Era una hermosa noche allá afuera.
Las estrellas brillaban, los pájaros dormían.
En noches como esa… niños como ellos…
Debían volver…
Una ráfaga de viento abrazó con condolencia al único gran monstruo que se hallaba de pie entre la gruesa nieve que con sus propias manos se encargó de que fuera de un intenso carmesí. La misma brisa se encargó de llevarse el polvo de su gente caída mientras que quedaba únicamente aquellos cuerpos que habían agonizado a muerte en las garras del gran jefe.
No quedaba nadie, todos habían perecido. Y Asgore no estaba satisfecho.
Pese que halló a los culpables, sus muertes no habían bastado para calmar aquella agonía que el gran jefe no podía soportar.
Sus hijos… Dos de sus amados hijos… Habían muerto esa noche.
No importaba cuánto buscara su equipo en todos los rincones de la ciudad, para él estaba más que claro que habían muerto en manos de los humanos. Ni siquiera habían tratado de ocultarle aquello, en cuanto lo vieron llegar habían declarado lo que habían hecho sin una pizca de culpa.
Y había sido tarde para salvarlos.
El eco de las sirenas policiacas acercándose era el indicador de que debía retirarse lo más pronto posible. Asgore se giró hacia la dirección en la que provenía aquel sonido, completamente estático y con sus ojos brillando de rabia.
La policía no tardó en hacer acto de presencia. Una vez en la escena del crimen no necesitaban analizar la situación que no fuera más allá de ver que un monstruo había matado a decenas de humanos. Con total repudio hacia su especie le apuntaron con sus armas y le habían amenazado de entregarse.
Si tan sólo se hubieran dado cuenta de que estaban frente al Don Asgore Dreemurr, no habrían cometido tal estupidez. Anteriormente le hubiera bastado con calcinarlos a todos de un solo golpe, pero esa noche sin duda quería calmar su sed de venganza. Invocó su tridente sin siquiera pensárselo.
-¡Las manos en alto o aténgase a las consecuencias, asqueroso monstruo!
Asgore los miraba seriamente. Tan solo contemplaba frente a él a un grupo patético de humanos que, una vez más, se creían superiores. Aquella especie que se había atrevido a masacrar a dos inocentes seres que su único verdadero pecado para las mentes ignorantes había sido el mostrar que humanos y monstruos podrían ser felices juntos.
Pero claramente habían enterrado esa idea.
Con un solo movimiento había degollado a los tres cercanos que tenía. En el acto había levantado con su característica fuerza la patrulla de los recién difuntos a modo de escudo de los disparos que inmediatamente habían accionado. Percibiendo cómo se acercaban algunos no dudó ni por un instante en volver a levantar el automóvil y aplastarlos sin piedad alguna con ello.
Los dos restantes habían caído en pánico tras notar la terrible fuerza bruta que mostraba la bestia, pero no tuvieron ninguna oportunidad de escapar cuando en el acto había aparecido el tridente sobre uno de ellos matándolo en el instante. El último policía se había girado para dispararle como último recurso por salvar su vida, pero siendo presa del miedo había fallado tontamente toda puntería.
El monstruo jefe se acercó a él sin temor alguno de que le dieran con el arma. Sabía perfectamente que se había quedado sin balas, pero por atreverse a querer dispararle tomó su brazo bruscamente del que tenía sujeto el arma y con fuerza le había arrancado el brazo de un solo tirón, haciendo que aquel grito de intenso dolor que emitía el humano era suficiente melodía para sus oídos para saber lo que estaba iniciando.
-Te dejo con vida no porque tenga piedad, sino porque te encargarás de transmitir mi mensaje -Lo arrojó al suelo en lo que se dirigía a él fríamente –Dile a los de tu calaña que esta ciudad sigue mis reglas ahora. Si alguno se atreve a cuestionarme, recuérdales lo que pasó esta noche.
Acto seguido se retiró lentamente del lugar. No pensaba quedarse a esperar a todo el equipo policial que quisiera detenerlo por más que deseara seguir masacrando en el fondo. Consideró que lo prudente en el momento era retirarse de la escena del crimen y poner manos en marcha. Después de todo, había mucho por hacer ahora en adelante.
Tenía que reunirse inmediatamente con Toriel antes que con todo su equipo. Por más que quisiera generar su venganza inmediatamente, la familia estaba primero, y pese a que su número se había reducido en aquel momento, aun tenía familia.
Todavía tenía a su mujer... y a su hija. Su única hija ahora.
De su bolsillo sacó un puro y lo prendió con una tenue llama surgiendo de su pulgar en lo que seguía caminando. No importaba cuánto le costara ni el tiempo que se tardaría. Haría pagar a la ciudad entera por arrebatarle a dos de sus hijos.
Era una hermosa noche allá afuera.
Una noche en que la guerra comenzó.
Tras escuchar música de jazz en una cena romántica con mi novio, me llegó la idea de hacer este fic de undertale inspirándome en varios elementos del AU de Mafiatale, sólo que esto tendrá un super toque mío que poco a poco verán. Les tengo muchas cosas preparadas para este fic, pero no se preocupen, no descuidaré "Osado Corazón" por hacer también este.
Por lo pronto, les doy la bienvenida a este nuevo fic, esperando que sea de su agrado y me acompañen en esta aventura.
Michi fuera!
:)
