¿Cuánto tiempo llevaba encerrada en ese lugar? ¿Días? ¿Semanas? Era difícil saberlo con la oscuridad presente y nadie en los alrededores para poder escuchar algo.
Desde que esos malditos fantasmas le habían arrastrado a ese lugar sin ningún tipo de contacto, Lyra en verdad pensó que la matarían en cualquier momento. Pero siendo una aparente larga espera en silencio, simplemente se condenó a aceptar cualquier destino que no la llevara a la locura por estar precavida de algo que simplemente no ocurría. Además, de cualquier manera no le quedaba mucho tiempo. La deformidad de sus brazos y cola eran recordatorios al respecto, aun cuando siguiera sin entender con precisión qué fue lo que esa maldita bestia le había hecho.
Mafiosos. Cómo los odiaba.
No solo la habían aislado de todo tipo de contacto como su anterior celda, sino que le habían amarrado un pañuelo entre dientes con tal de garantizar que no manipulara a cualquiera que pudiera percibir su voz. Y aunque no le llevaran comida, al menos habían tenido la consideración de mantenerla en humedad constante estando encadenada en un tambo de agua llenado a la mitad. Aquello le indicaba lo suficiente de que la querían viva, pero que tampoco les importaba del todo si resultaba así o no. Tan solo les importaba que no abriera su boca para no herirlos como bien podría hacerlo… o simplemente trataban de doblegar su espíritu hasta que no pudiera más. Y en verdad era una pérdida de tiempo si se trataba de lo segundo, ya que aun cuando supiera de antemano el mal estado en el que se encontraba, tenía razones para mantenerse el mayor tiempo con vida. Necesitaba que su mensaje llegara a los oídos adecuados. Necesitaba mantenerlas a salvo, costara lo que costara.
Aunque por la forma en la que estaba reaccionando su cuerpo, parecía que por fin había dado con su objetivo mas no efectuado las cosas como deberían de ser. Esperaba estar equivocada y que su angustia fuese producto de la paranoia y agotamiento a causa del sobreesfuerzo y maltrato.
-Tienes suerte de que nos puedas ser de utilidad. –Una voz se escuchó detrás suyo, la cual le causó un cierto susto al no esperarla ni prevenirla de ningún modo. Lyra tuvo que esperar a que el sujeto se pusiera delante suyo dada sus limitantes para moverse con facilidad. –Que de no ser así, ya te habría matado en cuanto te vi.
La sirena no pudo decir nada aunque quisiera. Reconocía al fantasma que estaba ante ella y no era nada grato que fuese él quien se presentara ante ella. Napsta Blook, el segundo al mando de una familia mafiosa a la que había logrado robarles en su momento, pero siendo el precio muy alto el que tuvo que pagar casi al instante. Siendo quienes le vendieron a la bestia que le tuvo cautiva por mucho tiempo ante un aparente interés que despertó en el sujeto para que quisiera conservarla y buscando a sus amigas.
Era bastante irónico y cruel que terminara estando ahí de nuevo tras tantos años. Como si estuviera condenada a permanecer en un bucle hasta que pudiera pagar por su pecado de haberse atrevido a robar a un grupo peligroso y por haber abandonado a su única familia por tal descaro de su parte.
-Mi primo no se acuerda de ti, pero yo perfectamente recuerdo tu rostro. Aun cuando estés demasiado… cambiada. –Continuó el fantasma con una calma innecesaria. Le quedaba claro que se refería a la deformidad notoria de sus brazos y cola, pero se sentía demasiado débil para sentirse insultada al respecto. –Pese a que no es tan sencillo perdonar a una impertinente ladrona como tú, estoy dispuesto a hacerlo en cuanto accedas a la oferta que tengo para ti. Después de todo, no tienes alternativa. Esa mirada que tienes es que ya has pasado por más que suficiente castigo que el que te estamos dando nosotros.
Lyra tan solo quería que le dijera de una vez el punto de su visita, si es que tenía algo más en mente que solo darle un monólogo innecesario sobre lo que ya sabía de antemano. No recordaba que el fantasma fuese tan parlanchín la última vez que le había visto, aunque claro, debía recordarse que ya habían pasado bastantes años de aquel suceso. Dieciséis años eran demasiados para cambiar toda la vida que conocía, en un exterior tan cambiante.
-Así que, ¿qué dices? ¿Cooperas con nosotros con tres simples trabajos y después obtendrás tu libertad? ¿O te dejo morir aquí mismo abandonada? –La sirena le observó algo confundida, ¿en verdad solo le pedirían tres cosas y la dejarían en paz? –Parpadea dos veces si estás de acuerdo.
Estaba segura de que no era tan simple como sonaba, considerando que aquellos trabajos podrían tratarse de cualquier cosa viniendo de mafiosos y claramente no le sería grato. Pero ya llevaba tiempo en el que se había demostrado a sí misma que había sobrepasado su límite de qué o no se podía hacer permisivamente. Hacía tiempo que había dejado de ser ella misma y ya no había retorno para eso. Y todo había iniciado precisamente con los sujetos que la tenían presa ahora, por lo que era una forma bastante curiosa que terminara con los mismos seres.
Pasara lo que pasara, aguantaría lo suficiente para mantener su conjuro a flote hasta lograr su cometido. Era lo que le quedaba después de todo. Todo aquello que pudiera mantenerla con vida para tal cosa era una ganancia, fuera lo que fuera. Que sus amigas y hermana le perdonaran, pero se había vuelto un ser despreciable desde hace años y ahora se percataba de eso.
Tal y como le indicó, además de que en verdad no podía hacer nada más, parpadeó dos veces de forma lenta para dejarle en claro su aceptación de la propuesta. El fantasma no sonrió ni se mostró satisfecho con eso, como si ya lo hubiera previsto desde antes cuando muy seguramente la forma de dejarle en ese estado había sido su orden con tal de poder lidiar con ella. Sin poder comprender cómo es que funcionaba la magia de un fantasma, las cadenas que le habían tenido sujeta en tiempo incalculable dejaron de sostenerla, a lo cual apenas y se limitó a mover sus manos con cierto dolor por la mala posición en que las había tenido.
También le había quitado el pañuelo que le habían hecho morder a la fuerza para no poder emitir ningún sonido con facilidad, a lo cual le dolió de igual manera acomodar su propia mandíbula. Y podría pensar ahora en la forma de escapar ahora sin las ataduras, si no fuera por el hecho de sentirse extremadamente débil para hacerlo, cosa que muy seguramente el fantasma ya había contemplado desde antes. El muy maldito sabía lo que hacía, incluso era consciente de que no podría golpearlo o retenerlo como los otros que manipulaban muñecos a forma de cuerpo. Sólo él parecía no interesarle esa clase de cosas corpóreas, y solo por eso podía considerarlo el más peligroso de todos.
-Hay unos humanos que son una verdadera molestia para nosotros desde hace tiempo. Unos malditos japoneses que interfieren con nuestros asuntos, queriendo inculparnos de sus propias fechorías y desviar atenciones de la policía. –Nuevamente el Blook comenzó a monologar, mientras le daba el suficiente espacio para procesar el extraño dolor de ser libre de ataduras. –Se han escondido bastante bien durante un tiempo, pero desde hace meses que logramos dar con el sitio en el que crearon su base. Solo que no habíamos sabido que hacer hasta ahora.
-¿Y qué es... lo que quieren que haga? –Le costó trabajo poder hablar tras tanto tiempo sin hacerlo.
-¿Conoces el cuento del flautista de Hamelín?
.
.
-Se hace llamar "El pozo de los deseos". –Mencionó el hombre de fuego en el instante, de cuyo nombre Frisk no se acordaba. –Un lugar aparentemente subterráneo del que muy pocos tienen acceso dada la selectiva clientela que tiene.
Frisk escuchaba con suma atención, aun cuando parecía que su presencia en el lugar no era realmente requerida. Tan solo se había dejado llevar con todos cuando se encaminaron hacia el estudio que por fin podía contemplar a puerta abierta desde adentro y que nadie se lo había impedido. Había demasiados libros en las paredes. ¿Acaso Don Gaster se había dado en la tarea de leer todos? ¿O solo los tenía como una elegante decoración? ¿Habría algún libro de flores entre todos ellos? No podía leer varios de los títulos que contenían en sus lomos dado que eran demasiados seres en una habitación donde seguramente no estaba acostumbrada a tener tanta visita. Cubrían demasiado toda vista con sus respectivas alturas y tamaños que hacían lo posible por no chocar con el otro.
Los cinco seguidores, Papyrus, Sans, Muffet, Flowey, el hombre de fuego y ella. Todos al otro lado del escritorio donde Don Gaster los contemplaba con la comodidad suficiente otorgada por su espacio personal que no permitía que nada ni nadie irrumpiera. Frisk estaba segura de alguna manera de que estaría disfrutando verles sufrir así y que no haría nada al respecto para cambiarlo. Sobre todo cuando pudo contemplar que sobre el escritorio estaba una fotografía que pudo reconocer a la joven esqueleto que estaba abrazando un joven señor Gaster en su respectiva boda. Seguramente a su perspectiva, estaba más que acompañado de ese lado.
Era curiosa la forma de comparar aquella fotografía con la otra que había podido ver el día anterior. Ambas bodas que tuvieron un destino triste a estas alturas de la vida. Pero que aún así mantenían cierta nostalgia que no pensaban reparar tras todos los destrozos que dejaron a su paso ante el duelo sin fin. Desde esa perspectiva, el matrimonio parecía un caso peligroso emocionalmente hablando.
-Investigando en los alrededores, pudimos contemplar que varios evitaban ese callejón en particular bajo la leyenda urbana de que tienden a desaparecer menores en esos lares. –Continuó el bartender en su explicación. Fingiendo no estar incómodo estando apretado entre algunos seguidores y Papyrus, pero no comparándose al cansancio que reflejaba su voz y mirada. ¿Cuánto tiempo llevaría sin dormir? Parecía estar en peor estado que Sans. –Y gracias al descuido de un adinerado que pasaba por ahí en estado de ebriedad y que Papyrus detuvo, pudimos saber el nombre de lugar y forma de ingresar. Tienen demasiado controlado la clientela que ingresa al sitio porque solo se enfocan a ofrecer sus servicios a los más adinerados del país. Deben tener lista con fotografía para saber a quienes aceptar o no.
-Y NADA DE ESO ES LO PEOR. SINO QUE SOLO HAY UNA ENTRADA Y UNA SOLA SALIDA. –Continuó Papyrus, quien parecía estar igual de abatido y cansado que el dueño del bar. –ESTÁ DEMASIADO CONTROLADO PARA IMPEDIR FUGAS O MALOS TRATOS.
Todavía no comprendía muchas cosas, pero por lo menos entendía lo suficiente sobre que la presencia de amigo de Sans se trataba por un asunto que le involucraba directamente con todo el problema. No sabía que era tío hasta ese instante. ¿O acaso ya se lo había mencionado y no lo recordaba? ¿Y toda la situación que los tenía visiblemente desvelados, era porque la sobrina había sido secuestrada y la estaban buscando? ¿Qué hacía diferente el secuestro de la adolescente del secuestro de la señora Bunny? Ambos habían sido en Snowdin, ambos habían sido en manos "enemigas" a como lo mencionaban ellos. ¿Por qué se daban en la tarea de ser tan selectivos cuando la señora conejo era un vínculo cercano también? Les sea desagradable o no. Justo ahora estaba contemplando la fotografía tan similar a las otras que albergaban en el camerino de la señora Bunny por tratarse de una de sus mejores amigas de su esposa. ¿No era relación suficiente para interesarse también en su rescate?
-Atacar por el frente no podría ser una opción. Considerando que muy posiblemente tengan reflectores de magia a modo de seguridad. –Reflexionó Sans desde su sitio. –Tendríamos que usar a un maldito adinerado conocido para poder ingresar. ¿Soy el único que está pensando en sacrificar a la maldita hojalata para esto?
-Si bien está en la disposición de colaborar con nosotros a modo de alianza, no creo que se preste para cosas como esta. –Comentó Don Gaster en el instante, siendo que posiblemente había pensando en lo mismo por lo que podía notarse. –Tiene una imagen por conservar a fin de cuentas, y solicitar el servicio de prostitución no será una opción viable para él.
-Ya tiene la fama de mujeriego, así que…
-Sigue sin ser una buena opción que requiere de total discreción. Sobre todo cuando se trata de la yakuza burlándose de nosotros en todo este tiempo. –La voz de Don Gaster se mostraba molesta con eso. En definitiva le disgustaba más esa situación que el hecho que involucraba al hombre de fuego presente y no se daba la molestia de no aparentarlo. –Nos han tenido vigilados por un tiempo, por lo que nuestra cercanía les causaría una alerta inminente. Tampoco podemos darnos la libertad de ser obvios tras nuestro reciente contacto y solicitud con ellos. Así que, florista, si revisaras ese lugar, ¿crees poder identificar el mismo olor de musgo de la yakuza?
-Si, sí podría hacerlo. –Contestó Frisk sin pensarlo y por inercia. –Pero no entiendo cómo podría ayudar eso.
-Porque si se trata del mismo lugar donde se esconde el señor Yamaguchi, podríamos tener de nuevo una oportunidad a través de ti.
-No, no me gusta lo que está llevando esto. –Comentó Sans de inmediato.
-¿Quiere que me presente a ese lugar para volver a hablar con él? –Intuyó Frisk con la poca información que le llegaba. –¿O quiere que lo distraiga mientras ustedes ingresan?
-Tú misma dijiste que para que se de el musgo, tiene que haber una limitante de luz solar. –Frisk se sorprendió de que recordara sus propias palabras. –Lo cual debe significar que debe de haber otra salida que no debe contemplar nadie salvo el mismo líder, creyendo que nadie más pudiera entender sus movimientos.
-Pero para descubrir eso tendría que… oh no. –Mencionó Muffet por lo bajo. Girándose abruptamente hacia el esqueleto al otro lado del escritorio. –W.D. ¡Yo puedo hacerlo!
-Tú estás herida, y a lo que nos cuenta el señor Fire, no eres el perfil que se busca ahí.
-Ella tampoco, evidentemente es mayor de edad.
-Evidentemente ella no los aparenta.
-No quisiera contradecirte, querido, pero me tocó a mi abrazarla y consolarla esa vez. –Frisk se sentía extraña que hablaran de ella, estando presente escuchándoles con atención. –Me tocó a mí encargarme de que se tranquilizara y eso que no ocurrió a mayores. Esto será demasiado.
A Frisk le costó un poco de trabajo poder comprender cuál era el problema en todo eso, hasta que pudo percatarse del enojo colectivo encabezado por Sans y Flowey que gritaban al unísono sobre su atrevimiento de las cosas. Siéndole un poco extraño que el señor de fuego estuviera en desacuerdo entre uno que otro argumento que daba, y que Muffet insistiera demasiado en ser ella la encargada de tal misión con tal de no arriesgarla a la inexperta de ella. Incluso algunos de los seguidores parecían querer ofrecer otra clase de opciones pese a lo ridículas que sonaban, pero todo parecía indicar que se trataba por algo similar a la insistencia de Muffet.
Ahora entendía por qué Don Gaster le había permitido estar en la oficina junto con todos los demás. Pero también comprendía por qué los otros no estaban de acuerdo con tal idea aún no formulada tras escuchar más de un argumento dentro de la reducida habitación. Todos tenían presente lo mal que había estado tras haber sido manoseada por ese sujeto en el callejón, ¿cierto? ¿Querían evitarle ese malestar que podría volver a presentarse al arriesgarse en un lugar como ese? Y siendo así, ¿por qué se estaban esmerando tanto en su bienestar, cuando había otro por el cuál estar pensando en ese momento? Podría sentirse halagada si no fuera por tener presente el argumento de varios sobre meterse en problemas, aun cuando era evidente que aquellos problemas la buscaban más a ella de lo que podía explicar.
Dado que nadie le permitía a Don Gaster continuar con su explicación, entre tanto grito tuvo que analizar las cosas por su cuenta, imaginándose nuevamente todo como si fuera un tablero de ajedrez en el cual analizar sus propias jugadas y las de alguien más, tal y como había tenido que hacerlo con el señor Yamaguchi. Si lo que el señor Grillby, (ahora lograba recordar su nombre) mencionaba sobre tratarse de un prostíbulo de menores, significaba que el plan que el jefe de familia estaba formulando era que ella se infiltrara como parte del personal y mantener todo en total discreción hasta dar con aquella posible salida detectando el musgo. Recordaba que Mettaton había hecho lo mismo con ella al mostrarla como alguien más joven de lo que aparentaba, así que si había funcionado con los señores adinerados que se habían presentado en el hotel, pudiera funcionar también en un lugar como ese. Adentrarse una vez más en un juego de ricos que seguía sin tener sentido para ella, pero que ahora no sería un simple objeto por presumir hacia otros, sino una pieza clave que pensaría y se movería sin intervenciones ajenas.
Después de todo, Don Gaster se lo había dicho. Tendría que usar las cosas a su conveniencia para distraer objetivos, generando caos en donde quisiera hacerlo. ¿Justo lo que el señor tortuga estaría esperando de su parte, tal vez?
Sutilmente se abrazó a sí misma al recordar la terrible sensación que le había producido aquel desconocido en el callejón. El simple hecho de pensar que podría volver a pasar aquello nuevamente, aun cuando aquel tipo ya estaba muerto… le era desgarrador internamente. Pero pensar en que una niña pasara por lo mismo sin que nadie más pudiera ayudarle como se había hecho con ella, le era mucho peor. Nadie debía de pasar por eso nunca, nadie debía de ser obligada a algo que por decisión podía sentirse bastante diferente.
Y Sans… había pasado por eso en una edad joven.
Lo contempló de reojo estar discutiendo con su padre por argumentos que no se entendían del todo entre tanto griterío en una habitación apretada con tantos. Tal vez eso podría explicarle por qué a Sans le había costado tanto darle un beso en un principio más allá de una timidez que no coincidía con el esqueleto que formaba parte de su vida ahora. Si la sensación para ella de estar por ser violada le había asustado, no quería ni imaginarse ahora lo que debió sentir su novio siendo un adolescente que terminó en efecto violado sin que nada ni nadie lo impidiera. ¿Se habrá asustado en aquel momento? ¿Tanto como para terminar odiando todo lo que le recordara aquel suceso? ¿Había reaccionado de forma violenta en su caso porque no quiso que ella pasara por lo mismo? Tenía demasiadas dudas al respecto ahora, pero sabía que no sería un tema fácil de tocar en algún momento. Ni siquiera ella misma sabía todavía cómo procesar lo suyo.
Con esa perspectiva, podría considerarse como "estar a mano" el permitir que la señora Bunny pasara por lo mismo en caso de haber sido secuestrada por las mismas razones que la sobrina de Grillby. Pero no para ella. Todos debían de tener la opción de sentirse bien con tal intimidad o que simplemente no se de.
-Lo haré. –Finalmente habló tras pensar demasiado en toda la situación. Desconcertando a los presentes que tal vez habían olvidado que ella estaba ahí. –Me infiltraré en ese lugar para encontrar otra salida.
-No, no lo harás. –Flowey se separó por completo de Muffet para ahora enredarse en el brazo de ella. Mirándole con enfado a modo de regaño que extrañamente le hizo sentirse enternecida por eso. –No sola, por lo menos. Porque yo estaré contigo y no pienso escuchar nada en contra de eso, ¿entendido?
-¿Qué? Pero Flowey…
-Pero nada, voy contigo o no vas. Punto. –Sus raíces apretaban un poco su brazo tras sus palabras, pero no tenía intenciones de lastimarla, sino de dejarle en claro las cosas. –Te conozco, Frisk. Lo que quieres es saber si la señora Bunny se encuentra también ahí. Y como sabes que ninguno de estos estúpidos te ayudará con eso, quieres hacerlo por tu cuenta.
En otro tipo de circunstancias se habría apenado de que se le expusiera ante tantos presentes, pero por ahora no podía evitar sentirse contenta que, pese a cómo estaban cambiando las cosas, Flowey siempre estaría atento a ella, protegiéndole en las buenas y en las malas y queriendo asegurarse de que no se metiera en problemas que afirmaba no buscarlos, sino que llegaban a ella siempre. Definitivamente la conocía muy bien tras tantos años juntos. Aun cuando fuera evidente que estaban cambiando como seres, su relación no tendría por qué hacerlo.
-¿Eso es cierto, florista? –Preguntó Don Gaster con seriedad,
-Si, pero también es porque quiero ayudar. –Lo dijo sin ningún titubeo en su voz. Acariciando el tallo de su amigo para indicarle aceptar su compañía en su decisión. Aun cuando no se tratara de una sugerencia de ninguna de las partes. –Ya me ha tocado observar desde cerca cómo se comportan los hombres con mucho dinero y que creen tener el mundo a sus pies. También me ha tocado ver cómo se comportan los señores lujuriosos que consideran que cualquier cuerpo debe acceder ante necesidades. Y ninguno de esos casos es agradable para alguien como yo, por lo que debe de ser atroz para una niña.
-Gracias por la consideración, pero tampoco me parece que tengas que arriesgarte así. –Comentó Grillby con cierta pena en su voz. Estaba demasiado cansado en muchos aspectos. –Sans no me lo perdonaría si lo permitiera.
-No, no lo haría. A ninguno de ustedes. –La voz de su pareja sonaba bastante amarga, pero no se comparaba con la mirada que le estaba lanzando estando justamente a lado suyo. –Ya tuve esta conversación con varios de ustedes, pero no se compara con la que tuve contigo, Frisk. Tal vez La madriguera fue hasta cierto punto, amable contigo, pero este lugar será completamente diferente a lo que tu crees que será. Y lo peor es que no podré estar ahí contigo.
-¿Entonces lo que te preocupa es que no podrás salvarme como frecuentas? –Preguntó espontáneamente sin pensarlo demasiado, pero su enfado en aumento le respondió con creces. –Sans, si Flowey viene conmigo, él puede ayudarme. Además, ¿crees que permitiría que vuelva a ocurrirme algo así?
-¡Agghh! No uses ese argumento conmigo.
-Dijiste que confiabas en que pudiera adentrarme en esta clase de asuntos.
-No recuerdo haber aceptado nada de eso. Pero lo que sí recuerdo, es que tú dijiste que no te expondrías al peligro. Esto es justo lo contrario.
-Dejen sus pleitos de pareja para otro momento. –Interrumpió Don Gaster mientras masajeaba levemente su cráneo ante un posible dolor de cabeza venidero. –Florista, si tienes asuntos personales en esto, de antemano te advierto que eso podría ponernos en problemas. Además, la coneja es una mujer de cincuenta años y ese es un prostíbulo de menores. Claramente no encontrarás nada ahí.
-No pierdo nada con intentarlo.
-Si, si puedes. Empezando por exponerte cuando se requiere discreción para esto. Si aceptas colaborar, seguirás solo mis indicaciones. ¿Te quedó claro?
Frisk quería responder que no, pero si lo hacía ninguno de los presentes le permitiría hacer algo más cuando apenas y contaba con la alianza casi forzada de Flowey y teniendo como única defensa al mismo Don Gaster que le ponía restricciones. Podría también simplemente negarse al no ser un asunto que le competía directamente si veía la situación en breve perspectiva, pero ver al señor Grillby tan cansado y nervioso a lo que recordaba de él, le respondía de antemano por qué Sans y Papyrus se veían tan cansados. Aunque en ese momento comenzara a molestarse con Sans, era firme en no querer incentivar razones para que siguiera matando. Ni él ni ninguno más de los Gaster.
Suspiró con una frustración que sabía que no le ocultaría a nadie. ¿Por qué no podía volver a aquellos tiempos donde le daba completamente igual lo que otros pasaran? Era mucho menos problemático, aunque muy solitario también.
-¿Te quedó claro, florista? –Repitió Don Gaster, ahora con un tono más frívolo que de costumbre.
-La verdad es que no. –Terminó soltando ante semejante presión. –Para ustedes puede que los casos sean diferentes sobre esta niña y de la señora Bunny, pero para mí no. Ambos secuestros se efectuaron en Snowdin y fueron separadas de sus familias. ¿Por qué salvar solo a una cuando se podría a las dos?
-NO SOMOS HÉROES NI JUSTICIEROS, FRISK. –Intervino Papyrus sin mirarle directamente. Aunque aquello pudiera ser por el cansancio que tenía consigo o simplemente por tantos seres más altos que ella opacando la vista entre ellos. –SOLO ACTUAMOS ACORDE A NUESTROS INTERESES. Y LA FAMILIA CONEJO NO LO ES.
-Lo que sí lo es, es el colaborador que tenemos aquí presente y aquellos que creen burlarse de nosotros. –Don Gaster le dio continuación a su breve explicación. –Eso es todo.
-Claro, porque para ustedes, la justicia es sinónimo de venganza, ¿cierto? –Podía sentir la mirada de Sans tras mencionarlo, pero aun así no le importó. Estaba segura de que estaría pensando en su conversación de hace unos minutos respecto a su descubrimiento. –Siendo el caso, creo que no hay diferencia entre ser un villano y ser una víctima. En ambos se toma la decisión de quedarse estancado con ese sentimiento.
-Frisk… –Comenzó Sans a advertirle.
-Estoy dispuesta a colaborar, pero también dejo en claro que tengo intenciones de buscar algo que me encamine hacia el paradero de la señora que me cuidó cuando ustedes me dejaron a la deriva. –Si Frisk hubiera podido dar un paso hacia el frente, lo habría hecho en ese momento para dejar aún más en claro sus palabras, pero el poco espacio se lo impedía. –Sé que para muchos de ustedes es imposible a estas alturas que pueda encontrarla con vida, ¿pero acaso yo no soy prueba suficiente de que la muerte a la deriva no puede tomarse como una confirmación? Soy alguien que pudo ver su propia tumba, y aquí estoy.
Y con ello, quiso decirle a Sans con discreción sobre su postura con Asgore Dreemurr, sabiendo de antemano que estaba pensando lo mismo que ella con las similitudes de la situación. Por supuesto que no estaba haciendo la vista gorda a las fechorías que inevitablemente eran ciertas, pero también estaba la situación de que, siendo el asesino de sus padres biológicos, había dejado con vida a Chara y a ella, adoptándolas de alguna manera y tratándolas como hijas de toda la vida. Simplemente no tenía sentido y le era una barrera divisoria sobre qué pensar o no de aquel hombre que alguna vez fue su padre antes de saber la verdad.
Estaba dispuesta a colaborar y actuar acorde a las situaciones, pero también debían de comprenderle que lo que le pedían muchas veces era absurdo, como si no se escucharan a sí mismos en todas sus excusas que le daban para hacer o no las cosas. Y tal vez era por eso que le costaba tanto trabajo poder comprender a la ciudad, ahora que lo pensaba. Tratar de coincidir tantas perspectivas conviviendo en un mismo sitio debía de ser agotador al grado de terminar todos necesitando ser egoístas para sobrevivir. Sin importar el precio de tal egoísmo excesivo.
-Recuerda lo que te dije sobre dejarte llevar por tus arrebatos, florista. –El jefe de familia se recargó aún más en su asiento aterciopelado en el que estaba. Visiblemente parecía ser un mueble bastante cómodo ahora que lo pensaba. –Puedes quedarte encerrada esperando nuestro regreso no garantizado, o permitir que las piezas ingresen a la cueva de la yakuza. Decide.
Tanto el jefe situado en su gran escritorio, como la humana hacia el otro lado junto con varios seres más, se quedaron mirando fijamente como si estuvieran jugando ajedrez en ese preciso momento. Ignorando a cualquiera que estuviera observándolos en espera de una aclaración al respecto, pero siendo algo mucho más lo que estaba ocurriendo que una simple batalla de miradas repletas de orgullo y terquedad. No había sido casualidad que mencionara a su familia como "piezas" después de todo. Había querido que le captara la idea en el instante.
¿Por qué le había sugerido en primera sobre requerir su apoyo si no le agradaba la idea? La pregunta le llegaba casi al mismo tiempo que su respuesta con el simple hecho de mirarlos hacia sus cuencas agrietadas. Porque cuando se trataba de crear una estrategia, se usaba todo lo que estuviera a la mano, le agradara o no, le pareciera o no, ¿cierto? ¿Acaso estaba usando la ocasión para darle una enseñanza más, o un recordatorio de sus lecciones? Tal vez no estaba confiado en ella en ese momento, por lo que la estaba poniendo a prueba justo ahora. En silencio, le estaba pidiendo que le demostrara que podría con lo que estaba requiriendo de su parte para aportar al movimiento que planificaban hacer. O de lo contrario, en verdad la encerraría para no ser un aparente estorbo o descuido para su familia como le mencionaba en más de una ocasión.
Ambos podían coincidir en el hecho de no querer arriesgar a Sans sabiendo cómo podría actuar al respecto, aun cuando supieran de antemano sus habilidades que el mismo esqueleto ante ella le había enseñado. Y además, ¿qué pasaría si el muchacho líder de ese grupo se topaba con Sans? No quería ni imaginarse las posibilidades al recordar la primera vez que se toparon el uno al otro en el cementerio. Pero adentrarse ella por su cuenta también era un riesgo por el mismo Sans que no estaba de acuerdo. Así que el verdadero problema estaba en su pareja. Y Don Gaster ya había contemplado eso también seguramente. ¿Acaso le estaba pidiendo que lo hiciera por él, entonces?
-Esta bien, acepto. –Comentó Frisk al considerar que había sido suficiente. Aun cuando no le generara satisfacción la situación.
-Bien. –El esqueleto rompió su postura para comenzar a quitarse uno de sus guantes. –Pero para garantizar que no hagas algo estúpido, tendré que recurrir a esto.
Por un momento le pareció que la golpearía con el mismo guante dada su expresión de molestia pura, cosa que parecía no ser la única en estarlo pensando dada la expresión de los hermanos esqueleto. Pero en su lugar dejó a la vista los dos anillos plateados de matrimonio que tenía en un mismo dedo y se quitó uno a la par que se ponía de pie. Frisk no entendía qué estaba ocurriendo, ni cuando le tomó su mano sin permiso para colocarle el anillo en el instante y casi a regañadientes de su propia parte. Extrañamente, la pieza de joyería parecía adaptarse perfectamente al tamaño de su dedo. Tanto que hasta parecía que no sería capaz de quitárselo por su cuenta pese a no estar tan apretado.
-Cálmate Romeo, que es la mano derecha. –Comentó Don Gaster tras darle un zape a Sans con una mano flotante, el cual aparentemente había observado todo con sus ojos oscuros y no se había dado cuenta por mucho que lo tuviera a un lado. ¿Le había dicho así a él? ¿Qué era un Romeo? –Escucha florista, pierde este anillo y yo mismo te cortaré la mano entera. ¿Te quedó claro?
-No entiendo por qué me pone esto. –Observó la pieza de joyería en su dedo. Viéndola tan de cerca, en verdad se trataba de un objeto de plata muy gastado con los años.
-En aquel tiempo, no tenía mucho por ofrecerle a Arial. Solo mi alma, literalmente. –Don Gaster levantó su propia mano para poner a la vista el anillo que él portaba, aunque para Frisk, seguía siendo más llamativo el enorme agujero que resaltaba lo que debía de ser su palma en términos humanos. –Es magia muy antigua que hoy en día son bastante contados los que saben realizarla, pero pude encontrar a uno que pudiera realizar esto para transmitirle lo mucho que me importaba todo el tiempo.
Tras su breve explicación, sintió como una leve descarga eléctrica proveniente de su mano, que si bien no había sido algo fuerte o incómodo, le había asustado de tal forma que estuvo por querer quitárselo en el instante. Pero aquello no coincidía en absoluto con lo que estaba sintiendo realmente, que era confusión de lo que estaba pasando, lo cual pudo comprender que no había sido una simple coincidencia aquella sensación. ¿Lo que había sentido esporádicamente era precisamente eso? ¿El miedo de Don Gaster? Ahora le parecía mucho más confuso tratar de entenderlo de esa manera que simplemente observándolo en silencio. Su expresión no coincidía para nada con lo que estaba sintiendo de él.
-Dado que la comunicación será complicada, será así como nos comunicaremos mientras estés en ese sitio. –Continuó en su explicación, como si ignorara al resto que no sabían qué expresión o no mostrar ante lo que estaba ocurriendo. –Solo puedes dar tres señales por día, así que dividiremos dos señales para reportar tu estado y el tercero que sea destinado a tu salida. Solo tienes que girarlo constantemente para eso.
-¿Entonces esto es como la magia de los conejos? –Frisk no paró de observar la joya en toda su explicación, como si pudiera entenderle mejor de ese modo y fallando en el proceso. –¿Usted escuchará cómo me siento?
-Escuchar y sentir son cosas completamente diferentes, florista. ¿Alguna otra duda hasta ahora?
Frisk quería decir que tenía demasiadas, pero sentir la mirada insistente de Sans como si quisiera comunicarle que se negara de todo, le fue suficiente para dejar las cosas así. Tan solo lo angustiaría más mientras siguieran conversando al respecto y no hacía falta cuestionárselo para poder comprenderlo. Mientras negaba con la cabeza, quiso tomar su mano en busca de calmarlo de alguna manera. Y si bien la sujetó sin siquiera mirarse el uno al otro, también la soltó en un suave movimiento que pudo pasar desapercibido para todos. Frisk optó por no sentirse mal al respecto, si después de todo, hace unos minutos ella misma había tenido la duda de su reacción respecto a Asgore Dreemurr.
Ambos tenían muchas cosas por tratar y procesar, y simplemente no era tiempo para ellas, ¿cierto?
-Bien. Muffet, arréglala de tal forma que pueda coincidir con el sitio. –Indicó el jefe de familia mientras se colocaba de regreso su guante. –El resto aún permanezcan aquí. Eso te incluye, planta.
Flowey, quien permanecía enredado en Frisk, se giró con una expresión de indiferencia que bien podría tomarse como un reto hacia el jefe de no querer prestarle atención en lo más mínimo y no queriendo escuchar ni una orden suya. Sin embargo, terminó accediendo en silencio tras observar rápidamente hacia Muffet, la cual parecía contenerse de algo que era mejor no preguntar en ese momento. Terminando enredándose entre los libreros al no querer estar sujeto de ninguno de los presentes, aun cuando su maceta estaba sobre el escritorio y que tarde que temprano necesitaría de estar en tierra.
Y en un rápido vistazo hacia todos antes de que cerraran la puerta tras ella, pudo ver un cansancio casi colectivo que solo le confirmaba que estaba haciendo lo necesario para mantenerlos lo mejor posible. Aun cuando Sans no pudiera comprenderlo.
.
.
Chara estaba harta. ¿Por qué sus clientes la agarraban de psicóloga recientemente? ¿Que acaso tenía tatuado en la cara que tenía el ánimo de querer ayudar a todo ser vivo que se le atravesara? También las malditas mocosas le tomaban demasiada confianza pese a que su fama debía de hablar más por ella misma que todo lo que se estuvieran formulando en sus mentes respecto a ella. También el adinerado robot se había quedado hablando con ella pese a haber pagado por otro tipo de servicio. Como si le fuera mejor o más barato conversar de esas cosas con una prostituta que con un profesionista que podría otorgarle un mejor servicio al respecto. En verdad que la ciudad estaba cada vez peor para que prefieran a alguien como ella a comparación. Y Kris podría confirmar eso con cualquiera, ella era la peor para consolar a alguien.
Tenía prisa de hablar con su jefe por si llegaba a salir nuevamente, pero tampoco podía dejar a la deriva a la anfibia que claramente se había escabullido sin ser detectada todavía y que tal vez la metería en problemas. Y que llegara directamente con ella en lugar de alguna prostituta más, debía de haberle halagado si no fuera por haber tenido que escucharla por más de media hora entre lloriqueos burdamente contenidos y quejas sobre un chico que aparentemente le había robado un beso. Dejando en claro que no estaba acudiendo a ella por una experiencia sexual que quisiera repetir, sino por una cuestión digna de un caso adolescente proviniendo del cuerpo de una adulta que aún no se daba cuenta de que lo era.
En verdad, ¿para esta clase de cosas permanecía con vida? Maldita existencia que no le servía para nada. Tenía cosas más importantes en las qué pensar y hacer, que tratar a alguien como ella cuyo nombre ni sabía ni le interesaba.
-Lo lamento. Sé que te debe parecer extraño que una desconocida llegue contigo para hablar de esto…
-Definitivamente.
-… pero no conozco a nadie con quien pueda hablar de estas cosas sin que lo comprenda. –La anfibia permanecía con la cabeza baja, sin ser capaz de mirarla ni nada en específico. –Eres la única de la que sé que… bueno…
-¿Que le gusta de todo? –Intuyó Chara mientras le observaba de brazos cruzados desde el otro lado de la habitación. Le había dejado su cama para que se sentara o acostara si quería. Al menos tal vez sí podría calmarla realmente o darle ánimo de otra cosa, pero nada. –El mundo llama "maricones" a los hombres que gustan de hombres, "machorras" a mujeres que gustan de mujeres. A quienes nos gustan ambos o nada, simplemente nos dicen "confundidos". ¡Pff!
-¿Entonces sólo estoy confundida? –La anfibia levantó un poco su mirada con eso.
-Puede que tus sentimientos lo estén sobre este chico que mencionas, pero si te refieres a si realmente te gustan ambos géneros o no, creo que es más que evidente que si. –Al notar que no parecía convencida con eso, tuvo que levantarse la falda para dejar a la vista la lencería que traía puesta. –Veamos. Te gusta lo que ves, ¿no?
-S-si…
-¿Y te gustó el beso de ese tipo?
-Si…
-Entonces te gustan ambos sexos. –Se bajó la falda en seco para acercarse a ella y comenzar a jalarla de la muñeca. –Fin de la conversación. Adiós.
-¡Espera! –Puso resistencia para impedirle levantarla. Y vaya que era bastante fuerte para que le costara trabajo siquiera moverla algún centímetro. –Aún hay cosas que quisiera preguntar al respecto.
-Oye, búscate una amiga o un perro con el cual lidiar con estas cosas. –Le comentó mientras tenía que optar en usar ambas manos para levantarla y ni así siendo suficiente. –Una prostituta no es opción para algo afectivo.
-Perros… También está ese tema…
-¿Si me oíste? No más plática.
-Me dieron un cargo importante, me asignaron un equipo al cual liderar. Están confiando en mí para hacerlo. Pero mi equipo me odia.
-Qué pena, adiós.
-¿Alguna vez has sentido las ganas de que te reconozcan algo? Y por muy tonto que sea, que al obtenerlo… ¿simplemente no te sientes satisfecha?
Chara dejó que jalonearla no solo por no estar logrando su cometido de sacarla de su habitación, sino porque pudo comprender aquel sentimiento en el instante, aunque no fuese capaz de confesárselo por ser algo muy personal.
Por supuesto que pasó varias veces por esa sensación, pero fueron tantas, que simplemente optó por convencerse de que nada valía la pena si de cualquier manera todo le llevaba al mismo resultado. No importaba cuántas veces había deseado que Asgore le quisiera tanto como a su hermanita, parecía que solo tenía cariño para la pequeña mientras que a ella le tocaba la tortura inexplicable. No importaba cuánto quiso no ocasionar problemas, aun así mataron a su hermano y único amigo en el mundo frente a ella sin que pudiera hacer algo. No importaba cuánto se esmeró en formar parte de la rebelión de los mexicanos, tan solo fue un objeto en espera de cambiarlo por algo más hasta lograrlo realmente. No importaba cuánto se hubiera esmerado en ser tan letal como se lo había propuesto Kris, simplemente la ponía a un lado hasta que realmente no tenía opción, como si fuese una obligación suya prestarle atención de vez en cuando pese a que sus palabras tendían a querer comunicarle lo contrario burdamente.
Y ahora estaba obteniendo una mínima pizca de esperanza… que tal vez debía de olvidarla como todo lo demás, antes de que terminara en el mismo ciclo que no le llevaba a nada. Al fin y al cabo, era una extrema locura pensar en la posibilidad de que su hermanita estuviera con vida.
-Cuando te des por vencida sobre darle importancia a las cosas, dolerá menos cada cosa que te llegue. –Soltó sus palabras al mismo tiempo que dejaba de sostener su muñeca. –Créeme.
Maldita sea, ¿en qué demonios había estado pensando? Era claro que se estaba aferrando una vez más a algo que no existía ni tenía lugar. Últimamente todos la estaban agarrando en momentos de debilidad que no debían de existir en ella, pero que aun así lograban doblegarla hasta el punto de terminar accediendo a necesidades ajenas. ¿Y para qué? Al final cada quien veía por sí mismo, o de lo contrario no se lograba sobrevivir en lo mundano que era la existencia misma. Ella era prueba de eso, para bien o para mal. Lo hubiera querido o no.
Puta madre. Ella era tan patética… Ahora podía comprender por qué Kris seguía sin tomarla con seriedad pese a que sus palabras quisieran decirle lo contrario.
Tras esos malestares presentes, terminó sentándose a lado suyo sin necesidad de algún permiso si después de todo, se trataba de su propia cama y su propia habitación estratégicamente perfumada para tratar de calmarse y no funcionando en ese momento. Así que sacó uno de los cigarros alargados que tenía a la mano y lo prendió para tratar de retomar su postura al menos con eso. Pero con tan solo ver el fuego, recordó a la niña que minutos antes había acudido también a su habitación y siendo que tuvo una pizca de piedad por ella, pese a tratarse de una extraña que le había negado ayuda en el instante. Hacía tanto que no había recibido un abrazo, que simplemente no sabía qué sentir al respecto todavía.
-Creo que eres idiota, pececita, pero no por las inseguridades que mencionas. –Soltó un poco de humo entre palabras. –Sino por las decisiones que aparentemente estás tomando. ¿Enserio te parece mejor venir con una prostituta, que quedarte con el chico que te besó y del que claramente sientes algo? Si fuera por sexo no te juzgaría, pero solo estamos hablando.
-¡Yo no…!
-Por favor, no puedes mentirme con eso. –Chara le sonrió con cierta picardía tras eso. –Para mi mala suerte, no eres el primer caso que se me presenta de esta forma. Tal vez deba considerar que me estoy volviendo menos atractiva.
-No puede gustarme. Él… –Parecía algo insegura sobre si contarle o no algo sobre su vida, a lo cual Chara estaba de acuerdo en que no lo hiciera. No necesitaba conocerla más de lo que por sí ya lo estaba haciendo en contra de su voluntad. –Simplemente no y ya. Lo odio por lo que me ha hecho.
-Dicen que del odio al amor hay un solo paso.
-Para esto no es posible.
Chara rodó los ojos. No tenía el ánimo de alegar por algo así con una extraña que parecía no querer serlo. Su día ya había resultado tan extraño que simplemente ya no sabía qué pensar o sentir. Si hablaba con Kris sobre lo que había descubierto, seguramente la tomaría por loca y le daría razones para encerrarla más tiempo del que podía soportar. Y el precio de la breve esperanza que había obtenido esporádicamente, era estar soportando a la anfibia a lado suyo.
-Sabes, si no fueras humana, me habría gustado que fueras mi amiga. –Mencionó la anfibia sin mirarla directamente. Chara soltó una risa al escuchar eso. ¿Aún seguía con la estupidez sobre humanos y monstruos? No cabía duda de que era una pobre incauta más. –Eres buena para esta clase de cosas.
-Amigas con derecho, querrás decir. –Le extendió su cigarro tras un suspiro. –A mí tampoco me late la idea de tener una amiga. ¿Qué te parece si solo somos dos muertas que se han topado en el averno?
-Me parece bien. –Le aceptó su cigarro junto con una sonrisa sincera. Y tras una breve fumada, le fue evidente que era novata para eso. Aun cuando había detectado el olor a cigarro en ella desde el momento que había llegado. –¿Puedo contarte algo más?
-Haz lo que quieras. De cualquier manera te cobraré esta vez, sea sexo o no.
-Es justo.
.
.
Muffet había llevado a la florista a su habitación. Debatiéndose mentalmente si debía seguir con la orden de su amado, o si amarrar a la chica para dormirla por un tiempo indeterminado. Estaba siendo muy difícil ser cordial ahora.
Era sincera sobre preocuparse por su primera amiga, teniendo presente el hecho de que la había pasado mal aquella noche con ese humano en el callejón, pero tenía que reconocer que la estaba odiando en ese preciso momento también. Ya le había sido demasiado el rechazo frecuente que había recibido estos días pese a la esperanza que había sentido de que le había salvado. Pero ver que su amado le había depositado total confianza a Frisk, al grado de estarle implorando su ayuda poniéndole a un lado a ella… le había lastimado el corazón. Por si no fuera poco, contemplar cómo le había colocado su argolla de matrimonio, le hacía querer estrangularla en ese instante en el que realmente le estaba peinando frente a su espejo.
Sobre todo, ahora comprendía que mientras más aceptaran a Frisk en la familia, cada vez menos necesitarían de ella. Dándoles el motivo suficiente para deshacerse de ella pese a sus esfuerzos. Simplemente no era justo.
-Tienes una habitación muy bonita. –Mencionó Frisk tras un largo rato de no emitir palabra alguna. –Me recuerda a tu departamento.
-Gracias. Me gusta la decoración victoriana. –Contestó sin mucho ánimo mientras le colocaba varios sujetadores en su corto cabello. Que le recordara ahora que W.D. le había llevado a su departamento personalmente sin que estuviera ella, solo le hacía sentirse cada vez peor. ¿Acaso también le quitarían eso? –Creo que es algo que todavía puede conservarse pese a los años.
-Estás molesta. –Soltó la humana sin tacto alguno. Siendo la misma grosera de siempre.
-Si, pero no contigo… precisamente. –Pudo ver su ceja arqueada en el reflejo, detonando que no le estaba creyendo. En otro tipo de circunstancias, le habría sonreído de modo burlón, pero no ahora. –O bueno. Sí, estoy celosa de ti. ¿Contenta?
-¿Por el anillo?
-¡Por todo! No es justo que me esté costando tanto que esta familia me reconozca… para que a ti de manera tan simple, lo haga. –Soltó sin más, jalándole un poco el cabello para colocarle otro sujetador y no reparando en el posible daño. De cualquier forma la humana no se quejó al respecto. –W.D. te aprecia de una manera de la que desearía obtener una mínima parte de eso sobre mi. Pero Flowey tiene razón, simplemente no le importo. Creí que en estos días habría algo diferente al fin, pero simplemente no ocurrió.
-Flowey comprende las cosas desde su propia perspectiva insensible, pero tú eres la única que puede entender a los Gaster como ningún otro. –La mirada que la humana le lanzaba a través del espejo detonaba cierta preocupación que no había frecuentado en ella. Aquello le calmó un poco tras lo tonta que seguramente estaba siendo. –Creo que te estás esmerando tanto en que te reconozcan algo, que no te das cuenta aun de lo importante que eres para ellos fuera de su propia necedad. Y no lo sabrán mientras no lo hablen.
-Dudo que realmente sea eso, pero gracias por el intento.
Lo decía con sinceridad mientras se encaminaba a recoger la vestimenta que había colocado sobre la cama y que había escogido para la ocasión. Debido a que Frisk tenía que pasar por una menor de edad, que si bien su físico plano le ayudaría a eso, no le sería suficiente tras la evidencia que todos parecían olvidar pese a lo notorio que era ella. La florista era tan imprudente por no ser capaz de mentir en lo más mínimo, que era casi predecible que también sería una terrible actriz. Así que le tocaba a ella tener que llenar esos huecos con lo poco que podía hacer por ahora, y era disfrazarla como una aparente adolescente perdida tras su clase de ballet. O por lo menos era lo que presentaría a los Gaster como obra maestra.
Pese a la evidente pena que se asomaba en sus mejillas, permitió que le ayudara a vestirse tras lo complicado que era para ella colocarse las prendas de ballet que no lograba comprender. Incluso para ella en su momento, el tutú era bastante complejo pese a lo que mostraba a la vista. Y ni qué hablar de los zapatos, medias y demás. Había obtenido todo eso en un arrebato de querer aprender a bailar diferentes técnicas en el afán de poder danzar en algún momento con W.D. tal y como sabía que lo había hecho con su esposa, pero cada vez era más lejana esa oportunidad. Así que había guardado tal atuendo hasta que se había olvidado de él hasta ahora. Y vaya que había sido bueno que aún lo conservara pese a las decepciones.
-Veamos qué cara pone Sans cuando te vea con esto. –Mencionó Muffet tras apartarse un poco para contemplarla. En verdad se veía bien con él puesto. –El rosa te sienta bien. Deberías usarlo más a menudo.
-La única que mostrará Sans por ahora, es de preocupación y molestia.
-Cierto. No debería de estarme quejando cuando tú ingresarás a la boca del lobo, ¿cierto?
-Es válido que te sientas así, Muffet. –Nuevamente se sentó ante la evidente incomodidad que estaba sintiendo con los zapatos. Le aconsejaría que se acostumbrara a ellos, si no fuera porque no tenían tiempo para eso. –Prefiero que seas sincera conmigo todo el tiempo, a que tengas razones para reprimirte sobre lo que sientas por mi por no preocuparme o alterarme.
-¿Aunque se trate del sentimiento de querer estrangularte?
-Aunque sea eso. Yo sabré cómo responderte.
Finalmente pudo sonreírle con total sinceridad. Aun cuando la sensación de estar celosa por ella era innegable y estaba en aumento con esa clase de gestos. No podía culpar a los Gaster por apreciarla, porque ella también lo hacía ahora. Y eso simplemente le dolía al mismo tiempo que agradecía su amistad tras todos los problemas que presentaron entre ellas y que posiblemente tendrían nuevos al paso que iban.
Frisk no necesitaba maquillaje al tener que pasar por una menor, pero le colocó una peluca larga rubia que había tenido guardada por si llegaba a necesitarla y nunca presentado la ocasión hasta ese instante. Si Frisk estaba por entrar en donde estaba la yakuza posiblemente, lo mejor que podían hacer era dejarla lo menos reconocible para que no se presentaran problemas. Sus ojos alargados no ayudaban a eso, por supuesto, así que esperaba que la peluca disminuyera toda posibilidad.
-Flowey me contó sobre las veces que peinaba tu largo cabello. –Recordó mientras le acomodaba la peluca con cuidado. No quería despeinarla demasiado. –Debió ser muy lindo de su parte.
-¿Eh? Pero si Flowey no hizo algo así.
-¿Qué?
-Flowey sí me peinó de vez en cuando, pero no cuando tenía el cabello largo. Le tocó muy poco tiempo de verme así. –Frisk parecía estar haciendo memoria en caso de estarse equivocando, pero por su gesto, estaba segura de lo que hablaba. –Cuando era pequeña, mi hermano solía hacerlo constantemente porque me enredaba con las plantas grandes que había en el jardín de papá, pero cuando me quedé sola… me limité a tener el cabello sujetado siempre para no complicarme yo misma, hasta que decidí mejor tenerlo corto para mayor comodidad.
Muffet se detuvo por un momento tras parecerle extraño eso. Aquella anécdota coincidía demasiado con la explicación que le había contado Flowey, y él no era de los que mentían dada su limitante sentimental inexistente, o al menos así parecía. ¿Acaso tanto era su intento de ser un hermano para Frisk, que se estaba apropiando hasta de los recuerdos de un hermano muerto? No tenía sentido, pero ahora que la contemplaba acariciar su collar con forma de corazón ante el recuerdo que le había detonado, Muffet pensó con seriedad cuántas cosas que le había contado Flowey sobre Frisk, eran realmente anécdotas en conjunto o no.
-Supongo que no podré ingresar con esto, ¿cierto? –Cuestionó Frisk mientras tocaba su collar tras tal recuerdo presente.
-No. Tienes que ser lo más discreta posible, y la ropa que traes puesta no lo hará.
-En ese caso, cuídalo por mí, por favor. –Se quitó el collar con cuidado ahora que tenía colocada la peluca. Siéndole visiblemente extraño por no estar acostumbrada a tanto cabello encima. –Me dolería perderlo de nuevo.
Tomó el collar con completo respeto, recordando la forma en que lo había encontrado y la forma en la que Sans había disimulado no haber quedado lastimado con la revelación que resultó errónea para suerte suya. Pero también, recordando la fotografía en particular con la que había confundido a la misma humana frente a ella. ¿Flowey conocerá la fotografía y trataba de algún modo ser como él? La idea de que fuese un intento de hermano para Frisky comenzaba a ser algo obsesivo de su parte francamente. Pero también, parecía que conocía mucho más de lo que aparentaba sobre Frisk, su experimentación, sus gustos, su vida entera... Había algo ahí que parecía ser demasiado para una simple flor.
-Para eso estamos las amigas, ¿no? –Terminó respondiéndole con sinceridad, aunque teniendo todavía los malestares consigo. Guardó el collar en su joyero y empujó levemente a la humana para que se levantara y comenzara a caminar hacia la puerta. –Andando.
Al momento de salir pudieron ver en el instante que ya las esperaban en la sala, por lo que ayudó a su amiga a bajar las escaleras tras todavía no acostumbrarse a los zapatos de ballet que evidentemente le eran incómodos solo por tratarse de algo diferente. Aunque no se comparaba con la pena visible que tenía al ser consciente finalmente de que la verían con tal atuendo que, de algún modo, parecía ser una muñeca digna de un coleccionista por lo inusual de sus ojos alargados adornados con grandes pestañas. Y si bien aquello le habría divertido al grado de tratar de burlarse de ella con frecuencia, estar apoyándole tomando su mano que precisamente tenía el anillo, no le era nada grato.
Pero no era tiempo para lamentos y celos, se dijo a sí misma en su mente. Había cosas que todavía podía hacer por todos ellos, aun cuando le tocara a ella quedarse encerrada.
-¿Qué les parece? –Preguntó Muffet con un tono dulce mientras permitía que Frisk bajara el último escalón. –La dejé linda, ¿no creen?
-SE VE MUCHO MÁS JOVEN. NO CREÍ ESO POSIBLE.
-Me siento cada vez más un pecador. –Soltó Sans por lo bajo, con una mirada desviada que solo hizo que Muffet se sintiera satisfecha con su trabajo.
-Bien, con eso será suficiente para lograr el objetivo. –Mencionó W.D. Sin ver a ninguna directamente. Enfocándose únicamente en su reloj de bolsillo, calculando cada momento que seguramente sería esencial para lo que había planeado en su ausencia. –Muffet, te quedas a cargo.
-Esperen… ¿van los tres? –Se sorprendió con esa noticia. –Pero creí que…
Su amado ni siquiera esperó a que terminara de hablar. Comenzando a andar en cuanto guardó su reloj y haciendo que el bartender le siguiera. Fue ahí cuando supo que tendría que ser rápida, acercándose hacia Flowey que estaba colocado en su maceta junto a la mesita central, antes de que el resto se fueran por completo ahora que se estaban reuniendo para desaparecerse.
-Lleva esto contigo. –Murmuró mientras fingía estar revisando sus pétalos, cuando lo que realmente hacía era colocarle una cápsula que frecuentaba cargar consigo.
-¿Qué…?
-Mi veneno puede matar a alguien en grandes cantidades, pero unas pocas gotas bastan para dejar inconsciente a alguien. –Le explicó con algo de prisa, sabiendo que Frisk se estaba acercando para llevárselo consigo. –Úsalo si lo consideras necesario.
Sabía que no hacía falta darle indicaciones para saber realmente a qué se refería, notando la seriedad de la flor mientras parecía formar un brote de una hoja en su tallo para guardar la cápsula que ella misma había creado bajo la supervisión del mismo W.D., tras una sugerencia lejana que le había dado sobre utilizar su veneno de manera óptima cuando no se necesitaba de matar a un contrincante. Aquellas clases sobre sus habilidades le parecían tan lejanas ahora, pero sin duda alguna un tesoro personal del tiempo a solas que había pasado con él mientras le decía lo útil que podía ser para la familia con sus múltiples habilidades.
Aunque tal parecía que cada vez menos necesitarían de ella siendo el caso.
Teniendo gran parte de sus brazos vendados, los despidió con una sola mano mientras contempló cómo desaparecieron en conjunto los tres Gaster, Frisk y el bartender ante su vista superior. Quedándose sola con los seguidores que parecían tener la tarea de vigilar el barrio en ausencia de los dueños. Dejándole un vacío que prefería no darle una explicación para que dejara de dolerle tanto, pero siendo una tarea difícil de lograr ante la llegada de las lágrimas sobre sus mejillas.
Un Gaster siempre debía de quedarse en Snowdin. ¿Entonces por qué habían decidido estar los tres en Waterfall?
.
.
El aroma marítimo le llegó en el instante que pudo sentir nuevamente los pies sobre una superficie. Frisk no sabía realmente en qué parte se encontraban y en dónde precisamente tendría que quedarse para hacerse pasar por una niña, pero supuso que Don Gaster le explicaría cada detalle antes de realmente adentrarse en una zona donde hasta ahora sólo se le conocía una entrada y una misma salida. Cosa que en efecto fue así, teniendo que escucharlo con atención mientras la ponía al corriente una vez que se escondieron en un rincón bastante apestoso para su gusto. Al menos el olor a tierra de la maceta de Flowey le ayudaba a tratar de no pensar demasiado en ese malestar.
El plan era más simple de lo que parecía. Tendría que caminar algunas cuadras por su cuenta hasta dar con un callejón que Grillby le había hecho el favor de describirle con precisión. Ahí, tendría que quedarse y fingir ser una niña perdida tras sus clases de ballet hasta que un "adulto responsable" acudiera con ella con intenciones de ayudarle amablemente, cuando realmente permitiría que la secuestraran y llevaran al lugar donde tendrían oculta a la sobrina. Una vez dentro del prostíbulo secreto y lo bastante sola para que no le descubrieran, mandaría la primera señal a Don Gaster para indicarle que comenzaría con la búsqueda tras finalmente acoplarse al lugar. La segunda señal estaba destinada cuando encontrara a la sobrina de Grillby y la tercera para comunicar que había encontrado la salida y logrado escapar con éxito. De ahí, se reunirían en el mismo lugar en el que se encontraban en ese momento y les indicaría dónde estaba la salida secreta.
Y de ahí no quisieron darle más detalles al ser algo que no le correspondía. Cosa de la que no estaba de acuerdo, mas no tuvo alternativa de dejar las cosas así por ahora. Tan solo le habían explicado las complejidades de los monstruos en esa zona debido a tener un horario para poder hacer ciertas cosas o no, y estaban limitados por ahora a eso para no levantar sospecha alguna.
Ver al dueño del bar tan nervioso y cansado era una cosa, pero no se comparaba con la evidente preocupación que reflejaba su novio en el instante en el que cruzaron miradas. Estaba segura de que había sido un accidente de su parte dado que le había estado evitando desde que se aparecieron en ese sitio maloliente. Pero ante lo innegable que era contemplarse el uno al otro, Sans suspiró y se acercó a ella para tomarla de la mano, encaminándola sutilmente a que le acompañara. Usando su magia para apartar a Flowey de ella y que Papyrus fuese quien lo tomara en su lugar tras evidentes gruñidos de su parte.
-Permítanme hablar un momento a solas con ella. –Comentó Sans sin ver a nadie en específico. –No tardaremos.
No habían podido retirarse demasiado al estar en un aparente callejón repleto de contenedores de desperdicios de mariscos a lo que podía notar a simple vista. Cosa que podría explicarle el nauseabundo olor que parecía solo afectarle demasiado a ella. Pero no se quejó en ningún momento en espera de que su novio se aclarara de una buena vez qué era lo que le estaba inquietando, aun cuando ya tenía una idea de lo que se trataba.
-No quiero que vayas, pero sé que hay cosas en las que no puedo detenerte por más que quisiera hacerlo por tu bienestar. –Soltó Sans con cierta prisa dado que el resto del grupo parecía estar observando en la distancia. –Supongo que esta es tu forma de decirme que ante un posible enfrentamiento cercano con el Gran Don, harías algo como esto. Y eso solo me hace afirmarme el hecho de que no te avisaría cuando llegue ese momento.
-No me habías dado una respuesta precisa a eso. –Comentó Frisk.
-Pues ahora te la doy. –Contemplar a Sans con tanta seriedad no era frecuente. –Escucha, yo…¡aggh! En verdad esto me molesta. ¿Por qué no me permites mantenerte a salvo? ¿Cómo es que no me entiendes sobre aterrarme la idea de que te ocurra algo sin que pueda impedirlo?
-Porque el sentimiento es ahora mutuo, Sans. –Respondió inmediatamente. Sujetando su mano con más fuerza dado que no la había soltado en todo ese momento. –A mi me preocupa que tú no puedas entenderlo de mi parte cuando te lo he dicho con claridad.
-No es lo mismo, Frisk. Yo estoy acostumbrado a estas cosas, pero tú no mereces esta clase de mundo para ti. – Levantó la mano con la que estaban sujetados el uno al otro y entrelazó sus dedos con los de él. –Estoy siendo cada vez más un mal para ti, que solo me hace sentirme culpable de tener el capricho de tenerte a mi lado a costa de esto.
-Sans, sé que no es momento para tocar el tema, pero con lo que sé de ti y esto, debo suponer que te fue terrible la experiencia que pasaste de ser violado siendo un adolescente. –El esqueleto oscureció sus cuencas al serle un tema incómodo, afirmándole que estaba en lo cierto. –Ambos sabemos lo terrible que se siente eso… pero también lo… bien que se siente cuando se trata de algo que decides con quien quieres. El pasado no puede cambiarse, pero sí podemos hacer que una niña no tenga que pasar por eso. Podemos darle la oportunidad de decidir, salvándola sin violencia.
En un arrebato mutuo, juntaron sus frentes para estar cerca el uno del otro, teniendo los ojos cerrados para transmitirse cierta calma que para ser sinceros, no estaba siendo posible dado el momento. Pero la intención aún cuando minutos antes hubiera irritación de por medio era más que suficiente para poder sonreírse.
-Así que sí te gustó, ¿eh? –Percibió el tono burlón en su oración.
-No es momento de hablar para eso, Sans.
-Sé que no, pero yo quiero… dejarte en claro que no por la mala experiencia que fue eso, significa que no quiera…
-Lo sé. Creo que me lo has dejado en claro en más de una ocasión.
-¿Muy insistente para ti?
-No serías tú mismo si no fuera así. –Se separó levemente para poder contemplarlo adecuadamente. –Y para bien o para mal, me gustas tal y como eres. Acosador, insistente y protector.
Al menos aquello había logrado relajarlo, pero aparentemente no lo suficiente para aceptarle un beso. Estando aun con la mano levantada con la que estaban sujetándose el uno del otro, la puso en el medio para hacer que solo besara su mano en respuesta. Extrañamente para Frisk eso fue una decepción. ¿Así se sentía que te negaran un beso?
-Besarte tal y como estás, me harás sentirme como un pedófilo infiel. –Se explicó Sans dada su evidente expresión. –Mejor retomamos esto en cuanto puedas quitarte tu disfraz.
-¿Entonces no te gusto con cabello largo y rubio?
-No hace falta que quieras cambiar algo en tu apariencia, si es lo que estás pensando. Te amo tal y como e… eeeeeehhhhhh…
Sans parecía que se había trabado, pero su cara completamente azulada de un instante para otro, le confirmó mucho más lo que estaba pasando. Aun cuando ella ahora no sabía qué hacer o no al respecto. ¿Le había dicho que la amaba? Había escuchado bien, ¿cierto? Eso… eso era algo más fuerte que solo gustar, ¿no era así? ¿Tipo de algunos de los programas que se hablaban en la radio? ¿Tipo de lo que se supone que sienten aquellos que estaban casados? ¿Qué…?
¡¿Qué se supone que se deba hacer en un momento como ese?!
¿Debía decirle algo? ¿Debía quedarse callada? ¿Debía moverse? ¿Cómo era que se respiraba? ¡Oh no! De nuevo estaba viéndose como una tonta de algo de lo que tal vez solo debía de desarrollarse las cosas tal y como había sido su primer beso. ¿Pero cómo podría saberlo? ¿Cómo se supone que puede saberse esta clase de cosas?
Estaban en un ambiente de lo más húmedo, pero para ella hacía demasiado calor en ese instante. ¿Por qué le pasaba esa clase de cosas en los momentos menos adecuados y más incómodos posibles?
-¡Mierda, no es así como quería decírtelo! –Sans tenía ahora cubierta su cara con su sombrero que había bajado más de lo necesario. Frisk no supo en qué momento lo había hecho tras su propia parálisis que no había reparado a tiempo. –¡Tampoco quería decir mierda ante ti! ¡Aaaahhhhggg!
La desesperación que tenía el esqueleto ante ella, si bien era un tanto exagerada, reflejaba de algún modo la pena que ella estaba sintiendo. Y eso solo le hizo terminar sonriendo con ternura de verlo así. ¿Quién diría que tras esa máscara de asesino despiadado que tenía, podía estar alguien tan lindo?
-Muy bien tórtolos, el tiempo se les terminó. –Don Gaster se les acercó de tal manera tan discreta que hizo sobresaltar a ambos. –Florista, es ahora o nunca.
Frisk se giró hacia el jefe de familia para asentir, aún cuando era consciente de tener todavía las mejillas acaloradas. Sin esperar más indicaciones, Flowey se acercó y se enredó en su cabello falso como si fuera una diadema muy peculiar cuya enorme flor dorada decorativa fuese un gusto extraño para una niña. Pero era buena idea para pasar desapercibido a simple vista, además de ayudarle a sostener la peluca en caso de que pudiera caérsele accidentalmente.
Caminó tal y como le indicaron que lo hiciera, pero además de la incomodidad de zapatos que tenía, cuya forma algo curveada y dura no tenían sentido para caminar, le costaba trabajo concentrarse tras estar pensando en Sans al no poder despedirse tras eso. ¿Debió responderle algo en el instante?
-Hola, pequeña. Dime, ¿estás perdida?
Frisk levantó levemente la mirada con tal de que no percibieran demasiado directo sus alargados ojos en caso de ser un detonante de sospecha, pero también, se limitó en asentir con la cabeza al no pensar siquiera en una respuesta que la metiera en problemas tal y como le habían aclarado.
-Ven, acompáñame. –Pudo notar que se trataba de un señor de edad similar a la del señor Gaster. –Alguien tan linda no debería de estar sola por las calles.
Aceptó en silencio con tal de terminar de una buena vez con todo. Permitiéndose adentrarse al callejón seleccionado y descubriendo lo que parecía una puerta secreta y oculta a simple vista, abriéndose justamente para ellos.
No había oportunidad de marcha atrás a partir de ese momento.
.
.
Kris salió de su habitación tras un relajante momento de meditación que había necesitado en lo que parecía tiempo lejano. Ciertamente desde que había acudido con la señora Toriel en busca de respuestas no obtenidas, la capacitación aun en fallo sobre Chara y conocer el carácter de Frisk en primera persona, habían sido más que suficientes para tensarle demasiado.
Pero se arrepintió de haber salido de su espacio personal tan pronto, tras la intervención de su personal llegando con algo de prisa hacia él. Cuya expresión le indicaba de antemano que se acercaba a él con malas noticias que prefería no conocer en cuanto tuviera su cuerpo y mente en total relajación.
-Señor, dos de los nuestros no se han reportado desde ayer.
-Entonces encarguense de encontrarlos. –Indicó sin mucho ánimo de importarle. –Saben el precio por la falta de disciplina.
-Lo sabemos, pero son los dos que acudieron a Snowdin y…
Kris se detuvo en seco, pero no solo por lo que estaba escuchando de forma insistente. Sino porque ante él estaba observando a la vez a varios niños que tenían en fila para llevarlos a que comieran algo, justo como lo hacían antes de volver a encerrarlos hasta que el patético dueño del lugar decidiera que era momento de ponerlos a trabajar acorde a lo que realmente necesitaban de ellos hasta que ya no pudieran más. Pero entre todos ellos, escuálidos, asustadizos y variados, había una en particular cuyo brillo le hacía resaltar demasiado de los demás. Aun cuando el tono verdoso que irradiaba su ser fuese poco frecuente.
Esa niña le recordaba mucho al sujeto que trabajaba para los Gaster. De hecho… se le parecía un poco.
-¿Cuánto tiempo lleva esta niña aquí? –Preguntó Kris ante la duda. Todo comenzaba a darle un mal presentimiento. –No recuerdo que tuvieran seres de fuego en el catálogo de este lugar.
-¿Eh? ¿La fuego fatuo? –Preguntó torpemente su subordinado, observando también hacia el frente. –La trajeron hace muy poco, señor. El dueño de este lugar ha estado requiriendo nuevo material, así que para no molestarlo, obtuvimos unos cuantos menores desprevenidos de Snowdin dada la facilidad.
-¿Que hicieron… QUE?
Volvió a sentir su cuerpo tenso a una velocidad impresionante, pero no se comparaba con la preocupación que ahora le daba cómo estaba coincidiendo los elementos presentes como si se tratase de sumar dos números cortos. Si dos de su gente había desaparecido tras la llegada de esa niña de fuego al lugar, no hacía falta pensar demasiado que los Gaster habían tenido algo que ver en eso, si después de todo, no era la primera vez que le pasaba.
Los esqueletos, aunque no le agradaran, sabía que no eran tontos. Podían dar con lo que querían en muy poco tiempo y la situación se prestaba para que fuera un caso más de aquello que los resaltaba pese a su corto número de integrantes a disposición. Si resultaba que los esqueletos daban con la entrada secreta que tenían tras eso, a causa del rapto de una pariente de uno de sus servidores leales, podía contar con muy poco tiempo.
Dudaba que los Gaster se dieran nuevamente en la tarea de conversar tras tantos fallos en sus tratos. Sin duda, esto lo tomarían como una declaración de guerra con facilidad por incumplimiento de acuerdos entre jefes. Lo que complicaría más las cosas que comenzaba a planear con la humana que tenían consigo.
-Maten al dueño ahora. –Ordenó sin más. La culpa era de ese maldito que nuevamente había creído salirse con la suya. –Y prepárense para una posible retirada inmediata.
-¿Qué? Pero señor…
-Ahora. –Repitió con molestia.
Se giró con prisa para encaminarse directamente hacia su habitación nuevamente. Todo por lo que había estado luchando, planeando, construyendo y ejecutando… todo podría irse al caño en un instante por culpa de la estupidez de unos cuantos. Por lo que este mismo día necesitaba resolver la situación de inmediato como el líder que le tocaba ser.
Necesitaba sacar a Chara de Waterfall lo antes posible.
.
.
.
¡AAAAHHHHHHHHHHH! ¡Soy mega feliz de estar tocando este arco, aaaaaahhhhhhhhhhh! Ramón lleva más de dos años preguntándome sobre por qué he estado escuchando las mismas canciones una y otra vez en todas partes, y es precisamente por tener todo el tiempo las escenas que se vienen con esto. Así que preparen una mega botana, que los siguientes capítulos estarán muy largos.
¡Michi fuera!
:V
