-¿Dónde están los albañiles?
-Anoche salieron tarde, señor.
-Eso no justifica su ausencia.
Pese a la molestia que le generaba, Mettaton estaba recorriendo los terrenos del parque de diversiones que, acorde a los tratos con el alcalde, debía de estar en poco tiempo ante las elecciones próximas. Uno de los trabajadores le acompañaba con evidente nerviosismo ante su presencia, siendo de alguna manera algo irritante en cada paso que daba que podrían arruinar su fino calzado por no saber responderle ninguna de las cosas que solicitaba.
Si bien era algo que no tenía mucha importancia para él si de cualquier manera ganaría algo en corto plazo, tenía que monitorear de vez en cuando el proceso por cuenta propia, ahora que había despedido a su asistente y le era complicado brindar confianza para alguien nuevo. ¿Dónde demonios estaba el personal de construcción? ¿Para eso el alcalde quería sólo humanos laborando en el proyecto? Estaba muy seguro de que con monstruos al menos estaría más avanzada la construcción, pero la mente ignorante del gobernante era incapaz de procesarlo. Peor aún, había sido lo suficientemente descarado en no quererlos frente suyo, sin importarle otros aspectos del proyecto que él mismo estaba solicitando de manera absurda. En verdad que su figura como alcalde de la ciudad era sumamente cuestionable en varios momentos similares al que estaba presenciando.
-Es una pena. Estaba en consideración de negociar el pagarles horas extras para apresurar esto, pero viendo su falta de compromiso me hace querer hacer lo contrario. –Mencionó Mettaton en un tono indiferente, sabiendo que aquello era más que suficiente para alertar al resto del personal y dejaran de holgazanear. –¿Hay reporte de su ausencia en esta mañana? ¿O por lo menos se sabe en dónde están?
-A decir verdad, no, pero...
-¡Llamen a la policía!
Aquella exclamación había sido suficiente para alertar a los pocos que estaban ahí, entre ellos él mismo que corrió en dirección donde había provenido aquel grito por mero morbo. Y no tuvo que recorrer demasiado al estar particularmente cerca aquello que había desatado tal alarma. Con tan sólo haberse dirigido cerca de la costa que pretendía ser una futura bonita vista al mar para el parque de diversiones, tenía colgado un cadáver de cabeza, cuya gran parte de su cuerpo estaba apuñalado y siendo desagradable en todo aspecto. Era violencia pura lo que se estaba contemplando. No cualquiera haría algo así y dejaría a la vista sin un motivo aparente.
-¡P-por Dios! ¿E-esto es una amenaza? –Soltó el chico que le había estado acompañando todo este tiempo, girándose rápidamente al estar por vomitar del miedo y del asco.
-Podría ser. –Admitió Mettaton mientras observaba el cadáver un poco más de cerca. –La pregunta sería, ¿para quién particularmente?
El alcalde tenía sus enemigos claros, como todo aquel dedicado a la política y aún más estando cerca de las reelecciones, pero no podía descartar el hecho de que también pudiera ser un mensaje directo para él, no siendo la primera vez en su vida que quisieran mandarle algo así y que coincidiera con el día que estaba inspeccionando los avances (y ausencia de gran parte del personal de construcción). Por lo que, aun con lo desagradable que era ver a un muerto todo desfigurado de ese modo, optó por poner a un lado todo malestar para averiguar si realmente era algo dirigido para él y que tuviera que hacerse cargo personalmente y sin entrometidos que sólo buscarían arruinar su imagen. En verdad necesitaba pronto a alguien que pudiera manejar esas cosas en su lugar.
Pero además de notar que le faltaba una oreja (y que no se viera que se le hubiera caído en alguna parte) aquel rostro que le quedaba le fue lo suficientemente familiar para dar un paso hacia atrás. Al menos el mensaje no era para él, una cosa menos de la cual preocuparse de momento, pero muchas otras a las que debía de atender de mala manera.
-Llamen a la policía. –Indicó Mettaton tras darle la espalda al muerto. No había nada más ahí que requiriera de su presencia. De hecho, era un maldito inconveniente que estuviera ahí ahora. –Y den aviso de que asesinaron al Secretario de Seguridad local.
Sabiendo que no podría retirarse por completo o de lo contrario lo pondrían como primer sospechoso a conveniencia de otros, dio una señal a su chofer para que estacionara la limosina en otra parte ahora que vendrían patrullas que requerirían ese espacio y más le valía estar en paz con ellos. Maldijo nuevamente en sus adentros, todo apuntaba a que sería un pésimo día para él, y requeriría un buen trago antes de acostarse por lo menos. Mientras tanto, sólo le quedaba fumar mientras esperaba y después pudiera hablar con el alcalde para manejar el asunto con prudencia.
Pero al dar un paso más, notó que había pisado algo diferente y que llamó su atención lo suficiente tras ver las letras escritas a mano de forma elegante. ¿Era un volante sobre un cabaret? Al menos eso le indicaba en dónde habían terminado yendo los albañiles ausentes, pero eso era lo raro de la situación. ¿Por qué hacer llamativo algo que se suponía que no estaba permitido bajo las nuevas normas y, por lo tanto, los existentes se trataban de simples casas que ocultaban tales cosas? Y al ver la dirección que indicaba el volante, fue suficiente para tener su total atención, olvidando por completo la compostura que debía de tener en el momento que llegara la policía.
Un cabaret a orillas de Snowdin. Sin duda alguna se trataba de un lugar cerca de donde ella le había llamado. Un detalle que había tenido que averiguar por su cuenta tras contactar a la operadora que había hecho el traspaso de la llamada. La operadora le había aclarado que la llamada había venido a orillas de Snowdin, siendo algo que había tenido que descartar sobre si podía ir al lugar como simple casualidad. ¿Acaso ella... estaría bien? Gruñó de solo pensarlo, dándole un mal sabor de boca acompañado del puro que tuvo que apagar tras ver cómo la policía se acercaba con prisa. Eran rápidos cuando les convenía, aunque un factor a su favor vendría siendo el hecho de que la comisaría se encontraba cerca.
Dobló el folleto y lo guardó en su saco pese a encontrarse sucio, tendría que dejar eso para más tarde. Por ahora, debía de hacerse cargo de otros asuntos que para mala suerte suya, debía de atender personalmente.
.
.
-¿Me estás pidiendo que cierre mi bar para atenderte solo a ti y a tu humana?
Tras haber dejado a Frisk en La Madriguera (y tenido que llevarse los cadáveres consigo antes de que ella los viera), Sans se había apurado en dirigirse hacia el bar y toparse con su amigo para que le ayudara con todos los preparativos. Si bien quería verse con naturalidad manejando las cosas, no podía evitar sentirse emocionado y nervioso al mismo tiempo. ¡Tenía una cita con Frisk! ¡Y había sido ella quien lo había sugerido primero! Tenía que reparar los daños ocasionados en el cabaret y una que otra cosa con el viejo sabiendo que lo regañaría por haberse escapado, pero ¿quién tenía tiempo para esas trivialidades? Tenía algo mucho más importante por atender y de momento todo lo demás podría irse a la mierda por su propia cuenta. ¡Tenía una cita con Frisk!
No tenía ni idea de cómo se había llevado las cosas para que la bonita florista pusiera el tema sobre la mesa, pero le daba igual por ahora. Tenía una oportunidad y tal vez podría ser la única que tuviera en su vida gris. ¿Y era correcto pensar en que podría darse algo más? Estaba siendo un tonto al dejarse llevar demasiado con eso, lo sabía. Y también sabía que eso era peligroso, pero estaba harto de tener que detenerse por todo el caos que venía siendo su existencia misma. En verdad quería saber a qué podría llegar y el que Frisk le permitiera tal oportunidad... No, tampoco debía ilusionarse más de la cuenta, pero le era difícil evitarlo también. ¿Qué demonios debía de esperar entonces? Podría sólo disfrutarlo y no darle tanta importancia, agradeciendo el momento, pero eso sería mentirse. Estar tan contradictorio consigo mismo sólo lo estaba mareando.
-Sólo mañana. –Sans se recargó en la barra, casi con intención de juntar sus manos para rogarle dada la urgencia. Sabía que contaba con poco tiempo antes de que el viejo diera con él y prefería adelantársele, llevándole los dos cadáveres que había sentado de momento en una de las mesas como si se tratasen de dos clientes más. Ambos agradecían que Fuku ya estuviera en clases para que no los viera. –Vamos, solo te estoy pidiendo este favor.
-Han sido muchos favores ya, y ninguno me los has pagado aun.
-Ya te dije que lo pongas todo a mi cuenta.
-La cual lleva mucho tiempo en aumento, tarado. –Grillby gruñó, estando al otro lado de la barra, limpiándola como rutina matutina. Aunque ya llevaba demasiado tiempo limpiando el mismo lado como para saber que le prestaba más atención que lo que quería hacer realmente. –Sans, me da gusto ver que tienes un motivo para ser feliz ahora, pero debo de avisarte de algo primero.
-¿Deberé de conseguir flores para decorar aquí? –Sans se giró para ver el entorno, pensando seriamente en dónde podría colocar tantas plantas y cómo las conseguirá en tan poco tiempo a disposición. –A ella le gustan, así que...
-No pondrás flores en mi bar. Sans…
-Ahora que lo pienso, no sé cuál pudiera ser su flor favorita. Dijo que le gustaban las Eco, pero...
-¡Sans! –Le arrojó el trapo sucio y húmedo con el que había estado limpiando. –La yakuza tiene un mensaje para ti. Y tiene que ver con ella.
-¿Qué? –Se quitó el trapo de la cara, queriéndoselo arrojar de vuelta, pero notando en el instante la seriedad con el que su amigo le estaba diciendo las cosas. Mierda, era importante sin duda alguna. –¿Cómo que un mensaje?
-Te dejaron una pista en tu saco la otra vez que fuiste al cementerio. –Grillby sacó algo debajo de la barra y se lo entregó. Lo reconoció de inmediato al haber sido atacado por ello aquella vez. –Fui en tu lugar y hablé con el líder de la yakuza, el cual resulta que es justamente quien nos atacó en días distintos.
-¿Ese greñudo es Kris Yamaguchi? –Pese a ser algo importante, no pudo evitar mofarse de él. –Je, tiene el cabello más largo que una mujer.
Sin embargo, aquello le hizo recordar las palabras de la señora Dreemurr al momento de mencionar su pacto con él. "Creo que ahora tendría más o menos tu edad", lo que le confirmaba que aquel humano extraño en efecto se trataba de alguien joven que ya llevaba tiempo en tal puesto. El que estuviera liderando a un grupo en decadencia desde corta edad, sin duda alguna debió costarle, pero no era algo que le importara tampoco. Después de todo, él en su momento heredaría un cargo similar, aun cuando no le era de su agrado en absoluto conforme pasaban los días. Un sótano repleto de órganos pudriéndose lentamente y en total anonimato salvo para uno que otro rico que en verdad estaba dispuesto a pagar por ello, no era una carrera profesional a la que cualquiera aspiraría. Tampoco ser el temor de un barrio que prefería pagar por sus servicios en lugar de afrontarlos de mala manera. Vaya vida de mierda que le esperaba cuando se volviera el nuevo "Don Gaster" (lo cual no le gustaba para nada cómo sonaba).
-Esta estrella de cuatro picos era un indicativo a ser una brújula, lo que me llevó a ver estos números de aquí que resultaron ser una dirección. –Le indicó con el dedo, lo cual le hizo aterrizar en sus divagaciones fuera de lugar. –Conocí el lugar en donde se desató todo. El punto donde el Gran Don aniquiló a la yakuza junto a su anterior líder.
-El lugar donde se llevaron a Frisk y su hermana.
-Si. Dejó recalcado que sabe que ambos grupos tienen a un mismo enemigo en común, pero que eso tampoco los convierte en aliados. –Bajó la estrella para ponerla sobre la barra, lo que le permitió a Sans observarla más de cerca por su cuenta. En efecto, tenía unos números tallados. –Pidió que no estorbaran en su proceso de venganza, pero que contarán con el agradecimiento de la yakuza por estar resguardando a la humana fuera de todo peligro.
-Je, que amable de su parte. –Mencionó en un tono sarcástico.
-También dijo que una vez que todo termine, deberán de regresar a la humana con ellos.
-Está idiota. –Bajó la estrella de nuevo, mirando ahora a su amigo para dar crédito de sus palabras. –Me suena a que sólo la considera un objeto, en lugar del legado de su antecesor.
-Es lo mismo que opiné. Y parecía que había algo más de lo que quería hablar contigo, pero no me dijo salvo ello. Creo que tiene intención de que vuelvan a juntarse, ya que no pidió eso de vuelta.
Señaló la estrella que había colocado sobre la barra. ¡Maldita sea! ¿Por qué cuando se le presentaba una oportunidad única, le llegaban este tipo de cosas? Si la vida quería dejarle un recordatorio de que no podía ser feliz por mucho tiempo, estaba siendo más que claro con su mensaje.
Y aun así, no quería retroceder con la oportunidad de oro que tenía. Tal vez estaba siendo un idiota que se estaba emocionando más de la cuenta, sabiendo de antemano cómo era Frisk y su modo particular de ver las cosas, pero esa era justamente la razón por la cual estaba dispuesto a dar un paso al frente sin importar el daño que le pudiera ocasionar a él mismo. La florista era directa en cada oportunidad, no se guardaba nada al preferir ir por la tangente en aquello que no comprendía. Y aunque ya supiera sobre sus sentimientos hacia ella, parecía que le daba el espacio para ser sincero con ella, como si... lo empujara lentamente. "Quiero saber qué soy yo para ti", "Dilo", eran cosas que le dejaban en claro eso, pero cuando estuvo en estado de ebriedad, le aclaró aún más que Frisk seguía teniendo las preguntas en su mente, guardándoselas como si quisiera ser paciente en obtener dichas respuestas de su parte tarde que temprano, pero fallando en el proceso por el simple hecho de no ser una persona particularmente paciente. No, Frisk era más bien una chica ansiosa que necesitaba de respuestas como dé lugar, razón por la cual había acudido por su cuenta a la ciudad, ¿cierto? Con ello podía comprender esa parte de Flowey y su tóxica necedad de permanecer con ella, con tal de mantenerla a salvo de su propia curiosidad.
Aunque fuese en italiano, ya se le había confesado, esperando que pudiera comprenderle sobre por qué no lo podía ser tan directo como ella lo era. Pero por lo visto, eso no le era suficiente. Necesitaba escucharlo. ¿Y después qué? ¿Por qué lo presionaba a dar una respuesta así? Nadie podía culparlo por ilusionarse ante tal situación, pero conociendo a Frisk, podía esperarse cualquier cosa. No era una chica precisamente predecible.
-Pues que siga esperando. No tengo tiempo para ese tipo. –Le empujó un poco la estrella para que la tomara. No tenía intenciones siquiera de portar eso consigo, sabiendo que si Frisk lo veía en un descuido suyo, lo reconocería al igual que él. –Grill, soy un idiota...
-Eso ya lo sé.
-Déjame terminar. –Gruñó por haberle interrumpido, pero notando que su amigo había sonreído. –Soy un idiota porque sé que esto es peligroso, pero cuando Frisk me lo cuestionó... y me dijo que me diría que sí a una cita... Pensé que no podría tener otra oportunidad como esa. Ella es maravillosa Grill, no teme a dar pasos hacia adelante mientras que yo solo ando pensando en quedarme quieto por el bien de ella. Y cada vez me es más difícil contenerme.
-Si esto fuera una danza, sería ella la que dirigiría, ¿eh? –Pese a su burla, notaba que estaba preocupado por él si ahora estaba sacando un vaso para tendérselo en cuanto lo sirviera con su whiskey favorito. Era su manera de reconfortarlo. –Tal vez sea hora de que tú seas quien dirija este extraño baile que se traen entre ustedes, ¿no crees?
-Yo soy un pésimo bailarín. –Tomó el vaso que le brindó, pero no le dio ningún trago en el instante. De alguna manera, no le apetecía hacerlo. Además del hecho de que tendría que ver al viejo pronto y no quería aumentar su sentencia. –Pero entiendo a lo que te refieres. Solo que no quiero que le ocurra lo mismo que a mi madre.
-Y aun así estás aquí, trayendo un par de cadáveres contigo, pidiéndome descaradamente que cierre mi bar, lugar en el que prohíbo la entrada a humanos, para tener una cita con una humana de la que no has parado de hablar desde que la conociste. Si realmente querrías detenerte, Sans, ya lo habrías hecho desde hace tiempo, pero tú quieres esto. –Al no tomarse de inmediato su bebida, el dueño del bar le quitó el vaso de las manos y se lo tomó de un solo trago antes de seguir hablando. –¡Agghh! Eres un idiota en aumento, y para desgracia mía, eso me hace a mí un idiota también, por querer apoyarte de una u otra forma.
-¿Eso es un sí a lo de mañana?
-Me deberás una grande. –Gruñó de mala manera, pero Sans estaba seguro de que estaba sonriendo en sus adentros. –Y tengo una condición para ti: visita el lugar de la yakuza en cuanto puedas. Sé que es algo peligroso, pero tal vez eso te dé un mejor panorama antes de querer dar otro paso más a esto. Al menos permítete ser razonable y ver por tu propia cuenta a qué estás dispuesto a arriesgarte, o en su defecto, frenarte en totalidad.
Nuevamente le extendió la estrella y no dejó de hacerlo hasta que la tomara y la guardara consigo. Sans estaba seguro de que era una mala idea de que saliera de Snowdin de nuevo, considerando las torpezas recientes y que tendría que afrontar antes de agravar cualquier cosa. Pero también, entendía lo que Grillby quería, sobre comprender el posible desastre que podría desatarse si seguía en ese camino, aun cuando era algo que ya tenía más que presente mentalmente y la razón por la cual le aterraba tanto ese hecho. Él mismo había hecho un desastre de ese tipo, siendo la razón por la cual Frisk no tenía un lugar específico al cual llegar como hogar propio.
¿Tendría que avisarle al viejo de eso? Muy posiblemente sí, pero si ya le había puesto a sus extraños secuaces a seguirle en todo momento sin importar las circunstancias, no se quería imaginar lo que pudiera hacer cuando le dijera que la yakuza le estaba contactando bajo ciertas amenazas. Peor aún, que ya había estado ante el líder de ellos y peleado justamente por Frisk ante la tumba del anterior líder. Si eso no lo mataba de un infarto, deberá aplaudirle su paciencia con él.
-De acuerdo, pero no será ahora. –Sentenció pese a no ser necesario. Después de todo, el malestar era para él mismo. –Y ya que no me dejarás poner flores aquí, ayúdame con algo más.
.
.
Había mucho por limpiar, pero aquello no parecía ser un verdadero problema a comparación de todo lo demás. Frisk podía notarlo en aquel silencio que no era natural en esa casa repleta de seres que desconocían el espacio personal. Los conejos estaban preocupados y era claro que se trataba de ambas noticias que titulaban cómo estaría el resto de los días siguientes.
-¿Cómo que... ley seca? –La señora Bonnie estaba en la puerta de su casa, atendiendo de pie a la policía que no le permitía dar un paso adelante su propio establecimiento. Si bien pretendía verse valiente, sus orejas bajas comunicaban lo contrario. –Pero este lugar está registrado de otra forma, yo...
-¿En verdad pretende que ignoremos que en este lugar venden alcohol? –El policía tenía una cara fanfarrona a lo que alcanzaba a ver desde su esquina. –Demasiados borrachos aquí los delatan.
-Todo se trata de un malentendido, señor.
Comentó Ronnie, el cual había estado a lado de su madre en todo ese tiempo, a diferencia del resto de los conejos que sólo se estaban limitando en seguir limpiando la casa de mala manera, ya que era evidente que estaban más atentos a lo sucedido que a lo que estaban haciendo con sus manos, y no podía culparlos si ella misma estaba haciendo lo mismo. Era la primera vez que notaba porqué lo denominaban como "el hombre de la casa", estando al frente y representando a toda su familia como el hermano mayor de todos, admirándole de una u otra manera la paciencia y cordialidad que el conejo empleaba ante la policía, queriendo proteger lo mayor posible de algo que parecía malo.
No teniendo tiempo de ver más, se encaminó hacia la cocina ahora que tenía a dos seres que requerían en verdad de su atención mientras el resto estaban en sus respectivas actividades. Flowey andaba de mal humor sin poder tolerar cualquier ruido, lo cual de por sí ya era extraño si nunca había sentido tanto silencio en todo su tiempo en ese lugar, demandando demás agua que de costumbre y sin tener el ánimo suficiente de moverse por su cuenta, por lo que había sido más que necesario encerrarlo en la habitación en la que dormía regularmente para que estuviera aislado a su comodidad. Por ello era que aún no le decía sobre su cita con Sans, sabiendo de antemano que aquello le molestaría aún más con el estado que se encontraba. Y si bien no era su opinión lo que le importaba, sabía que sería bueno avisarle por lo menos para que entendiera por qué no querría su presencia en ese momento. No había contado con él en sus otras citas de cualquier manera, una con Sans no debía de ser diferente a eso.
Al menos su malestar presente le daba el espacio que necesitaba para atender también a Shyren, la cual andaba con un dolor de garganta que le impedía hablar con normalidad, aunque tampoco se trataba de una parlanchina frecuente de cualquier manera. Incluso le parecía el ser más calmado de toda la extraña y numerosa familia, destacando no solo por ser de una especie distinta.
-Aquí tienes. –Tras haber calentado agua, finalmente le entregó una taza humeante con lo poco que pudo hacer para una infusión decente. Era necesario comprar más cosas y pronto. –Espero que esto te ayude.
-Gra... cias. –Comentó Shyren con un tono bajo y demasiado esfuerzo. –Usar mi magia... siempre me hace esto.
-Supongo que por eso no lo haces tan frecuente.
-No... Además de que… no soy buena con ella tampoco. –Emitió un ruido que supuso que se trataba de una risa. –Nunca me sale... como quisiera. Mis nervios siempre me... ganan y... las palabras nunca surgen así. El esqueleto me ayudó bastante. Tiene... talento.
-¿En qué te ayudó? –Apartó la mirada ante un malestar que no supo describirse a sí misma.
-¿No lo... recuerdas? Él tocó el piano y... cantó conmigo.
-Estaba bajo los efectos del alcohol en ese momento. –Comentó con cierto pesar mientras se servía una taza para ella misma. –No recuerdo muchas cosas.
Dio un trago a su taza, notando que la cantidad de hierbas había sido muy poca, pero que sería lo suficiente para ayudarle un poco a su garganta. Mientras degustaba su intento de té, recordó el piano de la casa de los Gaster y lo tanto que parecían cubrirlo pese a ser sólo un acumulador de polvo sin sentido. Sans ya le había dicho que sabía tocar el piano y uno que otro instrumento de viento, pero ahora realmente se preguntaba sobre por qué no le daba vida de nuevo al instrumento que ya tenía en casa. No sabía muchas cosas y no se sentía con el derecho de preguntar, pero de alguna manera estaba segura de que a su madre le habría dado gusto ver que su hijo tocaba el instrumento que había sido suyo. Era una pena, realmente le había gustado haber visto a Sans tocando el instrumento. Tan sólo tenía el vago recuerdo de que Sans le había tarareado algo mientras le había cepillado el cabello y había sido en otro idioma que impedía que recordara siquiera las palabras, eso no era justo.
Sans tocando el piano al igual que su madre. ¿Sería algo similar a lo que ella sentía al cuidar flores como su p...? Bajó su taza a medio tomar ante un malestar en incremento, sin poder terminar su propia pregunta mental y sabiendo las razones de ello. Entendiendo finalmente una respuesta que no le generaba un buen sabor de boca tras sentirse identificada con ese sentimiento al que no sabía siquiera si quería darle una forma definida. Tan sólo no quería pensar más en ello por ahora. No en cuanto no supiera cómo denominar al sujeto que le cuidó por tanto tiempo.
Sans, ¿acaso le dolería generar música por el pensamiento de su madre? ¿Por eso era que ocultaban el piano, como si con ello demostraran que no supieran deshacerse de aquel dolor? ¿Le pasaría algo similar a ella en cuanto a la jardinería? ¿Por ello le dolía a su ma...? ¿Por ello le dolía a la señora Dreemurr verle cuidar de tantas flores? Aquellas preguntas habían hecho que temblaran sus manos en el instante, teniendo que sujetarlas entre ellas para calmarse, entrelazando sus propios dedos y teniendo una extraña sensación en el instante tras un nuevo recuerdo que de una u otra forma, parecía calmarla. Algo raro estaba pasando con ella si estaba cambiando de sensaciones muy rápido.
-Mi magia... podría haberlo afectado. Noté que por eso... tuvo demasiado cuidado en sus palabras. –No era bueno que se esforzara tanto su garganta, pero Frisk tuvo que hacer un ademán para que se explicara mejor tras no entenderle en el instante. –Ah... mi magia requiere escucharse, así que en verdad fue... astuto en lo que quería que dijese.
Frisk gruñó desde su sitio, soltando sus propias manos para estar sujetando ahora la orilla de la mesa. ¿Así que era bueno para crear canciones de esa índole, pero no para responderle adecuadamente unas simples preguntas sin recurrir a otro idioma que claramente ella no entendía? Detestaba que Sans fuese así con ella, pero aún más detestaba que otras mujeres se expresaran de una manera tan... afectuosa sobre él. ¿Por qué había quienes le tenían un apodo? ¿Por qué le incomodaba que Shyren hubiese cantado y ella no lo recordara? ¿Por qué...?
-Estoy celosa. –Concluyó en el instante.
-¡Ah, D-descuida! No tengo intención de...
No supo qué más le dijo la sirena, pero no se quedó más tiempo tras haberse levantado en el instante y abandonado su taza a medio tomar. Tan sólo quería caminar un poco, no queriendo pensar más pero fallando en el proceso. Muffet tenía razón en algo, y por muy extraño que le pareciera, en verdad estaba celosa. ¿Por qué? Sans no era de su propiedad y jamás lo sería, no era un objeto ni mucho menos tenía intención de que fuese el caso. Él era su propio ser, tenía su propia vida y respetaba a su manera cada cosa suya pese a la diferencia de ideales y opiniones. ¿Entonces por qué estaba celosa? ¿Qué más daba que hubiera otras personas que hablaran de él? Cada quien tenía su pasado y no era asunto suyo si deseaba o no compartirlo. ¿Tal vez por notar que también había un trato especial en otras? ¿Sería por el "Encanto Gaster" que Muffet había mencionado? ¿Lo estaría haciendo con otras? Tampoco era asunto suyo. ¿Entonces qué?
No notó en qué momento había salido de La Madriguera, pero ya que estaba en la calle, siguió adelante sabiendo que no la detendrían tras estar cada quien ocupado o con malestares personales, sin importarle que había salido sin abrigo alguno o que le regañaran después. Era absurdo que estuviera celosa ¿cierto? Por no decir que era algo que estaba mal, un sentimiento contrario a lo que era bueno. ¿Entonces por qué estaba siendo irracional? Caminó sin darle ningún sentido a cada una de sus preguntas esporádicas, notando que había llegado a paso prisa hasta el parque y observando que estaba ahí Don Gaster como toda rutina matutina. No tuvo que pensar demasiado para querer comprar lo mismo de siempre y dirigirse hacia él. Sintiendo que necesitaba hablar ahora o sólo estaría atormentándose sin sentido como muchas cosas que ya tenía acumuladas.
Pero ahora que estaba cerca de él en la banca de siempre, parecía que tan sólo se estaba limitando en estar ahí sin observar nada a su alrededor, o al menos sus cuencas oscuras hacían parecer eso. Tenía el periódico del día a lado suyo, pero por lo perfectamente doblado que estaba podía notar que aún no lo leía.
-¿Don Gaster?
El esqueleto apenas hizo un gesto a modo de respuesta que confirmaba que le escuchaba, mas no se giró para verla directamente. Se le veía cansado, abatido y ojeroso (o al menos eso parecía debajo de sus cuencas). ¿Era por tanto café? Tal vez no debía de entregarle lo que había comprado si ese era el caso, pero luego recordó que la otra vez ni siquiera había tomado su taza. ¿Entonces era abstinencia a la cafeína? No estaba segura de eso tampoco.
-¿Se encuentra bien? –Preguntó mientras se sentaba a lado suyo, sin necesidad de alguna invitación y sabiendo que de igual manera no se lo impediría. –Le traje café, pero no sé si sea bueno para usted esta vez.
El esqueleto tomó su vaso sin importar si ese era el suyo o el correcto. Tal parecía que de igual manera se tomaría lo que sea que le brindara en el instante. Si ese era el caso, habría sido bueno que le hubiera traído solo agua, ¿cierto?
-Le tengo algunas preguntas, ¿puedo...?
-Si. –Finalmente habló, dejando en evidencia que esas ojeras inexplicables bajo sus cuencas eran por desvelos. Su voz ronca lo delataba aún más. –No eres normal, humana.
-Eso es algo que ya me había dicho. –Alzó una ceja sin entender por qué se lo decía así sin más.
-Pero ahora tengo más que una certeza para comprobarlo. –Dio un largo trago a su bebida antes de proceder. –Terminé de analizar tu sangre.
-¡Oh! –Se apenó de olvidar por completo ese detalle tan importante. –¿Qué fue lo que encontró?
El señor no contestó de inmediato, como si meditara adecuadamente lo que le diría y siendo sumamente anormal ese hecho, aunque también sólo pudiera ser una percepción suya que estaba siendo errónea solamente. Don Gaster no era un sujeto que tuviera la consideración o modestia con su persona, aun así, tuvo que esperar a que el esqueleto rompiera con ese silencio que no era tan incómodo como en otros tiempos. Por lo menos no sentía que fuera a agredirle una vez más.
-La flor a la que llamas tu amigo, nos dijo una vez que el objetivo de su creación era poder absorber un alma en particular: el alma de Masao Saito. Y si bien suena extraño que tuviera tal alma consigo... comienza a tener algo de sentido si consideramos que también te conservó a ti. –Comenzó a explicar. Y antes de que Frisk pudiera decir algo ante el desconcierto que era escuchar eso, el señor finalmente se giró hacia ella, mirándola con cansancio absoluto. –Tu cuerpo apropió las balas sin saber si aquello le era útil o no, por lo que tengo la sospecha de que tu alteración podría tener el mismo objetivo. El que repelas magia a voluntad y el que tengas alguna alteración de tu organismo pueden ser pruebas de eso, pero también está el hecho de que eres descendencia del mismo sujeto al que perteneció esa alma que es del interés del Gran Don. Aun no hay estudios que dictaminen la naturaleza del alma, pero puede que contigo hayan intentado averiguar esa parte. Más no sé qué fue con lo que dieron tras eso, o porqué te mantuvieron tan intacta al grado de que no sepas nada.
-¿El alma... de mi padre biológico? –Si bien había sido una pregunta, Frisk sabía que era para procesar lo que le estaba diciendo. –¿Por qué tendrían algo así? No, no entiendo nada. ¿Y cómo que repelo la magia?
-Esas son demasiadas preguntas. –Reclamó el esqueleto mientras meneaba su vaso, como si pudiera obtener más de su contenido así. –De todo eso, sólo puedo responderte que es un hecho de que se experimentó contigo. El cuerpo del ser humano por cuenta propia tiene modo de sanar heridas y desechar lo malo, crear anticuerpos, rechazar sustancias dañinas al grado de ser inmune… pero tu caso es extraño si recordamos que pude sedarte. Algo conveniente para alguien que quisiera experimentar con una fiera imparable y tuviera que calmarla de vez en cuando. Eso no puede ser una coincidencia.
Don Gaster terminó de tomar su café con algo de insistencia, antes de seguir hablando sin interrupción alguna.
-Cuando fui a ver al Gran Don... tenía unas criaturas extrañas consigo, pero no me cabe duda de que esas formas particulares alguna vez fueron monstruos. Si mi hipótesis no falla con todo lo obtenido, experimentó primero con humanos y tú eres parte de eso. De ahí parece que pasó a monstruos pero no funcionando del mismo modo... y tal vez eso explique también la existencia de la flor que ambos conocemos.
-¿Flowey sabe sobre esto? ¿Sobre esa alma que me menciona?
-Él fue quien nos contó sobre esa alma. –Enfatizó.
Por un momento, Frisk tuvo el impulso de lanzar el vaso que tenía consigo de la molestia que le estaba generando eso, pero esa clase de arrebatos le parecían absurdos si no la llevarían a nada salvo a ensuciar el parque que previamente se había dedicado en limpiar. ¿Flowey en verdad sabía eso en todo ese tiempo? ¿Qué más sabría que aún no le decía? Optó por extender el vaso que tenía consigo para que el esqueleto lo tomara mejor, sabiendo que tarde que temprano se lo hubiera quitado como las otras veces y siendo absurdo que siguiera comprando café para dos cuando al final ese era el resultado, siendo uno quien tomaba café por los dos. Tal vez para la próxima sería mejor que sólo se comprara té para ella, si al fin y al cabo, a ella no le gustaba tanto el café como al esqueleto a lado suyo.
-Ahora me toca preguntar a mí. –No esperó a que Frisk le afirmara tal cosa. –¿Cómo está Sans?
-¿No ha llegado a su casa?
Sin palabras. Le estaba respondiendo con ese gesto abatido con el que comenzaba a entender su desvelo. ¿Lo había estado esperando? ¿Había estado preocupado por su ausencia en toda la noche? ¿Y entonces dónde estaba Sans tras dejarla en La Madriguera?
-Puedo estar orgulloso de las habilidades de mi hijo sabiendo que ni yo puedo detenerlo, pero también preocupado sabiendo que aquella imprudencia será lo que terminará matándolo tarde que temprano. –Continuó Don Gaster tras haberse tomado el otro vaso como si hubiese sido agua. –Por favor, deja de poner en riesgo a mi hijo.
-Nunca ha sido mi intención eso. –Recalcó Frisk al exasperarle que nuevamente la culpara de algo que no venía al cabo, pero suavizándose en el instante al notar el tono con el que le había dicho tales cosas, además de recordar su verdadero motivo de estar ahí con él. –Señor, ¿alguna vez usted celó a su esposa?
-Ni siquiera quiero saber por qué me preguntas eso en un momento como este. –Se masajeó las cienes, posiblemente por un dolor de cabeza que estaba por llegar.
-Es el único que podría aclararme estas cosas.
-¿Y no has pensado en lo molesto e incómodo que es eso? –Nuevamente se giró para verla directamente, siendo que en ese instante estaba poniendo a un lado su cansancio para dejar en evidencia su enfado. Al menos se había recuperado un poco, pensaba Frisk. –No por nada le tengo a mis hijos un fondo para cosas de las que no necesito enterarme.
-No soy una prostituta, y no…
-En mis tiempos, las cosas se manejaban con la mayor de las cordialidades. Respetando las clases y especies, teniendo que pedir permiso y bendición a su familia para poder cortejar o tener una simple cita.
-¿Eso se hace? –Preguntó Frisk de inmediato, extrañándose con eso. Parecía ser una costumbre citadina más que no comprendía. Le parecía algo absurdo, pero debía de tener sus razones. –¿Usted pidió permiso para salir con su esposa?
-No, Arial ya no tenía familia cuando la conocí. –Con tan solo mencionarla, se calmó un poco. –Pero lo habría hecho de ser el caso.
En ese momento, Frisk no pudo evitar imaginarse que, si tuviera una familia a la cual acudir y no estar en la deriva con muchas conjeturas, Sans habría hecho tal cosa si Don Gaster estaba reclamando eso. Pero aquello fue una imagen de muy pocos segundos sabiendo que aquellos a los que denominaba como padres de un modo cada vez más complicado, eran seres a los que quería matar y se trataba de un sentimiento mutuo. Y en el hipotético caso de que no fuesen aparentes enemigos, ¿se habrían llevado bien? ¿Habrían opinado igual sobre la relación entre humanos y monstruos aun cuando fuesen monstruos que "adoptaron" una humana? ¿Les habría importado que tuviera una cita con un mafioso y asesino? ¿O les habría agradado por estar en la misma "profesión"?
Aunque ahora que observaba al esqueleto a lado suyo, también él intentó matarla y dejaba en claro lo tanto que la detestaba, y también el hermano le había dado un disparo de advertencia sobre sus posibles intenciones, así que era algo que tenían en común para bien o para mal, ¿cierto? Tal vez esas eran buenas razones por la cual hubieran tomado la decisión por su cuenta, pero tradiciones eran tradiciones… suponía, por más absurdas que le parecieran si la única opinión que debería de importar en eso era entre Sans y ella. Pero al menos, era más sencillo que ella tomara esa ventaja al tener justamente al sujeto a un lado suyo, masajeando su cabeza tras dos tazas de café que seguramente no debió traerle.
-Don Gaster, mañana tendré una cita con Sans. –Soltó sin esperar a que el esqueleto se sintiera mejor. –Creo que no vale la pena que le pida permiso…
-Tierra, trágame ahora. –Resopló el esqueleto, tapándose la cara de inmediato.
-… y ahora que lo pienso, no es la primera vez que vaya a una cita con un hijo suyo…
-Espera, ¿qué? –Se destapó la cara de inmediato.
-… pero si puedo mencionarle que esta es la primera vez que me siento bien por tener una. –Terminó de mencionar pese a sus intervenciones fuera de lugar. –Sans es importante para mí, pero aún no sé qué es lo que somos y la cita podría darme un mejor panorama de eso. Así que solo puedo pedirle de favor que no lo impida.
Recibió un extraño quejido en respuesta. Parecía que a Don Gaster le exasperaba que hablaran de esas cosas con él. ¿En verdad no quería saber de algunas cosas de sus hijos? ¿Era por lo que le había dicho Muffet sobre cosas que no se podían hablar con hombres? ¿O era por tratarse de ella? ¿Debía traerle una taza más para calmarlo? No, ya era demasiado y eso si podía notarlo.
-Mujeres, sabía que era bueno que las prohibiera desde antes. –Se giró para contemplar hacia el frente. Su voz era lo suficientemente baja para tomarse como un murmullo. –Ustedes solo causan problemas y ahora estoy perdiendo a mi familia por culpa de eso.
-Ahora sé por qué Papyrus opina así. –Comentó secamente.
-Humana, sabes lo que opino de ti. Incluso he intentado matarte y podría volver a hacerlo en cualquier momento. ¿Por qué consideras prudente decirme estas cosas?
-Bueno, es que se trata de su hijo. –Respondió sin darle importancia a ese hecho. ¿Qué no era obvio? –Y ya le dije que usted es el único que conozco para hablar de estas cosas.
-¿Y qué no puedes basarte en nadie más? ¿Tienes que incomodarme a mí?
-Insisto, es el único que conozco que tenga un amor genuino y que por ello pudiera comprender estos temas. –Frisk admitía que también era incómodo hablar de esas cosas con él, sobre todo por tratarse de un señor agresivo cuando se lo proponía y advertía. Pero siempre le hablaba con total sinceridad y confianza, lo cual parecía ser suficiente para llevarla por la paz en ambas partes. –Mis... eh, los Dreemurr no profesaban su amor que yo recuerde. La señora Bonnie habla más de sus amigas que de su esposo, Muffet... bueno, a ella no la entiendo. Pero puedo seguir con varios ejemplos de lo que pudiera tratar el tema, y ni así ninguno se acerca a usted cuando se trata de hablar sobre pareja, aun cuando su esposa ya no esté.
Don Gaster le observó con sus cuencas oscuras, pero de una u otra manera no notaba enfado ni molestia de su parte como previamente lo había hecho. Pareciera que, además de estar agotado, estaba debatiéndose mentalmente sobre si debía acceder a su petición o retirarse así sin más. Y tras un fuerte suspiro, dejó en claro cuál fue su respuesta.
-Vamos por otro café. –Se levantó el esqueleto, dándole la espalda pero esperando a que la chica se levantara también. –Y después cuéntame exactamente qué es lo que quieres saber.
-Usted no necesita otro café. –Frisk se levantó e inmediatamente caminaron justamente a ese rumbo de cualquier manera. –Tiene dolor de cabeza en este momento.
-Mi salud no debería de ser asunto tuyo.
-Debería de cuidarse al menos por sus hijos. ¿Qué edad tiene?
-¿Estás diciéndome viejo?
-Sans lo llama así, por lo que supuse...
Caminaron mientras hablaban, encaminándose hacia la pequeña cafetería cercana y sin darse cuenta de las extrañas miradas que le lanzaban uno que otro transeúnte que evitaba toparse con el mafioso, pero sorprendiéndose de la naturalidad con la que parecía en su andar junto a la humana que se veía bastante pequeña a lado suyo.
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A Papyrus le costaba llevar a cabo el paso lento entre todas las criaturas de baja estatura que le acompañaban en grupo desde su llegada. Por más que quisieran ir a prisa, al esqueleto solo le bastaban un par de pasos para alcanzarlos y no quería verse descortés sabiendo en dónde se encontraba.
No había avisado a nadie sobre su partida matutina hacia Waterfall sabiendo que de cualquier manera no valía la pena. El jefe ya estaba al tanto y no había hecho nada para detenerlo fuera de su extraña plática previa sobre su madre que no comprendía. No podía sacarse de la cabeza eso, pero tampoco quería darle tanta importancia, sabiendo que era muy tarde para cualquier intento de ser mejor para él. Ahora estaba ante el sindicato, recorriendo sus pasillos siendo escoltado por pequeñas criaturas peludas y la líder sindicar que no paraba de sonreír en cada oración que le daba hacia su persona. De una u otra manera, le daba la impresión de que trataba de halagarlo con tal de mantenerlo en confianza y de buen humor, pero no era necesario nada de esas cosas. Estar ahí ya era lo suficientemente molesto y tener que aguantarse esa incomodidad era suficiente para estar de mal humor fuera de todo intento.
-¡No sabes lo tanto que alegras con tu presencia en el lugar, Hoi! –Comentó la señora por tercera vez y sin verlo directamente. –Ya hacía falta una figura varonil de tal porte en estos pasillos. Estoy segura de que te encantará conocer la habitación que he preparado exclusivamente para ti.
-NO VINE A QUEDARME A...
-Sé que no, pero lo consideré adecuado sabiendo que esto podría tardar demasiado. –Le interrumpió sin darle importancia a su evidente malestar. –Aunque seas capaz de defenderte, no es conveniente tampoco que lo hagas, ¿sabes? ¡Hoi! Además eres bienvenido aquí.
Le daba la impresión de que quería convencerlo de estar en un lugar cómodo y agradable para él, pero dejó de eso a un lado al no estar de humor para esas cosas. Tan sólo quería terminar con todo y ya. Al fin y al cabo no tenía otras alternativas salvo seguir la corriente a todos por ahora. Sus propios intereses o necesidades estaban limitadas a querer vengar a su madre con todo recurso necesario, teniendo en cuenta que, aun con el malestar que tenía con su malagradecida familia, deseaba que estuvieran fuera de todo peligro también. Teniendo el mismo apellido o no al paso que iban.
Tras una breve caminata entre pasillos de la mansión, finalmente llegaron a una habitación que definitivamente le confirmaba que ya tenía todo para él desde mucho antes. Empezando por el tamaño de la cama, la cual era mucho más grande de lo que por si era su altura. También había muchas cosas haciendo alusión a Italia, pero nada que llamara tanto su atención como la foto que vio en el instante, colocada con demasiada precisión dando al frente de toda la habitación en cuanto entrara. Era pequeña, pero era suficiente para apreciarla demasiado y levantarla para contemplarla aún mejor en cuanto dio con ello.
-Es la copia de foto de registro de tu madre. –Le aclaró la señora Temmie pese a que no lo había pedido. –Supuse que te gustaría conservar su foto, en lugar de que permaneciera archivada en el olvido, Hoi. Me habría encantado darte la original, pero no sé en dónde quedó.
-GRACIAS.
Respondió con sinceridad, sin poder evitar devolver la sonrisa a la foto que contemplaba con mucho cariño. Era la primera vez que podría conservar una foto de ella. El resto las tenía su padre, guardadas con mucho recelo sin que pudiera verlas salvo aquella que estaba en su estudio y que pocas veces podía verla dado que entraba a ese lugar sólo cuando lo llamaban ahí. Un particular lujo que solo Sans había tenido y que ahora él tenía algo mucho más valioso y que sólo sería para él.
-Dejaré que te sientas cómodo mientras tanto. –Comentó la señora sin apartarse aún. Papyrus no le prestaba demasiada atención tras no poder evitar seguir mirando la fotografía. Su madre estaba mucho más joven ahí, pero sin duda alguna su sonrisa era tal y como la recordaba. –Haré que vengan por ti cuando todo esté listo, ¿hoi? Será en el jardín junto a la estatua de mi marido.
Papyrus apenas y asintió con la cabeza, dejando que se fueran todos sin decir nada más y recostándose en la cama que aparentemente era suya tras dejar la foto nuevamente en su nuevo sitio. Tras varios minutos en soledad y calma, finalmente sacó de su saco aquella pequeña caja que se le había sido entregado, pero siguió sin atreverse a ver el contenido. No era algo que había elegido, por lo que daba igual aquello que estuviera dentro de esa pequeña caja. Nunca había pensado en un posible matrimonio, considerando la regla de su padre tras el desastre que había dejado Muffet con sus tonterías y que comprendía aún más tras lo que estaba siendo la humana en sus vidas de una u otra manera. Pero si se hubiera detenido en pensar en esa clase de cosas para su vida, definitivamente le habría gustado tan siquiera experimentar lo que era el enamoramiento en el proceso. Hacerlo de esa manera tan conveniente para terceros era exasperante, sobre todo cuando había varias cosas en juego que él no había decidido involucrarse de esa manera.
Pero no tenía caso seguir pensando en eso. No cuando dentro de unos minutos estaría pidiendo la mano de alguien de la que ya estaba atado de una u otra manera. Todo ello sin tener un genuino significado para él, y muy seguramente tratándose de lo mismo para Tammy pese a no querer hablar más de eso bajo la presión de su madre.
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Para Frisk le había parecido interesante el hecho de que el dueño de la cafetería atendiera al Don con calma a diferencia de las otras percepciones que irradiaba con su presencia, suponiendo que era por tratarse de un cliente regular al que claramente apreciaba su calidad en sus productos. Pero aún más importante, Don Gaster trataba de un modo muy cordial al dueño y no parecía ser eso extraño para el dueño.
-Me regala café sabiendo que ahuyento a criminales con mi presencia en el parque, eso es todo. –Le contestó su incógnita una vez que estuvieron a suficientes pasos lejos del lugar. Ahora le tocaba a Frisk direccionar hacia dónde estarían caminando y no habían sido necesarias las palabras para acordar eso. –Aun así, no se salva de la cuota mensual que cobro por su seguridad.
-No permite que nadie tenga un gesto amable con usted. –Concluyó en voz alta.
-En esta vida todo tiene un precio.
-¿Y entonces por qué está accediendo a acompañarme?
-Para que saques todas tus dudas y me dejes en paz con todo eso de una maldita vez. –Mencionó tras dar un tenue trago a su café recién servido. –Y por qué dijiste algo interesante. Sobre que los Dreemurr no mostraban cariño genuino el uno al otro, eso es extraño, considerando que los recuerdo de otra manera estando juntos. Y también porque finalmente estás aceptando que no son tus padres como erróneamente defendías.
Frisk no quiso decir nada más sobre eso, optando por mirar hacia el frente hasta que llegaran a donde quería aclarar sus incógnitas en cuanto al tema.
-Aquí es donde Sans se colocaba todos los días.
Se detuvo justo al frente de lo que fue su preciada floristería y hogar. Los escombros estaban intactos, cuestionándose en el instante de si debía de tratar de limpiar eso si alguien pudiera lastimarse con ello, pero dejando eso para luego tras la oportunidad que tenía justo al lado suyo. La vez que había tratado de hablar de ello con Papyrus, había terminado enseñándole a conducir sin aclararle nada eso (aunque agradándole de alguna manera el nuevo aprendizaje consigo), y cuando había llevado a Flowey, tampoco le había ayudado salvo la petición aceptada de que dejara de intentar dañarlo físicamente. Por lo que en verdad esperaba que Don Gaster pudiera darle una perspectiva que sólo su experiencia pudiera ofrecerle.
Ya no se encontraban los tulipanes que habían surgido como un milagro, muy posiblemente por haber sido arrancados o porque no pudieron habitar más tiempo entre todos esos destrozos. Era lamentable en muchas maneras y no podía evitar sentir un deje de culpa por no haber hecho algo para evitarlo. Aun estando en ruinas, seguía siendo su lugar ¿cierto? El banco le había aclarado que tenía cierto nivel económico a su lado por ese hecho.
-Sé lo que Sans siente por mí por palabras de otros, pero sigo sin poder entenderlo si yo no hice nada. –Comenzó a explicarse tras el silencio que le estaba otorgando el esqueleto pacientemente. –Todo parece indicar que comencé a gustarle desde esto, desde que se colocaba aquí a observarme con una sonrisa. Eso no tiene sentido.
-Puedes obtener muchas cosas con sólo observar. –Se limitó en responder, dejando en claro el fastidio que le daba la situación por el tono de su voz. –Pero coincido en que eso no es suficiente. Asumo que convivieron en más de una ocasión si tanto interés tienes desde este punto.
-Sí, así es.
-Pues ahí tienes tu respuesta, humana. –Bufó el esqueleto tras darle un último trago a su café. Vaya que se lo acababa muy rápido. –Ahora eres tú la que está al otro lado de la calle.
-¿Qué?
-Ahora eres tú la que está observando, analizando y preguntándose bobadas que hasta un niño comprendería a la primera. –Don Gaster se limitó en observar el tumulto de escombros cubiertos de nieve. Al menos aquello evitaba que se viera tan lamentable. –Estás esperando una claridad porque crees que con palabras se entiende todo, pero no siempre es así. Una vez me dijiste que las flores eran comunicación, pues todo lo demás también lo es cuando abres los ojos. Cuando tomas la mano del otro y saltas al vacío sin ninguna indicación más que el agarre del otro.
Frisk no sabía si aquella última mención se trataba de una alegoría directa o una simple metáfora al azar, pero instintivamente sujetó sus propias manos tras el recuerdo de aquel momento. En ese instante, había decidido confiar en Sans sin importar lo que pasara en adelante. Pero si debía de ser sincera consigo, dentro de ella de una u otra manera sabía que sin importar los malestares venideros, Sans estaría para ella como todo ese tiempo en su estadía en la ciudad. Pasara lo que pasara, Sans estaría ahí para salvarla de cosas sin sentido, para hablar o escucharla, para mostrarle la verdad que otros le habían negado durante años, para hacerle sentir segura y en calma... sabiendo que, pasara lo que pasara, él estaría ahí. Con un saco listo para ponerlo sobre sus hombros.
Sans era complicado a su parecer, pero debía de admitir que lo era también ella a su manera si no coincidía con muchas ideologías de la ciudad. Cuando ella pedía soledad para estar en calma, Sans sabía hacerlo sin siquiera pedirlo y respetando los silencios. Estando ahí y brindándole su espacio como si comprendiera a la perfección lo que realmente necesitaba. Don Gaster tenía razón. Ahora era ella la que estaba al otro lado de la calle. Ahora era ella quien estaba admirando a Sans. Sintió su cara arder en el instante.
-¿Eso significa que me...?
-¡No me lo digas a mí, guárdatelo para ti!
Le interrumpió Don Gaster con un deje de desesperación. En definitiva, no le agradaba hablar de esas cosas, pero Frisk comenzaba a percatarse que más por una posible molestia o enfado de aquello que desacreditaba, se trataba de una pena que no sabía admitir. Terminó esbozando una sonrisa con eso.
-Gracias, señor. –Dijo Frisk con sinceridad, sin apartar la vista del esqueleto que no pensaba devolverle la mirada con lo que ahora denominaba como incomodidad. –Tiene razón sobre que hay más cosas que son comunicación, pero trate de hablar más con sus hijos para que se den cuenta de su preocupación y cariño. Eso es lo que le pasa, ¿cierto?
-No es asunto tuyo, humana.
-Aun así me preocupo. –Admitió mientras se encogía los hombros. No sabía explicar porque estaba tan contenta ahora, considerando que horas antes había estado con otras emociones. –Son raros, pero son una familia y tienen oportunidad de serlo día con día. Tienen sentimientos, así que hablen sobre eso. Estoy segura de que sus hijos podrán apreciar más sus palabras como yo lo estoy haciendo en este momento hablando con usted.
Tras no haber nada más por hablar, el esqueleto desapareció de su vista sin despedida alguna. Suponiendo que era su manera de decir que había tenido suficiente.
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Mettaton sabía que afrontaría una molestia con todo eso, pero no esperó a que se alargara más de la cuenta y que requirieran de su presencia. Amablemente había respondido lo que necesitaban y dejado que inspeccionaran su ropa, su limusina y a su chofer, pero en definitiva no contaba con que ahora lo tuvieran en espera en un interrogatorio. Eso sí que era insultante en muchos aspectos.
-Ya dije más que suficiente. –Agitó su vaso con elegancia que sólo él pudiera reflejar. Al menos habían tenido la decencia de servirle un buen trago mientras tanto. –¿Qué más requieren de mí, además de mi valioso tiempo?
-Me interesa más lo que no dice, señor Mettaton. –Comentó el detective que aun grababa toda la conversación con el aparato a lado de ellos. Le parecía extraño que no contara con un brazo e hiciera todo sin requerir de ayuda ni de alguna otra presencia. Parecía que le era suficiente con tratarlo personalmente. –¿O debo decir Hapsta Blook?
Mettaton arqueó una ceja con una sonrisa burlona. ¿Así que esa era su tirada?
-Ya no acudo a ese nombre. Ustedes mismos saben eso ya que tienen a su disposición todo el papeleo necesario para comprobarlo. –Respondió con toda la naturalidad posible.
-También sabemos que Los Blook son una familia de mafiosos que controlan gran parte del puerto. Lo cual es curioso que fuese asesinado el Secretario de Seguridad en dicha zona y que usted sea testigo de eso. ¿Acaso quiere encubrir a la familia de la cual, aun cambiándose el nombre, conserva el apellido?
-Cambiarme el apellido implicaría ser adoptado por alguien más, lo cual a mi edad es algo absurdo, ¿no le parece?
El detective se mantuvo serio por un breve momento, queriendo analizarlo con la pura vista y no dándole importancia por su lado. Aunque quisieran provocarlo, él ya estaba preparado desde mucho antes para esa clase de cosas. No era la primera vez que trataban de acosarlo por la mala fama particular de su apellido, pero aunque trataran de dar con algo, no obtendrían nada de algo que simplemente ya no existía. Él ya no pertenecía a esa familia y ellos mismos habían hecho tal cosa, lo cual le habían ahorrado esa fatiga. Además, estaba muy seguro que ni siquiera se trataba de algo ocasionado por ellos. Conocía muy bien sus métodos para saber de antemano que jamás pondrían algo a toda vista, optando más por algo que pudiese ser discreto y que no llamara tanto la atención como matar a alguien tan importante y que encontraran el cuerpo con facilidad. No, aquello había sido por otros y, ahora que lo pensaba, muy probablemente trataban de inculparlos. ¿Acaso Los Blook tenían un enemigo y ellos ni en cuenta? ¿O estaban al tanto y no sabían qué hacer? Eso último lo dudaba, conociendo a la perfección la ineficiencia de su líder.
Sorprendiéndole en el instante, el detective paró la grabación y se acomodó en su asiento. Dejándole en claro que pese a ello, la interrogación no acababa.
-Lo investigué más de lo que usted cree, y a decir verdad, no me interesa su vinculación con los Blook. –Sacó una foto de la carpeta que había dejado sobre la mesa. Lastimosamente, no había estado listo ni preparado para algo así. ¡Maldición! Sin duda alguna no pudo ocultar su expresión a tiempo. –No es el único que tiene contactos importantes en la prensa.
Les había pedido que le dieran la foto y no hubiera ningún registro de eso, pero tal parecía que el director había decidido guardar una copia y consideró adecuado venderla al mejor postor. Sin duda alguna, haría que lo despidieran en cuanto saliera de ahí. Después de todo, ese periódico le pertenecía financieramente.
-¿Qué es lo que sabe de esta señorita de rasgos orientales?
Señaló justamente la cara de Frisk, la cual se trataba de la misma que guardaba aun en su cartera y que nadie más debía de saber eso. ¿Por qué deseaba saber de ella? ¿Por qué parecía que esa era su verdadera razón para tenerlo ahí y no por el asesinato del Secretario de Seguridad? Por lo que notaba, parecía que aquello era un caso resuelto y sólo estaba aprovechando la oportunidad para hablar frente a frente con él sin sospecha alguna o intermediario que evitara llegar a él.
-Je... ya veo. Ya me habían hablado de que un sujeto del cuerpo policiaco tenía como hobby escribir para el periódico. –Concluyó en el instante, queriendo verse indiferente pese a que era tarde para eso. Estaba seguro de que no había podido ocultar su sorpresa de ver dicha fotografía. Una parte de él, deseaba guardarla consigo ahora que se veían ambos, caminando hacia su hotel donde todo se había desatado. –Usted es el columnista independiente del que han hablado. Usted es Michael Hallyton.
-¿Quién es esta señorita? –Le insistió con total seriedad. Poniendo su sucio dedo sobre el rostro de la joven de ojos alargados. –¿Y por qué quiso que esta foto no pasara a todo público, pidiendo que se borrara toda evidencia?
-Porque rompería el corazón de muchas, si me vieran con alguien. –Respondió de inmediato, saliéndole natural su comentario. –Tengo una imagen por mantener y lo sabe.
-Sí, el de un tipo del que no se puede confiar con facilidad. –Recalcó el detective, golpeteando la foto con su dedo y manchándola de esa manera. –¿Sabe que creo, señor? Que usted conoce a esta chica, pero que consideró prudente que no se viera con ella tras la alerta de la policía de inspeccionar a todo sujeto con estos rasgos por órdenes de más arriba.
Era verdad, se había enterado de eso pese a que nadie lo había hablado con él abiertamente, pero el tiempo no coincidía y no lo sacaría de ese error. ¿Y por qué parecía tener un interés preciso con Frisk? ¿Qué era lo que sabía y que no quería que hubiese registro de eso? No por nada había apagado la grabadora. Algo estaba investigando sin contar con el permiso para ello, y parecía ser que pudiera ser conveniente para él si manejaba sus cartas con sumo cuidado.
-Solo sé su nombre, pero es todo. –Encogió sus hombros, comunicando que no le daba importancia a eso. –Ni siquiera me brindó un apellido.
-Dijo llamarse Frisk Dreemurr.
Olvidó por completo que debía de mantenerse en un perfil indiferente. ¿Qué clase de jugarreta estaba planeando el detective? Tal apellido… No, no podía ser posible. Eso no tenía ni pies ni cabeza. ¡¿Qué demonios estaba pasando?!
-Sí, hice bien mi tarea de investigarlo. También sé que usted trabajó para La Bestia, así que asumo que debe saber algo más con ese apellido tan particular. –Con su única mano, sacó de su saco dos de las cosas que había tenido consigo y que había olvidado por completo que pudiera comunicar más de lo que pudiera inventarse. Definitivamente no estaba pasando por un buen día. –Sobre todo cuando parece que esta chica tiene su corazón.
Abrió su cartera y le mostró la pequeña foto quemada de las orillas que guardaba con cierto recelo y que ni él mismo sabía explicarse. La misma foto que tenía sobre la mesa. Aunque eran obvias las conclusiones a las que el detective estaba llegando y que sus mismas expresiones no le permitían argumentar lo contrario.
-¿Quién diría que el mujeriego Mettaton Blook finalmente quedaría atrapado en el amor? –Parecía que el detective quería provocarlo, pero lo cierto era que él mismo no sabía ni qué decir en ese instante. –Asumo que debe ser mala suerte para usted que fuese con una chica que daría mucho de qué hablar a su imagen.
-¿Realmente qué es lo que busca, detective? –Optó por ir al mero asunto de una buena vez. Ya no tenía el humor suficiente por ahora para mantener una indiferencia. –Yo no tengo nada que ver con ese monstruo que me quiere muerto y que la misma policía no le da interés suficiente.
-Quiero evitar muchas cosas, señor. –Pese a todo, le devolvió su cartera y papel doblado que había guardado y que no le cuestionó nada. Tal vez no le había dado importancia o sólo se lo estaba guardando para él tras no ser necesario. –Cosas que tienen que ver con el criminal Asgore Dreemurr y todo aquel que tiene la osadía de admitir una vinculación con él.
Parecía que hablaba enserio. ¿En verdad Frisk tenía ese apellido? Eso no tenía ningún sentido de todo lo que sabía y conocía. Aunque aquel gusto tan particular por las flores… No, tenía que ser una simple coincidencia. Simplemente no podía imaginarse al Gran Don teniendo a una humana como hija tras todo el desprecio que había reflejado durante años, declarando una guerra sin sentido que a la larga sólo llevaría a problemas. Aunque también estaba el hecho de que Frisk nunca le quiso brindar su apellido… porque seguramente podrían descubrirla con facilidad. Aquel coraje y sencillez en su forma de ser, aquella inspiración a emprender con flores, aquella lengua tan afilada que dejaba en claro no importarle las opiniones de otros… Podrían ser cosas que había aprendido del sujeto que haría temblar a cualquiera con su presencia. Si no fuera por el lugar en el que se encontraba, se habría golpeado la cabeza contra la pared hasta poder romperla. ¡No podía ser posible! ¿Los Gaster sabrían algo al respecto? Oh, no… Frisk podría correr más peligro siendo el caso ¿cierto?
-Si sé de algo, no dude en que se lo comunicaré a usted directamente. –Guardó sus pertenencias y se cruzó de brazos. Siendo una forma retadora y superior de su parte considerando la incapacidad del sujeto que tenía al frente. –Ahora, quisiera hablar con mis abogados que muy seguramente no les parecerá que me tengan más tiempo aquí.
El detective no parecía ni molesto ni contento por ese hecho, como si hubiera obtenido algo de cualquier manera y que claramente no se lo compartiría. Tan sólo se levantó, guardó la foto de vuelta, puso la carpeta en su costado y abrió la puerta con algo de dificultad para permitirle tal petición que venía siendo su derecho. Dejándolo solo sin necesidad de supervisión alguna, con muchas cosas por las cuales pensar.
Al diablo la advertencia del esqueleto sonriente. Tenía que hacer algo. Y el folleto que había recogido le daba una pista de en dónde comenzar a buscar, pero no podía verse obvio si el detective ya lo había visto y que muy probablemente había llegado a la misma conclusión que él sobre tratarse de algo no legal.
Tendría que recurrir a métodos más sigilosos.
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¡He vueltoooooo! Y con esto doy inicio a muchas cosas por dar para este último mes del año. En mis redes sociales podrán apreciar de lo que hablo, siendo todo un calendario de adviento a la michsonrisa que espero que disfruten tanto como yo el hacerlo. Es mi modo de agradecer infinitamente la paciencia y cariño que me brindan con todo.
¡Michi fuera!
:)
