El sol se estaba ocultando en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados y anaranjados. En el parque, el aire estaba impregnado de risas de parejas y el canto melodioso de los pájaros, creando una atmósfera de tranquilidad que hacía que el mundo pareciera perfecto. Issei Hyoudou, un chico con sueños de convertirse en un gran pervertido, se encontraba sentado en un banco de madera, su corazón latiendo con fuerza mientras contemplaba a la chica que tenía a su lado. Amano Yuna, con su cabello oscuro y brillante, y sus ojos llenos de vida, sonreía de una manera que hacía que el estómago de Issei se revolviera de emoción. Era una tarde perfecta para una cita, y por un momento, todo parecía como un sueño.
—¿Sabes? Siempre he creído que los atardeceres son un símbolo de nuevos comienzos —dijo Issei, su voz rebosante de entusiasmo mientras miraba hacia el horizonte.
Yuna asintió, sus ojos reflejando los colores del cielo. —Es cierto. A veces, debemos dejar atrás lo viejo para dar la bienvenida a lo nuevo. Y creo que este momento es uno de esos nuevos comienzos.
Issei sonrió, sintiéndose como si estuviera en la cima del mundo. El aire fresco y los suaves murmullos de la naturaleza lo envolvían, y él no podía dejar de pensar en lo afortunado que era de estar con Yuna. Sin embargo, un escalofrío repentino recorrió su espalda, como si una sombra hubiera caído sobre su felicidad. La atmósfera cambió drásticamente; el aire se tornó denso, y una sensación de peligro inminente se cernió sobre ellos.
—Yuna... —dijo, frunciendo el ceño—. ¿Hay algo que quieras decirme?
Sus palabras quedaron suspendidas en el aire. La mirada de Yuna se oscureció, y sus labios se apretaron en una línea delgada, como si estuviera lidiando con un conflicto interno. Luego, de repente, se inclinó hacia él, su rostro a escasa distancia, su aliento cálido y perfumado llenando el espacio entre ellos.
—Issei, hay algo que debes saber... —murmuró, su voz baja y casi temblorosa, como si estuviera a punto de revelarle un secreto profundo.
Pero antes de que pudiera continuar, el aire alrededor de ella cambió de nuevo, volviéndose helado. Un aura oscura brotó de su cuerpo, y la luz del atardecer pareció apagarse momentáneamente. Issei retrocedió, su corazón palpitando con fuerza mientras una creciente inquietud se apoderaba de él.
—¿Qué... qué está pasando? —preguntó, sintiendo cómo el pánico comenzaba a invadirlo. En un instante, la dulzura y el encanto de Yuna se desvanecieron, reemplazados por algo más oscuro y amenazante.
Yuna, ahora con una mirada sombría, se acercó a él con un aire de resolución. —Lamento hacer esto, Issei, pero no tengo más opción. Debo cumplir con mi misión, y tú estás en el medio. Así que, por favor, muere por mi, ¿Si?
Antes de que pudiera reaccionar, una lanza de luz pura emergió de sus manos antes de apuñalar su cuerpo en un abrir y cerrar de ojos. El impacto lo arrojó contra la fuente del parque, el agua salpicando a su alrededor. El dolor se disparó por su cuerpo, y un grito ahogado escapó de sus labios mientras la visión se nublaba. Issei cayó al suelo como una simple muñeca de trapo mientras el agua de la fuente empapa su cuerpo formando así un charco de agua y sangre a sus pies, el joven estaba sintiendo la vida desvanecerse lentamente mientras miraba a Yuna, ahora convertida en un ser de luz y sombras, observándolo con una mezcla de tristeza y determinación.
—Eres más peligroso de lo que crees —dijo ella, su voz resonando con un eco profundo que atravesaba su ser—. Pero esto es la culpa de nuestro gran señor de los cielos, así que si vas a maldecir a alguien con tu ultimo aliento. Entonces, debe ser Él.
Las últimas visiones de Issei se desdibujaron en la oscuridad. El frío del agua se volvió abrumador, y el sonido de Yuna alejándose se desvaneció en su mente, dejándolo sumido en un silencio profundo. Pero justo cuando su conciencia comenzaba a desvanecerse a un abismo sin fondo, algo dentro de él comenzó a despertar. Una energía antigua y poderosa resonó en su interior, fluyendo a través de sus venas como una cascada. Un susurro profundo, casi un canto celestial, llenó su mente:
—Eres Azrael, el Arcángel de la Muerte. Tu destino te aguarda. Despierta ahora, hijo mío.
Con un último aliento, Issei se sumergió en la oscuridad, sintiendo cómo sus poderes de antaño comenzaban a manifestarse. La luz y la sombra chocaron dentro de él en un remolino de energía, y en medio de ese caos, una nueva vida estaba a punto de nacer. Issei Hyoudou, el chico común, se estaba transformando en algo más grande de lo que jamás había imaginado, algo que podría cambiar el curso de su vida y del mundo que lo rodeaba.
Cuando finalmente abrió los ojos, el parque había desaparecido. En su lugar, un paisaje etéreo se extendía ante él, lleno de luces brillantes y sombras danzantes.
Issei parpadeó, tratando de ajustar su visión. El aire a su alrededor estaba cargado de una energía palpable, como si estuviera en un lugar entre la vida y la muerte, un limbo. Colores vibrantes danzaban a su alrededor, creando un espectáculo que lo dejaba asombrado y confundido al mismo tiempo. Sentía un profundo anhelo por comprender lo que estaba sucediendo, pero todo era un caos.
—¿Dónde estoy? —preguntó, su voz resonando en la nada.
La respuesta llegó en forma de una presencia abrumadora. Una figura se materializó frente a él, envuelta en una luz radiante que iluminaba el espacio oscuro. Era una imagen imponente, un ser que irradiaba poder y sabiduría, con una presencia que hacía que el tiempo pareciera detenerse.
—Issei Hyoudou, hijo del destino, has despertado —dijo la figura, su voz resonando como un eco en su mente.
El corazón de Issei latía con fuerza mientras se daba cuenta de que estaba ante la divinidad misma. La figura se despojó de la luz y reveló una forma que irradiaba autoridad y compasión. Un resplandor dorado iluminaba el entorno, y el aire parecía vibrar con cada palabra que pronunciaba.
—¿Quién eres? —demandó Issei, sintiéndose pequeño ante la grandeza del ser. Pero, al mismo tiempo, había una mezcla de reconocimiento y curiosidad. No podía ignorar el poder que emanaba de esta presencia divina.
—Soy Elohim, el Creador de todo lo que existe. He venido a recordarte tu verdadera identidad, el papel que fuiste destinado a desempeñar. Eres Azrael, el Arcángel de la Muerte, un hijo de la luz y la sombra, un guardián del equilibrio entre la vida y la muerte.
Las palabras lo golpearon como una ola, una mezcla de terror y emoción. Azrael ... el Arcángel de la Muerte. Las historias que había escuchado, los relatos de su abuela sobre seres celestiales y fuerzas oscuras, todo parecía cobrar vida en ese momento. Recordó fragmentos de su infancia, momentos en los que había sentido una conexión con algo más grande que él, pero siempre lo había ignorado.
—No puedo ser un Arcángel. Soy solo un chico común, un pervertido que sueña con... —Issei tartamudeó, pero la voz divina interrumpió su queja con un tono de ternura y firmeza.
—La grandeza no se mide por tu origen, sino por tus elecciones. Eres más de lo que crees, Issei. Dentro de ti hay un poder antiguo, una conexión con el ciclo de la vida y la muerte. Pero debes aceptarlo y no temer a lo que eres.
Issei sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Las palabras de Elohim resonaban en su alma, y aunque el miedo lo invadía, también había una chispa de esperanza. ¿Podía realmente ser algo más? ¿Podía ser un héroe en lugar del chico promedio que siempre había sido?
—Pero... ¿qué debo hacer? —preguntó, sintiendo el peso de la decisión aplastante. Un torbellino de emociones se agitaba en su interior, la confusión y la ansiedad chocando contra la determinación que comenzaba a despertar.
—Debes enfrentarte a tu destino. La oscuridad que has visto en "Yuna" es solo un reflejo de los conflictos que acechan a este mundo. Tu primera tarea es encontrarla y descubrir su verdad. Ella es clave en la batalla que se avecina.
Issei asintió lentamente, el miedo comenzando a transformarse en determinación. Recordó su cita, la sonrisa de Yuna y cómo todo había cambiado en un instante. Ella no era solo un objeto de deseo; había algo más profundo, algo que él debía entender. ¿Qué la había llevado a atacarlo? ¿Qué oscuro secreto escondía detrás de su hermosa pero afligida apariencia?
—¿Cómo puedo encontrarla? —preguntó, su voz firme, decidido a no rendirse.
—Tu conexión con ella te guiará. Solo necesitas abrirte a tu verdadero yo y aceptar tu destino. El poder de Azrael fluirá a través de ti si dejas atrás el miedo y abrazas la luz. Pero recuerda, Issei, la vida y la muerte son dos caras de la misma moneda. Tu camino no será fácil, y deberás enfrentarte a fuerzas que quieren destruir el equilibrio que tú estás destinado a proteger.
La figura comenzó a desvanecerse, la luz envolviéndola como un manto. —Recuerda, Issei, cada vida que tomas, cada alma que guías, te acerca más a comprender tu verdadero propósito. Pero no solo serás un cazador de almas; serás también un protector, un faro de esperanza en tiempos oscuros. No temas mostrar tu luz, incluso en la sombra.
Con esas últimas palabras resonando en su mente, la figura desapareció por completo, dejándolo solo en ese espacio etéreo. Issei sintió una corriente de poder recorrer su cuerpo, una energía vibrante que le llenaba de confianza. Era un nuevo comienzo, un nuevo propósito.
De repente, la visión de su entorno cambió, y se encontró de vuelta en el parque, al lado de la fuente donde había caído. Sin embargo, no era el mismo. Su cuerpo estaba rodeado de un brillo suave, y su mirada estaba llena de determinación.
—¡Yuna! —gritó, levantándose rápidamente. A su alrededor, el parque seguía en calma, pero en su interior, una tormenta de emociones se desataba.
Con cada paso que daba, la conexión con ella se hacía más fuerte, y una sensación de poder comenzaba a formarse. Tenía que encontrarla, tenía que entender la verdad detrás de su caída y descubrir el significado de su propio destino. La oscuridad podía acechar, pero Issei estaba listo para enfrentarse a ella. Era el momento de dejar atrás su vida anterior y convertirse en el héroe que nunca supo que podía ser.
El parque, una vez un lugar de risas y sueños, ahora se sentía diferente. Las sombras parecían más profundas, y el murmullo del agua en la fuente parecía una advertencia. Issei cerró los ojos, sintiendo el poder de Azrael fluir a través de él, como un río que desembocaba de un inmenso mar. Era como si un nuevo sentido se activara, guiándolo hacia su propósito. Abrió los ojos, y en ese instante, una imagen de Yuna apareció en su mente, clara y vívida, como si estuviera a solo un paso de distancia.
Sin pensarlo dos veces, Issei se lanzó hacia la salida del parque, decidido a seguir la conexión que había establecido. Su corazón latía con fuerza, no solo por la emoción, sino por el profundo deseo de entender a la chica que había capturado su corazón y que, a su vez, lo había dejado al borde de la muerte.
Issei sabía que la oscuridad podía estar acechando en su camino hacia la verdad que necesitaba revelar, pero él era Azrael, el Arcángel de la Muerte, y no iba a permitir que su destino se desvaneciera como Elohim en su mente. Era el momento de dejar que la luz dentro de él brillara con fuerza una vez mas como en la antigua guerra de las facciones bíblicas.
Prepárate, mundo ... Porque el hijo de la luz y la sombra ha regresado.
