NA: ¡Mil gracias por los reviews! No sabéis cuánto ayudan al proceso creativo :) Y para que veáis que no miento, ¡aquí os va otro capítulo!


Capítulo 7: Mente versus corazón.


—¡Orden ahí atrás! —exclamó la profesora cuando un espasmo provocado por el clímax hizo a Hermione mover la pierna, golpear una pata de la mesa y desestabilizar la misma por un segundo. Por suerte, el pequeño grito de la chica pudo ser fácilmente malinterpretado ya que la bola de cristal había rodado del soporte y había estado a punto de caer al suelo.

«¿Orden?», pensó Hermione, todavía un poco aturdida por el ramalazo de placer final, que la había dejado un poquito más confusa que satisfecha. Poco se hablaba del desorden que acababa de invadir su cabeza para ponerlo todo patas arriba.

¿Qué era correcto, qué era incorrecto? Porque estaba segura de que lo que Malfoy y ella acababan de hacer era ambas opciones a la vez y a partes iguales, y eso le hacía sentir que ya nada tenía demasiado sentido.

—Disculpe, profesora —se apresuró a decir, estirando una mano para coger la descarrilada bola de cristal y volver a ponerla en su sitio.

Cuando la profesora volvió a meter las narices en su tan adorado libro, Hermione metió una mano en su mochila y sacó un pañuelo de papel que acto seguido le pasó a Malfoy por debajo de la mesa. El desastre tendría que limpiarlo él mismo.

Ella se ajustó la falda con disimulo, ya que se le había torcido un poco con el ir y venir de manos y el movimiento del cuerpo, y en cuestión de minutos la profesora terminó la lección y los alumnos tuvieron permiso para marcharse.

Ella y Malfoy fueron los primeros en salir. El chico caminaba tan rápido que ella se veía en la obligación de trotar para mantenerse a su altura.

No habían intercambiado palabras desde que habían salido de la clase, pero sabía que se dirigía a algún lugar apartado en el que nadie pudiera enterarse de la incómoda conversación que inevitablemente tenían que tener. Porque, diablos, habían pasado una línea a la que se suponía que no debían ni acercarse. Y ahora estaban al otro lado de la misma y sin saber muy bien cómo volver atrás. ¿Había siquiera un camino de retorno después lo que habían hecho?

Draco entró a un aula abandonada y cerró la puerta cuando la chica también estuvo dentro, y por un instante ambos se quedaron en completo silencio. Él aún con la mano puesta sobre la manilla, ella mirándolo fijamente mientras miles de motas de polvo se interponían entre ellos.

Hermione se estaba preguntando cómo abordarían todo lo que tenían que decirse cuando Malfoy profirió un suspiro. ¿Se sentiría ultrajado de alguna forma? ¿Debía ella disculparse por lo que había hecho? En ningún momento le había pedido que le pusiera las manos encima durante sus crisis. De hecho, Malfoy se lo había dejado claro en varias ocasiones; no quería su ayuda.

Recordarlo sonrojó sus mejillas, sintiéndose más avergonzada que nunca. ¿Cómo se había dejado llevar por la situación? ¿Cómo se había atrevido a tomar una decisión por su cuenta sin preguntarle antes? ¡No era su trabajo resolver el problema, sino suyo!

—Yo… lo siento tanto, Malfoy.

Habían empezado a arderle los ojos y, en consecuencia, una película acuosa en ellos amenazaba con hacerla llorar… pero por suerte el aula era lo suficientemente oscura como para que él se diera cuenta.

El aludido se volvió hacia ella poco a poco, como si por un momento hubiera olvidado que ella también estaba allí. Luego, con una ronquera muy rara envolviendo su voz, dijo:

—Me has salvado la vida, Granger, ¿por qué te disculpas?

Hermione negó con la cabeza y sorbió un poco por la nariz.

—Porque ni siquiera te he pedido permiso antes de actuar —explicó, tratando de que no se le quebrara la voz—. Lo más lógico sería que estuvieras enfadado conmigo, y lo entendería si así fuera. Simplemente pensé que no te quedaba mucho tiempo, y…

—Y tenías razón —le cortó—. Cada vez tengo menos margen de tiempo para actuar. Y cada día que pasa me encuentro… más y más débil —añadió casi entre dientes, como decepcionado consigo mismo por no poder controlar la forma en la que la maldición afectaba a su cuerpo—. Incluso llegué a pensar que el accidente de escoba había sido culpa mía porque sentía que estaba al límite de mis fuerzas. Siempre intento que no se me note, pero…

La chica, que no se atrevía a enfrentarlo y se miraba los zapatos con aprensión, quiso decir algo, pero cerró la boca tan pronto como notó que Malfoy había empezado a dar pasos en su dirección. De repente, al alzar la mirada hacia el chico y darse cuenta de que en sus ojos no existía ningún tipo de rencor o malas intenciones hacia ella, tuvo la sensación de que toda su energía abandonaba su cuerpo y se quedaba floja, exhausta, con los brazos pesándole un quintal a cada lado del cuerpo. ¿Era eso lo que se sentía cuando se caían los muros que habías construido en tu cabeza para mantener las distancias con esa persona con la que se suponía que no debías tener relación? ¿Era esa la tranquilidad que se sentía al comprobar que ya no había peligro?

No, no parecía enfadado con ella. Es más, ni siquiera podía ver ni un atisbo de la enemistad que los había acompañado hasta la clase de Adivinación, como si se la hubieran olvidado debajo de la mesa y ahora todo fuera diferente para ambos. Ahora existía… ¿existía cierta complicidad entre ellos o se lo estaba imaginando? Bueno, él le había confesado su secreto más oscuro y ella había mantenido su palabra de no decírselo a nadie. Incluso se había preocupado de ayudar a ocultárselo a los demás.

Lo cierto era que Malfoy también parecía demasiado cansado como para seguir odiándola tan abiertamente. Estaba claro que el odio consumía su energía, y en su estado ya no estaba para malgastarla a la ligera.

Los silenciosos pasos del chico pronto lo posicionaron frente a ella. Estaba tan cerca que podía escuchar sus respiraciones irregulares, y el corazón le dio un vuelco al percibir el aroma a vainilla y sexo que desprendía su cuerpo.

Malfoy se percató entonces de que Hermione llevaba media camisa por fuera de la falda, dándole un aspecto un tanto desaliñado que nada tenía que ver con su apariencia habitual. Hermione siguió sus ojos y miró hacia abajo, dándose cuenta en ese momento de que colocarse bien la falda en clase no había sido suficiente. Luego volvió a mirar a Malfoy, que fruncía el entrecejo como… como si le estuviera pidiendo permiso.

Ella no sabía muy bien qué pretendía, pero por primera vez en la vida sentía que no había peligro, que podía confiar en él, así que asintió.

Entonces, Draco movió su mano buena para sujetar el arrugado borde de la camisa entre los dedos y tirar de él para acercarla un poco más. Acto seguido, lo metió por dentro de su falda y pasó los dedos alrededor de su cintura para terminar el trabajo.

Hermione se quedó sin aliento. Sentía que era el gesto más íntimo que habían tenido nunca, incluso aunque vinieran de tocarse mutuamente de forma sexual, y por extraño que pareciera… no le disgustó la sensación. ¿Cómo había pasado de querer matarlo un lunes a sentir algo más un viernes? Algo que ni siquiera podía explicar porque era una extraña mezcla de varias cosas a la vez. Si se detenía a identificarlas podía notar cierto grado de nerviosismo, pero no del tipo que experimentas cuando tu cuerpo te avisa de algún peligro, sino del que se siente cuando la persona que te gusta está cerca de ti. También había una sustancial subida de la temperatura corporal, como si el aula hubiera empezado a arder por las esquinas y ella simplemente se hubiera quedado allí, esperando a que el fuego se propagara y se la tragara. El corazón también le latía más rápido, bombeándole sangre directamente a las mejillas, que le ardían bajo la piel. ¿Qué eran todas esas señales?

«Amor», dijo una tímida voz en su cabeza, pero ella rápidamente descartó la idea porque era totalmente ridícula.

Era cierto que había experimentado algo parecido cuando estuvo con Krum, su primer amor, que fue tan ardiente y pasional como pasajero. Pasó mucho tiempo frustrada por no haber podido luchar contra la distancia que los separaba. Luego fue un vecino de su barrio de toda la vida, a quien le había crecido barba y había dado el estirón de un año a otro. Era tierno y amable, y un muy buen amante en la cama, pero fue solo una cosa de verano que terminó cuando tuvo que regresar a Hogwarts. Eran demasiados secretos que ocultar a alguien que no pertenecía a su mundo, y odiaba tener que fingir que era alguien diferente, tan solo una chica común y corriente que no puede mover una varita y arreglar un vaso roto o acercar un objeto sin tener que levantarse del sofá. Un Ravenclaw llamó su atención poco después, alguien inteligente y educado con el que pasó varios meses de encuentros recurrentes en la biblioteca. Siempre era la misma dinámica; ambos estudiaban de forma genuina durante algunas horas y, después, se divertían un poco entre las estanterías de las secciones menos transitadas.

Había tenido algún que otro amante más, la mayoría demasiado esporádicos como para ser tomados en cuenta, pero siempre había tratado de ser lo más discreta posible con todos ellos. Era muy recelosa de su vida privada, y por lo general solía preferir que la gente creyera que era una mojigata a que todos ellos estuvieran al corriente de sus idas y venidas amorosas. Lo cual le hacía preguntarse algo… ¿Debía apuntar a Malfoy en la lista de sus conquistas? La verdad es que sonaba absurdo, casi sin sentido. ¿De verdad lo había conquistado? ¿La había conquistado él?

La había tratado fatal durante años. Sería patético enamorarse perdidamente de alguien que te ha odiado tanto. Eso sería caer muy bajo, pero… pero sabía muy bien que estaba negándose la evidencia a sí misma. Ya era casi una experta identificando las señales que su cuerpo enviaba para avisarle de que se estaba encaprichando de alguien, y lo que estaba sintiendo con Malfoy era muy, muy parecido a esas sensaciones. ¡Si casi podía notar las mariposas revoloteando en su interior! Tan confusas como ella, se estrellaban contra las paredes de su estómago una y otra vez, ansiosas por encontrar una vía de escape.

Hermione también se habría arrojado contra los muros de piedra de aquella aula si eso significaba recuperar el sentido común. ¡No podía enamorarse de Malfoy! ¿En qué momento se le había ocurrido? ¡No, no, no! Pero… ¿qué pasaba si ya lo estaba? ¿Y qué procedimiento debía seguir ahora? Porque él no era como los otros chicos con los que había estado.

Le habría encantado ser capaz de ver a través de sus ojos para mirarse a sí misma y descubrir si él sentía lo mismo. Se habían dado placer mutuamente. Ella lo había hecho por ayudarlo, pero Malfoy también la había tocado a ella y, al fin y al cabo, él no era el que tenía la excusa para hacerlo. ¿Significaba eso que le gustaba? Sabía que el sexo casual no debía ser utilizado para exigirle a una persona ciertos sentimientos hacia uno, pero Hermione notaba que quizás, tal vez…

Draco le pellizcó el dorso de la mano y la trajo de nuevo al presente.

Se sorprendió al ver que allí, en la oscuridad de la clase, las señales de que Malfoy estaba realmente enfermo eran más visibles que nunca. Sus ojeras eran oscuras y profundas bajo sus ojos, sus pómulos se veían afilados sobre sus mejillas, que estaban preocupantemente chupadas hacia dentro, y sus labios secos, rotos, casi blancos… Además, tenía una expresión abatida en el rostro, una expresión cansada y contrariada al mismo tiempo.

—Yo amo a Daphne —le dijo con la mirada fija en el botón de su falda, como si hubiera intuido sus pensamientos y quisiera dejar las cosas claras.

El pecho de Hermione se contrajo como si le hubieran succionado el corazón y no hubieran llenado el hueco con nada más que una profunda decepción.

—Está bien —respondió en un susurro casi ahogado.

Y luego ninguno dijo ni una palabra más.


Hermione había necesitado desesperadamente una distracción durante la cena para no tener que interactuar con Malfoy, así que se había encargado de buscar a Neville con la mirada durante gran parte del tiempo. Todavía estaba el asuntillo pendiente que se traía entre manos, que no era otro que el de averiguar la verdad sobre su accidente de escoba. Al no encontrarlo les preguntó a sus compañeros, pero ninguno lo había visto últimamente por la sala común o los dormitorios de Gryffindor.

Hermione pensaba en esto tumbada en el sofá, mientras esperaba a que el sueño acudiera a ella, pero a juzgar por sus pocas ganas de dormir suponía que debía haberse perdido por el camino. Era cierto que todo lo que estaba pasando la mantenía más despierta de lo que le gustaba admitir: Neville, las manos de Malfoy bajo la mesa, su rechazo, sus sentimientos y pensamientos tan contradictorios entre sí… pero el hecho de descuidar tanto su higiene personal tampoco ayudaba a mejorar las cosas. A ninguno de los dos se le había ocurrido mencionar la posibilidad de ir a darse un baño aquel día, no después de lo que había pasado entre ellos. Apenas se habían dirigido la palabra en realidad.

A Hermione le parecía un atraso que no existiera un hechizo de aseo personal en el mundo mágico. Podías limpiar muy fácilmente manchas y suciedad de prendas de ropa, pero no podías deshacerte del sudor y mal olor de tu cuerpo cuando lo necesitabas. En consecuencia, Malfoy se había rociado medio bote de colonia por encima antes de irse a dormir, y Hermione había optado por lavarse con el agua de una botella, vertiendo su contenido en la palma y restregándosela por el cuerpo bajo el pijama. Por suerte sí que existía un hechizo para secar la ropa, porque de lo contrario estaba segura de que habría pillado un buen resfriado durante la noche.

Seguía dándole vueltas a todo lo que la preocupaba cuando, de repente, escuchó un sonido en la quietud de la sala común de Slytherin. Se puso tensa al instante. ¿Sería Astoria, dispuesta a cumplir su amenaza de una vez por todas? Tal vez sus sentimientos la habían traicionado y había mirado a Malfoy con ojos de enamorada, o quizás no habían sido tan discretos y la chica se había enterado de lo que habían hecho en la clase de Adivinación.

Se incorporó y miró alrededor, tratando de encontrarla en la oscuridad para saber desde qué punto arremetería contra ella, pero los segundos siguieron pasando y el ataque nunca llegó.

Otro sonido.

Hermione aguzó el oído. Parecía como si alguien chistara para llamar su atención.

—¿Harry? —susurró.

—Harry no, Pansy —le dijo la chica desde su esquina, donde no podía verla—. ¿Está Draco dormido?

Entonces, hizo lo que había estado evitando desde su incómoda conversación: Le echó un breve vistazo. Estaba tumbado bocarriba, respirando apaciguadamente, con la cabeza girada levemente hacia ella. A pesar de sus rasgos angulosos, parecía esculpido por los Dioses cuando dormía tan profundamente. Mechones de cabello rubio le cubrían la frente, y Hermione no pudo evitar fijarse en que sus finos labios estaban entreabiertos, incitándola, llamándola.

Apartó los ojos rápidamente.

—Sí —le dijo a Parkinson finalmente, esperando que no le pidiera que lo despertara para hablar con él. No habría sido capaz de acercarse a su cama, inclinarse sobre él y hablarle o tocarlo para traerlo de vuelta del mundo de los sueños sin sentir una necesidad casi angustiante de rogarle que le hiciera un hueco a su lado. Y eso habría resultado fuera de lugar.

—Bien, porque es contigo con quien quiero hablar.

—¿Con… conmigo? —exclamó, un tanto sorprendida.

—Sí, Granger, y baja la voz, ¿quieres? No despertemos a los chicos.

Hermione frunció el ceño y, casi sin darse cuenta, se puso a la defensiva. No podía ser bueno que Pansy Parkinson quisiera hablar con ella a solas, ¿verdad? No era algo que hubiera pasado antes, ni era algo que pensara que fuera a pasar en algún momento del futuro.

—¿Qué quieres? —le espetó.

—Tranquila, leona —respondió esta con voz burlona, como si le hiciera gracia ser temida por todos en el castillo—. Tan solo necesito saber si tú también sospechas que hay gato encerrado con el tema de Longbottom y el accidente de escoba. —Hermione tardó unos segundos en analizar sus palabras. Luego, hizo un sonido afirmativo—. Muy bien, porque me juego lo que sea a que las hermanas Greengrass tienen algo que ver en eso. Y puedo descubrirlo.

Diablos, eso le interesaba. Se movió un poco en el sofá, inclinándose en su dirección para escuchar mejor.

—¿Cómo?

Pero Parkinson se rio por lo bajo.

—Antes tienen que separarnos. Te contaré mi plan entonces.

Le carcomía la curiosidad, pero ¿merecía la pena discutir con alguien como Parkinson? Sabía que no terminaría ganando, y en realidad podía esperar un par de días.

—Por cierto… —siguió diciendo la Slytherin, aunque esta vez sin una pizca de la seguridad que derrochaba su voz cada vez que hablaba.

—¿Sí?

—Potter… ya sabes, ¿está saliendo con alguien?

La pregunta resultaba, cuanto menos, extraña, pero Hermione se encogió de hombros y la respondió igualmente.

—No que yo sepa.

Pero Parkinson siguió insistiendo.

—¿Estás segura? ¿Ni siquiera con esa tal Genna?

—¿Quién?

—Genna. Ya sabes, pelirroja, pobre...

—¿Ginny?

—Eso, Genna.

Parkinson sabía perfectamente cómo se llamaba Ginny, ¿por qué diría su nombre mal a propósito?

Pensó en ello un momento.

¿Tal vez estaba...? ¿Era posible que estuviera un poco celosa?

La simple idea la hizo sonreír.

Vaya, jamás hubiera imaginado que alguien como Parkinson pudiera fijarse en Harry.

—Pues no, Parkinson, me habría enterado si así fuera.

—Genial. Quiero decir, que me da igual, pero no sé, me había dado la sensación de que tal vez... Pero qué más da, ¿verdad? Era solo pura curiosidad.

Hermione se tapó la boca con una mano para no echarse a reír.

—Claro, claro. Solo curiosidad.

—¿Noto cierta ironía en el tonito de tu voz, Granger?

—No, qué va.

—Estupendo, porque quiero llevarme bien contigo, pero tienes que ponérmelo fácil, querida.

—¿Y por qué querrías…?

—Calla y escucha —la interrumpió—. Si te alías conmigo una vez que termine este castigo, me aseguraré de llegar al final del asunto de Longbottom y las Greengrass con tu ayuda. Esas chicas nunca me han caído demasiado bien que digamos, y veo en esto la oportunidad perfecta para vengarme de todos los desplantes que han tenido hacia mí y que he tenido que tragarme por ser cercana a Draco y no querer perder su amistad. Y con Daphne fuera del camino, a lo mejor tendrías alguna posibilidad con…

—Ni lo menciones —la cortó Hermione, que no podía soportar la idea de pensar en algo así de incierto. Hacerse ilusiones solo serviría para destruirla poco a poco—. Te ayudaré, pero no digas tonterías. Es una absurdez.

Pudo oírse una risita por lo bajo desde el otro lado de la sala.

—De acuerdo, me haré la tonta. Pero deberías aprender a fingir mejor si no quieres que los demás nos demos cuenta de… bueno, da igual.

Y dejó el asunto en el aire para irse a dormir.

Si antes Hermione había tenido dificultades para conciliar el sueño, ahora le era imposible hasta respirar. El aire se había vuelto denso y pesado, y la chica tuvo que ocultar el rostro en un cojín para evitar ahogarse.

La sensación era la de estar bajo unas oscuras aguas en ese momento, atrapada en una profundidad desesperante mientras luchaba por encontrar algo de aire que llevarse a los pulmones. Le ardían tanto que empezó a tener taquicardia. ¿O era pura ansiedad?

¿Por qué?

¿Por qué tenía que resultar tan obvio?

¡No podía estar enamorada de Malfoy! Y si no podía estarlo, tampoco podía parecer que lo estaba.

El corazón del chico le pertenecía a otra persona. Eso lo entendía. La pregunta aquí era: ¿Qué hacía ella con todo el dolor que eso le provocaba?


¿Me dejas un bonito review? :D
Cristy.