Simplemente se habían presentado ante su puerta en un día común. Como si supieran justamente en dónde buscarlo y a qué hora darían con él. Eso a Wingdings no le gustaba para nada, pero aun así, terminó permitiéndoles pasar a su hogar ante una curiosidad que no pudo ocultar en el instante. Teniéndolos sentados en su sala sin tener intención de ofrecerles algo, pero con sus herramientas médicas listas a la mano para comenzar su proceso. ¿Cuántas oportunidades así se le presentarían de inspeccionar sujetos tan inusuales y de características particulares? Eran de diferentes tamaños y raza (por decirlo de algún modo), pero todos coincidían en tener la piel sumamente gris y los ojos bastante lechosos como si se tratasen de albinos.

Si se trataba de una enfermedad desconocida, tal vez había sido una mala idea recibirlos justamente en su casa, donde estaban sus hijos en ese preciso momento.

-¿Y dicen que no recuerdan siquiera sus nombres?

Les preguntó nuevamente mientras alumbraba la vista del más bajo de ellos. Esperando ver una reacción natural en ellos al tener unos ojos bastante grandes, pero fallando inmediatamente al igual que las otras pruebas. Pese a la blancura que tenían, parecía que podían ver perfectamente bien y que tampoco les fastidiaba la luz a suma intensidad. Tampoco parecía que tuviesen problemas de miopía e incluso que podrían ver en la oscuridad. Características tan precisas en cada uno que no coincidían con sus respectivas especies. Casi como si entre los cuatro compartieran algo particular de cada uno hacia ellos mismos, pero tampoco parecía que lo hicieran conscientemente o de manera voluntaria.

-No, señor. –Contestó el felino monocromático que estaba sentado a lado. Anteriormente lo había inspeccionado. –Tampoco de dónde venimos ni nuestro pasado.

-¿Pero lo que sí saben es quién soy y dónde vivo?

-Si, señor.

Wingdings se cruzó de brazos al terminar de alumbrar los ojos del monstruo. A simple vista podía diagnosticar una amnesia colectiva, pero no parecía haber algo que lo hubiese provocado. ¿Una infección particular que estuviesen compartiendo? Sonaba más probable que una lesión no visible en cada uno de ellos, pero seguía siendo una excusa muy floja, por no decir una trampa de la que más le valía evitar en su totalidad.

-Pues yo no tengo idea de quiénes son ustedes. ¿Qué les hace creer que los aceptaré así sin más?

-Sabemos que todo esto le suena a una locura, pero de alguna manera también lo es para nosotros. –Comentó el que no tenía brazos, siendo el que peor tenía los ojos y el que más le incomodaba su presencia. –Usted es todo lo que tenemos para pensar que hay algo en nosotros. Sin usted estamos vacíos.

-Halagarme no les hará las cosas más fáciles.

-Todo lo que tenemos en mente es la necesidad de estar con usted. –Argumentó el más grande de todos. Ciertamente no identificaba qué clase de especie era, tal vez un híbrido de muchas generaciones mezcladas. –Casi la sentimos con urgencia desde lo más reciente que podemos recordar.

-Eso me sigue pareciendo sospe…

-¡PAPÁ, PAPÁ! –Se giró con prisa al ser interrumpido. Su niño venía corriendo hacia él llevando consigo un volante mal doblado. –¡VIENE EL CIRCO A LA CIUDAD! ¿PODEMOS…?

-Ahora no. Me encuentro ocupado.

-PERO…

-A tu habitación.

El pequeño reprochó en su sitio, sin importarle que estuviese ante visitas extrañas. Por suerte su primogénito se había acercado y llevado consigo para no importunar más la situación. No los quería cerca de sus hijos en cuanto no supiera exactamente qué tenían… si es que en verdad tenían algo, claro. Bien podrían estarle queriendo engañarlo para después sonsacarlo. Muchos hoy en día trataban de abusar de él considerando que lo percibían como un delincuente solitario. Uno que no dudaba en matar a todo aquel que quisiera sobrepasarse de sus dominios.

-Sans, Papyrus… son sus hijos. –Soltó uno de ellos mientras los observaban retirarse a sus habitaciones.

-¿Cómo saben sus nombres? –Alumbró sus ojos a modo de advertencia.

-Se lo dijimos, señor Gaster. Sabemos todo de usted, y parte de eso son sus hijos.

-Pero no sabemos nada más de ello. –Continuó la oración otro. –Solo nos tenemos a nosotros y el conocimiento de usted.

Eso habría asustado a cualquiera, pero en su lugar, él decidió mejor tenerlos cerca tras eso. Descubrir qué tanto sabían sobre su vida y la de sus hijos era preocupante para que fuese algo que se divulgara en otra parte, sobre todo por los detalles que sólo él podría saber al tratarse de cosas que sólo estando en primera persona se podrían conocer. Y por ello tuvo la teoría de que pudieran leer la mente para tal información, pero fue descartada tras múltiples trampas que les puso y aun así permanecieron a su lado con una lealtad que sólo alguien del ejército podría comprender de la importancia de una orden.

Ellos encajaban perfectamente con su estilo de vida. Eran elegantes, firmes, limpios y no cuestionaban ninguna orden suya como si fuesen soldados. Era como si esos sujetos existieran únicamente para servirle.

Y pese a lo raro que vendría siendo la situación, poco a poco los terminó aceptando en su totalidad como sus lacayos. Asegurándose de que al menos tuvieran una buena comodidad tratándose de gente a su disposición y tenerlos a la mano cada vez que los necesitara. Lo cual se presentó en más de una ocasión al ser un grupo de una sola mente, cuyos hijos eran todavía demasiado jóvenes para incluirlos en su totalidad en varias actividades. Pero en cuanto Sans estuvo listo, también lo estuvo él para dar el paso siguiente a volverse un verdadero Don de la mafia y no un simple delincuente que apoyaba a otros mientras defendía su terreno. Y parte de ello fue gracias a que tenía gente consigo, fácil de reconocer por las calles por su monocromía y causando temor a su nombre por lo mismo.

Gracias a ello, poco a poco dejó atrás sus sospechas en esos sujetos, siendo bastantes años los suficientes para tener su confianza. Pero ahora, tal situación se le estaba presentando de nuevo.

-¿Quién eres? –Preguntó el esqueleto con los brazos cruzados, teniendo como separación su elegante escritorio.

-¿Quién soy? –Cuestionó la aparente nueva integrante grisácea, ladeando su cabeza que constituía en una enorme almeja y sentada tranquilamente mientras sólo le observaba a él.

-¿Cómo te llamas?

-¿Cómo me llamo?

Wingdings suspiró con resignación al notar que no obtendría nada coherente de su parte.

Iniciando la mañana, sus seguidores se habían presentado a su casa puntualmente como lo hacían todos los días que les tenía asignado que se presentaran de tal forma, pero con alguien más que coincidía con sus características incoloras y falta de memoria, pero además de ser una espécimen femenina ahora, parecía que tenía consigo una especie de retraso mental que impedía un diálogo apropiado entre ellos.

-¿Qué haces aquí?

-Tengo que estar con la familia Gaster.

Era la única respuesta que sabía dar con cordura y precisión, mas no pasaba de eso. Los otros estaban tranquilos en una esquina de la oficina, estando atentos por si los llamaba para una intervención u orden, pero tampoco parecía que supieran mucho al respecto de la mujer que ahora se les estaba uniendo como si se hubiesen conocido de toda la vida sin saber el porqué. Sin saber tampoco su origen, nombre, identidad… pero que era parte de ellos también, como de simple intuición se tratase. ¿De dónde estaban surgiendo estos sujetos y qué tenían que ver con él?

-Pues yo soy Wingdings Gaster. Pero supongo que eso ya lo sabes.

-Si.

-¿Y qué es lo que quieres de mí?

-Protegerlos.

-¿De qué?

-¿De qué?

Gruñó por lo bajo. De nuevo se había topado con una barrera mental que aparentemente tenía. Este caso parecía ser mucho peor que el de los otros sujetos y no había dormido apropiadamente para estar soportando esa clase de cosas por ahora. Había sido una mala idea haber tomado demás la noche anterior.

-¿Qué es lo último que recuerdas?

-¿Qué es lo que recuerdo? –Pese a estar repitiendo sus preguntas nuevamente, le dio el espacio suficiente para que pudiera hacer un esfuerzo. –Recuerdo… un grito.

-¿Qué era el grito?

-¿Qué era?

El esqueleto oscureció sus cuencas sin tener el ánimo de seguir con eso. Su diagnóstico: memoria de corto plazo. No iba a lidiar con eso directamente, pero si los otros parecían querer tenerla consigo por identificarla como uno de ellos, tampoco se iba a oponer a ello en cuanto no le estorbara.

-Bien, que los otros te indiquen qué hacer. –Apartó su mirada de ella al no interesarle nada más. Escribiendo tranquilamente los cheques que necesitaba que cobraran por él ahora que tenía al equipo consigo. –Para ganarte el alimento y techo, tendrás que ser útil a nombre de la familia Gaster. De lo contrario, no te querré en mi vista. ¿Te quedó claro?

-¿Claro?

-Y ustedes, necesito que uno vaya a cotizar lo de esta lista y otro que vaya a depositar este cheque a esta cuenta. –Pasó por alto el comentario de la monstruo al notar que en efecto, no podría obtener nada por ahora de ella. –Tras la conversación que tuve ayer con mis hijos, ya no necesitarán del depósito mensual particular que les tenía. Así que lo invertiré en algo más.

-Sí, señor. –El felino se acercó a tomar la lista y la leyó con cuidado. –¿Es material para…?

-No pregunté tu opinión. –Atajó sin necesidad de verle directamente.

-Lo siento, señor.

Tan sólo eso se necesitaba para tener silencio y obediencia, sólo pidiéndolo. Ojalá funcionara con la joven con la que ahora se encontraría en donde frecuentaban verse. Apareciendo en el jardín central y notando de inmediato que la florista ya se encontraba ahí, con evidente sueño consigo al no poder reprimir un bostezo, pero con la comida que aparentemente le traía con tal de verlo desayunar. Para ser una joven extraña y terca en muchos aspectos de su vida, al menos era atenta en algunos detalles hogareños. Ya se había percatado de eso cuando la había tenido de mala gana bajo su techo.

-Esta vez llegaste mucho antes de la hora. –Le comentó en cuanto estuvo ante ella, sin sentarse pese a que le había dejado el espacio de siempre sobre la banca. –Eso también es una descortesía al igual que la impuntualidad, florista.

-No quería quedarme dormida. –Comentó con un tono cansado, pero aun así observándole con atención desde su sitio. –¿No trajo café esta vez?

-Esta vez lo tomaremos en otra parte. –La humana arqueó la ceja extrañada, mas no comentó nada y se paró de su asiento de inmediato. –Sígueme.

Tras tomar sus cosas, comenzó a caminar a lado suyo con calma, siéndole todavía inusual que alguien ajeno a su gente o su familia tomara tal confianza de tratar de ir a la par con sus pasos. Pero ya se había acostumbrado a su falta de modales y de sentido común como para darle importancia a estas alturas. Siendo una tarea auto asignada de tener que corregirla de tales imprudencias, antes de que terminara siendo la condena total de su familia. Lo había tenido que hablar con Sans para que igualmente parara en sus estupideces, teniendo que contarle cuál era su intención y que no pasaría a mayores. Admitiendo que a su vez, resultaba una compañía de lo más particular con la que podía mantener una conversación debatible. Y con ello Sans le había sonreído y aceptado la intención.

Al haber hablado todos finalmente, pudo darse cuenta de que la florista no sólo era la debilidad de su hijo. Razón más para tener que encargarse personalmente de tener que darle una educación y disciplina que nadie le dio por un abandono que ya no estaba en cuestionamiento. Pero a diferencia de los sujetos grises, la humana era un objeto de estudio más interesante y enriquecedor intelectualmente hablando. Por no decir que era más factible de obtener resultados comprobables.

-Florista, te presento el restaurante. –Le comentó una vez que llegaron e ingresaron.

-Ya conocía este lugar. –Su poca curiosidad en el establecimiento le confirmaba eso. –Papyrus me trajo aquella vez que me obligó a tener una cita con él.

-Pocas veces lo abrimos dado que solo presenta una fachada para desvío de recursos y atención para nosotros. –Continuó con su explicación con toda seriedad posible tras escuchar tal cosa. Prefirió no conocer esos detalles. –Legalmente se nos considera empresarios por esto.

-Pero realmente son mafiosos que trafican órganos y extorsionan locatarios.

-Aunque estemos en un punto aislado, evita dar esos comentarios abiertamente. –Señaló con evidente molestia. Vaya que tenía mucho por tratar con ella. –Toma asiento.

Había jalado un poco la silla para indicarle en dónde debía sentarse, pero la chica tan sólo tomó la otra silla frente a él y se sentó con calma. ¿Acaso ni siquiera sabía lo básico para entender una cortesía caballerosa? No estaba seguro de si debía molestarse con la poca educación que le brindaron, o con su hijo y la aparente posibilidad de nunca haber tenido tal demostración con ella para que lo estuviese desconociendo. Luego atendería ese asunto.

-¿Sabes jugar ajedrez? –Le preguntó en cuanto se sentó en la silla que le había negado.

-Am… Jugué un par de veces con Flowey, pero no supe si lo hacía bien o no. –La chica arqueó una ceja sin borrar del todo su nula expresión. –Señor, ¿qué…?

-Bien, te enseñaré, pero debes prestar mucha atención. –Usó su magia para traer el tablero hacia la mesa en la que estaban, colocando las piezas ordenadamente y sin darle importancia al desconcierto de la humana ante él. –Este es un juego que requiere estrategia e intelecto.

-Creí que hoy me reprocharía por haber roto su taza, no que me pondría a jugar con usted.

-¿Tienes algún problema con eso?

-No, es solo que no estoy entendiendo qué está ocurriendo.

No tuvo necesidad de justificarse al no ser asunto suyo la razón o no de sus acciones. Tan solo se limitó a explicarle cómo se movía cada pieza, teniendo que contestarle sus múltiples preguntas al respecto hasta que entendiera con precisión las reglas del juego. Dando inicio a una partida de prueba para analizar su modo de aprendizaje kinestésico, siendo el más sobresaliente en ella dada su experiencia con ella. Aunque no quedaba atrás su percepción analítica que, sí debía admitirlo, le llamaba la atención dado su enfoque en lo que para algunos fuese cotidiano, para ella era sobresaliente con una tangente que parecía ser la salida más óptima.

Pese a que la chica evidentemente no le ganaría por su alta experiencia en el juego y gran intelecto, desde la tercera partida parecía que le había agarrado sentido al movimiento de las piezas y manejado con mayor seguridad y fluidez. Por estar tan concentrada en el juego, se mantuvo finalmente en silencio mientras analizaba sus propios movimientos, aunque parecía que le llevaba demasiado tomar una decisión. Bien, eso era un buen punto de partida, pensó mientras le daba una mordida al sandwich que la florista había preparado y dejado a un lado del tablero. Significaba que algo dentro de ella no era tan impulsiva como había creído.

Y por eso era que le estaba poniendo a jugar ajedrez con él. Analizando cada acción, cada percepción. Estudiándola en sus tácticas para saber realmente qué trabajar con ella primero antes que emplear cualquier estrategia con ella. Si lo que quería era que ella fuera el nexo neutral entre la yakuza y ellos para llevar todo por la paz, más le valdría prepararla para no provocar lo contrario con sus imprudencias.

-Tocaste la pieza, ahora debes moverla. –Le indicó con calma cuando vio que había tocado su torre y se arrepintió después.

-Pero fue una equivocación.

-Los errores cuestan y deben afrontarse.

-¿Eso también es una regla del ajedrez?

-Si, eso justamente es el ajedrez: el juego de pensar antes de actuar. –Dio un trago al café que se había preparado desde la partida anterior. –Cosa que necesitas aprender de una vez por todas, dado los importunos que nos has generado.

-¿Es por eso que me está subestimando a propósito?

-¿A qué te refieres? –Le desconcertó un poco esa opinión.

-Las dos partidas anteriores las pudo haber ganado pronto, pero en lugar de eso las alargó. –Wingdings le dio otro trago a su café antes de que tuviese el impulso de querer sonreír frente a ella. –Supuse que me estaba dando oportunidad por mi poca experiencia, pero ahora creo que solo quiere tener el control del juego, incluso de mi.

-Es cosa tuya si piensas eso. Ahora, respóndeme por qué casi iniciaste con la pieza más fuerte. –Le cuestionó tras señalar su reina.

-¿Por qué no hacerlo? –Cuestionó Frisk sin importarle realmente la respuesta a eso. –No encuentro sentido que al inicio los más débiles se consuman los unos a los otros para avanzar, por lo que no veo erróneo cambiar de estrategia para evitar tantas bajas innecesarias. Así habrá más peones que puedan proteger que sólo sacrificarse.

El esqueleto ahora tuvo que poner una mano sobre sus dientes, fingiendo estar analizando el tablero, cuando realmente estaba ocultando la sonrisa que no había podido reprimir a tiempo. Ya había tenido la intuición de que la florista entendería rápido las reglas del juego por cómo la había visto aprender a conducir, pero no que tuviera una percepción tan afilada tan pronto de lo que era analizar al contrincante. ¿Se había dado en la tarea de imitarlo al no entender qué estaba ocurriendo en su entorno? ¿O era que desde antes ya estaba alerta por haber tenido muy poca información antes de ingresar al restaurante?

¿Por qué todo esto le estaba emocionando y alegrando, cuando debía de irritarle y preocuparle?

-Tienes la ventaja de que tienes ojos alargados. –Wingdings optó por dar por terminado y guardar el tablero de una buena vez. Por ahora, había obtenido suficiente estudio sobre ella para saber en qué trabajar en ella además de su imprudencia. –Es difícil ver tu inseguridad o miedo a través de ellos, así que mantente siempre calmada como me lo has mostrado ahora, así tu contrincante bajará la guardia en cualquier momento.

-No me lo dice por una simple partida de ajedrez, ¿cierto? –Intuyó en poco tiempo.

-No, lo digo como una lección de vida para ti.

-Gracias, supongo. –La chica se dispuso a levantar las tazas sucias, aparentemente sabiendo en dónde podían llevarse. –Me alegra de que por fin hayan conversado en familia.

-Yo no te he dicho nada sobre lo que se hizo o no se hizo.

-Lo noto más calmado y contento, por eso intuyo que algo dentro de eso fue para bien. –Le sonrió sin importarle siquiera su opinión. –¿Les gustó la lasagna?

El esqueleto gruñó desde su sitio sin querer darle una respuesta. Pero si, tenía que admitir en sus adentros que para tratarse de una estadounidense de ascendencia japonesa, había sido una lasagna digna de Italia. Con un sazón que no había saboreado en años y que creyó que nunca lo volvería a degustar bajo una misma esencia.

.

.

Al final resultó ser un día de lo más pesado para Frisk, llevándole más de la cuenta aquella reunión con el jefe de familia que aun no lograba comprender del todo su objetivo. ¿Acaso se había cansado de sólo hablar? Podría decirle que quería su silencio mientras comían y ella habría entendido, aunque se había quedado con las ganas de preguntarle más cosas sobre la cena que les había preparado.

No había podido reunirse con Papyrus en su entrenamiento, aunque parecía que de cualquier manera no habría sido necesario por el tiempo que el esqueleto mayor dispuso de su tiempo. Y siendo el caso, le habría gustado que le hubiesen avisado, o mejor aún, que le pidieran su opinión al respecto. ¿Qué no se daban cuenta que estaban acaparando demasiado sus tiempos últimamente? Si bien lo hacía de buena gana, esperaba cuando mucho que tuvieran consideración con sus otros pendientes con la familia conejo. Estando ahora atrasada con mucha limpieza, preparativos florales para la boda y las compras que no había podido hacer en el mercado por la mañana, pero agradeciendo que todavía había unos cuantos en la zona, aunque guardando sus cosas al ritmo que la luz solar desaparecía.

Le habría pedido a Ronnie que le acompañase si no fuera porque lo notaba bastante ocupado con sus propios preparativos a la fecha. Si bien seguía sin notarlo animado o nervioso por eso, no le insistió más al no obtener más palabra suya. Era claro que se sentía incómodo con ella tras la conversación, por lo que le daría el espacio para calmarse si eso era lo que necesitaba.

Pero aparentemente no era la única que tenía sus incógnitas con respecto a la boda tan repentina.

-Es que no lo entiendo. ¡Ronnie es mi amigo! ¿Por qué nunca me dijo que le gustaba Shryen? –El dragón vendedor de lechugas no había parado de hablarle desde que le vio llegar a su puesto. El cual había estado a medio guardar si no fuera por la aparente atención que estaba necesitando de ella pese a ser un par de desconocidos conversando. –¿En qué momento anduvieron? ¿En qué momento decidieron casarse? ¿Por qué nunca me lo dijo? ¡¿Por qué no me invitó a su boda?!

-No lo sé. –Tan sólo pudo responderle eso al no tener nada más.

-Se había estado comportando tan raro últimamente, pero no creí que fuese por esto. –El dragón apoyó su frente con la lechuga que había estado sosteniendo en todo su reclamo. Frisk pensó seriamente en que no volvería a acercarse a su puesto por lo raro que le parecía él. Ni siquiera sabía su nombre, ¿por qué le estaba hablando como si se conocieran desde hace tiempo? –Sé que ha tenido mucha tensión con ser el hombre de familia con muchos hermanos y hermanas, pero que decidiera casarse teniendo más presión así… ¡Agghh! ¡No, no tiene sentido!

-¿Me va a dar la lechuga o…?

-¡Ronnie me había dicho que quería entrar al ejército junto conmigo! ¡Por eso estábamos entrenando con Aarón! –Exclamó cada vez más preocupado. Agitando ahora la lechuga y siendo probablemente menos favorable para llevársela a la casa. –¿Por qué de pronto quiso casarse? ¿Por qué abandonar así su sueño?

-Desde hace tiempo comentó que su sueño era imposible, pero sé que no se trataba de algo del ejército. –Comentó tras exasperarse un poco. Ya quería retirarse a descansar, pero era lamentable que no sería el caso. –Si sabe en dónde vive, ¿por qué no lo visita y le pregunta directamente?

-Porque no sé si quiera verme realmente. Siento incluso que me ha estado evitando todo este tiempo… y lo peor es que tuve que enterarme de su compromiso directamente de Aarón.

-Pues solo estoy oyendo cómo se está quejando sin hacer nada. –Tomó otra lechuga por su cuenta y la puso en su bolsa de tela, a su vez que le tendía el dinero y se lo dejaba encima de lo que quedaba del puesto armado. –Tal vez todo es un malentendido y usted solo está aquí, esperando a que las cosas se resuelvan por su cuenta.

-Eres muy grosera.

-Me lo han dicho mucho. Pero aun así no entiendo por qué hablar cómo son los hechos les parece ofensivo.

Completamente cansada y aún con pendientes por hacer, se retiró sin despedida alguna. Teniendo un par de bolsas a cada lado suyo mientras se encaminaba de regreso hacia la casa de los conejos para tener lo más posible la cena y adelanto para la comida del día siguiente. Ya que según el itinerario de la señora Bonnie, el día de mañana sería ensayo y decoración previa del salón donde harían la ceremonia. Lo cual le parecía muy extraño. ¿Qué necesitaban ensayar? ¿Y por qué la boda sería en la misma casa? El señor de la iglesia había dicho que su enorme lugar con esculturas aladas era para casar parejas, ¿no? ¿Por qué complicarse arreglando por completo otro lugar?

¿Y era imaginación suya, o un sujeto la estaba siguiendo desde hace unas cuadras? No había querido darle mucha importancia en ese instante, queriendo dar una vuelta para desviarse y descartar cualquier paranoia que estuviese surgiendo en ella por culpa del agotamiento, pero sólo terminó incrementando en cuanto el señor dio la misma vuelta, notando que estaba apresurando sus pasos ahora y probablemente dirigiéndose hacia ella. Si bien podría tratarse de alguien que deseaba preguntarle alguna dirección o algo, por la forma que escuchaba sus pasos le indicó de alguna manera que no debía detenerse. Era como si pudiera sentir su mirada sobre ella, con la misma sensación que le había producido ser observaba por los canes aquella noche en el hotel.

No lo pensó más y se puso a correr bajo un instinto de alerta, siéndole evidente ahora que no sólo estaba en su mismo camino, sino que estaba dispuesto a perseguirla hasta llegar a ella.

¿Qué estaba pasando? ¿Debía detenerse y preguntarle qué quería? No, algo le decía que debía de seguir corriendo. Incluso que no le importase más las bolsas que tenía consigo que le ralentizaban aún más y arrojárselas de ser necesarias como defensa propia, pero tardó mucho en pensar en qué hacer en ese instante, sintiendo ahora cómo la había alcanzado en poco tiempo, apegado a él y tapado la boca para jalarla al callejón más cercano. Terminando de soltar las bolsas en búsqueda de luchar de lo que sea que estuviese pasando, pero solo empeorando todavía más al quitarse más peso de encima para poder arrastrarla con mayor facilidad hacia lo más oscuro.

-¿Eres una conejita buena o una mala? –Escuchó la voz del señor mientras aplicaba más fuerza sobre ella para impedirle cualquier intento de forcejeo.

Frisk no entendía, pero algo en sus palabras parecía querer decirle que la estaba relacionando con La Madriguera. El sujeto le hizo girarse con fuerza, azotándola contra la pared y siendo así que por fin podía ver a su aparente agresor, el cual se trataba de un humano alto, cuyas prendas le recordaban mucho a la que portaban varios de los mercaderes, los cuales terminaban relacionándose mucho con las conejas y siendo la razón por la cual regularmente Ronnie se encargaba de hacer varios mandados. ¿Era por eso que el señor conocía sobre La Madriguera? ¿Por eso la tenía identificada de que habitaba ahí? ¿La había seguido desde que la vio comprando las lechugas? ¿Acaso…? No. nonononononono. La estaba confundiendo con una prostituta. ¿cierto?

Quiso poder decir algo ante una aparente confusión, pero se paralizó del miedo en cuanto el señor la sujetó de las muñecas con bastante fuerza, mientras ahora parecía querer besarla y ella lo evitó a toda costa girando su cabeza y queriendo al menos patearlo para alejarlo, pero aquello solo hizo que el señor la pisara para evitar más forcejeo de su parte, poniendo su peso para impedirle más movimiento. Riéndose de sus intentos y apegándola todavía más para que estuviese entre la pared y él. Con ello, podía sentir cuál era su verdadero motivo ante lo desagradable que era poder sentir su cuerpo sobre ella con demasiada insistencia. No necesitaba saber demasiado de anatomía para saber que aquello era porque el tipo tenía su miembro erecto. Lo cual la asustó todavía más.

El mercader no estaba buscando una prostituta. Estaba buscando a quien violar. Y para mala suerte suya, era a quien había atrapado.

-Entonces eres una conejita mala. –El aliento del señor era sumamente desagradable. –Bien, eso me gusta más.

-¡Déjeme en paz! –Apenas y pudo exclamar. No tenía ni idea de qué hacer al no poder defenderse con fuerza. El señor la tenía acorralada.

-Oh, pero si apenas vamos a divertirnos.

Le costaba trabajo poder incluso pensar, sin entender porqué estaba tan paralizada hasta que notó no solo que le estaba rompiendo gran parte de su vestido con una aparente navaja que había tenido consigo en todo ese tiempo, sino que pudo sentir sus manos ásperas tocando su vientre ahora descubierto con demasiada insistencia. Le dio un cabezazo en espera de poder lograr detenerlo, pero aquello parecía que sólo lo había avivado más a estarle tocando sin su consentimiento, teniendo que sentir cómo sus manos ahora acariciaban sus piernas en busca de poder quitarle con fuerza su prenda íntima.

-¡P-por favor…! ¡A-ayuda!

Exclamó como pudo, notando cómo su propia voz se había entrecortado tras no saber qué hacer. Pero sabía que estaban en un callejón oscuro a inicios de la noche, donde muy posiblemente el señor había planeado encaminarla para apresarla ahí, donde parecía que nadie escucharía ni vería por más que tratase de implorar por ayuda. ¿Cómo lograría salir de esa situación? ¿O acaso… no podría?

¿No tenía alternativa? ¿No podría hacer nada más?

Sin saber cómo o poder procesarlo en el instante, fugazmente pudo ver que la cara del señor había sido golpeada con fuerza de un rodillazo que apareció de la nada… o así le habría parecido entre tanta oscuridad si no fuese por la luz fugaz azul reconocible que había visto frente a ella. Siendo suficiente para que el tipo se desconcertara y la soltara, pero aún más para que se apartara de ella lo suficiente, para que ahora recibiera una patada dada con aún más fuerza y coraje que el primer golpe. Aun así, Frisk se quedó pegada a la pared al no saber qué hacer en el instante, sin poder procesar todavía lo que había estado pasando. Escuchando de manera lejana que los dos hombres estaban peleando a lado suyo hasta que pudo ser consciente de su propia respiración. Llegándole así el olor a sangre que la mantuvo aún más alerta de todo, girándose hacia la escena al comprender lo que estaba pasando… o pasaría después.

Dio un par de pasos para separarse de la pared, sin saber si realmente quería acercarse hasta que pudo ver de alguna manera por la oscuridad, que Sans había tenido sujeto al tipo con su magia, sin darle oportunidad alguna de poder defenderse de todos los golpes en la cara que le había dado por lo que podía notar a simple vista. Pese a que el señor era más alto, en ningún momento aquello fue un problema para el esqueleto, obligándolo a arrodillarse para golpearlo múltiples veces hasta que finalmente, invocó un hueso con punta afilada que debió advertirle a Frisk que apartara la vista de tal escena, pero simplemente no lo hizo.

Una simple bala habría acabado con todo. Pero no, para Sans parecía que no le sería suficiente, ni tampoco quería que fuese tan sencillo en manos expertas como las suyas. Entre constantes puñaladas fuera de ritmo o secuencia, dejaba en claro que quería hacerle sufrir una y otra vez. Haciendo que la duración de su vida estuviese únicamente en sus manos que no paraban de incrustar el hueso afilado en diferentes partes del cuerpo, esparciendo la sangre a todas partes conforme lo sacaba con rapidez para nuevamente lastimarlo. Sin permitirle poder defenderse o siquiera tener tiempo para respirar.

De manera predecible, el sujeto terminó cayendo al suelo, dejando en evidencia estarse ahogando con su propia sangre y lo muy poco que le quedaba para seguir en este mundo, pese a tratar de aferrarse a ella con todas las fuerzas que le quedaban. Y a los pocos segundos, a Frisk le fue evidente que el daño a su garganta había sido intencional para que dejara de gritar de dolor, porque acto seguido, el mafioso fue más profundo en sus ataques. Frisk se lamentó de no apartar su vista en ese instante, porque con horror, contempló cómo el esqueleto lanzaba a los lados los órganos que terminaban atorados en el alargado instrumento de tortura, arrancándolos con las manos de ser necesarios y sin tener intención de que estuviesen intactos conforme los arrojaba lo más posible alejados de él. Sin importarle en dónde cayeran con tal de que estuvieran lejos de su cuerpo.

Frisk no supo en qué momento perdió el equilibrio, cayendo de rodillas sobre el duro pavimento y lastimándola sin siquiera importarle ese hecho. Tan sólo estaba ahí, con el cuerpo tembloroso. Lamentándose de haberse atrevido a observar directamente a los ojos de su abusador, teniendo que presenciar cómo la vida se le iba a través de sus ojos. Teniendo una sensación extraña de haber sido lo último que había visto antes de partir, sin poder emplear palabra alguna fuera de sus últimos gritos que terminarían impregnados en la memoria de la chica, al igual que sus manos. Sus asquerosas manos ásperas con las que había rozado su piel al descubierto y que no habían tenido piedad con ella minutos antes. Sin saber si aquello le volvía una cómplice por no haber hecho nada ante su nueva parálisis del momento, pero tampoco importándole demasiado ese hecho.

Al poco tiempo, Frisk tuvo que taparse la nariz con fuerza ante el mareo que le producía el nauseabundo olor que hizo acto de presencia. Queriendo contener las ganas de vomitar y fallando inmediatamente en el proceso, apartándose para no mancharse ella misma, pero asqueándose aún más al haber tenido que quitar sus manos de su nariz y boca.

Y al aparentemente haber acabado todo, estando ahora observando a Sans ante ella, con una mirada perdida y bañado en sangre de su reciente víctima, finalmente fue consciente de su propia ingenuidad en cuanto hizo lo posible por apartarse de él, aun cuando sus piernas siguieran sin reaccionar apropiadamente al grado de retenerla lo más posible sobre el suelo. Sintiendo su corazón latir de una manera que le sofocaba aún más que el olor a muerto que lentamente le parecía vagamente familiar.

Lo que le hizo retroceder era miedo absoluto. Miedo a que alguien se atreviera a manosearla sin su consentimiento, dispuesto a obtener lo que sea de su cuerpo aunque le lastimara en el proceso o lo que fuera de ella después. Miedo a Sans, de verlo como realmente era dentro de su profesión, aun cuando ya se suponía que lo sabía de antemano y presenciado en una ocasión. Tal vez para ella, Sans era un salvador en el cual depositar su confianza, pero para el resto del mundo, era un verdugo que claramente sólo veía por sus propios intereses. Y pobre de aquel que no formara parte de ellos, porque la piedad no venía incluida en su estilo de vida al haberle negado eso a él en primer lugar.

Frisk no paraba de observar las manos del asesino, las cuales aún sostenían el instrumento con el que había logrado su cometido y estaban manchadas en tal medida que respondían a cualquier incógnita sobre la crueldad desatada sobre el sujeto. Manos que en varias ocasiones había entrelazado sus dedos con los suyos, en busca de consuelo de una vida caótica desde la presencia del mismo esqueleto. Y era evidente que Sans era consciente de que las estaba observando, porque no hizo ningún ademán de ocultarlas ni de acercarse más a ella. El silencio entre ellos era tan desgarrador como las náuseas que le producía todo lo acontecido, por lo que agradeció que el esqueleto le concediera la soledad que aparentemente imploró con sus ojos llorosos. Desapareciendo de su vista sin aviso previo y llevándose el cuerpo consigo como gesto piadoso adicional.

Y no supo cuánto tiempo estuvo así, abrazando su propio cuerpo que no paraba de temblar, queriendo bañarse cuanto antes para borrar la sensación que aquellas manos le habían dejado, queriendo dejar de oler las tripas esparcidas bañadas en sangre y humedad. Pero poco a poco fue consciente de que tenía un saco sobre sus hombros, queriendo cobijarla de lo que claramente era una imagen desastrosa. ¿En qué momento Sans le había colocado su prenda? No olía a sangre, por lo que había sido desde antes, ¿cierto? Francamente no recordaba, pero le dejaba evidencia suficiente para saber que, aun con lo acontecido, Sans veía por ella por más desgarrador que fuese su estilo de vida. Después de todo, no tenía que pensar demasiado para saber que tal arranque de ira había sido por ella. Tal vez por verla indefensa ante una agresión, tal vez por querer defenderla como parte de su propiedad de forma escabrosa, pero cualquiera que fuese la razón, había sido por ella.

Ya sabía que había gente que lastimaba, que abusaba. Ya sabía que Sans era un mafioso, un asesino. Ya había visto la muerte frente a ella. ¿Entonces por qué no podía levantarse? ¿Por qué no podía decir nada? ¿Por qué… estaba tan aterrada? Si no se estaba quitando el saco de encima, era porque comprendía a la perfección que no debía de tener miedo. Apegándolo más a ella, queriendo concentrarse en el aroma de la prenda, pero fallando en el proceso tras el olor impregnado en el lugar por el cuerpo ya no presente.

-¡Frisk!

Escuchaba que alguien le llamaba, pero su mente estaba tan saturada en ese momento que no quiso dignarse en responder a quien sea que estuviese pidiendo su atención inmediata. Tan sólo quería bañarse lo más pronto posible, borrar las huellas sobre su cuerpo y que ese olor desapareciera. Pero no tenía el ánimo suficiente de momento para atreverse a levantarse.

-Frisk.

Tras la insistencia, la chica levantó la mirada lentamente y con cierto recelo, pero dándose cuenta en el instante de que, quien la llamaba era su amigo de muchos años. Extendiendo sus lianas hacia ella, pero retrocediendo en el instante en cuanto la chica se contrajo para rechazar cualquier clase de contacto físico. Flowey tan sólo se limitó a estar cerca de ella como siempre lo hacía, aunque su expresión dejaba en claro que si él hubiese sido el que estuviera presente minutos antes, el resultado habría sido el mismo.

¿Cómo era posible que Flowey estuviese ahí y en tan poco tiempo? Tuvo que levantar aún más su mirada para percatarse de que Sans había vuelto, teniendo sus cuencas oscuras mientras conversaba con la arácnida de brazos cruzados, igualmente seria ante una plática que no lograba escuchar pese a la leve cercanía que había. ¿Acaso Sans le había traído a su amigo al considerar que de momento no era él lo que necesitaba? ¿Y por qué Muffet estaba también ahí? ¿Cuánto tiempo había pasado en su shock?

De una manera forzosa para sí misma, se enfocó en ver al esqueleto pese al temblor en su cuerpo que indicaba querer hacer lo contrario. Temiendo en volver a toparse con desgarradores detalles que le harían querer retroceder nuevamente, pero en su lugar, tan solo se percató que Sans se había quitado el chaleco celeste que procuraba portar consigo como si parte de su uniforme se tratase, a lo cual dejaba en mayor evidencia la masacre que llevaba consigo al tener la playera manchada en su mayoría que jamás podría volver a ser blanca, y que tal vez eso no le importaría como el resto de sus prendas. El pantalón en cambio, no parecía que hubiese corrido con el mismo daño, aunque la negrura azabache bien podría ocultar ello con facilidad, dándole la pregunta en el instante si esa era la razón por la cual los Gaster siempre vestían de negro.

Pero en todo ello, había querido ver sus manos con algo de urgencia. Como si eso dependiera para poder calmarse en el instante por más absurdo que pareciera la situación. Las cuales tenía metidas en los bolsillos de su pantalón mientras conversaba con Muffet algo que simplemente no lograba procesar al haber demasiado ruido en su cabeza, pero que parecía importante para que ninguno de los dos estuviese con sus sonrisas burlonas o socarronas. Y parecía que la arácnida se había percatado de más cosas entre pláticas y el entorno que les rodeaba, ya que en cuestión de segundos se giró hacia ella, teniendo un semblante que claramente no podía ocultar su nerviosismo.

-Vamos, Frisky. –Aparentemente intentó esbozar una leve sonrisa para ella, pero parecía que había olvidado cómo hacerlo. –Necesitas un buen baño de agua caliente y un té relajante.

Ambas cosas sonaban bastante bien para ella, pero ni así había logrado ponerse de pie por su cuenta. Teniendo que permitir que entre Flowey y Muffet lograran separarla del piso que ya había lastimado sus rodillas. Y en todo ello, había querido seguir viendo al esqueleto en busca de… lo que sea. Pero en un simple descuido lo había perdido de vista en su totalidad, dejándola en las múltiples manos de la chica arácnida y de las lianas de su mejor amigo de casi toda la vida. Algo en eso le hacía sentirme mal, pero no sabía explicarse el porqué. ¿Qué esperaba realmente que pasara tras lo ocurrido? Tenía sentido que le diera su distancia considerando que ella misma había retrocedido de él. ¿Acaso Sans tenía la impresión ahora de que le iba a temer de ahora en adelante?

No supo cuánto tiempo estuvieron caminando, estando Flowey enredado en uno de los brazos de Muffet al tener ambos la consideración de no tocarla fuera de lo necesario. Y ciertamente lo agradecía, queriendo tomar el baño que la chica le había mencionado y que necesitaba con urgencia para olvidar el asqueroso tacto del tipo que había osado en manosearla. Ya ni siquiera lograba recordar del todo cómo había ocurrido, pero definitivamente le había dicho que la dejara en paz. Y si Sans no se hubiera presentado… No, no quería pensar en eso ya. Le estaba costando demasiado aguantarse las ganas de llorar como para estarse torturando por cuenta propia. Tan solo quería estar sola finalmente para poder procesar todo y calmarse después para seguir con sus cosas.

Pero parecía que Muffet no pensaba igual que ella, ya que en cuanto llegaron a La Madriguera se limitó en pedirle a la señora Bunny (o más bien casi ordenarle), que le permitiera estar con ella por un breve momento. Encaminándola hacia el baño como si supiera perfectamente en dónde se encontraba pese a no vivir ella ahí, aunque bien podría ser ello por indicaciones que le daba Flowey por lo bajo ahora que seguían permaneciendo juntos.

-Puedo bañarme sola. –Indicó Frisk en cuanto se percató de que la arácnida entró con ella al baño y cerró la puerta tras ella.

-Lo sé. –Respondió Muffet con seriedad, teniendo aparentemente una pequeña araña en una de sus manos que había recogido en el trayecto y no dándose cuenta de ello en el momento. –Pero necesito revisarte.

-¿Qué? ¿Por qué…?

Sin darle tiempo u oportunidad de hacer algo más en el instante, Muffet le había quitado el saco que había estado portando consigo sobre sus hombros, molestándole de alguna manera tal gesto de su parte y aún más cuando parecía tener intención de querer quitarle el resto de la ropa que bien le iría tirarla ante pérdida total y mal recuerdo. ¿Qué no entendían que quería que la dejaran en paz? Ni siquiera con el fuerte manotazo que le había dado en respuesta parecía serle suficiente para comprenderlo, ni tampoco sus ojos llorosos que comenzaban a traicionarle al igual que su cuerpo tembloroso que en cualquier momento le haría caer sobre el suelo nuevamente.

-Sé que no estás pasando por un buen momento, y muy probablemente quieras estar sola por ahora. –Comentó Muffet sin quejarse por el golpe ni sobarse por ello. Incluso parecía ser en verdad muy comprensiva para lo que conocía de ella, como si fuera capaz de leerle el pensamiento en ese preciso momento. –Pero tranquila, estamos entre mujeres… y Flowey, por supuesto. Pero siempre le has confiado tu desnudez como para que ahora te preocupe ese hecho.

Pese a escucharla con atención, Frisk continuó abrazándose a sí misma, como si con ello fuese suficiente para apartarlos hasta que se hartaran de la espera. Si bien estaba en lo cierto, realmente no quería estar con nada ni nadie por ahora para poder llorar hasta cansarse y poder dormir después. Y sabía que Muffet era muy capaz de poder forzarla, de sujetarla por la fuerza y usar sus telarañas o colmillos para poder obligarla, pero en lugar de todo eso sólo suspiró con un deje de tristeza que le confirmó de alguna manera que no haría nada de eso por más que estuviese en sus múltiples posibilidades.

-Si no te reviso yo, tendrá que hacerlo W.D., y todos estamos de acuerdo de que conmigo te dará menos pena.

-¡¿Qué?! Solo quiero que me dejen en paz. –Terminó exclamando sin importarle ya nada. Incluso había dado un par de pasos hacia atrás para apartarse lo más posible. –¡Déjenme sola!

-Frisk, no es cualquier cosa por la que pasaste. Y además, el hombre de hace unos momentos tenía una enfermedad que puede ser maligna para ti. Necesitamos asegurarnos de que no fuiste contagiada, o… –Cerró sus ojos por un breve momento, como si estuviera acomodando sus siguientes palabras antes de seguir hablando. –Por favor, somos muchos los que estamos preocupados por ti en este momento.

Escuchar aquello le hizo dejar de abrazarse a sí misma con demasiada insistencia, pero no hizo nada para poder calmar su propio temblor. ¿Una enfermedad? ¿Posible contagio? ¿Muchos los que estaban al tanto? Todo ello le estaba haciendo sentirse mucho peor, a lo cual terminó regresándole las ganas a sus rodillas de estar sobre el suelo. Incluso fue consciente de que su respiración se había acelerado demasiado. Mal momento para estar encerrada en un lugar que apenas y contaba con una pequeña ventana como escape de aire.

-Frisk, por favor, déjame ayudarte. –Escuchó que Muffet le insistía. –Necesito primero saber si ese cerdo hizo algo más que tocarte.

-S-solo eso… –Respondió con un tono bajo que fácilmente se estaba transformando en un sollozo. –S-Sans llegó antes de q-que…

No pudo aguantar más las lágrimas, dejando que corrieran por sus mejillas mientras miraban la alfombra en la que estaba arrodillada. En muy pocos segundos se percató de que Muffet se había acercado a ella y la abrazaba con cuidado con tal de no sobresaltarla con el tacto, a lo cual terminó aceptando y agradeciendo en silencio. Dejando que un par de brazos o más la rodearan mientras no paraba de llorar cada vez más ruidosa, siendo que posiblemente ello llamaría la atención de los conejos en muy poco tiempo y era lo que menos quería en ese preciso instante. Razón para querer calmarse lo más pronto posible, por más mal que se sintiera. Pero no lo estaba logrando de momento. Nuevamente parecía que estaba fallando en sí misma.

El agotamiento hizo de las suyas poco después, dejando que fuese Flowey quien le quitara las prendas rotas con cuidado, dándole cierta nostalgia que no creyó extrañar hasta ese momento. Recordando aquellas veces que la flor le arropaba para que se fuera a dormir de una vez por todas en lugar de seguir en el invernadero, o aquellas veces en las que simplemente le ayudaba a su respectiva manera por más que no lo pidiera. Fue así como le devolvió la mirada mientras Muffet se dedicaba a revisar cada centímetro de su cuerpo con discreción y calma para no alterarla nuevamente, ni tampoco incomodarla por saber que estaba siendo observada por alguien más que no fuera la arácnida. Viendo que su amigo una vez más mostraba su preocupación a su manera, sintiéndose todo demasiado extraño al haberse acostumbrado recientemente a las emociones ajenas, pero dándose cuenta que en efecto, Flowey procuraba estar ahí aunque ella le reclamara no poder sentir el mismo afecto.

Debía de ser complicado para él seguirle el paso, sin poder sentir nada y aún así queriendo estar a su lado por algo que muy posiblemente le hacía sentirse identificada. Si no fuera por los sentimientos que estaban surgiendo en ella por Sans y siendo consciente de eso, muy probablemente estaría igual, queriendo aferrarse al esqueleto sin saber el porqué. Y tal vez… algo así le estaba pasando en ese instante, queriendo ver a Sans pese a lo que acababa de presenciar. ¿Había algo malo en ella?

Una vez que su cuerpo dejó de ser inspeccionado, notó que Muffet se encaminó a la pequeña ventana del baño para dejar que la arañita consigo se fuera por esa salida. No sin antes aparentemente haberle susurrado algo que bien podría ser una indicación o una noticia. Porque por un fugaz momento le pareció que la arañita había hecho una señal de soldado antes de retirarse, aunque bien podría ser su imaginación que no daba para mucho en ese momento.

-¿Alguna vez has pasado por esto? –Soltó Frisk minutos después de haber podido entrar en la bañera, sintiéndose un poco aliviada de que aparentemente no tenía nada peligroso consigo y de tener en su lugar muchas burbujas consigo que era causado por Flowey y las botellas de jabón que sostenía con sus lianas ahora. –¿Alguna vez te han…?

-No, siempre los dejo en agonía antes para dejarles en claro que ni siquiera lo intenten conmigo. – Respondió Muffet de inmediato, pasándole una esponja por la espalda con delicadeza a su vez que la cepillaba un poco. –Es la ventaja de saber defenderse.

-Creo que yo debería de saber cómo defenderme entonces.

-No creo que seas capaz. A fin de cuentas, es lastimar al otro para que no te lastimen a ti primero. Y tú estás en contra de eso. –Pese a la crudeza de sus palabras, Frisk las prefería mucho más que unas de consuelo que no ayudarían en su caso. –Fue bueno que Sans llegara a tiempo.

-No llegó a tiempo para que me tocaran. –Soltó sin siquiera pensarlo, abrazándose a sí misma junto con varias burbujas consigo. –Pero sí para matarlo ante mi.

-¿Eso te está molestando? –La arácnida dejó de estar tallando su espalda.

-No. Pero justamente no estarlo me tiene asustada.

Tal vez todo se habría resuelto simplemente con que Sans la apartara del sujeto, yéndose juntos a otra parte y olvidar el suceso con un hot dog del cual compartir. ¿Pero realmente sería así? ¿Qué tal si al no haber logrado su cometido con ella, habría buscado una víctima más y no corrido con su misma suerte? ¿Qué tal si la buscaba a ella después y se aseguraría de que Sans ni nadie más se presentara en su auxilio? ¿Nunca estaría segura si el tipo hubiera estado tan campante por ahí? El hecho de que estuviera ahora muerto, parecía ser una solución de la que no había otra opción menos agresiva, considerando que la policía no parecía hacer nada al respecto dada su experiencia con ellos.

Matar o morir, por primera vez parecía tener algo de sentido esa frase para ella. Y definitivamente eso no le gustaba. Sobre todo porque no sentía culpa ni remordimiento de no haber parado a Sans en toda esa masacre. Como si una parte de ella hubiese deseado su muerte por lo que le había hecho, y siendo Sans el ángel vengador que había llegado y atendido su petición. Pero eso estaba mal, muy mal. ¿Y entonces por qué estaba aliviada de saber que el sujeto no volvería a molestarla nunca más? Por más que lo pensaba, sonaba cada vez peor en su cabeza y parecía que su cuerpo lo estaba reflejando con un temblor que ondeaba un poco el agua de la tina, ya que Flowey en ese instante puso más jabón sobre el agua, como si con ello ayudara a poder relajarse.

-¿Cómo está Sans? –Preguntó finalmente al no poder más con su angustia.

-Creo que solo deberías de preocuparte por ti en este momento. Así ambos estarán en lo mismo. –Retomó el estarle tallando la espalda con cuidado, cuando algo le decía que ya no era necesario. –Que curioso estarte pidiendo que seas egoísta por esta vez, cuando frecuentemente lo eres con tu imprudencia. Eres muy rara, Frisky.

-No eres la primera que me lo dice.

-Pero no lo digo solamente por tu forma de ser. No tienes ninguna cicatriz, verruga, grano… lo que sea que deje huella en tu piel. –La arácnida se detuvo en seco. –Es bueno que no estés contagiada como temíamos, pero esto confirma todavía más que tu cuerpo se regenera de una manera sorprendente.

Frisk se giró para verle de frente, sabiendo que la arácnida había estado arrodillada todo este tiempo fuera de la tina para atenderla de alguna manera, pero sorpresivamente Flowey extendió sus lianas y la apartó de ella, salpicando algo de agua por la brusquedad y poniéndola nerviosa por lo repentino que había sido eso.

-Puedo encargarme yo del resto, no hace falta que estés aquí. –Gruñó la flor de inmediato. –Nada de esto es asunto tuyo.

-Tampoco solo tuyo, Flowey. –Le respondió Muffet con la misma velocidad y molestia, jalándola hacia ella también desde sus hombros y haciendo que Frisk se sintiera cada vez más incómoda. ¿No se daban cuenta de que estaban jaloneándola estando ella desnuda?. –No eres el único que se preocupa por ella ahora, así que pon a un lado ese lado sobreprotector y deja que más seres estemos al tanto por su bienestar, ¿quieres?

Frisk estaba sorprendida de ver que Muffet hablara con demasiada seriedad en todo ese tiempo, pero aún más impresionada por ver que Flowey le permitiera ser regañado sin lastimarla o decirle algo más hiriente en respuesta. En su lugar, se había encogido del tallo para reflejar su disgusto al igual que su mirada terrorífica que lanzaba cada vez que algo no le parecía. Definitivamente la respetaba de alguna manera, incluso podría atreverse a cuestionarse que le tenía un afecto dentro de sus propias capacidades. ¿Desde cuándo? ¿Cómo era eso posible? ¿De qué se había perdido?

-Por el análisis que hizo mi querido W.D., sabemos que tu cuerpo está alterado de alguna manera. –Se dirigió hacia ella ahora, teniendo la esponja en una de sus manos todavía, como si estuviese dispuesta a arrojarla hacia Flowey a modo de regaño. –No tienen que decirme nada por hoy considerando la situación, pero es algo importante por tocar luego, ¿de acuerdo?

-Yo no sé mucho al respecto, así que no creo aportar algo de valor. –Aclaró Frisk mientras se giraba ahora hacia la flor que aún le tenía sujeta con su liana. –Pero Flowey…

-No entiendo porqué insisten en entrometerse en esto. –Atajó la flor con demasiada prisa para la que frecuentaba. –Si no quiero decir nada, es por una buena razón y ya.

-Porque ni tú ni ella están solos ahora, nos tienen a nosotros. Entiendo que ni Sans ni Pyrus te sean buena compañía, pero al menos deberías de poder confiar en mí que soy tu amiga, huhuhu.

El gruñido persistente en Flowey fue respuesta a no estar siquiera conforme con eso, pero nuevamente no la negó como lo haría con cualquiera que no fuese justamente ella, mostrándole que no solamente ella había cambiado en su tiempo en Ebott city. Y por más insignificante que fuera tal detalle para cualquier otro que contemplara tal escena (aunque agradeciendo que no fuese así, considerando que estaba desnuda bajo el agua), aquella breve situación le ayudó realmente a calmarse. Tal vez la ciudad era muy incomprensible para ella, con todas sus costumbres, actos bélicos y demás cosas que se presentaban ante ella, pero si un ser sin sentimientos como su mejor amigo podía abrir un poco su panorama sobre las cosas, significaba que no todo estaba perdido para dejarse caer.

Cuando dejó de bañarse en cuanto pudo sentir que estaba mejor, salieron del baño con algo de prisa al notar que demasiadas conejas habían esperado que saliera y que estaban dispuestas a correr hacia ella con sus ojos llorosos, dejando en claro que estaban al tanto por lo que habían podido captar desde su alma seguramente. No obstante, Muffet nuevamente intervino por ella y les detuvo de siquiera acercarse con simples ademanes de sus manos, haciéndose cargo hasta llevarla a la habitación que Flowey le indicó y dejar que se pusiera la pijama mientras ella iba a prepararle el té que le había prometido antes.

Y por lo que había tardado en volver, supuso que se había dado la tarea suficiente de explicarles que necesitaba estar sola por ahora. Porque a pesar de la hora en la que algunas terminaban su turno, ninguna se presentó a la habitación.

-Serás tú quien decida contarles o no los detalles, aunque supongo que lo que menos quieres es demasiada atención en el asunto, ¿cierto? –Le comentó en cuanto trajo su taza humeante, cuyo aroma le indicaba que había preparado su té favorito justo con las medidas que le gustaban. No cabía duda de que Muffet observaba las cosas con más intuición que cualquier otro ser que conocía. –Bien, pues me encargaré del resto.

-¿Mandaste esa araña para comunicar que estoy bien? –Preguntó al no poder más con esa curiosidad.

-Si, mi querido W.D. quería saber el estado de tu salud. –Sin invitación alguna, se sentó a lado suyo de la cama. Aparentemente no iba a dejarla sola todavía. –Si llegabas a presentar algo más, debíamos de atenderte de inmediato. Él sabe mucho sobre la anatomía humana, ¿sabes? El quiso ser doctor en su momento.

-Si supe eso. –Comentó sin importarle mucho el tema, pero ahora que lo mencionaba, recordó otro punto. –¿Cómo te fue conversando con toda la familia?

-A decir verdad… casi no hablé. Dejé que ellos hablaran sus cosas mientras los detuve el tiempo necesario. –La arácnida parecía querer aparentar no darle importancia a ello, pero por la forma en la que había apretado su puño, jalando un poco la sábana, le daba a entender otra cosa. –Pero la lasagna fue un éxito. ¡No quedó nada! Luego me cuentas cómo lo hiciste, ya que creo que eso fue lo que ayudó.

-Muffet, creo que no estás dándote cuenta de que también fue porque pueden sentirse cómodos hablando en presencia tuya. –Atajó Frisk al percatarse de que la chica tenía intención de desviar el tema. –Deberías también expresarles tus inquietudes por eso.

-Gracias.

-¿Mmh? –No esperaba esa respuesta tan repentina.

-Gracias por ser la primera persona en considerarme una Gaster. –La monstruo esbozó una sonrisa que, si bien mostraba sus delgados colmillos, no contenían ninguna clase de amenaza de por medio. Frisk no supo qué decir con ello, pero tampoco le dio oportunidad de poder comentar algo más. Ya que Muffet se había girado hacia ella, extendiendo una de sus manos con toda intención e invitación de que la estrecharan juntas, mas no hizo nada en respuesta hasta saber qué estaba pretendiendo con eso. –No mentí aquella vez cuando te dije que podíamos ser amigas, así que te pregunto de nuevo. ¿Amigas?

-Pero yo no sé cómo es tener una amiga. –Observó su mano alzada con cierto recelo.

-Yo tampoco, pero vamos aprendiendo juntas, ¿te parece?

Parecía ser sincera en su totalidad, además de que sería muy descortés de su parte no poder brindar algo a cambio después de todas las atenciones que tuvo con ella, las cuales si le habían dado más de una sorpresa en esta noche tan caótica. Frisk terminó aceptando el gesto estrechando su mano, pero en el instante se preocupó por el espectador que bien podría estarle molestando la situación. A lo cual pareció que no fue la única en pensarlo, ya que la arácnida se giró sin soltar su mano para ver ahora a la flor que estaba demasiado silenciosa desde hace varios minutos.

-¿Me apruebas como su amiga, florecita celosa?

-Haz lo que quieras.

-Fuhuhuhu, bien. –Finalmente soltó el agarre y se levantó. –Trata de descansar un poco, Frisky. Mañana será otro día.

-Si… Gracias, Muffet.

La chica abrió la ventana y se fue por ese lado, seguramente por medio de sus telarañas o su capacidad de poder caminar por las paredes. Aún no comprendía del todo cómo funcionaba su magia tan amplia, pero vaya que hacía que cualquiera se la pensara antes de meterse con ella. Tal vez por eso no tenía problemas en agredir a otros, porque seguramente muchos se detendrían antes de intentar algo, para empezar. ¿Debía ella cargar consigo con un cuchillo o algo de ahora en adelante para por lo menos, alejar a cierto peligros?

-Me sorprende que te lleves realmente bien con alguien fuera de mi. –Preguntó Frisk tras dar unos cuantos tragos a su bebida en lo que fueron unos minutos eternos en silencio entre ellos. Recordando la daga vieja sin filo que Sans le había regalado y que tenía guardada justamente en el cajón de la mesita de noche a lado suyo. Si hubiera cargado con ella, ¿habría podido evitar algo? –¿Desde qué momento ella te agrada?

-Nadie me agrada, Frisk, solo decido tolerar o no a mi manera.

-Lo sé, pero a ella le tienes consideración. Incluso cuando ella me agredió en su momento.

-También la maldita basura sonriente te hizo pasar malos ratos, y aun así andas embobada por él.

-Supongo que es un buen punto. –Se encogió de hombros sin tener el ánimo suficiente de insistirle un poco más con el tema. –Haz crecido, Flowey. Eso me alegra.

-Quien ha crecido eres tú, torpe. –Gruñó mientras le quitaba la taza con cuidado y la colocaba a lado suyo, estando en la mesita de noche donde le permitían estar a lado de ella. –¿Cómo te sientes ahora?

-Mejor. –Le acarició el tallo con un par de dedos. –Muffet tiene razón, no estamos solos ahora.

-Nunca lo hemos estado. –Pese a su reclamo, le devolvió la sonrisa con más calma, como si con ello quisiera agradecer por el gesto o por simplemente verla con mejor semblante. –Nos hemos tenido el uno al otro siempre. Aun cuando me cambies por cursilerías.

-No te he cambiado, Flowey. Siempre has sido mi mejor amigo, aun cuando me moleste contigo por tus secretismos. Así que, por favor, ¿puedes decirme realmente qué es lo que sabes sobre mi que no quieres decir?

-Ya sabes demasiado, confórmate con eso y descansa.

Tras ello, la obligó a que se acostara finalmente y la tapó con cuidado antes de que le siguiera insistiendo. Pero por más que lo intentara, no lograba entrar en sueño ante un malestar que todavía tenía consigo pese a no querer darle importancia, pero siendo imposible de ignorar. No estaba cómoda con nada, aun cuando aparentemente le permitieran la soledad suficiente. Por eso y más, le relajó de alguna manera ver tras múltiples giros en su cama, que la ventana de la habitación se encontraba abierta pese a que Flowey ya la había cerrado desde hace posiblemente más de una hora. Era difícil saber el tiempo transcurrido cuando su mente con ruido no la dejaba en paz.

Tras decidirse en levantarse finalmente, se encaminó lentamente hacia la ventana para ver lo que había esta vez en el soporte. No había ninguna flor ni ningún otro regalo como frecuentaba todas las madrugadas. En su lugar, sólo había una nota mal doblada, la cual contenía anotado de forma rápida "Cuando quieras hablar, solo pídelo", que le calmó un poco conforme guardaba la nota consigo.

-¿Qué tal ahora, Sans?

Ni siquiera se había esmerado en susurrar para no llamar demasiado la atención de cualquier otro escucha. Y sin esperar alguna respuesta o necesidad de mirar hacia arriba, se apartó de la ventana para tomar el saco consigo y colocárselo sobre sus hombros. Teniendo cuidado con sus pasos al momento de salir de la habitación y andando hacia las escaleras que daban hacia el techo. Pero no abrió la puerta en el instante, sabiendo que una parte de ella todavía se encontraba nerviosa por todo lo sucedido. Fue así como su mano temblorosa detuvo a su otra mano también inquieta de seguir temblando, y decidirse por una buena vez en encaminarse hacia él. Después de todo, era firme en asumir cualquier cosa que pasara en adelante.

Incluso a un mafioso que claramente aún estaba furioso pese al derramamiento de sangre que había provocado con sus manos.

-¿Muffet te dijo que estaba aquí?

Preguntó Sans sin girarse ni acercarse a ella. Notando que sus cuencas estaban tan oscuras como la noche que contempló en más de una ocasión sobre el pueblo. Frisk no respondió, queriendo contener sus ganas de taparse la nariz a causa del aroma impregnado que todavía tenía de sangre consigo, la cual apenas y lograba cubrir el denso olor a puro que hacía tiempo que no había olido en él, pero que múltiples partes de varios a medio apagar yacían por debajo de sus zapatos negros. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí fumando en el techo? ¿Cuántos puros se había consumido en todo ese tiempo? Incluso tenía todavía uno en la mano, muy cerca de terminarse.

Frisk sujetó con fuerza los extremos del saco para taparse con él todavía más, dándole mayor impulso para dar un par de pasos más hacia él, pero que el esqueleto rechazó de alguna manera al retrocederlos en misma cantidad. Arrojando el puro al suelo para pisarlo, y teniendo ahora sus manos ocultas en los bolsillos de su pantalón que le dejaban en claro que quería evitarle la incomodidad de estarlas observando tras lo ocurrido. Pero eso sólo le hizo sentirse más nerviosa que el hecho de poder ver sus manos por cuenta propia. No le gustaba sentir que la estaba negando de esa manera, aun cuando podía comprender por encima de la situación.

-Estás molesto. –Soltó Frisk sin saber qué más decir tras eso.

-¡Por supuesto que lo estoy! ¡Culpo a este maldito lugar por dejar que tipos así se acerquen y te identifiquen como uno de ellos! –Exclamó con un deje de rabia que sólo empeoraba más el momento. Pero no le diría nada por ahora. –Culpo a Muffet por no vigilarte apropiadamente y evitar que algo así ocurriera. Culpo a… ¡Agghh! ¡Me culpo a mí, por no haber llegado a tiempo!

-N-no pasó a mayores si es lo que piensas, Sans. –Bajó su mirada para contemplar sus pies, los cuales se encontraban descalzos por haber olvidado ponerse algo antes de salir de la habitación. –S-solo… m-me…

-¡Por favor no justifiques esto! –Pudo sentir la mirada del esqueleto sobre ella ahora, pero se rehusó a devolverle la mirada en el instante al sentir que nuevamente se estaba doblegando por sus propias emociones. –¡Estoy harto de que trates de justificar a todos los que te hacen daño!

-¡P-pues tú me estás haciendo daño justo ahora con tus gritos!

Le había contestado con el mismo tono por mero impulso, sin levantar todavía la mirada mientras no lograra manterse serena de nuevo. Aunque estar oliendo todavía el olor de la sangre sobre Sans bien podría ser su verdadero motivo de alteración. Necesitaba calmarse, necesitaba enfocarse en algo para lograrlo, pero ni el aroma del saco le ayudaba. Tal vez había sido una mala idea presentarse tan pronto cuando debería de poder manejar mejor la situación después. Pero su necedad de verlo para asegurarse de que estuviera bien había sido más grande que su propio cansancio. Debió suponer que lo encontraría bastante irritado como las otras veces.

-Lo sé. –Escuchó que Sans había respondido a su exclamación, pero con un tono mucho menos molesto que hacía unos segundos. –Lo siento, es solo que… No puedo con esta maldita impotencia.

-Pues gritarme no hará una diferencia.

-Lo sé, nuevamente lo siento.

Sans se terminó sentando en el barandal, mirándola nuevamente de frente pero sin darle alguna invitación no verbal de que podría acercarse. ¿Acaso era porque seguía tan molesto que no quería lastimarla también? No, no parecía ser realmente el caso, pero le daría el espacio para calmarse de su alteración si eso era lo que quería. Por lo menos, ella ahora había podido levantar su mirada tras sentir que no seguiría con sus gritos. Y ciertamente no quería estar cerca del olor nauseabundo que lamentablemente tenía consigo el esqueleto. ¿Era por tratarse de la sangre de aquel sujeto? ¿O simplemente porque lo pútrido olía asquerosamente mal? ¿Sans cómo no podía darse cuenta del olor consigo? Aunque se hubiese limpiado la sangre de la cara y manos, era demasiado evidente la sangre que tenía en toda su camisa. ¿Y el saco azul que regularmente portaba? ¿Se lo había quitado antes como lo había hecho aparentemente con el saco? ¿O simplemente no lo había llevado consigo?

-¿Me tienes miedo? –Preguntó Sans al poco tiempo, sacándola de sus divagaciones.

-Lo tuve por ese breve momento. –Admitió sin siquiera pensarlo, abrazándose en el instante por una frialdad que no precisamente estaba en el clima. Sabía que ese tema podría haber estado rondando por su cráneo y se sorprendía de haberle atinado. –Lamento que haya sido así. Se supone que ya sé lo que eres y que asumo las consecuencias de poder estar contigo, pero…

-No. –Le interrumpió con un tono demasiado rudo viniendo de él, pero lo reparó tras una breve pausa. –Todo este tiempo he agradecido que me consideres pese a las circunstancias. Pero no, Frisk, no soy alguien bueno. Sólo soy aquel que no dudará en ningún momento en mandar al carajo a todo el mundo por simple egoísmo. Así que no vayas a pedirme que no mate a aquellos que te lastimen, que yo no cumplo promesas.

-No iba a pedirte nada de eso. –Ya sabía de antemano que sería una petición inútil dado el caso. –Es solo que… me la he estado pasando tan bien contigo que… olvidé por completo lo que significa estar con un asesino como tú.

-Yo también me la he pasado muy bien contigo. Tanto, que debo reconocer que me tienes idiotizado al grado de cometer peligrosas torpezas. –Sans sonrió al momento de expresarse, pero la tristeza con la que había entonado sus palabras era más llamativo para ella que cualquier falsedad que intentara mostrar con ella. –Pero es por esto que no puedo arrastrarte conmigo, por más que desee estar a tu lado.

-Qué manera tan tonta de justificarse. –Soltó Frisk sin medir el tono de su voz. –Pero supongo que me he ganado esto por mostrarme también como una miedosa.

El esqueleto parecía desconcertado por lo que había dicho, ¿acaso no iba a reclamarle por eso? ¿Por haberle llamado miedoso frente a su familia y siendo ella la que había mostrado tal cosa después? Por más insignificante detalle que pareciera para él, para Frisk era una de las razones por la cual se sentía como una tonta ante él, por no haber podido mantener su firme postura de querer ser valiente por los dos, aun sabiendo lo que era, aun sabiendo que las consecuencias podrían ser garrafales. ¿Acaso no iba a reprocharle de lo mismo?

-Sans, gracias por haberme salvado de las manos de ese tipo. Gracias por llevar a Flowey y Muffet conmigo. –Dio otros par de pasos hacia el frente, sintiendo la irregularidad y frialdad del techo. –Y lamento que hayas tenido que mancharte las manos nuevamente por intentar salvarme.

-Esto es extraño. –Soltó el esqueleto que permanecía aún inmóvil. –A estas alturas de la conversación estarías diciéndome algo sobre que no lo habías pedido y que está mal matar y cosas así. Frisk, ¿estás bien con que lo haya matado?

-No. –Sus manos volvieron a temblar. –Pero no logro pensar en otra solución sin que me aterre una posibilidad de volver a topármelo… Y tengo miedo ahora de mi por eso.

Parecía que algo en todo eso había preocupado a Sans, ya que se había levantado de golpe y estaba encaminándose hacia ella con paso decidido. Pero Frisk lo detuvo alzando una mano en el instante que sintió todo demasiado apresurado.

-Antes de que te acerques a mí, ¿podrías quitarte la camisa al menos? –Le indicó.

-¿Eh?

-¡N-no lo malinterpretes, por favor! –Se apenó al darse cuenta de que el esqueleto podría estar pensando en otra cosa. –Es que hueles demasiado a sangre y ya no lo soporto.

Creyó que su petición le sería demasiado extraña para él y que no le haría caso, pero en su lugar comenzó a desabotonarse con prisa frente a ella, poniendo a un lado cualquier inhibición de su parte, pero haciendo que la misma chica se apenara todavía más por eso. No era la primera vez que le veía con el torso desnudo, contemplando sus costillas que daban muy poco espacio de separación entre ellas a lo que lograba recordar sobre cómo era un esqueleto humano, pero tenía sentido que fuesen diferentes anatomías y que no tenía ni idea de cómo funcionaba la suya propia como para cuestionarse también la ajena.

Con su magia, Sans arrojó la bola de tela lo más lejos posible del mismo edificio y comenzó a acercarse a ella con pasos lentos para medir si realmente podían estar cerca o no. Frisk no le apartó la mirada en ningún momento, dejando que fuese el esqueleto quien diera los pasos ahora y no ella, como si una parte interna suya deseara poder contemplar alguna iniciativa por parte de Sans sobre si realmente quería acercarse o no. Y siendo algo absurdo de pensar cuando los brazos del esqueleto parecían desear poder abrazarla en el instante pero sin saber si realmente podía hacerlo dada las circunstancias. Fue ahí cuando ella tuvo que tomar tal paso, colocando su cabeza sobre su torso, dejando que los brazos esqueléticos la rodearan lentamente hasta dar finalmente con un abrazo que no creyó que sentiría tan reconfortante hasta ese momento.

Sabía que ambos habían estado pensando en lo mismo, sobre si era apropiado permitir tal tacto tras lo traumático que había sido que un sujeto le estuviera manoseando sin piedad. Pero las manos de Sans eran muy relajantes para ella. Podría decirse incluso que las había necesitado para calmarse realmente, y eso más que relajarla en su totalidad, le asustaba también. ¿Cómo alguien que había matado brutalmente a un sujeto horas antes, podía transmitirle tanta paz a su vez? Definitivamente algo malo estaba pasando con ella.

-Me siento como una tonta. –Comentó sin apartar su frente del torso de Sans. Aunque ahora que lo pensaba, ¿sí podía considerarlo como un torso?

-Nada de esto fue culpa tuya, bonita. –Le dijo en un tono suave, pareciendo que con abrazarla también estaba logrando calmarse. –A mi se me fue la mano.

-Me refiero a que me estoy dando cuenta de lo que todos han querido decirme. Sobre que no puedo esperar a que todo salga como yo creo que deberían de ser las cosas. –Con algo de pena, le devolvió el abrazo para poder apegarse más a él. Aún cuando todavía tenía consigo el olor a tabaco impregnado a él, pero lo prefería por mucho a la sangre de un sujeto que deseaba poder olvidar. Y pese a tener todavía consigo el olor a la sangre, era más lejano ahora a comparación. Tal vez había algo de sangre en los pantalones que le hacía poder percibirlo, pero no iba a pedirle que se los quitara. –Siempre he estado acostumbrada a hacer las cosas por mi y por mi cuenta. Así que me cuesta trabajo entender muchas situaciones, muchas decisiones ajenas, pero… creo que justamente ahí está el problema, ¿cierto? Yo siempre he podido elegir qué hacer… hasta ahora. No puedo esperar a que contaré siempre con opciones, ¿verdad?

-Me preocupa el camino que está llevando esta conversación. –Le comentó de inmediato, abrazándola con un poco más de fuerza y haciendo que Frisk dejara de apoyarse sobre sus costillas y cambiara hacia su hombro para mayor comodidad. –Frisk, me encanta que tengas la capacidad de buscar siempre opciones. No dejes que un mal momento acabe eso contigo. Tú no, por favor.

-Pero…

-Ya somos demasiados en este mundo que nos dimos por vencidos y definitivamente ya no tenemos vuelta atrás para cambiar eso. Sé que me he quejado sobre la piedad que otorgas a todos por igual, pero eso es parte de ti, y yo am… ¡EJEM!... me encanta cada parte de ti. –Se corrigió Sans tan rápido y nerviosismo, que Frisk no tuvo ni idea de lo que ocurrió. ¿Se atragantó con saliva? –Nuevamente te recuerdo porqué no quiero arrastrarte conmigo, porque eres lo que deseo conservar de un mundo que aún no está del todo perdido por el simple hecho de que existes tú.

-Pues estamos ante un problema. –Aunque no pudiera verle directamente, pudo sonreír tras escuchar esas últimas palabras. Por extraño que pareciera, era lo que necesitaba saber para poder concentrarse únicamente en el aroma que tenía el monstruo. No en el tabaco ni la sangre. Sólo Sans. –Tú eres parte de mi mundo, así que si me apartas de tí, estarías rompiendo con ese mundo que quieres proteger.

Frisk quiso contemplar el rostro del chico que le gustaba, pero los brazos esqueléticos que le rodeaban se rehusaron a permitírselo, apegándola todavía más hacia él pese a no ser más necesario. Así que tuvo que limitarse con el hecho de poder ver que el cráneo estaba completamente azulado, aun cuando lo estuviese contemplando de reojo.

-Que tramposa me saliste. –Comentó Sans tras un breve momento silencioso que no fue para nada incómodo. –Definitivamente soy una mala influencia para ti.

Tan solo mantuvo su sonrisa en respuesta, sintiendo que ahora el esqueleto le besaba suavemente su cabello y siéndole maravillosamente relajante eso. ¿Estaba mal de su parte desear mantener momentos así? ¿O debía de seguir sintiéndose como una tonta por su propia vulnerabilidad que tanto le atemorizaba de sí misma? Debía de recordar que estaba en una ciudad tan caótica, junto a seres tan corruptos o letales que podrían liquidar a cualquiera en cuestión de segundos, teniendo que luchar entre ellos con tal de sobrevivir y mantenerse de pie a su manera.

Si bien ella podría mostrar cortesía con todos, no significaba que el resto lo sería con ella. Y ya que si bien no podría pedirle nunca a Sans que dejara de matar siendo el hecho de que siempre había sido así desde que lo conocía, necesitaba volverse más valiente y menos ingenua para no darle más motivos para mancharse las manos por ella. No sonaba bien de cualquier manera, pero era lo único a lo que podía llegar desde sus posibilidades de momento.

-Frisk, ¿segura que no me tienes algo de miedo tras esto? –Su pregunta sonaba demasiado insistente.

-Probablemente vuelva a atemorizarme verte así de nuevo. –Admitió en el instante, sin saber si su respuesta sería buena o no para él. –Pero también probablemente vuelva a querer tener un abrazo tuyo tras eso. Supongo que eso suena preocupante.

-Si, suena preocupante. –Sans soltó un largo y ruidoso suspiro tras eso. Sin romper con el abrazo que no le permitía poder verlo de frente. –Pero está bien. Me tienes, bonita.

-No eres un objeto al cual poseer, Sans.

-S-Sabes… a lo que me refiero…

-No, la verdad es que no. –Arqueó una ceja en espera de una explicación de su parte, pero sólo recibió murmullos volátiles en italiano que nuevamente le exasperaron. –Parlami in inglese.

-Frisk, yo… no tengo cosas buenas por ofrecerte realmente. Sabes que soy un criminal, un asesino, un mafioso. Y eso nunca va a cambiar. La escena que presenciaste podría repetirse en cualquier momento. ¿En verdad quieres que permanezca a tu lado aun así? –Terminó soltando de inmediato, aunque su voz sonaba algo nerviosa en todo ese aparente discurso. –Aun con todo lo que presento y pueda provocar para ti. Aun con todo lo que sabes de mi. ¿En verdad quieres que… estemos juntos, aun con todo en nuestra contra?

-No estaría abrazándote en este momento si no fuera así. –Respondió sin necesidad de pensarlo por un segundo. Siéndole la situación levemente familiar. –Sans, ¿estás intentando pedirme que seamos pareja?

Pudo escuchar una carcajada de su parte. ¿Lo había malinterpretado? ¿Lo estaría presionando accidentalmente? No, su fuerte suspiro casi en su oreja le indicaba de alguna manera que había acertado.

-¿Y qué respondes? –Podía sentir su gran sonrisa a lado suyo.

-Que si. –Sonriendo también, comprendiendo finalmente de dónde provenía su inusual nerviosismo. –Aunque creo que es algo vergonzoso que me lo estés pidiendo mientras yo estoy en pijama y tú sin camisa.

-Me la quité porque tú me lo pediste, pervertida.

-¡No fue por algo así!

Estando acalorada por la acusación, rompió con el abrazo únicamente para quitarse el saco sobre sus hombros y entregárselo al dueño de tal prenda que aparentemente se estaba quejando. Pero en lugar de colocársela para dejar de estar con las costillas al descubierto, tan sólo la puso en uno de sus hombros, sujetándola para que no se cayera de ahí mientras que con la otra mano ya la estaba abrazando por la cintura. De alguna manera, Frisk sabía lo que vendría a continuación, suponiendo que aquello formaría parte de la iniciación que daba oficialmente su relación. Pero fue un beso demasiado rápido tras ella apartarse casi inmediatamente.

-Sabes a tabaco. –Sacó la lengua con disgusto, no queriendo seguir conservando ese sabor en su paladar nunca más. –No me gusta.

-¿Eh? –Sus cuencas nuevamente se habían oscurecido, pero más por decepción que por otra cosa. –¿Vas a negarme un beso tuyo justo ahora?

-Pues no me gusta el sabor que tienes justo ahora. Y siendo sincera, tampoco el olor. Date un baño.

-No seas cruel. –No pareció querer rendirse, apegándose aún más a ella pese a estarlo rechazando con ambas manos para alejarlo tan siquiera un poco. –Vamos bonita, un beso.

-Primero lávate los dientes.

-¡Besa a tu novio!

-¡Así no!

-¡Besameeeee!

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Algunos conejos estaban con las orejas alzadas mientras se asomaban en sus respectivas ventanas, divirtiéndose de alguna manera con la emoción que podían captar proveniente de ese par de almas situadas en el techo en ese momento. Algunos otros conejos tan sólo se cuestionaban lo raros que eran esos dos, pero que podían estar aliviados por escuchar que la situación había mejorado y no había pasado a mayores.

Pero la dueña de la casa, tenía las orejas alzadas para estar alerta del sujeto que tenía al frente. El cual se había manifestado sin aviso previo dentro de sus dominios y obligado a que cerrara de una buena vez el establecimiento si no quería que él lo hiciera por ella. Y aunque lo hubiese intentado o ella impedido, su mera presencia había espantado a todos. Incluso a sus mismos hijos que había preferido irse a dormir de una buena vez salvo Ronnie, quien estaba detrás suyo con tal de protegerla de alguna manera, pero poniéndola más nerviosa por tenerlo presente y que pudiera pasarle algo también.

-Si te tengo compasión, es por respeto a la amistad que mantuviste con mi esposa. –Mencionó Don Gaster con ambas manos en su columna. No había movido ni un hueso desde que se presentó justo ahí, en medio del salón para que todos pudieran verlo y entendieran que no quería a nadie ahí ahora. –Que de lo contrario las consecuencias de lo ocurrido serían desastrosas para tu familia. Te lo aseguro.

-No permito que vengas a mi casa a insultarme. –Le respondió con enfado. Preguntándose si era demasiado tarde para ir por su escopeta. –Pero asumo la responsabilidad que tengo en todo esto. Solo que la señorita arácnida no nos permitió acercarnos a ella para poder atenderla.

-Tus atenciones al respecto nunca han sido buenas. No hace falta que escarbe en detalles para eso. –Su voz sonaba tan fría como siempre, pero el tenue brillo de sus ojos le comunicaba que había sentido cierta satisfacción darle ese golpe bajo. ¡Pero qué maldito! –Debí pensar que alguien que no puede cuidar de tal cosa de sus hijas, no podría cuidar tampoco de ella. Un error que corregiré a partir de mañana.

-¿Qué…? –Bajó un poco sus orejas al darse cuenta de lo que le estaba diciendo. –Wingdings, eso no lo decides tú. Eso lo decide ella.

-¿Y crees que querrá seguir aquí tras todo lo ocurrido?

Bonnie bajó sus orejas en su totalidad, sabiendo esa respuesta con demasiada antelación. Sus gemelas habían hecho lo mismo ante su impotencia de no poder hacer nada más. Y no había vuelto a saber nada de ellas desde entonces.

-Inspeccioné el cuerpo del abusador antes de arrojarlo al mar. Presentaba una enfermedad que bien podría considerarse de transmisión sexual, y si bien los monstruos no somos compatibles con varias enfermedades humanas, deberías de prestar más atención en tu clientela, coneja. Has tenido una humana aquí todo este tiempo, ¿nunca pensaste que podría hacerle daño algo así? –Bonnie arqueó una ceja sin tener el ánimo de decir algo en defensa, ni de entender su actitud de ahora. ¿Acaso la estaba regañando? –Y no solo esta vez, varias veces se te ha perdido de vista. ¿Si te das cuenta de la facilidad que siempre presentaste en tus descuidos? ¿Y de los desvelos que tiene? Todas las mañanas se ha mostrado cansada porque además de ponerle a limpiar de madrugada, la pones a hacer el desayuno.

-Espera. –Finalmente parecía tener algo de sentido todo eso, pero aquello sólo la desconcertaba más por lo inverosímil de la situación. –¿Estabas preocupado por ella?

-No es asunto t… ¡No pienses en usar tu magia en mi, coneja!

-Te encariñaste con ella. –Teniendo sus orejas sumamente hacia lo alto por la sorpresa que presentaba, sonrió en el instante que pudo percibir con precisión lo que había estado buscando, y ni siquiera había tenido que esforzarse esta vez para obtener algo así de él. ¡Pero vaya que estaba presenciando un milagro! –Te preocupa que todo esto le haya afectado. ¡Oh, Wingdings! Eso es…

Una mano flotante le tapó la boca en el instante, pero ni aunque insistiera en mostrarse frío y rudo como siempre, Bonnie no paraba de prestar atención a su alma que ahora estaba apenada por sacarle los trapitos al sol. Pues bien, si seguía sin gustarle que se dejara a la vista un lado bueno de su parte, tendría que conformarse con el hecho de que no todo estaba perdido.

-Mandaré a alguien mañana a primera hora para que le ayude a empacar sus pertenencias. –Soltó el señor, evidentemente queriendo que no se tocara el tema nunca más.

-¿No podrías esperar un poco? –Preguntó tras quitarse la mano flotante. –La boda de mi Ronnie y Shyren es en un par de días.

-Tus asuntos no me interesan. Deja de sobre explotarla.

-No lo decía por eso… ¡Y no lo hago! –Reprochó ante la acusación. Si tan sólo supiera que los desvelos y desapariciones eran justamente por su hijo, no tendría cara para estarle reclamando. – Sino porque es una invitada y…

No pudo terminar su explicación, ya que así como se presentó, desapareció de su vista sin aviso previo. Bonnie simplemente suspiró con resignación. Aunque algo dentro del esqueleto amargado había mejorado, tal parecía que había cosas que nunca cambiarían.

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Creo que haré que las actualizaciones de esta historia sean en viernes (uno si y otro no). No solo porque se acomodarán mejor los tiempos para todos, sino para poder decir "F is for Friday, F is for Flapper Florist". ¿Qué opinan?

Por cierto, muchas gracias por su paciencia y por las palabras de apoyo que me brindaron por la muerte de Koopa. Sigo buscándolo de manera inconsciente en las esquinas que solía esconderse, además de comprar más lechugas de las que ya no necesito, pero ver que en la maceta donde yace apenas está surgiendo un brote, también me calma. Además, el apoyo que me dieron estos días también me motivó mucho a retomar mi ritmo de escritura, pero creo que esta vez me volé la barda al tenerlo demasiado pronto esta vez.¡Los quiero mucho!

Michi fuera.

:)