A la mañana siguiente, Elsa recibió una carta desalentadora, tenía asuntos urgentes que atender, y por lo tanto, su visita a las Islas se iba a acabar.

—Esto no puede estar pasando—exclamó Anna, furiosa

—Annie, sabes como son las cosas, así que no hay nada que hacer al respecto— Elsa dió una pausa — a menos que quieras ir con ellos— propuso mientras señalaba con la mano a los príncipes sureños, que se encontraban inocentes de la conversación.

—Está bien— contestó la pelirroja desanimada.

Las dos familias empezaron a reunimos.mrm. .. . rse en la puerta del comedor. Al entrar cada uno se dirigió a sus respectivos puestos. Los reyes a cada extremo, y sus hijos en las sillas siguientes, eso sí, teniendo en cuenta el orden de nacimiento de cada uno, por lo que Hans y Anna estaban muy cerca, cosa que no ayudó al ambiente.

Y mientras que unos, como Anna, permanecían despreocupados y alegres, varios estaban serios y reflexivos.

—Elsa ¡Elsa!— empezó a susurrar Anna, pero lejos de ser discreta, todos excepto a quien se dirigía le prestaban atención.

— Parece que a alguien nunca le enseñaron sobre la discreción, ni sobre cerrar la boca— expresó Judith, hastiada

—¿Disculpa?— respondió la pelirroja enfrente suyo, mientras se levantaba de la silla, ofendida

—Ni siquiera dormida dejas de hablar, además eres perezosa, vaga, indiscreta, y muy, pero muy infantil— la castaña hizo una pequeña pausa —asustas a los demás, jamás guardas secretos, y cuando alguien te manipula luego de que tu le dieras las cuerdas, esa persona es un monstruo.

Luego de que Judith terminara, percibió un movimiento casi enfrente suyo, era Hans, que había dejado de comer.

—¿Qué?

—Ustedes son muy graciosas, es todo.

—Ajá— respondió Anna hastiada

—No se molesten por el imbécil, suele decir cosas sin sentido— afirmó Ulrik

—Aquí el que dice y hace cosas sin sentido eres tu ¿O tengo que recordarte que confundiste a un hombre con una mujer?— ante el comentario que Hans soltó, casi todos los presentes soltaron una carcajada

—Tu le pegaste al hijo de tu jefe.

—Mi jefe luego me felicitó.

—¡Mentiroso!

—¡Silencio!— espetó Kristine, incómoda —No los quiero escuchar, a ninguno de los dos.

—Pero.

—Pero nada.

Y ahí, la discusión terminó.

{...}

—¿Elsa? ¿Qué te sucede?— preguntó Angelica

—Anna sigue molesta porque ya nos vamos.

—No la entiendo— la menor hizo una pausa —primero se molesta porque no quiere estar aquí, y ahora le molesta que ya nos vamos.

—No la juzgues demasiado, está en una edad muy joven, así que es normal que no esté segura de quién es.

—No hablas en serio.

—Si lo estoy haciendo.

—Els, date cuenta, únicamente le tienes paciencia y le perdonas todo porque no pudiste tener contacto directo con ella. Y ella siente que tiene derecho de hacerte sentir mal por eso ¿y sabes qué es lo peor de todo? Que sientes que mereces ese maltrato, cuando no es verdad —intervino Lilian, preocupada

— Marie podrá ser una de las menores, pero eso no le da derecho de comportarse como una niña inmadura y de tratar a todos como se le da la gana— finalizó Angélica —será mejor que nos apuremos, el barco sale a las 2.

{...}

Kristine caminaba paciente hacia las habitaciones del ala norte (en donde se encontraba la familia real) pero no hacía su habitación, sino a la de Hans.

Luego de caminar hasta el final del corredor giró hacia su derecha y golpeó tres veces, pensó que su hijo iba a abrirle casi de inmediato, pero sucedió todo lo contrario. En vista de que no había respuesta, tocó la puerta de nuevo, sin respuesta a cambio.

—¿Hans?— pronunció mientras abría con cuidado

Observó, la habitación estaba tan limpia como siempre, con los libros organizados en estanterías, un escritorio con unas plumas en los costados, la cama pulcramente tendida, y las ventanas y el balcón abierto.

Johanne buscó al más joven, para encontrarlo ensimismado en sus pensamientos, mientras que guardaba varias cosas en unos cajones.

—Alexander— habló la mujer

—¿Si, madre?

—¿Sabes lo decepcionada que estoy?

—Lo sé.

—No, no tienes idea.

—Perdón

—Y quita esa cara de drama, que me sacas de quicio.

—Sí señora, perdón.

—Ven aquí— ordenó la reina, mientras extendía sus brazos

Poco a poco, los dos se abrazaron como despedida. Se mantuvieron en el abrazo por un rato, hasta que la mujer lo soltó con poca delicadeza y sin mediar palabra, se fue, como suele hacerlo.


Buenos días / tardes / noches!

Lamento en sobremanera el abandono de este fic, han pasado demasiadas cosas, y por lo tanto no he podido actualizar.

A pesar de todo, ya estoy escribiendo el capítulo 12, y cuando lo termine, publicaré el capítulo 10.

Sin más que decir decir, muchas gracias por su paciencia, y estaré actualizando dentro de poco.

¡Corderito fuera!

Por cierto, es posible que hayan visto varios cambios en los personajes (nombres, personalidades, etc).

Lo más probable es que haga otros cambios pequeños, tratando en lo posible de no afectar la trama.

Bye!!