NA: ¡Holaaaa! La espera ha sido un poco larga, pero aquí vengo con otro capítulo :) Y no olvidéis que hoy es domingo, así que habrá nuevos capítulos de "De odio, amor y tragedias" y "De odio, amor y venganzas" :3
¡Espero que os guste!
Capítulo 4: Agua, fuego y cambios.
Hermione se había despertado temprano aquella mañana. Intentó volver a dormirse, pero algo la mantenía demasiado inquieta. Era como un sonido blanco en su cabeza que nunca cesaba y que se hacía más y más incómodo a medida que iba siendo consciente de su existencia. No lo entendió hasta transcurridos unos minutos, cuando se movió en el sofá y su gato, hecho un ovillo a sus pies, se quejó en respuesta.
La carta a Beatrice Brown.
Lo que la tenía así de agitada era la carta que le había pedido a Crookshanks que mandara la noche anterior.
Para su sorpresa la recordaba de principio a fin como si hubiese quedado grabada en su memoria. Se permitió darle un repaso mental:
Estimada señora Brown,
Mi nombre es Hermione Granger y soy estudiante de último año en Hogwarts. Le escribo en relación a uno de mis compañeros: Draco Malfoy.
Ha llegado a mis oídos la horrible maldición que usted dejó caer sobre él hace poco tiempo, y lo cierto es que quedé completamente horrorizada al respecto. ¿Por qué le haría algo así a un chico que no tiene nada que ver con los pecados de su padre? ¿Por qué no castigar directamente a Lucius Malfoy? ¡Él fue quien usó su posición de poder para lastimarla, no su hijo! Además, ¿qué sentido tiene maldecir a alguien de esta manera? Déjeme decirle que es de muy mal gusto.
Sé que usted es hija de muggles. Yo también lo soy y, por eso, entiendo perfectamente la frustración y la rabia que da que aún existan prejuicios estúpidos que solo dañan a las personas y crean una barrera social entre brujas y magos de la comunidad mágica. Y siento muchísimo que la despidieran de su trabajo por una campaña de odio a personas como nosotras iniciada por Lucius Malfoy, pero eso no es excusa para tomarla con su hijo.
Le pido encarecidamente que recapacite y tome represalias contra el verdadero culpable de todo esto. Además, le imploro que me diga la cura de la maldición de Draco o que, al menos, me dé una pista de cómo podemos solucionarlo. El chico lo está pasando realmente mal, y cada día va a peor.
Sea justa, por favor.
Un saludo,
Hermione Granger.
Cuando Malfoy se despertó, aún era temprano. Todavía no había alumnos en la sala común, así que aprovecharon para vestirse dándose la espalda. No hablaron entre ellos, ni siquiera cuando empezaron a escuchar que Harry y Pansy discutían por algo en su parte de la estancia. El fantasma de lo que había pasado el día anterior en el despacho de Snape todavía estaba muy presente entre ambos, lo cual solo añadía una pizca más de incomodidad a todo lo que estaba pasando entre ellos. Estaban atados y sin posibilidad de separarse, ni siquiera en los momentos en los que a Malfoy… le pasaba lo de la maldición. Hermione recordó con vergüenza cómo se había tocado en aquella aula vacía pensando en lo que el Slytherin estaba haciendo a sus espaldas. Y ella odiaba admitirlo, pero había sido… placentero. Esa mezcla de morbo y subidón de "lo prohibido" todavía le provocaba estremecimientos, así como el hecho de haber podido ser descubierta le daba escalofríos. ¿Qué hubiese pasado si no llega a sacar la mano del interior de su falda a tiempo? ¿Cómo hubiese reaccionado Malfoy?
Hermione trató de quitarse esos pensamientos de la cabeza concentrándose en las clases. Tomaba apuntes detallados sobre Historia de la Magia cuando Malfoy la interrumpió inclinándose sobre su pergamino para hablar con Pansy.
—¿Dónde está Blaise?
Esta pareció repentinamente extrañada. Miró a su alrededor, pero no había rastro de Zabini.
—Ahora que lo dices, creo que tampoco ha bajado a desayunar. ¿Tú has visto a tu amigo? —le preguntó a Harry. Este negó con la cabeza. Pansy se encogió de hombros—. A lo mejor han huido a Londres a denunciar esta tortura de castigo al Ministerio.
Harry bufó y ella lo fulminó con la mirada.
—¿Algo que objetar, Potter?
—Oh, no, nada en absoluto —repuso él—. De hecho, coincido contigo en lo de que esto es una tortura.
—Ya, claro. Más quisieras volver a tener la oportunidad de estar tan cerca de mí en otra ocasión —replicó Pansy con altanería.
—Sí, porque estar cerca de ti es un lujo.
El sarcasmo de Harry se podía tocar en el ambiente. Las chispas que saltaban de los ojos de la chica también.
—Debe serlo cuando ME HAS TOCADO EL CULO ESTA MAÑANA.
—Y dale. ¡QUE ESTABA METIENDO EL BRAZO EN LA TÚNICA CUANDO TÚ HAS PASADO DEMASIADO CERCA! ¡ES QUE PARECE QUE LO HACES QUERIENDO!
—¡SILENCIO! —gritó el pequeño profesor de manera exasperada, llamando al orden de nuevo.
Draco y Hermione se miraron a la vez, compartiendo un instante lleno de significado en cuanto a lo extraño de esos dos, pero sin decirse nada en voz alta. No tuvieron la necesidad de hablarse en el transcurso de la siguiente clase, así que no lo hicieron. Sin embargo, todo cambió cuando el profesor Lockhart anunció que aquel día aprenderían un hechizo nuevo del que Hermione jamás había oído hablar, un supuesto hechizo defensivo sobre el que dio una breve explicación que dejó más preguntas que respuestas para después hacer a toda la clase buscar una pareja con la que practicar. Harry se puso con Pansy y Hermione hizo lo propio con Draco por motivos obvios. Ron y Blaise seguían sin aparecer, Hermione se preguntaba dónde se habrían metido cuando Lockhart hizo una señal para que comenzaran con la parte práctica de aquel día. Los alumnos agitaron sus varitas hacia sus respectivos compañeros, diciendo el hechizo en cuestión en voz alta y a la vez. Hermione pestañeó cuando sintió como una especie de pellizco en el estómago. Cuando abrió los ojos de nuevo, había cambiado de posición… y supo de inmediato que algo iba terriblemente mal. Hermione fue la primera que empezó a hiperventilar cuando bajó la mirada, horrorizada, y encontró que aquellas enormes manos de venas marcadas no eran las suyas. Sus dedos ahora eran largos, tenía un anillo con la forma del escudo de Slytherin en uno de ellos y temblaban mientras sostenían la varita de Malfoy. Además, aquel cuerpo se sentía pesado, casi exhausto. Cuando volvió a mirar al frente, se vio a sí misma con una expresión escandalizada mientras se tocaba el pelo y enredaba sin querer los dedos en él.
Un grito ahogado general inundó la clase cuando los alumnos empezaron a comprender que aquel hechizo les había hecho cambiar de cuerpo con la persona que tenían delante.
—¡DEVUÉLVEME MI CUERPO! —gritó Pansy con voz muy aguda y desesperada desde el interior de Harry, y a ella se unió el resto de compañeros.
Hermione miró alrededor, buscando al profesor a cargo para que solucionase el problema. Lockhart se secaba el sudor de la frente con un pañuelo de tela bordado en las esquinas. Parecía estar al borde del colapso mental.
—¡Vaya! —exclamó por encima del griterío de los alumnos—. Es posible que me haya equivocado con el hechizo —dijo, y luego se rio de manera nerviosa.
—¡Eso es evidente! ¡Haga algo, maldita sea!
Miró a Malfoy, y se vio a ella enseñándole los dientes al profesor en un gesto de asqueamiento total. Era raro escucharse a sí misma gritar de aquella manera tan indecente a un profesor, verse mirando de esa forma tan altiva que rozaba la irrespetuosidad.
—¡Mucho me temo que no sé revertir el efecto! —dijo, forzando una sonrisa para tratar de quitarle hierro al asunto, aunque consiguió todo lo contrario: todos los presentes empezaron a enloquecer. Cuando alguien gritó que avisaran a Dumbledore, el profesor prosiguió con voz temblorosa—. Esta mañana se nos informó a los docentes que Dumbledore no está en el castillo, ni él ni la profesora McGonagall. Ambos han ido al Ministerio de Magia para reunirse con el ministro en base a la explosión del aula de Transformaciones del otro día, ya sabéis, a rendir cuentas de lo ocurrido y a asentar medidas de seguridad que prevengan que algo así vuelva a ocurrir.
Todo el mundo se giró para mirar a Harry, la mayoría con ojos asesinos.
—¡Yo no soy Potter! ¡Él lo es! —dijo Pansy señalando su cuerpo unos metros más allá, que a su vez señaló al cuerpo de Draco.
—¡No fue mi culpa! ¡Fue de Malfoy!
Todas las miradas se posaron entonces en Hermione, que estaba atrapada en el cuerpo del Slytherin.
—¡Eh, que yo no soy Malfoy! ¡Él está en mi cuerpo! —gritó Hermione con la voz grave de Draco.
Todo se convirtió entonces en una completa confusión, situación que aprovechó el profesor para desaparecer de la vista de todos que, resignados a tener que esperar a que Dumbledore volviera para solucionar aquel lío, salieron de la clase y pusieron rumbo al gran comedor. Para sorpresa de las parejas castigadas, Ron y Blaise estaban allí.
—¿Dónde demonios habéis estado? —espetó Pansy mientras se sentaba. Ella y Draco eran los que se encontraban de peor humor tras el incidente de la última clase. Blaise, que no sabía nada de esto, miró con cierta confusión a la persona que le había hablado.
—Oye amigo, ya sé que la compañía de Pansy puede ser un tormento a veces, pero no lo pagues conmigo.
—¿Cómo es que tu voz suena extrañamente… dispersa? —inquirió la chica usando la voz de Harry.
Blaise sonrió, abrió su mochila y sacó una bolsa de papel marrón. Cuando sacó el contenido de esta disimuladamente para evitar miradas de fisgones, pudieron ver una botella de whisky de fuego a la mitad.
—¿Estás borracho? —preguntó Draco, y luego pareció molestarse porque el tono era demasiado fino para lo que había querido transmitir en un principio.
—Oh, sí, querida Granger —respondió este—. Verás, tu querido amigo y yo llegamos a la conclusión de que no podía pasar un día más sin… ya sabes, asearnos.
—Y habéis echado mano de la desinhibición propia del alcohol para…
—Exacto, tomar una ducha.
—¿Me estás diciendo que tomar una ducha os ha llevado toda la mañana?
Blaise miró a Ron con una sonrisa torcida y este enterró el rostro en las palmas de sus manos, completamente avergonzado de repente.
—Digamos que… nos hemos tomado nuestro tiempo.
Draco miró la botella como si se tratase de un regalo divino.
—Ese plan es…
Dejó la frase en el aire.
—Es… ¡perfecto! —exclamó Pansy. Ella y Draco se miraron a los ojos un instante, y todos pudieron ver que ambos estaban pensando exactamente lo mismo. A continuación, ambos se lanzaron a la vez a la bolsa de papel que seguía sosteniendo su amigo. Pansy aprovechó su nueva fuerza para arrebatarle la botella de las manos a Draco. Luego dio un gritito de alegría y Harry se estremeció al verse a sí mismo actuando de esa manera.
—Oh. —Blaise parecía confundido—. He tenido que convencer a vuestro amigo para hacer esto. No sabía que vosotros fuerais a estar tan… dispuestos. Además, ¿beber alcohol dentro del castillo no iba contra las normas, Granger?
Sonrió de nuevo, y aunque claramente su intención fue la de molestarla, esto no le funcionó. Draco cogió una patata frita de la fuente y se la tiró a la cara.
—Yo no soy Granger, idiota. —Hizo un gesto con el pulgar hacia donde estaba su cuerpo—. Ella lo es.
Acto seguido Hermione procedió a dar las explicaciones pertinentes para poner a los chicos al corriente de lo que había pasado en la clase de Lockhart.
—Y para terminar, ya que lo preguntas, Zabini… Sí, beber alcohol en Hogwarts está completamente prohibido para los alumnos.
—Oh, vamos, cállate —se quejó Draco—. No uses mi voz en ese tonito tan…sabihondo.
Hermione abrió mucho las fosas nasales del Slytherin.
—¡No uses la mía de ese modo tan impertinente, pues!
—¡Vaya! ¿Entonces habéis cambiado todos de cuerpo por error? —Se rio Blaise—. Para una vez que me salto las clases y pasa algo interesante.
—Yo no describiría esto como «interesante» exactamente —protestó Draco, sirviéndose una buena porción de estofado en su plato.
—Ey, no te pases —le advirtió Hermione.
—Ya sé que para ti es espléndido estar en mi piel, pero me temo que yo no puedo decir lo mismo —replicó el chico.
Hermione le dio un codazo con ganas, arrepintiéndose casi instantáneamente. Ese gesto seguramente le causaría un moretón, moretón que ella misma tendría que sufrir en cuanto aquella pesadilla pasara y recuperara su cuerpo. Bufó y lo (se) miró de mala gana.
—¡Me refería a la comida! Conseguirás que me dé un cólico con toda esa cantidad.
—¿Ahora te preocupa engordar, Granger? —se burló Pansy. Pero Hermione ya había tenido suficiente de provocaciones, así que optó por hacer oídos sordos.
Cuando el almuerzo terminó, Harry y Pansy, que estaba contentísima con su botella de whisky de fuego, se fueron por un lado. Ron y Zabini se fueron por otro. Hermione y Draco se quedaron plantados en el vestíbulo, como esperando a que pasara algo que les indicara qué debían hacer a continuación.
—Tenemos una hora libre. ¿Deberíamos conseguir también nosotros…? —susurró Hermione, mirando la puerta abierta del castillo de soslayo. A pesar de tener sus dudas acerca del uso de bebidas alcohólicas para sobrellevar el momento que sabía que tarde o temprano acabaría sucediendo, una parte de su mente no podía evitar apreciar las ventajas. Bebían, perdían la noción de todo por un rato y luego ninguno se acordaba de nada. Y ambos, por fin, podrían tener su merecida ducha después de cuatro días descuidando su higiene personal.
Daphne pasó por al lado de ella como una exhalación, chocando el hombro con el suyo en un gesto que parecía cien por cien deliberado. No se volvió para mirarlos, simplemente siguió su camino con paso ligero y la cabeza bien alta.
—Ella no estaba en la clase de Lockhart, ¿verdad? —preguntó la Gryffindor mientras veía cómo la mirada de Draco se oscurecía al ver a su ex alejarse—. Creo que este golpe era para ti.
El chico gruñó por lo bajo.
—Vamos.
Ambos recorrieron los terrenos del castillo y pusieron rumbo a Hogsmeade. Caminaron en silencio durante un buen rato, cruzándose con algún que otro alumno que corría en dirección contraria debido a las negrísimas nubes que habían encapotado el cielo en poco menos de unos minutos.
Cuando llegaron a su destino, fue Draco el encargado de hablar con el camarero que se encontraba tras la barra.
—Una botella de Whisky de fuego —ordenó.
Hermione le echó una rápida ojeada al hombre, cuyos largos cabellos grasientos se le pegaban a la rechoncha cara. El descuidado y sucio delantal que llevaba hacía pensar que las rutinas de limpieza en el lugar eran de dudosa existencia. El establecimiento era bastante oscuro, el mobiliario estaba roído y viejo y se apreciaba una capa de polvo de dos dedos de grosor allá donde se mirase. Hermione no había pisado muchas veces ese lugar, pero le resultó inconfundible: estaban en Cabeza de Puerco y, por desgracia, no estaban solos. Un puñado de hombres gordos y calvos bebían de vasos sucios mientras analizaban su cuerpo de arriba abajo con repugnantes miradas llenas de deseo que le revolvieron el estómago.
—Vaya, es la segunda vez que unos chicos como vosotros piden eso en lo que va de día. ¿Es que estáis organizando una fiesta en Hogwarts, cielo? —le dijo el camarero poniéndole ojitos.
—Sí, y si es así, ¿me invitarías, cariño? —preguntó uno de los clientes con clara morbosidad en la voz.
Por primera vez desde que se conocían, Hermione se arrimó a Draco y se inclinó cerca de su oído.
—Vámonos de aquí —le suplicó en un susurro.
—Eh, chico, ¿por qué no compartes a tu ligue con nosotros? —propuso otro de los hombres.
Draco se puso de puntillas para mirar por encima del hombro de Hermione. Su hombro, en realidad.
—¡Cállate, marrano! —gritó.
A Hermione se le cayó el alma a los pies.
—¿Qué haces? —murmuró con nerviosismo, intentando que solo él pudiera escucharla.
—¡Eh, controla a tu novia, chaval! —le gritaron. Hermione se giró con los puños apretados.
—¡Controla tú tus abominables inclinaciones ilegales! —le respondió—. ¡Debería darte vergüenza, solo tengo 17!
El camarero puso la botella sobre la mesa y extendió la mano. Draco se palpó las caderas unos segundos antes de caer en la cuenta.
—Ah, ya.
Metió una mano dentro del bolsillo del pantalón de Hermione y sacó una cartera forrada en piel de serpiente. Le pagó al hombre y luego se dispuso a abandonar el mugroso local.
Sin embargo, antes de que pudieran irse, uno de los clientes, borracho como una tuba, apoyó con fuerza su vaso contra la barra.
—¡Otra ronda, Tony! —exclamó, haciendo que Hermione se aproximara más a Draco—. ¡Y sírvele algo también a esta señorita tan guapa para que no se vaya tan pronto!
El borracho sonrió tontamente y estiró un brazo para tocarle la cara a Draco con sus roñosos dedos.
—No me toques —le advirtió este.
—Vamos preciosa —el hombre hipó un par de veces antes de seguir—, no seas así.
Hermione agarró al Slytherin del brazo y tiró de él hacia atrás, sacando la varita del chico con un rápido movimiento y poniéndosela entre ceja y ceja al borracho.
—Ha dicho que no le toques —rugió, sorprendiéndose a sí misma de la ferocidad de su voz.
—Está bien, está bien, vamos a calmarnos —dijo el camarero, saliendo de debajo de la barra—. Francis, cállate la boca o te echo a patadas —le ordenó al hombre, que apoyó los brazos y la cabeza en la barra y se puso a dormir—. Y vosotros dos, más vale que os vayáis o tendré que avisar al director Dumbledore de lo que estáis haciendo.
Draco le puso mala cara y él y Hermione al fin pudieron irse.
Fuera había empezado a chispear, por lo que se vieron obligados a caminar con apremio hacia el castillo. Para cuando traspasaron la puerta del colegio, estaban empapados. Por suerte, todos los alumnos estaban en sus respectivas clases y los que, como ellos, tenían hora libre, definitivamente no estaban a la vista.
Ambos se sostuvieron la mirada unos segundos.
—¿Dónde…? —empezó diciendo él.
Hermione sabía de un lugar idóneo, así que se puso en marcha. Unos minutos más tarde, después de haber subido y bajado escaleras, de haber recorrido pasillos y más pasillos, al fin llegaron al baño de prefectos. La Gryffindor sabía que debían bloquear la puerta para evitar ser descubiertos, pero cuando Draco lo hizo, de repente sintió que alcanzaba un nivel preocupante de ansiedad.
—¿De verdad es una buena idea? —balbuceó.
Malfoy se acercó a ella, le arrebató la botella de las manos y la descorchó, empezando a beber directamente de la boquilla como si el contenido se tratase de agua.
—¡Para! ¡No te he dado permiso para meterle tanto alcohol a mi cuerpo, harás que colapse!
—¿No es esa la idea? —El chico le devolvió la botella—. Vamos, bebe. No lo pienses, solo hazlo. Terminemos con esto de una vez.
Hermione lo siguió con la mirada cuando se acercó a la piscina del rincón y empezó a abrir los grifos. El agua empezó a correr y ella cerró los ojos con fuerza. Aquello iba a terminar pasando, y tal vez él tuviese razón… no debía pensar tanto, por una vez en su vida tan solo tenía que actuar. Así que alzó el brazo y dio un gran trago a la bebida, que le quemó la garganta como si de una llamarada de fuego se tratase. Whisky de fuego. Sí, tenía sentido.
Le dio otro trago, y luego otro más cuando Malfoy se quitó la túnica y la echó a un lado, empezando a desabrocharse los botones de la camisa. Su camisa.
Dio otro desesperado trago, tan largo como su garganta le permitió.
—¿Por qué esto no ayuda por más que beba? —preguntó con impaciencia.
—¿De verdad? A mí ya me ha subido —respondió él—. Déjame adivinar… es la primera vez que tu cuerpo prueba el alcohol.
Se rio con una risa tonta y desinhibida mientras se bajaba la cremallera de la falda. Hermione quiso gritar de la frustración. Él se estaba desnudando, la estaba desnudando. Aunque al menos no estaba siendo realmente consciente de lo que hacía.
Se terminó lo que quedaba en la botella y también empezó a quitarle capas de ropa al cuerpo de Draco. Su torso era duro, sus abdominales definidos, y… y era muy extraño estar en su cuerpo en esa situación. Trató de ser todo lo respetuosa que pudo y no se miró demasiado, aunque notaba cómo el alcohol ya iba haciendo su trabajo. Tuvo que agarrarse al lavabo para no caerse de espaldas cuando notó que le empezaban a fallar las piernas. Sin embargo, aquella sensación de pesadez pronto se convirtió en una agradable y reconfortante sensación que la invadió hasta el último poro de su piel. Sus ideas del bien y el mal dejaron de existir, y sus preocupaciones se desvanecieron como lo había hecho el contenido de la botella que ahora estaba rodando por el suelo. Observó cómo Draco se metía en la piscina con su cuerpo y de pronto le urgió hacer lo mismo. Terminó de desvestirse mientras escuchaba el agua correr y olía el agradable aroma de lo que parecía ser jabón de vainilla.
No tardó más de un minuto en hacer de las prendas que vestía una bola y lanzarlas a un lado de la habitación sin miramientos.
Draco se frotaba la espalda con la espuma cuando ella metió un pie dentro.
Hermione cerró los ojos, mordiéndose el labio. El agua tenía la temperatura ideal y el vapor que emanaba de él le proporcionaba a la habitación un aspecto tan relajante que no pudo evitar suspirar de placer. Él la miraba mientras se metía poco a poco. Cuando estuvo dentro del agua por completo volvió a abrir los ojos, que se encontraron de nuevo con los suyos.
Apartaron las miradas.
Todo era tan… incómodo. Sus cuerpos estaban intercambiados y estaban dándose un baño juntos. Hermione trató de no pensarlo, pero no podía evitar sentir la tonificación de los abdominales cuando se movía, o el volumen y la nueva fuerza de sus brazos, así como sentía el fino y corto pelo pegándose a su frente con el vapor del agua, o la creciente excitación de aquel cuerpo ajeno en la empapada ropa interior.
Oh, no. ¿En qué momento había pasado aquello? Estaba espantada solo de pensarlo, así que dijo lo primero que se le ocurrió que podría… bajar aquello.
—Tú y Daphne…
La mención de ese nombre hizo que Draco la mirara de hito en hito al instante. Era la primera vez que se veía a sí misma tan a la defensiva.
—¿Qué? —espetó él.
Transcurrieron unos largos segundos antes de que Hermione volviera a hablar. Necesitaba analizar la situación un momento, y el alcohol ayudó bastante a su propósito. Tampoco era como si estuviera en sus completas facultades mentales, a decir verdad.
—Aún la quieres.
Aquella afirmación lo tomó desprevenido. La dureza de sus ojos se suavizó un poco y los labios formaron una mueca. Tal vez había estado mal sacar el tema a colación, pero había conseguido su objetivo: ya no sentía esa peligrosa excitación que había empezado a aparecer bajo la espuma. Recordar que Malfoy y Daphne eran pareja, y que la hermana de esta le había amenazado muy explícitamente si seguían los rumores sobre ellos dos había sido suficiente para que cualquier pensamiento equivocado desapareciera de su mente.
Había perdido la esperanza de que Draco respondiera cuando, de repente, suspiró profundamente y la sorprendió haciéndolo.
—Es curioso que digas eso.
—¿Curioso?
—Sí. Toda mi vida he sido considerado un narcisista, una persona que no puede amar a nadie más que a sí mismo. Lo sabes bien, ¿verdad? Tú también lo piensas. Todo el mundo lo pensaba, y por eso nadie me dejaba demostrar lo contrario. Pero luego llegó ella y vio más allá de todo eso, me vio a mí, y me dio la oportunidad. Y no sé por qué te estoy contando esto, seguramente sea el alcohol, pero si quieres una maldita respuesta… sí, aún la quiero, y estoy deseando que se acabe este estúpido castigo para arreglar las cosas con ella.
Hermione se removió un poco en el sitio. No sabía qué le sorprendía más, si el hecho de que se hubiera sincerado de esa manera o que pareciera haber insinuado que Daphne había sido su primera y su única vez.
No podía creerlo. Hasta ella había experimentado más en ese sentido.
Y era raro, porque sus palabras sonaban una y otra vez en su cabeza: «Nadie me dejaba demostrar lo contrario». ¿De verdad? Malfoy siempre había sido el típico chico que intimidaba solo con su presencia, ¿pero hasta ese punto? ¿Ninguna chica antes había confiado lo suficiente en él como para involucrarse románticamente con él? ¿Solo Daphne lo había besado, tocado, amado…? ¿Y a qué se debía ese calor repentino en la boca del estómago? ¿Era el whisky? Y si era eso, ¿por qué sentía el pecho encogido?
La sensación era extraña… como un malestar generalizado que había empezado al imaginar a Malfoy con Greengrass, al pensar seriamente en ellos y en la intimidad de su relación por primera vez. ¿Cómo habría sido ser la primera? ¿Habría sido especial? Estas preguntas trajeron imágenes a su cabeza, imágenes muy vívidas: Daphne sobre Malfoy en una espaciosa cama de sábanas de terciopelo, con las piernas a cada lado de su cuerpo, subiendo y bajando, teniendo el control sobre él. Estas imágenes se volvieron borrosas y dieron paso a otra escena: un Malfoy ya experimentado levantándole la falda a la chica en un pasillo oscuro y tapándole la boca con la mano justo en el momento de penetrarla. Y volviendo a intimar en la cama, en el suelo de su sala común, en aquellos mismos lavabos que sus ojos estaban mirando en aquel instante.
La cara de Hermione ardía, y no precisamente por el calor del agua. ¿Qué le pasaba? ¿Qué eran todos esos… sentimientos? Se agolpaban en su pecho y le nublaban la razón. ¿Y todo por él? Nunca antes se había sentido atraída por Malfoy hasta ese momento. Ni siquiera había tenido un pequeño interés en él desde que lo conocía. Pero ahora, condenada a no poder separarse de él, había visto una faceta un poco más humana del chico. Le había visto afrontar el dolor de una terrible maldición, sufrir por amor… Era como si acabara de darse cuenta de que en realidad el Slytherin sí tenía sentimientos, sí tenía corazón tras la coraza.
Aquel remolino de pensamientos parecía haberla noqueado como lo habría hecho un puñetazo en la nariz. Y lo peor era que tenía la sensación de que la opción del puñetazo habría dolido menos.
Decidió guardar silencio en mitad de aquel incómodo momento… pero por desgracia este no duró demasiado. La excitación que había conseguido suprimir hasta hacía unos segundos había vuelto, y de manera mucho más brusca. De manera repentina y sin motivo. Quiso pensar en otra cosa para volver a deshacerse de ella, pero aquella vez era diferente. Sus brazos se tensaron del dolor cuando este apareció poco a poco, y Hermione empezó a gemir sin poder controlarlo.
Tras unos segundos de confusión, su cara se puso lívida al percatarse de lo que podría estar pasando.
Oh, no. No, no, no.
Draco entornó los ojos cuando notó su expresión desencajada y Hermione apenas pudo hablar en un susurro para decir:
—Creo… creo que está pasando. ¿E-es eso posible?
Cuando Draco entendió a lo que se refería, tragó saliva forzosamente.
—Afecta a mi cuerpo. Tu estás dentro de mi cuerpo, así que ahora eres tú la que albergas la maldición.
La erección ya era incontrolable, y un molesto hormigueo empezó a aparecer en la punta de sus dedos, extendiéndose paulatinamente al resto de las manos.
—¡Haz que pare! —gritó ella, temblando como nunca antes lo había hecho.
Draco mantuvo la compostura, aunque sus ojos sombríos delataban su evidente preocupación.
—Tienes que hacerlo —fue lo único que dijo.
—¡No! —chilló Hermione.
—Solo así parará —dijo con aparente calma.
¡No! ¡No quería hacerlo! Pero… ¿Qué pasaba si no lo hacía? Sí, moría, ¿pero, quién? ¿Seguiría él vivo en el cuerpo de Hermione? ¿Moriría Draco al morir su cuerpo? ¿Morirían ambos al estar ella dentro de él?
El hormigueo empezó a extenderse por sus brazos, y el dolor lacerante ya la atravesaba como latigazos a cada momento.
No tenía otra opción. Hermione salió de la piscina a toda prisa y se escondió tras un lavabo cercano. La excitación era tan fuerte que dolía, dolía como el infierno.
Clavó la mirada en los azulejos que había frente a ella y trató de dispersarse mientras metía la mano dentro de la ropa interior de Malfoy.
Su miembro era… grande. Pero el dolor empezó a disminuir a medida que se masturbaba. Pensar en ello era perturbador, pero todo estaba siendo tan raro que por más que lo intentara no podía dirigir el rumbo de sus pensamientos en otra dirección.
Sí, estaba en el cuerpo de Malfoy. Sí, este mismo cuerpo estaba empapado y desnudo. Y sí, ella estaba aliviando la erección que aquella horrenda maldición le estaba provocando. Tenía la suficiente experiencia para saber qué era lo que había que hacer, pero no tenía ni idea de lo satisfactorio que se sentiría. Lo agarró con más ganas y se mordió un labio. Una parte de ella estaba horrorizada por su reacción, pero la sensación de placer opacaba cualquier vergüenza que pudiera sentir en el momento.
Dios, era realmente grande. Y ella lo sentía firme en su palma a medida que subía y bajaba. Sabía que luego se arrepentiría, pero en ese momento lo estaba disfrutando. El horror se había transformado en placer, y eso se sentía bien. Se permitió dejar de pensar en las consecuencias cuando las sensaciones se volvieron más intensas. Recordó lo que había estado pensando minutos antes y se imaginó a ella en vez de a Daphne subida en aquel mismo lavabo, con las piernas abiertas y siendo penetrada una y otra vez por el chico cuyo cuerpo poseía en ese momento. El chico cuyo corazón pertenecía a otra persona. Se dijo que podía fantasear con ello, que no era un gran problema. Tan solo lo pensaba porque necesitaba llegar al orgasmo. Entonces, ¿por qué lo estaba retrasando?
Un minuto, dos, diez.
Contuvo un gruñido y, sin pararse a analizar lo que hacía, se rindió y miró hacia abajo. Los boxers estaban caídos a sus pies y la visión de la completa desnudez del cuerpo de Draco la hizo venirse al instante.
Su corazón latía rápidamente mientras se quedaba mirando cómo la pared había quedado impregnada del flujo blanquecino. Necesitaría algún hechizo de limpieza para aquel desastre.
Sus mejillas ardían y su respiración era entrecortada.
Necesitaría también un buen montón de fuerza de voluntad para salir de allí y enfrentar a Malfoy, sabiendo que ambos sabían lo que acababa de pasar tras aquel lavabo. Y, por más que le pesara, sabiendo también que acababa de quedar prendada del Slytherin, y que esto marcaría indiscutiblemente un antes y un después en su vida.
¿Me dejas un review? :)
Cristy.
