-¿Tío Grill? ¿Mamá… papá… dónde están?

Grillby apenas y podía mirar a los ojos a la pequeña flamita que claramente sabía que algo malo estaba pasando para que tuviera qué presentarse él ante ella, tras varias horas de espera en un sitio desconocido, en lugar de sus padres que hacía tan solo poco tiempo habían permanecido todos dormidos tranquilamente en su casa. Pero ciertamente, Grillby no tenía el valor suficiente para poder darle la mala noticia, aun cuando solo estaba él para dársela adecuadamente tras haber tenido que presentarse al lugar de los hechos en cuanto le llamaron para darle reporte del terrible suceso.

Y aunque fuera bastante pequeña, Fuku era bastante lista para su edad. Tal y como era su padre. Tal y como había sido el mejor hermano que pudo tener. Mirándolo a los ojos tenía información suficiente para conocer el hecho de que podría llorar en cualquier momento, pero aun así estaba esperando las palabras del sabio adulto como la buena niña que siempre había sido.

-Fuku, yo… –Grillby se había arrodillado para estar a la altura de su sobrina. Poniendo una mano en su hombro como si pudiera consolarla de verdad de esa forma. Ni siquiera tenía cabeza ahora para recordar que así no se trataba a un infante ni mucho menos a una niña. –Yo… Lo siento.

Terminó abrazándola al no poder más. En efecto tenía que ser el adulto ante ella, confrontarla de todo pesar que tendría de ahora en adelante, ¿pero cómo podía procesar el hecho de haber perdido a su hermano mayor y mejor amigo? ¿Cómo afrontar que el camarada que siempre había tratado de protegerlo de todo, ahora no volvería jamás? ¿Quién lo consolaría a él de tal pérdida desgarradora?

Era bastante patético que terminara llorando en el hombro de una niña, la cual le devolvía el abrazo entre sollozos que comenzaba a soltar igualmente. Pero era aún más patético que los elementos policiacos de lugar le contemplaran de esa forma pese a estar pasando de un lado para el otro, como si tuvieran cosas más importantes por hacer que ver a una estadística más de infortunadas víctimas de la delincuencia. Todos los policías eran iguales, todos los casos eran muy similares a fin y al cabo. Él lo sabía de antemano.

-Señor Fire, ¿tiene un momento? –Se acercó uno de ellos. Y por la áspera voz pudo reconocerlo en el instante, aun cuando llevara años sin saber nada de él y pudiera seguir varios años más así. –Necesitamos seguir haciendo reporte de los hechos.

Grillby accedió únicamente por no saber todavía cómo darle la noticia a su sobrina, limpiándose el plasma de la cara de forma rápida y apartándose con tal de tratar de pensar en la forma adecuada de poder afrontar las cosas incluso para él mismo. Aun cuando se trataba de acompañar a un sujeto que si tenía que ser sincero, no le agradaba del todo pese al trayecto de los años. Pero bueno, ¿quién en este maldito mundo corrupto podría decir en su sano juicio que podría agradarle realmente su jefe? Sobre todo cuando se trataba de un humano.

-Antes que nada, en verdad lamento lo ocurrido, joven Fire. –Comenzó a decirle el detective Hallyton al momento de sentarse frente a frente en el escritorio de siempre. Cuya ausencia de brazo era tan reconocible como persona, como sus eternas ojeras que parecían estar en aumento en cada oportunidad. –El señor Galley Fire fue un buen sujeto y compañero. Aun cuando no pudiera portar una verdadera placa, para mi era un miembro oficial del cuerpo policiaco. Al igual que lo fue usted.

El fuego fatuo se mantuvo en silencio sin nada que decir al respecto. Palabras así eran demasiado vacías en un momento como ese, sobre todo cuando ni siquiera el humano ante él se dignó en conocerlos lo suficiente para poder descubrir que realmente lo utilizaron en su momento para brindar un verdadero apoyo a los monstruos, verdadera justicia que ningún ser humano podría otorgarles. Y se habían retirado de tal fachada antes de poder ser descubiertos, pero a diferencia suya que había decidido retirarse por completo al considerar que no podría obtener nada más de eso, su hermano había decidido creer en la palabra de los humanos y brindar justicia a la par.

Cosa que a perspectiva suya, le había costado demasiado.

-Esto es información confidencial, pero por tratarse de usted, le notifico que identificamos a los asesinos y ya estamos tras ellos. –Había estado hablado previamente de varios detalles de lo que ya estaba al tanto, pero finalmente Grillby levantó la mirada ante eso nuevo. Vaya que habían resultado rápidos finalmente. Aunque no lo suficiente. Nunca eran lo suficiente. –Solo no haga nada estúpido mientras tanto.

-No sé a qué se refiere, señor.

-Puedo verlo en su mirada, joven Fire. No es el primero al que se le ocurre buscar venganza por su propia mano. –Grillby tuvo que contener las ganas de rodar los ojos. Definitivamente el señor Hallyton no había cambiado en absoluto. –Pero a diferencia de los otros casos a los que me he enfrentado así, creo que puedo decir en el suyo que a su hermano en verdad no le gustaría que lo hiciera.

-Con todo respeto, señor, dudo que pueda saber realmente qué le habría gustado a Galley.

-En fin, ¿la niña tiene algún otro pariente?

-¿Qué? –Le desconcertó el repentino cambio en la conversación. –¿Por qué pregunta?

-Usted ya sabe cómo es este proceso. Mientras los delincuentes estén sueltos, lo mejor es mantener a la menor de edad en un lugar seguro lejos de todo esto. Aun cuando les brindemos protección policiaca. –Su ex jefe alzó la ceja al no creerle que realmente hubiera olvidado ese protocolo de seguridad tan simple. Haciendo más visibles sus grandes ojeras. –Así que dígame. ¿Algún abuelo o abuela, tal vez?

Grillby pensó por un momento su respuesta. Sus propios padres habían muerto hace unos años y de cualquier forma habrían sido una mala opción dada las malas condiciones en las que habían vivido. Por lo que solo quedaban los padres de su cuñada, pero tampoco sabía del todo sobre dónde vivían. Y si bien podría averiguarlo en muy poco tiempo, recordaba lo suficiente respecto a encontrarse fuera de la ciudad. Tal vez habría sido lo mejor para la propia Fuku mantenerse lo más lejos posible de todo, pero… ¿realmente era lo correcto? Alejarla sin más de algo de lo que aún no sabía qué había ocurrido y que tal vez la llenaría de rencor tal y como lo estaba haciendo con él en ese momento… No, la pequeña no tenía culpa de las cosas. Merecía la verdad aun cuando se tratara de tan solo una niña.

Tenía que decirle la verdad. Y a la vez, hacerse responsable de todo tal y como lo habría hecho su hermano mayor. Dejar las tonterías y arrebatos para alguien más, porque ahora, tenía que ser el adulto que una niña necesitaba y merecía. Pero también tenía que reconocer que necesitaba de ella para no sentirse solo en un momento como ese. Y solo eso le hacía sentirse cada vez más patético, siendo que tal vez nunca sería digno de tener una niña tan inteligente como su sobrina, pero lo convertiría en su motivación para cambiar finalmente.

-No. Solo a mí.

Su ex jefe tenía razón por una vez en su vida, no era momento para cometer tonterías. Ni nunca más lo sería. Por lo que en cuanto obtuvo la gestión de papeleo y protección momentánea de la que sabía que no serviría para nada, regresó con la niña que esperaba todavía en su asiento donde le colgaban los pies y que nuevamente le observaba fijamente. Tomando una decisión importante en lo que restaba su vida, aun cuando no tuviera ni idea de cómo era cuidar a un infante para empezar. Ciertamente, nunca se imaginó con niños y ahora estaba dispuesto a luchar para mantener una con él.

-Fuku, a partir de ahora yo cuidaré de ti.

Le había dicho con total certeza en aquel momento, pero dolía ver cómo no había podido cumplir eso por más que se hubiera esforzado en cambiar todos los aspectos de su vida que impidieran darle la vida digna que merecía. En verdad había hecho el esfuerzo de ser un ciudadano normal, con un trabajo normal para brindarle una vida normal. Pero lo cierto era que su pasado siempre le perseguía en los peores momentos, teniendo que ofrecer de vez en cuando su trabajo como falsificador y evidentemente molestándole a Fuku pese a nunca decírselo directamente. Tan solo bastaba aquellas veces en verle hacia los ojos para notar lo tanto que le disgustaba ese hecho, casi como si fuera su hermano reprochándole a través de ella. ¿Pero qué quería que hiciera para sobrevivir? La vida para un monstruo era bastante dura por más que se esmerara en mantener el camino correcto. Al menos se había conformado con creer que con ello podría haber alejado a Fuku de toda esa clase de problemas, pero tal parecía que había sido todo lo contrario.

Al final Fuku estaba tomando el camino de su padre sin siquiera saberlo. Creyendo que podría lograr verdadera justicia para los monstruos y confiando en que la sana convivencia entre especies podría ser posible. Protestando y luchando en vez de estar estudiando donde podría encontrar la paz que realmente estaba queriendo. Buscando a una desaparecida por su propia mano y terminando ella en la misma situación sin mayor explicación alguna.

No podía permitir perderla también bajo ese mismo camino.

-Ahora que observo este lugar, puedo entender por qué otros sujetos se salieron con la suya a través de aquí. –La voz de Sans acompañándole le regresó al presente. Uno en el que estaban entrando a un orfanato alejado y abandonado por todo ser vivo y todo dios a como lo estaban contemplando. –No da ganas de ser huérfano viviendo así.

-Pues eso los hace unos tontos. –Comentó Grillby sin apartar la vista hacia el frente. –Creí que ustedes trataban de sacar el mayor provecho de todo Snowdin.

-¿Qué se le puede sacar a un lugar como este? –Objetó Sans mientras observaba en todos los rincones. Tomándoselo con la gracia que solo él podría en un momento como ese. –Ya tiene demasiado con que se esté cayendo a pedazos como para que unos mafiosos vengan a querer sacarles dinero, ¿no crees?

-¿Ahora me vas a decir que tienen principios?

-Oye, enojate con quienes posiblemente se llevaron a tu sobrina. No conmigo. –Le reprochó sin el afán de contestarle con el mismo tono. –Estoy aquí para ayudarte.

El bartender sabía que ese era el caso y lo agradecía, pero no podía evitar sentirse molesto en cada paso que daba. El lugar en verdad estaba abandonado en todo el sentido de la palabra, sin vigilancia alguna como si los mismos dueños les diera completamente igual lo que ocurriera a sus espaldas o, muy probablemente, haciéndolo de esa manera para no ser testigo de nada mientras les pagaran. Y con ello ahora podía comprender mucho más por qué había niños en el barrio que frecuentaban robar tanto para ellos o para otros con tal de poder comer. No estaba siendo el caso con los huérfanos humanos, los cuales los separaban dada las políticas de tener todo en su sitio para facilidades, cuando visiblemente se trataba para brindar diferentes servicios a cada sector. Una verdadera lástima, pero no estaba para eso por ahora. Aun cuando pudo reconocer a simple vista a uno que otro niño que había hablado con él sobre el paradero de la florista y defendido del yakuza que había terminado lastimándole el pie en un descuido.

Eran niños que hacían todo por sobrevivir en un mundo donde los adultos les habían fallado. Niños que habían encontrado cierto consuelo de ver a un monstruo y una humana juntos. Y podía notarlo con tan solo contemplar las múltiples miradas infantiles enfocadas en el esqueleto que estaba acercándose hacia ellos una vez que se adentraron en el pasillo principal. Se acercaban a él con confianza y hasta cierto regocijo, aun tras el hecho de reconocerlo como delincuente. Tal vez porque ellos mismos lo eran también a su manera y lo veían normal como forma de sobrevivir. Y siendo el caso, ahora podía comprender una de las quejas de Fuku al respecto.

-¡El novio de la florista!

-¿Cómo está ella?

-¿Se encuentra bien?

-Bien, bien. Gracias por preguntar. –Sans les sonrió y saludó como si se tratase de una muy extraña celebridad. – ¿Quién de ustedes quiere ganarse unas monedas?

Rápidamente todos parecieron estar dispuestos a lo que sea con tal de obtener el tesoro que ahora Sans les estaba mostrando, a lo cual inmediatamente respondieron todas sus preguntas sobre en dónde estaban sus cuidadores, dueños y sobre la oficina donde tuvieran archivos sobre ellos. Pero en cuanto se preguntó sobre si habían visto a una fuego fatuo de tonalidad verde, más de uno se la pensó antes de responder.

-Ayer vino alguien así, pero no la vi salir. –Respondió finalmente un pequeño felino desde su sitio. –Venía acompañada de uno de nosotros, pero tampoco lo he visto desde ayer.

-¿Uno de ustedes?¿Un niño? –Preguntó Grillby en espera de poder desglosar algo con eso. –Si ambos entraron, pero no salieron, ¿cómo es que no saben si están aquí?

-Cuando vienen los hombres malos, tenemos que darnos la vuelta. –Eso solo le confirmaba mucho más que en efecto se habían llevado Fuku a alguna parte, pero también le confirmaba que "los hombres malos" podrían tratarse de algo mucho peor de lo que se había imaginado. –Así que no podemos ver nada.

-Cuando eso ocurre, ¿dónde están sus cuidadores?

-Pues no están.

Sans y Grillby se miraron el uno al otro, entendiendo de inmediato que estaban ante una red de trata de personas de las que no sabían nada al respecto. Después de todo, ¿quién reclamaría por un huérfano cuando apenas y se tenía para darles de comer?

-¿Cuántos de ustedes desaparecieron en esta semana? –Los niños se encogieron de hombros al no saber esa respuesta. –Bien, pues díganme, ¿cuántas veces vienen estos hombres malos?

-Cada vez que quieren. –Respondió una niña. –Solo sabemos que vendrán cuando los dueños no están.

-Muy bien, todos se ganaron sus monedas. –Irrumpió Sans al considerar que era demasiada interrogación para unos simples niños. Entregándole la bolsa con las monedas al que tenía más cerca de él. –Repártanselas y pórtense bien. No quiero a ninguno de ustedes como competencia en las calles.

-¿Desde cuándo eres bueno con los niños? –Observó Grillby.

-Desde que recuerdo. Son los mejores informantes, además de unos malditos cuando se lo proponen. –Rio un poco con su respuesta. Observándolos organizarse a su manera para que todos obtuvieran al menos una moneda. –Todos consideran que los niños son inocentes en muchos aspectos, pero lo cierto es que son bastante egoístas a la primera oportunidad que se les presente.

Grillby no mencionó nada más. Analizando la situación con lo obtenido y sabiendo que tenía más razones para actuar de inmediato. Todo concluía en que Fuku al estar rastreando a alguien desaparecido, terminó topándose con la mala suerte de que llegaron aquellos sujetos que se dedican a recoger "mercancía" cada vez que lo necesitaban en lo que sea que se estuviera manejando. Y pensar en eso solo lo terminó alterando mucho más, sin saber si aun estaba a tiempo de evitar algo así o si ya era demasiado tarde para prevenir que pusieran un dedo encima de ella. Tenía que darse prisa y Sans le estaba entorpeciendo un poco con la atención que tenía de los niños. Aunque ahora que lo pensaba, podría serle conveniente.

Sin tener que avisar o algo parecido, se adentró mucho más al lugar para dirigirse hacia la oficina principal. Si se trataba de un orfanato, significaba que debería de tener documentación y registros de las entradas y salidas de posibles adoptantes. Pero también debería de haber cualquier registro que pudiera indicarle quiénes eran aquellos que estuvieran realizando la trata de seres vivos con fines desconocidos, pero tampoco impredecibles a esta alturas de la vida. Pero al igual que todo ese lugar, la organización de todo documento estaba terriblemente mal. No había tenido que esforzarse en forzar alguna cerradura o buscar alguna llave. Realmente estaba siendo decepcionante hasta que comenzó a revisar el escritorio en busca de alguna abertura secreta o algo por el estilo. Encontrando en su lugar más de una ralladura que solo una arma afilada podría generar en madera tan resistente. Quien sea que fuera el dueño del orfanato, debía de estar amenazado de permitir tales actividades.

Entre todo el desorden, encontró un plato hondo con una cuchara, la cual le indicaba además de que el dueño había cenado cereal, que realmente no llevaba mucho tiempo de haberse retirado del lugar. Cosa que le indicó mucho más el reflejo de la cuchara plateada que había levantado y le permitía ver quiénes estaban estaban apareciendo detrás de él, desde lo que parecía una entrada secreta de una pared. Claro, pensó, debían de tener una manera en la que nadie les viera llegar para tener que ser lo más cautelosos posibles.

-Ustedes deben ser los hombres malos. –No pudo evitar mencionarlo sin alzar un poco más las llamas de su cabeza. –Bien, me ahorrarán tiempo.

-¿Quién demonios eres, monstruo? –Demandó el humano que ya estaba comenzando a sacar un arma desde su pantalón.

-Un simple cantinero que le gusta la vida tranquila. –Comenzó a derretir la cuchara en su mano. –O su peor pesadilla cuando me provocan.

Sabía que debía de tener cuidado considerando que estaba en un orfanato donde varios niños estaban dispersos, pero ni sus emociones ni la situación presente se lo permitían. El par de humanos estuvieron a punto de dispararle, por lo que él tuvo que ser más rápido y alzar sus llamas como barrera para hacerles retroceder. Su intención era que le encaminaran hacia donde sea que fuera el lugar de donde venían, pero parecía que ese par eran, lo bastante masoquistas, o lo bastante astutos para querer proteger aquel secreto aunque les costara la vida. Se habían separado al mismo tiempo que habían cerrado la puerta secreta que tendría que buscar luego. Pues bien, tendría que ser por las malas entonces.

Tuvo que usar el escritorio como trinchera en cuanto los humanos comenzaron a disparar. Sabía que no aguantaría demasiado, pero también que el ruido traería la atención de inmediata de su amigo, el cual no había tardado ni un segundo más para hacer acto de presencia y los aprisionó del alma con su magia, obligándolos a caer al suelo con mayor fuerza ante lo repentino. Para Grillby esa fue señal más que suficiente para salir y patear las armas de aquellos sujetos lo más lejos posible de su alcance. A lo cual pudo darse cuenta de inmediato que en sus manos faltaba por lo menos un dedo o más en cada una. No hacía falta que lo pensara demasiado, además de relacionar las marcas del escritorio que pudieran haber sido causadas por algo bastante similar.

-Ayer se llevaron a una niña fuego fatuo de aquí. –Comenzó Grillby el interrogatorio mientras le dejaba el daño e inmovilización a Sans. –¿Dónde está?

Los sujetos tan solo se limitaron a mirarle con cierta desdicha, rehusandose a emitir palabra alguna ante una respuesta que muy seguramente conocían dada sus respectivas miradas. Como si ellos preferirían morir en ese instante que en manos de aquel que tal vez les había arrancado esos dedos. Pues si eso querían…

-Si ustedes extinguieron mi luz… –De sus manos surgieron flamas en el instante que se acercaba a ellos. –Entonces no permitiré que ustedes la vean nunca más.

-Grill, ¡alto! –Exclamó Sans, sin dejar de aprisionar con su magia al par de humanos. –¿En verdad vas a herir a estos tipos frente a este público?

No se había dado cuenta por estar concentrado en el momento, pero ahora podía percatarse de que una que otra mirada infantil se asomaba tras la entrada del pasillo con el poco cuidado que podía brindar un niño. En efecto ahora contaba con público imprevisto que haría bien en ocultarse en una mejor parte, pero el tiempo era más importante ahora que tener que atender infantes curiosos fuera de supervisión.

-Tu viste esas cosas a esa edad. –Insistió con sus flamas.

-Porque no tuve opción, pero ellos aun la tienen. –El ojo azulado de Sans presente le indicaba que estaba dispuesto a detenerlo si lo llegaba a considerar necesario, más no quería tener que hacerlo. –Fuku necesita que seas ese adulto que le da esperanza de un cambio real, no el que se deja llevar como yo y que odia. Estos niños necesitan buenos adultos. Seres como tú.

Era en verdad molesto que quisiera apelar a su sentido común cuando el mismo esqueleto no frecuentaba a hacerlo para sí mismo ni en los momentos más necesarios, pero maldita sea, tenía razón. ¿Acaso esa no había sido la razón por la que había abandonado la vida doble cara? ¿La razón por la cual había dejado atrás su pasado para enfocarse en lo importante del futuro? Se había esforzado en verdad para que Fuku tuviera una buena vida, una que su hermano había querido para su familia y la razón por la cual había decidido hacer verdaderos cambios. Fuku era una niña muy inteligente y con grandes aspiraciones no solo para ella, sino para todos los monstruos porque tenía fe en un mundo que de antemano ya daba la espalda a todos.

Ella era el futuro que quería ver realizado, pero si él daba un paso en falso por un arrebato, nada de eso pasaría y su sobrina jamás se lo perdonaría.

Erradicó las llamas de sus manos para en su lugar, recoger las pistolas del suelo y tocar el hombro de su amigo que optó de inmediato en teletransportar a todos de ese punto ante tantas miradas infantiles que no deberían de acostumbrarse a la violencia. Sans no los había trasladado lejos al estar todavía necesitando revisar aquella zona, por lo que apenas y podía ver el orfanato desde los terrenos descuidados que rodeaban el lugar. El pastizal y enramado seco que les rodeaba era prueba suficiente de que ni siquiera podía darse el lugar de mantener lo mejor posible, pero era bastante ventajoso por ahora para no estar visibles en la cercanía ni a lo lejos.

-¿No piensan hablar? –Comentó Sans sin apartar la vista de los humanos.

-Son de la yakuza. –Señaló Grillby sus manos para que se percatara. –Supongo que ahora sabes cómo es que estos tipos ingresaban a Snowdin sin que se dieran cuenta antes.

El esqueleto ni siquiera pestañeó, o lo que sea que se le llamara a su cierre de cuencas. Invocó un par de huesos que atravesaron sus gargantas para ni siquiera darles la oportunidad de que gritaran o llamaran la atención de algún curioso que todavía estuviera por la zona a altas horas de la noche. Grillby no necesitaba preguntar por qué de su acción cuando comprendía de antemano que al tener un conflicto directo con aquel grupo, significaba que no podía dejar testigos de haber descubierto su fechoría en territorio ajeno. Ahora no se trataba de un asunto de búsqueda de su sobrina, sino de un conflicto de grupos que parecía estar escalando ante sus ojos. Una situación que tristemente ponía a Fuku en el medio.

-Grill, entiendo que estés preocupado, pero te conozco lo suficiente para saber que también te pasa algo más. –Comentó Sans sin apartar la vista de los ahora cadáveres. –¿Quieres hablar al respecto?

-La verdad es que no.

-Pues qué lástima, porque no estoy para un "no" ahora. –Pudo notar que puso su alma azul para no darle oportunidad para escaparse en caso de pensarlo. Grillby de alguna manera se lo había esperado. –Suéltalo.

-Eres un maldito incongruente. –Protestó tras soltar un suspiro. –¿Me detienes a mí cuando tú haces cosas mucho peores?

-Mis manos llevan manchadas desde hace años. Nada puede cambiar lo que ya estaba hecho, por lo que no me importa tener que manchármelas nuevamente en cuanto ello asegure que otros no tengan que hacerlo. –Sans se giró para observarle con su ojo azul activado, pero no se mostraba sonriente ni burlón como lo frecuentaba. Genuinamente le estaba observando con preocupación. –No mentí sobre que este mundo necesita más seres como tú, que están dispuestos a frenar a tiempo y apoyar el cambio partiendo del ejemplo.

-Deja de estar así, es extraño contemplarte tan considerado y maduro. –Comentó con el afán de verse molesto, pero no pudo contener una tenue sonrisa tras eso. –Tener pareja te ha cambiado.

-Nah, sigo siendo el mismo idiota, solo que ahora tengo razones para intentar moderarme. Y vaya que fallo en el proceso. –Sans le devolvió la sonrisa, más no lo soltó de su magia sobre él. Definitivamente estaba dispuesto a quedarse toda la noche junto a un par de cadáveres hasta que hablara realmente, ¿cierto? –Nada cambiará que soy un asesino mafioso, pero ahora también soy el novio de una bonita florista. Lo cual le da cierto equilibrio a mi vida y a la vez puede que se vuelva mi condena si me pasara algo similar a lo tuyo. Fuku es ese equilibrio para ti, ¿no es así?

Grillby no respondió al no necesitar hacerlo. Podía sentir el cansancio consigo por culpa de no haber dormido un día entero y estar por cumplir el segundo, por lo que no le fue difícil dejarse llevar y caer sentado sobre tanta maleza seca. Aquello debía de ser un indicativo más que suficiente para Sans de que no pensaba irse inmediatamente, por lo que finalmente lo soltó de su magia y dejó de observarlo con su ojo azul.

-Cuando mi hermano murió, en verdad planeaba la venganza. –Comenzó a narrar no porque sintiera que no tenía más alternativa, sino porque estaba ante el sujeto adecuado para hablar al respecto y que hasta podría comprenderle. –No me habría costado encontrarlos, mucho menos si la policía ya tenía reconocidos a los culpables. Pero eso solo me habría llevado a mi posible muerte, dejando sola a Fuku. Así que, sin dudar, decidí que ella era mucho más importante que todo lo demás. Ni siquiera quise ver quiénes fueron realmente y si en verdad los atraparon o no. Solo sé lo que mi ex jefe me notificó en su momento sobre haber encerrado a los culpables y que procederían con el juicio.

-¿Y le creíste?

-No quise pensar más al respecto, así que solo lo ignoré. –Se encogió de hombros sin verle directamente. Ahora estaba demasiado adentrado en su cabeza. –Y en cuanto le comenté a Fuku la noticia, ella lo tomó de mejor manera de lo que habría creído. Desde entonces creo que le picó las ganas de querer luchar por la equidad entre especies. Confía en que la convivencia pueda ser realmente justa porque hubo justicia para ella.

-Suena a que se llevaría bien con mi chica. –Sans se sentó a lado suyo sin necesitar invitación. Contemplar los cadáveres desangrados por la garganta no era algo agradable a lo que se suponía que pintaba la conversación entre ellos. –Cuando murió mi madre, me sentí realmente culpable por lo sucedido. Tanto, que creí que siendo más fuerte y valiente, podría evitar que volviera a ocurrir tal cosa. Después de todo, el viejo nos había demostrado que se podía tomar justicia por su propia mano. Mostrándonos los cerebros de sus asesinos en frascos.

-Asco.

-Y aún más cuando todavía los sigue conservando. –Sans rio un poco con eso. –A lo que quiero llegar con esto, es que hiciste bien en no perseguirlos. Evitaste que Fuku se volviera como yo. Y para este estilo de vida, solo vive el que dispara más rápido.

-Pero no fue suficiente. Ella no está aquí. –Sujetó su cabeza como si le doliera mientras recargaba sus codos en sus piernas. –Tal vez evité que se volviera una delincuente como dices, pero produje que tomara el camino peligroso de estar tras los mismos delincuentes creyendo en un mundo justo.

-No pierdas la cabeza con esas cosas. Fuku necesita más que nunca tu intelecto y habilidad para poder encontrarla.

-Solo lo dices porque me necesitas para ese maldito dato… ¡Ouch!

-Te necesito porque eres mi amigo, idiota. –Sans le dio un zape sin pensarlo. Que si bien sí le había dolido, le había ayudado también a sacudir sus propias ideas que ya le estaban atormentando. –Debe de ser de familia comportarse como imbéciles cuando alguien se preocupa por ustedes.

-¿Mira quién habla, imbécil?

-Oigan, par de imbéciles. –La voz de Don Gaster los desconcertó por completo. Grillby supuso que el jefe de familia había sabido dónde buscarlos tanto por la alerta de la chica arácnida, como por su propia esencia que a esas horas de la noche ya era bastante llamativa la luz que producía. –¿Qué fue lo que encontraron?

Sans comenzó a explicarle a su padre el hecho de haber encontrado a ese par de humanos que resultaron formar parte de la yakuza, aun cuando sus facciones no coincidían con lo que los caracterizaba realmente. Pero era un detalle tan sin importancia entre esqueletos por lo visto, como si no fuera la primera ni última vez que vieran a cualquier humano como parte de ese grupo. Grillby por un momento se perdió nuevamente en sus pensamientos, cuestionando sobre lo que podría pasar de ahora en adelante el hecho de que la yakuza fuese particularmente los que se llevaron a Fuku a alguna parte.

Don Gaster en todo momento se mostró sereno con la explicación, aun cuando le era evidente que Sans había descartado algunos detalles, como el hecho de que había estado por calcinar a ese par de tipos frente a unos niños y que ahora que lo pensaba, agradecía infinitamente que Sans le hubiera detenido o no habría podido con su consciencia.

-Esto cambia un poco nuestros planes, pero a la vez nos dan más razones para estar alerta con la yakuza. –Soltó Don Gaster tras las palabras de Sans. –La pregunta de momento sería cuánto tiempo llevan haciéndolo sin que nos percatáramos.

-Sé a lo que quieres llegar con eso, viejo. ¿Pretendes acusar a Frisk como culpable de nuestro evidente descuido? ¿O a Papyrus y a mi? –Sans se puso de pie con todo el afán de estar a la defensiva. –Es triste y decepcionante que descubriéramos esto a estas alturas, y solo porque comenzamos a prestarle atención. Por lo que pudieran llevar más tiempo haciéndolo, mucho antes de la llegada de Frisk a la ciudad. ¿Qué esto no explicaría el constante conflicto de los Blook con ellos?

-Lo explicaría si no estuvieras omitiendo detalles de nuevo.

-Son cosas sin importancia, viejo.

-Es por culpa mía, Don Gaster. –El bartender finalmente decidió que debía ponerse de pie. Notando que podría presentarse una leve discusión que no ayudaría a nada. –Sans está encubriendo que entorpecí la investigación por un arrebato y descuido mio.

-Siendo el caso, le recuerdo que si le estamos brindando apoyo, es por el que usted nos ha otorgado a cambio. –Que el jefe de familia le prestara atención de esa manera en verdad atemorizaba, pero aún más sus palabras que ni siquiera se detuvo a pensarlas al momento de soltarlas. –En lo que a mi respecta, señor Fire, la desaparición de su sobrina es sólo producto de su propio descuido y falta de disciplina.

-Si, pero…

-Señor, la humana ya se encuentra en el departamento. –Comentó uno de los seguidores grises que no notó en qué momento se había acercado con ellos también. Esos sujetos eran demasiado raros para él y eso que tenía clientes de todo tipo en su bar. –Le notifico que el líder del grupo que se hace llamar "resistencia" la contactó directamente.

-¿Qué quisieron con ella? –Preguntaron ambos Gaster al unísono.

-No lo sé. Pero dejó a la humana algo… dispersa.

Por extraño que fuera para el momento, la situación momentánea ocasionó que Grillby esbozara una tenue sonrisa por darse cuenta de la razón de que Sans permaneciera tan tranquilo con el hecho de que su familia supiera de su relación con la humana. Aunque Don Gaster causara temor con su presencia, parecía genuinamente atento a lo que involucrara a la humana. ¿Así que la señorita Frisk no solo cambió al vago de Sans, sino también al frívolo Don Gaster?

-Supongo que irás a verla. –Don Gaster se giró hacia Sans inmediatamente. Ya parecía que no le causaba sorpresa esa clase de cosas.

-Supones mal esta vez. –Sans se encogió de hombros mientras daba un par de pasos hacia atrás. –Aunque me gustaría, tengo que encargarme de deshacerme de estos cuerpos primero, y Frisk notaría el olor de ellos, causándole un posible malestar en aumento. Así que tendré que resistirme de verla hasta mañana.

-¿Y usted, señor Fire? ¿Qué hará?

Le desconcertó un poco que le hablara nuevamente de forma directa, pero supuso que era su forma de estar atento ante todo lo que le rodeaba como un profesional. No estaba del todo seguro porque no frecuentaba convivir con el jefe de Sans más de unos días, (y ciertamente había esperado no tener que hacerlo nunca).

-Me seguiré quedando. –Grillby se giró hacia el orfanato, el cual se veía algo tenebroso a esas horas de la noche. Por lo que además de explicar por qué los niños no les gustaba estar ahí, debía de explicar muchos descuidos más. –Tengo que investigar esa entrada secreta antes de que puedan cerrarla por la ausencia de esos sujetos.

Y sobre todo, saber hacia dónde se dirigía.

.

.

Para Papyrus no tenía sentido seguir teletransportándose en varios techos de Snowdin con el afán de poder encontrar algo de utilidad en esos lares, pero al menos la búsqueda le había ayudado a practicar de mejor manera su más reciente habilidad. Por lo menos ahora comprendía la importancia de pensar en ciertos suelos y dejarse llevar a la vez. Y con ello también podía comprender mucho más al jefe y a Sans sobre haber aprendido a hacerla con mayor facilidad que para él, cosa que no le causaba una satisfacción poder estar a la par con eso precisamente. La sensación era agobiante si no se sabía identificarla.

Tenía que admitir que más allá de preocuparse por la situación, se sentía culpable de alguna manera. Él había visto que la sobrina andaba en cosas sospechosas y solo se había enfocado en regresarla a su casa sin avisar de nada más. Tal vez debió ser más estricto, o tal vez debió de avisarle al tío para que hiciera algo al respecto. Pero fuera lo que fuera, ahora era tarde para cuestionarse esa clase de cosas. Mientras Sans buscaba por la superficie del barrio y Muffet en los rincones más complicados, a él le tocaba las alturas por ser quien mejor vista tenía para la puntería a distancia. Pero dar con una niña así de esa manera, tras un día completo de desaparición, le era evidente que sería complicado si ya a esas alturas podían considerar lo peor.

No obstante, no estaba demás buscar fuera de Snowdin dado el tiempo transcurrido. Con mucha facilidad podrían llevarse a una menor fuera de la ciudad en el lapso de veinticuatro horas. Y si no habían podido dar con algo en la estación del tren, podría dar con algo en el puerto de Waterfall. Así que aprovechando que el barrio no se quedaría solo, optó por transportarse a esa zona para comenzar a expandir su propia búsqueda. Aunque para mala suerte suya, aún no practicaba lo suficiente esa clase de distancias y no había dado con precisión al puerto como hubiera querido.

¿O tal vez… si había querido llegar ahí?

La luz del faro lucía bastante bien a esas horas de la noche, pero estar ahí en un momento como ese no le causaba ningún bienestar mientras lo contemplaba desde fuera. Si bien no estaba tan lejos de donde quería revisar, aparecerse precisamente en ese lugar justo cuando ese mismo día había pensado en ella… Maldita sea, ¿por qué nunca le avisaron que la teletransportación era una magia muy engañosa con uno mismo? Era como si su propia esencia hubiera querido estar ahí en primer lugar, cuando en lo que menos quería pensar, era en el hecho de estar muy confundido con la situación de no saber ni poder conservar una amiga gracias al hecho que detonó justamente sus inseguridades al respecto.

La hija del vigilante del faro, su primer amor.

Aunque hubieran pasado varios años, aún podía recordar con precisión aquellos días en los que su mayor preocupación era verse como un tonto ante ella, aun cuando parecía que podía comprenderle mucho más que su familia. Teniendo ambos el mismo sueño, las mismas ganas de pelear de forma heroica, la misma tristeza de haber perdido a una madre… Realmente eran varias cosas con las que habían conectado sin siquiera percatarse ambos a tiempo. O al menos eso pensaba ahora que no paraba de contemplar el faro. El cual, por muy extraño que pareciera, daba la impresión de no encontrarse a solas pese a ser un sitio abandonado. ¿Qué había sido esa sombra que había contemplado a través de una ventana?

Debería de darle la columna a aquello que pudiera ser o no ser, retirándose para ir hacia su verdadero objetivo de la noche, pero no pudo con la curiosidad ni la alerta que le provocó que alguien pudiera estar ahí y que pudiera usar malamente ese recurso. Además de los Blook, quienes les habían contratado en su momento para acabar con "la molestia" del vigilante para sus intereses, ¿quién más pudiera estar ahí? ¿La yakuza? No queriendo mantener más la duda, se adentró con cuidado en caso de que tuviera que afrontar algo peligroso por culpa de su propia curiosidad. Y en cuanto subió las escaleras de caracol y pudo adentrarse más que suficiente, aquel peligro era peor de lo que hubiera imaginado.

-¿UNDYNE?

-¡¿Papyrus?! –La chica se giró tan rápido, que por un momento le pareció que iba a caerse. –¿Qué… demonios haces tú aquí?

Definitivamente lo que menos se hubiera esperado encontrar, ahora se había incorporado con una velocidad impresionante y ahora le apuntaba con una de sus lanzas invocadas. Papyrus por inercia hizo lo mismo con sus huesos, pero tampoco tenía el ánimo de momento de entrar en un conflicto del que se había metido por cuenta propia, por lo que pensó seriamente en volver a desaparecerse y dejar tal situación para un mejor momento. Pero en cuanto vio el humo que todavía emitía el cigarro que había arrojado al suelo, acaparó más su atención.

-¿Cómo te atreves a venir aquí? –Exclamó Undyne molesta.

-¿QUÉ HACES FUMANDO? TU NO SOLÍAS HACER ESO. –Le señaló tanto con palabras como con el hueso alargado que sostenía de manera defensiva. –¿Y QUÉ HACES ESTANDO EN ESTE LUGAR? ¿ESTÁS USANDO UN PANTALÓN?

-¿Qué te importa lo que haga o no haga? –Levantó más su lanza hacia él, como si quisiera apuntarle al pecho. –Yo tengo derecho de venir aquí cada vez que me plazca. Eres tú el que no tiene por qué estar aquí tras lo que tu y tu familia hicieron.

Sabía que le cantaría eso en cualquier momento, por lo que su desilusión al respecto solo incrementó de tal manera que ni siquiera le importó esta vez mostrarse vulnerable ante un contrincante peligrosa como ella. Bajando lentamente su hueso mientras no paraba de observarla directamente. Undyne había sido su esperanza de que alguien pudiera cumplir sus metas pese a las limitantes y pese a las circunstancias, pero al final, solo se había vuelto una más que terminaría hecha polvo. Por lo que estar ante ella era más doloroso aún que la última vez que la había afrontado, dejándola ante un pequeño edificio por explotar y agradeciendo internamente de que pudiera salir de esa por su cuenta.

-PUES TE DEJO SOLA. –Comentó tras varios minutos en silencio entre ellos, retándose de alguna manera con la mirada. –TENGO MEJORES COSAS POR HACER QUE ESTAR HABLANDO CON ALGUIEN COMO TÚ.

-Claro, como ver a tu mimada prometida, ¿cierto? –La anfibia le sonrió con cierta burla, aunque su ojo mostraba enojo. –¿Quién diría que el mundo contemplaría al Gran Papyrus dispuesto a pasar la vida a lado de una mujer, cuando él mismo había afirmado que jamás podría?

-LO QUE HAGA CON MI VIDA NO DEBERÍA DE IMPORTARTE. –Renegó en el instante mientras se cuestionaba cómo era que había dado con ese dato. Aunque claro, con semejante suegra que le esperaba no debería de sorprenderle que la ciudad entera ya estuviera al tanto. –AL MENOS MIS CAMBIOS TIENEN SENTIDO, NO COMO LOS TUYOS QUE PARECIERA QUE BUSCAS ESTAR PEOR CADA VEZ.

-¡¿Yo peor?! ¡Eres tú el que cada vez estás peor! –Definitivamente Undyne estaba molesta y ya no parecía querer ocultarlo. Pareciendo que estuviera por romper la lanza que sostenía por pura rabia. –Defendiendo a una humana, traicionando a todos los monstruos, comprometiéndote con una maldita ricachona.

-LA ÚNICA QUE TRAICIONÓ AQUÍ, ERES TÚ, UNDYNE. TE TRAICIONASTE A TÍ MISMA. –Ahora fue su turno de disgustarse con las acusaciones. –¿UNIÉNDOTE A LA MAFIA? ¿ENSERIO? Y PEOR AÚN, AL PEOR DE TODOS LOS MAFIOSOS Y EL MÁS PELIGROSO. ESE MALDITO ES EL VERDADERO ASESINO DE MI MADRE.

Por un momento parecía que Undyne estaba dispuesta a lanzarse contra él ante una discusión en aumento, pero al final se frenó a sí misma ante un deje de sorpresa que le pareció que estaba fuera de lugar. Incluso había bajado lentamente su lanza hasta el grado de desaparecerla entre sus manos. Aquello solo lo alertó mucho más de lo que pudiera hacer en el instante.

-Oh, Papyrus… –La sonrisa que le lanzaba ahora le parecía bastante socarrona de su parte, pero no se comparaba con la mirada que le lanzaba con su único ojo. –Definitivamente mi jefe es mejor que el tuyo y mi causa es mejor que la tuya.

Se sentía como si se sintiera ganadora de algo que solo tenía sentido para ella. Aquella actitud definitivamente no coincidía con ella, convenciéndose cada vez más de que aquella chica de hermosa melena carmesí había muerto aquel día en que el vigilante del faro había partido para siempre. Y ya no podía seguir sintiéndose culpable de eso cada vez. Tenía que dejar atrás todo malestar que le producía su mero recuerdo, o de lo contrario no podría avanzar con las cosas nuevas que le llegaban. Ser el único responsable de lo que sentía y nadie más, ¿cierto, Frisk?

Papyrus se preparó para teletransportarse en cualquier momento, recordando su habilidad de invocar su lanzas en cualquier superficie o no que ella considerara, pero aquello parecía que no iba a suceder conforme mantuvo su mirada sobre ella. No entendía cómo era que aun no peleaban el uno con el otro tras todo lo ocurrido anteriormente.

-No pienso atacarte esta noche, Papyrus. Será la única piedad que tenga contigo solo por la lástima que me acabas de producir. –Alzó sus manos para dejar en claro que en efecto no tenía intención de hacer nada, aunque sus palabras molestaban y herían mucho más que cualquier lanza que pudiera lanzarle en ese instante. –Aunque me acabas de dar en charola de plata la mejor de las venganzas.

-¿DE QUÉ DEMONIOS ESTÁS HABLANDO?

-Mejor lárgate de una vez, ¿que no es lo que querías?

La anfibia le dio la espalda con intenciones de retirarse hacia el otro extremo, a lo cual Papyrus reaccionó impulsivamente de acercarse hacia ella y tomarla del hombro para obligarle a mirarle directamente todavía. No tenía ni idea de por qué quería seguir con eso cuando en efecto, tenía mejores cosas por hacer que estar viendo y hablando con una enemiga de su familia. Y en cuanto hizo que su mirada estuviera sobre él, (siendo evidente su enojo ante el atrevimiento), pudo contemplar tan de cerca sus mechones ondulados que recordaba demasiado pese a estar corto ahora. Aún le parecían ser pequeñas olas de una marea indomable que nada ni nadie podría contra ella, pero que aun así… quería intentarlo. ¿Por ser un reto? ¿Por ser un testarudo? Nada de eso coincidía con él ni le describía definitivamente. ¿Entonces por qué… se estaba apegando mucho más a ella?

¿Por qué estaba besándola ahora?

Había sido tan rápido de su parte, que ni siquiera pudo reaccionar a tiempo de lo que estaba por hacer. Pero ante lo hecho, ahora no era capaz de detenerse, sujetándola de los hombros como si aun una parte suya tuviera oportunidad de apartarla o apegarla mucho más y limitándose a estar en ese intermedio que le mantenía así. Y el hecho de que Undyne no le apartara en ningún momento, parecía incentivar sus ganas de seguir adelante. Incluso le estaba correspondiendo el beso hasta que ella pareció caer en cuenta de lo que estaba pasando realmente. Colocando sus manos sobre sus costillas para apartarlo finalmente tras lo que pareció varios minutos robándose el aliento el uno del otro. Al menos uno de ellos parecía que conservaba su sentido común.

Por un momento Papyrus pensó que le golpearía ante el atrevimiento, cosa que estaba dispuesto a permitir tras lo que había hecho y aún no sabía siquiera cómo procesar de su parte. Pero en su lugar contempló un sonrojo nunca antes visto, a la par de una mirada de desconcierto que era difícil de descifrar, pero que al menos no parecía ser de molestia.

-Yo… –Su voz era un susurro que podía confundirse con el sonido del mar. –Tengo que irme.

Undyne dio un par de pasos hacia atrás, antes de echarse a correr lejos de él. Lejos del faro que seguramente se había tratado de su lugar seguro, y sin que Papyrus supiera qué debía de hacer ahora tras lo esporádico que había sido eso. Estando en un estado de shock que no había sentido en mucho tiempo. ¿En qué demonios había estado pensando? Falso o no, forzado o no, estaba comprometido con alguien que genuinamente le esperaba y que también había ultrajado. ¡Era inaudito lo que había hecho! Primero Tammy y ahora Undyne. Se estaba convirtiendo en el hombre que ninguna mujer merecía tener.

Golpeando su cráneo para hacerse reaccionar a sí mismo, se dispuso a seguirla con la intención de disculparse. No quería cometer el mismo error de dejar las cosas colgando tal y como lo había hecho con Tammy, por lo que aunque fueran enemigos que tarde que temprano terminarían matándose entre ellos, no le parecía correcto dejar tal situación así por mucho que le hiciera parecer un tonto. Y ante tal sentimiento invadiéndole, le fue extremadamente fácil poder teletransportarse con demasiada precisión que hasta le haría aplaudir al jefe si le hubiera visto. Pero al momento de manifestarse en la entrada del faro en espera de topar con ella, las huellas sobre la arena le indicaron que se había tardado demasiado en reaccionar. Así que las siguió sin dudar, teniendo que usar su magia varias veces más para acelerar sus propios pasos ante una carrera no declarada.

Y en cuanto dio con las calles de Waterfall, le costó un poco de trabajo poder seguir huellas no tan sencillas de apreciar dado el empedrado y demás factores, hasta que finalmente perdió todo rastro en el momento que se topó con un callejón sin salida, en todo el sentido de la palabra. ¿Acaso había saltado una de las paredes? La creía completamente capaz.

-¿Papyrus?

-¿GRILLBY? –La luz que emitía aproximándose le indicó que se trataba de él. Siéndole una decepción y a su vez una sorpresa verle. –¿NO DEBERÍAS DE ESTAR BUSCANDO JUNTO CON SANS?

-Dimos con una entrada secreta que parte del orfanato hacia esta zona. –Señaló hacia atrás de él, como si hubiera algo que hubiera recorrido a corta distancia y que aun así no podía ver a simple vista. –Me dediqué a investigarla por mi cuenta en espera de dar con algo más que me lleve al paradero de Fuku.

-PUES A LO QUE ME DICES, PARECE QUE SOLO CONECTA CON WATERFALL A MODO DE ATAJO.

-En mi experiencia, las cosas que se ocultan a plena vista son las más peligrosas. –Se acercó mucho más con total confianza. Mostrando una mirada cansada ante evidentes y comprensibles desvelos, pero queriendo ser profesional ante todo. –Pareciera que solo se acerca a este callejón sin salida, así que debe ser más que eso. ¿Y tú qué haces por aquí?

Papyrus tocó sus dientes antes de poder contestar, sintiendo todavía la suavidad y calidez en ellos. Ahora se daba cuenta de que aún estaba enamorado de ella. Y eso dolía demasiado.

-POR NADA. –Se quitó la mano de los dientes, no queriendo ver nada en específico. –TE LLEVO DE REGRESO A CASA EN CUANTO QUIERAS.

-Espero que no te arrepientas de eso, que apenas voy empezando por aquí.

Papyrus se encogió de hombros. Ya no habría nada más de lo que pudiera arrepentirse de lo que ya estaba realmente.

.

.

Frisk nuevamente se había desvelado esperando poder ver a Sans, pero supuso que aquel asunto del que le había hablado Don Gaster requería demasiada atención de su parte para tener el tiempo acaparado con ello. Y si lo pensaba bien, tal vez había sido lo mejor no verlo tras tantas cosas en mente de las que aún no lograba procesar y el cómo entablaría el tema con su novio cuando llegara el momento. Porque algo que tenía muy presente, era que tendría que hablarlo con él aun cuando le causara malestar y temor la posible respuesta que le diera con eso. Tarde que temprano, era una conversación que no podría ocultarle ni aunque quisiera.

Había iniciado su día con eso en mente, despertándose temprano para poder ir a la casa de los Gaster y prepararles el desayuno que claramente ninguno se haría si los conocía lo suficiente. Los seguidores habían accedido a su petición sin problema alguno, ya sea porque tenían predecido que aquello pasaría de alguna manera, o por el hecho de que implicaría que comerían todos juntos de nuevo. Ya había notado que fuera de toda esa seriedad que irradiaban esos cinco seres en conjunto, había emociones que lograban compartir de alguna manera, como si fuera contagioso para el otro hasta el grado de sentir lo mismo en sintonía. Casi como si fuera la comunicación que solo ellos podrían comprender por más que les observara interactuar. Seguían siendo extraños para ella definitivamente, pero con esa observación en mente, podía sonreírles sin sentirse incómoda y poder apreciar que esa sonrisa se manifestaba en ellos.

En el momento en el que le quitaron la venda de los ojos, se dirigió inmediatamente a la cocina para poner manos a la obra antes de que alguno de los Gaster se levantara o hiciera acto de presencia. Pero uno de ellos ya se le había adelantado, siendo una completa sorpresa si tenía que ser sincera.

-¿Frisk? –Sans bajó su taza humeante, como si aquello le ayudara a poder apreciarla mejor fuera de todo su sueño evidente. –Buenos días, bonita. Estaba por ir contigo.

-¿También tomas café de esa manera? –Le sorprendió mientras se acercaba. El olor le indicaba que se trataba de la misma cantidad y extracto que Don Gaster frecuentaba malamente. –¿Tan temprano?

-No lo frecuento, pero para ocasiones como esta, es bastante útil. –Sans reprimió un bostezo que le dejaba en claro cuál era esa "ocasión" que mencionaba. –Supe que un tonto te contactó.

-Si, un reno, o un venado. No sé diferenciar. –Comenzó a lavarse las manos para apurarse con el desayuno. Supuso que los seguidores mantendrían al tanto a los Gaster ya que evidentemente le vigilaban a modo de cuidado. –No es algo de importancia.

-El hecho de que trates de ocultarme tan rápido algo, me hace pensar que si. –Sans dejó su pequeña taza a medio terminar sobre la barra de la cocina. –¿Acaso te hizo algo?

-No, solo tomamos una taza de té. –Respondió con calma mientras se apartaba para ponerse un mandil e ir por los huevos. –Un té bastante malo si tengo que reconocerlo.

-Ajá, ¿y qué más? –La detuvo con su magia y la jaló hacia él en el instante. Si bien no había ninguna malicia en su acción, Frisk se sintió un poco incómoda de ver que ahora estaba preocupando a Sans. –Pretender que estás bien es lo que me mantiene alerta. Frisk, ¿qué fue lo que pasó?

-En verdad nada. El sujeto solo intentó pedirme un favor que negué inmediatamente. –Aclaró mirándole directamente. De alguna manera, que le dijera eso la calmaba. Sans la conocía bien, ¿cierto? –No quiero que trates de matar a cada aquel que intente contactarme o hablarme.

-¿Eso es lo que te preocupa de mi? –Su voz sonaba más cansada que angustiada. –No soy tan controlador contigo, ¿o si?

-No, pero tus reacciones no siempre son apropiadas. –Se limitó a responder sin necesidad de dar demasiados detalles por ahora en caso de alterar la situación a algo innecesario. Prefiriendo enfocarse nuevamente en preparar el desayuno ahora que se le estaba acabando el tiempo para eso. –Lo que menos quiero es esa clase de cosas.

-Ya suenas como el viejo. Pasar tiempo con él no está siendo bueno.

Sin más preámbulos, pudo preparar el desayuno completo en silencio pese a su compañía evidentemente insistente. Y si no fuera por sus propios nervios de cómo comenzar aquella conversación que ni ella misma sabía cómo procesar aun, le habría agradado en verdad que estuviera ahí desde su sitio, lanzándole una que otra mirada agradable que podría interpretar después. Pero por ahora, solo se estaba sintiendo presionada al saber que todavía le estaba insistiendo en silencio que hablara aquello que era evidente que se estaba callando. ¿Cómo era posible que pudiera comprenderle también de esa manera? No estaba del todo segura si pudiera agradarle eso de él, o preocuparle el hecho de que tal vez estaba siendo muy notoria en algo que creía poder manejar a la perfección desde hace años. ¿Acaso algo en ella había cambiado? ¿Eso era bueno o malo?

Parecía que era demasiado temprano, o que el resto de la casa estaban igual de cansados que Sans. Porque pese a la hora, aun nadie se presentaba a la mesa. Por lo que, aun con su pesar, decidió que era mejor sacar de su pecho aquella incomodidad que habría preferido ensayar primero con Flowey, quien posiblemente le habría dado un buen consejo previamente o una sobreprotección de la que no podría zafarse en mucho tiempo. Pero a fin de cuentas, le habría dado más tiempo para pensar en la situación que ni la noche entera le había permitido.

-Sans, si estuvieras por matar a Asgore Dreemurr, ¿me avisarías?

-¿Qué? –Por poco y el esqueleto se cae de la sorpresa. Aun cuando llevaba varios minutos recargado en la pared. –¿Por qué me preguntas eso ahora?

-¿Lo harías?

No obtuvo respuesta aunque la esperara pacientemente. Sans se limitó a observarle con una seriedad que no frecuentaba a menos que estuviera molesto por algo y no estaba siendo el caso esta vez. No le gustaba la sensación de estar nerviosa ante quien había decidido que fuera su pareja. Ante alguien con quien se sentía segura y que ahora le generaba la incertidumbre de lo que pudiera pasar con su respuesta. Aun cuando parecía que se la negaría dada la mirada que le lanzaba. ¿Acaso estaba pidiéndole más contexto con eso?

Suspiró antes de dar pasos decididos hacia él. Si tenía que hacer las cosas, las haría con firmeza.

-Tu padre me dijo una vez, que se puede obtener mucho con tan solo observar. –Tomó su mano y entrelazó sus dedos con los de él, de lo cual no hubo resistencia alguna. –Yo creo que es más complejo que eso, ya que finalmente estoy entendiendo que hay respuestas que puede que estén siempre presentes y que solo no nos percatamos en su momento.

-¿Por qué me estás diciendo esto, bonita? –Parecía estar confundido.

-Porque he comprendido que no es una casualidad que esté en la ciudad. Soy una carnada.

Y teniendo su atención absoluta con eso, se enfocó en explicar las razones por las cuales había llegado a tal punto, aun cuando pudiera sonar absurdo de su parte. Pero Sans no hizo ningún comentario en todo ese momento, permitiéndole explayarse en su totalidad y escuchándole como solo él sabía hacerlo desde que lo conocía, y tal vez, siendo lo primero que le atrajo de él aun cuando no se hubiera dado cuenta en aquel tiempo.

No era momento para enfocarse en esa clase de cosas después de todo. Aun cuando estar sujetando su mano en todo ese tiempo le había ayudado más de lo que quisiera admitirse a sí misma. ¿Cómo era posible que alguien que podía ponerla nerviosa, a la vez era quien más la relajaba? ¿Cómo era que sin ser muy comunicativo en ocasiones, también podía comunicarle demasiado a través de otras maneras y poder entenderle? A veces se cuestionaba en silencio si Sans siempre sería un enigma andante del que podía acelerar su corazón de múltiples maneras, causándole pánico interno que algo así fuera capaz de sacarla de su propio sentido común y no sentirse mal tras eso. Le gustaba abrazarlo, le gustaba su aroma, le gustaba poder escucharlo y ser escuchada… le gustaba todo él ahora. ¿Por qué estaría doliéndole algo que en esencia debería de hacerle feliz?

Conocía la respuesta de antemano. Era porque sabía que podía perderlo como todo lo demás, ¿cierto?

-Tienes razón. Eres una bomba andante, pero no por las razones que creíamos. –Comentó Sans tras escucharle en su totalidad. Frisk no entendió mucho esa parte, pero de alguna manera parecía indicarle que ya había pensando al respecto mucho antes de hablarlo con ella directamente. –Sino por lo que sabes y lo que eres. Gerson espera que lo delates… No. Espera que seas tú quien lo saque.

Frisk asintió. Habían llegado a la misma conclusión.

-Te preocupa que te diga que lo hagas, ¿cierto?

-¿Lo harías? –Nuevamente preguntó.

-No, Frisk. No lo haría. Y duele un poco que lo estés cuestionando, pero tampoco puedo culparte por ello. –Aprovechando que aún estaban sujetos de las manos, la abrazó a la vez que colocaba su cráneo sobre su hombro. –Insisto. Te quiero lejos de todo esto. Que estés a salvo.

-No puedo ni tampoco quiero, Sans. –Le devolvió el abrazo al sentir que de alguna manera las cosas no salieron tan mal como se las había imaginado. –El señor tortuga sabía que sabría cada una de las cosas sin necesidad de darme indicaciones. Necesito saber qué más sé al respecto, antes de que se me siga utilizando.

Tras ello se mantuvieron en silencio más de lo necesario. Aun cuando llevaba varios minutos en que debió haber servido el desayuno sobre la mesa aunque no pareciera que fueran a presentarse. Siquiera debería de servirles a los seguidores ya que le habían apoyado en presentarse en el lugar fuera de una posible autorización, ¿cierto? Pero aun no quería romper con aquel abrazo que le alejaba por ese momento de todo conflicto del que ya no sabía cómo se podría resolver ni aunque esa fuera su decisión. Sólo por ahora estaba siendo consciente de que, en cualquier momento que pasara aquello, tendría que estar ahí, le pareciera a quien le pareciera o no.

-Está mal que me guste tanto quien desea matar a mi padre. –Soltó sin pensarlo demasiado.

-Está mal que la debilidad de ese sujeto sea también la mía. –Comentó Sans a modo de respuesta, siendo extraño que le esbozara una sonrisa tras eso. –Y nunca me había sentido tan vivo con eso.

Había roto un poco con el abrazo para besarla, pero aquello no sucedió tras una liana que le rodeó su cintura y la jaló fuertemente lejos del esqueleto que ahora parecía molesto con la interrupción.

-¡Demasiado contacto!

-Hola, Flowey. –Se limitó a saludar a la flor causante de tal estrepitosa separación. Teniendo que ignorar el evidente enfado de Sans tras eso. –Muffet, ¿cómo siguen tus brazos?

-Mejor, aunque todavía me duelen un poco. –Contestó la chica, quien era la que cargaba la maceta de su amigo y había traído a la cocina. No parecía del todo contenta ahora que la observaba. –No quisiera arruinar el momento, pero mi querido W.D. está pidiendo que nos reunamos en su oficina. Papyrus trajo al bartender, el cual tiene algo importante por decirnos.

.

.

Chara estaba más que segura que Kris estaba actuando extraño cada vez más, y si los demás no lo estaban notando, era porque se trataban de estúpidos lambiscones sin remedio. Que si bien estaba acostumbrada a que tuviera sus asuntos que claramente no compartía con nadie y que tampoco le interesaban lo suficiente, fuera de toda esa indiferencia andante parecía que finalmente tenía un detonante que estaba cambiando todo. Kris estaba siendo demasiado cuidadoso de tener consigo un aroma demasiado fuerte. Y no podía ser una simple coincidencia cuando estaba al tanto de su nariz demasiado desarrollada para su gusto. Algo le estaba ocultando particularmente a ella y esa cuestión ya no le estaba agradando para nada.

Porque en el breve descuido que había tenido el día anterior en su regreso, estaba segura de haber percibido un suave aroma en él que no era suyo. Estaba tan familiarizada con cada aroma que pudiera tener él, o cualquiera dentro del prostíbulo, que aquello le mantuvo alerta al ver que inmediatamente se había dirigido a ponerse loción. Algo había pasado para que se olvidara de un detalle del que claramente estaba siendo meticuloso en el establecimiento. No podían ser simples coincidencias.

Por lo que al verlo regresar, se dispuso a seguirlo con la suma discreción que le permitía el prostíbulo y su gente. Siendo algo complicado ante tantos ojos presentes, pero no lo suficiente cuando se había preparado un plan para evitar posibles molestias. Aunque claro, no siendo nada grato para ella tener que trepar un techo que llevaban tiempo sin limpiar, o peor, que nunca hubiesen limpiado por tratarse de algo tan cercano a las cloacas.

Ahora que lo pensaba mientras no podía más con ese petulante olor, su jefe no valía tanto la pena para estarse fastidiando ella sola así, ¿cierto? Además de que se había tardado más de la cuenta y ahora Kris había ingresado a su cuarto, habiendo dos guardas como siempre custodiando su puerta.

-¿Crees que el jefe haga algo al respecto? –Mencionó uno de los miembros de la yakuza. Sin notar su presencia al estar escondida junto a la lámpara de cristal que le faltaba una buena sacudida. –Ya sabes, con eso de que…

-¡Shhh! Sabes que no podemos hablar de eso aquí. –Le advirtió el otro que le acompañaba. –Podrían matarnos por eso.

Chara esperó un poco más por si soltaban algo nuevo o si Kris salía con total disposición de retirarse hacia donde tuviera que retirarse últimamente. Pero tras lo que fue media hora de suma incomodidad, se dispuso a regresarse al no estar aguantando más el estarse sujetando con los kunais con los que perforaba ciertas zonas del techo para desplazarse. En verdad que su propia curiosidad había sido una maldita pérdida de tiempo. Tal vez solo andaba de paranoica en algo que claramente no debía de interesarle.

Logrando con cierto éxito no haber sido descubierta trepando el techo en todo su recorrido, ingresó a su habitación donde tuvo que limitarse a dejarse caer sobre su cama con total resignación. Última vez que trataba de interesarse por algo. Era claro que nada le quedaba en este mundo para emocionarse o intrigarle realmente, aun cuando le quedaba una maldita eternidad de buena salud. Ni siquiera el movimiento que estaba surgiendo desde el mueble que cubría el agujero en su pared.

-No te traje comida hoy. –Comentó abiertamente para que le escuchara. Apenas y girándose para ver el mueble tambalearse un poco. –Tendrás que conformarte con lo que te dieron.

Aun así se estaba moviendo el mueble con toda intención de abrirse. Chara se dispuso a pararse para que dejara de hacer un escándalo que podría llamar la atención de alguien que pasara por ahí. ¿Qué no le había advertido a la mocosa de que fuera al menos cuidadosa cada vez que se presentara? En verdad que estaba cometiendo demasiados descuidos al ser permisiva con un ser vivo. Abrió la puerta del armario con tal de reclamarle y hacerle regresar de una buena vez, pero en cuanto le dejó caer, pudo contemplar que no se trataba de la misma niña fastidiosa de siempre, sino de una fuego fatuo de tono verdoso que ahora se había caído al suelo ante la sorpresa que había sido que alguien acudiera a un posible intento de escape.

Genial. Ahora era otra más que le estaría molestando.

-¿Usted es…? –La chica se quedó mirándole con esos ojos luminosos que tenía, como si no supiera dar crédito o no a lo que estaba contemplando. –¿Es…?

-No, no es, pero yo también me confundí la primera vez que la vi. –Comentó la molusco que se asomó a través del mismo agujero y con una sonrisa en su rostro, entendiendo su aparente desconcierto. –¿Verdad que se parece a ella?

-Un poco, si…

Chara rodó los ojos con exasperación. Hartándose de ese tema pese a no ser tan frecuente por su evidente lejanía de todo contacto afectivo.

-Váyanse, mocosas. –Se apartó de ellas para dirigirse nuevamente hacia su cama. Donde se la pasaría todo el día acostada, tal vez lamentándose de sus propias estupideces. –No estoy para nada ni nadie hoy.

-Ella es mi amiga de quien te hablé. Su nombre es Fuku.

-Me da igual, largo.

-Pero necesitamos tu ayuda.

-Ya te dije que no puedo hacer nada por ti. –Chara se sentó en su cama, esperando en verdad que se fueran por las buenas, o esta vez en verdad tendría que sacar sus armas. No estaba de humor por ahora. –Mucho menos si son más. Aquí cada quien sobrevive como puede.

-Me equivoqué, no se parece a ella. –La fuego fatuo se puso de pie y acomodó un poco su vestido. Mirándola con evidente enfado fuera de lugar. –La señorita que conocí no le daba la espalda a las cosas.

A Chara le daba completamente igual lo que una niña pensara sobre ella, así que se limitó en observarle con indiferencia hasta que se dignara en retirarse de una buena vez, pero la otra niña aún estaba asomándose en el agujero que ella misma había hecho. Lo que ocasionaba que aún se quedaran ahí haciéndole compañía en lo que muchos del prostíbulo mencionaban como la peor habitación del lugar. Y todo porque ella era quien la habitaba.

-¿La conociste? ¡Qué genial! –Comentó la chica molusco con gran asombro. Eran demasiado diferentes, ¿cómo es que eran amigas? –Yo ni siquiera sé cómo se llama. Nomas la conozco como la amante del esqueleto.

-Bueno, tampoco sé muchas cosas de ella, pero al menos sé que se llama Frisk. El hermano de Sans lo mencionó una vez frente a mi ca…

No supo en qué momento se había parado de la cama, ni mucho menos en qué momento había perdido todo control de sus impulsos, sentimientos o lo que sea que le estuviera pasando. Tan solo sabía que ahora estaba sujetando a la chica de fuego con fuerza, teniéndola en el suelo tras seguramente haberla tumbado en algún movimiento que muy posiblemente no le había costado nada de trabajo y que tampoco lograba recordar cómo lo había hecho, pero tal vez obteniendo una breve respuesta a través de la mirada asustada de la monstruo, la cual no sabía qué hacer teniéndola encima.

-¡¿Cómo dijiste que se llama?! –Exclamó Chara con cierta urgencia. Aun cuando aquello pudiera llamar la atención de alguien del pasillo.

-¡S-suélteme!

-¡Di su nombre!

-¡Me hace daño!

-¡DILO!

-¡F-Frisk!

Chara lo había escuchado con claridad nuevamente, pero ni así podía dar crédito a la situación. Hacía tanto que no escuchaba ese nombre… Hacía tanto que no sabía nada de nada desde su muerte… ¿Acaso…? No, no, no. Kris le había notificado que efectivamente había muerto por culpa de los Dreemurr. Si fuese otra situación, muy seguramente hubiera ido a su rescate tal y como lo había hecho con ella. Mantener el legado Saito en un solo punto dada su obsesión con él. ¿Entonces qué…? ¡¿Qué demonios estaba pasando?! ¿QUÉ DEMONIOS ES LO QUE REALMENTE OCURRÍA?

Algunos la llamaban "la amante del esqueleto". Algunos le insistían que era parecida a ella… pero eran cosas que podrían tratarse de simples coincidencias en un patético mundo en el que todos habitaban a la fuerza, ¿cierto? Cualquier otra mujer asiática podría llamarse Frisk, ¿cierto? ¿CIERTO?

-¿S-señorita? –Escuchó que una de ellas le hablaba. No tenía cabeza ahora para saber cuál de las dos se trataba. –¿Se encuentra bien?

No, no lo estaba. Y le daba igual por ahora que fuera notorio. ¿Se trataría de una farsante? ¿Kris estaría al tanto y sería el secreto que aparentemente le tenía? ¿No quería distraerla o ilusionarla? ¿O en verdad todo se trataba de una burda paranoia de su parte que daba paso a su locura? Maldita sea, no podía parar de temblar.

¿Qué tan patética estaba siendo en ese momento, que una niña estaba teniendo lástima por ella? No sabía en qué momento se había apartado de ella, pero ahora podía sentir que la fuego fatuo le estaba abrazando con mucho cuidado. Tal vez por tratarse de un ser que lastimaría en esencia, o por estar teniendo consideración por alguien que segundos antes le había tenido sobre el suelo como una completa loca. Y si bien quería estar en su postura de no necesitar de nada ni nadie en la vida, en ese momento nunca había sentido tan bien un gesto como ese.

-Co-Conozco esa expresión. –Habló la fuego fatuo con evidente timidez. –Perdiste a alguien hace tiempo, ¿verdad?

Chara no respondió. ¿Cómo explicarle a una niña que hacía años que ella debía de estar muerta? ¿Cómo explicarle que no solo había perdido a alguien, sino todo su mundo, su vida? Que estaba en una agonía que le obligaba a permanecer con vida mientras que otros tenían la oportunidad de seguir con algo aunque se tratase de algo patético. Algo tan burdo como una vida normal… la capacidad de tener familia, de morir… era algo que tenía negado en muchos aspectos. Y ahora sentir que algo como eso pudiese existir… una mínima esperanza de que tal vez no todo estaba perdido… dolía. Dolía demasiado y más cuando sabía que no podía ilusionarse con lo que era la realidad.

Su hermanita había muerto hace años. No podía dejarse llevar con la esperanza de una posibilidad de que no fuese así. Pero aun así, quería comprobar algo.

-Esa chica… ¿cómo es? –Preguntó Chara en voz baja, permaneciendo aún inquieta en el abrazo de una niña desconocida. –Físicamente hablando.

-Pues es una humana como usted. –Le respondió con el mismo tono. –Tiene la misma cara redonda como usted, al igual que sus labios delgados… Pero con ojos más alargados y grandes pestañas que impiden ver realmente su mirada. Cabello corto castaño oscuro, levemente ondulado.

-¡Y está con el apuesto de Sans Gaster!

-Skate, ahora no vengas con eso, ¿quieres? –Le reprochó con otro tono completamente diferente. –¿No ves que esta es una situación delicada?

-Lo siento, es que es algo con lo que muchos la identifican en el barrio. Además de ser una florista y portar siempre un collar con forma de corazón.

Aquello acaparó más su atención, mucho más que toda la descripción familiar. Por lo que rompió con todo contacto sin explicación alguna y se encaminó un poco hacia el punto exacto donde tenía su escondite secreto de pertenencias en el suelo. Ya no le importaba que alguien más lo viera y que se expusieran ciertas cosas. La situación lo ameritaba esta vez.

-¿Es como éste? –Levantó su collar de oro con dije de corazón.

-¡Si, es idéntico! –Exclamaron las niñas al mismo tiempo.

Nuevamente sintió su cuerpo temblar al no poder con tantas coincidencias que podrían romperla por completo, pero tenía que mantenerse firme ahora si quería llegar al centro de todo ese asunto. Si se trataba de una farsante, tendrían que liquidarla por su atrevimiento que ensuciaba todo el asunto de la yakuza y bla, bla, bla. Pero si se trataba de algo más… tenían que actuar de inmediato de cualquier manera. No era algo que pudieran dejar a la deriva más tiempo.

-Tengo que hablar con mi jefe ahora. –Se puso de pie como pudo, y comenzó a empujar a la niña de fuego hacia el agujero y junto a su amiga. –Y si todo va bien, las sacaremos a ambas y nos llevarán ante esa florista, ¿de acuerdo? Ahora váyanse.

Las niñas parecían confundidas, pero aun así accedieron con tan solo escuchar que las sacarían del infierno en el que estaban aprisionadas. Suficiente para cualquiera que estuviera sufriendo, suficiente para poder concentrarse y retomar el control que todavía le quedaba.

Al asegurarse de que en efecto se habían regresado desde el punto en el que estuvieran aparentemente resguardadas, guardó su collar en su brassiere y se encaminó rápidamente hacia la habitación donde Kris se encontraba. O ese habría sido el caso sino fuera porque al salir de su propio cuarto y dar unos pocos pasos, se había topado con una anfibia alta que inmediatamente pudo reconocer con ese parche en el ojo. Mirándole sin nada de sorpresa y siendo evidente de que estaba ahí buscándola directamente.

Puta madre. El día se estaba convirtiendo en una locura cada vez más grande.

-¿Tú de nuevo?

.

.

.

¡Sujétense de sus asientos, que se viene la intensidad en los siguientes capítulos! Los cuales ya ando escribiendo para no atrasarme y cumplir mi meta de llegar al 100 antes de que acabe el año. ¡Aaaaahhhhhhh!

¡Michi fuera!

:V