga, Jugo, vamos a darnos un chapuzón. —Se aleja con el jugador de fútbol hacia la piscina.
Naruto me presenta a Karin que me lanza una mirada desesperada con sus ojos color avellana.
—¿Puedes ayudarme? Nadie debería tener una primera cita en bañador. No es justo.
—Tienes razón —digo yo—. Enséñame qué es lo que tienes.
Karin extiende en el suelo los trajes de baño.
—Tengo tres bañadores y dos biquinis. Mi madre dice que los biquinis están descartados por completo. ¿Qué te parece, Naruto?
—Sí, sí. Nada de biquinis en una primera cita —conviene—. Estoy seguro de que es una regla universal. O debería serlo, por lo menos para mis hermanas.
—¿Qué tipo de chico es? —pregunto, examinando los bañadores.
—¿Suigetsu? Oh, bueno, ya sabes, es… ¿Perfecto? —Agita las manos.
—Tienes que ser más específica, Kar —contempla Naruto secamente.
—Divertido. Deportista. Popular. Es muy mono pero no se lo tiene creído. La clase de persona que hace reír a todo el mundo sin apenas esforzarse.
—Ponte ese. —Señalo un bañador olímpico rojo.
—Gracias. ¿Y para después de la playa? ¿Me pongo un vestido? ¿Me maquillo? ¿Qué le digo? ¿Por qué habré aceptado? ¡Si incluso odio el ramen, que es el plato estrella del Ichiraku!
Naruto la mira con cara de pocos amigos, lo que me confunde un poco y le dice de manera cortante —No sabes absolutamente nada de la vida.
Karin, me explica: —Ama el ramen.
Naruto asiente con una sonrisa y yo regreso al tema.
—Nada de maquillaje. No lo necesitas —añado yo—. Sobre todo después de bañarte en la playa. Échate un poco de acondicionador en el pelo para que no tenga un aspecto reseco después del mar. Un vestido está bien. Y pregúntale un montón de cosas sobre sus gustos.
—Acabas de salvarme la vida. Estaré en deuda contigo toda la eternidad —dice Karin con vehemencia. A continuación se mete corriendo dentro de su casa.
—Estoy impresionado —observa Naruto en voz baja—. ¿Cómo supiste qué bañador escoger?
—Dijo que era deportista —respondo yo. Oír su voz tan cerca de mi oído hace que se me erice el vello de la nuca—. Además, el rojo irá muy bien con su cabello y su piel bronceada.
—Parece que Sailor Moon puede con todo. —Naruto abre la puerta que da a la cocina y me hace un gesto para que pase.
—Por desgracia mis poderes son limitados.
—¿Puedes asegurarme que Suigetsu Hozuki es un buen chico? Eso sí que sería un súper poder útil.
—Y que lo digas —señalo yo—. Podría haberlo utilizado con el novio de mi madre. Pero no.
Sin decir nada más, Naruto se dirige hacia las escaleras. Ha debido de ejercer de nuevo su don de encantador de serpientes porque me veo siguiéndole a su dormitorio.
A mitad del pasillo nos encontramos con un consternado Menma. Que tiene los ojos azules y el cabello del mismo tono del rubio de Naruto, aunque es más robusto que él y un poco más bajo.
—Hebi se ha escapado —anuncia.
—Diablos. —Naruto parece molesto;—. ¿Lo sacaste del terrario? —Llega a la puerta de su habitación en dos zancadas.
—Solo un minuto. Para ver si iba a mudar pronto de piel.
—Menma, deberías haber tenido más cuidado. —Naruto se pone de rodillas y mira debajo de la cama y la cómoda.
—¿Y Hebi es…? —pregunto a Menma.
—La serpiente del maíz de Naruto. Yo le puse el nombre.
Hago acopio de todo mi autocontrol para no subirme al escritorio. Naruto ahora está mirando dentro del armario.
—Le gustan los zapatos —me explica por encima del hombro.
«Hebi, la serpiente del maíz que siente pasión por los zapatos. ¡Qué maravilla!».
—¿Llamo a mamá? —Menma está a punto de salir por la puerta.
—No. Ya lo tengo. —Naruto sale del armario con la serpiente naranja, blanca y negra enrollada en el brazo. Retrocedo todo lo que puedo.
—Es muy tímido, Hinata. No te preocupes. Es completamente inofensivo, ¿verdad, Menma?
—Cierto. —Menma me mira con semblante serio—. Las serpientes del maíz son muy subestimadas como mascotas. En realidad son muy dóciles e inteligentes. Solo tienen mala reputación. Como las ratas y los lobos.
—Te creo —murmuro mientras veo cómo Naruto desenrolla la serpiente y la mete en el terrario, donde vuelve a enroscarse como si fuera un brazalete mortal.
—Si te interesa puedo imprimirte algo de información de Internet —se ofrece Menma—. De lo único que hay que tener cuidado con las serpientes del maíz es que a veces defecan cuando están estresadas.
—Menma, por favor. Márchate —dice Naruto.
Menma sale de la habitación abatido. Inmediatamente después entra Shee, llevando una camiseta negra, jeans ajustados del mismo color y cara de pocos amigos.
—Creía que la habías arreglado. Tengo que recoger a Samui en diez minutos.
—Y la he arreglado —repone Naruto.
—No, hermano, sigue sin funcionar. Échale un vistazo.
Naruto me mira disculpándose. —La moto. Ven conmigo mientras la reviso.
Una vez más, Naruto solo tarda unos minutos en encontrar la herramienta adecuada, enroscar y desenroscar algo y hacer que la moto vuelva a la vida. Shee se monta en ella a toda prisa, masculla algo que podría ser un «gracias» —es imposible oírlo por encima del motor— y sale como alma que lleva el diablo.
—¿Cómo has llegado a ser tan bueno en todo? —pregunto a Naruto mientras se limpia la grasa de las manos con un trapo que saca de la caja de herramientas.
—En todo —repite pensativo.
—A la hora de arreglar cosas. —Señalo la moto y luego hago un gesto hacia mi casa para referirme a la aspiradora.
—Mi padre tiene una ferretería. Eso ayuda mucho.
—También es el padre de Shee, pero eres tú el que arregla la moto. Y el que cuida de todas esas mascotas.
Los ojos azules de Naruto se encuentran los míos. Después baja las pestañas.
—Supongo que me gustan las cosas que requieren tiempo y atención. Merecen más la pena.
No sé por qué, pero esas palabras hacen que me sonroje intensamente.
Justo en ese momento entra Buna.
—¿Vas a enseñarme a tirarme de cabeza hacia atrás, Sailor Moon? —dice sin más preámbulos—. Ahora mismo, ¿verdad?
—Buna, Hinata no tiene que…
—No me importa —digo rápidamente, feliz de tener algo más que hacer que derretirme en medio del camino de entrada—. Voy a ponerme el bañador.
Buna es un estudiante entusiasta, aunque sus zambullidas frontales se limitan a juntar las manos sobre la cabeza y tirarse de panza a la piscina. No obstante no deja de insistir en que le enseñe una y otra vez cómo tirarse hacia atrás. Mientras tanto, la señora Namikaze se dedica a chapotear en la zona menos profunda con Gaara y Temari.
Naruto nada unos largos y después sale del agua para observarnos. Ino y Jugo han debido de marcharse a otra parte.
—¿Sabías que las ballenas asesinas no suelen matar humanos? —grita Gaara desde las escaleras de la piscina.
—Sí, eso he oído.
—No les gusta nuestro sabor. ¿Y sabías que los tiburones que más humanos matan son el tiburón blanco, el tigre, el martillo y el toro?
—Sí, Gaara —respondo. Coloco mi mano sobre la pequeña espalda de Buna para conseguir que adopte la posición correcta.
—Pero no hay ninguno nadando en nuestra piscina —remarca Naruto.
—Naruto, ¿no crees que deberíamos ir a cenar al Ichiraku para echarle un ojo a Karin? —pregunta la señora Namikaze.
—Mamá, se va a sentir completamente humillada. —Naruto se recuesta en el borde de la piscina, apoyando los codos sobre el cemento.
—Lo sé, pero solo tiene catorce años… ¡y ya tiene una cita! Ino empezó a los quince.
Naruto cierra los ojos. —Mamá, dijiste que no tendría que volver a hacer de canguro esta semana. Y Hinata tampoco está trabajando ahora.
La señora Namikaze frunce el ceño.
—Lo sé. Pero Karin es… muy inocente para la edad que tiene. No sé nada de ese muchacho Hozuki.
Naruto suspira y me mira.
—Podemos pasarnos por el Ichiraku y ver cómo les va —sugiero—. Sin que se note mucho. ¿Qué te parece?
La señora Namikaze me sonríe.
—¿Una cita para encubrir una misión de espionaje? —pregunta Naruto dubitativo—. Podría funcionar. ¿Tienes algún uniforme para esto, Hinata?
Le tiro un poco de agua para salpicarle, aunque en mi fuero interno estoy encantada de que haya usado la palabra «cita». En el fondo me hace igual de ilusión que a Karin.
—Ninguno de Lara Croft si eso es lo que buscas.
—Qué lástima —dice él, salpicándome también.
