CAPÍTULO 2
DESPERTAR
Kirishima dejó a Bakugo en su departamento después de que se asegurara de que todas sus indicaciones se cumpliesen al pie de la letra, y a pesar de que sabía que el peliverde estaba a salvo, la ansiedad de regresar al hospital y no separarse de aquel joven omega hasta que se recuperara, lo estaba volviendo casi loco. Agradeció que Kirishima no mencionara nada respecto a su comportamiento tan extraño, pues aún no se sentía preparado para aceptar abiertamente que ese joven tan maltrecho que se encontraba internado en el hospital tenía nombre y que lo conocía. Katsuki se desplomó en su sofá de tres piezas y cubrió con sus dos brazos sus ojos mientras se permitía recordar cómo había conocido a Izuku Midoriya.
Se sentía agotado, el entrenamiento para el primer partido de la temporada había sido excesivamente exigente. Todos en el equipo habían terminado igual, otros incluso peor pues quedaron desmayados tirados en la cancha. Así que lo primero que quería hacer al llegar a su casa era cenar algo ligero y luego dormir por dos días enteros, por más exagerado que sonara. Lo que le sorprendió al entrar a la casa fue el calzado nuevo que no reconocía, dos pares, uno evidentemente el de un niño, indicando que tenían visitas. Intentando pasar desapercibido, caminó de puntas con tal de irse directo a su recámara. Lo que no se había esperado era encontrarse con su madre saliendo de la cocina.
— ¡Katsuki, que bueno que llegaste! — Mitsuki sonrió y lo tomó del brazo ignorando las protestas de su hijo. — Inko Midoriya, una amiga de la escuela que no veía desde hace años se mudó a la casa de enfrente, ¿puedes creerlo? Tienes que conocerla y a su hijo también.
— ¿Tiene que ser justo ahora, vieja? ¡Estoy molido!
Mitsuki le dio un sape a su hijo sin dejar de arrastrarle hasta que ambos consiguieron llegar a la sala. — ¡Más respeto para tu madre, renacuajo!
Un tic comenzó a formarse en el ojo del rubio ante el descaro de su madre. — ¡¿Ah?! ¡¿Cómo me dijiste, vieja bruja?!
Un carraspeo suave evitó que la guerra habitual entre madre e hijo comenzara en aquella casa. Mitsuki sonrió apenada, pero colocó a su hijo enfrente de ella para poder presentarlo — Inko, te presento a mi hijo Katsuki tiene dieciséis años. — Mitsuki le sonrió con ternura al pequeño de seis años que se escondía detrás del cuerpo de su madre en el sofá. — Oh, Izuku-kun, no te preocupes. Mi hijo podrá ser un gruñón, pero no muerde.
Katsuki frunció el ceño a punto de reclamarle a su madre, ¿qué clase de presentación era aquella?, pero al prestar atención a la pequeña mata de cabello verde que le miraba con total curiosidad, desistió por completo. — Tsk. Como sea. — Respondió desviando la mirada. — Mucho gusto.
Para sorpresa de ambas madres, el pequeño se puso de pie solamente para dirigirse hasta donde se encontraba el rubio. Al notar que no le prestaba atención, hizo un puchero adorable decidiendo jalar su pantalón un poco. — Hoa K-K… Kacchan…
Un silencio sepulcral se instaló en la sala donde ninguno de los presentes hacía nada por moverse por temor a que algo estallara en aquel espacio tan pequeño. Inko estuvo a punto de disculparse en nombre de su hijo, pero no fue necesario porque para una segunda sorpresa para las madres, Katsuki no reclamó, solamente frunció el ceño y alborotó el cabello del infante con una suavidad de la que ni el mismo creía ser capaz de poseer para alguien más. Pero ¿podrían culparlo? Ni él era tan miserable como para hacer llorar a un niño. Además, la manera en la que ese "Kacchan" había sonado de los labios del menor, le había gustado más de lo que estaba dispuesto a admitir en voz alta.
A partir de ese momento, Izuku comenzó a seguirle para todas partes como un patito que persigue a su mamá. Cada vez que llegaba de la escuela, Izuku ya se encontraba esperándole con esos ojos brillantes y emocionados para que le contara cualquier cosa relevante que le hubiera pasado durante el día por más insignificante que esta fuera. Como Izuku le había dado un apodo, que más que apodo fue su manera de decir su nombre al no poder pronunciarlo, el comenzó a decirle Deku. Sus madres estaban horrorizadas, pero Izuku estaba por demás encantado. Lo más extraño era que por más fastidioso que le parecía a Katsuki aquel niño, siempre terminaba cediendo a su mirada tan transparente, y de cierta manera, comenzó a disfrutar de su inocente compañía.
Un día, tanto su madre como la de Izuku salieron a lo que su madre había denominado una noche de chicas y tuvo que hacerse cargo del mini torbellino verde que lo idolatraba como si fuera un héroe. Aunque en ese entonces Izuku ya tenía ocho años y el acababa de cumplir dieciocho, en realidad no le molestó cuidar del mocoso. Izuku aún no presentaba su segundo género, pero estaba casi seguro de que se trataba de un omega. Nunca se había sentido cómodo con los omegas sin importar que estos fueran hombres o mujeres, pero con Izuku siempre todo era diferente. Aunque no podía pensar en él de otro modo que como un niño y nada más.
— ¡Kacchan! ¡Veamos la película de All Might! — Izuku daba saltos a su alrededor comenzando a marearle.
— ¡¿Ah?! ¡¿Otra vez?! ¡Pero si ya hasta te sabes los diálogos, Deku! — Katsuki rio con suavidad sin poder evitarlo, algo que le salía natural y que solo le pasaba con las ocurrencias del mocoso.
— ¡Por fis! — Izuku unió sus manos como si estuviera a punto de ponerse de rezar. Katsuki blanqueó los ojos, pero al final accedió ante la alegría del niño. — ¡Genial!
Por toda respuesta Katsuki simplemente alborotó su cabello, un gesto que ya era normal entre ellos y terminó con sentarse al lado del niño. Tal vez no lo admitiría en voz alta ante nadie, pero siempre le había gustado esa película desde que tenía memoria. Todo había transcurrido con normalidad, Izuku usando sus piernas como almohada mientras relataba con lujo de detalle precisamente todo lo que ocurría en la televisión, y Katsuki distraído mientras daba suaves caricias al cabello del niño. Las cosas cambiaron cuando un agradable aroma a cítricos y fresa inundó el ambiente, provocando que Katsuki comenzara a salivar. ¿Era su imaginación o la temperatura de la habitación había aumentado de manera repentina?
— K-Kacchan… tengo mucho calor.
Katsuki bajó su mirada solamente para encontrarse con el tierno y sonrojado rostro de Izuku. Ojos cristalizados y con su cuerpo siendo recorrido por constantes estremecimientos. Katsuki se tensó de inmediato y aunque intentó cubrir su nariz con su mano, aún era capaz de percibir el aroma penetrante proveniente de su joven vecino. Izuku no solo estaba teniendo una manifestación de casta, sino que, además, estaba teniendo su primer celo. Un celo demasiado temprano y repentino. Katsuki Bakugo estaba perdido. En contra de sus instintos, llevó al niño a su habitación y lo recostó en su cama. Izuku no sabía porque estaba teniendo tanto dolor así que comenzó a llorar. Su alfa comenzó a querer tomar el control de la situación mientras un constante "Proteger. Cuidar. Omega.", se repetía de forma constante en su mente. Con mucho esfuerzo salió del cuarto, cerrando la puerta aun cuando los lamentos del peliverde le llamaban. Salió de la casa con el temor latente de hacer algo de lo que más tarde se podría arrepentir y terminó por llamar a su madre para contarle la situación. El celo del pequeño había terminado por inducir su rut más adelante, uno de los más potentes que había tenido en su corta vida.
A partir de ese momento, por más que Izuku le seguía buscando, hacía todo lo posible por no estar presente. Llegaba más tarde a casa y procuraba no encontrarse a solas con él. Su madre intentó hablar con su hijo al respecto, pero al notar la manera en la que le afectaba decidió simplemente ignorar de momento el tema. Katsuki había deseado que fuera así de sencillo olvidarse del aroma a cítricos y fresa de aquel día, pero no pudo. Su mayor temor era poder hacer algún tipo de daño a Izuku. Así pasaron dos años más hasta que consiguió entrar a la universidad de Musutafu con la idea de que si ponía más distancia entre los dos, podrían recuperar un poco de lo que habían perdido. Después de todo tendría que mudarse ya que la ciudad estaba a tres horas de distancia de Shirakawa. Un día, al llegar de nueva cuenta tarde a su casa luego de celebrar que ganaran el campeonato estatal de voleibol, escuchó unos hipidos junto a la puerta de su casa. Al estar tan oscuro no podía ver nada hasta que se acercó lo suficiente como para notar un pequeño bulto tembloroso.
— ¿Deku? — Preguntó cuando finalmente pudo distinguir bien de quién se trataba. Sí, no quería estar cerca de Izuku, pero no podía soportar la idea de que algo malo le pasara. Su lobo estaba eufórico por reencontrarse con el omega, pero preocupado por partes iguales. — ¿Estás bien?
Pero Izuku no respondió, sino que simplemente negó con suavidad ante la angustia del rubio. — ¿Alguien te hizo daño?
Preguntó finalmente porque de ser así, Katsuki cobraría venganza, eso seguro. — Kacchan me odia.
Katsuki se apartó un par de pasos, sorprendido por la conclusión a la que había llegado el peliverde. Izuku ahogó un nuevo sollozo ante la lejanía del mayor. — ¿Ah?
— Kacchan me odia. Ya no quiere estar conmigo y ahora se va a ir muy lejos. — Izuku alzó su mirada cristalizada por las lágrimas que corrían sin parar por sus mejillas. El corazón del rubio se contrajo de dolor. — ¿Hice algo malo?
Katsuki parpadeó al quedarse sin palabras por primera vez en toda su joven vida. Agachó la mirada sintiéndose un estúpido. Había creído que estaba haciendo bien las cosas, que estaba protegiendo a Deku de él, pero solamente había herido al ahora niño de diez años, algo que nunca había querido que pasara. — Claro que no, tonto. — Murmuró y antes de detenerse a pensar mucho en lo que hacía le abrazó con cariño. Todo estaba resultando tan confuso. Sentir toda esa montaña de sentimientos por alguien que era diez años menor era desgastante. Se aferró al delgado cuerpo mientras acariciaba su cabello en un intento de calmarle. — No tienes culpa de nada, ¿sí?
— Eso no es cierto, Kacchan ya no me quiere, por eso ya no quiere ver la película de All Might conmigo, ni estar a mi lado. — El pequeño se aferró a la camisa del rubio entre constantes hipidos.
— Deku. — Susurró el rubio al tomar por los hombros al niño para conseguir que le viera a la cara. Se había mordido la lengua porque ese te quiero había provocado que su corazón se saltara un par de latidos. — No te odio. Eso nunca pasará. — Respondió con calma dedicándole una leve sonrisa.
— Pero aun así te iras. — Izuku hizo un puchero que le causó un torrente de ternura al rubio.
— Es que tengo que estudiar, Deku. Me convertiré en un investigador importante y atraparé a los tipos malos de toda la ciudad. — Sonrío con arrogancia mientras le alborotaba el cabello al niño.
— ¿Cómo All Might? — Izuku abrió sus ojos tan grandes como eran, mirándole con real admiración. — ¡Kacchan es genial!
El rubio soltó una carcajada que no pudo evitar ante la inocente aseveración. — Sí, algo así.
— P-Pero… Kacchan me olvidará y no volverá. — Izuku comenzó a jugar con sus dedos mientras agachaba la mirada. Su semblante triste regresando a su pecoso rostro.
Katsuki suspiró con suavidad mientras se arrodillaba ante el pecoso para limpiar sus lágrimas con sus dedos. — Claro que no, eso nunca pasará.
— ¿Lo prometes? — Susurró en un tono bajo fijando su mirada esperanzada en la del rubio.
Katsuki sonrió con suavidad y no pudiendo evitarlo, besó la frente del niño con un cariño que no creía ser capaz de expresar con palabras. — Lo prometo, Deku.
Y Katsuki cumplió su promesa a medias. De alguna manera nunca había podido ser capaz de olvidarse de aquel niño que le hizo sentir tantas cosas que en su momento no supo manejar adecuadamente. Pero nunca fue capaz de regresar a Shirakawa. Siempre se mentía a si mismo poniendo de pretexto el trabajo, pero al final lo que le detuvo fue su consciencia y moralidad por volver a sentir todo aquello por un niño siendo ya un adulto. Izuku seguía siendo un menor de edad, su instinto siempre había sido protegerle, aunque fuera de él mismo. Pero había fallado por completo y todo había cambiado de una manera desgarradora. Katsuki descubrió su rostro, mirando el techo con una expresión indescifrable. Tal vez había fallado una vez, pero no lo volvería a hacer. Protegería a Deku de ahora en adelante a como dé lugar. Aunque primero tenía que investigar qué era lo que hacía Izuku en Musutafu, y sólo se le ocurría una persona que lo podía ayudar.
Kirishima conocía a Katsuki Bakugo desde la universidad. En un principio no lo soportaba, le parecía un tipo demasiado difícil de tratar, un total engreído. Parecía que no le importaba llevarse bien con el resto de la clase. Siempre proclamándose el mejor de toda su generación. Un as en cualquier deporte al que le invitaran, aunque había notado que tenía cierta predilección por el voleibol. Por lo cual siempre le pareció extraño que nunca escogiera algún club en particular. Lo que lo hacía más irritable, a consideración del propio Eijiro, era que tenía buenos motivos para creerse superior porque era realmente bueno en todo lo que se proponía. Nunca había conocido a nadie con la capacidad deductiva de Katsuki Bakugo, era como si hubiera nacido específicamente para ser un detective policiaco. Que siempre fuera el primero en la clase no era cuestión de favoritismos por parte de los profesores, se había ganado el puesto con su arduo trabajo. Poco a poco el concepto que tenía del rubio fue cambiando conforme más convivía con él. De alguna manera implícita tanta perseverancia le contagiaba esas ganas de querer ser también el mejor y, aunque nunca había llegado a superarlo, siempre se mantuvo en el segundo puesto. Cuando los profesores los ponían a trabajar en equipo, no existía nadie que pudiera superarlos.
Después de eso, su amistad se solidificó. Siempre le pareció extraño que Katsuki nunca hubiera demostrado algún tipo de interés romántico por nadie en particular, pero siempre estaba dispuesto a escucharle cuando le contaba sus problemas. Así que la reacción que el rubio había tenido en el hospital luego de ver con sus propios ojos al joven omega que luchaba por su vida, no la entendió para nada, pero le preocupó. Sabía que algo andaba bastante mal, pero esperaría un poco más, le daría el espacio suficiente como para que fuera capaz de calmarse. Y si aun así no se atrevía a contarle, le preguntaría directamente.
Cuando Kirishima subió las escaleras que daban acceso a su departamento, se sentía agotado, tanto física como mentalmente. El caso del asesino de omegas le estaba consumiendo toda su cordura, era un ser despreciable que se divertía con el dolor de seres indefensos. Simplemente le ponía enfermo pensar en lo que sea que esos pobres chicos fueron capaces de sentir antes de perder la vida. En esos momentos Kirishima estaba tan metido en sus pensamientos, que no notó el pequeño bulto postrado a un lado de su puerta hasta que casi chocó con él mientras buscaba las llaves del departamento para abrir.
— ¡Carajo! — Exclamó Kirishima en un tono para nada varonil al dar un par de pasos hacia atrás. Decir que se había asustado sería decir poco. Si Katsuki le hubiera visto se hubiera burlado de él y de sus nada destacables capacidades como investigador. Kirishima aún era capaz de sentir su corazón latir acelerado contra su pecho.
Ese bulto, sentado al pie de la puerta, se levantó lentamente mientras que con las manos quitaba el polvo de sus pantalones. Cuando miró al dueño de aquel departamento, lo hizo con la pena dibujada en sus ojos. — Hola, Eiji…
Ya más calmado, Kirishima se acercó a su imprevisto visitante, sorprendido más que nada por su presencia. — ¿Denki? —Preguntó con una sonrisa radiante al comprobar que se trataba de su novio. — Pensé que estarías en casa de tu madre.
— Sí, bueno… los chicos ya están dormidos, así que me pareció buena idea venir a verte como teníamos planeado. — Respondió Denki un poco evasivo, mirando cualquier otro punto, menos a su pareja.
Kirishima se sentía bastante complacido con la visita de su novio, obviamente, pero que Denki no le mirara había disparado todas sus alarmas. Sin más que decir al respecto, se acercó a su novio para sujetar con delicadeza su mentón. Al instante una furia indescriptible se instaló en su pecho al comprobar el aspecto del rostro de su pareja. Tenía el ojo derecho morado y el labio partido. — ¿Qué te pasó? — Demandó sintiendo la ira de su lobo como propia.
Denki negó con tristeza, intentando desviar la mirada, pero sin conseguirlo porque su pareja no le soltaba el mentón. — No es nada, Eiji… estoy bien.
— Denki. — Kirishima no deseaba evasivas y se notaba en el tono autoritario que estaba empleando para hablar. Por nada del mundo dejaría pasar el tema como si no tuviera importancia, porque para él, no había nada más importante que el bienestar de su pareja.
Los ojos del rubio se cristalizaron al intentar contener el llanto. — Mi padrastro bebió de más… discutimos. — Denki cerró los ojos cuando sintió el abrazo de su alfa, dejándose consolar por él. — Cuando mamá escuchó el alboroto se levantó de la cama, se puso de parte de su nuevo esposo y me corrió de su casa.
Kirishima frunció el ceño mientras acariciaba el cabello de su pareja. Algo no le cuadraba de aquel relato. — Mi amor… ¿qué no me estás diciendo? ¿Por qué fue la discusión?
El cuerpo de Denki se tensó notoriamente, luego, con sus manos se aferró a la camisa de su pareja y simplemente negó. No quería que Kirishima se metiera en problemas precisamente por su culpa. — Olvídalo por favor. Estoy bien ahora.
Kirishima cerró los ojos dejando escapar un pequeño suspiro. Tenía un mal presentimiento, pero sabía que si forzaba las cosas terminaría por lastimar más a Denki. Con cuidado y extrema dulzura como si fuera la pieza más delicada de un tesoro, enmarcó con sus manos el rostro de su novio y depositó un beso con ternura sobre su frente. — Ven. Vamos a entrar. Debemos curarte antes de que se inflame tu ojo, ¿sí?
Katsuki no había hablado con su madre desde la noche de navidad, y de eso ya habían pasado siete meses. Sabía que debía comunicarse más seguido con su madre, pero a veces se enfrascaba tanto en el trabajo que se olvidaba del resto, y otras veces, simplemente evitaba hablar porque no deseaba que su madre le recordara cosas del pasado, como, por ejemplo, mencionar a cierto peliverde. Aun así, cuando hablaba procuraba que las llamadas no duraran más de lo estrictamente necesario.
Mitsuki Bakugo se había hecho cargo de su único hijo desde que Masaru, su esposo, había sido asesinado por estar en el momento y lugar equivocados. Le habían arrebatado la vida cuando asaltaron la tienda de convivencia a la que había ido para comprar la leche y los caramelos con picante que tanto había insistido Katsuki que quería. En aquel entonces Katsuki solamente había tenido siete años, y desde el momento en el que vio a su madre llorar por primera vez, mientras sepultaban a su papá, supo que él quería ser un héroe que atrapara a todos los tipos malos para que cualquier otra mamá no tuviera que llorar así nunca más. Desde entonces, Katsuki había admirado a su madre por toda su entereza, aunque por su propia salud mental nunca pretendía mencionárselo. Convertirse en detective había surgido precisamente por la necesidad de proteger a su mamá.
A Katsuki no le sorprendió recibir una maldición en cuanto su madre respondió a su llamada, al tercer tono, aunque tuvo que apartar el celular de su oreja ante el grito que había dado al hablar. — Sí, buenas noches para ti también, mamá.
Katsuki conocía tan bien a su madre que estaba seguro de que había blanqueado sus ojos ante su evidente sarcasmo. — No me vengas con estupideces, niño. — Fue el turno de Katsuki de bufar ante el reclamo de su madre. — ¿Se puede saber porque has esperado siete meses para volver a hablar con tu madre? ¿Acaso te eduqué para que fueras un total mal agradecido?
Katsuki tuvo que apretar el puente de su nariz para centrarse en el tema que en realidad le interesaba. Suspiró para poder calmarse y no comenzar con otra discusión más con su madre. — Tengo veintiséis años, vieja. Ya no soy un niño. — El rubio bufó mientras caminaba por el departamento por el simple hecho de poder mantenerse haciendo alguna actividad que le permitiera concentrarse. — Sé que es tarde, pero necesito preguntarte algo importante.
— Tsk… ¿cuántas veces te he dicho que no me llames vieja, mocoso? — La rubia bufó mientras observaba la hora en el reloj despertador que tenía sobre la pequeña mesa de noche al lado derecho de su cama. Iban a dar las tres de la mañana. El motivo por el que aún continuaba despierta era porque se había enfrascado en leer una novela que la tenía atrapada. Lo extraño de la llamada de su hijo no era la hora, ya le había mencionado que podía hacerlo cuando quisiera sin importar si era de día o de noche, lo que le preocupaba era su tono evasivo. — Habla entonces.
— No las suficientes. — Bakugo se permitió sonreír un poco debido a la pregunta de su madre antes de sentarse sobre su sillón. — Mamá… — Mencionó en un tono suave, casi como si fuera aquel niño que alguna vez le había temido a las tormentas y buscaba refugio entre los brazos de su madre para sentirse seguro. — ¿Qué pasó con los Midoriya?
Mitsuki Bakugo permaneció tanto tiempo en silencio que Katsuki pensó que su madre se había quedado dormida. Se sorprendió un poco cuando la escuchó hablar de nuevo. — Hijo… — Katsuki frunció su ceño ya que, en sus veintiséis años de vida, nunca había escuchado a su madre dudar al hablar, como si le costara encontrar las palabras adecuadas para poder expresarse. — Hace un año pasó una desgracia.
— ¿A qué tipo de desgracia te refieres? — Katsuki tuvo que morder el interior de su mejilla pues presentía que se iba a enterar de algo realmente desagradable.
— De la mala. — Mitsuki suspiró al desviar la mirada hacia la ventana de su habitación. Katsuki pensaba que no existían las desgracias buenas, pero no interrumpió a su madre. — Hace un año, luego de que volviera del trabajo me fue imposible entrar a la casa porque todo estaba rodeado de patrullas, ambulancias y también estaban los bomberos intentando apagar el incendio que se estaba desarrollando en la casa de Inko. Intente acercarme, pero no me lo permitieron. El incendio destrozó por completo la casa… — Mitsuki suspiró sintiendo un nudo formándose en su garganta ante el recuerdo de la pérdida de su amiga. — Inko estaba adentro… no sobrevivió.
Katsuki relamió sus labios al sentirlos ligeramente secos. — Mierda. — Murmuró sintiendo un gran dolor en su corazón que había comenzado a latir con desesperación. Los omegas que eran seleccionados por el asesino se trataban de aquellos que se encontraban vulnerables porque pasaban por algún problema personal demasiado fuerte. Perder a una madre en un accidente tan desafortunado y perder todo su patrimonio debía contar como uno. — Mamá… ¿qué pasó con Deku?
— Intenté protegerlo, lo juro… Él no estaba en la casa cuando ocurrió el incendio afortunadamente. — Mencionó su madre desesperada. — Pero al no tener más familiares y ser un omega menor de edad, servicios infantiles lo mandó a un orfanato especial para omegas.
Katsuki se levantó sintiendo una gran ira recorrer su torrente sanguíneo. De haber seguido sus instintos, Izuku no estaría en la situación en la que estaba. Su lobo se removía en su interior sintiendo ira y frustración hacia sí mismo. Aquellos lugares tenían la mala fama de tener en condiciones deplorables a los niños, sin contar con varios casos de maltratos. — ¿Sigue ahí?
Y aunque sabía la verdad, una parte de él deseaba estar equivocado. Deseaba con todas sus fuerzas que el pobre chico que estaba luchando por su vida en aquel hospital no fuera en verdad Izuku. — No. — Katsuki no pudo evitar desmoronarse ante la confirmación de su madre. — Hace seis meses intenté verlo, pero el personal del orfanato me dijo que había escapado. La policía lo buscó una temporada, pero luego de tres meses y al no encontrar ni una sola pista, abandonaron la búsqueda. La policía pensó que había escapado del pueblo, y de ser así, no existía nada más que pudieran hacer.
— Maldición… maldición… ¡maldición! ¡¿Por qué carajos no me lo dijiste cuando te llamé en navidad?!
Mitsuki guardó silencio mientras escuchaba todo el desastre que estaba provocando su hijo al otro lado de la línea. Sabía que había hecho mal en ocultarle las cosas a su hijo, pero había querido librarle de todo aquel sufrimiento, sobre todo porque era consciente de los sentimientos que su hijo albergaba por el joven omega.
— Katsuki. — Demandó la mujer con tono autoritario. — Cálmate. — Frunció el ceño con un suspiro cuando ya no escuchó nada del otro lado de la línea. — Hijo, ¿por qué me preguntas ahora por los Midoriya? ¿Y por qué no podías esperar hasta mañana?
Katsuki se estremeció ante el sonido de un trueno, ni siquiera se había dado cuenta que había comenzado a llover. Quizás ya no les tenía miedo a las tormentas, pero no podía evitar estremecerse un poco ante el sonido de los truenos. — Mamá… Izuku está aquí en Musutafu. — Respondió sintiéndose realmente cansado y temeroso. Se sentía como cuando apenas tenía cinco años y buscaba constantemente a su madre para poder sentirse seguro. — ¿Recuerdas el caso en el que he estado desde hace un par de años? ¿El asesino de omegas?... Izuku es su última víctima, apenas sobrevivió al ataque.
A Katsuki no le sorprendió que su madre comenzara a maldecir y llorar al mismo tiempo mientras intentaba hablar. Él se sentía igual e incluso peor. Tampoco se sorprendió cuando su madre le mencionó que partiría a Musutafu en cuanto tuviera alguna oportunidad, sabía que sin importar lo que le dijera no iba a conseguir que ella cambiara de parecer.
— Parece ser que nuestro chico milagro se convirtió en alguien muy importante, ¿no lo crees, Tsuki? — Con extremo cuidado, Megumi administraba la dosis adecuada del medicamento directamente en la vía intravenosa del joven.
— ¿Lo dices por los guardias que la policía ha puesto en la entrada de la habitación? — Tsuki suspiró dirigiendo su mirada a la puerta cerrada, del otro lado podían observarse un par de sombras visibles por entre la cortina de la habitación completamente inmóviles. — Supongo que es lo más normal debido a la gravedad de la situación. La policía está poniendo todas sus esperanzas en este pobre niño para atrapar a ese desgraciado asesino, pero la verdad es que es bastante difícil decir si va a sobrevivir más allá de esta noche. ¿No lo crees? — Sin embargo, Megumi no respondió a la pregunta que su compañera de turno le había hecho. Algo poco común pues de las dos, era quien más solía platicar para pasar la pesadez del turno nocturno. — ¿Megumi? — Preguntó regresando su atención a su amiga con bastante curiosidad. — ¿Pasa algo?
— Despertó. — Susurró en voz extremadamente baja, su atención fija sobre el cuerpo del joven paciente.
— ¿Eh? — Tsuki frunció el ceño al no entender del todo lo que su compañera había dicho.
— ¡Llama al doctor Himura! — Mencionó con voz autoritaria mientras comenzaba a retirar la sonda traqueal para que el muchacho pudiera respirar mejor por sí mismo, puesto que al despertar comenzó a ahogarse al ya no requerirlo. — ¡Rápido!
Solamente entonces Tsuki salió corriendo de la habitación, asustando a los dos guardias de policía que se encontraban postrados en la entrada. No entendía qué era lo que había pasado pues se suponía que el chico había sido inducido al coma para que sus heridas internas sanaran mejor, pero que hubiera despertado indicaba que su recuperación iba bastante bien. Definitivamente aquel chico se trataba de un completo milagro.
Cuando regresaron, todo se convirtió en un completo caos, bastante similar al momento en el que el chico había ingresado. Con la diferencia de que ahora no prevalecía la desesperación, sino más bien la esperanza. Incluso los policías que habían entrado a la habitación se mantenían en silencio para evitar interrumpir las maniobras que todo el personal médico realizaba alrededor de aquel pequeño cuerpo.
— Hola, soy el doctor Himura. Te encuentras en el hospital central de Musutafu. ¿Recuerdas qué es lo que te pasó? — El doctor de cabecera se acercó al chico después de haber revisado todos sus signos vitales. Todos guardaron silencio de manera instantánea, conteniendo la respiración ante lo que sea que pudiera desarrollarse a continuación.
— N-No… — El joven susurró con suavidad con el tono de voz pastosa tanto por culpa de la sonda, como por el llanto que intentaba contener. Era evidente que aquel muchacho no entendía por qué se encontraba ahí rodeado de personas que definitivamente no reconocía.
— Está bien. No tienes por qué preocuparte por eso justo ahora. — Volvió a decir el doctor con aquel tono profesional y tranquilo que tanto le caracterizaba. — ¿Recuerdas tu nombre o el de algún familiar al que le podamos avisar que estás aquí?
Sin embargo, después de un momento en donde aquel chico guardó silencio, comenzó a llorar de manera desconsolada. La cabeza le dolía demasiado. — N-No lo sé…. — Murmuró intentando moverse y sintiéndose frustrado al no poder. El pánico comenzando a apoderarse de todo su ser. —¿P-Por qué no recuerdo nada?
— Oh, no te preocupes, corazón, es muy normal. Descansa un poco, debes hacerlo para que puedas recuperarte más rápido, ¿está bien? Aquí estarás a salvo. — La enfermera Tsuki le acarició con suavidad el cabello al chico en un intento de calmarle, luego de que el doctor aceptara su muda petición. — Te voy a administrar un medicamento que te permitirá dormir y relajarte, ¿está bien?
No fue necesario que el muchacho respondiera pues casi al instante de terminar de hablar, la enfermera había hecho lo que decía. Poco a poco los ojos del joven volvieron a cerrarse y al cabo de un momento el único sonido en la habitación, además del constante sonido de las máquinas, fue la respiración acompasada de aquel joven peliverde. Los policías que aún estaban sin decir nada intercambiaron miradas un tanto preocupados, sabiendo que su investigación volvía al punto de inicio, al menos hasta que aquel joven recuperara la memoria. De momento lo único que podían hacer era avisarle a su superior lo que había ocurrido.
¡Segundo capitulo! Espero que lo disfruten, recuerden que sus comentarios me ayudan bastante a continuar ^^
Nota: la mayoría de los personajes que se mencionan en esta historia son creación del gran Horikoshi-sensei :D
