Capítulo 13: Un giro inesperado.
Si bien era cierto que Hermione había sentido cosas con el reencuentro de Viktor, no había sido nada tan fuerte como había temido en un principio. No se había tratado de una gran acumulación de mariposas doradas revoloteando en su estómago a causa del amor, sino más bien de unas cuantas bailando en su pecho por la nostalgia y el cariño que aún le guardaba al hombre.
No, no había sentido ese enamoramiento de la primera vez, y sin embargo ahí estaba… comiéndoselo a besos en su habitación mientras le desabrochaba el cinturón del pantalón con una urgencia muy mal contenida.
Recordaba con asombroso lujo de detalles lo buen amante que había sido Viktor años atrás, y ahora no podía evitar sentir una curiosidad inmensa por descubrir cuánta experiencia había adquirido con el paso del tiempo.
Su inconsciente se preguntó por qué no se sentía incómoda pensando en las anteriores conquistas de Viktor y, sin embargo, sí podía sentir una punzada de celos injustificados de solo ver a Malfoy paseando con Daphne por Hogsmeade, como la parejita feliz y perfecta que eran.
—¡Ya basta! —exclamó, y Viktor dejó de morderle el cuello y agarrarle el trasero con sus enormes manos bien abiertas.
—¿Te he hecho daño? —se apresuró a preguntar, consternado por la posibilidad de haberla herido de alguna forma.
Hermione negó con la cabeza, sintiéndose estúpida por ya no solo no poder controlar sus sentimientos, sino ahora tampoco su propia boca. Por muy ridículo que pareciera no le había gritado a Viktor, sino a ella misma.
Necesitaba centrarse. Había estado todo el día intentando construir un muro de ladrillos alrededor de sus sentimientos por Malfoy que no había hecho más que caerse una y otra vez por no dejar de pensar en él. Si mantenía la mente lo suficientemente alejada del chico por un rato, tal vez lo que durara aquel encuentro con Viktor, conseguiría levantar el muro lo suficientemente alto como para no poder volver a echar un vistazo allí dentro nunca más.
—No, no. No me refería a ti, perdona —le dijo, ansiosa por volver a retomar la faena cuanto antes.
Hermione le había agarrado por las solapas de su camisa color "caqui" y estaba tratando de acercarlo a ella de nuevo, pero Viktor la detuvo sosteniendo sus muñecas con fuerza e inmovilizándola.
—¿En qué estás pensando que no sea esto? ¿Me estoy perdiendo algo?
La chica liberó las manos de su agarre y se sacó la camisa por la cabeza con una rapidez asombrosa. Sacó pecho y adoptó una postura provocativa, consciente de que los ojos del hombre habían volado a sus senos y a la fina tela negra del sostén.
—Esto es lo que vas a perderte si sigues haciendo preguntas.
Y la amenaza funcionó.
Viktor gruñó como un animal y se abalanzó sobre ella, arrancándole prendas de encima y tirándolas por encima de su cabeza hasta que la chica estuvo completamente desnuda.
Cuando ella también lo terminó de desvestir, el hombre la llevó a la cama y la llenó de esporádicos besos mientras le pasaba la lengua por el cuello, la clavícula, los senos…
Cuando le dio un mordisquito en el pezón, Hermione gimió de placer. Necesitaba tener sexo como necesitaba aire para sus pulmones. Urgentemente.
Se movió sobre la cama, casi retorciéndose de la impaciencia, y Viktor identificó su necesidad casi de inmediato.
Estaba bien mojada cuando introdujo un par de dedos dentro de ella.
Hermione echó la cabeza atrás, inundada por las sensaciones tan placenteras que le provocaban sus dedos al entrar y salir de su cuerpo una y otra, y otra vez.
Todo iba bien, pero su mayor error fue cerrar los ojos porque, al hacerlo, dio vía libre a su imaginación para fantasear con sus deseos más ocultos. Y entonces ya no era Krum quien le estaba dando placer, sino Malfoy.
Lo imaginó sobre ella, con su sonrisa torcida de chico malo y deleitándola con todo el esplendor de su desnudez mientras la satisfacía. Sus dedos eran hábiles y rítmicos, y estaban empapados de ella. La penetraban haciendo movimientos circulares y después salían de su interior para acariciar su clítoris, mojándolo más y más en el proceso, para luego volver a empezar.
Hermione perdió el control de sus fantasías cuando imaginó que Malfoy separaba sus piernas y se colocaba entre ellas para ir un paso más allá.
Su intimidad empezó a palpitar con más fuerza ante esta ilusión, prendida en el fuego y la lujuria de notar su erección presionando contra su vagina, y esto desembocó en que por un instante estuviera a punto de abandonarse en aquella espiral nebulosa que la estaba llevando al orgasmo.
Llegó a rozarlo con las yemas de sus dedos, pero se le escapó tan pronto como la voz de la razón se coló en su inconsciente.
«¿Qué estás haciendo, Hermione?».
Eso, ¿qué estaba haciendo?
El hecho de que estuviera fantaseando con Malfoy cuando estaba en la cama con Viktor solo indicaba que se estaba aprovechando del hombre, y eso la hacía sentir un ser malvado, despiadado. Una criatura sin sentimientos a la que no le importaba pasar por encima de cualquiera con tal de conseguir lo que quería.
¿De verdad era necesario acostarse con Viktor para olvidar a Malfoy? ¿Dónde había dejado sus valores y convicciones para llegar a eso? No estaba pensando con claridad.
Y es que quería… no, necesitaba sexo desesperadamente, pero no de esa forma. No por despecho, y definitivamente no con alguien a quien le estaba cambiando la cara, el cuerpo y el nombre mientras intimaban. Eso era irrespetuoso.
De repente se sintió más sucia que nunca, y cuando abrió los ojos y vio a Viktor encima suya, a punto de penetrarla con su erección, notó la ansiedad hormigueando en sus dedos y presionando su pecho y supo que no era capaz de hacerlo.
Las palabras volvieron a escapársele de los labios en un grito casi desgarrado.
—¡Para!
Puso las manos en su pecho y lo apartó, y este cayó a un costado de la cama mientras ella se levantaba y empezaba a recoger la ropa del suelo.
Había empezado a hiperventilar y sentía las lágrimas picándole en los ojos.
—Dios mío, Viktor, lo siento tanto —empezó a decir entre jadeos—. Yo… Yo… Dios mío, no puedo creerlo. Lo siento, lo siento de veras, pero… pero no… no puedo.
Estaba tan avergonzada que no fue capaz de volver a mirarlo mientras se vestía, y tampoco cuando se dirigió a la puerta, la abrió y salió fuera como una exhalación.
Por Merlín, ¡era una persona horrible!
Se le escapó una lágrima y se la arrancó de la cara con rabia. No podía creer lo que había hecho y lo que había estado a punto de hacer. Y todo por un enamoramiento sin sentido que encima de todo no era correspondido. ¿Así se sentía el rechazo? ¿Y por qué dolía tanto?
—¿Granger?
Aún tenía la espalda apoyada contra la puerta de Viktor. Levantó la mirada y sintió un estremecimiento al ver al objeto de todo su reciente malestar observándola: Malfoy.
Estaba a pocos metros de distancia, frente a la puerta del despacho de Snape, y seguramente la había visto salir de aquel cuarto echando chispas. Aunque, claro, él no tenía por qué saber que era el dormitorio asignado a Viktor durante su estancia en Hogwarts.
Debía tener un aspecto horrendo y desgarbado. Su ropa estaba arrugada, su corbata mal ajustada y no estaba segura de haber abrochado todos los botones de su camisa de forma adecuada. Por no mencionar que seguramente estaba más despeinada que nunca. Por esto y mucho más estuvo tentada a salir corriendo en dirección contraria, pero se armó de valor, se pasó la mano por el cabello para adecentarlo y caminó hacia él, que hizo un gesto hacia la puerta que había a sus espaldas.
—Snape casi se muere de coraje cuando le he contado la solución a la maldición que descubriste. No lo ha dicho, pero seguro que ha odiado la idea de no haber llegado a la misma conclusión antes que tú —le dijo—. Me va a llevar a San Mungo mañana.
Hermione lo miró y trató de fingir una sonrisa, pero no le salió ni el atisbo de una. Aunque sí se le ocurrió algo de repente.
—Si es así, ¿puedes ir a llevarle esta carta a mi madre? —dijo, sacando la carta que le había escrito a su madre del interior de su bolso—. Se preocupará como no le llegue pronto, y las lechuzas del castillo no se caracterizan por ser muy veloces que digamos. La dirección está por detrás, solo tienes que dejarla en el buzón.
El chico se quedó mirando la carta que había tendido hacia él, pero no la cogió. Hermione la agitó un poco antes de decir:
—Me debes un favor, ¿recuerdas?
Entonces asintió, tomó la carta y la introdujo en el bolsillo interior de su túnica.
—De acuerdo, pero te advierto que no soy muy hábil con las direcciones muggles.
—Lo harás bien.
Se quedaron en silencio un instante.
—Vale. Y… bueno, ¿cómo te va?
No había pasado ni un día desde que habían vuelto a ser libres, no tenía ni idea de por qué le estaba preguntando eso. Sabía que se trataba de una pregunta inofensiva, y precisamente era eso lo que la hacía innecesaria. ¿Ahora eran amigos? Ya no estaban condenados a no separarse, se suponía que cada uno debía volver a lo suyo, a sus vidas de personas independientes que habían dejado pausadas por culpa del castigo.
A decir verdad ¿no lo había hecho él ya?
De repente sintió un odio irracional hacia él creciendo en su interior. Un odio que no era más que el reflejo de su malestar consigo misma por no poder tenerlo y no saber manejar la situación.
Nunca nada se había salido del pulcro control de Hermione Granger como esos sentimientos tan a flor de piel que la estaban matando en ese momento.
—Has vuelto con Daphne, ¿verdad? Os he visto dando un bonito paseo por Hogsmeade.
Genial, ahora su boca también estaba actuando por cuenta propia para reprocharle cosas por las que no tenía derecho a sentirse dolida… ¡porque nunca habían sido nada! ¿Cuándo iba a entenderlo? Seguramente cuando todo ese barullo de emociones dejara de martillearle las costillas y le permitiera pensar con claridad.
—¿Qué? Yo… —empezó diciendo el chico, pero entonces su entrecejo se frunció y las palabras murieron en su garganta cuando algo llamó su atención detrás de Hermione.
La chica miró por encima de su hombro.
Era Viktor, que había salido de su habitación con los negros cabellos despeinados y las mejillas coloradas. La misma habitación de la que la había visto salir a ella.
—¿Sabes qué? No importa.
Y lo rodeó para irse de allí con paso ligero, conmocionada, enfadada y herida a partes iguales.
Hermione se dejó llevar por la tristeza durante la noche, pero prometiéndose que se levantaría por la mañana y afrontaría el día como siempre había hecho. Las adversidades nunca habían podido con ella, y esta vez no sería diferente. Así que se arropó hasta arriba para evitar ser escuchada por sus compañeras y lloró y lloró bajo las sábanas hasta que ya no le quedaron lágrimas que derramar.
Y al día siguiente se levantó temprano, sacó el chándal que nunca se ponía del fondo del armario y salió a correr por los terrenos del castillo.
No era algo que soliera hacer, ni siquiera de vez en cuando. De hecho, era la primera vez en todos sus años como estudiante de Hogwarts que lo hacía. Sin embargo, después de todo lo que había pasado últimamente, sentía la terrible urgencia de hacer un poco de ejercicio para liberar su cuerpo del agarrotamiento y su mente de pensamientos indeseados.
No fue una carrera muy larga, pero sorprendentemente descubrió que el aire fresco de la mañana nunca antes le había sentado mejor.
Al volver tomó una ducha y un desayuno rápido antes de la primera clase. Tenía las piernas doloridas y estaba algo cansada, pero también se notaba renovada de alguna forma milagrosa.
Debían ser las endorfinas.
Para suerte de la chica aquella sensación le estaba durando más de lo esperado, y sentía la cabeza tan despejada que no había pensado en Malfoy ni un solo segundo.
En quien sí había pensado era en Viktor y en la disculpa que creía que le debía.
Se prometió que iría a ofrecerle una explicación después del almuerzo para calmar la culpabilidad que le pesaba en la conciencia. Le diría que no había sido del todo sincera cuando le había preguntado si había otra persona la tarde anterior. Porque no lo había; ella no estaba saliendo con nadie. Pero sí que había cierto chico de Slytherin que no podía sacar de su cabeza, y esto había provocado que no pudiera soltarse durante su encuentro como debería haber hecho.
Hermione se dirigía al gran comedor para saciar el hambre voraz de su estómago cuando sintió un tirón en el brazo, un tirón tan fuerte que estuvo a punto de dislocarle el hombro.
Cuando se giró, Pansy Parkinson ya la estaba arrastrando a un lugar más apartado.
—¿Dónde diablos estabas? —le espetó de una forma que, por un instante, le hizo sentir que había hecho algo horrible sin saberlo.
—¿Qué pasa? —preguntó, alarmada.
—¿Cómo que qué pasa? Que llevo buscándote como una loca por lo menos… no sé, ¡diez minutos!
Hermione hizo una cara rara.
—¿No te parece que eres un poco exagerada?
—¿Exagerada? No, cariño, ¡es que no tenemos tiempo!
—¿Tiempo para qué?
—¡Para llevar a cabo el plan! Ahora es el momento idóneo para transformarte en Daphne.
—Ya… ¿y puedo preguntar por qué?
—Pues porque no sé qué bicho le ha picado a Daphne hoy, pero lleva todo el día rara, con ojos llorosos y de mal humor. El caso es que durante la clase de Transformaciones se ha negado a salir a la pizarra cuando McGonagall se lo ha pedido, y no contenta con eso se ha puesto borde cuando la profesora le ha quitado puntos a Slytherin por su comportamiento. Ahora está en su despacho, castigada, así que no sabemos cuánto tiempo tenemos… pero es el momento ideal para ser ella, ya que no se cruzará en tu camino mientras le sacas información a Astoria.
Hermione se quedó pensando un momento en lo que acababa de decirle.
Ella sí sabía qué le pasaba a la chica, pero no podía decírselo a Parkinson porque el bicho que le había picado a Greengrass se llamaba "Draco Malfoy yendo al mundo muggle para acostarse con otra".
Eso irritaría a cualquier novia, ¿no? Y más a ella, que contaba con antecedentes de celos enfermizos. Seguramente estaría teniendo pensamientos horribles intentando imaginarse a la chica que su novio había elegido para librarse de su maldición. ¿Sería rubia? ¿Morena? ¿Tendría una bonita sonrisa? ¿Dónde la habría conocido? ¿Y por qué la habría elegido a ella sobre todas las demás? ¿Podría darse el caso de que le gustara o le atrajera más que su propia novia? ¿Más que… ella?
Se sacudió el pensamiento de la cabeza porque no quería empezar a sentirse incómoda pensando en lo que estaría haciendo Malfoy ahí fuera. No tenía derecho a hacerlo y no lo haría. Más que nada por la salud mental tan delicada que estaba teniendo últimamente.
Parkinson se sacó un pequeño vial del interior de la túnica cuyo contenido parecía ser poción multijugos.
—Está listo, precisamente cogí unos pelos de su almohada esta mañana. Vamos, hazlo ya.
—¿Ya?
—Sí, ya. No querrás que Astoria se tope con dos Daphnes a la vez, ¿verdad? Venga, debes darte prisa. Y ponte el aparatito que te di en el oído para que pueda escuchar la conversación y ayudarte en caso de que lo necesites.
La voz de la lógica tendría que haber actuado en ese momento y haberle dicho que no siguiera por ahí, que fuera directa a hablar con el director y dejara a los adultos tomar cartas en el asunto. Sin embargo, pocos minutos y unas horribles arcadas más tarde estaba caminando por los pasillos de Hogwarts con el largo y denso cabello dorado de Daphne golpeándole la espalda a cada paso que daba.
Era muy consciente de estar rompiendo unas cuantas reglas que fácilmente podrían significar su expulsión, pero en el fondo quería ser ella quien averiguara qué diablos había pasado con Neville.
Hermione suspiró con unos labios que no eran suyos.
Otra vez el complejo de heroína haciendo de las suyas.
¿Por qué siempre quería salvar a todo el mundo? Sin duda era algo en lo que debía trabajar.
Se desvió a un baño que había cerca de las mazmorras antes de ir en busca de Astoria Greengrass. Había creído que nunca más volvería a pisar la sala común de Slytherin... y ahora necesitaba un momento para hacerse a la idea.
Se apoyó en un lavabo y trató de calmarse.
Nadie iba a descubrirla.
Nadie podía saber que bajo aquella piel de porcelana y apariencia de sangre pura se encontraba Hermione Granger.
Parkinson había apuntado su varita hacia ella y había cambiado el color y la insignia de su túnica para volverla de Slytherin, y luego había dedicado unos minutos a usar algunos productos de maquillaje que había "tomado prestados" del neceser de Daphne para darle el aspecto que la chica solía tener: labios brillantes gracias a un gloss de melocotón, mejillas rosadas por el colorete y pestañas infinitas tras aplicar varias capas de rímel.
Se colocó el pequeño auricular mágico en el oído, se dijo una vez más a sí misma que podía hacerlo y luego salió del baño.
Estaba dispuesta a llegar al fondo de aquel extraño asunto y encontrar al desaparecido Neville.
—¿Hermione?
Acababa de doblar la esquina cuando lo vio.
Neville estaba allí, de pie frente a ella, mirándola con ojos entrecerrados.
La chica se llevó una mano al pecho, sintiéndolo acelerado por la grata sorpresa. Quiso gritar, pero como se había quedado muda se limitó a correr hacia él para abrazarlo.
¡Neville había vuelto, y estaba sano y salvo! ¡No podía creerlo!
—¿Dónde has estado todo este tiempo? ¡Me tenías preocupada! —le dijo llena de emoción mientras lo estrechaba con más fuerza.
¡Lo sabía! Sabía que estaba vivo en alguna parte, y seguramente hubiera una buena explicación para su desaparición que procedería a contarle enseguida. Todo se quedaría en una anécdota de la que se reirían en el futuro.
Sin embargo, una vez superado el shock inicial de volver a verlo, empezó a notar que algo no iba del todo bien.
Él no le devolvía el abrazo. Se había quedado rígido.
Se separó de su amigo lentamente a medida que un sudor frío empezaba a recorrerle la espina dorsal al ir dándose cuenta poco a poco de algo importante que había pasado por alto.
«¿Hermione?»
¿La había llamado por su nombre? ¿Cómo la había reconocido? Hacía solo un instante que se había mirado al espejo y había comprobado que seguía siendo Daphne Greengrass a ojos de los demás.
Cuando se separó lo suficiente como para mirarlo a la cara pudo distinguir un vacío absoluto en los ojos del chico. Eran un abismo, un pozo sin fondo.
Neville estiró el brazo y puso los dedos alrededor de su cuello, empujándola hacia atrás hasta que dio con la espalda contra la pared. Hermione abrió mucho los ojos, sorprendida. De repente Neville tenía una fuerza que no parecía humana.
Y cada vez apretaba más y más.
¿Qué estaba pasando? ¿Por qué la estaba agrediendo? ¡Apenas podía respirar!
Podía oír sus propios jadeos en busca de oxígeno, pero sabía que no le estaba llegando el suficiente a los pulmones y que le faltaba poco para desmayarse.
Aun así, fue horriblemente consciente cuando sus pies dejaron de tocar el suelo.
¿Cómo lo estaba haciendo? ¿Cómo la estaba levantando con una sola mano?
Pataleó en el aire y golpeó a Neville con las manos, luchando desesperadamente por soltarse, pero pequeñas manchas negras habían ido apareciendo en su visión, haciéndose cada vez más y más grandes hasta que, finalmente, su cuerpo colapsó y ya no sintió la adrenalina, ni el miedo ni la asfixia.
Hasta que ya no sintió absolutamente nada y se fue a un lugar desconocido, oscuro y frío, no sin antes tener el horrible presentimiento de que lo que vendría a continuación sería tan incierto como aterrador.
¿Me dejas un review? :)
Cristy.
