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... NO ME ARRASTRARA CON ÉL.

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—Hola, cariño —me dice una voz fría como el hielo en cuanto entro en casa—.¿No tienes nada que contarme?

Cierro la puerta de entrada y me quedo petrificada.

«¡Oh, Dios mío! ¡Dios mío! ¿Cómo es que no he visto el automóvil de mi madre en la entrada? Pensaba que con el viaje en tren y los fuegos artificiales tardaría más en llegar. ¿Cómo me he quedado fuera hasta tan tarde?».

—Nunca pensé que haría esto contigo. —La voz ahora es divertida. Alzo la vista y me encuentro a Hanabi sentada en el sofá y negando con la cabeza.

Me había olvidado de lo bien que imita la voz de nuestra madre, lo que combinado con sus extraordinarias dotes para la falsificación, le han librado de muchas excursiones a las que no quería ir, exámenes para los que no había estudiado y las clases de salud que tanto la aburrían.

Me echo a reír y tomo una profunda bocanada de aire.

—¡Dios, Hanabi! Casi me da un ataque al corazón.

Sonríe.

—Mamá llamó cuando se cumplía tu toque de queda para asegurarse que habías llegado sana y salva a casa. Le dije que te habías ido a dormir hacía tiempo y que seguro que estabas soñando con los angelitos. Menos mal que no te está viendo ahora. —Se pone de pie y se coloca detrás de mí, girando mi cabeza para que me mire en el espejo que tenemos en la entrada—. ¿Quién es el chico?

—No hay ningún… —empiezo.

—Hinata, por favor. Vienes completamente despeinada, tienes los labios hinchados y vas a necesitar esa estúpida pañoleta que te dan en el Bar de Tazuna para tapar el chupetón que tienes ahí. Repito, ¿quién es el chico?

Tiene razón. Estoy con las mejillas sonrosadas, con la ropa arrugada y con una expresión que he visto en Hanabi muchas veces, pero que todavía tengo que acostumbrarme a ver en mí misma.

—No lo conoces —digo mientras intento arreglarme un poco el pelo—. Por favor, no se lo digas a mamá.

—¡Doña Perfecta tiene un amante secreto! —Hanabi ríe entusiasmada.

—No tengo… Todavía no hemos…

—Bueno —continúa Hanabi como si tal cosa—, a juzgar por tu expresión es cuestión de tiempo. No te preocupes que no diré nada. Ahora, desembucha. Si no le conozco seguro que hay una buena razón. Por favor, dime que es alguien con el que a mamá no le va a dar un ataque al corazón.

—No va a estar muy contenta, la verdad —admito.

—¿Por qué? ¿Es un drogadicto? ¿Un borracho?

—Un Namikaze —confieso—. De la casa de al lado.

—¡Madre de Dios, Hinata! Estás tensando la cuerda al máximo, ¿eh? ¿Quién iba a decir que de las dos tú terminarías siendo la gran rebelde? ¿Es el que conduce una moto y va con una cazadora de cuero? Porque como sea ese lo llevas claro. Mamá no te dejará salir de casa hasta por lo menos los treinta y cinco.

Suelto un resoplido.

—No, ese no. Su hermano pequeño, Naruto, que es la mejor persona que he conocido en la vida… amable, inteligente… bueno… y… —Me acaricio los labios con los dedos.

—Estás perdida —refunfuña Hanabi—. Con solo escucharte veo que él es el que tiene la sartén por el mango. No puedes dejar que las cosas sigan así, por muy increíble que creas que sea. Si vas a acostarte con él, tienes que dar la impresión de que le estás haciendo un favor. De lo contrario, solo conseguirás que te use y te tire como si de un pañuelo de papel se tratara.

«Mi hermana, esa gran romántica».

A la mañana siguiente escribo a Sakura.

Yo: ¿Y bien?

Sakura: ?

Yo: ¿Sigues en el barco? ¿Qué pasó?

Sakura: No, Sasuke tenía que devolverlo antes de que nuestros padres se enteraran de que hemos estado toda la noche juntos. Ahora mismo estoy en casa.

Yo: ¿Y?

Sakura: ¿Dónde estás tú?

Estoy en la playa, antes de ir a trabajar al Castillo, mirando cómo el señor Namikaze entrena a Naruto. En este momento Naruto está corriendo con el agua hasta las rodillas. De vez en cuando sale a hacer una tanda de flexiones y vuelve a meterse en el mar. Si hace unas semanas me hubieran dicho que algo así me resultaría tan fascinante me hubiera reído a carcajadas. Mis pulgares permanecen inmóviles un poco más, no me apetece mucho decirle a Sakura dónde estoy; al final, sin embargo, termino tecleando:

Yo: En la playa.

Sakura: Dame diez minutos.

Sakura aparece un cuarto de hora después, justo cuando Naruto sale a la arena para hacer otra ronda de flexiones.

—Oh, ahora lo entiendo —dice con una sonrisa en los labios—. Creía que estabas nadando o tomando el sol. Pero estás aquí por tu novio, ¿eh, Hinata?

No hago ni caso del comentario.

—¿Qué pasó con Sasuke?

Sakura se recuesta y se tapa los ojos con la muñeca, casi el mismo gesto que hizo ayer Sai. Después de todos estos años, todavía me maravillan las similitudes que hay entre ellos. Segundos después se da la vuelta, tumbándose sobre el estómago y me mira con expresión seria en sus ojos verdes.

—¿En el barco? Bueno, fuimos río arriba hasta el Valle del Fin, donde atracamos e hicimos un pícnic. Después fuimos al estrecho. Sasuke nadó un rato pero a mí me aterrorizaba que pudiera haber algún tiburón blanco por las inmediaciones. Él me dijo que estas aguas eran demasiado frías para ellos y que…

—¡Sakura! Sabes que no me refiero a eso.

—¿Ah, no? —pregunta inocentemente, aunque al final se da por vencida—. ¿Quieres saber si Sasuke y yo «llevamos nuestra relación al siguiente nivel»?

—Mmm… no. Porque, ¿quién lo llama así? —Le tiro una pequeña concha marina.

—Sasuke lo llama así. —Sakura se sienta y se queda mirando al agua, protegiéndose los ojos del sol con la mano—. No lo hicimos.

—¿Porque… decidieron que no estaban preparados? ¿O porque no era lo que Sasuke tenía en mente?

Naruto vuelve al agua y se masajea el muslo como si estuviera teniendo un calambre.

—¿Por qué hace esto? —pregunta mi amiga—. Parece una tortura. Estoy esperando a que su padre saque una manguera de un momento a otro y le eche un chorro a presión de agua fría o le haga cantar una de esas canciones militares en plan: «Desde la mañana hasta el anochecer, me paso el día corriendo hasta más no poder… ¡Pelotón! ¡Un, dos, un, dos!».

—Está entrenando para la temporada de fútbol. —Vuelvo a tirarle otra concha marina—. Estás evadiendo la pregunta.

—Era lo que Sasuke tenía en mente. Y también yo. Pero en el último minuto… no pude. —Se sienta, dobla las rodillas y las pega contra el pecho, apoyando la barbilla en ellas—. Se explayó demasiado. Primero me dio vino, lo que no estuvo mal… hasta que se le ocurrió explicarme que era para que «perdiera mis inhibiciones». Luego se puso hablar largo y tendido del paso tan grande que estábamos a punto de dar, que era algo irrevocable y que «cambiaría nuestra relación de forma permanente». Hubo un momento en que pensé que sacaría un formulario de consentimiento para que lo firmara.

—Qué sexy.

—¡Lo sé! Sé que la vida no es como en Amores con un extraño. —Esa es la película favorita de Sakura, en la que actúan su adorado Steve McQueen y Natalie Wood —. No me espero campanas ni fuegos artificiales. No con Sasuke… por lo menos. —Esconde la cabeza—. Quizá con nadie.

Miro a Naruto y él, como si se hubiera dado cuenta, se vuelve y esboza una deslumbrante sonrisa.

—¿Por qué no, Saku? —pregunto con suavidad.

—He estado pensando mucho sobre esto. —Se muerde la uña del pulgar, un vicio que tiene desde que íbamos al jardín de infancia. Yo le aparto la mano de la boca, un hábito que también tengo desde el jardín de infancia—. Entre nosotros nunca habrá una pasión desenfrenada. Llevamos saliendo desde hace dos años… Nos compenetramos bien, sí. No estaríamos incómodos haciéndolo.

El señor Namikaze elige ese momento para alzar ambos pulgares en dirección a Naruto.

—¡Lo estás haciendo muy bien, hijo!

—Creo que Shee era más rápido —replica Naruto sin aliento.

—Y yo más lento —grita el señor Namikaze—. Aún así había universidades interesadas en mí. Lo estás haciendo muy bien. —Le da una palmada en el hombro a su hijo.

—¿No deberías aspirar a algo más que a un simple «no estar incómoda», Saku?

Sakura aparta la mano de la mía y empieza a morderse la uña del dedo meñique.

—¿En el mundo real? El único consejo que mi madre me ha dado sobre sexo es: «Llegué virgen al matrimonio. No hagas lo mismo que yo».

Vuelvo a quitarle la mano de la boca y ella me da un palmetazo en plan de broma.

Naruto está de nuevo sobre la arena, haciendo flexiones. Me fijo en que le tiemblan los brazos.

—Mi madre me contó el proceso cuando tuve mi primera menstruación y luego me dijo que nunca me acostara con nadie.

—Un método que le ha ido de fábula con tu hermana. —Sakura se ríe. A continuación frunce el ceño y sigue mi mirada—. Sakura tiene por delante un futuro prometedor. —Traza una línea con el dedo en la arena—. Fue el primero de su promoción, tuvo claro desde un principio que quería ir a Suna. En ese aspecto somos iguales. Lo único que tengo que hacer es salir de aquí. —Hace un gesto de barrido con la mano sobre el horizonte, como si con ese movimiento pudiera borrarlo—. En otoño voy a solicitar la admisión en Suna. Voy a alejarme de Sai, de mis padres… de todo.

—Sakura… —En realidad no sé qué decirle.

—¿Dónde llegará ese Namikaze? —pregunta ella—. Ahora es un tipo magnífico, sí. ¿Y dentro de cinco años… de diez? Seguro que termina como su padre, llevando una ferretería en este agujero de Konoha y con un montón de hijos a los que alimentar. Puede que Sasuke y yo no terminemos juntos, pero al menos no me arrastrará con él.

La cara me arde.

—Sakura, no tienes ni la menor idea de cómo es Naruto… —empiezo, pero justo en ese momento él se acerca a nosotras, se dobla sobre sí mismo y apoya las manos en los muslos, jadeando.

—Hola, Hina, Sakura. Lo siento, estoy sin aliento. Necesito descansar, papá.

—Una carrera más —dice el señor Namikaze—. Vamos, haz un último esfuerzo. ¡Ánimo, tú puedes!

Naruto hace un gesto de negación con la cabeza y nos mira encogiéndose de hombros, pero termina volviendo al agua.

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