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NO CON MI NOVIA
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Acabo de servirme un vaso de limonada, y mientras me quito el estúpido traje de baño con el escudo del Castillo en la cocina, suena el timbre. Lo cambiamos al principio del verano. Ahora tenemos uno de esos que puede tocar las primeras notas de unas veinte melodías distintas, desde el himno oficial de la liga de béisbol hasta canciones conocidas de Disney. Estas dos últimas semanas mi madre lo ha programado para que toque el inicio del Himno del Pais del Fuego. No, no les estoy tomando el pelo.
Elijo una camiseta de tirantes y unos pantalones cortos del cuarto de la plancha, me los pongo lo más rápido que puedo y echo un vistazo a través de la vidriera de la puerta principal. Son Sakura y Sai. Qué raro. Mi amiga reserva las noches de los jueves y de los viernes para pasarlas con Sasuke. Y mi casa no es precisamente el lugar favorito de Sai. Si soy sincera, no lo es ni siquiera para mí.
—¿Le gustaría acercarse un poco más a la figura de nuestro Señor? —pregunta Sai en cuanto abro la puerta—. Porque he sido salvado y le traigo una Buena Nueva… por solo mil dólares y tres horas de su tiempo. Estoy de broma. ¿Nos dejas entrar, Hinata?
En cuanto entran a la cocina, Sakura se va directa al frigorífico a por un poco de la limonada de mi madre. Después de tantos años, no hace falta que le diga dónde están los hielos con cáscara de limón y menta. Sirve un vaso a Sai y se lo da. Este lo toma y frunce el ceño al ver los hielos con trocitos de color verde y amarillo.
—¿No tienes tequila? Sigo de broma. Jajaja.
Se nota que no está cómodo. Hacía tiempo que no veía en Sai algo que no fuera indiferencia, apatía o desdén.
—Sai quiere pedirte perdón por lo de anoche —dice Sakura, mordiendo un cubito de hielo.
—En realidad, es Sakura la que quiere que te pida perdón —aclara Sai, mirándome directamente—. Yo quiero pedirte mil veces perdón. Lo que hice fue una soberana estupidez. Si alguien le hubiera hecho eso mismo a mi hermana, o a ti, hubiera pensado que es un completo y absoluto demente, lo que me lleva a la ineludible conclusión de que eso es precisamente lo que soy. —Sacude la cabeza y toma un sorbo de limonada—. Espero que hayas notado las palabras tan rimbombantes que he usado. Lástima que me expulsaran del internado, con lo que prometía.
¿Cuándo fue la última vez que Sai se disculpó por algo? Se sienta con la cabeza hacia abajo, metida entre sus brazos doblados. Inspira y espira sonoramente, como si acabara de correr en una maratón o como si esto que está haciendo le requiriera más oxígeno del que pensaba. Incluso está sudando. Está tan perdido que duele verlo.
Miro a Sakura, pero ella se limita a beber la limonada con rostro serio.
—Gracias, Sai. Lo importante es que nadie salió herido, pero me asustaste muchísimo. ¿Cómo te encuentras?
—Bueno, teniendo en cuenta que sigo siendo el mismo imbécil de ayer, aunque en mejor estado, no estoy mal. ¿Y tú? ¿Qué está pasando entre tú y el bueno de Naruto Namikaze? ¿Está consiguiendo que llegues más lejos que con mi amigo Kiba? Porque a Kiba le dejaste bastante frustrado. Y lo más importante de todo, ¿qué pasa con la hermana buenísima de Naruto?
—La hermana buenisima como tú la llamas tiene un novio que juega al fútbol americano y que debe de pesar como unos ciento diez kilos —respondo, eludiendo la pregunta sobre Naruto.
—Pues claro que sí —replica Sai con una sonrisa—. Y seguro que el novio también da clases en la Escuela Dominical.
—No, pero creo que es mormón. —Sonrío también—. Aunque no te desanimes. Llevan juntos un mes y según Naruto eso es lo máximo que suele durar su hermana con sus novios.
—No perderé la esperanza entonces. —Se termina el vaso—. ¿Tienes algo de comer tipo zanahorias, apio o manzanas? En casa, todo lo que tenemos en el frigorífico está relleno con alguna porqueria.
—Es verdad —confirma Sakura—. Esta tarde le he dado un mordisco a una ciruela normal y corriente y tenía un relleno con queso azul que no sé lo que era. Es por esa cosa que mamá compró en la Teletienda.
—Rellene sus alimentos favoritos con la crema que más le guste —dice Sai con voz de locutor.
El timbre vuelve a sonar. En esta ocasión se trata de Naruto. Lleva puesta una camiseta gris de esas que parece que están desteñidas y unos jeans; debe de venir del trabajo.
—¡Hola! —saluda Sakura efusivamente—. En caso de que no te enteraras anoche, soy Sakura, la mejor amiga de Hinata. Me encantaría decir que lo sé todo sobre ti, pero no me ha contado nada. Aunque mi hermano dice que te conoce. —Extiende una mano hacia Naruto. Tras un segundo, él se la aprieta y me mira un tanto desconcertado.
—Hola, Nan. Haruno. —Su voz se vuelve áspera cuando saluda a Sai. Me fijo en mi amigo y veo que aprieta la mandíbula. Entonces Naruto se pone a mi lado y desliza un brazo alrededor de mi cintura.
Como mi casa es tan impersonal y todo está tan limpio y ordenado, de modo que no hay ningún lugar en el que puedas sentarte y relajarte, salimos al jardín trasero. Naruto se tumba de espaldas en el césped en pendiente y yo me coloco en diagonal a él, con la cabeza apoyada en su estómago, haciendo caso omiso de las miradas que nos lanza Sakura.
Durante un rato no hablamos mucho. Luego Naruto y Sai se ponen a hablar de algunos compañeros de fútbol que conocieron en el colegio. Me quedo observando a ambos, preguntándome qué pensaría mi madre de ellos. Por un lado tenemos a Naruto, con su piel aceitunada y anchos hombros, con ese aire que le hace parecer mayor de diecisiete años, casi un hombre. Por otro está Sai, de tez pálida, con profundas ojeras oscuras que contrastan con el tono de su piel. Tiene esas piernas flacuchas suyas cruzadas. Es apuesto, aunque con unos rasgos muy marcados.
Los jeans de Naruto están manchados de grasa de motor y su camiseta está dada de sí y deshilachada por la zona del cuello. Sai, por el contrario, lleva unos pantalones caqui inmaculados y una camisa a rayas azules de marca con las mangas dobladas. Si le preguntaras a alguien como mi madre quién de los dos le parece más peligroso respondería sin dudarlo que Naruto; el que arregla cosas, el que salva animales, el que me rescató anoche. No Sai, el que ahora mismo está aplastando una araña.
Sai se limpia la mano en la hierba y dice: —Necesito sacarme el Certificado de Equivalencia de Educación Secundaria o mis padres me mandarán a la legión extranjera. Aunque también puedo pasar el resto de mi vida (que entonces será muy corta) en el sótano de mi casa.
—Mi padre se lo sacó —comenta Naruto, mientras juguetea con mi pelo—. Habla con él a ver si puede ayudarte.
—Por casualidad, ¿no se lo sacaría también tu hermana Ino?
Naruto aprieta los labios.
—No.
—Vaya por Dios. También necesito un trabajo, así no tendré que pasarme todo el día en casa con mi madre, viendo cómo se estruja la cabeza en busca de nuevos rellenos.
—Mi madre está buscando gente para la campaña. Ahora que está obnubilada con Obito Uchiha, cualquier ayuda es buena.
—¿Quién narices es Obito Uchiha?
Sakura baja la voz a pesar de que todo lo que dice es: —El hombre que sale con su madre. Es mucho más joven que ella.
—¿Tu madre está saliendo con alguien? —Sai parece sorprendido—. Creía que desde que tu padre las abandonó solo tenía citas con el vibrador y la alcachofa de la ducha.
—¡Sai! —Sakura está completamente roja.
—En la ferretería de mi padre siempre hay algo que hacer. —Naruto se estira y bosteza, sin inmutarse por el anterior comentario—. Reponer material, hacer pedidos… No es un trabajo de lo más emocionante, pero…
—Sí, claro. —Sai mira hacia el suelo mientras se quita un padrastro del pulgar—. Eso es precisamente lo que tu padre necesita: un reponedor de almacén alcohólico al que le gustan las drogas.
Naruto se apoya sobre un codo y le mira directamente a los ojos.
—Bueno, siempre y cuando ese reponedor no siga bebiendo, ni tomando nada raro, ni llevando a mi novia a ninguna parte mientras está borracho… no hay problema. Nunca más. ¿Ha quedado claro? —Su voz es neutra. Se queda estudiando a Sai unos segundos y vuelve a tumbarse.
Sai palidece un poco más (algo que parecía imposible) y después se ruboriza intensamente.
—Sí… Bueno… Yo… —Me mira, luego a Sakura y termina centrando su atención en el padrastro.
Tras un par de minutos es Sakura la que rompe el silencio.
—Puede que reponer no sea lo más emocionante del mundo, pero podría venirte bien. ¿Qué dices?
Sai sigue pendiente de su pulgar. Después de un rato, alza la vista.
—A menos que Ino también se dedique a reponer, preferiblemente sobre una escalera y con pantalones súper cortos, creo que me decanto por Horai y el maravilloso mundo de la política. Allí se puede manipular, mentir y embaucar a la gente sin que nadie te diga nada.
—Por lo que he leído, la madre de Hinata prefiere pensar que está trabajando por el bien común. —Naruto estira los brazos sobre su cabeza y vuelve a bostezar. Me incorporo y me siento, sorprendida de oírle recitar el eslogan de la última campaña electoral de mi madre; ese del que Obito Uchiha se burló. Naruto y yo nunca hablamos de política, pero es evidente que está informado.
—Muy bien. Apúntame a la campaña de tu madre. Trabajaré por el bien común. Con el historial que tengo, antes de que pase una semana y media seguramente me haya cargado tres ramas del gobierno —señala Sai—. ¿A Ino le interesa la política?
Mi madre llega a casa pronto; por suerte después de que Sakura y Sai se vayan a su casa y Naruto regrese a sus entrenamientos. Tiene una reunión con los votantes esta noche y quiere que la acompañe.
—Obito dice que ya que le estoy dando tanta importancia a la familia, la gente necesita ver un poco más a la mía.
Durante la reunión me paso las siguientes horas de pie, a su lado, repitiendo unas ocho mil veces: «Sí, estoy muy orgullosa de mi madre. Por favor, vote por ella», mientras ella estrecha una mano tras otra.
La primera vez que la eligieron, todas estas cosas nos parecían divertidas y fascinantes, con toda esa gente que no conocíamos y a la que se la veía deseosa de saber quiénes éramos, feliz de hablar con nosotras. Ahora solo me parece surrealista.
Escucho con atención el discurso de mi madre, intentando analizar todo lo que ha cambiado desde entonces. Ahora se la ve más segura, con gestos más cuidados (manos cortando el aire, brazos extendidos, palma en el corazón…), pero hay algo más. Antes, mamá hablaba de temas locales y lo hacía de forma tranquila, ahora se refiere al gasto público estatal, al gobierno de la nación, a los impuestos injustos que gravan las rentas más altas, que son las que crean puestos de trabajo…
—No estás sonriendo —me dice Obito Uchiha, que acaba de ponerse a mi lado—. Así que me he imaginado que tenías hambre. Estos aperitivos son increíbles. Come un poco. —Me pasa un plato con un cóctel de gambas y almejas rellenas.
—¿Cuánto más va a durar esto? —pregunto antes de tomar una gamba.
—Hasta el último apretón de manos, Hinata. Todo el tiempo que sea necesario.
—Hace un gesto hacia mi madre con un palillo de dientes—. Mira a tu madre. Nadie diría que lleva más de dos horas haciendo esto, que seguro que tiene los pies destrozados y que hace tiempo que necesita ir al baño. Horai es toda una profesional.
Tiene razón, mi madre luce un aspecto fresco y tranquilo. Ahora mismo se está inclinado sobre un anciano y le escucha como si fuera lo más importante que tiene que hacer en su vida. Nunca he visto su habilidad para fingir como una virtud, pero seguramente lo sea.
—¿Vas a comerte eso? —pregunta Obito. Y antes de que me dé tiempo a responder, se hace con una almeja.
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