A la mañana siguiente, cuando la lluvia de invierno; mezclándose con la nieve en las calles, caía con suavidad sobre Konoha, Karin, Hinata, Naruto, Sakura y Konohamaru se encaminaron a su misión en la región del agua.
Durante su trayecto, los primos Uzumaki se ponían a discutir por cualquier tontería, poniendo a la pelirroja de un humor tan peligroso, como para estar golpeando; a la menor provocación, tanto al rubio como al castaño.
Hinata y Sakura siempre quedaban en medio, observando esperanzadas y con muecas, el desenlace de cada encuentro... para luego quedar decepcionadas al saber que les tocaría curar golpes y heridas que no habían sido provocados por un Youkai.
Incluso Kankuro y Temari se mostraron anonadados al verlos, luego de otro altercado absurdo que tuvieron, antes de llegar finalmente a la torre de la señorita Mei Terumi.
El príncipe Gaara; ante los ojos de Sakura, se veía más apuesto que cuando ocurrió el festival Shinobi.
De repente, sus ojos verde jade se quedaron sin brillo, tan rápido como lo obtuvieron. Recordar esa ocasión, era evocar la humillación a la que fue sometida por el equipo del sonido.
-¿Señorita Sakura?
La repentina llamada del nuevo rey de Suna la obligó a levantar la mirada, sonrojándose de golpe por lo cerca que estaban el uno del otro.
-¿Todo en orden?
Como sabía que la voz le temblaría por la vergüenza, se reservó a retirar sus ojos de los suyos y asentir con timidez.
-¡Majestad! – exclamó un soldado, corriendo hacia él. - ¡Ya está todo listo!
Gaara asintió, dando media vuelta para ir hacia Mei Terumi y sus subordinados. Mientras tanto, Naruto se acercó a su compañera, codeándola en el brazo izquierdo con una sonrisa pícara en su rostro.
Ella quería golpearlo por su atrevimiento.
Pero, al recordar en el último segundo que a Hinata le tocaría curarlo de nuevo; y lo deforme e hinchado que estaba su rostro gracias a Karin, cerró con fuerza su puño y se desquitó con la pared a sus espaldas, haciendo saltar a los presentes por el susto.
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HanaYasha, Sasuke y Kirara llegaron al primer destino marcado en el pergamino sin inconvenientes. Una pequeña y pacifica aldea en el noroeste. Como se encontraban a veces con otros viajeros, debían cambiar sus apariencias a menudo.
Sin embargo, debido al silencio de los alrededores, esa mañana decidieron ir descubiertos. Sasuke sin su máscara de ANBU y sin la capucha de su capa negra sobre su cabeza, y HanaYasha con su rosario negro alrededor de su cuello.
Dando unos pasos por las calles vacías, creyeron que estaban a salvo... hasta que un grupo de chicas hizo su escandalosa aparición, rodeando al Uchiha en un desordenado círculo para halagarlo e interrogarlo.
Detrás del escándalo, Kirara maulló con curiosidad, ladeando su cabeza tiernamente a su derecha, y la Hanyou frunció el ceño, arremangándose las mangas.
-¡Oigan, mocosas! – gritó enojada, abriéndose paso en el grupo y poniendo al muchacho detrás de ella. - ¡Quien se atreva a pasarse de lista, recibirá un puñetazo en su bonita cara! ¡¿Entendido?!
-Qué violenta... - murmuró una de las chicas.
-Y qué fea es... - agregó otra.
HanaYasha gruñó roja por la ira, llevando su mano a la empuñadura de su espada. Sasuke, al percatarse, la rodeó con sus brazos y la hizo retroceder.
-¡Suéltame! – exigió, dando saltos para zafarse y haciendo gritar a las doncellas. - ¡Solo las cortaré poquito, nadie lo notará!
-¡¿Qué sucede aquí?! – exigió saber una anciana, llegando al sitio y observando con bastante curiosidad a HanaYasha y a Sasuke.
-¡S-Señora Shikako, ayúdenos! – chilló una de las chicas, temblando.
-¡Ese demonio horrible tiene poseído a ese pobre muchacho! – señaló otra, ganándose una mirada fulminante de parte de la Hanyou. - ¡¿Lo ve?! ¡Acaba de echarme una maldición!
-¡Aquí no hay ningún poseído! – anunció la anciana con autoridad, golpeando el suelo dos veces con el bastón en su mano derecha. – Ahora vuelvan al refugio, ya saben que es peligroso estar afuera de día.
Dedicándole una última mirada de desprecio a la peliplateada, las chicas obedecieron.
-Lamento mucho que la trataran así, señorita. – comentó Shikako, acercándose a ellos. - No han vivido lo suficiente para saber la diferencia entre un Youkai y un Hanyou.
HanaYasha, siendo soltada por su alumno, la observó con más atención. Un gran rosario de cuencas violetas colgaba de su cuello. Y sus ropas eran como las de una sacerdotisa, pero teñidas de colores no muy comunes, como lavanda y verde oscuro.
-Soy una Exorcista. – explicó la mujer, como si le hubiera leído la mente. – Durante más de 40 años, me he dedicado a proteger esta aldea de los espíritus malignos.
-Somos Shinobi de la región de fuego. – dijo de vuelta. – Buscamos a un criminal con una máscara anaranjada con forma de espiral. ¿Lo ha visto?
-Por supuesto. – respondió, sorprendiéndolos. - Pero antes de darles más detalles, necesito que me ayuden a sellar a un peligroso Youkai.
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-¡YUJUUU! ¡Chokyukai! – gritaba HanaYasha; transformada en su versión humana, con largo cabello y ojos negros, parada en una gran roca y con las manos a los lados de su rostro. - ¡Ven, dulce amorcito! ¡Vamos a casarnos!
-¿Está segura de que esto funcionará? – cuestionó Sasuke, observando la situación desde el bosque, junto con la anciana Shikako.
Kirara se había quedado en la aldea para cuidar y vigilar a las jovencitas refugiadas.
-Ese cerdo mañoso no perdería una valiosa oportunidad como esta. – aseguró la mujer, asintiendo un par de veces, mientras el cielo se tornaba nublado. - ¡Te lo dije, aquí viene!
Unos segundos después, una inmensa y oscura ráfaga apareció desde el cielo, aterrizando a unos metros de HanaYasha.
Ella, por su parte, entornó sus ojos dorados y llevó su mano derecha a la empuñadura de su espada; oculta tras unos kimonos amarrados a su cintura, prestados por Shikako. No obstante, cuando el viento se esfumó, se resbaló de la gran roca.
El famoso Chokyukai, había resultado ser un cerdo enorme de pelaje marrón, luciendo más patético por portar ropas humanas a su medida y ser acompañado por un pequeño mono y una tortuga, amarradas por cuerdas que sujetaba en su puño izquierdo.
Sasuke también estaba tan impresionado por su apariencia que se quedó sin palabras.
-¡Oh! ¡Pero qué jovencita tan hermosa! – exclamó con gusto, haciendo un ruido típico de su especie y moviendo sus pequeñas orejas.
HanaYasha estaba furiosa. No obstante, al recordar el plan que habían armado para sellarlo, se forzó a calmarse, respirando antes de ponerse de pie.
-¡Pero qué cerdo tan apuesto! – comentó con una sonrisa... y una gran vena punzante en su mejilla derecha.
-¡NO SOY UN CERDO, SOY UN JABALÍ! – reclamó, rojo de ira.
-P-Perdón... - musitó la joven, con una gotita de sudor bajando por su cabeza.
Detrás de los árboles, Sasuke se cubrió la cara con una mano, avergonzado, y la anciana suspiró.
-¡Pero ya que tienes ansias por casarte conmigo...! – habló Chokyukai de nuevo, sacando de sus ropas una tiara dorada y haciéndola flotar hacia ella. - ¡...lo dejaré pasar!
Sonriendo confiada, HanaYasha finalmente sacó a colmillo sangriento, moviéndolo rápidamente hacia arriba para cortar el objeto.
El ataque de línea carmesí que salió de su hoja se lanzó contra el jabalí y sus lacayos, obligándolos a hacerse a un lado, asustados y sorprendidos.
Mientras tanto, la Hanyou buscaba la tiara de un lado a otro. No la había visto ni la había escuchado caer cuando movió su espada.
-¡HanaYasha!
De pronto, Sasuke salió del bosque, empujándola a la tierra y recibiendo en su lugar la tiara dorada. Había quedado suspendida en el aire, esperando el momento adecuado para aterrizar en su cabeza.
-¡Sasuke! – lo llamó, enderezándose y viendo preocupada como, arrodillado, le temblaban las extremidades y mantenía la cabeza agachada. - ¡Sasuke! ¡¿Estás bien?! ¡¿Qué sucede?! – lo interrogó, sosteniéndolo de los hombros.
Él, reaccionando, se llevó una mano a su pecho y levantó la mirada. HanaYasha puso la frente azul al ver el gran rubor en sus mejillas y sus ojos negros reflejando amor y odio al mismo tiempo. Un escalofrío cruzó por su espina dorsal completa, poniéndose delante del chico.
-¿Esa cosa también funciona con los hombres? – cuestionó Shikako para sí misma, asombrada.
-¡Oye, cerdo...! – exclamó HanaYasha, frunciendo el ceño.
-¡SOY UN JABALÍ, DEMONIOS! – gritó de nuevo, ofendido.
-¡No me importa lo que seas! ¡¿Qué rayos es esta cosa?!
-¡Mi mejor creación, por supuesto! – bramó sonriente. - ¡Una vez que le pongo una tiara dorada como esa a una jovencita, no puede resistir mis encantos!
-¡Las mujeres no somos objetos de colección, granuja! – gritó HanaYasha con furia, antes de caer de espaldas.
Parpadeó atónita. Sasuke se había levantado, aun con la mano en su pecho, para caminar hacia Chokyukai. Soltando un grito de terror absoluto, la joven se apresuró en hacer un sello con sus manos.
-¡J-Jutsu clones de sombras! – de dos nubes de humo salieron otras dos HanaYasha humanas, sorprendiendo a la anciana Shikako... y haciendo que Chokyukai la viera con dos corazones en lugar de ojos. - ¡AGARRENLO!
Las dos clones se abalanzaron contra el Uchiha, trayéndolo de un lado a otro hasta que pudieron sentarlo de nuevo en la tierra. HanaYasha se paró frente a él y usando todas sus fuerzas, le quitó la maldita tiara dorada de la cabeza, haciéndolo parpadear confundido.
-¿Qué pasó? – interrogó.
-Si te lo digo quedarás perturbado. – aseguró la joven, doblando la tiara como si fuera goma y arrojándola por detrás de su hombro derecho.
Las clones se dispersaron. Chokyukai, y los animales que lo acompañaban, palidecieron y sudaron, retrocediendo hacia los árboles a sus espaldas.
-¡Estás muerto, Chokyukai! – sentenció HanaYasha furiosa, llamando a colmillo sangriento con su funda y saltando hacia el aludido.
No obstante, antes de que pudiera debilitarlo, el jabalí sacó una segunda tiara dorada de sus ropas, poniéndosela en la cabeza.
-¡HanaYasha! – Sasuke la llamó, viendo atónito como soltaba su arma y miraba al patético Youkai con ojos de amor exageradamente bondadoso.
-¡Muy bien, preciosa! – Chokyukai le sonrió. - ¡Toma mi mano y vámonos de aquí!
HanaYasha aceptó gustosa, trepándose a él de un salto. El menor trató de alcanzarlos, pero antes de conseguir tomar, aunque fuera uno de los mechones negros de su maestra, el Youkai invocó el mismo remolino oscuro con el que llegó.
Por fortuna, podía percibir su energía maligna. Volviendo por colmillo sangriento, corrió y saltó hacia las ramas de los árboles secos, escuchando a lo lejos los gritos angustiosos de la anciana Shikako.
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-¡Señoritas, tienen a una nueva compañera! – anunció Chokyukai, entrando triunfal a su palacio.
A los lados y en el fondo del gran salón, había hileras completas de chicas jóvenes, cada una portando en su cabeza una tiara dorada y un elegante y colorido kimono con patrones alusivos al invierno. Sonriendo y saludando al jabalí, las chicas se inclinaron hacia adelante, sentadas en cómodos cojines de color azul.
-¡Como los brillantes ojos que tienes son como la noche, te sentarás junto a mí al fondo! – anunció el jabalí, riendo y dándole pequeñas palmadas en la cabeza a HanaYasha, quien no dejaba de sonreír gustosa.
De pronto, su transformación se deshizo, revelándole con horror al Youkai su cabello plateado, sus ojos dorados y sus dos orejas de perro, moviéndolas como si no hubiera pasado nada.
-E-Espera... - musitó con sospecha. – Ahora que te veo bien tu apariencia me parece conocida...
En el momento en el que Chokyukai la inspeccionaba de todas partes, incluyendo su aroma, un silbido llamó su atención, haciéndolo enrojecer enseguida al asomarse por el barandal del balcón de madera. Una joven vestida con kimonos violetas y un gran sombrero de paja; con una fina cortina de seda pegada en la orilla cubriendo su cabeza, lo había llamado.
-¡E-Este es mi día de suerte! – bramó encantado, saltando por encima del barandal para bajar del palacio.
Sasuke vio complacido como se aproximaba a él. Saltó hacia atrás y le lanzó un par de kunai a los costados, encerrándolo en un campo de fuerza que lo electrocutó.
-¡¿Pero qué...?!
Deshizo su transformación. Corrió y usó la cabeza del demonio como trampolín, saltando hacia el barandal de madera, donde permaneció arrodillado hasta que localizó a HanaYasha. Ya sin su apariencia humana y con la mirada pérdida, sonreía embobada a cualquier parte que mirara.
Sabiendo que su campo de fuerza no duraría mucho, porque le faltaba práctica, fue hacia la Hanyou. La tiró bocabajo al piso y, sentándose en su espalda, le quitó con todas sus fuerzas la tiara dorada.
HanaYasha parpadeó, volteando de un lado a otro. Había muchas chicas sentadas a su alrededor. Pero ninguna le prestaba atención porque solo se concentraban en sonreír y llamar con dulzura a Chokyukai. Eso le dio tanto asco que sacó la lengua y cerró los ojos con fuerza.
-¿HanaYasha?
Con ese llamado, sus orejas de perro se movieron, haciéndola voltear atrás con curiosidad.
-¿Sasuke? – dijo confundida. - ¿Qué haces en mi espalda?
Él suspiró, aliviado por no verse en la necesidad de aplicar más fuerza bruta. De pronto, una gran cuchilla salió volando desde el fondo. El muchacho se tiró a un lado de la peliplateada, dejando que lo abrazara con protección, hasta que el piso debajo de ellos tembló unos segundos. Chokyukai sostenía enojado la cuchilla, sacando dos hileras de vapor desde los huecos de su nariz.
-¡Nadie me engaña y se sale con la suya! – exclamó, atacándolos con su arma.
Ambos lo esquivaron, parándose y separándose a los lados de la estancia. Chokyukai, entrecerrando sus pequeños ojos rasgados, empezó a sudar y a temblar por el pánico.
-¡Tú...! – bramó, señalando a la Hanyou. - ¡Por eso te me habías hecho tan conocida! ¡Eres pariente del sarnoso de InuYasha!
-¡JA! – bufó HanaYasha, sonriendo de lado. – Así que conoces a mi padre.
-¡¿Conocerlo?! – siguió quejándose, golpeando el piso con su pie izquierdo. - ¡Ese maldito y la bonita sacerdotisa que lo acompañaba fueron los que me sellaron hace años!
El muchacho lanzó a colmillo sangriento hacia su maestra. Una vez que lo atrapó, empujó a Chokyukai por el balcón con sus cuchillas de sangre, haciéndolo caer y rodar por la tierra. No tuvo tiempo de pararse ni de mover su cuchilla, ya que Sasuke invocó de sus largas muñequeras negras un arco y una flecha; con un conjuro atado en medio, apuntándolo desde la orilla destruida del balcón.
-¡ESPEREN, ESPEREN...! – bramó desesperado, soltando su arma y negando con las manos. - ¡A-Ahora sí me portaré bien, lo juro!
-Los cerdos como tú nunca cambian. – afirmó el Uchiha con frialdad, tensando más la cuerda del arco.
-¡UN JABALÍ, UN JABALÍ! – alcanzó a gritar antes de que la flecha le diera en el estómago, haciéndolo rodar y chillar hasta que el remolino oscuro apareció desde el cielo para llevárselo definitivamente.
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-No saben lo agradecida que me siento por haber recibido su ayuda. – les comentó la anciana Shikako a los Shinobi, luego de volver a la aldea con las jovencitas secuestradas.
Todas estaban distraídas con lo tierna que era Kirara, arrojándole con suavidad una pelota de tela que ella no dejaba de corretear.
-Y, sobre el tipo de la máscara... ese encuentro fue muy desagradable.
-¿Cuándo sucedió? – interrogó HanaYasha.
-Hace un año. – relató la mujer, ensombreciendo su mirada. – Era una noche lúgubre de invierno. Los árboles no dejaban de rasgar la madera de las casas con sus ramas. Quería creer que era por cosa del mal tiempo, pero, en realidad, se trataba de un terrible augurio. Por eso salí a explorar los alrededores y cuando llegué a la montaña, lo vi.
Un relámpago iluminó la silueta del enmascarado, teniendo la capa robada de Akatsuki manchada de sangre.
-Con ese terrible ojo rojo brillando en el hueco de su máscara, había asesinado a la mayor parte de los ancianos y hombres. – agachó la mirada apesadumbrada y negó. – Sentía tanto miedo y rabia que no fui capaz de moverme. Mucho menos, preguntarle cuáles habían sido sus motivos.
HanaYasha la vio con tristeza y Sasuke apretó los puños.
-Dos días después, tomé valor para ir a ver los cadáveres. Al percatarme que les había quitado muchos de sus órganos, de inmediato recordé un antiguo brebaje que solo puede ser preparado por los Youkai. No recuerdo su nombre. Solo tengo presente que sirve para rejuvenecer un cuerpo en putrefacción.
Fin del capítulo.
