Atención: Pokémon no me pertenece.
Había entrado a mi casa, era un lunes por la tarde, hace poco salí del bachillerato. Como siempre, todos los días arrojaba mi mochila contra el suelo de mi cuarto y de allí no la movía para nada ¿Pues qué era lo que hacía en todo el día? No tenía amigos y mi estresada familia estaba resolviendo sus problemas, así que me encerraba en mi cuarto sin ganas de estudiar, lo único que quería hacer era jugar todo el día sin parar, era bueno; me sabia todo. A raíz de esto formulé un equipo casi invencible, era imbatible, mis Pokémon se complementaban a la perfección por que cubrían las debilidades de los otros y al mismo tiempo hacían relucir sus fortalezas, además había memorizados a que ataques eran débiles.
Debo admitir que la parte de la aventura se me hacía algo aburrida, una cosa interesante la primera que lo juegas pero se llega a ser tedioso a veces. Lo que en verdad me llamaba la atención era el competitivo; esa era mi pasión, humillar a cualquiera que se me cruzara en mi camino, fácil me resultaba aniquilar equipos completos mientras mi lado permanecía intacto. Aunque de vez en cuando me tocaba gente que mis respeto porque lograban hacerme sudar e inclusive dudar de ganar el combate, a pesar de eso, siempre salía triunfante. Toda una vida dedicada a esto no era cualquier cosa, nadie era complicado debido a que a diferencia de los demás que lo veían como un pasatiempo, para mí era la vida, hasta que por fin llego el día que descubrí lo imposible, no lo podía creer, después de varios años resultó mi sorpresa: un jugador a mi altura.
Se armó el gran combate, desde el principio note un nivel de juego que en verdad me rivalizaba, peleamos haciendo relucir nuestra experiencia ademas de usar las apropiadas estrategias y sacando nuestras mejores jugadas. Quede con solo un compañero, ninguno de los dos tenía ventaja sobre el otro, lo que significó que fue el duelo más arduo en años que tuve y la pelea se alargó más de lo debido. No podía dejar que todo mi esfuerzo resultara en vano pero para este punto la suerte fue quien termino definiendo al ganador: literal pudo haber ganado cualquiera de lo dos. Mi fiel aliado había quedado con uno de HP resistiendo lo suficiente como para devolver el golpe para otorgarme la victoria, mi rival me felicito por ello, había sido el primero en ganarle en años, el sentimiento fue mutuo porque había sido la batalla más difícil que había tenido en años. De repente ese extraño sujeto bromeando o no sé qué me dijo que si me gustaría ser un Pokémon y que si mi respuesta era positiva ¿Cuál sería? Siguiéndole la corriente dije que me gustaría ser: un Lucario. Luego se burló dejando en claro que él estaba inclinado hacia Arcanine de Hisui, aunque bueno, eso solo se quedaría en nuestra imaginación. Después se despidió y pensé que nunca volvería a saber de él, me pareció extraño pero no le preste mucha importancia.
A la mañana siguiente o debería decir noche, me fui directo a la cama luego de a ver estudiado a los nuevos que habían llegado con la siguiente generación por horas, con la extraña mecánica junto con las extravagantes habilidades que nunca antes hubiera imaginado, no dejaban mi mente en paz. Media noche y ya todos estaban dormidos, el cansancio me consumía por lo que caí rendido en mi cama, puse mi cabeza arriba de mi almohada, cerré los ojos para poder descansar un poco; en cuanto me quede profundamente dormido enseguida comencé a sentir algo extraño en mi espalda, se sentía como si estuviera arriba del césped, por reflejo intente tomar mi cobija, pero por más que la buscaba no podía encontrarla lo que me alerto de golpe esa anomalía, consumido por los nervios a lo desconocido y a tal grado que desconcertado me hizo abrir los ojos en segundos. Mi cama había desaparecido junto a mi habitación, que sorpresa me llevaría cuando descubrí que estaba en medio de un enorme bosque; los arboles eran enormes y me sentía diminuto en comparación, me levante del suelo sin saber que era lo que había pasado.
Bajé mi cabeza para ver mis manos, di un fuerte grito cuando descubrí que habían cambiado por completo. El miedo a lo desconocido junto a lo brusco del cambio me hizo enloquecer en un instante, comencé a correr de la desesperación hacia quien sabe dónde, hasta llegar a lo que era un enorme rio y allí me vi mi reflejo en el agua, me había convertido en: un Riolu. No lo podía creer, ¿realmente lo era? La desesperación me estaba invadiendo, grité de lo conmoción, de felicidad tal vez aunque seguía sin poder creerlo, todo un sueño hecho realidad del cual no me gustaría despertar jamás. Aunque no había tiempo de procesar lo ocurrido, una sensación extraña me recorrió todo el cuerpo, sobretodo bombardeando mi cabeza con esa impresionante información que provocaba que me doliera la mente, lo más cercano a una buena descripción seria; como un sentido extra que aparte se podía transmitir una especie de comunicación parecido a un lenguaje de sellas o inclusive uno hablado.
Me concentre alzando mis manos al frente, lo intuía como si me estuviera guiando con mi instinto, estaba impaciente por localizar la fuente de mi excitación como si estuviera socorriendo a un llamado de auxilio, me hallaba inquieto por encontrarla lo más rápido posible. Fue cuando ubique el origen de ese urgente llamado de atención: una Riolu. Para su desgracia había sido atrapada por un caudal implacable, iba siendo arrastrada fuertemente por el rio mientras se dirigía directo a lo que parecía una enorme cascada. Decidí que la salvaría, no comprendía porque tenía necesidad de hacerlo, pero no le preste mucha atención a eso y decidí mejor saltar a la acción.
Comencé a correr por la orilla a la par de mi objetivo que con todas sus fuerzas trataba de no ahogarse, apenas podía respirar, me movía a tal velocidad que ni me di cuenta que aplaste con mis pies un montículo de bayas que habían recolectado un Grotle y un Ivysaur que se encontraban por allí, a uno metros. Caso contrario al kilómetro que estaba de mí el gran árbol cercano al borde de la corriente, fue en ese momento cuando por miedo a no llegar antes mis patas aceleraron el ritmo. Después me di cuenta que no tenía nada con que cortar la base, aun así seguí adelante con toda la adrenalina corriendo por mis venas, mi objetivo era claro y eso hice; cuando reaccione ya tenía el tronco partido por la mitad, contemple mis palmas con incredulidad debido a que aún tenían activadas ese característico brillo, como una herramienta que tenía guardada para la ocasión. Lo comprendí, tenia a mi disposición el movimiento de: Palmeo.
Había usado mi primer ataque de tipo lucha para poder hacer ese puente improvisado, enseguida usé ese leño para llegar al centro del arroyo donde el torrente era demasiado fuerte, me puse en posición y ya solo tenía que esperar a que pasara por ahí, después de unos segundos llego el momento de sujetarla para sacarla del peligro, la subí a la madera donde estaría relativamente a salvo. Entonces ella comenzó a abrazarme con fuerza, estaba asustada como empapada pero agradecida conmigo por haberla rescatado; también hice lo propio al devolver el reconfortante afecto. De pronto el árbol comenzó a rodar en dirección a la cascada, acelerando el ritmo a cada segundo, los dos tuvimos que tener la escena para resguardarnos en la seguridad de la tierra firme y logramos llegar a ella justo en el momento que ese tronco se desplomo por el gigantesco abismo.
Tan inesperado, no lo podía creer, recordé que no era un Pokémon sino un humano ¿Pero qué era lo que había pasado? No tenía ningún sentido, solo quería despertarme de este extraño sueño que parecía tan real. Traté de hablar, pero lo único que escuchaba que salia de mi garganta eran extraños ruidos que no comprendía en absoluto, nada tenia sentido, lo mismo pasaba con mis semejantes; la única ayuda de la cual disponía era el aura que me bombardeaba con información que si lograba procesar, siendo principiante con este sentido extrasensoria conseguía comprender el hecho de que significaba, con facilidad ubicaba todos los individuos que se localizaban a mi alrededor ademas de comprender vagamente sus intenciones hacia mí. La de mi semejante era de amistad a diferencia de la de los Burmy o Kricketot que les daba igual mi existencia, aunque también me inquietaba el hecho que podía sentir el hambre que tenían los Staravias que sobrevolaban arriba de la copa de la arboleda en la que nos ubicábamos.
No podía hablar pero si comprender sus emociones, eso era de mucha ayuda, una que otra cosa se me escapaba pero eso era por ser principiante en esto. Acto seguido un escalofrió recorrió toda mi columna vertebral, mi amiga también lo entendía, no tenias que ser un erudito para comprender que se avecinaba hacia nuestra posición un monstruo por decir lo menos. Ambos emprendimos el alejamiento de esa zona, asustados por los peligros que podíamos sentir a kilómetros a la redonda, decidimos movernos hacia la dirección que no representaba amenaza para nuestra existencia. Pasaron las horas caminando, a cada momento mi comprensión sobre el aura aumentaba, primero intuba la distancia a la que se situaban, enseguida intentaba discernir el tipo de la especie que estaba próxima a aparecer, luego trataba de adivinar lo que era y una vez que mis predicaciones concluyeran en una sublime exactitud, me aventure a analizar las habilidades como el set me movimientos que con posibilidad pudiera tener; aunque claro esto ultimo no sabría saber si estuviera en lo correcto a menos que me aventurara a enfrentarme con cada criatura que se interpusiera en mi camino, cosa que no estaba dispuesto a aceptar, por el momento.
Tanto ejercicio extenuante hizo que nuestros estómagos rugieran como Pyroar en Inanición, nos habíamos alejado del bosque para ingresar en una extensa pradera donde solo podíamos contemplar el verde a nuestro alrededor y sin comida al parecer. En eso ubicamos una linea marrón llena de rocas que cruzaba de un extremo a otro la llanura, estábamos agotados por lo que tomamos el camino de tierra. Los humanos la usaban para trasladar enormes cargamentos de comidas, hablando de eso no habíamos ingerido nada desde la mañana, recurrimos a nuestra especie de radar con la ayuda del aura para localizar cosa, pero todo a nuestro alrededor era un desierto en ese aspecto, nuestros estomagas seguían rugiendo sin piedad a tal punto que caímos desplomados en el suelo por la falta de energía requerida para tan siquiera seguir adelante, inclusive nos dimos cuenta que una parvada de Murkrow se hallaban volando en circulo arriba de nosotros. Parecía que nos iban a devorar esos oportunistas sin embargo escuchamos con fuerza el sonido del claxon de un camión que se aproximaba a lo lejos, el sonido de nuestra salvación, sabíamos que no aguantaríamos sin asaltar ese vehículo, hubiéramos muerto de hambre.
Lo esperamos con paciencia mientras manteníamos a raya a esos Pokémon oscuridad, cuando la doble rodado pasó por la ubicación exacta, en el preciso momento dimos un potente salto para podernos subir, agarrado de uno de los costados en la parte de atrás, aglomeré poder en una de mis manos para luego soltar un violento puñetazo en la pared de madera que nos impedía el acceso. Ya para ese punto no me quedaba ímpetu por lo que no tuve de otra que estamparme contra la solida carrocería, mi compañera por su parte ingresó por el agujero que había creado y se fue directo hacia la comida sin darse cuenta del peligro al que se dirigía, al parecer su necesidad básica de alimentarse provocó que ignoraba al enemigo que se escondía en una de las esquina. Abrí los ojos incrédulo cuando descubrí a la Absol haciendo Danza espada con intensiones de defender las bayas costara lo que costara, con todo mi vigor traté de defenderla pero unas lagrimas brotaron de mis ojos cuando cayó debilita de un Psicocorte por parte de la tipo siniestro. Luego caí de rodillas debido a que mi cuerpo solo se movió por fuerza de voluntad la cual no tardo en ser desmoronada cuando quede perturbado por dicha escena, mi aura me indicaba que se hallaba inconsciente a los pies de la chica catástrofe; tan rápido, repentino, que cuando reaccione ya había sido demasiado tarde.
—¿¡Solo dos Riolu?! Ja, esto va a ser sencillo— Podía percibir a la perfección como se burlaba de nosotros como si fuéramos un par de Trubbish.
La impotencia me invadía por no alcanzar a ayudarla, la tristeza fue reemplazada por odio, rencor por no estar a la altura de las circunstancias, pues claro ¿Como un indefenso Riolu podría derrotar a una imponente Absol? Aun teniendo ventaja de tipo era insoluto comprender que por simple diferencia de nivel eso no importaba. Ahora lo comprendía, sabia el lado competitivo del juego, ignoraba la parte de la crianza y el modo aventura me la pasaba en un santiamén, grave error. Intente analizar la situación, sabia que mi adversaria tenia aprendido: Danza espada, Psicocorte, Golpe bajo y Canto. En contraste disponía de tres movimientos: Palmeo, otro movimiento de tipo lucha y finalmente uno tipo normal. Me dio taquicardia al ritmo de la canción de la tipo siniestro, esto auguraba un final rápido, mis turnos estaban contados; Trataba de recurrir a mis otro ataques pero ni siquiera respondían, quizás tenían requisitos para poder usarse como lo que ocurría con la Absol, por eso no me atrevía a dar el primer ataque porque me daría un Golpe bajo sin darme cuenta. ¡Contraataque! No hay de otra, aunque para saber el de tipo normal va a estar más complicado, no encontraba manera de zafarme de las garras de la catástrofe, mi inminente derrota ya estaba cantada.
—¿Sablan que tengo que defender está comida? ¡Si te la llevas los humanos no me darán comida y seré yo la que tenga que pasar hambre! —Podía entender su situación como si me lo estuviera diciendo, pero no podía hacer nada, era yo o ella.
—No me importa, te voy a hacer pagar por lo que le hiciste a mi amiga—Le conteste mediante mis onda auras, sabia que me había comprendido cuando note que su rostro de agresividad cambio por otra de seriedad.
En eso me di cuenta que tenia comida a mi alrededor, baya payapa Para ser exacto, oportuno a mi parecer; esa cosa seria capaz de contrarrestar los ataques de tipo psíquico. Un problema menos, dos movimientos de estado y uno al que era resistente, viéndolo así siempre no atacara tenia las as de ganas siempre y cuando aguantara el ataque para luego devolvérselo con el doble de daño. El único inconveniente resultaba que podía potenciar su ataque al máximo, en esa posibilidad seria imposible que una insignificante baya evitara caer noqueado, tenia que obligarla a que me atacara antes que se la jugara a la segura.
—¿¡Pero que Giratinas?! ¡Como te atreves a burlarte y enfrente de mi! — Lo suponía, solo tenia que seguir consumiendo este alimento ácido con un ligero toque dulce, podía seguir como mis acciones la perturbaban a tal punto que no tendría mas remedio que detenerme. —¿A que no puedes detenerme? Que Absol tan inútil, nomas estas de adorno—La ultima pieza de mi estrategia, la había puesto en jaque y la estaba obligando a hacer lo que quería que hiciese sin que se diera cuenta, aunque aun así podía fallar pero esta era la única posibilidad real que tenia para ganar. —¿No… Callate, callate, callate! —Podia sentir como su cuerno en la cabeza con forma de media luna empezaba a brillar, no tenia duda que iba a doler pero tenia que soportarlo y mantenerme firme sin importar nada— ¡Esas baya no son tuyas, vas a pagar maldito Rattata hijo de Ditto!
Cierro los ojos aparte que me mentalice para recibir ese tremendo golpe que me dio directo en el estomago, por un instante sentí como si el mundo se detuviera por un segundo, como en cámara lenta, un momento que me pareció eterno, sensación parecida a estar en lo alto de una montaña rusa a punto de caer al vació. Como un cuchillo al rojo vivo partiéndome por la mitad, me quería desmaya tan solo por el fuerte dolor que sentía en mi pecho, solo tenia desvanecerme para no seguir sufriendo… ¡No tengo que ceder! Tenia que protegerla, ahora o nunca, me concentre en una única esperanza; Un golpe demoledor que seria imposible de detener, un Contraataque de aquellos que remontan partidas, una ultima oportunidad de triunfar. Tome por sorpresa a la Absol, sabia porque seguía en pie y ella no, eso me daba una ventaja en verdad injusta, en cuento mi puño la alcanzo le pude transferir mi sufrimiento pero multiplicado, una explosión de poder que nadie pudiera tolerarlo, lo había conseguido, mi adversaria yacía debilitada en el suelo y podía sentir por su aura que no reaccionaria pronto, por lo que teníamos vía libre para saciar nuestro voraz apetito.
Mas tarde mi compañera despertó, aun lastimaba por lo que sucedió, solo podía mantener un ojo abierto y hablar entre cortado por el intenso dolor que experimentaba.
—Norberto, me duele mucho, pero gracias por volverme a salvar.
—De nada, y no te preocupes Rihanna, solo come un poco de estas bayas zibra, veras que te recuperaras y te sentirás mejor—Seguimos comunicándonos mediante el aura, aunque me gustaría mejor hablar el idioma pokèmon.
Luego de comer como unos completos Snorlax y tener los estómagos bien llenos. Seguimos nuestro camino de vuelta a nuestro hogar ahora que percibimos que la amenaza había desaparecido, dejando atrás el camión medio vació junto con la aun inconsciente Absol, mi amiga aun se encontraba cansada como para seguir caminando, tuve que llevarla cargando en mi espalda para poder regresar. Hasta bien entrada la noche llegamos al bosque, cansados fuimos directos a caernos profundamente dormidos entre los arboles no demasiado lejos de donde nos habíamos reunido por primera vez.
Me desperté con la sensación de que algo extraordinario había ocurrido, aunque los detalles se me escapaban como arena entre los dedos. Mi habitación, con sus paredes adornadas de pósters de Pokémon, parecía la misma de siempre, pero había un eco de aventura resonando en mi mente. Por un momento, me quedé tumbado, tratando de aferrarme a los fragmentos dispersos de mi sueño, donde había sido algo más, algo diferente. Un vago recuerdo de ser un Riolu en un mundo vibrante y lleno de desafíos me hizo sonreír, pero los detalles eran borrosos e inalcanzables. No recuerdo cuantas veces habían sido.
Miré el reloj. Eran las seis de la mañana, y el examen de cálculo del profesor Tiago me esperaba. No había tiempo para soñar despierto ahora; era hora de enfocarme. Me levanté de la cama, sintiéndome extrañamente energizado, como si la experiencia onírica hubiese dejado en mí una huella imborrable.
—Bueno, Riolu o no, tengo un examen que conquistar —murmuré para mí mismo, una sonrisa juguetona en mis labios.
Me alisté para el día con una eficiencia metódica. Mientras desayunaba, mi mente no dejaba de volver a esos fragmentos de sueño, preguntándome qué significarían. ¿Había sido solo un producto de mi amor por Pokémon, o algo más? Sacudí la cabeza, centrando mi atención en la tarea inmediata.
Ajusté la mochila sobre mi hombro mientras mis pasos me llevaban por las conocidas calles hacia la escuela. El fresco aire matutino revivía mis sentidos, aún nublados por los enigmas de mi sueño. A medida que me acercaba al edificio del instituto, mis pensamientos se desplazaban del mundo onírico al tangible, donde me esperaban las responsabilidades y desafíos de un estudiante de bachillerato.
La escuela se erguía imponente, sus paredes cubiertas de enredaderas que habían visto pasar generaciones de estudiantes. Atravesé las puertas, mi mirada fija en el suelo, aún inmerso en mis pensamientos. Pero al levantar la vista, un rostro familiar me sacó de mi ensimismamiento. Allí, junto al tablón de anuncios, estaba Elizabeth, la líder del periódico escolar y vieja amiga de la primaria. Su cabello castaño estaba recogido en una cola alta, y sus ojos brillaban con esa mezcla de curiosidad periodística y amabilidad que siempre la caracterizaba.
Me detuve un momento, observándola desde la distancia. Elizabeth, hija de la directora, siempre había tenido un aire de confianza y autoridad. En la primaria, habíamos sido inseparables, compartiendo risas y secretos. Pero al llegar a la secundaria, nuestros caminos se habían distanciado, cada uno inmerso en sus propios mundos y desafíos. Fue solo en el bachillerato cuando el destino nos volvió a juntar, esta vez con una madurez y experiencias que habían modelado nuestras personalidades de manera única.
Elizabeth estaba rodeada de un pequeño grupo de estudiantes, discutiendo animadamente sobre la próxima edición del periódico. Su presencia era magnética, atrayendo a los demás con su pasión y su habilidad para contar historias. Me acerqué con timidez, aún incómodo en las interacciones sociales pero impulsado por la familiaridad y el cariño que aún sentía por mi amiga de la infancia.
Al notarlo, Elizabeth se separó del grupo y se acercó a mí con una sonrisa cálida. —¡Norberto! ¿Has visto el último artículo sobre las actividades extracurriculares? Creo que te gustaría —dijo, extendiéndome una copia del periódico.
Tomé el periódico, mi mirada cruzándose brevemente con la suya. —Gracias, Elizabeth. Lo leeré —respondí, mi voz mostrando un rastro de la confianza que había ganado en mis sueños.
Se produjo una pausa cómoda entre nosotros, un reconocimiento silencioso de nuestra reencontrada amistad. Elizabeth parecía entender la naturaleza reservada en mí y respetaba mi espacio, mientras que yo apreciaba la espontaneidad y la vivacidad de mi amiga.
—Suerte con el examen de cálculo hoy —añadió Elizabeth con un guiño. —Y recuerda, si alguna vez quieres hablar de esos sueños de Pokémon que tienes, estoy aquí.
Sonreí, aunque la realidad era otra, sentía un profundo miedo dentro de mí, una terrible sensación de vacío infinito por el terror de fracasar, le había contado que en mis sueños me convertía en un Pokémon, aunque al principio no me creyó termino aceptándolo o algo parecido, la verdad que si soy un fanático empedernido de la franquicia.
—Elizabeth, realmente estoy preocupado por el examen de cálculo del profesor Tiago —confesé, acercándome a mi amiga en el pasillo después de clases.
Con una expresión comprensiva, se volteó hacia mí, apoyando su espalda contra los casilleros. —Lo sé, Norberto. Todos están nerviosos. Pero tú siempre eres uno de los mejores en matemáticas. ¿Qué te preocupa exactamente?
Suspiré, ajustando mis gafas. —Es solo que... las ecuaciones y teoremas son más complejos de lo habitual. Y aunque suelo ser bueno en matemáticas, el estilo de enseñanza del profesor Tiago es muy intimidante. No puedo dejar de pensar que podría cometer un error tonto bajo presión.
—Escucha, Norberto, el profesor Tiago puede ser duro, pero no es invencible. Y tú eres más inteligente de lo que crees —dijo Elizabeth, dándome una palmada amistosa en el hombro. —Solo necesitas confiar en tus habilidades. Recuerda, el examen no define quién eres.
Miré hacia abajo, reflexionando sobre sus palabras. —Gracias, Elizabeth. Es solo que... a veces desearía poder enfrentar los problemas de la vida real con la misma confianza que tengo en mis sueños, donde soy Riolu.
Elizabeth sonrió con comprensión. —Eso suena increíble, Norberto. ¿Y qué haría Riolu en una situación como esta?
Me animé un poco. —Bueno, como Riolu, enfrentaría el desafío de frente, sin miedo al fracaso. Siempre encuentra una manera de superar los obstáculos, por difíciles que sean.
—Entonces, ¿por qué no traes un poco de esa actitud de Riolu a tu vida aquí? —sugirió Elizabeth. —Enfréntate al examen como lo haría Riolu: con determinación y sin miedo al fracaso.
Asentí, una nueva chispa de confianza en mis ojos. —Tienes razón, Elizabeth. No puedo dejar que el miedo me detenga. Haré lo mejor que pueda, y eso será suficiente.
Elizabeth me dio un golpecito en la espalda. —Esa es la actitud, Norberto. Y no importa cómo te vaya, estoy aquí para ti, ¿de acuerdo?
—Gracias, Elizabeth. Eso significa mucho para mí —respondí, con una sonrisa genuina.
Me senté en mi pupitre, la madera vieja y desgastada crujía ligeramente bajo mi peso. El aula estaba en silencio, salvo por el zumbido sutil de la tensión en el aire. Delante de mí, un papel en blanco esperaba ser llenado con ecuaciones y teoremas. Era el día del examen de cálculo del profesor Tiago, un momento que había estado temiendo y preparando con igual intensidad.
Miré alrededor. Mis compañeros, con expresiones variadas de concentración y ansiedad, se preparaban para enfrentar el mismo desafío. En el frente del aula, el profesor Tiago repartía los exámenes con una expresión seria y meticulosa. Era un hombre de mediana edad, con un aire de rigurosidad académica que imponía respeto y un poco de temor entre los estudiantes.
—Recuerden, tienen exactamente dos horas para completar el examen. Pueden comenzar— anunció el profesor Tiago, su voz resonando con autoridad en el aula.
Tomé una profunda respiración y volteé la primera página del examen. Los números y las letras comenzaron a bailar frente a mis ojos. Las primeras preguntas eran como esperaba: desafiantes, pero manejables. Empecé a trabajar en ellas, mi lápiz deslizándose con fluidez sobre el papel, mi mente enfocada y aguda. Recordé las palabras de Elizabeth, y eso me dio una pizca de valentía.
A medida que avanzaba, los problemas se volvían más complejos. Cada pregunta era un laberinto de lógica y cálculo, diseñado para poner a prueba no solo mi conocimiento, sino mi capacidad de pensar de manera crítica y creativa. Me encontré deteniéndome varias veces, cerrando los ojos y visualizando esa figura enfrentando obstáculos con determinación y astucia.
En uno de esos momentos de pausa, el recuerdo de un sueño particularmente vívido me llegó a la mente. En él, como Riolu, había resuelto un enigma complejo usando la lógica y la intuición. Inspirado por este recuerdo, abrí los ojos y miré el problema desde una nueva perspectiva. Las piezas comenzaron a encajar, y con un renovado entusiasmo, continué trabajando en el examen.
El tiempo pasaba rápidamente, y trabajé con una mezcla de precaución y velocidad. Cada respuesta era un pequeño triunfo, cada ecuación resuelta un paso más hacia la victoria. En mi mente, no solo estaba resolviendo problemas matemáticos; estaba navegando por un mundo de desafíos, igual que en mis sueños.
Finalmente, el profesor anunció que el tiempo había terminado. Revisé mis respuestas rápidamente, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Con un suspiro, entregué mi examen, sintiéndome exhausto pero satisfecho. Había dado lo mejor de mí mismo, había enfrentado el desafío con todo lo que tenía.
Mientras salía del aula, me sentía diferente. Ya no era solo un estudiante enfrentando un examen difícil; era alguien que había llevado un poco de su mundo onírico a la realidad, alguien que había encontrado fuerza en sus sueños para enfrentar los retos de la vida real. Con una sonrisa ligera, me dirigía hacia mi siguiente clase, sabiendo que, independientemente del resultado, había superado un obstáculo significativo en mi viaje personal y académico.
Me encontraba revisando mis notas en el pasillo de la escuela después del examen de cálculo cuando una voz familiar me sacó de mi concentración.
—¡Hey, Norberto! ¿Cómo te fue en el examen de terror de Tiago? —preguntó Armando con una sonrisa franca, acercándose con su andar despreocupado.
Levanté la vista, un poco sorprendido. Armando era conocido en la escuela por su fascinación por las arañas debido a su origen campestre y su actitud despreocupada y robusta. Aunque no era el más brillante académicamente, tenía una confianza en sí mismo que a veces envidiaba.
Me tomé un momento antes de responder. —Uh, creo que bien. Fue difícil, pero hice lo mejor que pude.
Armando asintió, su mirada curiosa. —Eres un cerebrito, seguro que te fue genial. Yo, por otro lado, tuve que luchar un poco más. Los números no son lo mío, ¿sabes? Prefiero las cosas más... vivas, como mis arañas.
—Sí, he oído hablar de tu interés por las arañas —respondí, intentando ocultar mi ligera incomodidad ante la mención de los arácnidos.
—¡Ah, sí! Son criaturas fascinantes. ¿Sabías que algunas especies de arañas pueden cambiar de color para camuflarse? Es como tener superpoderes —dijo Armando con entusiasmo.
A pesar de mí mismo, me sentí intrigado. —¿En serio? Eso suena impresionante. Supongo que cada uno tiene sus propias habilidades especiales, ¿no?
Armando asintió con la cabeza, su cabello despeinado moviéndose ligeramente. —Sí, aparte he oído que el profesor Tiago no se anda con juegos. Pero, ¿sabes? A veces, no importa cuán difícil sea la prueba, lo que cuenta es enfrentarla. Como mis arañas, sabes, enfrentan desafíos todos los días para sobrevivir.
Sonreí ligeramente. La analogía era peculiar, pero típica de Armando. —Eso es cierto. A veces olvido que hay diferentes tipos de inteligencia y fortaleza.
—Exacto. Y hablando de arañas, ¿has visto la nueva especie que encontré en el campo? —Armando sacó su teléfono y mostró una foto de una araña impresionante.
—Wow, es... interesante —dije, sin compartir el entusiasmo de Armando por las arañas, pero apreciando su pasión.
—¿Sabes? Siempre me ha impresionado cómo puedes estar tan metido en tus libros y cosas de Pokémon. Yo nunca podría. Pero supongo que cada uno tiene lo suyo, ¿no? —dijo Armando, guardando su teléfono.
—Sí, cada uno tiene sus intereses y habilidades. Y creo que eso está bien. A veces, me gustaría tener tu seguridad —admití.
Armando se echó a reír. —¡Vamos, Norberto! Eres más fuerte de lo que crees. Solo mira cómo enfrentaste ese examen. Y, ¿quién sabe?, tal vez haya una araña Pokémon que puedas estudiar algún día.
Sonreí genuinamente. La idea de una araña en mi mundo de fantasía era intrigante. —Eso sería algo digno de ver.
Armando rió. —¡Exacto! Y hablando de habilidades especiales, he escuchado que eres un gran fanático de Pokémon. ¿Cuál es tu favorito?
—Oh, me gusta mucho Riolu —respondí, mi rostro iluminándose al hablar de mi Pokémon favorito. —Es valiente, fuerte y muy leal.
—Genial, ¿y existe una araña pokémon?
—Claro, hay como tres o cuatro. Una que se me viene a la mente es Galvantula.
—Pues ese es el Pokémon que me representa —comentó Armando mientras sus tripas empezaban a crujir, anunciando el final de nuestra conversación— Bueno, el trono me llama ¡Nos vemos, Norberto! Y recuerda, siempre hay más de una forma de ser inteligente —dijo, dándome una palmada amistosa en el hombro antes de alejarse.
Me quedé allí por un momento, reflexionando sobre las palabras de Armando. A pesar de nuestras diferencias, había sabiduría en la simplicidad y confianza de Armando. Con una nueva perspectiva, guardé mis notas y me dirigí a mi siguiente clase, sintiéndome un poco más ligero y seguro de mí mismo.
Estaba absorto en mi clase de biología, conectando los puntos entre los conceptos científicos que se presentaban en el aula y las criaturas que había visto y experimentado en mis sueños. Cada explicación sobre genética y herencia parecía arrojar luz sobre cómo funcionaba el mundo de los monstruos de bolsillo en mi mente.
A medida que la profesora avanzaba en su lección sobre la diversidad de especies y cómo los cambios en el ADN podían dar lugar a nuevas características, no podía evitar pensar en la amplia variedad de esas fantásticas criaturas que había encontrado en mis sueños. Desde tipo planta que evolucionaban en criaturas más poderosas después de ganar experiencia, hasta criaturas legendarias con poderes misteriosos y únicos, ese mundo parecía un ejemplo perfecto de cómo la genética y la adaptación podían dar lugar a una increíble diversidad biológica.
Cuando sonó la campana que marcaba el final de la clase de biología, guardé mis notas con entusiasmo. A pesar de los desafíos que enfrentaba en mi vida diurna, la conexión entre la ciencia y mi amor por los Pokémon me brindaba un profundo sentido de satisfacción y emoción. Sabía que seguiría explorando esta fascinante intersección entre la realidad y mis sueños mientras continuaba mi viaje en la escuela y más allá. Con una sonrisa en el rostro, me dirigí hacia el receso, listo para compartir mis pensamientos y descubrimientos con mis amigos.
Mientras disfrutaba de mi almuerzo en el tranquilo rincón bajo el árbol, Elizabeth se acercó con su bandeja de comida. El brillo del sol hacía resplandecer su cabello castaño, y su expresión reflejaba una mezcla de curiosidad y preocupación al preguntarme sobre el examen de cálculo.
—Hola, Norberto —saludó con una sonrisa. —¿Cómo te sientes después del examen de cálculo?
Levanté la vista, agradeciendo su presencia. —Hola, Elizabeth. Fue desafiante, pero creo que me fue bien. Aunque, con el profesor Tiago, nunca se sabe.
Elizabeth se sentó a mi lado, mordisqueando una manzana. —Sí, he oído que su examen fue particularmente difícil esta vez. Pero, sabes, siempre te he admirado por tu habilidad para enfrentar esos desafíos.
Respondí con gratitud. —Gracias. A veces, desearía tener un poco de tu seguridad y habilidad para relacionarte con los demás.
—Bueno, cada uno tiene sus fortalezas, Norberto —dijo Elizabeth, ofreciéndome una sonrisa alentadora. —Tú tienes una mente increíble para las matemáticas y los sueños más fascinantes. ¿Te ayudaron tus experiencias como Riolu esta vez?
Asentí con una sonrisa creciendo en mi rostro. —De hecho, sí. Recordar cómo Riolu abordaría los problemas me dio una perspectiva diferente. Me ayudó a mantener la calma y a pensar con claridad.
—Eso es genial. Deberías confiar más en ti mismo, Norberto. Tienes habilidades únicas, y tu perspectiva de Riolu es realmente especial —comentó Elizabeth, con un tono de admiración.
A nuestro alrededor, el sonido de las risas y las conversaciones de otros estudiantes llenaba el aire. Sin embargo, en ese pequeño rincón bajo el árbol, Elizabeth y yo compartimos un momento de comprensión y apoyo mutuo.
—Gracias, Elizabeth —le dije, sintiéndome afortunado por tener una amiga como ella. —Y, ¿cómo te fue a ti con tus artículos para el periódico?
—Oh, sabes cómo es. Siempre hay algo interesante que cubrir en la escuela —respondió Elizabeth con entusiasmo. —Pero hoy, me alegra simplemente poder pasar el receso contigo, charlando sobre matemáticas y sueños.
Ambos reímos, y el resto del receso transcurrió con una conversación amena y relajada. Mientras el timbre sonaba para señalar el fin del receso, me sentía revitalizado y listo para enfrentar el resto del día, fortalecido por la amistad y el apoyo de Elizabeth.
Asistí a mi clase de historia, donde el tema del día era la Revolución Industrial. Me concentré en la transformación social y tecnológica de la época, encontrando paralelismos interesantes con la evolución de las tecnologías en el mundo de Pokémon. Aunque la historia no era mi materia favorita, apreciaba cómo conectaba el pasado con el presente.
La siguiente clase fue física, un área que disfrutaba por su relación con las matemáticas. El profesor explicó conceptos sobre la mecánica cuántica, captando totalmente mi atención. Disfrutaba de los desafíos que presentaban estas teorías abstractas y cómo podían aplicarse teóricamente en el mundo de mis sueños.
Después de la física, vino la educación física. Aunque prefería las materias académicas, encontraba un placer sutil en el ejercicio, recordándome a mi yo onírico de Riolu. Jugaron al baloncesto, y me sorprendí a mí mismo con mi habilidad para hacer algunos tiros exitosos, gracias a mi concentración y cálculo de ángulos y trayectorias.
La última clase del día fue arte, un espacio de creatividad y expresión. Trabajé en un dibujo de paisajes naturales, inspirado en los escenarios de mis sueños como Riolu. Aunque no me consideraba un artista nato, disfrutaba de la libertad de expresar mis pensamientos y sentimientos a través de los colores y formas.
A la salida de la jornada estudiantil, me encontré casualmente con Elizabeth y Armando en la puerta de la escuela. La atmósfera estaba llena de la energía y el alivio que suele seguir al final de un día escolar.
—¡Hola, Norberto, Elizabeth! —saludó Armando con su característica sonrisa amplia. —¿Qué tal el día?
Ajustando la correa de mi mochila, respondí: —Fue un día largo, pero bueno. ¿Y tú, Armando?
—Oh, ya sabes, lo de siempre. No puedo esperar para llegar a casa y ver mis arañas —dijo Armando, su entusiasmo por su peculiar pasatiempo brillando en sus ojos.
Elizabeth, con una sonrisa amable, agregó: —Suena como un plan interesante. Yo estaré trabajando en la próxima edición del periódico escolar. Hay mucho que cubrir, especialmente con los eventos recientes.
—Por cierto, Norberto, ¿cómo te sientes después del examen de cálculo? —preguntó Armando, cambiando el tema.
Suspiré ligeramente. —Bueno, hice lo mejor que pude. Ahora solo queda esperar los resultados.
—Estoy segura de que te fue excelente, eres muy bueno en matemáticas —comentó Elizabeth, ofreciéndome una mirada alentadora.
Armando asintió con entusiasmo. —¡Claro que sí! Y recuerda, si necesitas un descanso de tanto estudio, siempre puedes venir a ver mis arañas. Te sorprendería lo relajante que puede ser.
No pude evitar sonreír ante la oferta. —Gracias, Armando. Lo tendré en cuenta.
—Bueno, chicos, mejor me voy. Tengo que empezar a trabajar en el periódico —dijo Elizabeth, despidiéndose con la mano.
—Nos vemos mañana —respondí, viendo cómo Elizabeth se alejaba.
Armando golpeó ligeramente mi hombro en señal de despedida. —Y yo mejor me apresuro. Mis arañas me esperan. ¡Cuídate, Norberto!
—Adiós, Armando. Hasta mañana —respondí mientras veía cómo mi amigo se alejaba.
Me quedé un momento en silencio, reflexionando sobre el día. A pesar de las diferencias en nuestros intereses y habilidades, apreciaba la amistad y el apoyo de Elizabeth y Armando. Con una sensación de gratitud y pertenencia, me dirigí a casa, listo para lo que me esperaba al día siguiente.
Esta historia continuará…
