Hiccup se presentó en la tarde con un enorme ramo de flores y una caja de chocolates con forma de corazón, la cual tenía incluso un lacito atado por la mitad, no podía ser más cliché incluso si quisiera... tal vez si viniera de estar completamente empapado por haber venido de una terrible lluvia podría quedar incluso mejor en la idea de una escena de película, pero aquel día había sido particularmente soleado.
Se queda apoyada contra el marco de la puerta con una mueca en el rostro.
—Wow, ¿no quieres traer también una banda o hacerme una serenata?
A pesar de sentir rabia al inicio ante la ironía de su novia, Hiccup logra mostrar una sonrisa coqueta para ella. —Vamos, princesa, quiero arreglar las cosas, dame la oportunidad —pide con una voz extremadamente cariñosa, acercándose para poder acariciar la mejilla de Elsa, quien solo gira los ojos con molestia ante el suave toque de su novio—. Por favor, cariño, no puedes quedarte enojada conmigo para siempre.
En ese preciso momento ella se aparta y suelta una cruel carcajada. —Oh, cielo, no subestimes mi capacidad de guardar rencor —le responde con una voz dulzona y una sonrisa burlona en el rostro—. Puedes quedarte todo eso siquiera, no me interesa —gruñe por lo bajo señalando con desprecio los regalos que Hiccup traía consigo. Intenta cerrar la puerta, pero Hiccup se apresura a detenerla.
—Elsa, amor, por favor, déjame arreglarlo —le ruega ahora con un tono más serio, mucho más desesperado—. Haré lo que sea, lo que sea para lograr que me perdones —como puede pone ambos regalos en un solo brazo para tomar la mano de Elsa y dejar un beso en sus nudillos. La expresión no le cambia mucho, pero al menos puede notar un leve sonrojo tomando sus mejillas. Se le ocurre continuar un poco, ir subiendo sus besos poco a poco hasta conseguir volver a tomar posesión de sus labios, pero en cuanto pasa unos centímetros de la muñeca Elsa quita la mano y se aleja bastante de él.
—¿Lo que sea? —repite con una sonrisa cruel—. ¿Qué tal si para empezar me dejas en paz? ¿Puedes hacer eso?
Intenta volver a echarlo, pero Hiccup fuerza su entrada en el departamento. Cierra la puerta tras él y Elsa solo sabe responder con un pesado resoplido. Ella se aleja rápidamente de él, caminando a otra habitación de su hogar mientras que él deja las flores y la caja en el primer lugar desocupado que encuentra. Va tras ella tan rápido como puede, pasándose una mano por el rostro mientras intenta buscar la mejor manera de hacer las paces con su precioso angelito.
Aquella tarde estaba mucho más tranquilo que anoche, había calmado bastante esa terrible ira que había dejado que lo consumiera y entendía mucho mejor cuáles eran todas las cosas que había hecho mal anoche, entendía mucho mejor qué era lo que tenía que arreglar, solo necesitaba que Elsa realmente lo escuchara, que le diera la oportunidad de repararlo todo.
Tener a ese capullo en una de las habitaciones del sótano de su mansión había ayudado muchísimo a mejorar su ánimo, aunque era cierto que tenía los nudillos algo adoloridos
—Princesa —la vuelve a llamar, tomándola ahora de la cintura y girando su cuerpo en su dirección. Contiene su primer instinto de acercarla más a él, le va a dar todo el espacio que necesita. Cualquier cosa que ella quisiera, se lo daría sin dudar—. Anoche fui un imbécil, hice algo terrible y realmente lo siento —se inclina para dejar un tierno beso en su frente, se remueve victorioso cuando la ve desviando la mirada y con más tonos rojizos en sus mejillas—. Por favor, princesa, dame la oportunidad de arreglar esto —vuelve a inclinarse, ahora para dejar un beso en su quijada—. Ahora lo que quieras, tendrás lo que quieras. Tú nómbralo y yo me encargaré de todo —toma su mentón para obligarla a mirarlo fijamente a los ojos. Siente la forma en la que se remueve bajo su agarre, cree que tiene la oportunidad de tan siquiera abrazarla por completo, pero Elsa vuelve a apartarse.
—Ya te lo he dicho —le responde secamente cruzándose de brazos—. Quiero que me dejes en paz, quiero espacio, quiero algo de tiempo. Vete.
Tiembla levemente y algo de pánico recorre su cuerpo. No puede estar hablando en serio, ¿verdad? Sencillamente no puede estar hablando en serio.
—Cariño, por favor...
—Hiccup, no sé cómo te lo puedo dejar más claro —resopla tirando levemente de su cabello hacia atrás. De un momento a otro lo toma del brazo y empieza a guiarlo de regreso hacia la entrada—. No tengo ganas de verte, escucharte ni de absolutamente nada. ¿Puedes, por una puñetera vez, hacerme caso cuando te digo que no?
Ella intenta abrir la puerta pero él se coloca de tal forma que se lo imposibilita. Se voltea para verla y solo encuentra incomodidad y algo de miedo en su mirada. Se derrumba un poco ante eso. Era lo último que quería, realmente era lo último que quería. No quería lastimar a su precioso angelito, no quería arruinarla en lo absoluto.
Ignora sus intentos de sacarlo para acunar sus mejillas y juntar sus frentes, siente las manos de Elsa aferrándose a su ropa e intentando empujarlo, pero él no se mueve en lo absoluto.
—Elsa, amor, lo siento tanto —le dice con la mayor honestidad posible, acariciando con su pulgar sus pecosas mejillas—. Jamás quise hacerte daño, jamás quise que te sintieras insegura a mi lado... Por favor, princesa, dame la oportunidad de hacer que todo vuelva a ser como antes —acerca un poco más su rostro al de ella, rozando sus labios con los de ella, dejándose llevar por el alivio de sentir las manos de Elsa deslizándose para colocarse sobre su pecho—. Voy a pasarme la vida compensando todos mis errores si hace falta, cielo, te lo juro —la rodea con sus brazos, la aprieta cariñosamente contra su cuerpo. Sin estar segura del todo, Elsa termina recostándose mejor contra el pecho de Hiccup, enfocándose en el ritmo de su corazón.
Maldice lo bien que se siente estar abrazada a Hiccup, maldice lo dulce que le parece su voz, maldice sobre todo lo bien que se sienten sus toques y la forma en la que sus palabras hacen que sus mejillas empiecen a arder con tanta fuerza.
Tiembla gustosamente cuando siente que empieza a besar su cuello con tanta ternura y delicadeza. Aprieta con fuerza los labios y recauda todas sus fuerzas para volver a apartarse de él. Ve una mirada angustiada en su rostro, lo ve tan nervioso que incluso llega a sentir algo de lástima, pero pronto se regaña a sí misma por hacerlo.
Suspira pesadamente a la par que tira su cabello hacia atrás. Lo mira con el ceño fruncido y vuelve a maldecir lo terriblemente encantador que era en todo momento.
—Puedes empezar haciéndome el almuerzo.
Una sonrisa brillante e irritante se forma de inmediato en su rostro. —Eso puedo hacerlo de inmediato, amor —asegura robándole un rápido beso en los labios.
Conteniendo una sonrisa tonta, Elsa rueda los ojos. —Y trae al niño rápido, siento que no lo veo hace años.
—Por supuesto que tenías que exigir al gato —bromea fingiendo estar ofendido.
—No estás en posición de quejarte ahora mismo, Haddock —le contesta de inmediato con un tono algo duro, pero más que nada juguetón.
Elsa los mira a todos con una expresión seria y los brazos cruzados. Algunos se remueven un poco incómodos ante la helada mirada de la mayor de las hermanas Queens, pero unos pocos se limitan a alzar una ceja o a cuestionarla con la mirada.
—Como sé que no va a servir de nada preguntar por qué os comportasteis de esa forma la semana pasada, me voy a ahorrar todo ello y pediros que seáis completamente honestos —sin pensarlo demasiado, el grupo asiente casi al unísono—, ¿qué pensáis de Hiccup?
Rapunzel sonríe encantada. —A mí me ha parecido muy majo.
—A ti lo que te gusta es que ya no serías la nueva del grupo si él se une —señala de inmediato Mirabel con una sonrisa juguetona, la única respuesta de Rapunzel es rodar los ojos con una sonrisa—. Yo la verdad es que creo que no le hemos conocido lo suficiente, o en todo caso lo hemos conocido cuando está malhumorado, y eso no debería de contar como conocerlo.
Anna asiente con firmeza. —Y estaba malhumorado porque alguien —la menor de las hermanas Queens fijó su mirada en los chicos del grupo— estuvo actuando como imbécil toda la noche.
Hans ignoró deliberadamente el comentario de Anna para sonreír juguetonamente hacia Elsa antes de darle su opinión. —Yo sigo pensando que está buenísimo, se le marcaba un buen paquete.
Elsa se pasa una mano por el rostro frustrada por la respuesta que debió ver venir de su amigo. —No seas imbécil —le ordena con un gruñido.
Hans se inclina contra su novio mientras sigue mirando fijamente a su amiga. —Créeme que si lo llegáis a dejar, o si me das permiso, tomaré la oportunidad de inmediato, y a este grandullón de aquí le gusta la idea de un trío.
Ante la mirada incrédula de la mayoría del grupo, Kristoff solo se hunde de hombros con una sonrisa falsamente inocentona.
Elsa gruñe mientras niega con la cabeza. —No te hagas ilusiones, patillas, a Hiccup no le van los tíos. Y aunque fuera así, no te daría permiso para que hicieras nada con él.
—Eso es que no me quieres —se lamenta rápidamente.
—Eso es que no soy de relaciones abiertas y ya está.
Hans abanica su rostro con una mano mientras finge llorar. —Jamás pensé que llegarías a tratarme con tanta crueldad —lloriquea dramatizando aún más sus movimientos y su voz. Hans sabía dar buenos espectáculos gracias a sus años siendo parte en los clubes de teatro de sus institutos.
Elsa lo ignora para escuchar las opiniones del resto del grupo.
—Estoy de acuerdo con Mirabel —comenta Luisa—. Incluso si esa noche hubiera salido todo bien, no lo conocemos lo suficiente. Como mucho podría decirte que parecía estar planeando silenciosamente como matar a estos idiotas de acá, y que estaba a una tontería más de mandar a la mierda a Honeymaren.
—Hablando de la reina de Roma, ¿dónde está Honeymaren? —pregunta de un momento a otro Anna mirando fijamente a su hermana—. ¿No la has invitado por lo que pasó?
Su hermana mayor suspiró pesadamente. —Más bien ella no ha querido venir por lo que pasó, me llamó el otro día diciendo que lo sentía, que quería espacio y que intentaría que todo dejara de ser tan incómodo.
—Joder —Mérida suelta bruscamente esa maldición mientras abre los ojos por completo—. Y yo que pensaba que lo tenía medio superado, o al menos que lo estaba superando como Isabela.
—Gracias por hablar de mí como si no estuviera —responde la mencionada con una sonrisa falsamente dulce—. He estado hablando un poco con la pobre, lo está llevando como si fuera una ruptura —comenta con algo de burla en su tono, el resto del grupo decide ignorar eso mientras Elsa resopla y oculta su rostro entre sus manos.
—Podemos dejar de hablar de todo ese tema ¿por favor? —pide aún con el rostro cubierto, aunque Isabela hace una que otra broma cruel más, pronto vuelve al tema principal.
Isabela le recuerda entonces que ella ya le había dicho hace tiempo que le agradaba el sujeto —lo que aprovecha también para recordar al resto del grupo la apuesta que había ganado—, Anna, por su parte, le dice que por el momento considera que hacen linda pareja y que está contenta de verla tan feliz, por lo que, por el momento, no tiene queja alguna sobre su novio.
Cuando solo quedan por hablar Mérida y Tadashi, ella se recuesta un poco contra su novio y le sonríe con algo de gracia.
—Tadashi es muy bueno leyendo a la gente en primera instancia —dice hundiéndose en hombros—, yo confío en lo que él opine.
—Imagina basar tu opinión en la opinión de un hombre —bromea de inmediato Anna—. ¿Qué es lo siguiente? ¿Va a votar por ti?
—Anna, vete al demonio, tú basas toda tu moral en lo que dice tu novia —contraataca de inmediato—. Tadashi hasta ahora no se ha equivocado, tiene un buen instinto.
Elsa se fija bien en Tadashi, que tiene una expresión muy difícil de leer sobre todo por la mano que tapaba levemente sus labios, su oscura mirada está perdida en un punto cualquiera mientras que con una de sus manos traza pequeñas caricias en la cintura de su novia. Finalmente Tadashi alza la mirada para centrarse en Elsa, se endereza un poco y mueve la mano que tapaba su boca.
—Elsa, no sé decirte por qué, pero ese tío me da muy malas vibras.
Incluso Mérida lo mira confundida. Todos habían notado que Tadashi había sido particularmente frío con Hiccup aquel sábado, habían notado perfectamente que todas sus sonrisas eran forzadas y estaban sumergidas en unos tintes bastante despectivos.
—He estado toda esta semana intentando encontrar exactamente qué es lo que me incomoda tanto de él, pero no he podido llegar a nada preciso. Es más que nada intuición, no te voy a engañar, pero la cuestión es que ese sujeto me activa todas las alarmas —para sorpresa de todos los presentes, Tadashi se aparta un poco de su novia para inclinarse hacia Elsa y tomar una de sus manos—. Elsa si en algún punto algo te incomoda, si sientes que algo está mal o ves algo que podría ir convirtiéndose en algo más grande, por el amor a Dios cuéntanoslo de inmediato.
Los recuerdos de lo que pasó en el coche de Hiccup luego de la reunión con sus amigos se acoplan con algo de brusquedad en su cabeza, pero Elsa los empuja bruscamente de regreso al vacío al mismo tiempo que retira de forma incómoda su mano para que Tadashi dejara de tocarla.
Habían tenido una horrible pelea aquella noche, había sido algo realmente serio, pero no es como si Hiccup fuera así todo el tiempo, esa no era su verdadera personalidad... había sido... solo había sido...
No sabía qué demonios había sido eso, solo sabía que no volvería a ocurrir, que ahora todo estaba bien.
—Venga no me vengas con tus paranoias, que suenas como mi abuelo —reniega mientras evita su mirada, mientras todo lo que nota era el silencio abrupto.
Mérida la mira con el ceño fruncido, alza las manos a modo de rendición. —Yo solo insisto con que Tadashi nunca se ha equivocado con alguien, pero si tú estás tan segura pues por algo será...
Pero el propio Tadashi le da unas palmadas en el muslo para que dejara a su amiga en paz.
—Puede que tengas razón —asiente solemnemente a la par que volvía a su antigua posición—. Tal vez es lo que Mirabel dijo, que solo lo conocemos malhumorado. Puede que sea solo eso... una paranoia.
Se quedan en completo silencio, todos excepto Mérida y Tadashi se remueven incómodos.
—Pero sabes que estamos aquí si necesitas algo, ¿verdad, Elsa? —le pregunta con tal seriedad que realmente por un momento a las hermanas Queens les parece que están hablando con su abuelo Runeard.
Elsa asiente mientras le resta importancia. —Sí, sí, lo sé perfectamente... no tienes porqué preocuparte tanto por mí —asegura con firmeza—. Estoy bien, de verdad.
Tadashi vuelve a asentir, dando por terminada la conversación de ese tema.
Mérida, por su parte, se le queda mirando por un largo rato antes de que Hans pueda comenzar un nuevo tema de conversación completamente diferente para aliviar un poco el ambiente tan pesado que se había generado. La escocesa juguetea disimuladamente con la mano de su novio mientras se hace un recordatorio mental de insistirle con que le cuente todo lo que en verdad piensa de ese sujeto.
Nunca lo había visto tan serio con respecto a las primeras impresiones que tenía sobre alguien, entendía por qué Elsa se había sentido tan incómoda, pero ella no ignoraría esas palabras ni de broma.
Y si su novio realmente no tenía nada más que una intuición, entonces no había más opción que probar suerte y hacer una visita casual a la casa de los Madrigal, después de todo uno podía conocer mucho de una persona cuando la ponías delante de Bruno Madrigal y esas habilidades tan extrañas que tenía.
