Hacer lo correcto era demasiado difícil en momentos como ese, pero no podía posponerlo más, ¿cierto? ¿Qué clase de hombre sería si seguía manteniendo así las cosas? Papyrus llevaba horas, incluso días, observando el teléfono y sin atreverse a levantarlo. Y por más que la intriga fuese lo suficientemente grande, le aterraba mucho más el panorama tan amplio al que podría encontrarse tras eso.
Después de lo ocurrido y desaparecido sin saber todavía cómo, Papyrus no había recibido ninguna llamada de su parte o señal de que le estuviese buscando. Pero aquello no era ningún misterio cuando sin duda alguna la había lastimado mucho más de lo que podría haberlo hecho conscientemente. ¿Eso haría que el compromiso se anulase? Dudaba correr con esa clase de suerte tras el escándalo que había ocasionado bajo un techo ajeno. Incluso le daba la impresión de que, en efecto, esa había sido la intención de que ocurriese.
Solo lamentaba, además de haber lastimado a alguien que estimaba, no haberse llevado consigo la foto de su madre. Una única oportunidad que no había sabido aprovechar en su momento, tras no saber a lo que se enfrentaría después.
-¿Mal de amores otra vez, Pyrus? –El esqueleto se sobresaltó tras no haber notado la presencia de la arácnida a lado suyo. Concluyendo a sí mismo que el tema le estaba carcomiendo más de lo que había contemplado. –Fuhuhuhu, eso es un sí.
-¿Y A TÍ QUÉ TE IMPORTA? –Contestó molesto tras dar un paso hacia atrás, notando tardíamente que su propia pregunta empeoraba aún más el malentendido. –NO, NO ES LO QUE CREES.
-En esta casa soy quien mejor te conoce, tontito. –Canturreó Muffet con voz triunfal al final. Por lo visto, le había traído una charola con alimento que aun no se había atrevido siquiera a tocar por sus propios malestares. Pero con tan solo verlo, su estómago gruñó en protesta de negarle tal cosa. –Supongo que eso significa que ya superaste a la anfibia. Bien por ti.
-SOLO SABES SACAR TUS PROPIAS CONCLUSIONES, ¿CIERTO?
-Supe que hace relativamente poco te topaste con ella y que se enfrentaron. –Continuó ignorándolo por completo. Muffet le puso la charola en las manos, aun cuando a ella le sobraban manos para sostener semejante cosa. –A lo que entendí, está aliada con el Gran Don. Eso debió ser doloroso para ti.
El esqueleto gruñó en el mismo tono que lo hizo su estómago, resignándose en aceptar dar un mordisco al muffin con moras que le había entregado. Siendo sincero consigo mismo, nunca se había detenido en pensar la situación tras tantas cosas ocurridas en su vida y en tan poco tiempo para poder procesarlas individualmente. El hecho de ver a Undyne después de tanto tiempo… rompiendo todo en lo que había creído sólo por querer cumplir su venganza… era una total decepción.
Entre los dos, ella era una digna oponente de la que podría lograr superarse, aun cuando le fuese absurdo en sus adentros que una mujer lo lograse. Pero ahora, se había vuelto una más del montón de un sector que no favorecía a nadie. Y ella más que nadie debía de saber eso. Ella más que nadie en el mundo debería de detestar esa cruel realidad como para siquiera permitirla en su propia vida. La cereza de ese pastel amargo, era precisamente el hecho de estar formando alianza con el Gran Don. Nada bueno podría resultar de eso, pero no estaba seguro de querer hacer algo al respecto salvo defenderse en caso de volver a enfrentarse.
Cabello corto, un ojo faltante, trabajando para la mafia más peligrosa de todas… Vaya que esa anfibia enérgica había cambiado demasiado. Y tal vez era lo mismo en su caso, sólo que no podía notarlo por cuenta propia. Por lo pronto, sólo se sentía como un sujeto desagradable que había hecho algo impuro con una chica inocente.
-¿Y bien? ¿No piensas llamarle a tu princesita del sindicato? –La pregunta de Muffet le hizo aterrizar en su realidad. Una en la que seguía sin apartarse del teléfono. –Si quieres indícame cuál es el número y lo hago por ti, huhuhu.
-RETÍRATE.
-O debe gustarte mucho, o debe intimidarte demasiado para que no le estés llamando en este momento. –Señaló la arácnida sin darle importancia a su tono de advertencia. Robándole uno de los muffins que ella misma le había traído y preparado para que ingiriera algo. –¿Acaso el Gran P ha sido debilitado?
-¡QUE NO ES NADA DE LO QUE PIENSAS! –Exclamó cada vez más molesto. Definitivamente no le dejaría en paz hasta saber los hechos. Maldita entrometida. –SERÍA FELIZ SI NUESTRO COMPROMISO FUESE ANULADO.
-Pero ella no ¿cierto?
Papyrus se quedó callado en ese instante. Ese era justamente el problema. Sin importar lo que hiciera, todo la lastimaría ahora que conocía con claridad cuáles eran sus sentimientos. Aun cuando no habían necesitado de palabras para entenderlo. Y eso sólo lo hacía sentir mucho…
…peor.
El esqueleto resopló de frustración, notando que en menos de un segundo había dejado de ver a la arácnida entrometida, para ahora aparecer en otra parte completamente alejada de su casa. Aparentemente en un salón donde sólo había un conserje de bigote esponjoso que se le había quedado observando con sorpresa tras no saber siquiera cómo procesar su aparición. Yéndose muy poco después sin palabra alguna y dejando al menor de los Gaster con una frustración en aumento y una escoba a medio barrer.
Ya era la tercera vez en la semana que le pasaba. Tenía que aprender a controlarlo lo más pronto posible, o de lo contrario podría aparecer en peores lugares cada vez.
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Al contar con muy poco tiempo día con día, Fuku había tenido que cambiar sus rutinas con tal de no verse sospechosa en ningún lado. No quería repetir aquel encuentro casi temeroso que había tenido con el hermano menor de Sans, ni mucho menos con algún otro delincuente de ese tipo que atentara contra su propia integridad. En verdad que había corrido con suerte de que aquel esqueleto no tuviese intenciones de delatarla, pero estaba más que segura de que no sería algo que se repitiera. Sobre todo si se encontraba con el resto de la familia que claramente harían algo al respecto.
Por lo mismo era que aprovechaba los puntos muertos dentro de sus horarios de clase, observando con mayor detenimiento el barrio donde vivía en su papel de estudiante rumbo a su casa que claramente no era el caso. Debía reconocerse el hecho de no haber gastado todo el dinero que había logrado sacarle a Sans, ya que con ello había logrado sobornar en casos extremos a uno que otro niño para brindarle mayor información. Comprobando aún más su teoría de que los adultos recientes eran unos completos tontos por subestimar siempre a los menores. Aquellos ojos y oídos que claramente comprendían muchas cosas que los mismos viejos ignoraban. Un niño monstruo huérfano, el cual su primera descripción a simple vista era que no contaba con brazos, le había dado un par de pistas interesantes. Las cuales, una vez más se encontraba revisando para tratar de conectar más cosas de lo obtenido.
Fuku se encontraba en su recámara con varias anotaciones suyas, las cuales estaban dispersas en toda su cama para no perder de vista a ninguna conforme seguía en su tren del pensamiento. El niño había mencionado que, además de dejar en claro su fanatismo por la señorita florista que emparejaban con el vago de Sans, los Gaster contaban con un punto ciego donde ninguno hacía acto de presencia al grado de que era sencillo que todo pudiera pasar por ahí. Y ese era precisamente el orfanato.
Un orfanato lo suficientemente apartado para no sentir ni lástima por los pobres niños monstruos que apenas y contaban con alimento para sobrevivir. A los Gaster muy seguramente no les importaba esa parte por no poder sacarles nada, además del hecho de estar tan apartado de la civilización de Snowdin que casi podría dejar de considerarse parte del barrio. A la policía claramente no les importaría en lo más mínimo tras ser niños monstruos sin familia que fácilmente podrían dejar que se muriesen de hambre para ser una menor carga. Y además, era una zona bastante compacta para realmente querer moverse por ahí, ya que solo había un modo para entrar y salir.
Fuku gruñó tras acomodar sus apuntes. Era tan obvio lo que estaba pasando por ahí, que le entusiasmaba su propia astucia y le enojaba al mismo tiempo que la autoridad o lo que fuera que gobernaba la zona, fuesen unos completos imbéciles. Era una zona a orillas de Waterfall que a nadie parecía importarle y variados menores desaparecidos que estaba segura de que al menos unos tantos estaban reportados y que sólo ignoraban. Solo había un modo de entrar y casi nadie se percataba de las salidas. Las piezas encajaban a la perfección.
La pregunta que ahora tenía era: ¿por qué Skate habría pasado por ahí? O más bien, ¿cómo habría sido que la hubieran llevado hasta ahí? El niño monstruo comentó no haber visto a nadie con sus facciones, pero eso no descartaba su hipótesis de que en esa parte hubiese desaparecido al contar con las palabras del esqueleto alto sobre estar vigilando ciertas zonas. Tal vez debería de preguntarle a más niños huérfanos para aumentar su panorama, antes de querer investigar por su cuenta esa zona sin correr tanto riesgo.
-Fuku. –La voz de su tío había sido aviso suficiente para comenzar a guardar todo con prisa, antes de que abriera la puerta. –La comida ya está lista.
-¡Ya voy!
-¿Estás ocupada con algo? –Sin aviso previo, su tío había abierto la puerta para ver cómo se encontraba. La chica apenas y pudo tener todos los papeles acumulados en sus manos, lo cual estaba a la vista y atención para mala suerte suya. –Oh, ¿estás haciendo tarea?
-Ahh… Si, es una tarea complicada que me dejaron en la escuela.
-¿Algo con lo que pueda ayudarte?
-No, gracias. –Puso las hojas en sus piernas con tal de cubrir lo suficiente de sus escritos. –Tengo que hacerlo por mi cuenta.
Aumentando su tensión y la mala suerte suya, su tío se había acercado a ella y sentado a lado suyo sin invitación previa. Detestaba que se tomara la confianza en su propia habitación, pero debía recordarse que ella era quien vivía en su propio techo. Había ciertas cosas que no podía exigir después de todo.
-Vaya, no cabe duda de que estás creciendo muy rápido. –Le acarició la cabeza mientras esbozaba una sonrisa de orgullo. Fuku se enfocó mucho más en no verse sospechosa con las hojas acumuladas en sus manos. –Me alegra de que al fin te estés tomando con seriedad tus estudios.
-Yo siempre me tomo todo con seriedad. –Le molestó que le hiciera esa clase de observación, ya que la razón siempre era la misma. –Si lo que quieres es reprocharme una vez más por querer formar parte del movimiento…
-No es un movimiento, Fuku, son asuntos políticos que sólo quieren multitud a su favor. –El bartender le interrumpió al mismo tiempo que borraba su sonrisa. –Querer jalar a menores en tales manifestaciones sólo lo hace una causa desesperada y sin sentido.
-¡Claro que tiene sentido!
-No, no la tiene. Si realmente les importara su futuro, se enfocarían en protegerlos y no en exponerlos a esa clase de peligros. –Pese al tono serio de su voz, no quitó su mano de su cabeza, aunque ya no la estaba acariciando como segundos antes. –El mejor modo de obtener justicia y libertad, es estudiando para ser un mejor ser para el mundo.
-Y si tanto crees eso, ¿entonces por qué sigues trabajando para mafiosos? –Tío Grill estuvo por argumentarle algo que sin duda alguna sonaría a excusa, por lo que Fuku apartó su mano y se puso de pie en el instante. Tenía que tomar distancia suficiente para evitar el riesgo de que viera algún apunte de su parte. –Los Gaster te toman en cuenta como un elemento a servicio de ellos. Eso te hace un cómplice de sus fechorías.
Por más que quisiera a su único familiar que le quedaba, no había día que no le frustrara ese hecho. ¿Cómo demonios se atrevía a reprocharle por querer ver por su futuro, cuando él apoyaba de alguna manera todo lo que empeoraba la vida de un monstruo? Y habría esperado cualquier reacción negativa de su parte por habérselo mencionado, pero en su lugar, le sonrió de tal manera que le desconcertó lo suficiente para olvidar por unos segundos su urgencia de ocultar su investigación.
-Reconozco que mi relación con los Gaster es un riesgo, pero ya que los mencionaste, debo admitirte un par de cosas antes de que los sigas juzgando abiertamente. –Puso sus manos hacia atrás, recargándose en la cama con demasiada tranquilidad para su gusto. Eso sólo le hacía sentir que si bajaba la guardia en cualquier momento, su tío se daría cuenta de lo que fuera. –Obtener alcohol es muy difícil hoy en día dado su prohibición en casi todo el país, así que no solo gracias a ellos puedo negociar la mercancía sin la intervención de autoridades que sólo empeorarían las cosas, sino que el propio Sans es quien te paga la escuela.
-¡¿Qué?! –Aquella noticia casi hizo que dejara caer las hojas. –¿Cómo…?
Rápidamente le llegó el recuerdo del reclamo que le había hecho aquel esqueleto flojo sobre descuidar sus estudios. ¿Entonces sí tenía algún derecho para reprocharle? Eso le molestaba todavía más, pero a su vez, le preocupaba de varias razones que no había contemplado antes.
-Entonces… ¿eres cómplice de ellos por mi?
-No realmente. Sans es mi mejor amigo, y aunque sea un cabeza hueca que se toma mi mercancía con total confianza, le importas también tú. Ni siquiera le pedí que lo hiciera. –Se encogió de hombros tras mencionar lo último. –Me alegra que tu brújula moral sea mucho mejor que la que tuvimos tu padre y yo a tu edad. Me hace sentir esperanzado de que mi pasado no afectará tu futuro, porque si hay algo en lo que estamos todos de acuerdo, es que tú formarás parte de algo mucho mejor si estudias. Así que, por favor, no sigas a figuras políticas que solo siguen sus propias ambiciones. Deja huella marcando la diferencia.
Fuku sabía que su tío le hablaba con total sinceridad, que realmente le importaba su seguridad al grado de luchar por una calidad de vida suficiente para ambos. Pero también que, por más amable que siempre fuese con ella, jamás le comprendería la frustración que experimentaba día con día en esas cuatro paredes llamadas escuela. Tan sólo era un sistema creado para prepararla como ser sumiso para los siguientes líderes, así que, ¿por qué estaría mal manifestarse en contra de todo eso? ¿Por qué estaría mal de su parte mostrar su enojo ante tantas injusticias que le imploraban conformarse con las migajas que le dejaban? Tener el privilegio de poder asistir a una escuela no ayudaría en nada, cuando miles de monstruos de su edad no contaban con una oportunidad así. Su amiga Skate era muestra de ello, y una razón más para querer encontrarla como dé lugar.
-En un momento voy. –Comentó Fuku al final, sabiendo lo cortante que estaba siendo con la conversación que luego le daría lugar para procesar. –Tengo que terminar mi tarea antes de que se me olvide todo.
-De acuerdo. –Su tío le sonrió, muy seguramente por creerse la idea de que le había transmitido una buena inspiración para tomarse en serio la escuela. Que le perdonara por hacerle creer eso. –Sólo no tardes.
Esperó a que su tío se parara de la cama y se fuera para poder volver a revisar sus apuntes, no sin antes permitirle que le acariciara nuevamente la cabeza de modo paternal. Aunque su atención fuese tan poco ahora para que sólo se enfocara en el último apunte que había hecho antes de que su tío entrara. El orfanato, si era un punto ciego para los mismos mafiosos, eso significaba que podría ser más peligroso si se atrevía a pasar por ahí por cuenta propia. Aún le faltaban varias cosas para garantizar sus propias conjeturas, pero cada hora que pasaba, era un mayor riesgo de no volver a ver a su mejor amiga nunca más.
Tal vez podría tener un mejor panorama, si se ponía a investigar alguna similitud entre todos los desaparecidos. Debía haber algún patrón en todo eso, además de tratarse de menores de edad.
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Frisk podía contar los días transcurridos con tan sólo contemplar el florero en la distancia que poco a poco dejaba de tener espacio suficiente para más. Tiempo en el que una flor nueva le daba los buenos días en su ventana antes de que pudiera levantarse por completo, pero que sólo la impacientaba aún más por significar de alguna manera que seguiría sin ver al esqueleto que le regalaba tales cosas. No era su intención quejarse de tales detalles que le sacaban una sonrisa constante, pero extrañaba tener las conversaciones habituales nocturnas que sólo consistían en acompañar al otro. ¿Qué estaba pretendiendo Sans con todo eso?
Pese a la distracción que resultaba para ella, tenía que admitir que además de poder mantener su pasatiempo favorito consigo, le gustaba leer su letra constantemente. Pareciendo que ahora coleccionaba sus "buenos días, bonita" que le hacían ser consciente de su rubor sobre sus mejillas todas las mañanas. Sin contar las risas burlonas de algunos conejos que seguramente estaban escuchando más allá de lo que ella misma podría expresar en voz alta. Cosa que le incomodaba de sobremanera sin saber cómo poder evitarlo. ¿En qué momento se había vuelto tan sonora para todos los habitantes de la casa?
Tras leer el más reciente que le había llegado, lo guardó consigo para no tener que seguir pensando en eso ahora que debía de apoyar con la preparación de la comida. Le había comentado alguna vez a Sans sobre que las flores eran para ella una comunicación silenciosa, pero tal vez había malinterpretado sus palabras al respecto.
-Buenas tardes, Shyren. –Comentó en cuanto se percató del aroma intenso de la sirena, acercándose a la cocina en busca de alimento seguramente. –Últimamente te estás levantando muy tarde. ¿Estás bien?
-¿Cómo sabías que era yo la que se estaba acercando? –Preguntó con algo de sorpresa antes de que la chica se girara para verla. –Descuida, sólo he estado algo cansada.
Frisk pudo notar su nerviosismo, pero no le insistió más al no ser asunto suyo. Shyren era la única en la casa que respetaba su privacidad y que mostraba mayor empatía a su manera. Por lo que haría lo mismo con ella en agradecimiento.
-¿Quieres lo que quedó del desayuno o lo que estoy preparando para la comida? –Cambió el tema mientras se regresaba a lo suyo. –Puedo calentarlo cuanto antes o apurarme para lo segundo.
-No te preocupes, puedo hacerlo yo también. –Notó que se acercaba a ella y en efecto, comenzaba a tomar algunos utensilios con intención de apoyarle con los alimentos, aunque claramente no tenía ni idea de qué se necesitaba hacer. –Por cierto ¿has visto a Ronnie?
-No desde la mañana.
-Bien…
Aunque dijera eso, no se escuchaba para nada bien. Pero en verdad no quiso meterse en sus asuntos si no daba pauta para una conversación, aunque Shyren no era precisamente parlanchina si parecía más bien que siempre evitaba hablar más allá de tres oraciones. No obstante, le parecía extraña su actitud durante la comida además del olor fuerte que irradiaba a lo que acostumbraba. Era como si se hubiera envuelto en varias algas que no estaban a simple vista por más que la observaba desde su asiento.
Dejando eso a un lado, continuó con sus propios asuntos en calma hasta que llegó la noche. Metiendo a Flowey de vuelta a la recámara ante la ausencia de luz solar y queriendo dejar la ventana abierta ante la posibilidad de una nueva flor dándole la bienvenida a un nuevo día. Pero en lugar de prepararse para dormir, terminó dejando que el resto de la casa descansaran mientras ella se preparaba un té ante la ausencia de sueño. Colocándose en la cocina por un momento para degustar la taza humeante mientras no paraba de observar el ahora ramo de flores distintas que estaban situadas en el florero improvisado.
¿Qué debía de esperar con todo eso? Las acciones de Sans siempre le habían parecido extrañas, pero a diferencia de esas veces, ahora le parecían gestos agradables de los que sólo terminaban confundiéndola aún más. ¿Cuánto tiempo tendría que esperar a que el esqueleto fuese claro con palabras? ¿O acaso sería así todo el tiempo? No le parecía del todo alegre tener que sumarlo a sus múltiples incógnitas.
El reloj cercano le indicaba una y otra vez que ya debía de irse a dormir desde hace varias horas, pero un extraño ruido le hizo ignorar esa advertencia. Subiendo las escaleras en el instante y dejando su taza a medio tomar por culpa de sus constantes incógnitas que no le llevaban a nada lamentablemente. Y parecía que aquel ruido tampoco, ya que no había logrado ver nada una vez que se situó en el punto que le había parecido que había provenido. Pero antes de que pensara que se trataba de una falsa alarma, escuchó uno nuevo que le hizo girarse abruptamente al notar que provenía del techo. Ni siquiera se la pensó demasiado al dirigirse inmediatamente ahí, aun cuando fuese consciente de estar con pijama y sin algo que la cubriera del frío. Era una gran ventaja que aún no estuvieran habilitando el cabaret mientras estuvieran en reconstrucción, ya que aquello facilitaba poder escuchar mucho más sin toda la música o clientes borrachos.
-¿Sans?
El esqueleto sobresaltó un poco, teniendo su ojo azul alumbrando el lugar en cuanto se giró hacia ella. Por lo que podía notar en el cielo, no faltaba tanto como creía para que amaneciera. Confirmándole el hecho de no haber dormido nada por estar con constantes preguntas por culpa de las flores tan similares a las que Sans sostenía en ese preciso momento.
-¿No podías esperar un par de horas más, bonita? –Se burló un poco, bajando un poco el par de flores que tenía consigo y dejando de alumbrar con su ojo azulado.
-No si sólo ibas a dejarme una flor. –Pese al momento, Frisk no pudo hacer nada más que sonreír con algo de timidez. –Gracias, por cierto.
Sans se limitó a guiñarle una cuenca en respuesta, pero tras ello no hubo muchas palabras entre ellos ante una timidez mutua a causa de la última vez que se habían visto. Frisk le había confesado sentirse de algún modo atraída hacia él, pero su respuesta tras ello fue su ausencia presencial y flores en cada mañana junto a la ventana más cercana a ella. Si eso era un cortejo, no le parecía del todo mal, pero al menos había esperado algo mucho más claro de su parte si contaba con su total disposición de ser sinceros entre ellos siempre. Lo que menos quería era que le dejara sola.
-Bueno, ya que no esperaste a que saliera el sol, te entrego esto de una vez.
Soltó Sans para romper el silencio, metiendo su mano en su saco para entregarle algo más aparte de las dos flores que parecían recién cortadas. ¿De dónde las sacaba? En verdad le gustaría saberlo.
-¿Un cuchillo de cocina? –Preguntó Frisk en cuanto lo sostuvo junto con las flores.
-Es una daga vieja que le perteneció a tu padre. –Frisk ahora dejó de ver al utensilio oxidado para verle a él en búsqueda de más explicaciones. –Es lo que Muffet sacó de su tumba, por eso lo sé. Debí dártela desde hace tiempo, pero pasaron muchas cosas, ya sabes.
Frisk no dijo nada tras eso. Pese a saber esa verdad de su existencia, seguía sintiéndose extraño para ella. ¿Cómo poder procesar el hecho de haber estado siempre cercana a vínculos mafiosos? ¿Qué debía sentir de un completo extraño para ella pese a ser parte de su sangre?
-El viejo reconoció esto. –Señaló una de las caras de la hoja. En efecto, parecía que había algo grabado. –Al parecer, en japonés es así como se escribe "Saito". Pero no sé lo que significa el otro lado.
-Me recuerda a la escritura de la botella que llevaste aquella vez. –Comentó mientras giraba un poco la daga en busca de algo que tuviera sentido, pero aunque se tratara de ascendencia japonesa, no significaba que pudiera entender esa clase de cosas. Para ella, tan sólo parecían unos garabatos rectos y precisos.
-Y hablando de, ¿sabías que el apellido Saito tiene un significado?
-¿En verdad?
-Sí, y va a gustarte. Es una flor. –Frisk tuvo que reconocer en sus adentros que eso le había impresionado. Girándose nuevamente para contemplar a Sans. –Tuve que investigarlo en la biblioteca de aquí y es una flor japonesa morada. Tiene un nombre muy raro pese a su traducción.
-Wisteria.
-Sí, ¿cómo…?
Frisk no respondió tras tener muy presente la imagen del árbol situado en las tumbas de sus aparentes padres biológicos. Sabía que aquellas ramas delgadas significaban que brindarían flores en una buena temporada y con insistencia, pero le sorprendía aún más saber la respuesta a eso por un vago recuerdo que le había llegado en ese preciso momento. Nunca había visto esas flores por su cuenta, pero sabía sobre ellas como muchas otras por las explicaciones que le había dado Asgore Dremurr en su momento. Él le había hablado de esas flores, mencionándole que eran japonesas, su significado y cuidados especiales. Y pensar en eso sólo hizo del momento una tenue amargura que no tenía intención de mantener.
Aunque, ¿por qué habría ese árbol en la tumba? ¿Acaso lo habían plantado ahí sabiendo el significado? ¿Quiénes lo habrían hecho? Tenía que reconocer que le daba curiosidad ver esas flores en cuanto tuviese una mejor oportunidad. Queriendo ver el bello paisaje que sin duda alguna pintaría el suelo con un bello color morado que le hizo calmarse en el instante.
-Es algo curioso, tu apellido también me recuerda a una flor morada. –Mencionó Frisk mientras colocaba a un lado la daga, concentrándose aún más en observar el par de flores que se trataban de margaritas. Como si fuese un chiste que sólo ella pudiera entender su ironía y gracia. –A las aster.
-¿En verdad hay flores que se llaman así? –Por el tono del esqueleto, debía de estar sorprendido.
-Si, y se parece algo a estas. –Levantó el ramo improvisado, como si tuviera que dejar en claro su punto pese a no ser necesario. –Es la flor de la elegancia, así que supongo que queda muy bien con ustedes. Con eso de que siempre van bien vestidos.
-Entonces, ¿eso hace de nuestros apellidos juntos un arreglo floral?
-Si, supongo que sí. –Frisk rió un poco con esa observación. –Un arreglo de flores invernales para ser precisos. Ya que ambas comienzan a surgir en… invierno.
Comenzó a disminuir el tono de su voz conforme el esqueleto le había sujetado suavemente de su mejilla. Acercándose lentamente hacia ella con una mirada que le hizo abrir en grande sus ojos como respuesta ante lo inesperado. ¿Acaso algo de lo que había dicho le había hecho actuar así? En ningún momento tuvo intención de retroceder pese a la timidez que le generaba tal acción. Pero al momento de ver que el esqueleto se había detenido y retrocedido rápidamente, Frisk terminó aún más confundida, bajando las flores por completo. No se lo había imaginado ¿cierto?
-Sans, ¿estás intentando besarme otra vez?
No recibió una contestación en el instante, pero algo le decía que el cráneo colorado del esqueleto era suficiente respuesta.
Una parte de ella estaba dispuesta a darle el espacio que necesitaba, sin apresurarlo a nada si se estaba sintiendo incómodo con todo. Pero una mayor parte de su ser, le indicaba que si no se hacía algo al respecto, estarían en las mismas, sin llegar a nada salvo a un rodeo sin fin. Y francamente no le agradaba para nada estar en lo mismo una y otra vez. Ya le era demasiado exasperante que su vida entera fuera un rompecabezas del que aún no terminaba de encontrar todas las piezas faltantes. Sin saber su propia identidad como para que tenga que cuidar las de otros sólo por no ser capaces de hablar con sinceridad.
Por más que quisiera respetar las tradiciones o costumbres de la ciudad, así como el espacio individual del modo de ser de algunos citadinos, tenía que ver por ella misma primero y ello tendría que ser poniendo a un lado todo lo demás. Y el único modo que ella conocía, era justamente hablando con franqueza. Por lo que pondría a un lado todo lo que le habían advertido o enseñado en cuanto al tema, aun cuando el mismo esqueleto le había indicado que no quería hablarlo en su momento. Tal vez no era un hombre para entender qué tan cierto o no era que no se pudiera hablar de ciertas cosas con ellos, pero Sans siempre le había dado libertad de poder hablar al grado de argumentar que le agradaba lo que fuera a comentar.
Y además, era firme en que asumiría las consecuencias de sus propias decisiones. Esta no sería la excepción.
-Cuando te pregunté si yo te gusto, me dijiste que no querías darme una respuesta y lo respeté. Pero acciones como esta sólo hacen que me confunda en qué es lo que quieres realmente de mí. –Pese a que el esqueleto no la observaba por una evidente pena de sus acciones, Frisk permaneció intacta, observándole con algo de insistencia si debía admitirse a sí misma. –¿Acaso sólo soy un capricho tuyo?
-¿Qué? ¡No! –El esqueleto se giró rápidamente para observarla con ligero temor. –Quiero decir... si, si me gustas, pero... Yo...
¿Cómo era posible que un rostro esquelético (si es que realmente se le pudiera llamar así) se pusiera de un azul tan intenso? Por más que lo pensara, no cabía duda que nunca comprendería cómo era que funcionaban los cuerpos de los monstruos esqueletos. No obstante, prestó más atención a las palabras que pudiera decirle Sans en adelante. Pero en su lugar sólo soltó un gruñido, reflejo de su malestar consigo mismo. De alguna manera, le recordaba a aquella vez donde le había reprochado por estar defendiendo de alguna manera al señor del parque que le había golpeado. Así que en su experiencia, ese era su modo de demostrar que estaba inconforme con algo.
Fue lo suficientemente paciente, brindándole algo de espacio dentro de su silencio incómodo. Pero Sans tan sólo soltó su típica sonrisa como si pretendiera hacer tiempo con eso. Al menos no parecía tener intenciones de desaparecerse sin previo aviso, por mucho que su inusual timidez dictara lo contrario.
-Esperaba hacer de este momento algo más romántico, je... –Su vista no estaba realmente hacia ella, pero aun así estaba de frente sin dar ni un paso más hacia atrás. Eso de alguna forma le calmaba. –Supongo que nunca se puede hacer algo a la perfección.
-No tiene que ser así. Yo solo quiero que hables conmigo con sinceridad.
Sans soltó una risa de cortesía. ¿O se trataba de una risa nerviosa? Frisk no supo qué más hacer salvo mirarle fijamente, esperando poder obtener algo más coherente que eso. Por lo menos, finalmente había escuchado que si estaba atraído hacia ella y no que se trataba de alguna alucinación o juego donde varios pretendían hacerle creer tal cosa, pero seguía sintiéndose raro. Aunque si debía de ser sincera, no tenía una expectativa precisa o un panorama en el cual basarse sobre qué era normal o no en situaciones así. ¿Tenía que hacer algo ella de su parte? ¿Tenía que esperar a algo más? ¿Qué seguía después de eso?
-Vaya, creo que soy terrible cortejando para que te lo estés preguntando todavía. –El esqueleto se limitó a cerrar sus cuencas antes de suspirar con cierta resignación y hablar en voz baja. –O más bien, haz de pensar que soy un maldito cobarde.
-Más bien pienso que te complicas demasiado siempre. –Dejó de observarle al sentir que nuevamente no podría obtener nada más de eso. –No entiendo por qué no querías hablarlo conmigo, cuando desde que nos conocemos, hemos sido claros el uno con el otro.
Sans no parecía tener un argumento por darle, o al menos, no uno en el mismo idioma. Escuchándole murmurar para sí mismo como si necesitara escucharse a sí mismo en lugar de aclararse con la chica a lado suyo que no contaba con la paciencia suficiente para seguir con lo mismo. Frisk tan sólo suspiró con exasperación antes de seguir hablando.
-Per favore… –Soltó Frisk sin saber si lo había pronunciado bien. Aunque lo hubiese practicado con Don Gaster y repetido constantemente con Flowey al grado de tenerlo harto con la frase, parecía que había sido lo suficientemente entendible para que Sans parara de murmurar y se girara inmediatamente hacia ella. – …parlami in… inglese.
Sabía que había dado demasiadas pausas para poder pronunciar aquella oración, pero no se comparaba con la silenciosa que ahora estaban teniendo entre ambos, preocupándose mucho más por si tal vez había dicho algo diferente a lo que pretendía pedirle. ¿En el italiano habría palabras similares? ¿Acaso Don Gaster le había enseñado palabras diferentes a lo que había querido? No se lo había cuestionado hasta ahora y muy seguramente se estaba viendo como una tonta justo ahora.
-Ah… No sé si lo pronuncié bien, p…
No pudo terminar de hablar tras la cercanía tan brusca del esqueleto, sellando toda excusa absurda que pudiera soltar en el instante, para dar paso a algo mucho más grande que la mantuvo paralizada de la sorpresa. Sintiendo sus dientes sobre sus labios en un rápido movimiento que no le había permitido poder procesar en el instante lo que había pasado, hasta el momento en que Sans se apartó lentamente mientras seguía sujetándola suavemente de los hombros. Observándole con un brillo completamente nuevo para ella que le hizo ruborizarse tardíamente conforme comprendía lo que acababa de pasar.
Frisk sentía que debía decir algo, pero las palabras no salían con fluidez tras entreabrir sus labios que aún se sentían cálidos tras el inesperado tacto. Y por la forma en la que Sans le observaba, parecía que estaba en una situación similar pese a ser quien había iniciado todo. ¿Estaba emocionado? ¿Apenado? ¿Su corazón estaría latiendo tanto como lo estaba el de ella justo ahora? Ni ella misma sabía explicarse esas preguntas hacia ella, conteniendo el esporádico impulso de tocar sus labios que estaban ansiosos de querer encontrar respuestas que no podrían darse de la única forma que, hasta hace unos segundos, conocía.
-... nuevo. –Frisk apenas y pudo soltar un susurro. –Ha... Hazlo de nuevo.
-¿Q...?
-Por favor, hazlo otra v-vez.
El simple hecho de atreverse a pedir algo así, le hizo sonrojarse aún más conforme el tacto del esqueleto sobre sus hombros reflejaban la misma sorpresa y emoción que irradiaban sus cuencas iluminadas. ¿Debía retractarse por su propia petición? ¿O debía de ser ella ahora quien se atreviera a besarlo sin permiso requerido?
Con tan sólo pensarlo se sintió aún más paralizada, por lo que agradeció de alguna manera que Sans cumpliera su petición sin más palabras entre ellos. Acercándose lentamente ahora y haciendo que ambos cerraran sus ojos al momento de retomar algo que nunca creyó posible que no le hiciera retroceder en respuesta. Su parálisis en un momento como ese no sería bueno, ¿o si? ¿Tenía que hacer algo con las manos? ¿Dónde se supone que debía poner las suyas? ¡¿Qué se supone que se hace en casos como ese?!
Al momento de volver a separarse, parecía que su nerviosismo estaba siendo evidente, porque Sans le observó con algo de preocupación.
-¿Acaso lo estoy haciendo terrible o...?
-N-no es eso. Es solo que no sé qué hacer con mis manos. –Admitió Frisk completamente apenada. Sintiendo su cara arder cada vez más conforme soltaba las palabras. –No sé si deba colocarlas en alguna parte o...
No pudo siquiera terminar su propia oración por la vergüenza que le daba admitirlo. El esqueleto rompió en risa con su comentario, lo que ocasionó que la chica se sintiera incómoda nuevamente y quisiera retirarse de golpe por no saber cómo manejar la situación. Pero antes de que siquiera lo pensara con seriedad, Sans le había tomado de las manos que aún no soltaban las margaritas, con dulzura y suavidad, colocándolas lentamente sobre sus propios hombros, como si con ello le encaminara a que podría apoyarse en él conforme se acercaba nuevamente hacia sus labios. O al menos eso terminó haciendo sin recibir una indicación más clara, sintiendo cómo él la tomaba de la cintura ahora conforme daba paso al nuevo contacto, justo como la primera vez que se conocieron. Justo como el primer momento en el que coincidió el uno con el otro y no quisieran separase nunca más.
Y tras ello, las preguntas en su mente cesaron, sin poder presentarse para agobiarla como frecuentemente lo hacía la incertidumbre. Como si hubiera mandado todo al carajo al no dar paso a nada más salvo a la sensación indescriptible que le estaba generando estar besando al esqueleto por tercera vez en un mismo día, en un mismo instante. Sin darse cuenta de que sus propios impulsos la habían llevado a rodear el cuello del esqueleto con sus brazos, apegándola más a ella pese a no ser necesario, pero dándose cuenta de que Sans había respondido a su impulso con una brusquedad que nunca había tenido con ella antes. Empujándola hacia la pared con todo su cuerpo, sin despegarse de ella como si ansiara demasiado fusionarse con ella. Y tal vez eso le habría intimidado en otro tipo de circunstancias, pero aquello le había hecho acelerar su corazón aún más de lo que ya estaba.
Tal vez debía detenerlo, pero su cuerpo no parecía coincidir con eso. Tampoco su mente sabía decidir si aquello era falta de sentido común o ansias de querer averiguar a qué más podría llegar. Y la respuesta a eso vino tras abrir aún más su boca para dar paso a algo que no creyó posible que pudiera sentir, considerando el hecho de que estaba besando a un esqueleto monstruo cuya anatomía seguía sin entender. ¿Acaso eso era una lengua? Quiso apartarse un poco para poder verlo por su cuenta, pero en respuesta, el esqueleto aceleró el beso con un ruidoso suspiro, siendo indicador suficiente para olvidar sus constantes preguntas y permitirle seguir adelante. Siéndole extrañamente adictivo estar sintiendo una lengua contra la suya.
Después de un rato, lentamente Frisk tuvo que romper el beso ante la necesidad de algo de aire. Notando entre esos dos centímetros que le separaban que las ansias del otro eran innegables ahora y que deseaban continuar, pero a diferencia de ella que dependía de su propio aliento para vivir, para el esqueleto no parecía haber tiempo para eso. Dejando en claro sin necesidad de palabras lo tanto que quería seguir e intrigándole ese hecho, pero teniendo que colocar su frente contra la suya para pedirle de esa manera una pausa más que necesaria para poder procesar lo que estaba ocurriendo entre ellos. Su corazón no paraba de latir con tal intensidad, que por ese momento podía cuestionarse el hecho de que pudiera salirse de su pecho si no hacía algo para calmarse. Incluso se sentía un poco mareada tras no ser consciente de sus propios pies en ese momento.
Sans todavía la tenía abrazada de la cintura, aun cuando no fuera necesario tras tenerla contra la pared. Podía notar en su respiración, su propio debate sobre si insistir en seguir adelante o frenar de una buena vez como le indicaba Frisk con sutiles gestos ante la ausencia de palabras por el momento. Y el hecho de verlo tan inquieto por ella, le gustaba más de lo que quisiera admitir.
-Je... –Sans parecía recuperar el aliento mucho más rápido que ella, por lo que podría atribuirse a algo típico de un esqueleto, por su experiencia como músico, o simplemente era algo más que no comprendía y estaba pensando demás. –Supongo que esta vez sí salió bien.
-S-si...
Pese a la breve conversación, ninguno parecía tener intención de separar el abrazo que tenían. Por lo que ella tuvo que tomar iniciativa de separar sus frentes y dejar de rodearlo con sus brazos para nuevamente colocar sus manos sobre sus hombros, contemplándose el uno al otro tras lo que acaban de hacer. Sans de igual manera había dejado de tener sus brazos rodeándole su cintura, pero tampoco parecía querer soltarla del todo, sintiendo cómo sus huesudos dedos insistían en no separarse de ella en absoluto.
-¿Debería... quedarme?
La pregunta de Sans había sido demasiado extraña para ella. No por el hecho de aparentar requerir un permiso innecesario de su parte en un lugar del que claramente no le pertenecía, sino porque el tono de su voz parecía querer estar preguntando algo más que no lograba captar. Incluso parecía ser un poco sugerente.
-Creo que es algo tarde, así que...
Frisk no supo cómo terminar su oración tras no tener las palabras adecuadas en la punta de la lengua. Como si Sans se las hubiera robado con todo y aliento y todavía tuviera que estabilizarse y procesar muchas cosas, por lo que tardó en percatarse de que tal vez, Sans le estaba preguntando de esa manera si le había gustado o no lo que acababan de hacer y le cuestionaba sobre si lo quería lejos o no tras eso. ¿Qué no podía escuchar su corazón latir con demasiada intensidad? ¿O notar el calor de su rostro que ella misma sentía? Era muy probable que sí.
Pero tal vez Sans necesitaba escucharlo. ¿Ahora podría comprenderla en lo exasperante que era no tener respuestas claras?
-Entonces, buenas noches, bonita. –Se le adelantó Sans antes de que ella pudiera decir algo más. Quitándole suavemente las flores que aún sostenía para colocarlas ahora entre su cabello. –Creo... que estaré ansioso por verte pronto.
-Igual yo. –Admitió en el instante.
Parecía ser la respuesta que necesitaba para sonreírle y suspirar de forma tranquila, antes de desaparecer frente a ella y generarle una inusual necesidad tras su ausencia. Y tras eso, con un amanecer saliente ante ella, finalmente se atrevió a tocar suavemente sus labios que parecían extrañarlo tan pronto, esbozando una sonrisa en su memoria para sellar el sentimiento que aun la tenía acalorada pese al frío que aún persistía en el ambiente.
¿Los besos eran siempre así de cálidos? Francamente, no era algo de lo que quisiera quejarse.
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Tengo mi brazo derecho y cuello inhabilitados por un accidente automovilístico que tuve ayer, pero aun así, no pude evitar querer terminar de escribir este capítulo aunque eso significara estar con una sola mano y con más horas de lo contemplado. ¡Soy imparable! Bwahahahaha.
No sé quién estará gritando más en este momento. Si ustedes por el hecho de que por fin ha sucedido, o yo por estar feliz de por fin llegar a esta parte que la he tenido escrita casi desde que se me ocurrió esta historia, (o de dolor, ya que el brazo realmente me duele mucho sin importar lo que haga).
No cabe duda de que el premio a la paciencia es de ustedes, porque mi premio es el amor que ustedes me brindan día con día, motivándome siempre como no tienen ni idea.
¡Michi fuera!
:D
