La Fiesta

Las labores que Deanna había encomendado a los recién llegados fueron tan apropiadas para cada uno de ellos que no tardaron en empezar a realizarlas, por lo que a lo largo del día la casa que todos ellos ocupaban solía encontrarse tranquila. Para el resto de alexandrinos era desconcertante como poco que un grupo tan numeroso continuara viviendo en una casa para media docena de personas, siendo ellos más del doble, sin embargo para el grupo de Rick esas condiciones de vida eran absolutamente cómodas ya que resultaban mucho mejores a las que habían tenido a lo largo de su fatigoso éxodo. Mara solía disfrutar de la calma que reinaba en la casa durante las mañanas, no había ajetreo ni voces, lo único que evitaba que reinase el más absoluto silencio era el leve respirar de Daryl que dormía en la cama con el antebrazo sobre la cabeza para protegerse de la claridad que entraba por la ventana y poder dormir profundamente. Ella lo observaba complacida, mientras amamantaba a Hope en una butaca frente a la cama, sintiéndose relajada y feliz. Por fin habían llegado a un lugar seguro, que le trasmitía confianza y se había reencontrado con Vicent y Shelly. Literalmente tenía todo lo que le pedía a la vida y se sentía obligada a disfrutarlo, a saborearlo conscientemente dando gracias por ello, pues sabía lo fácil que podía ser perderlo, sobre todo en ese inestable y brutal mundo.

Unos golpes rítmicos en la puerta de la casa le hicieron salir de su trance. Era posible que hubiera alguien más en la casa, pero imaginando que tal vez no fuera así se levantó con cuidado sin dejar de sostener a Hope y fue con calma hasta la entrada. Sabía que quien llamaba no era alguien de su grupo, pues no tenían que llamar para entrar en su propia casa, así que cubrió un poco a su hija con la camisa que vestía pero continuó amamantándola y, al ver por la ventana que en el porche solo había una mujer portando una caja, abrió.

—Hola... —dijo a la mujer sonriendo de forma cordíala.

—Buenos días —dijo la mujer con una sonrisa—. Soy Erin. Deanna me ha pedido que os reparta algunos suministros básicos.

A Mara le costó un poco entender el motivo de la visita, pero al hacerlo abrió la puerta por completo invitando a Erin a entrar.

—Te echaría una mano pero es su hora del almuerzo —se excusó ante la visitante por ayudarla a cargar con el contenido de la caja.

—Oh, eres la madre de los bebés... —el semblante de Erin se iluminó, como si conocerla fuera algo que deseara especialmente.

—Solo de ella, Rick es el padre de Judith. Y esta tragona es Hope y yo me llamo Mara —explicó caminado tras la mujer de camino a la cocina.

—Claro, no sé por qué pensé que las dos serían... es decir, es absurdo... —reconoció Erin dejando la caja sobre la encimera de la cocina —. Pero sea solo ella o las dos si necesitas una niñera puedes contar conmigo. Mi hijo tiene 13 años, pero recuerdo como es cuidar de un bebé... aquí el niño más pequeños tiene 7 años. Un bebé... resulta un increíble milagro.

—Wow, gracias, lo tendré en cuenta —asintió Mara, con sinceridad—. Te dejaría sostenerla, pero...

—Lo entiendo, deja que se sacie...

—¿Han llamado...?

Erin se sobresaltó al escuchar la pregunta de Daryl tras ella, y su expresión de sobresalto no se desvaneció al verle. Resultaba evidente que el tipo se acababa de despertar, tenía el pelo enmarañado, los ojos hinchados y la camisa a medio abrochar.

—Sí, soy Erin. Traigo algunos alimentos básicos, el resto que necesitéis para cocinar se los podéis pedir a Olivia, ella se encarga de la despensa común —dijo, intentando disimular su sobresalto—. Podéis darle una lista por semana con lo que necesitéis o acudir por las mañanas si os falta algo para cocinar.

—¿Cada casa cocina por su cuenta? —preguntó Mara extrañada, incluso en la prisión donde eran medio centenar, para gestionar mejor y de forma eficiente los recursos, la cocina era comunitaria.

—Claro, a no ser que haya alguna celebración, como la de mañana. En ese caso...

—¿Mañana?

—Sí, vuestra bienvenida, Deanna ha organizado una recepción en su casa. Pero vosotros no tendréis que llevar nada, de eso nos encargamos el resto. Espero que os guste el pudin —relató la mujer—. Y en cuanto a la ropa hay muchas prendas adecuadas en el almacén.

—La ropa... —repitió Daryl.

—Si, es una fiesta —apuntó Erin, y no pudo evitar evaluar las prendas desgastadas y con manchas perpetuas que lucía el cazador.

—Disculpa, Erin. Dormimos muy poco desde que somos padres, no te sorprendas si nos cuesta entender las cosas más sencillas del mundo, es simple falta de sueño —intentó justificar Mara, pero sus palabras en lugar de resultar una explicación fueron más una revelación pues Erin volvió a sorprenderse y a lanzar una mirada escrutadora sobre Daryl al saber que era el padre de Hope y por lo tanto pareja de Mara.

—Lo entiendo y reitero mi ofrecimiento a hacer de canguro... pero no os molesto más, pero para cualquier cosa mi casa es la de color verde del otro lado del lago —dijo caminando hasta la puerta.

Mara la acompañó y se despidió de su vecina de forma cordial, como lo habría hecho dos años antes de haber conocido a un nuevo vecino en su casa de Athens. Regresó hasta la cocina donde Daryl evaluaba el contenido de la caja de alimentos, pero sabía perfectamente que tenía otra cosa en la cabeza pues lo conocía tan bien que lo leía como si fuera un libro abierto.

—Vestirnos para una fiesta... en qué mundo vive esta gente —declaró apartando su vista de los alimentos.

—En uno ajeno a lo que pasa tras las murallas —dijo Mara seguidamente—. No sé si compadecerles o envidiarlos.

—Saben lo que hay ahí fuera, pero prefieren no verlo —declaró Daryl—. Estúpidos.

Mara le acarició la espalda en cuanto dejó las bolsas con comida sobre la encimera para que se girase a mirarla.

—¿No te gustaría que Hope creciera así; ajena a lo que hay fuera? —preguntó —. No tener que ver a los caminantes, ni tener pesadillas por temor a ellos. Tener una vida casi normal; tras los muros, pero segura y feliz.

—Sí, pero ellos no son niños.

—Lo sé, solo digo que este sitio, aunque sea diferente no tiene que ser malo...

—No creo que lo sea.

—Pero estás molesto con todo —dijo al fin, pues era lo que le había notado desde el principio y tras varios días allí Daryl seguía sin ni siquiera intentar adaptarse.

—No estoy molesto, es solo que esta gente es débil.

—No les ha hecho falta ser fuertes —comentó Mara—. Antes de toparme con vosotros yo me escondía para llorar porque no soportaba la presión que era sobrevivir ahí fuera.

—No te compares con esta gente —declaró Daryl, como si le hubiera insultado a él mismo—. Te encontramos con un grupo a tu cargo únicamente, al que mantuviste con vida y has traído a Hope al mundo tras perderlo todo, incluso sola por completo. No te puedes comparar con ellos.

—No lo hago, pero quiero ser como ellos. No quiero salir de aquí, no quiero volver a ver ni a saber lo que hay fuera —confesó con más confianza que el día anterior, con total sinceridad—. Pensaba que cuando naciera Hope perdería el miedo que sentía que se iba haciendo cada vez más grande durante el embarazo, pero es todo lo contrario. Desde que la tengo entre mis brazos, solo quiero estar con ella, teniéndote a mi lado. La chica que llegó a la prisión, la que se ofrecía para ir a por recursos y no tenía miedo a salir o enfrentarse al peligro ha desaparecido. Ya no soy así... —declaró, sintiéndose culpable.

—Lo sé y me alegro —aseguró, tomó su mano y la instó a acercarse más—. Sabía que serías así, pero los dos no podemos dejar de mirar fuera, porque lo que hay fuera no va a desaparecer.

—Ya lo sé, pero...

—No te voy a dejar, aunque salga, no os voy a dejar nunca —la interrumpió— Me he sobresaltado al despertarme y no verte, también necesito que estés cerca para saber que todo está bien.—Mara lo miró agradecida al escuchar esa confesión que en pocas palabras decía mucho, y Daryl bajó la cabeza hasta que su nariz le rozó el cabello y el borde de la oreja—. Me reconforta sentirte a mi lado, más que nada.

—Para mi también —reconoció ella mirándole a los ojos—. Por eso no quiero que te tengas que ir...

—Uno de los dos tiene que seguir preparado para lo que hay fuera, no acomodarse, por si pasa algo... Para seguir juntos cómo sea, dónde sea, juntos... Excepto en esa estúpida fiesta —terminó cambiando el tono cálido que había mostrado por uno más directo y cortante en la última frase haciendo reir a Mara.

—Al menos, date una ducha, vayas o no a la fiesta... y quema esa ropa, ya es hora —apunto ella, dando un paso hacia atrás para mirarle de arriba abajo.

—Son mis pantalones de la suerte —declaró Daryl.

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A la tarde todos estaban enterados de la fiesta que había organizado Deanna en su casa para hacer una presentación oficial del grupo y que todos se conocieran y comenzaran a relacionarse.

—Yo he escuchado que es más un coctel y no una fiesta, será como una recepción —comentó Glenn sentado en un taburete junto a la isla de la cocina.

—¿Desde cuándo eres experto en eventos sociales? —le preguntó Daryl acercándose a él.

—Solo digo lo que he oído.

—Nadie está obligado a ir — tranquilizó Rick al pasar tras Daryl —, pero sería bueno, tenemos que adaptarnos y conocer a la gente de aquí.

—Es solo un pequeño esfuerzo —insistió Michonne, que se acercó a la cocina—. Si nos vamos a quedar tendremos que integrarnos.

Daryl la miró con suspicacia y la espadachín supo que a él le resultaba irónico que ahora mostrase tan buen talante por adaptarse a aquel lugar cuando jamás tuvo esa consideración en la prisión. Y precisamente porque en la prisión no se dio la oportunidad de hacer de aquel refugio su hogar con todas las letras allí no cometería el mismo error. Era hora de asentarse.

—Por lo que he oído la gente está loca por conocer a las pequeñajas, si no dejas que carguen a Jude y Hope lo mismo nos expulsan —dijo Tara, sin dejar de rebuscar algo en la nevera—. ¿No había pepinillos?

—A Hope no la vez a estar pasando de mano en mano como un billete falso —aseguró Daryl.

—Piensa en Mara —dijo Beth, que aunque estaba en el salón, con el pequeño Dylan sentado en sus rodillas leyendo un cuento, no había dejado de prestar atención a la conversación de la cocina—. Le vendría bien salir un poco de casa, hacer algo diferente.

—Nah... Si vais todos a la fiesta o el coctel o lo qué coño sea ella preferirá dormir aprovechando que habrá calma por una noche.

—Deanna está contenta porque nos quedemos, pero no creo que todo el mundo comparta su opinión —declaró Rosita, rodeando la isla de la cocina hasta el fondo de la estancia y abrió uno de los armarios altos—. Y no los culpo, somos como un elefante en una cacharrería, así hemos llegado aquí. —Le entregó un bote con grandes pepinillos a Tara.

—Somos demasiados para lo que están acostumbrados —apunto Abraham, sentado junto a Glenn, mientras le hacía un gesto a Tara para que le pasara el bote de encurtidos.

—No estoy haciendo la cena para que os llenéis con esas cosas —se quejó Dillan, removiendo una gran olla frente a los fogones.

—Que frase más de madre ha sonado eso —bromeo Abraham y Dillan lo miró con exagerado rencor.

—¿Qué quieres decir, Rosita; con eso de que no todos están contentos con tenernos aquí? —pregunto Glenn, con curiosidad.

—Pues que deberíamos dar buena impresión, si vamos a ser un solo grupo con ellos... deberíamos ir, ser amables y parecer normales...

Daryl la miró de reojo con sus últimas palabras.

—¿Es o no es obligatorio ir? —preguntó Sasha, reflejando en su cara que no tenía ganas de fiesta.

—Obligatorio no, pero Rosita tiene razón, sería lo más conveniente —convino Rick, de acuerdo con lo que había expuesto Rosita—. Nos han acogido en su hogar. Da igual lo que nos dijera Five de que ellos nos necesitan, aunque sea cierto y Deanna lo sepa el resto no es consciente de ello. Para esta gente ellos nos han abierto las puertas de su refugio como un favor —El semblante de Daryl cambió al escuchar a Rick, mostrando su menosprecio a esa idea—. Si dan una fiesta de bienvenida lo adecuado es acudir.

—Y parecer normales —apuntó Daryl.

—Intentarlo al menos —señaló Michonne, no sin cierta sorna.

—Los que parecen normales no son de fiar —señalo Abraham—. Ocultan cosas.

—¿Y no lo hacemos? —preguntó Beth.

Nadie respondió, pero la mayoría vagó la vista entre sus compañeros rememorando más de un momento y situación donde habían luchado por su vida o la de un compañero saliendo victoriosos. Sabían que eran cosas de las que no podían hablar con los habitantes de Alexandría a no ser que los quisieran horrorizar.

—Limitemos las conversaciones a cosas triviales —dijo Abraham —. ¿No, Rick?

—Sí, será lo mejor, pero no tenemos que fingir lo que no somos. Nos necesitan por ello, les guste o no.

Daryl asintió, satisfecho con aquella última frase y se marchó en busca de Mara que estaba en su alcoba con Hope.

Cuando el cazador entró Mara se encontraba tendida en la cama, pero despierta, mirando como la bebé dormía plácidamente a un par de palmos de ella. Al verle entrar le sonrió.

—¿Crees que me cansaré de mirarla? Creo que podría pasar el día entero solo viendo como respira...

Daryl negó cuando ella le miró. Él también podría pasar la vida entera solo mirándolas a ambas, solo viendo que estaban bien.

—¿Ya está la cena?

—Le falta poco. Están hablando de la fiesta..., varios piensan que lo mejor es ir y hacer por caerle bien a la gente de aquí.

—Es lo más sensato —aceptó Mara sin mostrar sorpresa—. Deanna les ha dado a varios de los nuestros puestos importantes. Habrá gente que sienta recelo por ello, ser agradables con ellos no estaría de más. —Se incorporó con cuidado en la cama, para no despertar a Hope y cruzó las piernas al sentarse —¿Imaginas cómo habría sido si Rick hubiera puesto en labores importantes al grupo de Bruce cuando llegaron o a los de Vicent? Nos hubiera desconcertado y muchos no lo hubiéramos tomado bien. Sentir recelo a la gente de fuera es lo más normal incluso si no saben como es la vida ahí fuera, supongo que tienen el sentido común suficiente para saber que no fiarte de extraños te puede mantener con vida.

—Sí, supongo —asintió, sentándose frente a ella —. Pero... uff...

—Iré yo, me apetece... y diré que nos turnamos para cuidar de ella y necesitas dormir. Alguna ventaja tiene que tener ser padres, ¿no? —alegó con buen humor—. Ya tendrás tiempo para que te conozcan y se den cuenta que no pueden vivir sin ti.

Daryl alzó una ceja al escucharla y no pudo evitar soltar un bufido al ver su sonrisa pícara.

—¿Qué? Me vas a negar que te revienta las pelotas tener que ir a esa fiesta —dijo Mara poniendo voz grave al decir las palabras mal sonantes, pero sin perder la sonrisa.

—Nah... tú sí pareces normal...

—¿Qué? —preguntó confusa

—Da igual, vamos... la cena debe estar y necesitas comer para tener leche. –tomó su mano y tiró de ella.

Mara se incorporó y colocó dos almohadas protectoras rodeando a Hope y dejándola dormir. Antes de salir del dormitorio Mara frenó y se volteó hacía Daryl para darle un beso lento, pero intenso en los labios. Al mirar sus ojos el cazador vio en ellos que ya no hallaba ese temor e incertidumbre temerosa que habían dominado la mirada de Mara en días anteriores sino todo lo contrario, en el dorado de su iris se apreciaba confianza y seguridad tras el velo del cariño y entrega con el que ella siempre lo miraba.

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Un vestido violeta con pequeñas flores vainilla fue la elección de Mara para la fiesta. La joven no podía recordar cuándo había sido la última vez que había lucido un vestido como aquel. La prenda era de manga corta y caídas dejando a la vista sus hombros, con el pecho fruncido y corte imperio, lo que enfatizaba sus senos, algo que anteriormente no había podido hacer por apenas tener y disimulaba su tripa, que aunque menos prominente que tras dar a luz, aún era más abultada que lo que ella recordaba, porque no se podía tener todo en esta vida. Además una prenda tan liviana la hacía sentirse ligera y cómoda. Sin embargo, el vestido quedaría mayormente tapado por Hope, a la que portaba asida a su torso con el porta bebés. Así que no iba a lucirse mucho.

Al observarla Daryl no pudo ocultar su extrañeza por su aspecto.

—No digas nada, estoy muy cómoda, y para una madre eso es lo más importante.

El cazador alzó las manos.

—Espero estar despierto cuando vuelvas —se limitó a decir —imagina para qué.

Mara sonrió con picardía y el brillo en su mirada delató que lo había imaginado.

—Volveré pronto —dijo Mara, dejando un ligero beso en los labios de Daryl y yendo tras Beth para salir de la casa.

Michonne pasó frente al dormitorio de la pareja y se apoyó en el marco.

—¿No vienes? —preguntó a Daryl.

—No es lo mío. Ella me cubre...

—Seguro que sí —dijo sin un ápice de ironía—, aunque le gustaría que estuvieras a su lado, lo sabes.

Y se alejó sin esperar una réplica de su amigo.

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Con paso lento, siguiendo el ritmo que el pequeño Dylan llevaba con su muleta, su tío, Beth y Mara se encaminaron hasta la casa de los Monroe donde se celebraba la fiesta.

—Estoy nerviosa —confesó Beth.

—Y yo —dijo Dillan, sin ocultar que eso le sorprendía—. Me siento como si volviera a la época de instituto y fuera a una fiesta donde no se me ha invitado.

—Pero si a ti siempre te invitaban —declaró Mara con ironía —Venga, sin temor... Maggie, Glenn y Sasha ya están allí y seguro que necesitan ser rescatados de una conversación incómoda.

Cuando se fueron acercando a la casa Shelly los reconoció y salió corriendo hacía ellos. Se abrazó al costado de Mara, pero enseguida le tendió la mano a Dylan para ayudarlo a ir más rápido. Lo que hizo que los adultos sonrieran a verlos alejarse juntos.

—¿Cómo está mi chiquitina? —dijo Vicent al ver a Mara, pese a que la pregunta era sobre Hope.

—Bien, pero no la vas a llevar —declaro la joven—. Si te la doy a ti seguro alguien pedirá sostenerla y Daryl no quiere que sea una atracción en la fiesta.

—Pues aunque me reviente reconozco que tu hombre tiene razón... me toca resignarme —. Aceptó el militar—. Ya me desquitaré. Venga, entrad... creo que más de uno os necesita ahí dentro.

Ocultando su nerviosismo e inseguridad los tres obedecieron y entraron en la casa.

En pocos minutos Mara perdió la cuenta de las personas que le habían presentado y había olvidado los nombres de todos ellos, también de las veces que había dicho las semanas que tenía Hope y que había asentido con parquedad a la afirmación de lo duro que habría sido tener un hijo en un mundo tan cruel.

—Si siempre ha sido duro ser madre soltera, no me imagino ahora —un tipo cuyo nombre no recordaba.

—No es soltera, aunque... ¿el padre no ha venido? —preguntó Erin, que se adelantó a la respuesta de Mara.

—Está descansando, como ambos cuidamos de ella nos turnamos para dormir —dijo, como había planeado con Daryl.

—Que bueno eso de que ambos cuidéis del bebé... tienes mucha suerte —aseguró otra mujer de cabello rubio.

—No es que tú te puedas quejar —dijo el Dr. Anderson.

—Claro que no, cariño —contestó ella.

Mara dedujo que era su mujer.

—Beth me ha contado que en parte todos vosotros habeis cuidado de las niñas —comentó el Dr.

—En parte sí, claro. Todos cuidamos de todos, ahí fuera no existe otra forma de sobrevivir —dijo Mara dejando de sonreir. Algo en aquel tipo no le gustaba, aunque no podía explicar qué era.

—Ay, pensar en el exterior me pone nerviosa —confesó Erin.

Mara asintió y no tuvo reparos en cambiar de tema.

—No recuerdo si nos han presentado —le ofreció la mano a la mujer del doctor.

—Soy Jessie, y Erin ya me dijo vuestros nombres, tranquila. Como aquí todos nos conocemos no reparo en presentarme —dijo con cordialidad estrechando su mano—. Además, Shelly pasa mucho tiempo con mi hijo pequeño y me habló mucho de ti antes de vuestra llegada, sé que cuentas cuentos y haces flores con papel.

Mara se sorprendió al escuchar aquello, y sintió un profundo cariño hacía la niña y ese tiempo pasado con ella antes de separarse.

—Me gustaría volver a ocuparme de los niños cuando termine la lactancia, en un tiempo.

Aquello despertó la curiosidad de otros residentes de la comunidad, comenzaron a preguntarla sobre su profesión y luego sobre su trato con los niños supervivientes planteando dudas, lo que hizo que se sintiera agotada mentalmente no mucho después.

Sin querer resultar mal educada se aproximó a Deanna antes de irse, arguyendo que se sentía agotada pero agradeciendo el detalle de haber organizado aquel encuentro con todos los residentes.

—Tenemos el resto de la vida para ir conociéndonos, tranquila —declaró con ánimo—. No te preocupes y descansad... las dos.

—Gracias.

—Mara, antes de que os vayas —la interrumpió Reg, el marido de Deanna, que había conocido a su llegada—. No quería perder la oportunidad de nuevo de decirte lo valiente que has sido. Todo el grupo sois impresionantes, pero que haya personas como Rick que os ha traído hasta aquí a todos y como tú con tu recién nacida... estoy asombrado, y agradecido de teneros con nosotros.

—No la abrumes, por favor, me acaba de decir que estaba cansada —dijo Deanna, viendo la reacción sobrepasada de Mara ante las palabras de su esposo.

—Ya, claro... me he dejado llevar —alegó recolocándose la montura de las gafas sobre la nariz.

Mara asintió con una sonrisa, no sabía qué responder, y se apresuró a salir de la casa evitando que nadie la interceptase, necesitaba tomar aire y respirar. Hope se había portado bien, tranquila en su regazo, pero notaba que la pequeña ansiaba sentirse algo más libre, no tardaría en tener hambre y probablemente en necesitar un cambio de pañal.

La noche había caído mientras estaba en la fiesta, por lo que había pasado más tiempo del que había pensado. Rodeó con paso tranquilo el lago central de la urbanización, las noches en Virginia no eran tan cálidas a las de su Georgia natal y noto en sus brazos el viento de principios de otoño. Todo estaba tranquilo, pues la mayoría de los habitantes estaban en casa de la líder, sin embargo vio luz en una de las viviendas camino de su casa y al ir acercándose una figura a pie de las escaleras del porche le resultó familiar. Se sorprendió al reconocer a Daryl.

—Había pensado en pasarme un rato, no dejarte sola... —respondió a la pregunta que la expresión confusa de Mara formulaba sin necesidad de palabras.

—Pues ya estoy de vuelta —dijo ella.

—Yo le he distraído, ha sido mi culpa —dijo Aaron que estaba en el porche de la casa —. No soy muy amigo de las multitudes...

El rugido de tripas de Mara interrumpió a Aaron.

—Lo siento —dijo avergonzada—. No he comido nada en toda la fiesta.

—¿Os gustan los espaguetis? Eric siempre hace demasiados, y dos invitados no son una multitud.

Mara miró a Daryl, que no se mostró reacio al ofrecimiento, por lo que asintió sin dudar.

—¿Te incomoda si le doy el pecho? —preguntó una vez estuvieron en el salón de la vivienda, no muy diferente a la que ellos ocupaban.

—En absoluto, ponte cómoda —aseguró Aaron—. De hecho hay algo que me gustaría enseñarle a Daryl en el garaje, así tendrás más privacidad.

Mara asintió, más a Daryl, aceptando que se fuera con Aaron que al propio anfitrión y se sentó en una butaca para alimentar a su hija.

Daryl siguió a Aaron hasta la cocina, donde este informó a su pareja que tendrían invitados y Mara estaba en la sala. Por una puerta accedieron al garaje. Aunque no había ningún coche la gran estancia estaba repleta de piezas de recambio de todo tipo, aunque eran principalmente de moto. Por ello a Daryl no le sorprendió descubrir una imponente Honda, o lo que en su día fue una Honda pero en esos momento era un amalgama de piezas diversas, bajo una sábana.

—Si me ayudas a ponerla a punto te la puedes quedar —propuso el anfitrión—. Five me ha dicho en el futuro piensas salir y te manejas bien con las motos. Y yo quiero aprender mecánica.

—A Mara no le va a hacer puta gracia.

—¿Eso es un sí?

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En esta ocasión a Daryl no le importó que Aaron y Eric se turnaran para acunar a Hope durante la cena, haciéndole carantoñas y maravillándose de que algo tan tierno y delicado hubiera surgido en este mundo.

—Debería estar acostumbrada de mi tiempo en África, pero siempre me sorprende cómo la vida se abre paso —comentó Aaron.

—¿África?

—Pasé un tiempo allí en un proyecto de desarrollo, soy o mejor dicho era trabajador social en la otra vida.

—¡Yo también! —dijo Mara sorprendida—. Pero jamás salía de Georgia por trabajo, mi labor era más local. Principalmente trabajé con niños y principalmente es lo que he seguido haciendo... supongo que una vocación se tiene sea el mundo como sea, por eso tu sales para encontrar a personas a las que devolver a la civilización, ¿no?

—No lo había visto así, pero...

—Es una bonita forma de verlo —aseguró Eric—. Y pensar que las buenas personas se terminan uniendo y haciendo algo bueno juntas.

Daryl lo miró de soslayo, sorbiendo sonoramente sus últimos espaguetis.

—A mí me gusta pensar que todos tienen algo bueno y propio que aportar al grupo. Obviamente contar con alguien fuerte y audaz es fundamental, contar con un líder natural es ventajoso, pero también las pequeñas cosas aportan en el día a día —dijo Mara —Muchos piensas que fuera los niños son solo una mera carga, pero yo discrepo, porque aunque sea vital protegerlos hacen que luchar día a día merezca la pena. Le dan sentido a la vida.

—Hay que tener algo por lo que luchar —dijo Daryl tras limpiarse bruscamente la boca de tomate—. Sobre todo porque ahí fuera no queda demasiada buena gente, si es que queda alguien.

—Estabais vosotros –dijo Eric.

—Y por suerte yo estaba con Five cuando nos cruzamos, supongo —dijo Aaron recordando cómo lo habían raptado al toparse con él.

—Por esa clase de cosas creo en el destino —declaró Mara, intentando cambiar de tema y no ahondar demasiado en cómo eran o las cosas que habían hecho hasta llegar allí —Bueno, se está haciendo tarde, tal vez en otra ocasión...

—Claro, mientras arreglan la moto puedes venir y nos hacemos compañía —apuntó Eric.

—¿Qué moto? —preguntó confusa Mara, mientras Aaron fulminaba con la mirada a su pareja y Daryl bajaba los ojos a su plato vacío de pasta.

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*FETWD*


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Si alguien llega hasta aquí lo único que le puedo decir es MUCHAS GRACIAS POR LEER.