Capítulo 17: Nada es real hasta que se dice en voz alta.
Durante la semana siguiente, Hermione hizo todo lo posible por evitar cualquier encuentro con Draco Malfoy. Cada vez que lo veía de lejos en los pasillos daba media vuelta o se escabullía por alguna puerta cercana. Se refugiaba en la biblioteca, donde siempre había sido fácil para ella perderse entre los libros y el silencio. Se había inscrito en todas las actividades extraescolares posibles, desde prácticas de magia defensiva hasta el club de encantamientos avanzados. Cualquier excusa servía para mantenerse ocupada, para tener una razón que justificara su ausencia de los lugares donde Draco pudiera estar. Sin embargo, los últimos días había optado por refugiarse en la sala común de Gryffindor, donde sabía que no había posibilidad de un encuentro fortuito con el Slytherin. Había usado caramelos de enfermedad, pequeñas golosinas mágicas diseñadas para provocar síntomas temporales a quien los tomara, como fiebre o vómitos, perfectos para saltarse clases sin levantar sospechas. Y aunque ese truco solía ser detectado rápidamente por los profesores, nadie hacía preguntas cuando Hermione Granger decía que estaba enferma. Así que fue relativamente fácil para ella evitar toparse con Draco durante todos esos días.
Pero no importaba lo que hiciera ni cuánto tiempo pasara en la sala común, no podía huir de sus propios pensamientos.
«¿Por qué estás huyendo?», repetía una voz en su cabeza una y otra vez durante las largas noches, cuando la calma la envolvía. «Estás auto saboteándote», le decía, como un eco implacable al que no podía silenciar.
—Estoy protegiéndome —susurraba Hermione para sí misma cada vez que estos pensamientos se apoderaban de su mente, como si eso fuera suficiente para acallar su consciencia.
Sabía que enfrentarse a él la destruiría.
Simplemente sentía que no podía volver a mirar a Malfoy a los ojos después de lo que habían hecho en aquel cuarto de escobas. Habían hecho lo que habían tenido que hacer para salvarlo, pero no podría soportar ver cómo se avergonzaba de aquello cada vez que se cruzaran. No después de que ella le hubiera entregado más de lo que jamás hubiera imaginado dar a alguien como él.
Además, tenía la sospecha de que él y Daphne volverían a estar juntos tarde o temprano. Al fin y al cabo, Malfoy nunca había pronunciado en voz alta esas palabras que ella tanto había anhelado escuchar.
"Daphne… sabes que te quiero, y que siempre guardarás un lugar especial en mi corazón. Pero me diste la espalda en uno de mis momentos más bajos solo porque tenía que estar cerca de Granger todo el tiempo. Si hubieras estado, si te hubieras quedado a mi lado y me hubieras apoyado… pero no lo hiciste, Daphne, y ella... y yo… creo que…"
Hermione había repetido aquellas palabras en su cabeza cientos de veces intentando leer entre líneas algo que no estaba allí. Le torturaba haberse dado cuenta de que, en realidad, Malfoy nunca había confesado amarla. En sus palabras nunca había habido nada que demostrara que él sintiera lo mismo por ella. Y se sentía estúpida por haber permitido que sus propias ilusiones rellenaran los espacios vacíos de sus frases inacabadas.
Ella lo había salvado de aquella horrorosa maldición, y seguramente él estuviera agradecido al respecto, pero… eso no le daba derecho a exigir que correspondiera sus sentimientos. Porque era muy probable que no lo hiciera. Y Hermione… no quería ver cómo Malfoy seguía con su vida como si ella fuera prescindible. Como si siempre lo hubiera sido.
Dejó escapar una lágrima.
Pocas veces en su vida se había sentido tan sola.
Harry y Ron solían ser buenos amigos, pero la dopamina del amor les había hecho ignorarla la mayor parte del tiempo durante toda la semana. Sin duda, Pansy y Blaise los mantenían bastante ocupados como para darse cuenta de que su amiga estaba atravesando un momento complicado.
Fue por eso que Harry pareció sorprendido al verla hecha un ovillo sobre el sofá de la sala común mientras todos los demás dormían. Era muy posible que fuera la primera vez en bastantes días que reparara en ella, que la mirara detenidamente en lugar de verla de pasada.
—¿Estás bien? —le preguntó con voz preocupada mientras se acercaba con pasos lentos.
Hermione bajó los pies del sofá, pero agarró un cojín para usarlo como escudo entre ella y el resto del mundo. Luego se encogió de hombros.
No quería contarle por qué estaba así. Sabía que no lo entendería, ni aun cuando sus labios y cuello estaban llenos del carmín de una Slytherin. A Pansy Parkinson le gustaba marcar territorio, eso era seguro.
Después de unos segundos en silencio, Harry habló de nuevo.
—Oye, no sé qué pasa… pero Malfoy está fuera. —Hermione, quien había mantenido la mirada fija en el suelo de piedra, miró a su amigo de repente—. Y dice que no se irá hasta que salgas a hablar con él.
—¿Malfoy… está fuera? —murmuró.
Harry frunció el ceño de la manera en que lo hacía cuando su lado sobreprotector salía a flote.
—¿Él es el problema? ¿Te ha hecho algo? ¿Te hizo algo mientras estabais unidos?
El chico se levantó de un salto, haciendo que Hermione lo imitara para cogerlo del brazo y retenerlo en el sitio. Si Harry creía que Malfoy le había hecho algo malo lo más probable era que saliera e iniciara una pelea con él. Eso era lo último que Hermione necesitaba en ese momento, así que eligió mentir para calmar las aguas.
—Harry, no, nada de eso. Tan solo quiere que le deje unos apuntes —se apresuró a decir.
—¿Estás segura?
—Claro que sí —respondió, girando sobre sí misma en busca de una prueba creíble. Cuando la encontró, se dirigió a una mesa cercana y levantó un taco de pergaminos de alguien para que Harry pudiera verlos—. Mira, los tenía aquí preparados.
El ceño de su amigo se suavizó un poco, pero no se movió del sitio.
Hermione le dedicó una sonrisa tensa y, sin otra opción a la vista, puso rumbo a la salida para encontrarse con Malfoy. Miró por encima de su hombro antes de que el retrato se cerrara a sus espaldas, pudiendo ver cómo Harry terminaba de convencerse de que nada iba mal entre ellos y entraba en su habitación.
Cuando miró al frente, Malfoy la estaba esperando apoyado en la pared del frente con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón. Él aún llevaba el uniforme de Slytherin mientras que ella ya estaba en pijama. ¿Qué importaba eso cuando ya había visto y tocado hasta por dentro de su ropa interior?
Cuando los ojos de Hermione se adaptaron a la oscuridad, descubrió una mirada sombría en los suyos.
Aun así… Vaya, parecía… sano.
Sus mejillas habían recuperado el color y su rostro ya no era solo piel y huesos. La ropa se le ajustaba más al cuerpo, incluso parecía más alto. Ya no tenía aspecto de estar consumido.
Entonces, lo que habían hecho en aquel cuarto de escobas… ¿había funcionado?
¿Significaba eso que ella estaba…?
—¿Dónde has estado todos estos días? —preguntó él, interrumpiendo el rumbo de sus pensamientos de manera abrupta.
—He estado enferma.
—Y una mierda. Has estado evitándome —espetó él entre dientes—. ¿Por qué?
Mirar esos ojos suyos a través de las sombras de la noche era demoledor. Hermione no podía decir si estaba tremendamente enfadado o profundamente dolido.
La chica necesitó respirar profundamente antes de hablar.
—Sé que te debo una explicación…
—Por eso estoy aquí, para escucharla.
El silencio los envolvió durante unos largos segundos.
—Yo… tienes razón, lo siento. Sé que debería haberte dicho por qué estaba usando la apariencia de Daphne cuando nos encontramos por el pasillo...
—Para, ¿quieres? Pansy ya me lo ha contado todo —la interrumpió antes de que pudiera terminar la frase—. Ya estoy al tanto del secuestro de Longbottom, de la consiguiente expulsión de Astoria y de por qué necesitaste adoptar la apariencia de Daphne para resolver el enigma de la desaparición de tu amigo. ¿De verdad crees que me refiero a eso cuando digo que quiero escuchar tus explicaciones? —Los pulmones de la chica se vaciaron por completo al ver cómo Malfoy se acercaba a ella, tan cerca que necesitó dar un paso atrás—. Lo que quiero es que me expliques por qué no he sabido nada de ti durante todos estos días, por qué olía tu aroma por los pasillos y cuando me volvía ya no estabas.
Salvó la distancia entre ambos hasta que la espalda de Hermione chocó contra la pared y ya no hubo espacio entre sus cuerpos. Malfoy tomó el rostro de Hermione entre las manos y la miró como si, de alguna forma, intentara descubrir sus razones grabadas en el interior de sus ojos. Parecía desesperado por obtener una respuesta.
—No tienes derecho, ¿lo entiendes? —le espetó—. No tienes derecho a hacer que me enamore de ti y después desaparecer de esa manera.
Hermione se quedó sin aire. Sus manos habían empezado a temblar y los pergaminos que había cogido como coartada cayeron a sus pies.
—Bésame —dijo, jadeante—. Por lo que más quieras, Malfoy, bésame de una maldita vez.
Sus labios capturaron los de Hermione con una intensidad que hizo que todo su cuerpo se tensara por la sorpresa. No había suavidad ni gentileza en aquel primer contacto; era feroz, como si ambos hubieran estado conteniendo algo por demasiado tiempo, como si cada segundo perdido entre ellos hubiera acumulado una presión insoportable que solo podía liberarse de esa manera. Con desesperación, rabia y anhelo.
Hermione sentía su espalda presionada contra la fría pared de piedra y, sin embargo, todo lo que la rodeaba desapareció. Solo existían las manos de Draco, aferrándose a ella como si temiera que pudiera desvanecerse en cualquier momento. Sus labios, ahora más suaves pero aún demandantes, parecían borrar el tiempo que había pasado evitando enfrentarlo.
Hermione respondió con la misma intensidad, enredando sus dedos en el cabello rubio mientras lo acercaba más a ella, como si eso pudiera disipar el vacío que había sentido a lo largo de todos esos días.
El temblor de sus manos fue reemplazado por un hormigueo que iba apoderándose de cada parte de su cuerpo.
Cuando Malfoy se separó lo justo para mirarla, sus respiraciones entrecortadas se mezclaban en el aire nocturno. Parecía querer decir algo, pero en su lugar inclinó su frente contra la de Hermione. Sus labios aún rozaban los de ella, como si le resultara imposible alejarse del todo.
—Creí que estarías arrepentido de lo que hicimos —confesó Hermione en un susurro.
La mandíbula del chico se tensó.
—Después del castigo te he extrañado cada segundo que no estás a mi lado… —murmuró él con voz ronca pero cargada de una sinceridad que a Hermione le hizo estremecer—. No he dejado de pensar en lo que hicimos. Significó mucho más que el hecho de que me libraras de la maldición. Me salvaste, Granger, de más formas de las que imaginas.
Los ojos de Hermione se empañaron, pero no hizo nada por remediarlo. Por primera vez se permitía ser vulnerable frente a él.
—No quiero volver con Daphne, ni quiero tener que fingir que no me importa lo que pasó. Maldita sea, me he enamorado de ti y de la forma en la que me haces sentir. —Sus dedos acariciaron su mejilla suavemente, como si no quisiera que ese momento se desvaneciera—. Dime que tú sientes lo mismo. Dime que no vas a volver a alejarte. Dilo, porque de lo contrario…
—No voy a ir a ninguna parte —respondió ella en un susurro—. Te he visto. He visto a tu verdadero yo. Nunca antes he sentido esto por nadie.
Draco la besó de nuevo, concluyendo mordiéndole el labio inferior.
—No vuelvas a evitarme, Hermione —le ordenó en voz grave—. Te quiero cerca de mí todo lo humanamente posible, todo el tiempo.
Hermione cometió el error de dejar escapar un suave gemido, el detonante perfecto para que Draco terminara de perder la cabeza.
La empujó hacia el interior de un aula cercana, la subió a una mesa y le arrancó el pijama del que se había burlado unos días atrás. Clavó las rodillas en el suelo y apartó sus braguitas a un lado para poder saborear su intimidad. La lamía como si su sexo fuera lo más rico que hubiera probado en mucho tiempo. Arriba, abajo, derecha, izquierda. Parecía no haber parte de ella que Malfoy no quisiera probar. Hermione enredaba los dedos en su pelo, extasiada de placer y con el corazón latiendo a una velocidad preocupante.
Una vez que él también se deshizo de su ropa, estaba demasiado impaciente como para deslizarle las braguitas por las piernas. Así que las agarró con sus enormes manos y las desgarró, partiéndolas en dos.
Estuvo dentro de ella antes de darle tiempo a comprender lo que acababa de hacer. Luego, con más vitalidad de la que lo había visto en mucho tiempo, le dio el mejor sexo que había tenido en toda su vida.
Hermione despertó con una sonrisa tonta en los labios mientras una calidez indescriptible envolvía su pecho. Recordaba la sensación de tener a Malfoy dentro de ella, la forma en la que sus palabras le habían hecho sentir.
La voz de Draco resonaba en su cabeza desde anoche:
"Estoy enamorado de ti".
Nunca había sentido algo tan profundo, tan visceral. Era como si el peso de todo lo que habían pasado hubiese culminado en ese momento, en esa confesión, y ahora ella flotara en una burbuja de felicidad que la aislaba del resto del mundo.
Aquel día no se escondió en su sala común. No se hizo un ovillo para intentar volverse invisible ante los ojos de los demás. Aquel día se sentía ligera como una pluma, así que fluyó por los pasillos de Hogwarts mientras miraba en todas direcciones, deseando toparse con Draco más temprano que tarde.
Hermione jamás hubiera imaginado que aquel estado de felicidad no duraría demasiado.
Al bajar al Gran Comedor para desayunar, las miradas curiosas y los susurros a su alrededor no tardaron en llamar su atención.
Al parecer, un solo nombre estaba en boca de todos. Hermione palideció al escucharlo: Daphne.
Las voces de los alumnos murmuraban, más agudas que preocupadas, que la chica estaba desaparecida desde el día anterior.
"Sus compañeras de habitación dicen que no ha pasado la noche en su sala común", decía una chica en la mesa de Ravenclaw.
"Nadie la ha visto desde ayer por la tarde… ¿Te lo puedes creer? Después de lo que pasó con Neville…", añadía otra con un tono alarmado.
Hermione sintió cómo se le formaba un nudo en el estómago.
Sabía que la noticia de que Neville había sido secuestrado hacía apenas unas semanas había corrido como la pólvora en el castillo. El director había deshecho el encantamiento que habían puesto sobre él y luego había mandado al chico a casa a pedido del mismo.
Hermione odiaba no haber estado ahí para despedirlo. No podía siquiera llegar a imaginar lo dolido que debía sentirse. Ultrajado. Violado.
A esas alturas ya todos sabían que la culpable de todo aquello había sido Astoria, movida por una extraña obsesión que no había sido capaz de controlar. Así que ahora la gente especulaba que, tal vez, los amigos del chico habían decidido cobrar venganza secuestrando a la hermana de la secuestradora como castigo.
Hermione buscó desesperadamente a Draco con la mirada.
Estaba segura de que ya se habría enterado de la noticia, y algo dentro de ella temía cómo pudiera reaccionar al respecto.
¿La desaparición de su ex novia haría resurgir viejos sentimientos olvidados? ¿Le haría recordar los buenos tiempos y todo lo que una vez la quiso?
Hermione no quería perderlo.
No podía, no después de todo lo que se habían dicho y hecho la noche anterior.
Lo encontró sentado en la mesa de Slytherin. Su semblante era frío, distante, pero sus ojos... sus ojos no mentían. Había algo allí, algo parecido al miedo.
Iba distraído cuando lo interceptó más tarde en un pasillo oscuro.
—Draco —lo llamó en un susurro urgente, atrapándolo de la manga. Él se giró, y en cuanto sus miradas se cruzaron, ella supo que algo andaba mal—. ¿Qué está pasando? He escuchado rumores sobre Daphne... —Se tomó un momento para respirar profundamente—. Tú y yo… ¿todavía quieres…?
El chico la tomó de la mano y tiró de ella para alejarse un poco más del pasillo principal.
Una vez que se aseguraron de estar completamente solos, Draco la acercó a su cuerpo y la besó.
—Todavía quiero un tú y yo —respondió.
Luego la miró en silencio por un largo segundo antes de apartar la mirada.
—¿Sabes…? —habló Hermione con voz suave—. ¿Sabes dónde está?
La mandíbula de Draco se tensó.
—Hace unos días… terminé con ella —dijo en voz baja, aunque con frialdad—. Le dije que no podía seguir fingiendo que todo estaba bien entre nosotros después de sentir que su orgullo había pesado más que su amor por mí.
—¿Qué hizo ella entonces?
—Me rogó que la perdonara. Intentó que volviera con ella.
Hermione imaginó a Daphne atrayendo a Draco hacia ella, tratando de entrelazar los dedos con los suyos, intentando besarlo… y, de repente, se sintió enferma.
—Hmm…
Draco tomó su mentón para hacerla mirarle.
—Rompí con ella, ¿de acuerdo? Le dejé claro que no había vuelta atrás —le aseguró—. No le gustó la rotundidad con la que se lo dije, obviamente, y desde entonces no es que haya estado de buen humor. —Hizo una pausa—. Cuando me he enterado de que nadie la ha visto desde ayer… he supuesto que querría estar sola. Lo de la expulsión de su hermana también le ha afectado bastante. Tal vez esté en alguna zona abandonada del castillo para no encontrarse con nadie.
Hermione asintió, pero un escalofrío le recorrió la columna.
—¿Crees que eso es todo? —susurró—. ¿Que solo está escondida porque no quiere ver a nadie?
Draco se encogió un poco de hombros.
—Sinceramente, es la única explicación lógica que le encuentro a su desaparición.
Durante el resto del día, el rumor de la desaparición de Daphne se extendió como fuego por el castillo hasta la última persona que lo habitaba. Nadie la había visto, ni en clases ni en el comedor, ni en ningún sitio. Ni siquiera sus amigas sabían dónde estaba. La atmósfera estaba tensa, cargada de paranoia. Después de lo sucedido con Neville, todos estaban híper vigilantes, atentos a cualquier detalle fuera de lo normal para ser los primeros en saber qué estaba pasando.
Ya por la tarde, Hermione y Draco decidieron ir a Hogsmeade para despejarse. Habían acordado encontrarse en una pequeña cafetería que no solía estar demasiado concurrida. Hermione no quería llamar demasiado la atención entre los estudiantes de Hogwarts. Sabía que no era el momento ideal para abordar ciertos temas, como el hecho de que probablemente estuviera embarazada de él o la manera en la que harían para dar a conocer su reciente relación, pero sentía que no podía alargar más la espera.
O hablaban al respecto o Hermione terminaría colapsando emocionalmente.
Caminaba distraídamente mientras pensaba lo que le diría a Draco pero, de repente, un extraño bullicio en el aire llamó su atención. Un niño había gritado, señalando algo entre los arbustos que rodeaban la plaza principal, y acto seguido una multitud de personas había corrido a su encuentro. Palabras de horror llenaron el lugar. Algunas brujas y magos salieron corriendo en dirección contraria, otros simplemente gritaban o les tapaban los ojos a sus hijos.
—¡Hagan venir a Dumbledore! —repetía una anciana una y otra vez con los ojos muy abiertos.
—¿Qué está pasando? —preguntó Hermione, notando el ambiente denso y sintiendo un pellizco de temor en el pecho.
Cuando finalmente logró hacerse paso y ver qué era lo que había escandalizado a aquella multitud, sus rodillas fallaron y cayó al suelo… junto al cuerpo sin vida de Daphne, torpemente oculta entre los arbustos.
Tenía el cuello doblado en una posición antinatural y sus ojos apuntaban a Hermione, sin verla realmente.
La chica sintió una arcada. Y luego otra más. Y después una ola de nauseas la golpearon cuando comprendió la realidad: Daphne no había estado escondida. No había estado llorando en algún rincón apartado del castillo.
Había estado muerta.
—¡NO!
Hermione se levantó del suelo en cuanto el grito de Draco se le metió en las entrañas.
Debería haber sido más rápida, debería haber evitado que él la viera yaciendo de esa forma.
Hermione lo abrazó, tratando de empujarlo con su cuerpo para sacarlo de allí, pero ahora que su maldición se había ido y había recuperado toda su fuerza, no tenía forma de hacer que se moviera ni un poco del sitio.
Sus gritos dejaron helados a todos a su alrededor.
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Cristy.
