Aterrizar en Francia se sintió como si una bocanada de aire fresco inundase los pulmones de Hermione. Una vez que pasaron los controles de seguridad, madre e hija se dirigieron al punto de aparición para magos en el aeropuerto del aeropuerto Charles de Gaulles en París.
Lyra había estado muy callada durante todo el vuelo. Hermione podía ver cómo su ceño se fruncía mientras cavilaba en su mente y sintió un miedo atroz al pensar en la locura que le había propuesto Theo.
Salvar a Draco y cambiar el curso de la historia podría hacer que perdiese a su hija…¿Cómo se le ocurría a Theo sugerirle algo así?
Una vez llegaron a casa Lyra se encerró en su habitación y Hermione se dirigió a la cocina a prepararse una taza de té.
Sentada en la mesita de su cocina, mientras el atardecer caía y dejaba entrar un contraste de luces precioso por su ventana, Hermione no pudo evitar pensar en ese momento que Theo le había traído a la memoria.
Ese día en el que fue a buscarlo y sirvió como puente para que todo volviese a surgir entre ellos y Lyra finalmente viniese a este mundo.
Hermione se acercó a la ventana y cerró los ojos intentando controlar las ganas de llorar que sentía mientras en su mente iban y venían flashes de ese atardecer…tan lejano ahora, pero tan vivo como todos los recuerdos que habían escapado de esa caja que llevaba años escondido en lo más hondo de su ser; Esa caja que tuvo que cerrar con llave para poder seguir adelante sin él.
2 de octubre de 1.999; Newbury Park, este de Londres.
—Te estaba esperando.
La luz anaranjada del atardecer se reflejaba en el rostro de sorpresa de Hermione; El viento que comenzaba a soplar alborotó su pelo dejando escapar algunos rizos rebeldes hacia su rostro.
—¿Cómo supiste que vendría?—preguntó acercándose lentamente hacia él.
Draco sonrió con frialdad, dándole un toque de superioridad que a Hermione le recordó los años en que solía burlarse de ella en Hogwarts.
—Te conozco demasiado bien…¿Cómo ibas a resistir esas ganas de salvar cualquier alma? ¿Cómo ibas a negarte a curarme de la oscuridad?—dijo levantado una ceja—Pansy no es muy buena guardando secretos, deberías saberlo ahora que sois tan…"amiguitas".
Hermione frunció el ceño ante el tono de burla que percibió en las palabras de Draco. Sabía que no sería tarea fácil hacerle entrar en razón pero tenía que intentarlo, se lo debía por la historia que habían tenido y a pesar de que hacía tiempo que se habían convertido de nuevo en enemigos que luchaban en bandos diferentes…aún lo amaba y necesitaba comprobar que a pesar de todas las cosas que él había hecho bajo el mandato de Voldemort, a pesar de haberse convertido en el mortifago más letal de su amo, a pesar de todo eso…aún quedaba algo que salvar de su corazón.
Ella lo conocía; había conocido al Draco de verdad, había comprobado con su propio cuerpo y alma que Draco Malfoy era capaz de amar y que dentro de la armadura de acero que él mismo se había creado aún había un corazón que anhelaba terminar con toda esta guerra y sentirse libre.
Porque Draco Malfoy no ansiaba nada más en esta vida que ser libre: desde que nació fue preparado e instruido para un tipo de vida; se le impusieron valores y creencias y nunca se le dejó cuestionar o tener una opinión diferente.
Hasta que llegó ella y experimentó la maravilla de sentirse él mismo; ahí empezó a cuestionar toda su existencia y el deseo de libertad empezó a nacer en su interior.
Habían tenido esa conversación en numerosas ocasiones; después de haber hecho el amor apasionadamente o simplemente cuando se refugiaban de todo en este mismo lugar donde estaban ahora…pero la maldita guerra se cruzó en el camino de ambos y las decisiones que tomaron hicieron que ese sentimiento de libertad se fuese apagando en Draco por miedo y cobardía.
Aún así, Hermione estaba segura de que aunque fuese muy pequeño, el sentimiento aún permanecía en lo más escondido de su interior. No tendría sentido que Pansy Parkinson hubiese acudido a ella si esto no fuese así.
No tendría sentido que él, un sangre pura de las Sagradas Veintiocho y el mortifago más letal y despiadado de Voldemort, confesase la historia de amor que había vivido con una sangresucia, nada menos que con la hija de muggles más buscada del régimen de Voldemort.
Hermione se armó de valor y se sentó a su lado, admirando como caía el atardecer. Si cerraba un momento los ojos parecía que se había transportado a años atrás: ellos dos disfrutando de un atardecer más en ese rincón apartado del Londres Mágico.
—Supondría qué podrías estar aquí. —dijo Hermione casi susurrando, afectada por la nostalgia de los recuerdos que se arremolinaban en su mente.
—Acertaste, como siempre. Pero no has contestado mi pregunta— Draco la miró fijamente a los ojos, intentando mantener un tono serio y distante— ¿Has venido a salvarme?
—Draco…¿No estás cansado de esto?— los ojos de Hermione comenzaron humedecerse y el chico apretó los dientes, no podía romper su coraza ahora—.
—Cansado…¿De qué Granger? ¿De ver como torturan a mis padres cada vez que fallaba en una misión? ¿De recibir crucios y torturas que tú ni siquiera imaginas cada vez que muestro debilidad? ¿Cansado de matar a cada puto soldado de la Orden que se me cruza por el camino para así garantizar que mis padres sigan vivos aún temiendo que uno de ellos puedas ser tú? — cada pregunta iba cargada de más rabia cuando la soltaba, tenía los puños apretados con tanta fuerza que había comenzado a sentir como sus uñas se hincaban en la palma de su mano comenzando a escocerle— Sí, estoy cansado…pero es lo que debo hacer. Tú elegiste por los dos ¿Lo recuerdas?
—Sabes que no fue así como pasó…yo no tenía elección. No podía irme a América contigo y abandonar a todos.
—Pero decidiste abandonarme a mí.
—¿Cómo te atreves?— Hermione se levantó de golpe y lo fulminó con la mirada— te propuse una salida, para tí y tus padres. La Orden aceptó esconderos.
—No me hagas reír Granger— dijo Draco mientras reía con descaro— ¿Quieres que te recuerde que pasó con vuestro cuartel tras la Batalla de Hogwarts? ¿Quieres que te recuerde la marca que llevamos los mortifagos? ¡No había escondite para nosotros en Inglaterra!
Draco se puso frente a ella, comenzando a respirar profundamente intentando mantenerse más calmado; pues que dejase salir su ira de esa manera no era bueno, nada bueno. Cualquier tipo de emoción haría que se derrumbase su coraza y no estaba seguro de que sentimientos podrían salir a flote.
Ya no podía más, llevaba semanas que había entrado en una espiral de la que no veía salida posible y todo empezaba a oscurecerse cada vez más en su interior.
Ni si quiera su mejor amiga podía ayudarle, ella no entendía lo que era sentirse muerto en vida y Theo…Theo había huído junto a los Greengrass.
Todo se estaba derrumbando a su alrededor; El Señor Tenebroso cada vez estaba más ansioso y eso hacía que fuese más cruel y despiadado.
—No necesito que me recuerdes la marca que llevas; estuve toda una noche abrazándote mientras temblabas el día que te la impusieron— dijo Hermione suavemente alzando una mano hacia su brazo para tocarle pero Draco la esquivó antes de que ella si quiera llegase a rozarle.
—¿Qué es lo que pretendes Granger? No tenemos tiempo y lo sabes, así que ve directa al grano.
—Estamos cerca del final…se que tú también lo notas.— Hermione cerró los ojos por un momento intentando reprimir las lágrimas y al abrirlos suspiró— Entrégate; Entrégate a la Orden.
Las palabras de Hermione impactaron en Draco como si de miles de crucios se tratase.
—Sabes que eso es un suicidio—dijo el chico apretando los dientes— jamás me perdonarán por mis actos.
—Lo sé.
—Y que eso…podría sentenciar a muerte a mis padres.
—Lo sé.
—¿Entonces? — preguntó Draco más confuso aún— ¿Pretendes que después de todo lo que he hecho voy a entregarme cuándo casi llega el final? ¿Pretendes que todo esté horror que me acompaña haya sido en vano? ¿Qué no haya servido de nada que sacrificase lo más puro que una vez tuve en mi vida? — dijo mientras se acercaba y acariciaba uno de los rizos de Hermione—. No pienso hacerlo; no puedo desaparecer y dejar a mis padres a su merced…sabes que no puedo.
Hermione suspiró. Ella sabía que estaba pidiéndole demasiado; si él desaparecía Voldemort mataría a sus padres: nadie creería que su solado más inteligente podría ser capturado por La Orden.
Y la otra cara de la moneda es que la Orden jamás le perdonaría, él no había hecho nada a favor de la Orden, solo matar y destruir.
Pero Hermione sabía que era la única manera de actuar: Harry estaba a punto de destruir el último Horrocrux y ya solo quedaba que se enfrentase a Voldemort. Era el momento de apartar del camino a Draco, facilitaría las cosas para la Orden y quizás si se entregaba antes del final y La Orden por fin ganaba la guerra…quizás si todo se diese como Hermione planteaba, no le diesen el beso del Dementor y aunque estuviese encerrado…al menos tendría alma.
Hermione se acercó más a Draco, acarició su mejilla como solía hacerlo y el chico cerró los ojos y se puso tenso, como si le doliese el roce de los dedos de la chica en su rostro.
—Aún tenemos una oportunidad- dijo Hermione con tono esperazandor; Draco abrió los ojos y se detuvo en la mirada cargada de nostalgia de la chica; apoyó su frente contra la de ella y suspiró.
—Esto no es una oportunidad para nosotros; Es una oportunidad para la puta Orden. De nuevo los escoges a ellos.
Draco bajó hasta sus labios y los atrapó con fuerza, descargando toda la rabia que sentía, Succionando el labio inferior de Hermione hacia su boca y provocándole una pequeña herida; cuando notó el sabor metálico de la sangre soltó el labio de la chica y sonrió pícaramente mientras se alejaba del agarre de Hermione
—Tan deliciosa como siempre. —Hermione intentó acercarse de nuevo a él, necesitaba hacerle entrar en razón pero Draco le dio la espalda y levantó la mano a modo de despedida mientras se preparaba para aparecerse.
— Nos vemos en el final de la guerra, Granger.
