-¿Enserio, Masao? Ese nombre es terrible.

-Quedamos de acuerdo en que esta vez yo elegiría el nombre. Es tarde para que te retractes, Midori.

El niño japonés alzó la cabeza al escuchar a los dos señores acercándose, estando caminando tranquilamente hacia lo que posiblemente sería un recorrido matrimonial que pretendía descansar ante el jardín donde estaba él, jugando con los peces koi que amistosamente se acercaban a él por comida. Kris no estaba seguro de si debía retirarse en ese preciso instante, o seguir con lo suyo para estar en mayor contacto con esa familia que le había acogido de alguna manera y agradecía infinitamente. No obstante, al tomar la decisión de no retirarse de ahí a menos que se lo pidieran, terminó ocultándose un poco entre arbustos para que no le llamaran la atención. Pese a que no quería deshonrar a su maestro, no podía evitarlo. Le gustaba poder estar cerca de ellos, aun cuando claramente no fuese un hijo de ninguno.

Ese derecho sólo lo tenía una pequeña niña de quien él no era digno de poder interactuar con ella, la cual siempre tenían bajo un cuidado sumamente especial, pero que en un par de ocasiones por simple curiosidad, había logrado visualizar en la distancia para poder intentar grabarse en su mente cualquier signo que pudiera revelar el rostro de su maestro. La lejanía no había ayudado mucho a eso, pero no le cabía duda de que había heredado la melena de la mujer que, justo ahora, se encontraba acariciando su vientre mientras hablaba. Tenían el mismo peculiar castaño claro inusual para alguien que provenía legítimamente de las tierras del sol saliente. Lo cual le hacía preguntarse si, con tan poco que mostraba la señora ya parecía ser alguien atractiva con su mera presencia, tal vez la pequeña hija lograse el mismo efecto algún día.

Y por si fuera suficiente la existencia de la niña de melena castaña clara para sentirse lejano a ellos, la próxima espera del legado Saito le hacía sentirse… incómodo, por decirlo de alguna manera. Sobre todo por el hecho de que muchos predecían que por fin sería el varón que su maestro ansiaba tener como descendencia. Un niño menor sería la barrera suficiente para estar contemplando a esa familia en la distancia, siendo incapaz de formar parte de algo que nunca había tenido el derecho de poseer desde su mismo destierro de su propia sangre.

-Llamar a nuestro bebé así lo condenará a una vida de infierno. ¿Eres consciente de eso? –Insistió la mujer embarazada que pese al reproche en su tono de voz, sus labios sumamente carmesí esbozaba una calurosa sonrisa que podría derretir a cualquiera que la viese en el instante. Siendo lo único que podía verse de su rostro al estar cubriendo sus ojos con una máscara de zorro blanco que hacía juego con el de su esposo junto a ella. –Te doy una oportunidad más, pero ponle otro nombre.

-No, ya lo decidí. Mi heredero se llamará Frisk.

Para Kris era extraño verlos así, con una vulnerabilidad que sólo se permitían mutuamente al estar en constante alerta en su andar día con día. ¿Y cómo no sería el caso? Si se trataba justamente de Masao Saito, apodado entre enemigos como "El Jugador", líder de la yakuza y próximamente el líder de toda exportación ilegal de Ebott City. Pero fuera de todo reconocimiento que pudiesen darle exteriormente, se trataba de su querido maestro, quien le había salvado de una vida que posiblemente habría sido trágica para él pese a su corta edad que le daba mucho por aprender de alguien tan grandioso como él. Un padre para él, aun cuando sabía que no era un sentimiento mutuo.

-Frisk Saito… Mmmm. –Meditó la señora tras sentarse con cuidado para tener el jardín ante ella, siendo ayudada por su esposo para que no hiciera sobre esfuerzos y luego para sentarse junto a ella. –No, no me gusta. Definitivamente suena a que su vida estará llena de caos.

-Se trata de mi hijo después de todo. Evidentemente la paz no será una opción latente para él. –Su maestro soltó una tenue risa, como si algo en ello tuviese un significado más amplio que el niño oyente no lograba comprender. Kris se escondió aún más entre el arbusto con tal de evitar que se dieran cuenta de su presencia. –Es gracioso verte así de preocupada sólo por un nombre.

-Los nombres tienen poder sobre nosotros, no por nada elegiste cambiar el tuyo.

-No sé de qué hablas.

-Ajá. –La leve amargura de su voz, hacía que Kris se imaginara los ojos de la señora, rodando ante una ironía que sólo ella pudiese comprender. –El tiempo en que tu misticismo te hacía alguien atractivo ya pasó.

-Y parece que también el tiempo cuando tenías mejor sentido del humor.

-Deja de hacerte el tonto, yo sé que sólo te estás vengando de mí por no haberme percatado del error en el registro de nuestra niña. ¿Yo que iba a saber que en este país no sabrían escribir Kiara?

-Sí, para este país somos raros… y eso es lo que me gusta de todo esto. –En verdad parecía que su maestro estaba divirtiéndose con la conversación. –Que nos separen de toda la monotonía que pretende venderse como lo correcto a seguir. Siguiendo las tontas reglas de un tablero fácilmente de derrumbar.

Kris se atrevió a asomarse levemente entre arbustos, queriendo apreciar todavía más una imagen que no podía creer que fuese posible. Porque el simple hecho de poder verlo tan relajado y divertido… ¿Eso se podía? La respuesta la tuvo inmediatamente en cuanto pudo ver entre hojas, notando que, pese a estar acompañando a su esposa que sólo quería un momento relajante estando cerca del parto, se mantenía con un porte firme en el que, en cualquier momento, podría desenvainar sus armas y acabar con cualquiera que interrumpiera su descanso. En verdad era alguien admirable.

-Si tus enemigos supieran que sólo estás jugando con ellos…

-Ese es el caso, Midori. Ellos saben que sólo estoy jugando. –El enmascarado apartó la mirada de su esposa para estar contemplando ahora el jardín en donde Kris se encontraba oculto. ¿Se habrá dado cuenta de su presencia? –Y les gusta tanto, que están siguiéndome en el mismo juego.

-¿Y el juego cuándo crees que termine?

-No lo hará. Siempre habrá alguien que tome mi lugar. Eso es lo poético en esto.

-¿Es por eso que quieres llamar a nuestro hijo "Frisk"?

-Finalmente lo entiendes.

La señora suspiró con cierta resignación a su respuesta, acariciando su vientre con tal de relajarse y fallando visiblemente en el proceso. A Kris le era extraño que quisieran adaptarse a muchas cosas del país cuando a su vez, procuraban mantenerse intactos en sus costumbres. Era claro que la cultura oriental corría por sus venas y definitivamente era mucho mejor que lo que sea que simbolizaba la del país en el que estaban ahora.

-Este niño tendrá un rostro que nadie podrá reconocer, pero que sí lo clasificará diferente a los demás. –Mencionó la señora con seriedad, tras varios minutos meditándolo. –¿Pretendes darle una máscara también?

-Aún no lo decido. ¿Tú qué opinas, Kris? –El niño ya no hizo ningún afán de seguir ocultándose, dándose cuenta desde antes que su maestro ya era consciente de su presencia y sin sorprenderse por ese hecho. –Después de todo, este niño entrenará contigo en algún momento.

El mencionado no dijo nada al respecto, porque ahora no se trataba de un pequeño niño queriendo acercarse a la familia Saito. Ahora era un hombre… que debía de proteger lo que quedaba del apellido Saito.

El viento sopló fuertemente desde la altura en la que se encontraba vigilando la casa repleta de conejos, sin poder apreciar demasiado en aquella ventana abierta que ondeaba suavemente la cortina para permitirle observar más que suficiente. Sabía que debía asignarle la tarea de vigilar a la menor Saito a alguien más, pero desde que la había contemplado tan de cerca en el cementerio, simplemente no podía hacer la vista larga de la situación, no queriendo enterarse tardíamente de cada detalle importante. Sobre todo porque en un simple parpadeo, la menor tomaba decisiones sumamente inesperadas que entorpecía sus propias iniciativas.

Tal vez más, tal vez menos, pero no cabía duda de que Frisk era una alterada cuya inestabilidad presentaba un peligro mucho mayor para todos sus planes. Y eso más que frustrarle, le preocupaba de muchas maneras. ¿Ahora qué haría realmente con ella? El que Chara no supiera de su existencia era un elemento fundamental para obtener el éxito deseado, a su vez que nadie supiera que la primogénita Saito se encontraba con vida tras el trágico incidente. Siendo el elemento clave en la venganza que llevaban años planificando.

Pero en lugar de dar pasos hacia adelante, parecía que se había frenado ante las sorpresas que tenía Frisk consigo, y la apatía rebelde de Chara que solo le traía problemas. Si tan solo las hermanas se hubiesen parecido más a su padre, tal vez no serían un dolor de cabeza latente, teniendo que ver por ellas a su respectiva manera sin que fueran a agradecérselo por lo majaderas que eran.

-¿No te han dicho que es grosero vigilar mujeres de esa manera? ¿Eh, pervertido?

Kris se giró con prisa, sacando su katana que tenía oculta entre su gabardina para apuntar a la monstruo de varios ojos que tenía ahora ante él. Notando con sorpresa lo rápido que le había quitado su arma con un simple movimiento de su magia pegajosa y teniéndola ahora en sus múltiples manos.

¿En qué momento se había presentado en ese lugar? O aún más impactante, ¿cómo había logrado acercarse sin que se percatara de su presencia? Por lo que podía notar de primera, se trataba de una especie arácnida que no había visto antes, pero que por las múltiples manos y colmillos delgados que se asomaban en sus labios sonrientes, se trataba de alguien que podía ser peligrosa en el momento que se lo propusiera.

-Fuhuhuhu, eres de la yakuza ¿cierto? –Canturreó la arácnida mientras observaba detenidamente cada detalle de la katana. Definitivamente no tenía miedo en absoluto con su presencia. –Que bien, esto lo hará más divertido.

Kris sacó de inmediato una esfera para arrojarla al suelo y llenar de humo el lugar, pretendiendo huir a toda costa de Snowdin para no dar más aviso de su presencia. Pero en cuanto intentó dar un paso hacia atrás, no cabía duda de que la monstruo lo había dado mucho antes que él, teniendo el control absoluto de la situación mientras le observaba con sus múltiples ojos brillosos que se asomaban entre todo el humo esparcido. Por más que se esforzara, no podía mover sus pies por una telaraña que le tenía pegado al suelo de una manera absurda. Se maldijo a sí mismo por haber bajado la guardia. Y todo por andar pensando en tonterías del pasado.

-Me gustaría que mandaras el mensaje a los tuyos de no volver a pisar estas tierras sin permiso, pero me temo que no puedo permitirte huir al ver lo que estabas vigilando. –Comentó la arácnida con un tono de voz demasiado dulce y fuera de lugar acorde a lo que estaba pasando. Varias arañas estaban subiéndose a su cuerpo sin que pudiese hacer algo para impedirlo por una parálisis inmediata. –En nombre de la familia Gaster, te condeno a una muerte tortuosa y humillante, huhuhu.

-¿La familia Gaster? –Finalmente comprendió Kris. –¡Espera! Soy…

-Lo único que me interesa es que estás invadiendo territorio ajeno, humano. –Le interrumpió al mismo tiempo que le había tapado la boca con una telaraña que no supo de dónde había salido por lo rápido que fue todo. –Espero que cuentes con buenos riñones, huhuhu.

Todo su cuerpo terminó envuelto en una telaraña que rápidamente se tornó al color de los ojos de la monstruo. No podía mover ni una parte de su cuerpo tras eso, ni poder ver algo en cuanto sintió cómo le estaba arrastrando sin problema alguno. No tenía ni idea de cómo se libraría de esa ante un poder tan variado y desconocido para él, pero a partir de ese momento, Kris podía considerar que repudiaba a las arañas.

.

.

Frisk había dormido muy poco nuevamente, pero no estuvo dispuesta a quejarse por eso en cuanto tuvo que levantarse al ritmo de las demás. Aun cuando sólo había dormido un par de horas en cuanto se había recostado nuevamente, esperando poder ser suficiente para su cuerpo y comprobando que no sería así para su mente en realidad.

Flowey le estuvo observando en silencio, ayudándole a cambiarse entre torpezas venidas de su propia mano, pero juzgándole con una simple mirada que dejaba en claro estarla regañando sin necesidad de palabras de por medio, por nuevamente desvelarse innecesariamente. En su lugar, la joven acarició su tallo con tal de agradecerle por su atención y calmarlo por ello. Últimamente hablaban menos de lo que solían hacerlo, pero eso no significaba que se había roto del todo el vínculo que habían formado entre ellos con tantos años transcurridos. Después de todo, Flowey era lo único que conservaba de su pasado antes de venir a la ciudad, y le alegraba tenerle consigo aun cuando sus secretos eran desgastantes para todo lo que iba descubriendo con el pasar de los días.

-Tal vez debas dejar que alguien más prepare el desayuno. –Comentó Flowey en cuanto dejó de acariciarle. Sus pétalos ya eran visibles, pero aún no llegaban a su tamaño total. –Por cómo estás, sería un desastre.

-Estoy bien. –Comentó Frisk junto a un bostezo que ahogó con esfuerzo en vano, ya que el gruñido de su amigo no se hizo esperar. –No te preocupes.

-¿Tanto vale la pena tu terquedad para que descuides tu descanso?

Frisk sabía que su amigo se refería a Sans, ya que él mismo le había sugerido por lo menos que se llevara la colcha consigo para no tener que pasar frío e incomodidad en su espera. Y francamente, Frisk no tenía una respuesta concreta para eso, si el esqueleto mismo le tenía en una incertidumbre que no pretendía acostumbrarse a ella.

De alguna manera, sentía como si la rechazara en otra perspectiva menos agresiva, aun cuando sus palabras habían sido claras sobre quererla consigo. Si se gustaban y besaban, pero no eran una pareja, ¿entonces qué clase de situación es la que tenían entre ellos? ¿En verdad podría ser paciente en esperar a que Sans se decidiera? ¿O es que ella… tendría que apartarse antes de que fuese una situación más que le dolería después? Optó por sacudir su mente con tal de dispersarse en esa última pregunta. Confiaba en Sans, y si lo que requería era tiempo para poder arreglar todo asunto conflictivo, se lo daría. Eso era lo adecuado… ¿cierto?

Queriendo dejar a un lado sus pensamientos, dejó a Flowey en su ventana y se dispuso a preparar el desayuno, pero no fue hasta que la señora Bonnie estuvo a lado suyo que se percató de estar haciendo las cosas mal. Disculpándose rápidamente mientras se disponía a limpiar el aparente desastre que estaba haciendo sobre la estufa que debió estar vigilando, en lugar del florero repleto de flores que aún permanecían en buen estado junto a la mesa.

-No pasa nada, cachorrita. Es normal distraerse cuando se está enamorada. –Le guiñó un ojo con complicidad. Frisk ni siquiera quiso saber qué tanto sabía ante la pena que le daba. –Por cierto, me da mucho gusto verte con mejor semblante.

-¿Qué tan mal me veía antes?

-Digamos que había una aparente tristeza rodeándote, de la que extrañamente era difícil de descifrar. –La señora conejo comenzó a sacar la avena de la alacena para ponerla en una nueva cazuela. –Tu alma lloraba, pero no comunicaba nada más de eso. Y ahora, pareciera que tu alma revolotea emocionada con sólo ver esas flores que cada mañana parecen ser más.

Instintivamente volvió a observar el florero que debía cambiarlo por uno más grande. Sans le había comentado una vez que parecía que ella sólo sonreía a las plantas. ¿Acaso era por eso que le llevaba flores al amanecer? No hacía falta preguntarle a la señora sobre qué estaba comunicando su alma ahora, ya que ella misma era consciente del sonrojo que estaba teniendo en ese momento por recordar una simple conversación entre ellos. Y la tenue risa de la coneja se lo confirmaba.

¿Qué se suponía que debía de esperar ahora? ¿Qué se hacía en casos como esos? Le disgustaba que Sans no le tuviera la confianza suficiente para poder lidiar con las cosas, cuando ella misma le confiaba su vida misma en cada situación que se había presentado. Era tan exasperante, irritante e indeciso… pero aun así, no podía evitar sonreír por lo menos una vez al día por estar pensando en él. ¿Acaso así sería toda su vida ahora? ¿Teniendo que esperar a alguien que no tenía el valor de tomar una simple decisión, pero que de igual forma le quería a su lado? Estaban en un punto mediocre del que no tenía sentido alguno.

Sabiendo que la señora Bonnie no le dejaría hacer algo de utilidad, terminó sentándose para esperar el desayuno. Sin dejar de pensar en lo que había pasado hace tan sólo unas horas en el techo del establecimiento. Sans era tan insistente para algunas cosas, mientras que para otras parecía querer contradecirse a sí mismo pese a ser evidente para cualquiera que ni él estaba convencido de sus propias acciones a tomar. ¿Qué debía de hacer ahora? Le gustaba sus abrazos, le gustaba poder besarlo si debía admitirlo y le gustaba que Sans tuviera ciertos detalles con ella. Incluso con la pena que le daba recordarlo, le había gustado demasiado la sensación que le había producido que le besara el cuello. Pero estar en una incógnita andante de la que fácilmente podría responderse, le dejaba con una incomodidad que no sabía cómo sacarse del pecho. ¿Qué era lo que le inquietaba en todo eso?

-¡Oh, Shyren! Ven y ayúdame a preparar el desayuno.

La sirena que apenas y se estaba asomando por la entrada a la cocina, pestañeó un poco ante el sueño que evidentemente todavía la invadía, como si todavía se cuestionara mentalmente si levantarse de su cama hubiese sido una buena idea. Nuevamente la contemplaba cansada y con un aroma intenso a sal que le sorprendía que nadie más lo notara, ¿qué le estaba pasando? ¿Debía de preguntarle o… simplemente dejarlo pasar? No quería ser invasiva con ella cuando era la única integrante en la casa que respetaba su privacidad, pero verla en ese estado constantemente, además de ahora verla con un semblante triste, algo le decía que estaba implorando por ayuda silenciosamente y sin saber cómo pedirlo. Después de todo, le recordaba a ella misma cuando no sabía ni cómo pedir un simple boleto de tren.

-Has estado despertando tarde últimamente. –Le cuestionó la señora en cuanto la tuvo cerca, pasándole algunas frutas para que comenzara a lavarlas. –¿Todo bien?

-Ah, si. No se preocupe. –Le sonrió la sirena con cansancio evidente. Costándole tomar las frutas entre sus manos torpes por el ensoñamiento reflejado en su rostro. –Sólo he tenido algo de insomnio últimamente.

Pese a que no era de su interés realmente, Frisk optó por estar observando a Shyren lavando las frutas con cuidado. Percatándose de la manera en la que las acariciaba lentamente y no precisamente por estar adormilada todavía. Incluso terminó desperdiciando el agua por más de un minuto sin darse cuenta, hasta que los conejos comenzaron a bajar y sentarse en los lugares disponibles y con el relajo que siempre se traían consigo. Parecía que era el escándalo que la sirena necesitaba para despertar, porque se había apresurado todavía más para partirlas y entregarlas.

Frisk desayunó en silencio en cuanto le entregaron su porción, observando a la sirena que parecía estar demasiado incómoda mientras revolvía las hojuelas de su plato con lentitud. Podría comprender esa incomodidad de estar rodeada de seres tan enérgicos y escandalosos que no comprendían lo que era el espacio personal o la vida privada, pero Shyren era quien precisamente estaba acostumbrada a eso, incluso parecía alegrarle siempre esa forma de ser de la familia al grado de haber querido convencerla de dejarse llevar por ellos. ¿Entonces qué le ocurría? ¿Debía de preguntarle, o simplemente dejarlo pasar? Parecía que Ronnie también estaba preocupado por ella, ya que se había sentado a lado suyo, acariciándole la mano de vez en cuando como si en ello pudieran comunicarse silenciosamente algo que no compartirían con el resto.

-Muy bien familia, pasemos a las noticias de la semana. –Se paró la señora Bonnie tras estar la mayoría a punto de terminar sus respectivos platos. –De antemano, agradezco mucho sus esfuerzos en la reconstrucción del cabaret, así como las ideas de cómo poder ocultar el establecimiento de posibles miradas intrusas. Por lo rápidos que hemos sido, desearía poder comenzar la próxima semana a reanudar nuestras actividades laborales, por lo que requiero que algunos de ustedes se encarguen de que el rumor de reapertura llegue a los oídos correctos, ahora que tendremos que hacerlo más discreto que lo que éramos antes.

-¡Yo puedo hacerlo!

-¡Y yo!

-¡Yo ya he estado haciendo eso en el mercado!

-Muy bien. Claro que mi hermana ya dijo que haría algo de mención en su motel, así que con ustedes cubriendo otras partes es más que suficiente. –Sonrió la señora mientras juntaba las palmas de sus manos en el instante. –Estoy muy contenta de ver cómo trabajamos en equipo en las buenas y en las malas, así que hay que seguir así. ¡Andando!

-Esperen familia. –Ronnie se puso de pie para tener su atención inmediata, antes de que el resto se fuera en el instante. –Yo también tengo una noticia por darles.

La señora al otro extremo había quedado sorprendida, pero con una suave sonrisa le cedió sin ningún problema la palabra, sentándose en el instante para prestar atención como todos los demás. Ronnie respiró profundo como si lo que fuese a decir, le costaría demasiado aire en el proceso. Lo cual atrajo aún más la atención de la humana que apenas y había logrado terminarse su plato por estar atenta a la sirena a lado del conejo, la cual parecía estar mucho más nerviosa ahora que su amigo se había levantado. Bajando sus manos para ocultarlas debajo de la mesa, sin saber hacia dónde mirar con tanta atención fija tan cercana a ella.

-Hemos sido muy discretos con esto, por lo que puede que sea una sorpresa para todos ustedes. –Ronnie se agachó un poco para tomar la mano oculta de la sirena, haciendo que le viese con algo de pena, ¿o era tristeza? Frisk no estaba del todo segura. –Así que, familia… Anuncio que Shyren y yo vamos a casarnos.

-¡¿Queeeeé?!

-¡¿Desde cuándo ustedes…?!

-¡¿Cómo fue que…?!

-¡¿Cuándo…?!

Frisk había tenido que taparse los oídos ante tantas exclamaciones de golpe, sin entender nada de lo que preguntaban todos al mismo tiempo, y viendo que los conejos se habían levantado de golpe ante tal noticia tan impactante para los presentes. Incluso la señora Bonnie se había acercado a paso prisa hacia ellos, teniendo las orejas tan altas como sus ojos demasiado atentos a su hijo mayor.

-¿U-ustedes han estado…? –La señora ni siquiera sabía cómo terminar su propia oración, estando al borde del llanto que no parecía ser para nada de tristeza de su parte. Finalmente, gritó de la emoción para compensar la falta de palabras. –¡Oh, mi pequeño gazapo!

La señora Bonnie se lanzó a abrazar a Ronnie con todas sus fuerzas, sin parar de llorar al grado de empapar rápidamente el pelaje de su hijo y sin importarle ese hecho. El conejo le abrazó con cuidado en respuesta, esbozando una sonrisa calmada por verla en tal estado. Y antes de que la sirena retrocediera un poco para darles su espacio, la señora le tomó del brazo e hizo que pudiese abrazarlos a los dos en el instante.

-¡No tienen ni idea de lo feliz que me hacen! –Hipó un poco la señora entre sollozos. No parecía que fuese a dejar de llorar pronto. –¡Oh mis niños! S-si tan sólo estuviese su padre presente... y Lyra... ¡Estoy segura de que estarían muy felices con todos nosotros!

-Calma mamá, vas a deshidratarte. –Comentó Ronnie mientras le acariciaba suavemente la cabeza.

Frisk contempló toda la escena desde su sitio, aprovechando que el resto de los hermanos se habían acercado hacia la anunciada pareja y poder unirse al efusivo abrazo entre lágrimas y sonrisas. Razón por la cual se sentía sumamente incómoda de estar ahí en ese preciso momento, sin saber si debía retirarse en silencio para otorgarles tal intimidad entre familia, o esperar a que terminaran su escándalo para poder comenzar a limpiar el comedor. Pero temía que en cuanto se levantara y se percataran de su simple movimiento, la jalaran para obligarla a unirse a tal abrazo y era algo que quería evitar aún más que causar inconvenientes.

Una boda... ¿Qué no se suponía que primero debían de ser pareja para dar ese paso? ¿O acaso se había perdido de algo entre ellos? Era cierto que ocasionalmente les veía juntos, pero nunca creyó que se trataba de algo más que una amistad habitando bajo un mismo techo. Incluso le parecía que Ronnie trataba a Shyren como una hermana más. Aunque ¿quién era ella para saber esa clase de cosas? Si aún no tenía ni idea de cómo procesar sus propios sentimientos como para cuestionar los de los demás.

-¿Y ya tienen fecha?

-En realidad no, pero… No hace falta apresurar las cosas, mamá.

-¡Por supuesto que sí! Dejen que yo me encargue.

Las bodas se realizaban en la iglesia donde estaba el señor de ojos verdes, ¿cierto? ¿A él le gustaría poder llevar a cabo una boda cuando él mismo no había podido tener una? Pensar en las palabras del señor con ese hecho, le hizo recordar la conversación sobre su amor que había tenido que mantener en anonimato con tal de protegerla. Sintiendo que Sans estaba haciendo lo mismo con ella por su vida tan conflictuada, pero que también pudiese ser por una absurda percepción entre especies. Si estar juntos ya dejaba demasiado de qué hablar, además del peligro que le rodeaba... ¿Tal vez Sans estaría pensando también en el futuro que podría ofrecerle? Si ese era el caso, ¿entonces por qué estarle llevando flores, queriendo su atención y demás? Ese esqueleto sólo la dejaba aún más confundida.

-Cachorrita, tú te harás cargo de las flores, ¿verdad?

-¿Ah? –Frisk se sobresaltó en el instante. –Si. Yo me encargo.

Cierto, flores... Ronnie hace tiempo le había querido comprar flores para un amor que consideraba un sueño posible. Pero su cercanía con Shyren no coincidía con eso, ni la evidente aceptación de su familia entera. ¿Entonces qué había sido lo que le había preocupado en ese entonces? Tal vez estaba pensando demás las cosas, pero parecía que los únicos que no estaban del todo felices con la noticia, eran precisamente la pareja que todos estaban abrazando y felicitando con euforia.

Aunque, si los conejos tenían la habilidad de escuchar aquello que no podía expresarse con palabras, supuso que no había nada de qué preocuparse.

.

.

Sin importar el pasar de los años, aquella mirada ámbar que alumbraba con intensidad bajo el cobijo nocturno, no la olvidaría jamás.

Por eso y más, Michael debía de admitir que la opinión del resto del cuerpo policiaco sobre su obsesión con la bestia de Ebott City, no era del todo errónea. Deseaba detenerlo, deseaba brindarle a la ciudad la paz que merecía. Deseaba justicia. Por ello, no le importaba tener que reorganizar gran parte proporcional de su pared con tantos años de investigación, ahora que tenía un elemento que parecía darle sentido a muchas cosas, mientras que otras, parecían una incógnita de lo más escabrosa con tan sólo tenerla. Una simple pista que tenía rostro y nombre, aun cuando parecía que se trataba de alguien que no existía. Un elemento clave que parecía coincidir demasiado con otro elemento eliminado desde hace más de veinte años. Un contexto que parecía estarse manifestando en la ciudad con la única intención de repetirse. Y si ese era el caso, tenía como labor poder evitarlo.

-La embajada japonesa insiste en que no tiene registro de alguien que se llame Frisk Saito dentro del país, detective. –Mencionó el policía a lado suyo, el cual le tenía el entusiasmo suficiente para estarle ayudando sin protesta alguna. Hoy en día, un joven como él era una bendición que no desaprovecharía jamás. Aun cuando había veces que prefería laborar solo. –Y lo único que encontré en registro civil es el acta de defunción de una niña llamada Chara Saito. Sé que no es la misma, pero…

-Me sirve. –Sin ver a su compañero, le quitó la carpeta para ver el documento tras pegar un recorte de periódico sobre la pared. –Ya que puede que estemos tratando con más de una muerta, considerando los hechos.

No había mucho por revisar en tal documento, mucho menos una fotografía que pudiese ayudar para hacer más sólida su hipótesis, pero al final, se limitó en colocar la hoja en un punto estratégico junto a la división que investigaba los orígenes de Masao Saito, mejor conocido como El Jugador. Un sujeto tan enigmático como lo estaba resultando su aparente descendencia legítima. Y llegar a la conclusión sobre que la chica se trataba realmente de una hija perdida del japonés no le había sido una tarea difícil tras la insistencia de la joven llamando "padre" a una bestia que claramente repudiaba a los humanos. Aunque, si debía de admitirlo en sus adentros, seguía siendo sumamente espectacular haber dado con eso. Aun con tanta información en primera mano.

-Si es así… ¿cree que El Jugador también esté vivo?

-No, definitivamente está muerto. –Ni siquiera lo tuvo que pensar. Manteniendo su mirada cansada fija sobre su pared, cada vez más repleta de cosas. –Me tocó asistir al lugar de los hechos aquella vez. Mucho papeleo para ese día, teniendo que registrar decenas de muertos que habían dejado en el lugar, menos a uno que la misma bestia se encargó de comunicar a todos que él había sido quien lo había matado.

-¿Por el incendio hecho por él?

-No, porque la bestia le arrancó el rostro.

-¡¿Qué?! Pero… ¿Eso cómo deja en claro que se trataba de él?

-Masao Saito es un nombre que surgió de la nada, no hay registro de cuándo llegó a este país y evidentemente no se trató de su nombre real por más que quisimos llegar a algo más. Al igual… que está resultando esta jovencita en particular. –Señaló la fotografía de la joven de ojos sumamente alargados que tuvo la oportunidad de conocer justamente en esa misma oficina, sin saber lo tanto que desencadenaría su mera presencia para toda la investigación. –Quienes tenían trato directo con él, nunca pudieron conocer su rostro al portar siempre una máscara. Tal vez para poder ocultarse a la vista de todos cuando lo requiriera, o tal vez para generar divisiones por no poder confiar en nadie. Pero sea lo que sea, definitivamente le habrá causado gusto a la bestia poder ver su verdadero rostro, como trofeo personal que nadie más merecería obtener salvo él al habérselo "ganado".

Acto seguido, señaló el recorte de periódico que mostraba el día del atentado, el cual los medios de comunicación se habían limitado a narrar la trágica muerte de un mercader de bebidas importadas y su pequeña familia. Cuando realmente había sido una batalla campal entre mafias cuyo vencedor había dejado su huella personal impregnada en todas partes. No sólo por el fuego provocado con su magia elemental característica, sino por el signo de estrella de cuatro picos que parecía tener el afán de usarlo como logo personal en cada ataque suyo. Algo extraño para un delincuente común que quisiera ocultarse para no ser detenido jamás, pero no para un mafioso deseoso de protagonismo que infundiese terror a su paso.

Michael lo había investigado demasiado bien tras tantos años. Tras haberse quedado huérfano a temprana edad, Asgore Dreemurr había vivido en un pequeño rincón de Snowdin donde había tratado de subsistir por medio de una floristería que quebró en poco tiempo por múltiples factores. Después de eso, había sido reclutado por empresarios del bajo mundo para participar en torneos clandestinos de boxeo, lo cual le ayudaba a comprender su conducta desafiante y su necesidad de obtener trofeos en cada victoria suya. Y aquella necesidad patológica de querer obtener algo siempre era lo que más le interesaba de momento. No sólo porque la ausencia de su propio brazo derecho formaba parte de tal comportamiento bruto, sino por lo que parecía tener un sentido más amplio de lo que había considerado años atrás.

De todo lo que el monstruo pudo llevarse consigo tras tal asesinato… ¿por qué una niña? ¿Por qué hacerle creer que se trataba de su padre? ¿Qué quiso obtener con eso? ¿Acaso se había llevado a la otra niña también? Si ese era el caso, ¿dónde estaría la otra? Eran incógnitas que no sabía cómo responderlas de momento, pero que no descansaría hasta poder hacerlo. Después de todo, eran partes importantes para poder detener a semejante bestia y sus planes tan malévolos que seguía sin poder comprender en verdad qué se traería entre garras.

-¿Sabes lo que es el principio de Locard, muchacho?

-No, señor.

-Es entendible, si después de todo es una hipótesis que lleva poco tiempo. –Finalmente se giró para ver al joven policía, el cual en verdad le estaba prestando mucha atención. –Edmond Locard considera que todo criminal trae consigo algo a la escena del crimen, así como termina llevándose algo consigo tras eso. Tras muchos años de experiencia, abiertamente creo que está en lo cierto.

Ahora se quedó observando la fotografía de la chica de ojos sumamente alargados, siendo precisamente lo que la bestia se había llevado consigo en tal masacre que había sido necesario encubrirla para no darle más poder y atención a semejante sujeto.

-Pero creo que esa hipótesis no debería de limitarse en una simple investigación criminal. –Continuó hablando con seriedad. Acercándose nuevamente a la pared para colocar un nuevo pin que conectaría con la fotografía del millonario que siempre dejaba mucho de qué hablar, siendo evidentemente su total intención. –Porque es algo que también aplica en toda relación social, afectiva y demás.

Ahora colocó un nuevo pin, conectando con un hilo rojo ahora hacia la fotografía del criminal llamado Sans Gaster. Hace meses había acudido a Snowdin para escribir su siguiente columna periodística, a lo cual una de las cosas que habían llegado a sus oídos era el extraño rumor sobre una humana como amante de un esqueleto mafioso. Había tenido que verlo con sus propios ojos, justamente en la fiscalía donde estaban, para confirmar qué tan cierto era esa clase de rumores.

Esa chica llamada Frisk parecía ser sumamente ignorante de muchas cosas comunes, lo cual le confirmaba que Asgore Dreemurr la tuvo oculta en todo este tiempo, considerándolo un secuestro del que lamentablemente nadie se había percatado. Pero que estuviese dispuesta a saltar de un edificio estando únicamente agarrada de la mano de un esqueleto, en lugar de seguirle a él que había querido sacarla de ahí a salvo, definitivamente le confirmaba que la chica prefería la compañía de un monstruo a la de un humano. ¿Qué tanto le habían engañado? ¿Qué quería la bestia en todo eso? Y sobre todo... ¿Por qué ahora se estaba presentando con tanta facilidad en la ciudad? Si no sabía nada sobre la verdadera identidad de la bestia, doliéndole en el instante al saber la verdad, significaba que estaba a la deriva de toda construcción que hubiesen ejercido sobre ella.

Esa chica conectaba con la familia Gaster, con Mettaton, con Asgore Dreemurr, con la yakuza... Definitivamente era la pieza clave en un maquiavélico plan que ni siquiera comprendía por más que lo analizara durante horas. Como si ante él hubiese un tablero cuyas reglas sólo podrían saberse si se era la mano que movía tales piezas.

-Dicen que donde hubo fuego, cenizas quedan. Y creo que en esto aplica tal dicho, ya que Asgore Dreemurr tenía una cierta obsesión con El Jugador. Tanta... que tal vez la presencia de esta joven tenga el objetivo de retomar el juego que tanto le gustó en su momento.

-¿Dice que acogió a una niña con tal de volver a vivir esa experiencia?

-Es la única explicación que encuentro para esto. –Señaló la pared que no paraba de observar en cada mínimo detalle, como si en cualquier momento pudiera encontrar una nueva pista más que le ayudara a comprender mucho mejor todo. –Pese al terror que infunde su simple nombre, lo cierto es que no se le ha visto a Dreemurr en más de cinco años. Sólo a su gente que mata en su nombre y a uno que otro fanático también, pero no pareciera tener intención de salir de su escondite que claramente el alcalde sabe dónde está, pero que no tiene el valor de tomar cartas en el asunto.

-¡Sshhh! Podría meterse en problemas, señor. –Susurró el muchacho con evidente preocupación. Quitándose el sombrero para cubrir aún más sus palabras absurdamente mientras mostraba su cabello pelirrojo bien peinado en ello.

-Continuando con los hechos, creo que la bestia tiene intención de retomar sus tiempos de gloria donde le agradaba obtener trofeos. –El detective rodó los ojos sin darle importancia a la advertencia. Él solo estaba para cumplir con su trabajo, no para agradarle a los políticos en turno. –Pero no le encuentro mucho sentido a que haya querido destinar a simples niñas para eso, en lugar del muchacho que actualmente dirige la yakuza. Lo cual ahora me lleva a la situación donde tenemos la orden de detener a todo sujeto con rasgos orientales. Sé que la yakuza es un problema en el puerto al igual que lo son los Blook, así que...

-Señor, nuevamente debo advertirle de lo que vaya a decir de esto.

Susurró nuevamente el joven policía, detectando de inmediato que estaba por hacer mención del parque de diversiones que estaban construyendo apresuradamente. Justo donde había resultado muerto el secretario de seguridad, donde había estado presente nada más ni menos que Mettaton Blook. Sujeto que se había reunido con el primogénito de los Gaster en presencia del mismo alcalde, el cual tal vez no se dio cuenta de semejante delincuente que tomó confianza suficiente para dejar en claro su presencia a todos con la invitación extraña de un vaso de leche para todos.

Todo parecía estar conectado, todo parecía tener algún sentido que todavía se le escapaba de las manos, pero que definitivamente todo encaminaba a un simple rostro femenino oriental que formaba parte del principio de toda una historia.

Pero que también, podría tratarse de un fin que podría ser desastroso para la ciudad.

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Sans suspiró fuertemente antes de dar un paso hacia adelante, lamentándose de no poder dormir un poco más ante el evidente cansancio que tenía consigo. No estaba ante algo que pudiese posponer por más que quisiera hacerlo.

-Papyrus, viejo… Tengo que hablar con ustedes.

Ambos esqueletos se giraron hacia él, cada uno en su postura que detonaba haber sido interrumpidos de lo que fueran por hacer en ese momento, apartándose como siempre al grado de ausentarse de la casa sin avisar a otros. Cuando en otros tiempos era más que fundamental poder saber en dónde se localizaba cada uno, o por lo menos, el aviso de que estaría en alguna zona si pretendía ausentarse por varias horas. Pero aquello había acabado con el tiempo, sintiendo lo tanto que se estaban aislando los unos a los otros pese a la resistencia de seguir bajo el mismo techo. Parte de todo eso era culpa suya, si debía de admitirlo en sus adentros.

-Ayer tuve un encuentro con Mettaton. –Fue directo al grano, aun cuando habría podido encontrar mejores maneras de tocar el tema. –No daré detalles sobre cómo pasó eso, p…

-Nunca das detalles, ese es el problema contigo. –Comentó el jefe de familia, con cierta amargura.

-DE TAL HUESO, TAL ASTILLA. –Argumentó su hermano con el mismo tono de voz. –SANS, SI RESULTA SER UNA BOBERÍA…

-No, no lo es. –Gruñó Sans. Que ambos se pusieran tan a la defensiva sin siquiera haber narrado los hechos, le confirmaba una vez más por qué le desagradaba hacerlo. ¿De qué tenían tanta prisa? –El robot está pidiendo hablar con nosotros sobre negocios, y claramente ese no es mi fuerte.

-Ya lo rechacé de frente. Es absurdo que intente hacerlo a través de ti. –El jefe se colocó el periódico al costado de su brazo, analizándolo con la mirada ante algo que parecía entender mucho más de lo que apenas y le habían permitido hablar. –A menos, claro, que tuviese algo que le garantizara poder reunirse conmigo y tú supieses eso de antemano. ¿Qué demonios hiciste ahora?

-Una estupidez, si debo admitirlo. –Pese a la situación, esbozó una sonrisa para tratar de aligerar la tensión que comenzaba a sentirse en el ambiente. Haberlos agarrado en la mera entrada de la casa tal vez no había sido buena opción. –El hojalata me salvó de algo, por lo que le debo una.

-Típico... –El jefe masajeó entre sus cuencas ante una jaqueca por presentarse. –¿Si te das cuenta que ese sujeto sólo quiere que nos manchemos las manos por él para que salga campante por ahí?

-Sí, y se pone peor todavía, fui testigo de parte de lo que está trabajando con el gobierno. Está construyendo desviadores de magia que no requieran conectarse a algún lado. No pude ver en dónde lo tendría, pero desde que se presentó el alcalde...

-¡¿ESTUVISTE EN UN LUGAR DONDE ESTUVO EL MISMO ALCALDE?! SANS, DE TODAS LAS ESTUPIDECES...

-Déjenme terminar. –Sans se recargó en la pared ante el agotamiento. La discusión iba para largo si seguían sin permitirle terminar de explicarse. –El alcalde nunca se dio cuenta de mi presencia, pero tampoco pude yo hacer algo en cuanto se presentó y el propio robot me confirmó que estaba usando consigo un prototipo de lo que planea hacer.

-Desviadores que no sean tan visibles y no requieran estar fijos en un lugar. –Analizó el jefe de familia con detenimiento. Finalmente parecía que tenía su atención con seriedad. –Podría tratarse de algo pequeño, fácil de transportar... y que cualquier humano podría usar. Suena escalofriante.

-En palabras del robot, es la razón principal del porqué el Gran Don le quiere muerto.

-¿Y quiere que formemos una alianza contra algo que afectará a la salud de todos los monstruos, incluyéndonos? El hecho de que él prefiera verse como humano, no significa que todos seamos de su condición.

-Hablando de humanos. –La voz falsamente risueña de la multiojos hizo presencia, estando llevando lo que parecía un saco enorme envuelto en telaraña que brillaba a juego con sus ojos. –Les traje uno para que puedan divertirse un rato, huhuhuhu.

-No nos hace falta material, Muffet. –Se giró el viejo con un gesto nada amistoso. Era evidente que estaba más irritado que de costumbre. –Mucho menos de uno vivo.

-Oh, pero puede que este si les interese. –Pese a la evidencia de que no era un buen momento para sus intromisiones, aun así se puso en el centro de la conversación para quitar poco a poco la telaraña de lo que parecía ser la cabeza de un hombre. –Este tipo estaba observando a tu querida humana, Sans, así que supuse que querrían pasar un momento en familia haciéndose cargo de esto.

Si había querido su atención, no cabía duda de que lo había logrado. Pero en cuanto pudo ver en su totalidad el rostro del hombre asiático que no estaba para nada contento con la situación, Sans tuvo que evitar contener una risa ante la ironía de lo que estaban resultando las cosas. Justo ayer le había recordado tras su conversación con el odioso de Mettaton, por lo que tal vez debía de cuestionarse sobre si lo que fuera que estuviese arriba reinando los cielos, se estaba burlando con su miseria.

-Hey, yo te conozco. –Sonrió Sans al acercarse sin cuidado alguno. –Eres Kris Yama… Eh… olvidé cómo se pronuncia tu apellido.

El japonés lo miró con enojo, o eso le pareció tras todo ese cabello que tenía encima. ¿Podía siquiera ver en dónde se encontraba?

-¿El líder de la yakuza? –El viejo recordó el nombre que le había mencionado aquella vez, apelando a su curiosidad al acercarse para verlo de frente ahora. –Bien hecho, Muffet.

La chica mencionada se ruborizó con intensidad, dejando en claro lo feliz que le hacía escuchar eso. Mientras que Sans se había girado con curiosidad de que al viejo le hubiese aplaudido traer a un enemigo justamente en la casa, el cual anteriormente decía que no quería nada que ver con ellos al no ser asunto suyo sus intereses. Aunque claro, las cosas iban cambiando poco a poco de tal manera que aquellos días se sentían lejanos. Y no estaba del todo seguro de si era una mejora o no, ahora que lo observaba usar su magia para llevarse al líder de la yakuza hacia la oficina.

-Desde aquí yo me encargo, Muffet, así que ya puedes liberarlo de tu magia. –Indicó mientras comenzaba a subir las escaleras, teniendo flotando al japonés de larga cabellera sin decir o hacer algo ante tanta retención en el entorno. De alguna manera, verlo así parecía gracioso. –Sans, Papyrus, a mi oficina ahora.

Ambos hermanos hicieron caso a la orden, en silencio y dejando en soledad a la arácnida que segundos antes había recibido reconocimiento que fácilmente se había evaporado con la indiferencia del jefe de familia. Sans no hizo nada para ocultar su burla al respecto, antes de meterse a la habitación que tanto le exasperaba por tantas veces que había tenido que ingresar ahí para conversaciones incómodas. Aunque ahora todo apelaba a su interés, queriendo saber en primer lugar por qué el viejo parecía estar en verdad interesado en hablar con el sujeto.

Al tener que cerrar la puerta por ser el último en entrar, el viejo colocó con cuidado al humano sobre el asiento contrario al suyo, siendo un indicador más que suficiente para que tanto Papyrus como él estuviesen a los costados del tipo de largo cabello. Manteniéndose ambos en silencio por mero protocolo de intimidación, además de no interrumpir el inicio de un interrogatorio.

-¿Café, señor Yamaguchi?

El jefe tenía las manos sobre su escritorio, por lo que su magia era la que estaba tocando la vajilla. Había pronunciado con lentitud el apellido, pero lo había entonado a la perfección como si lo hubiese estudiado mentalmente en el trayecto para no cometer errores. El humano tan solo se limitó en permanecer en silencio, ignorando rotundamente la taza que habían colocado frente a él, para observar con la misma frialdad al esqueleto ante él. Estando jefe a jefe analizándole a su manera, cuya opinión del otro no compartirían con nadie.

Papyrus había alumbrado sus ojos por unos breves segundos, estando revisando al humano con prendas bastantes amplias que facilitaban el ocultar múltiples sorpresas que se volverían un inconveniente ahora que la telaraña había terminado en el suelo siendo inservible, pero por lo rápido que había dejado de revisarlo con la mirada, Sans supuso que la arácnida ya se le había adelantado con eso y muy probablemente robado cada una de sus pertenencias. Tuvo que reprimir una risa por pensar en eso.

-¿Acaso su equipo está tan acabado que ahora el mismo líder tiene que hacer el trabajo sucio de campo? –Señaló el viejo sin más, dando pequeños sorbidos a su pequeña taza como si quisiese comunicar al otro que podía tomar de la bebida con confianza. –¿Invadir territorio ajeno sin asumir consecuencias?

-¿Qué me dice usted de eso? –El japonés colocó sus manos sobre el escritorio con cierta lentitud, haciendo de espejo ante su oponente desde el momento en que dejó de tomar su muy posiblemente tercera taza del día que apenas iniciaba. –Teniendo que estar presente en sus propias vigilancias porque su único personal es su familia y uno que otro fanático de ustedes.

-Yo no mando a mi equipo como carne de ganado.

El silencio que llegó tras eso, era sumamente aburrido para Sans, sabiendo que ambos jefes estaban observándose detenidamente, esperando cualquier momento oportuno para dar con la debilidad de otro como si se tratase de la partida de ajedrez más ambigua posible. Pero lo cierto era que estaban ante un momento crucial en el que un mínimo grado de susceptibilidad podría ocasionar un conflicto a corto plazo.

-No soy alguien piadoso con humanos, pero lo cierto es que usted y su gente no han hecho nada más que entrar y salir con el único objetivo de vigilar a un individuo en particular. –El viejo dio el primer paso, dando apertura a una calma que claramente nadie en esas cuatro paredes se creía, pero que por el bien de todos más valía dejarse llevar. –Puedo tolerar ese pasado en cuanto le quede claro su falta de prudencia y respeto, que procedería a no volver a cometer semejante grosería.

-Ebott City es una ciudad libre, señor Gaster. Pretender poseer tierras donde las huellas sobre la nieve fácilmente pueden ser borradas, es meramente absurdo. –Contestó el humano con el mismo tono. –Pero aprovecho la ocasión para hablar particularmente de un tema que ustedes cometieron la grosería de no presentarse y mandar a un simple lacayo en su lugar.

Aunque no le viese directamente por no querer romper con la batalla de miradas, Sans estuvo muy seguro que el viejo prestó más atención al punto en el que él se encontraba tras esas palabras. El hijo primogénito se limitó a encogerse de hombros desde su sitio en respuesta a tal acusación. No podía sentirse culpable de algo que nunca se enteró de inmediato al ser una iniciativa del mismo Grillby.

-Estoy al tanto. –Mencionó el jefe en el instante, aun cuando Sans no le había dicho todos los detalles y el mismo jefe lo sabía de antemano. –Lo cual me llama la atención que la yakuza requiera de terceros para mantener a salvo a quien por derecho de nacimiento podría tener una mínima participación de las decisiones indiscutibles de su legado. En lugar de alguien que solo se impuso ante la oportunidad.

-Mi intención nunca fue hacerme con el poder. La manera en la que terminé en este puesto fue por un conjunto de circunstancias que requirieron que yo liderara lo que quedaba de todo aquello que había construido mi maestro. –Pese a tener su bebida humeante frente a él, el humano no parecía tener intención de levantarlo, mucho menos de darle un simple trago. Siendo sinceros, era un gesto prudente en territorio donde no había sido invitado. –Y parte de todo eso, fue su legado.

-¿Y cómo fue que diste con las niñas? –Soltó el jefe sin más.

-Tenía un informante. –Contestó el humano sin inmutarse. –Alguien que estaba demasiado cerca de todo y que estaba de acuerdo en sacar a las niñas de ahí a la brevedad.

-Por cómo está el presente, asumo que en todo eso sólo la florista salió viva.

-Sí. Fue algo desafortunado.

-ESE INFORMANTE QUE MENCIONAS, SE TRATÓ DEL HIJO DEL GRAN DON, ¿CIERTO? –Todos los presentes se giraron hacia el menor de los esqueletos, el cual se había quedado en su sitio, analizando todo y en silencio hasta ese preciso momento. –HE HABLADO CON FRISK, Y SI BIEN ES UNA TONTA A SU MANERA, ES SUMAMENTE SINCERA CON TODO LO QUE CONOCE. Y LAS ÚNICAS PERSONAS CON LAS QUE INTERACTUÓ EN SU PASADO, FUERON AQUELLOS A QUIENES CONSIDERÓ SU FAMILIA.

Sans sabía que su hermano se estaba refiriendo a la fotografía del collar con forma de corazón, cuya observación tenía mucho sentido ahora que había puesto el tema sobre la mesa. En un principio, le daba la impresión de que la yakuza no era diferente a otros grupos conformados por humanos, detestando a los monstruos que apenas y lograban subsistir, dedicándose a lo mismo en un mundo con reglas favorecedoras a solo una especie en particular. Pero la señora Dreemurr había mencionado negociar con el actual líder, tener un pacto que ameritaba dar su vida a cambio de una tenue estabilidad emocional hasta lo poco que pudo visualizar con sus propias cuencas de cómo había terminado las cosas. Comprendía finalmente porqué la señora había logrado tal cosa, aun cuando se hubiese tratado de quitarle un dulce a un niño.

-Je, ya se conocían desde antes. –Concluyó Sans con gracia, teniendo la atención de los presentes ahora. –Confiaste lo suficiente en el heredero de un enemigo y luego en la esposa del mismo enemigo. No parece algo inteligente de tu parte, a menos claro que tuvieras un motivo más amplio para hacerlo.

-Eso no es asunto de ustedes. –Respondió el japonés de inmediato, sin mirar a sus costados por estar mayormente concentrado al frente. –Lo que sí es que mantengo mi palabra hasta ahora de no tener intenciones de enemistarme con ustedes. Sólo no estorben en nuestros asuntos.

-¿Y PARTE DE ESOS ASUNTOS TIENE QUE VER FRISK? –Se adelantó Papyrus en preguntar, antes que el mismo Sans tomara acción.

-Ella pertenece a la yakuza. Tarde que temprano, volverá con nosotros en cuanto acabemos con nuestra venganza.

-Eres un… –Comenzó a exclamar Sans.

-Bien, ya oí suficiente. –El jefe esqueleto alzó la voz para interrumpirlo. Poniéndose de pie lentamente conforme abría sus cuencas cansadas. –No sé qué se traen los jóvenes hoy en día, que creen que pueden imponer sus propias condiciones por encima de toda consecuencia.

Parecía que la junta imprevista había dado a su fin por el tono de voz del jefe, pero sorpresivamente parecía más que quería atormentarlo un poco antes por las múltiples manos flotantes que había invocado, las cuales no tardaron en sujetar las armas que siempre tenía consigo en la oficina como caso emergente. Aunque fuese un humano y que los repudiara, a Sans le daba la impresión de que el jefe realmente se había disgustado por algo para que reaccionara así, aun cuando la expresión de su cráneo se mantuviese fría y serena.

-En efecto, no somos aliados, señor Yamaguchi. Por lo que, las razones por las que mantenemos bajo custodia a la florista, tampoco son asuntos suyos. –Sus ojos iluminaron el lugar, los cuales sólo estaban enfocados en ver al humano ante él y causarle el mayor impacto posible. Hacía tiempo que no lo veían de ese modo. –Ella forma parte de Snowdin, de mis dominios. Por lo que, si la hostiga, la vigila o lo que sea que pretenda con sus absurdas ideologías orientales, haré que su corazón lata en el cuerpo de alguien más.

Sans inmediatamente separó sus dientes de la sorpresa. ¿Acaso estaba defendiendo a Frisk? Papyrus también parecía sorprendido con sus palabras.

-¿Entonces es verdad? Eso de la amante del esqueleto…

-No me corresponde a mi responder eso. Y tampoco le dejaré que lo averigue con libertad. –Aclaró con demasiada inmediatez por si el mismo Sans se atrevía a responder por su cuenta. Lo cierto era que estaba muy entretenido ahora como para querer interrumpir lo que estaba pasando. ¿El viejo en verdad estaba defendiendo a Frisk? ¿De qué tanto se había perdido? –Le permitiré que viva más tiempo por cómo se presentaron las cosas el día de hoy, pero reafirmo que no pienso tolerarlo en un futuro no lejano. Mi gente lo dirigirá a la salida.

Tras mencionar lo último, uno de los seguidores grises abrió la puerta como si hubiese estado esperando en todo ese momento para su aparición. Era difícil saber si realmente estaba viendo algo con todo ese cabello encima, pero en cuanto se paró tras tal indicación "cordial" dentro de los estándares que implicaba el bajo mundo, Sans no pudo evitar sentir que le había lanzado una mirada antes de cruzar la puerta, siendo acompañado muy de cerca por el felino grisáceo de rostro indefinido. A lo cual muy seguramente les esperaba una intromisión más por parte de la arácnida, la cual se encargaría de cubrirle todos los sentidos para que no se diese cuenta de la ubicación del lugar.

Pero en verdad no podía creerlo… Su padre tal vez había sido el amargado de siempre, pero por primera vez lo había visto ponerse en una postura defensiva que no se tratase de su propia familia o negocios. ¿Acaso finalmente había aceptado que se trataba de alguien importante para él?

-¿Qué? –Comentó el jefe en cuanto se sintió observado por sus hijos.

-Nada/NADA –Mencionaron ambos al unísono.

No obstante, Sans no pudo borrar su sonrisa por el resto de la tarde. A su manera, el viejo la había defendido ante la misma yakuza de quien no había querido tener problemas antes. Y lo mismo iba para el caso de Papyrus, el cual la había mencionado por su nombre y demostrado que estaba muy al tanto de ella a su manera. Él no era el único que estaba asombrado por ella, no era el único que había sentido un cambio alegre en su vida desde que ella había llegado a Snowdin, ¿cierto?

Tal vez era algo infantil de su parte percibirlo de esa manera, pero le había dado el ánimo suficiente para ir a la cochera y elegir uno de los autos a su nombre para sacarlo de ahí de inmediato. Conduciendo en dirección hacia La Madriguera, no sin antes recoger una flor en el camino que había logrado visualizar en el trayecto, arrancándola con su magia de una maceta vecina para no tener que detenerse.

Y una vez que llegó a su destino, elevó la flor en la misma ventana sin saber lo rápido que obtendría respuesta a su gesto, viendo que Frisk se había asomado de inmediato y asombrado en cuanto le vio justamente abajo y no en donde habitualmente se reunían en horas más tardías.

-Creí que no te gustaba conducir. –Mencionó Frisk desde las alturas.

-No había otro modo de traerte tu auto, bonita. –Señaló con un pulgar hacia atrás el auto en el que estaba recargándose.

Antes de que pudiera decir algo al respecto, le arrojó las llaves para que las atrapara en el instante, desconcertándola aún más de lo que hacía su presencia tan distinta a otras ocasiones. De alguna manera, le daba seguridad estar en esa postura. Y al ver que la chica se había metido de vuelta hacia la recámara, no tuvo que esperar demasiado para verla salir por la puerta.

-¿Damos un paseo? –Sonrió Sans con gracia de verla un tanto apresurada. –Tú conduces.

En respuesta, recibió una tímida sonrisa acompañada de un sonrojo que le encantaría poder contemplar a todas horas. Sujetando tanto la flor como las llaves sobre su pecho, el cual se imaginaba que estaba tan acelerado como lo había escuchado en días anteriores. Y pensar en eso sólo hizo que le devolviera el sonrojo conforme la chica se acercaba lentamente. Aún no podía hacerse la idea de que en verdad la bonita florista le estuviese correspondiendo sus sentimientos tras todos los antecedentes que tenían entre ellos.

-¿Y a dónde vamos? –Preguntó Frisk mientras contemplaba cada detalle del auto que ahora era suyo.

-La otra vez quisiste que fuera en un lugar donde yo frecuentara, ahora tú llévame a uno que te guste frecuentar.

-¿Entonces esta es una segunda cita? –Dejó de ver el auto para enfocarse únicamente él, con un deje de asombro nada frecuente en ella.

Sans le dedicó una gran sonrisa como respuesta suficiente, sabiendo de alguna manera que había veces en que las palabras no eran suficiente para comunicarse las cosas el uno al otro. Siendo que una vez que estuvieron dentro del auto y comenzara a andar, se tomaron de la mano estando ambos sujetando la palanca con la cual se encaminaban hacia adelante. Sin necesidad de indicar al otro que quería hacerlo, sino simplemente actuando ante una confianza que se tenían y una aparente urgencia de poder tener contacto del otro que sólo hacía que su sonrisa se mantuviera firme.

Ya no se cuestionaría muchas cosas ni dudaría de otras, ahora sólo quería enfocarse en lo que verdaderamente tenía ahora. En sus razones por las cuales valía la pena mantenerse de pie, de mantenerse vivo. Porque no sólo tenía que hacerlo por los seres que le esperaban en casa al final del día, sino también por la chica que le esperaba todas las noches con tal de poder sostener su mano.

-Extraño comer hot dogs. –Comentó Frisk tras un breve momento. Sin apartar la vista del frente, pero sonriéndole únicamente a él. –¿Vamos por unos primero?

-Me gusta cómo suena eso.

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Estos días recientes han sido… muy agobiantes para mí, por decirlo de algún modo. Por lo que no tienen ni idea de lo feliz que me hace su apoyo y cariño día con día, aun cuando no siempre he podido cumplir mis fechas de actualizaciones por variadas razones fuera de mi alcance. Ustedes son unas de mis razones para esbozar una sonrisa en la adversidad, por lo que nunca me cansaré de agradecerles por todo.

¡Michi fuera!

:)