Hola, hola de nuevo, ¿Cómo les va? Espero de todo corazón que hayan tenido unas semanitas excelentes desde la ultima vez que me pasé por estos lares.
Aquí les traigo un nuevo capítulo, que espero sea de su agrado, como siempre debo disculparme de antemano por cualquier error ortográfico que segurito habrá.
También, como siempre aclaro que lastimosamente, ni Ranma ni LJDH me pertenecen, fueron creados en las maravillosas y creativas mentes tanto de Rumiko Takahashi como de Suzanne Collins.
Sin más por el momento nos leemos al final del capítulo. Que disfruten la lectura.
.
Capítulo 9
.
Akane
El aire fresco de la noche me quema los pulmones mientras corro tras él. Lo veo alejándose, su figura cada vez más pequeña, y sé que no puedo dejarlo ir. No ahora.
— ¡Ranma, espera! — Las palabras salen más como un grito ahogado, pero lo suficientemente fuerte como para detenerlo. Él se da la vuelta, su rostro tenso, frustrado, cansado. Sé que también lo estoy. Pero no es solo el cansancio físico, es algo más profundo, algo que me ha estado consumiendo desde que todo esto comenzó.
Cuando llego a su lado, siento el sudor en mi frente, mis manos tiemblan ligeramente. No es miedo, es algo peor. Estoy enojada. Enojada con él, conmigo misma, con esta maldita situación. Además, me siento terrible por la maldita resaca, sé que no debí haber bebido anoche como lo hice, pero la situación me sobrepasó. Todo me sobrepasó.
Y luego lo noto en su expresión, esa mueca de pena. Pena. Como si yo quisiera su lástima. El orgullo se enciende dentro de mí, dándome fuerzas renovadas. El aire frío de la noche acaricia mi piel, pero no es suficiente para calmar el ardor de mi furor.
Siempre me fue difícil leer lo que Ranma pensaba, entender sus sentimientos, pero esta vez es bastante claro. ¿Me ve como una chica patética? ¿Alguien que se dejó vencer y ahora caerá al igual que nuestro mentor en las garras del alcohol? Esa idea me carcome más que cualquier dolor físico.
— No quiero discutir —me dice con la mandíbula apretada, pero es tarde para eso.
Lo miro, tratando de mantener el control, pero es inútil. Todo lo que ha estado acumulándose en mi interior explota en un torrente de palabras.
— ¿Te crees mejor que yo? - Las palabras salen más cortantes de lo que quería, pero no me importa. Me siento expuesta frente a él, como si estuviera siendo juzgada por cada decisión que he tomado, cada error que he cometido. —Ayer fue la primera vez que bebí de esa manera, y tú no tienes derecho a juzgarme.
— No estoy juzgando, solo…
— ¡¿Sólo qué?! — Pregunto en un siseo furioso, interrumpiéndolo.
No sé qué esperaba de su respuesta, tal vez comprensión, tal vez consuelo, pero lo único que siento es la distancia que crece entre nosotros. Él lo entiende. Debe entender lo que siento, lo que significa estar aquí, enfrentando la posibilidad de regresar a esa arena de pesadilla. De pelear otra vez.
— No quiero que termines como Tofu, Akane. Solo quiero que estés bien -. Su voz es baja, controlada, pero siento el peso de sus palabras como una carga. Y eso me enfurece aún más. – Si crees que estoy aquí para arruinarte la vida, estas muy equivocada -. No soy Tofu. Quiero gritarle. No soy débil, no estoy rota. Al menos, no de la manera en la que él piensa —. Quiero que regreses, que estés a salvo. ¡No quiero perderte!
Su grito me sorprende, pero más que eso, me hiere. ¿Perderme? ¿De verdad cree que me perderá? Podría ser, y yo también podría perderlo. No pienso seguir desperdiciando el poco tiempo que nos queda juntos.
— Te amo -. Las palabras salen antes de que pueda detenerlas, y de repente todo se siente tan crudo, tan dolorosamente real. Siento mis ojos llenarse de lágrimas.
Sus palabras llegan como un eco, —Yo también te amo -. Pero no es suficiente. El amor no es suficiente para detener lo que viene.
— Esto no es fácil para ninguno de nosotros, Ranma -. Mi voz tiembla. Pero no retrocedo. —Porque yo también quiero que tú vuelvas a casa. Quiero pelear.
En el fondo de mi corazón, sé lo que eso significa. Que no me quedaré de brazos cruzados, que lucharé contra este sistema que nos sigue quitando todo. Y si eso significa desafiar incluso al presidente, entonces lo haré.
— Entonces, luchemos juntos -. Su voz trae una chispa de esperanza. Y mientras lo miro, siento algo más: una decisión firme, como si ambos hubiéramos cruzado una línea de la que no hay retorno.
Lo beso, con suavidad, pero decidida, una promesa de que, pase lo que pase, no seremos víctimas ni juguetes del Capitolio, no otra vez. Nos mantendremos en pie, juntos. La lucha ha comenzado.
El entrenamiento comienza al amanecer. Es brutal, pero necesario. El frío de la mañana se cuela en mis huesos mientras estiro los músculos, sintiendo las primeras punzadas de dolor en mi cuerpo aún adormilado. A mi lado, Ranma ya está listo, su cuerpo tenso, concentrado. Tofu luce horrible, tembloroso y perdido, pero ha cedido y se ha unido a nosotros Mientras corremos bajo el cielo gris de la mañana, la mente se me va a lugares oscuros, recordando los momentos más crueles de los Juegos. Cada paso, cada latido de mi corazón me recuerda lo que está en juego, pero ahora, algo ha cambiado. Ya no es solo la supervivencia de Ranma lo que me empuja, sino la necesidad de luchar. De destruir el Capitolio, de acabar con esta pesadilla de una vez por todas.
Apenas he dormido, y lo sé por la pesadez en mis párpados, pero no me doy el lujo de descansar. No puedo. Cada minuto cuenta, cada segundo perdido podría ser la diferencia entre la vida y la muerte. Los tres corremos, cargamos cosas pesadas y tratamos de hacer de la mejor manera los ejercicios que Ranma nos dice que hagamos, él es extraordinario, es ágil, fuerte y rápido, Tofu también es fuerte, pero definitivamente ha tenido días mejores. Y yo, hago lo que puedo, sé que, aunque soy fuerte y aprendo bastante rápido, no soy lo suficientemente veloz o ágil, al menos no como lo era antes de los Juegos cuando estaba completa, y eso me frustra y hace que este furibunda casi todo el tiempo conmigo misma.
Y luego están los antiguos Juegos, un recordatorio cruel de lo que podría venir, vemos las repeticiones e incluso tomamos notas furiosamente, haciéndole preguntas a Tofu de vez en cuanto sobre los vencedores de cada año, que él conoce. Debe ser terrible para él, pensar en la posibilidad de tener que enfrentarse a sus amigos, a otros vencedores tan rotos como nosotros.
Nodoka, la madre de Ranma, nos ha puesto en una dieta especial para ganar musculo, y entre ella y mi hermana Kasumi se encargan de prepararnos los alimentos. Cada día mejoramos más, al principio se podría creer que Tofu al dormir cada día aferrando un cuchillo en la mano sabría como usarlo, pero sus manos temblorosas no le permiten clavarlo en la pared frente a nosotros. Hasta la segunda semana es que lo consigue. Yo me siento cada día mejor, y me he esforzado para no tomar tantas pastillas para el dolor, debo admitir orgullosamente que he limitado su uso a las mañanas, cuando despierto tan dolorida que siento que no podría caminar sin tomar una píldora.
Entendí la preocupación de Ranma, y haré mi mayor esfuerzo por no defraudarlo.
Cada día despertamos antes del amanecer y nos preparamos para un día de intenso entrenamiento. Ranma sigue al frente, guiando los ejercicios. Su disciplina y fortaleza física siempre han sido su mayor ventaja. Lo miro de reojo mientras corre con facilidad, su cabello alborotado por el viento. A veces, me pregunto cómo puede mantenerse tan calmado, cómo puede enfocarse solo en entrenar mientras el peso del mundo parece aplastarnos a todos.
Nos lanzamos de inmediato a levantar las pesas que Nabiki nos consiguió. Es una tarea repetitiva, pero efectiva. Músculo, resistencia, agilidad… todo lo que necesitamos si vamos a sobrevivir otra vez. Tofu se sienta con nosotros, sus ojos vacíos mientras los recuerdos parecen arrastrarlo de vuelta a la arena. Le hacemos preguntas, buscamos entender mejor las estrategias de los vencedores pasados, pero sé que lo estamos hiriendo con cada palabra.
— Shampoo Jokentsu del distrito 4, extraordinaria con su tridente —dice Tofu con una voz apagada—. Lo utilizaba para mantener la distancia, siempre evitando el combate cuerpo a cuerpo.
Tomo nota furiosamente mientras Ranma escucha con atención. Un dejo de tristeza en su mirada, ella le ayudó bastante en el Capitolio, es su amiga. Esto simplemente es horrible.
Hay tanto que aprender, pero no puedo evitar sentir que, por mucho que entrenemos, nunca estaremos listos para lo que viene.
— Ryoga Hibiki, distrito 7 — dice nuevamente Tofu —. Excelente en combate mano a mano, pero si por casualidad llega a obtener un hacha, corre por tu vida. Es mortal y está bastante trastornado. Es un buen chico.
Sus descripciones son contradictorias, pero se que no es su intención confundirnos, es solo que, para él, esto debe ser horrendo, conoce a estas personas desde hace mucho tiempo, son sus amigos y al igual que nosotros están rotos y no se merecen esto.
Y luego está Ukyo.
Ukyo, con su sonrisa arrogante y esa manera de deslizarse entre nosotros, viene bastante seguido con el pretexto de ayudar en nuestro entrenamiento. Observando cada uno de mis movimientos como si quisiera encontrar un fallo. Hoy, mientras practicamos el combate cuerpo a cuerpo. Por supuesto se ofreció a practicar conmigo y yo estúpidamente acepté, porque bueno, ¿cuándo más sino tendría la oportunidad de estrellarle el puño en la cara? Ella se acerca a mí, con una sonrisa que no me gusta nada.
— ¿Sabes? Ranma estaría mejor sin alguien como tú a su lado — dice, casualmente, mientras se toca casualmente la mejilla, justo en el sitio donde mi puño acertó hace unos momentos —. Alguien tan débil. Alguien tan inestable, una niñita mimada que tuvo la vida tan fácil, hija de comerciantes –, dice y se agacha rápidamente barriendo mi pierna mala de una patada, derribándome sobre mi trasero, mientras una brillante sonrisa se extiende por su rostro.
La ira me consume de inmediato, pero me esfuerzo por mantener la calma. Ukyo es rápida, hábil con el combate cuerpo a cuerpo, y lo sabe. No puedo permitir que me haga perder el control.
— Ranma puede decidir por sí mismo a quién quiere a su lado —le respondo, mi voz fría como el hielo – y no lo olvides Ukyo, ya no soy más una comerciante, soy una vencedora -. Le digo con la voz medida mientras me pongo de pie de nuevo. Recordándole con esa simple frase que mis manos están manchadas de sangre, que he matado.
Su sonrisa tiembla un poco, sus ojos brillando con una mezcla de odio y precaución. —¿Estás segura? Porque, por lo que he visto, parece que últimamente estás más enfocada en las pastillas y el alcohol que en actuar como vencedora.
Supongo que alguien más además de mi familia y Ranma, me vio ahogada en alcohol aquella noche y lo cierto es que semanas atrás no fui tampoco muy cuidadosa con el consumo de pastillas, pero aún así la mención de mis debilidades es como una bofetada. No retrocedo. Al contrario, me acerco a ella, mirándola directamente a los ojos. —No tienes idea de lo que hemos pasado —le espeto—. Si piensas que puedes venir aquí y usar tus pequeñas inseguridades y mi forma de superar los horrores que he vivido para hacerme tambalear, estás equivocada. Ranma esta conmigo te guste o no y no pienso seguir cayendo es tus ridículas artimañas. No eres nadie para juzgarme ni criticar la forma que tengo de superar los demonios que me persiguen.
Ukyo me observa, su sonrisa burlona ha desaparecido antes de dar un paso atrás. — Ya lo veremos — dice simplemente, antes de alejarse.
El entrenamiento continúa, pero la tensión entre Ukyo y yo es palpable. Es evidente que no me soporta, y está claro que no se detendrá en su intento de hacerme caer de apartarme de Ranma como ya lo hizo una vez. Pero no puedo permitírselo. No cuando hay tanto en juego.
Cuando finalmente termina el día, siento mi cuerpo pesado, pero mi mente está más alerta que nunca. Kasumi nos espera con la cena preparada, pero mi apetito ha disminuido. Me siento en silencio mientras Ranma habla con Tofu, su voz baja, casi en susurros. Ranko entra con su habitual energía, saltando a la mesa con aparente despreocupación. A veces envidio su capacidad de mantenerse tan alegre.
Ha estado cenando con nosotros todos los días, y cuando su madre no está ocupada atendiendo a algún paciente también se nos une, aunque hoy no es una de esas noches. Comienza una plática sencilla, contándonos anécdotas de su gato blanco Maomolin y se ríe de la cara de odio que Ranma pone con la sola mención de su gato y de los momentos vergonzosos de pánico cuando él y el gato coinciden en el mismo sitio.
Sonrío, aunque mi risa se esfuma con rapidez. Cada día que pasa, me siento más cerca de la cosecha, más cerca de ese momento en que todo podría terminar. Pero la decisión ya está tomada. Lucharé, no solo por mí, sino por Ranma, por mi familia, por todos los que alguna vez fueron arrebatados por el Capitolio.
Y no pienso fallar.
El día de la cosecha llega mas rápido de lo que esperábamos. Es un día soleado y caluroso. 4 de Julio. La población del distrito 12 espera en la plaza, sudando, observando todo en silencio.
Hemos entrenado por meses, y aun así siento que no ha sido suficiente, que nunca será suficiente. Además, Ranma y yo hemos estado tan enfocados en el entrenamiento que realmente no hemos tenido tiempo de estar solos. Lo extraño, sus besos y caricias, la paz que siento cuando me estrecha en sus brazos. Suspiro. Para bien o para mal esta noche estaremos juntos, abrazados, acurrucados en mi compartimiento o el suyo en el tren, porque pase lo que pase, los tres iremos al Capitolio: dos tributos, un mentor.
Mas le vale a Tofu cumplir su palabra. Solo deseo con todas mis fuerzas, y sé que esto me convierte en una persona horrible, pero aun así espero que el nombre de Ranma salga sorteado para que Tofu pueda presentarse como tributo. Trago duro, sintiendo un nudo en mi garganta. Parpadeo rápidamente para ahuyentar las lágrimas. El sol me golpea de lleno en los ojos, y los entrecierro para ver mejor a través de mis pestañas.
Me siento atrapada en este corral opresivo, rodeada por cuerdas de terciopelo rojo y postes dorados, tan absurdamente elegantes para algo tan macabro. Tofu y Ranma están en un corral similar al mío, a mi derecha.
La cosecha es más rápida de lo que cualquiera desearía. Menos de un minuto y nuestro destino ya está decidido.
Hinako está en el podio, una figura ridícula con su enorme peluca dorada y su conjunto brillante del mismo color, con hombreras imposiblemente grandes y zapatos altos en los que apenas se logra sostener. Se tambalea ligeramente, pero mantiene la compostura mientras toma una papeleta de la urna de cristal del lado de las chicas. Solo hay una papeleta. Con mi nombre. Lo pronuncia con su voz temblorosa, y aunque mi corazón se hunde, me obligo a no derramar lágrimas. No frente a las cámaras, no frente a todo Panem. Y, sobre todo, no frente a Happosai, que estoy segura debe estar disfrutando de esta escena desde su mansión, con una sonrisa de auténtico placer.
Luego, tambaleante, Hinako camina unos pasos hacia la urna de los chicos. Su mano delgada se sumerge en el cristal, revolviendo dos pequeñas papeletas que revolotean hasta que finalmente extrae una.
— Ono Tofu —, anuncia exhalando con alivio.
Pero antes de que pueda terminar de soltar el aire, una voz poderosa corta el silencio de la plaza.
— ¡Me ofrezco como tributo!
El grito de Ranma resuena con fuerza, haciendo eco en mi pecho. Mi corazón cae de golpe. Un torrente de emociones amenaza con desbordarse dentro de mí: el pánico, el horror, la impotencia. Me muerdo con fuerza las mejillas, hasta sentir el sabor metálico de la sangre. El nudo que crece en mi garganta es casi insoportable, pero me obligo a mantenerme firme, a no derrumbarme, no aquí, no ahora. Tofu me lanza una mirada triste, apenas un reflejo de disculpa, antes de que Ranma se ofrezca voluntario para sustituirlo. Se que esto no es culpa suya. Sé que, si hubieran sacado el nombre de Ranma, él hubiera cumplido su palabra. Ahora no me queda más que confiar en que hará lo que pueda para ayudarnos cuando estemos en la arena.
Un murmullo suave recorre la multitud, sacándome de mi trance. Cuando levanto la mirada, veo a la gente del Distrito 12 con los brazos levantados, los tres dedos centrales en alto, el pulgar doblado sobre el meñique. Un símbolo de respeto, de desafío. Mi corazón se acelera. Rezo para que el presidente no los castigue demasiado por este acto de valentía. Pero una parte de mí, una parte más profunda, se llena de orgullo al verlos.
Antes de poder procesarlo, nos sacan de la tribuna y nos arrastran hacia el edificio de justicia. Mientras caminamos, mis pensamientos se arremolinan, tratando de decidir qué decirle a mi familia en nuestra despedida. Pero entonces, noto que, en lugar de llevarnos a las salas de visita, nos guían directo hacia la parte trasera, donde un coche con vidrios entintados nos espera.
— ¿Qué? No. Tenemos que despedirnos de nuestras familias —dice Ranma, visiblemente confundido.
— Nuevo procedimiento — contesta Thread detrás de nosotros, con una sonrisa que desborda satisfacción. Su expresión me hace hervir la sangre.
Observo a Ranma en silencio. Su rostro está endurecido, pero hay algo en sus ojos, una sombra oscura, una amenaza contenida. Estoy segura de que, si no hubiera tanto en juego, ya se habría lanzado contra el jefe de pacificadores, desgarrándole la garganta con sus propias manos. Ese pensamiento me eriza la piel. Ranma siempre ha sido un luchador, pero ahora… ahora es diferente. Hay más en juego, más que solo su orgullo. Y eso lo asusta tanto como me asusta a mí.
En el andén, no hay cámaras, ni aplausos vacíos, ni multitudes falsas como la última vez. Es todo un silencio inquietante. La despedida que imaginé nunca llega. Hinako y Tofu aparecen, escoltados por un par de agentes que parecen más prisioneros que nosotros mismos, con la vista fija en el suelo. Apenas entramos al tren, las puertas se cierran con un golpe seco y la máquina se pone en marcha.
Me siento en uno de los asientos acolchados, mirando a través de la ventana mientras el Distrito 12 se desvanece en la distancia, cada vez más pequeño, como un recuerdo borroso que no quiero dejar ir. Las palabras que quería decirles a mi padre, a mis hermanas, a la pequeña Ranko e incluso a Nodoka si se me hubiera permitido, se quedan atrapadas en mi garganta, enredadas con el miedo, el dolor y el resentimiento. Me obligo a tragar, pero nada sale. Ni una palabra. Sólo un vacío que se expande dentro de mí.
Sigo observando por la ventana, incluso cuando los densos bosques del Distrito 12 han desaparecido del horizonte. La certeza absoluta de que no volveré jamás me atraviesa como una daga, afilada y cruel. No volveré a ver a mis hermanas ni a mi padre, no podré decirles lo mucho que siempre los amé. El Capitolio me ha robado mis últimas palabras para ellos, los abrazos que nunca daré, los besos de despedida que se quedarán para siempre en el aire. Me siento devastada, y las lágrimas que tanto he reprimido finalmente se escapan, trazando un sendero salado por mis mejillas, hasta mi barbilla.
— Les escribiremos cartas —dice Ranma, sentándose a mi lado—. Será mejor así. Les dará algo tangible a lo que aferrarse... Un recuerdo nuestro. Tofu las hará llegar... de ser necesario.
— Oh, Ranma... —gimo mientras me aferro a su pecho, sollozando como una niña perdida. Él me abraza con ternura, acariciando mi espalda en lentos círculos, intentando calmar el huracán que siento dentro.
La desolación es abrumadora, una oscuridad tan profunda que amenaza con consumirlo todo. Sé que nunca seré lo suficientemente fuerte como para escribir esas cartas. Las despedidas que quería darles morirán conmigo, enterradas en el polvo cuando me haya ido. Pero no puedo dejar que la tristeza me consuma. Tengo una misión, un propósito. Debo mantener a Ranma con vida, aunque la ira del presidente lo haga casi imposible. Haré lo que sea necesario.
Despídete de ellos y olvídalos, me ordeno, apretando los ojos con fuerza. Visualizo sus rostros detrás de mis párpados cerrados, y poco a poco los dejo ir, viéndolos desaparecer, como aves liberadas de una jaula en la que han estado encerradas toda su vida. Y cuando el último de ellos se ha ido, cierro esa jaula en mi mente. No les permitiré volver a entrar.
Después de eso, permanecemos en silencio. Me recuesto en el cálido regazo de Ranma, mientras él juguetea distraídamente con los mechones azulados de mi cabello corto. Su toque es la única cosa que me ancla en este momento. No sé cuánto tiempo pasa antes de que Hinako entre al vagón, anunciando que la cena está lista. Nos ponemos de pie, tomados de la mano, y vamos juntos hacia el comedor.
Me siento vacía... y, al mismo tiempo, ligera. Ahora solo importa Ranma. Y si, por mucho que lo intente, llego a perderlo... haré lo imposible por convertirme en un símbolo. Algo que inspire valor y coraje en los distritos, algo que los impulse a luchar contra el Capitolio. Porque si me quitan a Ranma, sólo me quedará el fuego.
La comida es bastante tranquila, triste a pesar de su opulencia y exquisitez. Una sopa cremosa y caliente de pimientos con tomate, que simplemente es deliciosa, medallones de carne de res bañados en salsa espesa de champiñones, arroz salvaje y verduras al vapor, y para el postre, natilla de mango con frutos rojos.
— Me encanta tu nuevo pelo, Hinako —le digo, solo para iniciar una conversación. El silencio me está matando.
— Gracias, querida — canturrea en ese singular acento capitolino, con una mirada de absoluto agradecimiento —. Lo pedí para que fuera a juego con tu broche de sinsajo. Pensaba conseguir un brazalete para ti, querido — dice dirigiéndose a Ranma — y algo más para ti, Tofu; quizás un reloj de bolsillo o una hebilla para tu cinturón.
Está más que claro que Hinako no tiene idea de que mi sinsajo es ahora un símbolo rebelde. Es sumamente inocente, un recuerdo de los últimos Juegos para los Capitolinos.
— Creo que es una maravillosa idea — le digo, sin pensar mucho más en el asunto. Hinako es bastante terca, y si se le mete una idea en la cabeza, la llevará a cabo pase lo que pase.
— Sí, supongo que está bien — contesta Tofu con la voz rasposa de tantos años de beber licor.
No está bebiendo, aunque estoy segura de que le encantaría hacerlo, porque veo cómo observa el carrito de las bebidas a su costado. Hinako incluso le pide a un camarero que se lleve su copa de vino al ver el esfuerzo sobrehumano que hace Tofu por permanecer sobrio. De haber sido él el tributo, estoy segura de que estaría ahogado en alcohol. Ahora tendrá que hacer todo lo que esté en su poder para mantener a Ranma con vida, por cumplir su promesa y por pagar la deuda que ahora tiene con él; porque le guste o no, lo salvó de ir nuevamente a los Juegos, de entrar en la arena y luchar contra sus amigos y todos aquellos vencedores que ha conocido desde hace años, incluso más tiempo del que me conoce a mí.
— Quizá pueda conseguirte otra peluca a ti también —le digo a Ranma, intentando bromear, porque ha estado taciturno durante toda la cena. Levanta las comisuras de sus labios más por obligación que por ganas, pero veo una luz en su mirada; se esfuerza.
— Quizá —responde suavemente, y luego todos nos dedicamos a terminar nuestros postres en silencio.
Ranma
— ¿Quieren que veamos los resúmenes de las cosechas? — pregunta Hinako a todos los presentes y luego se limpia con cuidado las comisuras de los labios con una servilleta de lino color crema.
Asentimos. Akane se levanta y sale del vagón comedor y cuando nos reunimos en el vagón de audiovisuales para ver a quienes nos enfrentaremos ella aparece, con su cuaderno de notas sobre los vencedores. Restamos todos un poco tensos mientras el himno resuena por las paredes del compartimiento, dando inicio a los resúmenes de las ceremonias de cada uno de los 12 distritos que componen Panem.
Escuchamos en silencio la historia de los Juegos, los Días Oscuros, la Rebelión. El recordatorio de que este año es especial, es año de los veinticinco, el vasallaje. Muestran los rostros de los 75 vencedores anteriores. Cincuenta y nueve siguen vivos y son de entre quienes saldrán los tributos de este año. Reconozco muchas de sus caras, ya sea por verlos en Juegos anteriores como tributos o siendo mentores y también, a algunos de aquellas infames fiestas en el Capitolio.
Algunos son demasiado viejos, están tan destrozados por enfermedades, drogas o la bebida que no logro ubicarlos. Sin embargo, todos han sido vencedores; me recuerdo, todos son peligrosos de alguna manera. No hay inocentes. Todos somos asesinos.
Las cosechas avanzan deprisa; Akane tacha furiosamente nombre tras nombre en su cuaderno y coloca una estrella al lado de los que han sido cosechados. Tofu observa todo en silencio, vacío de emociones, Hinako hace comentarios casi en susurros de vez en cuando "oh no, Cecelia no…" o " Bueno a Chaff siempre le ha gustado una buena pelea", y de vez en cuando creo escuchar un pequeño sollozo de su parte.
Yo, me dedico a analizar a los que serán nuestros adversarios, contra quienes tendré que luchar para proteger a Akane, a cuantos de ellos tendré que matar esta vez.
Están los guapos e impresionantes hermanos que se ofrecieron como tributos y ganaron en años consecutivos cuando yo era pequeño: Tatewaki y Kodachi Kuno del distrito 1. Ryu Kumon, también voluntario del distrito 2, que debe tener al menos 30 años y al parecer esta deseosos de volver a la arena, me da escalofríos al recordar las atrocidades que hizo para ganar en sus Juegos. Shampoo la hermosa peli-morada del distrito 4. Mi amiga y aliada en el Capitolio, quien me ayudo sin siquiera conocerme y, que fue coronada vencedora hace 10 años, con tan solo 13 años. También llaman a un chico alto, de largo cabello negro que ondea al viento, el chico que vimos aquella vez en aquel muelle del distrito 4. Mousse, permanece catatónico y, antes de que de un paso al frente para salir del corral de cuerdas un hombre muy anciano, de al menos unos 80 años, se ofrece como tributo, reemplazándolo.
Luego de varios distritos más, también esta Ryoga Hibiki, del distrito 7, quien también llegue a toparme en el Capitolio, aunque realmente nunca tuvimos mucho tiempo para charlar. Es un poco más alto que yo, fuerte, musculoso, con la mirada salvaje; gano sus Juegos fingiendo ser un inútil llorica, pero cuando tuvo la oportunidad y encontró un hacha, despedazo, literalmente, a todos sus oponentes. La mujer del 8, a quien Hinako ha llamado Cecelia, de unos treinta y tantos años, se separa de un par de niños que se aferran a ella con fuerza, llorando. Deben ser sus hijos. También eligen a Chaff, un hombre del 11, muy amigo de Tofu.
Después, en el distrito 12, Akane y Tofu son cosechados y yo me ofrezco para tomar el lugar de Tofu. A duras penas logran cortar la transmisión, pero es demasiado tarde, todo Panem ha visto el saludo hacia nosotros, todos han visto ese saludo rebelde.
Una de las presentadoras llora, y por un momento parece auténtico, como si comprendiera nuestro destino. Los trágicos amantes del Distrito 12 nunca podrán tener su final feliz
— ¡Los mejores Juegos del Hambre de la historia! — exclama después de unos momentos la misma presentadora que lloraba hace unos instantes, limpiándose las lágrimas en el proceso y con el labio inferior un poco tembloroso.
Un amargo sabor inunda mi garganta, porque, en el fondo, sé que tienen razón. Akane y yo nunca estuvimos destinados a estar juntos. Nunca fue así, supongo que este poco tiempo ha sido un regalo, pero el tiempo se ha acabado. Miro a Akane, con la mirada fija en algún punto más allá de la proyección de los resúmenes de la cosecha. Su cuaderno de notas, ahora descansa olvidado en sus manos.
— Creo que iré a revisar mis notas, — dice y se pone de pie. — ¿Vienes? — me pregunta observándome con desolación. Mi corazón se encoge.
— Claro, lo hare en un momento.
Ella asiente y sale del vagón. Nadie dice nada más en realidad. Tofu se pone de pie y se marcha, luego Hinako, hasta que me quedo solo, con el sonido de los comentarios vacíos y sin sentido de los presentadores del Capitolio como fondo.
El sonido del cañón resuena, reverberando en el cielo nocturno. Estoy empapado en sudor, la camisa se me pega a la piel. Akane no esta cerca, se ha marchado hace un momento para recolectar agua del riachuelo que corre a unos metros de nuestro refugio, pero el sonido del cañón me ha puesto nervioso, y aunque Akane me pidió que descansara un poco después de que corriéramos por horas mientras ella iba a por agua, me pongo de pie y empiezo a buscarla, pero la niebla es cada vez más espesa.
— Akane — siseo furiosamente, quisiera gritar su nombre, pero puede haber más tributos cerca y eso la pondría en peligro. — ¡Akane! — vuelvo a llamar ahora un poco más fuerte.
Me empieza a latir el corazón con fuerza, tanto que siento que se saldrá de mi pecho en cualquier momento, el sudor resbala por todo mi cuerpo, la garganta se me contrae y siento la boca completamente seca, quiero volver a llamar a Akane, pero mi lengua pastosa no me responde. El calor es insoportable, me empieza a fallar la vista, pero sigo caminando en el mayor silencio que puedo. El ruido inconfundible de sus pasos hace que me vuelva el alma al cuerpo, la veo aparecer de entre la neblina, sonriéndome mientras lleva en sus manos un cuenco con agua fresca del riachuelo, sus ojos brillan en la oscuridad y a pesar del sudor y la suciedad que empañan su rostro, sigo viéndola increíblemente hermosa.
Pero el alivio de haberla encontrado desaparece en un instante, detrás de ella hay un tributo, que alza en una mano una hoz enorme. Quiero advertirle, gritarle que se aparte, pero mis pies no responden, atrapados en arenas movedizas que no note hasta este momento. Abro la boca para gritar, pero solo un sonido ahogado escapa de mi garganta seca.
El tributo, se transforma, sus ojos se rasgan, le brota un hocico corto y le crecen colmillos. Es un muto y no lleva en las manos una hoz como pensé en un inicio, uno de sus brazos termina en una afilada cuchilla curva. Esta criatura espantosa parece sonreírme antes de dejar caer con fuerza la cuchilla en el cuello de Akane.
La sangre. Su sangre, me salpica el rostro mientras el cuenco cae de sus manos. El agua se mezcla con el rojo brillante, y su cabeza rueda hacia mí, con los ojos desorbitados y la boca congelada en un grito de terror.
Los gritos son lo único que puedo escuchar, me llenan la cabeza, brotan de cada poro de mi ser.
Y luego despierto, paralizado como cada vez que estas pesadillas ocurren. Akane es quien grita desaforadamente, el sudor le perla la frente, se mueve desesperada, como si intentara huir de algo terrible. La acuno en mi pecho, aun con mi propio corazón latiendo a mil por hora, mientras le acaricio la espalda y le digo palabras tranquilizadoras.
— Es solo un mal sueño, — le susurro — un mal sueño. Despierta Akane. Solo ha sido un mal sueño.
Sus sollozos se controlan un poco y sus manos se aferran a mi pecho con fuerza.
— Soñé, que… soñé… y tú…tú estabas… — solloza y sus ojos se llenan de lágrimas.
— Fue una pesadilla — le digo incorporándome un poco para que pueda verme directo a la cara. — Solo una pesadilla, estoy aquí. No ha pasado nada.
Ella suspira aliviada, pero aún con un hipido remante.
— Tienes razón, solo fue una pesadilla — musita, más calmada tras varios minutos de silencio. Yo sigo acariciando su espalda, mientras su cabeza descansa en mi pecho, justo sobre mi corazón.
Esta noche, no hubo invitaciones. No le pedí que viniera ni ella me pidió que me quedara. Simplemente ocurrió. Cuando regresé a mi compartimiento tras los resúmenes, ahí estaba ella, sentada en mi cama con la mirada aun un poco perdida, pero en cuanto se percato de mi presencia una suave sonrisa curvo sus labios.
— ¿Podrías prestarme algo para dormir? — pregunto con voz titubeante. No quiero ir a mi habitación.
— Toma lo que gustes — le dije sonriendo y luego yo mismo tomé un pantalón de pijama de un cajón y me metí al baño para cambiarme.
Cuando salí, la vi de nuevo en la cama, más relajada, con una camisa ligera de algodón. No se puso pantalones, y la prenda le llega a mitad de los muslos, dejando a la vista la piel cremosa de sus piernas. Y yo me deleité en la visión, ella sentada sobre la cama con las piernas cruzadas de lado, observando su cuaderno con atención, su ceño ligeramente fruncido, y en un fluido movimiento poniéndose el cabello detrás de la oreja distraídamente.
Mis manos ardieron por tocarla, pero me contuve. No me acerqué. En su lugar, me aclaré la garganta. Ella me miró y su sonrisa titubeo apenas un instante, me barrio con la mirada y luego tragando duro dejo a un lado el cuaderno y se metió debajo de las sábanas, con un sonrojo masivo en el rostro. No me dijo nada y yo no le dije nada a ella tampoco.
Supongo que el no ponerme la camisa la incomodo. Me arrepentí de inmediato, pero con el calor que hace pensé que no importaría... no es como si fuera la primera vez que me veía sin camisa.
Después de que ambos despertáramos en la madrugada, ella permanece aferrada a mí, y cada respiración se vuelve más pesada. Su pequeño cuerpo, acurrucado contra el mío, casi sobre mí, acelera mi pulso hasta doler. Y, si soy honesto, despierta algo más. No debería pensar en esto ahora, cuando nuestras vidas penden de un hilo. Pero su cercanía, después de meses de distancia, me desarma. Hemos estado tan alejados, excepto… excepto esa noche en su cumpleaños. Eso... no debería estar en mi mente ahora, pero es imposible evitarlo.
El entrenamiento y la preparación para el Vasallaje lo consumieron todo. No hubo tiempo para hablar, para tocarse. Cada contacto físico se redujo a golpes, llaves y defensa personal en los entrenamientos, nada más. Estábamos tan reacios, cerrados al contacto fuera de eso. Pero ahora, sintiéndola tan cerca, me doy cuenta de lo mucho que la he echado de menos. Y ese vacío me devora.
Me abraza con fuerza, como si esperara que en cualquier momento le fuera a ordenar hacer flexiones o correr unos kilómetros más. El pensamiento me arranca una sonrisa. Pero no, no hago nada de eso. En su lugar, entierro mi rostro en su cabello, inhalando profundamente. El aroma de su cabello me embriaga, y por un momento, el mundo exterior deja de existir.
Ella ajusta su posición, acomodándose aún más cerca, si eso es posible. Ahora mi rostro queda pegado a su yugular, y mis labios rozan la piel suave y pálida de su cuello, justo en ese punto entre su cuello y su hombro. El calor que irradia me envuelve, extendiéndose desde mis labios al resto de mi cuerpo, derritiendo la tensión.
Es una sensación tan placentera que sé que no seré yo quien se aparte primero. ¿Por qué lo haría? Estamos aquí, juntos, y nos amamos. El abismo de la muerte está ante nosotros, acechándonos, pero en este instante... ¿qué nos impide aferrarnos a lo que nos hace felices, aunque sea por los últimos días de nuestras vidas?
Me apodero de sus labios, besándola como si el mañana no existiera, como si este fuera el último respiro antes de que todo acabe. Ella me responde con la misma urgencia, con esa misma necesidad. Sus pequeñas manos se posan en mi pecho, y siento cómo comienzan un recorrido lento y tortuoso, desde mi estómago hasta mi pecho, una y otra vez. Cada caricia disuelve la tensión en mi cuerpo, como si su toque fuera la única cosa capaz de liberarme de la presión que llevo dentro.
Mis manos, por otro lado, parecen tener vida propia. Sujetan su espalda, fuerte, estrechándola contra mí con una intensidad que ni siquiera yo puedo controlar del todo. Lucho por contenerme, por evitar que mis manos exploren más allá de lo permitido, aunque me arde el deseo. Pero me esfuerzo. No cruzaré esa línea... no hasta que sus ojos me den el permiso que necesito.
— Tócame Ranma, — dice contra mis labios, con la voz ronroneante, urgente, suplicante.
Pierdo la razón, mis manos inmediatamente se sumergen debajo de la camisa que cubre su cuerpo y un gruñido brota de mi garganta. Es tan perfecta, tan malditamente perfecta. Nuestras piernas están enredadas, nuestras respiraciones agitadas. Comienza un camino de besos, apartándose de mi boca, recorriendo mi quijada, mi cuello, mi pecho, mi hombro el cual mordisquea y en ese momento, el fuego que siento ardiendo en mi interior me consume, me prendo en llamas.
Jadeamos, nos besamos de tal manera que nada más importa, siento su lengua acariciando la mía, jugueteando de una manera que me enloquece. Sus manos, vagan por mi cuerpo y las mías por el suyo. La camisa ha sido descartada y una de mis manos se ahueca en uno de sus pechos, mi pulgar juguetea con la punta de su pecho, arrancando gemidos y suspiros urgentes de sus labios.
La luz del amanecer se filtra por la ventana, lo que es magnifico porque puedo ver su perfecto cuerpo en todo su esplendor. Me prendo de sus pechos, dando suaves caricias en las puntas con mi lengua y ella no hace más que retorcerse debajo de mí, clamando mi nombre, llamándome con necesidad. Bajo por su cuerpo, besando entre sus pechos, bajando por su vientre, colocándome entre sus piernas. Aun así, necesito este último permiso de su parte, alzo el rostro y la observo con las pupilas dilatadas por el deseo, respirando superficialmente, mordiéndose el labio inferior en un intento por no jadear con tanta urgencia.
Sonrío estúpidamente, incapaz de evitarlo, porque ella se ve hermosa y me siento absolutamente afortunado de poder estar a su lado en este instante. Ella me devuelve la sonrisa, y justo cuando parece que el mundo se detiene, un toque en la puerta rompe la burbuja que nos rodea.
— Ranma, querido — dice la voz de Hinako, con su insoportable acentito —. Buenos días. Ya es hora de desayunar. Y hoy es un día muy, muy importante.
Alzo la cabeza y veo el reloj: son las 7 de la mañana, y el sol brilla en todo su esplendor. ¿Cuánto tiempo estuvimos disfrutando el uno del otro que ni siquiera notamos que el día nos había alcanzado? Un suspiro resignado escapa de mis labios. Habrá más noches, me digo, y no pienso desperdiciarlas.
Akane me sonríe divertida, como si estuviera intentando adivinar los pensamientos que cruzan por mi mente.
Me aclaro la garganta antes de responder: — Gracias por recordármelo, Hinako. Iré en un momento.
El sonido de sus tacones se aleja, y en un instante ambos estallamos en carcajadas, el eco de nuestra alegría resonando en la habitación.
— ¿Alguien le habrá dicho alguna vez qué es la más inoportuna del universo? — pregunta Akane, su sonrisa llena de luz.
— Eso espero — refunfuño, riéndome mientras me aparto para que pueda salir de la cama.
Se pone de pie, y antes de que pueda reaccionar, me da un rápido beso en los labios y recoge su ropa.
Me quedo mirando cómo se prepara, apreciando cada pequeño gesto mientras se viste con prisa. Akane parece una mezcla perfecta de determinación y belleza, su sonrisa aún resonando en mi mente. Aunque el día nos reclama, no puedo evitar desear que ese instante dure un poco más. Que el mundo deje de girar.
Ella se detiene un momento para mirarme, y en sus ojos hay una chispa que me hace olvidar brevemente las preocupaciones que nos acechan.
— Nos vemos en el comedor — dice, su voz suave y firme, como si supiera que siempre estará a mi lado, sin importar lo que venga —. Necesito prepararme para lidiar con los cuchicheos de los asistentes y los comentarios mordaces de Tofu y Hinako –. Dice poniendo los ojos en blanco, pero la sonrisa no se aparta de sus labios.
A pesar de la inminente realidad que se cierne sobre nosotros, una sonrisa se dibuja en mi rostro. En esos breves momentos, entre risas y susurros, parece que podemos dejar de lado el peligro y simplemente disfrutar de lo que somos el uno para el otro.
Después de mirar a un lado y al otro, sale de mi habitación y se marcha.
De repente, me encuentro lidiando con un problema serio. La carpa que se alza en mis pantalones es un incordio que no puedo ignorar. Sin pensarlo dos veces, decido que la ducha de hoy será con agua fría, muy fría. Necesito calmar este ardor que me invade antes de enfrentar lo que sea que nos depara este día.
El vagón comedor es un espacio elegante y lujoso, con mesas decoradas con manteles de seda y candelabros que brillan con una luz cálida y fuentes y fuentes de comida. Sin embargo, el ambiente es notablemente tenso. Los cuatro estamos sentados en una mesa, rodeados por asistentes del Capitolio que sirven la comida, pero el bullicio habitual ha disminuido a un murmullo.
— Este es un día muy, muy importante — anuncia Hinako, intentando romper el hielo, aunque su tono es suave y melancólico. Su mirada se detiene en Akane y en mí, como si compartiera nuestra preocupación por el futuro. Podría ser que sí, que ante su aparente fachada de ignorancia realmente sufra por nuestro destino.
Akane juega con la servilleta en su regazo, y yo observo a nuestro alrededor, noto cómo los cocineros intercambian miradas de desánimo. Un asistente joven, con el cabello desordenado y una expresión de tristeza, se acerca con una bandeja de platos humeantes, pero sus manos tiemblan ligeramente.
— Espero que disfruten — dice, y sus palabras suenan más como una disculpa que una celebración.
— Gracias — respondo, pero mi voz suena vacía. Akane asiente, pero su mirada está perdida.
A medida que avanza el desayuno, un silencio incómodo se apodera de la mesa. Hinako, tratando de aliviar la tensión, menciona algún recuerdo divertido de una fiesta a la que asistió tiempo atrás, pero su voz se ahoga en la gravedad del momento.
— ¿Se han dado cuenta de cómo todos parecen tan... tristes? — pregunto, frunciendo el ceño mientras observo a los asistentes del Capitolio.
Akane me mira, y asiente lentamente. Pero no dice nada.
Cuando hemos terminado el incomodo desayuno decidimos ir a ver por última vez la repetición de los Juegos del Hambre anteriores, al menos los videos que nos restan.
En el camino al vagón de audiovisuales un guardia que custodia los pasillos del tren se atraviesa en nuestro camino. Su expresión es seria, y su mirada se detiene en Akane y luego en mí. Tras un momento de indecisión, se acerca un poco y se aclara la garganta, el ambiente se vuelve aún más tenso.
— Lo siento, pero quería decir que... — comienza, pero su voz se quiebra. Al igual que los meseros, su rostro refleja una genuina preocupación.
Siento a Akane estresarse al mirar al guardia, y le aprieto la mano.
— Gracias por su apoyo — dice Tofu, aunque sus palabras suenan huecas.
El guardia asiente y se aleja, dejando atrás un silencio cargado de emociones. En medio de la tristeza, Akane se vuelve hacia mí, y aprieta mi mano, luego en un pequeño murmullo me dice. —Es que realmente nos aman, y sufren por nosotros —. El brillo en su mirada es igual al que veo cuando juega al ajedrez con Tofu o cuando pinta e incluso es bastante similar a aquella mirada que pone cuando esta frente a los reporteros del Capitolio y está a punto de dar un giro a la conversación o al juego. Es como si hubiera encontrado la respuesta a una pregunta que no ha sido dicha.
Cuando entramos al compartimiento, el aire se vuelve denso, cargado de una incertidumbre que no necesita ser dicha. Tofu y Hinako no nos han seguido, dejándonos solos en un silencio pesado. A pesar de estar juntos, la tensión entre Akane y yo es casi tangible, envolviéndonos. Veo cómo sus manos juguetean nerviosamente con el borde de su camisa, y siento una punzada en el pecho. Solo queda una cinta por ver, una que hemos evitado hasta ahora. Los Juegos de Tofu. Siempre ha sido un tema prohibido, algo que él nunca ha discutido abiertamente, y que nosotros, por respeto, jamás hemos tocado. Igual que nuestros propios Juegos. No es algo que queramos recordar, suficiente tenemos con las pesadillas.
— ¿Estás segura de esto? — le pregunto, mi mirada fija en la cinta que sostiene.
Ella asiente, pero veo la vacilación en sus ojos.
— No lo estoy — responde, su voz apenas un susurro —. Sabemos que Tofu no quería que la viéramos. Si no quieres hacerlo, no pasa nada. Estamos en el mismo equipo.
Su mirada se encuentra con la mía, buscando algún indicio de que también dudo. Veo la caja llena de cintas, pero esta es la única del Vasallaje. La del Vasallaje de los Veinticinco ya no existe, y no tenemos más pistas, porque él o la ganadora de ese año falleció hace mucho tiempo. Este es el único Vasallaje que nos queda por estudiar, la única ventana a lo que podría esperarnos. Pero el riesgo de que Tofu nos descubra viendo sus Juegos me pesa como una piedra.
— Sí, creo que deberíamos verla — digo, aunque mi voz suena más insegura de lo que quisiera admitir.
— ¿Listo? — pregunta, pero su voz suena débil, casi como un eco. Puedo ver en sus ojos el mismo miedo que siento yo. Sabemos que estamos cruzando una línea que no deberíamos.
Asiento lentamente, aunque una parte de mí grita que nos detengamos. La presión en el aire es sofocante, como si estuviéramos a punto de desenterrar algo que nunca debería haber sido descubierto. Me siento inquieto, vulnerable. La idea de ver lo que Tofu ha tratado de ocultar durante todos estos años nos coloca en un territorio peligroso.
El proyector se enciende, y la pantalla comienza a mostrar imágenes que son tanto familiares como extrañas. La plaza del distrito 12, no ha cambiado mucho, repleta de niños y niñas. Ese año cosecharon el doble de tributos. Entre ellos Tofu y otro chico y luego otra chica de la Veta y Maysilee Donner que se separa valientemente de los brazos de un par de chicas, una casi idéntica a ella, de cabello rubio, su hermana gemela la madre de mi amigo Konatsu y una chica de cabello rojizo que llora mientras la ve marchar hacia el Edificio de justicia. Es un poco chocante ver a mi madre tan joven, no mucho mayor de lo que soy yo ahora mismo.
— ¿Es tu madre? — me pregunta Akane sorprendida.
— Sí, y ella es la hermana de la madre de Konatsu —, luego le cuento rápidamente lo que mi madre me contó el día que se anunció el Vasallaje.
Mi corazón late más rápido cuando aparece Tofu en pantalla. El Tofu joven es difícil de reconocer, más ágil, más decidido. Su figura, atractiva y amenazante a la vez, refleja una intensidad que nunca he visto en el hombre que conocemos. Su cabello castaño y largo le cae hasta los hombros, y sus ojos brillan con una luz que ya no tiene. Se observa en él un aire de peligro.
— Oh, Ranma. No creerás que fue él quien mató a Maysilee, ¿verdad? — dice Akane, rompiendo el silencio, claramente perturbada por la idea.
— Con 48 jugadores... no lo creo — respondo, pero la duda me perfora el estómago. No estoy tan seguro como debería
Cuando la arena aparece en pantalla, es un espectáculo deslumbrante. Un paraíso tan irreal que duele verlo. La cornucopia dorada se alza en el centro de un prado verde, lleno de flores vibrantes. El cielo azul y despejado se extiende sobre ellos, con nubes blancas y esponjosas, y el canto de los pájaros resuena con una belleza dolorosa. Al parecer, incluso el aire huele bien, a juzgar por las expresiones de los tributos. Es un lugar hecho para embelesar y desorientar, y lo logra. Una toma abierta revela que el prado se extiende por varios kilómetros. A lo lejos se ve un bosque y en otra dirección una montaña nevada.
Siento cómo la mano de Akane se aferra a la mía, su piel fría en contraste con el calor que siento.
Tofu, sin embargo, no se deja engañar. Corre hacia la cornucopia antes de que la mayoría de los tributos siquiera se haya movido de sus plataformas. Lo veo coger suministros, armas, y desaparecer en la dirección del bosque antes de que el caos inicie. 18 tributos caen en ese primer baño de sangre. Una matanza sin piedad.
Después, la arena revela su verdadera naturaleza: todo, absolutamente todo, es mortal. Los frutos de los árboles, el agua cristalina de los arroyos, e incluso el aroma de las flores, tan hermosas como letales si se respira directamente. Solo el agua de lluvia y los suministros de la cornucopia son seguros. Cada vez que un tributo se atreve a tocar algo que parece tentador, muere de formas extrañas y dolorosas.
Y luego está la manada de profesionales, cazando sin descanso durante la noche, tan letales como el veneno que los rodea.
— Nunca pensé que veríamos esto — murmura Akane, y su voz es un susurro temeroso. Es como si hablarlo lo hiciera más real, y yo siento un nudo en la garganta.
La imagen en la pantalla cambia, y ahora vemos a Tofu en plena acción, luchando en el bosque contra una manada de ardillas doradas que se lanzan sobre él con una ferocidad inimaginable. Sus pequeños cuerpos engañan; resultan ser carnívoras, y atacan en grupo con precisión mortal. Los sonidos de sus dientes afilados desgarrando lo llenan todo. Incluso el aire parece vibrar con su agresión. Tofu se defiende, pero es claro que el bosque entero está en su contra.
Las mariposas de alas vibrantes revolotean a su alrededor, hermosas pero letales. Las picaduras que infligen son agudas, y causan un dolor insoportable que sacude todo su cuerpo. Un tributo que no esté preparado moriría rápidamente bajo esa tortura. Sin embargo, Tofu se mantiene firme, avanzando con pasos decididos a pesar de las trampas de la arena. Su voluntad es inquebrantable, aunque su rostro refleja el desgaste.
Maysilee, por otro lado, ha demostrado ser una chica con recursos inesperados. Con apenas una pequeña mochila que sacó de la cornucopia, logra convertir lo poco que tiene en su mejor arma. Entre los escasos suministros, lleva una cerbatana y unos cuantos dardos. Pero lo que la hace peligrosa es su habilidad para recolectar venenos del entorno mortal. Cada dardo que dispara se convierte en una sentencia de muerte para sus enemigos. Los cuerpos de otros tributos caen silenciosamente en la distancia, abatidos por sus disparos calculados, convirtiéndola en una amenaza invisible y letal.
Al cuarto día, la montaña nevada se convierte en un volcán, su erupción inesperada transforma el paisaje en un infierno de lava y cenizas. Es tan devastadora que, en cuestión de minutos, borra del mapa a otros 12 tributos, incluidos todos los profesionales que formaban parte de la manada. El estruendo es ensordecedor, y las imágenes en la pantalla parecen casi irreales por la magnitud de la destrucción. El calor abrasador consume árboles, cuerpos, todo. Solo quedan cinco profesionales en pie, sumando un total de 13 tributos.
Tofu, con su habitual calma bajo presión, no parece afectado por el caos que lo rodea. Es como si ya hubiera previsto cada paso. La montaña se desmorona a su espalda, pero él sigue avanzando, alejándose del volcán sin dudar. Su objetivo parece estar claro: el bosque, su único refugio. A pesar del desgaste físico, se mueve con la misma agilidad que desde el primer día.
Entonces, el peligro se materializa de nuevo. Tres de los profesionales restantes lo interceptan en su camino. Sus cuerpos más grandes y músculos más definidos parecen darle ventaja, pero lo que ellos no saben es que Tofu tiene una rapidez que ninguno puede igualar. Su cuchillo brilla en la luz del crepúsculo mientras se lanza contra ellos. En cuestión de segundos, ha terminado con dos de ellos, sus cuerpos caen inertes antes de que puedan siquiera procesar lo que les acaba de ocurrir.
El tercero, sin embargo, lo desarma con un movimiento rápido, y por un momento, todo parece perdido. Veo a Tofu luchando por zafarse, pero está en una posición vulnerable, con su atacante a punto de rebanarle el cuello. Mis manos se tensan sobre las rodillas, deseando intervenir, aunque sé que no puedo hacer nada. El filo brilla peligrosamente cerca de su garganta cuando, de repente, el profesional cae al suelo, derribado por un dardo certero.
Maysilee emerge de entre los árboles, tan silenciosa como letal. Su mano aún sostiene la cerbatana, y en sus ojos hay una determinación fría. Avanza hacia Tofu y, en lugar de una amenaza, extiende su mano.
— ¿Aliados? — le pregunta con la voz serena, como si acabara de salvarle la vida por cortesía.
Tofu se endereza lentamente, sorprendido. La cámara enfoca su rostro por un momento, donde se dibuja una ligera sonrisa, cargada de cansancio, pero también de aceptación. Él asiente, y la alianza queda sellada, una que ninguno de los dos había anticipado, pero que les daría más tiempo en esa arena mortal.
A Akane y a mí también nos fue mejor juntos. Al igual que Tofu y Maysilee, descubren que la compañía es su mayor fortaleza. Descansan más, inventan un sistema ingenioso para recolectar el agua de lluvia, luchan como un equipo perfectamente sincronizado, y comparten las pocas provisiones que encuentran en sus mochilas y en las de los tributos caídos. Pero, a pesar de la relativa calma que han logrado entre ambos, Tofu sigue insistiendo en avanzar.
Maysilee lo mira con incredulidad mientras sortea las ramas que se interponen en su camino.
— ¿Por qué seguimos? — le pregunta, su voz cargada de cansancio. Cada vez que lo hace, él permanece en silencio, ignorándola.
Al final, sin poder contenerse más, Maysilee alza la voz—. ¡Tofu, ya hemos recorrido casi toda la arena! ¿A dónde vamos?
Él finalmente se detiene, gira su rostro hacia ella, sus ojos brillando con una mezcla de obstinación y convicción.
— Porque tiene que acabar en alguna parte — responde con firmeza —. La arena no puede durar para siempre.
La cámara los sigue mientras avanzan entre la densa vegetación hasta que, de repente, el paisaje cambia. Al atravesar el último arbusto, lo que encuentran al otro lado es desconcertante: una tierra desolada y seca se extiende ante ellos, y más allá, un barranco. Abajo, solo picos afilados de rocas.
— ¿Esto es todo lo que hay? — murmura Maysilee, con los ojos fijos en el precipicio. Después de un momento, su voz adopta un tono más firme —. Tofu, no hay nada más aquí. Debemos volver.
Pero él no parece dispuesto a moverse. La cámara enfoca su rostro, endurecido por la determinación.
— Me quedo aquí — responde con una frialdad que hace que el estómago se me revuelva. Es como si, de repente, hubiera decidido que ese es su destino.
Maysilee lo mira incrédula, asimilando lo que acaba de escuchar. Por unos instantes, hay un pesado silencio entre ambos, roto solo por el suave silbido del viento que sopla a través del barranco.
— Solo quedamos cinco — dice ella, casi en un susurro —. Lo mejor será que nos separemos aquí.
Ambos se miran, sabiendo que este es el final de su alianza. No hay resentimiento, solo aceptación. Se estrechan las manos, un gesto casi solemne, y Maysilee se despide. Mientras se aleja, la cámara sigue sus pasos, su silueta desapareciendo lentamente entre la maleza, mientras Tofu permanece inmóvil, observando el precipicio como si fuera el borde del mundo.
Tofu recorre el borde del barranco, sus pasos seguros pero lentos. Con un movimiento despreocupado, arroja un guijarro al abismo; el sonido del impacto resuena en el vacío, pero lo que todos asumimos es un final, no es lo que parece. Unos minutos después, el guijarro regresa, cayendo detrás de él como un eco de lo que acaba de perder. Perplejo, Tofu observa el extraño fenómeno, y de repente, una chispa de locura ilumina su rostro. Con determinación, toma una roca más grande y la lanza al abismo. Esta vez, su risa, mezcla de sorpresa y locura, resuena mientras la roca regresa a su mano, como si el abismo le estuviera jugando una broma.
Sin embargo, la diversión no dura mucho. Unos momentos después, los gritos desgarradores de Maysilee llenan el aire. Aunque la alianza ha terminado, algo en su voz despierta instintos esenciales en Tofu. Sin pensarlo, corre hacia la dirección de los gritos, el cuchillo afilado apretado en su mano, sus sentidos alerta.
Llega justo a tiempo para presenciar una escena espeluznante: una bandada de pájaros rosados con picos afilados y patas largas se lanzan sobre Maysilee. Los gritos se detienen abruptamente cuando uno de ellos atraviesa su cuello, y en un instante, el mundo de Tofu se desploma. Se agacha a su lado, tomando su mano mientras ella lucha por aferrarse a la vida. La imagen de Rue inunda mis pensamientos, y no puedo evitar recordar lo devastador que fue llegar demasiado tarde. A mi lado, Akane sorbe por la nariz, y sé que ella también está atrapada en ese mismo recuerdo doloroso.
El silencio que sigue es pesado, cargado de una tristeza compartida. La lucha de Tofu, la fragilidad de la vida en la arena, todo se convierte en un eco que resuena en nuestros corazones.
Aquel mismo día, otros dos tributos caen, dejando a Tofu y a una chica del Distrito 1 como los únicos competidores por la corona. Ella es más grande y fuerte, y cuando el enfrentamiento finalmente estalla, todo se transforma en un espectáculo sangriento y horrible. Ambos reciben heridas que podrían ser mortales, y el aire se llena de gritos y el sonido del acero chocando contra la carne.
Con una herida profunda que le corta el aliento, Tofu queda desarmado, tambaleándose por el bello bosque, ahora manchado de rojo. Con una mano sostiene sus intestinos, la otra lucha por encontrar apoyo en los árboles. La chica del Distrito 1 avanza hacia él, blandiendo un hacha goteante de sangre, su mirada llena de determinación.
Tofu se ve desesperado mientras se aproxima al borde del barranco. Justo cuando ella se prepara para asestarle el golpe final, él se deja caer al suelo. El hacha vuela por el aire, arrojada hacia el abismo. Desarmada, la chica lo observa con desesperanza, su mano intentando detener el flujo de sangre que mana de la cuenca vacía de su ojo. Su rostro reflejando el horror de lo que está a punto de suceder. Pensado quizá, cual de los dos durara más ahora, Tofu empieza a sufrir convulsiones en el suelo.
De repente, el hacha regresa volando del barranco, como un proyectil enviado por una fuerza invisible. Se clava en la cabeza de la chica con un sonido sordo, y el eco del impacto resuena en la arena.
El cañón retumba, y las trompetas del Capitolio anuncian la victoria de Tofu, su triunfo ensombrecido por la brutalidad de lo que acaba de ocurrir.
La victoria de Tofu se despliega en la pantalla mientras es elevado por unas pinzas hacia un aerodeslizador. Pero en lugar de ser un momento de celebración, la escena se siente como una victoria amarga. El estruendo de las trompetas se ahoga en un silencio pesado en mi pecho, recordándome que cada triunfo en los Juegos viene con un precio. Las imágenes brillantes contrastan con las sombras de aquellos que han caído. Detrás de cada sonrisa de victoria, hay un dolor oculto que jamás será olvidado.
Akane
— Ese campo de fuerza al fondo del barranco me recuerda al techo del centro de entrenamiento. El que diseñaron para evitar el suicidio de los tributos. Tofu lo convirtió en un arma, no solo contra los demás tributos, sino también contra el Capitolio mismo. No esperaban lo que sucedió; no estaba diseñado para formar parte de la arena y, aun así, Tofu logró usarlo para ganar. Fue una burla para ellos, una forma de demostrar su ingenio y resistencia. Los dejó en ridículo, y no puedo evitar imaginar cuánto les costó explicar lo que ocurrió. No recuerdo haber visto nunca nada parecido en la televisión. Es casi tan impactante como el incidente de las bayas. —. Digo, dejando escapar una risa involuntaria que brota de mi pecho.
— Casi, pero no tan malo, — Dice la voz de Tofu a nuestras espaldas. Me vuelvo rápidamente, temerosa de que este enfadado con nosotros por haber visto sus Juegos, pero él nos sonríe con ironía y le da un trago a una botella de vino que lleva en las manos. Se acabo la sobriedad pienso, pero realmente ni me molesta; porque ahora que he visto esto siento que realmente conozco a Tofu, se quién es.
Me he pasado todas estas semanas conociendo a todos mis otros posibles enemigos, pero no me tome el tiempo de conocer a mis aliados, a mis compañeros de equipo, aunque conozco las habilidades de Ranma, una tranquilidad inesperada me recorre ahora que se quien es realmente Tofu. Y sin duda, dos personas que han causado tantos problemas en el Capitolio son capaces de crear un plan que puede funcionar. Estoy segura de que encontraremos la manera de regresar a Ranma con vida.
Continuara…
Uyuyui ¿Qué les pareció? Ojalá les haya gustado, estuvieron casi…casi…a punto de… pero como siempre algo o alguien tiene que interrumpir caramba.
Estoy muy contenta, la vez anterior que les subí capitulito, me sentía medio depresiva, pero leer los lindos mensajes que me dejaron me regreso la sonrisa al rostro. ¡Las amo! Gracias por tomarse el tiempo no solo de leerme, sino de escribir un review.
Por eso les agradezco a:
Benani0125: Hay hermosa, mil gracias por tus palabras. Por su puesto que me comí un pancito y café, deli, deli. Y claro, me encanta leer tus mensajes y para nada te leíste egocéntrica bella, cuando dices una verdad tan brutal, jajaja. TQM. Entiendo perfecto lo que dices sobre el analfabetismo de reviews, yo también una vez fui esa personita, jejeje y me disculpo por ello, porque ahora sé, lo lindo que es que te llegue uno y lo mucho que llena el corazón, saber que a las personitas les gusta lo que uno escribe. Espero este capítulo, te haya gustado. Besos enormes y abrazos virtuales linda.
Morix2: Hola, chulada. Ya estoy mejor, mil gracias por la preocupación y tus lindas palabras. Yo tampoco quiero dejar de escribir, te lo aseguro, y por reviews como los tuyos es que continúo escribiendo esta historia, quiero terminarla y continuar con sinsajo. Solo ténganme paciencia. Estoy muy feliz de que te esté gustando y ojalá este capi, haya sido de tu agrado, espero como siempre tus comentarios al respecto. Un abrazotote chula.
Darkanita: Aww, holis bella. Discúlpame por pensar que eras nueva por aquí y muchas gracias por haber leído mis otras historias, ejem…algunas inconclusas todavía… que pena… en fin, te lo agradezco un montón, y el que hayas decidido empezar a escribirme en esta historia es genial para mí, y créeme no importa cuantos años hayan pasado después de que una historia haya sido escrita, siempre es lindo leer que a alguien le gustó la historia. En fin, ojalá esté capitulo te haya gustado, espero ansiosa leer tus opiniones al respecto. Abracito cibernético chula.
P.D. Me encanto leer tu papiro.
Sin mas por el momento nos leemos a la próxima, bye, bye.
