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TIENES TODO LO QUE UNA CHICA QUIERE TENER
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Al día siguiente, cuando llego al Castillo una hora antes de que empiece mi jornada laboral, voy directamente a la piscina. Inhalo el olor a cloro y me centro en los movimientos regulares de las brazadas. He vuelto a pillar el ritmo. «Nadar sin descanso, brazos, piernas, respirar cada tres brazadas, espirar, brazos, piernas, respirar…». Y así una y otra vez. Todo lo demás no importa. Cuarenta y cinco minutos más tarde, me sacudo el agua del pelo y de las orejas y voy a la tienda de regalos en busca de Sakura.
Mi amiga no ha contestado a ninguno de mis mensajes, así que me temo lo peor.
Seguro que sus padres nos oyeron, bajaron al sótano y ahora Sai debe de estar camino de alguna estricta academia militar en el Medio Oeste donde le van a obligar a picar piedra y en donde terminará recibiendo una bala en la cabeza por parte de algún superior al que saque de sus casillas.
Sin embargo, cuando entro en la tienda me encuentro a Sakura colocando tranquilamente un lote de delantales. Puede que, al igual que sucede con mi madre, mi mejor amiga sea una de esas personas que necesita ordenar todo lo que le rodea para poder calmarse.
—¿Qué tal Sai?
Sakura se da la vuelta, apoya los codos sobre el mostrador y me mira.
—Está bien. Pero hablemos de lo que realmente importa. Que por lo visto para ti no era lo suficientemente importante porque no me lo contaste. ¿Por qué?
—¿De qué estás hablando…?
Sakura palidece. ¿Está enfadada conmigo? Entonces lo entiendo. Bajo la cabeza y siento cómo el rubor asciende por mi cuello.
—¿No se te pasó por la cabeza mencionarme que tienes novio? ¿Un novio que está como quiere? Hinata, soy tu mejor amiga. Tú lo sabes todo sobre mí y Sasuke. Y cuando digo todo es todo.
Se me hace un nudo en el estómago. Tiene razón, no le he contado nada sobre Naruto. Nada de nada. ¿Por qué no? Cierro los ojos y durante un instante recuerdo sus brazos alrededor de mí. Cuando estoy con él me siento tan bien. ¿Por qué no se lo he dicho a Sakura? Veo cómo dobla apresuradamente un delantal que pone «La vida es una playa en la que poder nadar» y lo coloca encima de los demás de forma descuidada.
—Eres mi mejor amiga. Y está claro que no has conocido a este chico ayer. ¿Qué está pasando?
—Tampoco hace tanto que le conozco. Un mes. Tal vez menos. —La cara me arde de calor—. Yo… No creí… No quería… Mi madre siempre se está quejando de los Namikaze, así que quise mantenerlo en secreto.
—Tu madre se queja de todo el mundo. Eso no te impidió que me contaras lo de Kiba y Shino. ¿Por qué iba a ser diferente ahora? Espera… ¿Los Namikaze? ¿Te refieres a la familia que vive en la casa de al lado y que se multiplica como si fueran conejos? —Cuando asiento añade—: ¡Caramba! ¿Cómo es que al final has conocido a uno de ellos?
Le cuento toda la historia sobre Naruto, el verano, que se sube a mi ventana, que estuve a punto de que me castigaran, que a veces nos quedamos mirando las estrellas…
—¿Que se sube a tu ventana? —Se lleva la mano a la boca—. ¡A tu madre podría darle un síncope! Lo sabes, ¿verdad? Como se entere de lo que está pasando se va a poner hecha una furia. —Ahora parece menos enfadada y más asombrada.
—Sí.
Las campanillas que hay en la puerta anuncian la entrada de un cliente. Se trata de una mujer con una túnica de playa fucsia, un enorme sombrero de paja y expresión decidida en el rostro.
—He venido a comprar —explica con ese tono demasiado alto que algunas personas utilizan cuando se dirigen a un vendedor— unas camisetas preciosas que vi el otro día que estuve aquí.
Sakura se endereza y pone su cara más profesional.
—Tenemos un montón de camisetas preciosas en la tienda.
—Estas llevaban una frase —dice la mujer de forma retadora.
—Hay muchas que llevan frases —replica Sakura, echando hacia atrás los hombros.
—Era algo así como «Konoha… mucho más que un pueblo costero», pero el «más» en vez de estar escrito en letras…
—Era el símbolo hecho con unas cuerdas —interrumpe Sakura—. Están en aquel rincón de ahí, cerca de la ventana. —Señala con el pulgar la dirección correcta y se vuelve a mí. La mujer se queda parada durante un segundo y después se dirige hacia la pila de camisetas.
—¿Cómo de seria es esta relación de la que no sé nada, Hinata? Parece… no sé… mayor que nosotras. Como si supiera lo que está haciendo. ¿Han…?
—¡No! No. Te lo habría dicho. —«¿Lo hubiera hecho?».
—¿Hacen algún descuento si me llevo varias en vez de una? Quiero comprárselas a toda la tripulación del yate —grita la mujer desde la esquina.
—No —responde Sakura secamente. A continuación se acerca más a mí y me susurra—: Últimamente, Sasuke y yo estamos hablando del tema. Mucho.
Tengo que admitir que me sorprende. Sasuke es tan controlado que suelo olvidarme de que solo es un año mayor que nosotras. Es lógico que él y Sakura hablen de mantener relaciones sexuales después de todo este tiempo saliendo juntos. A mi mente acude una imagen de Sasuke, vestido de uniforme y dirigiendo el equipo de debate de Byakugan, mientras explica las reglas con ese tono tan mesurado que siempre usa: «Primero los contras; después, los pros. Dediquen la misma cantidad de tiempo a ambos».
—Sai cree que soy imbécil. —Sakura presiona con el dedo índice una vela con forma de faro—. Dice que Sasuke es un idiota y que tiene toda la pinta de ser un desastre en la cama.
«¡Sai!».
—¿Qué ha pasado con Sai? ¿Le pillaron tus padres?
Sakura niega con la cabeza.
—No. Tuvo suerte. O mejor dicho, ha evitado otra catástrofe gracias al novio que no sabía que tenías y a la estúpida de su hermana. Mis padres no oyeron nada. He bajado al sótano antes de venir a trabajar y he limpiado el cubo de vómito. Le he dicho a mi madre que se quedó despierto hasta tarde y que estaba cansado.
—Sakura, puede que Ino tenga razón y que no sea bueno que sigamos como si nada de esto hubiera pasado. Lo de anoche…
Asiente, inhala rápidamente y se muerde la uña del pulgar.
—Lo sé. Lo sé. Va de mal en peor. Pero ¿una academia militar? No creo que eso le ayude en nada.
La mujer se acerca hasta la caja registradora, cargada de camisetas. Sakura se dirige a ella con una sonrisa deslumbrante y que resulta de lo más profesional.
—Ahora mismo le cobro. ¿Quiere que lo añada a su cuenta del club o lo abonará por separado?
Me quedo por allí un rato más hasta que llega la hora de entrar a trabajar. Sakura no ha dicho nada más, pero justo cuando estoy a punto de irme, mientras está cambiando el rollo de papel de la caja registradora alza la mirada y me dice:
—Hinata, tienes lo que toda chica quiere tener.
—Tú también tienes a Sasuke.
—Sí, pero tú lo tienes todo. ¿Cómo lo haces? —Hay una nota de amargura en su voz. Pienso en Sakura, que siempre se obsesiona con hacer todos los trabajos extra de cada asignatura para subir nota. Que nunca deja pasar la oportunidad de recordarme que ella tiene unas décimas más que yo en su expediente. Que cuando algunos pantalones me sientan bien señala lo grandes que le quedarían a ella. Nunca he querido competir con ella, solo ser su amiga, la única persona con la que no tiene que demostrar que es mejor. Pero en ocasiones como esta no puedo evitar preguntarme si con Sakura es posible tal cosa.
—No hago nada especial, Saky. —Las campanas de la puerta vuelven a sonar.
Otro cliente.
—Tal vez no —replica con cansancio—. Puede que ni siquiera necesites esforzarte. Pero todo te sale de maravilla, ¿verdad? —Se da la vuelta antes de que pueda responderle. Aunque de haberlo hecho, tampoco hubiera sabido qué decir.
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