Ghost no perdió el tiempo, y confiando en que el teniente Ming sabría manejar la situación, se dirigió al palacio de ciudad Concordia. Generalmente, ver a la emperatriz requeriría una cita previa y una carta de aprobación como respuesta, pero este asunto era demasiado importante para esperar.

Independientemente de su rango como general, los soldados de la guardia real no respondía a sus órdenes, y solo acataban las palabras del Ministro Dong y de la emperatriz Shuang en persona. De hecho, ni siquiera los miembros de la familia Sun tenía poder sobre ellos, y Ghost tuvo que darles la noticia de su regreso para que le informaran a la corte.

Sin mucho que pudiese hacer, Ghost se quedó a las afueras del palacio, con la mirada perdida en la ciudad, la cual era claramente visible desde la escalinata que conducía al interior de las instalaciones. Unos sirvientes le ofrecieron llevarlo a una sala de espera, donde podría pasar el tiempo disfrutando de la comodidad y bebidas que alguien de su rango sería capaz de acceder. Sin embargo, el fantasma les dió una respuesta silente, sin apartar la mirada de esa ciudad que había. Recordando, el día que decidió aceptar una nueva causa en su corazón. El día que decidió luchar y salvó Sendero Verde. El día que decidió, darle algo de propósito a su vida.

- Flash Back -

Habían pasado un par de horas desde que se declaró la victoria sobre el ejército tejedor que había asaltado la frontera sur. La euforia de las tropas era notoria, y pronto, un grito de victoria se extendió por todo el frente, tan fuerte, que puso ser escuchado incluso en zonas cercanas de Cruces Olvidados.

Los mensajeros no perdieron el tiempo, y marcharon hacia la ciudad y pueblos cercanos esparciendo la noticia. Los civiles gritaban de emoción, al saber que sus vidas volvía a estar a salvo una vez más, y las noticias no tardaron en llegar al palacio. Tanto el ministro Dong como la emperatriz Shuang pudieron respirar aliviados al escucharlo, ya que ambos estaban reunidos hablando de temas importantes en ese momento. Sin embargo, la noticia tenía mucho más que contar que la victoria.

Pronto toda la ciudad lo supo. ¨Un misterioso guerrero se lanzó desde el interior de los muros, y con una valentía inmensurable hizo retroceder a los enemigos y capturó a uno de los generales enemigos. Sus acciones no solo fueron vitales para asegurar la puerta este del muro, sino que también, había salvado a todo el reino. Sin embargo, este guerrero desapareció del campo de batalla tan pronto como había llegado, y nadie fue capaz de reconocerlo.¨

Las descripciones mostraba a un guerrero alto, de delgada figura, pero sumamente poderoso. Lo único claramente notorio era su enorme capucha negra, pero las descripciones de su rostro son tan difusas como variadas, dependiendo a que soldado presente le preguntases. Sin embargo, fue la versión del general Sun Quang la más acertada, ya que este estuvo a su lado, y pudo verlo a detalle por varios segundos.

Lamentablemente, la búsqueda del salvador del reino tuvo que ser aplazada, pues la muerte del general Sun Jian causó el lute en toda la ciudad. Había servido al reino incluso antes de la gran división, y su nombre siempre iba acompañado de palabras de aprecio por cada ciudadano de Sendero Verde. El hecho que hubiese caído en batalla entristeció a muchos, pero asumían que no era muy extraño dado su avanzada edad. Desconociendo, que la propia familia Sun ocultó todo lo ocurrido y la masacre que se llevó a cabo sobre las puertas principales. Pues, quienquiera que hubiese hecho tan acto de barbarie, no dejó ni un solo testigo para ver su brutalidad. Mucho más... Saber quien fue el demente que se dedicó a decapitar a cada uno de los soldados caídos. Un monstruos sin lugar a dudas.

Sin embargo, cosas extrañas pasan cuando mezclas ironía, carencia de sentido común, y algo de alienación. Pues la cara de uno de los soldados de la guarnición cuando el propio Ghost se acercó a ellos portando en sus manos un panfleto con su rostro era indescriptible.

— Disculpe guardia. Vi este panfleto con mi rostro y el cartel de ¨se necesita encontrarlo¨ escrito y estoy preocupado. No he hecho nada malo y me he comportado como un buen ciudadano. Así que no veo el motivo por algo así. —

Sin embargo, a diferencia de Ghost, cuyo rostro expresaba su preocupación y su necesidad de demostrar su inocencia; cualquiera fuese el motivo por el cual lo estaba buscando, el guardia intercalaba su mirada entre el rostro de ese extraño sujeto y el panfleto que tenía en su mano. No se creía lo que estaba viendo en lo absoluto. Y menudo brinco dió cuando se dió cuenta de lo que tenía frente a él.

Y así, tras una horas bastante caótica, Ghost se encontraba sentado sobre un fino cojín justo en el medio del salon imperial del palacio de Ciudad Concordia. Todo pasó demasiado rápido, tanto, que incluso tenía lagunas ocasionales, cuando trataba de recordar como fue que pasó de la guarnición a las puertas del palacio, o como fue que terminó aquí en primer lugar. Lo único que recuerda con vergüenza es un sinfín se sirvientes cambiando sus ropajes, y ahora portaba un elegante traje hanfu que jamás pensó portar en su vida. De parte superior negra e inferior roja vino, con mangas blancas y decorados bordados dorados. Al parecer, tendría que ver a alguien importante.

A pesar de su nerviosismo interno, Ghost se mostraba inamovible. Un ser de mirada distante, que permanecía inmóvil mirando al futuro. En el lugar solo había algunos guardias colocados cerca de las paredes, y algunos que otros bichos elegantes que poco a poco iban llegando. Seguro otros nobles y demás.

Sin embargo, la llegada de tres individuos pronto llamó la atención del fantasma, cosa que no pasó con el resto de personaje presentes. Fue cuando único Ghost giró su cabeza hacia su espalda, aunque no abandonase su postura serena. Era como si fuese capaz de ver la fuerza en ellos, como si fuesen los únicos presentes que supusieran un verdadero desafío.

Pronto, las siluetas se acercaron más y más, y el fantasma involuntariamente se mantenía atento a sus presencia. Era como un depredador que no aparta de mirada de otros, hasta que finalmente ambos se revelaron a su vista.

Se trataban de los tres hijos de la familia Sun, altos generales de Sendero Verde, y héroes nacionales. Los tres pasaron a su lado, siendo el guerrero de la espada seccionada quien iba al frente, con su hermano del medio de armadura plateada a su espalda. Y por última, la joven arquera, quien parecía ser la menor de los tres.

Cada uno tomó asiento cerca de Ghost, ubicados de forma perpendicular a este, pero sin impedirle el paso al trono. Ghost no perdió un momento, y con solo unos segundos, logró descifrar cosas de ellos que nadie más sería capaz de notar.

Sun Ce, el mayor de todos se mostraba distraído, pero no tan triste como su hermano Sun Quang. Al parecer, el bicho de aradura plateada, estaba sumamente conmocionado y deprimido por algo que había pasado. Por supuesto, Ghost no sabía que se trataba de la familia Sun, y estaban abatidos por la muerte de su padre. La joven Sun Ren fue la única que pudo al menos hacerle un gesto de saludo, algo que Ghost respondió de inmediato. Ella parecía una delicada dama de al menos uno o dos años menor que él, pero Ghost no se dejaría engañar por su aspecto. Vio el temple de una cazadora en sus ojos, y eso era algo que nadie podía esconder.

Ahora, la sala del trono estaba completamente llena. Muchos más insectos de los que Ghost esperaba estaban presentes, y cada uno de los cojines de la sala fue ocupado por un miembro importante de ciudad Concordia. O al menos eso Ghost asumió, pues el único rostro que conocía, era el del abatido insecto de armadura plateada.

— ¡Todos los presentes! ¡Regocíjense para recibir a su majestad, emperatriz Shuang! —

La voz de un vocero llamó la atención de todos, quien enfocaron su vista al frente, mientras una pequeña profesión improvisada se mostraba cerca del trono. Todos los presentes inclinaron sus cuerpos, y sus cabezas mostraron respeto a la hermosa criatura con forma de raíz que entró por un lado del salón, acompañada de un pequeño séquitos de sirvientas y el ministro Dong.

Su porte era glorioso. Su hermosa y blanca piel irradiaba una luz fascinante. Su andar era lento, y su mirada no se apartaba del frente de su caminata. Ella realmente detestaba este tipo de ceremonias, pero el ministro era alguien muy conservador, y dada su joven edad ella prefería siempre oír su consejo. Igual sería demasiado por un simple héroe, aunque tal vez lo mejor sería hacer algo decente en forma de agradecimiento.

La emperatriz subió por la pequeña escalinata, mientras las sirvientas quedaban debajo, con la cabeza baja en señal de respeto. El único que subió con ella fue el propio ministro, quien se quedó de pie a su lado mientras ella tomaba su asiento en el trono, como la brillante regente blanca que era.

Sin embargo, un elemento en su campo de visión captó su atención de manera inmediata. Todos los presentes, bajaban las cabezas por respeto. Incluso los soldados bajaban sus armas y se arrodillaban ante su presencia. Todos en perfecta armonía. Pero no Ghost.

El fantasma se mantenía inmóvil en su silla. Su mirada fría y desganada, obstinada de tanta opulencia se clavaba sobre los ojos de la emperatriz como si se tratase de cualquier otra insecto, carente de todo el cargo político que ella cargaba. Era la primera vez que Shuang veía un elemento discordante en las profesiones perfectas de la corte. Y esa mirada muerta era realmente escalofriante.

— ¿¡Cómo hozas a no inclinar la cabeza ante su majestad!? —

La voz de un colérico ministro se alzó sobre la repentina calma, y todos aquellos que antes mostraban respeto, alzaban la cabeza para mirar a quien su garra de oro apuntaba. Todos, ojos abiertos como platos, al ver la forma tan desanimada con que Ghost miraba a la emperatriz, la cual giró lentamente para encara al mismísimo ministro de Sendero Verde. Esto era algo inaceptable.

— ¡Guardias! —

En menos de una fracción de segundo, lo que estaba planeado fuere una ceremonia de agradecimiento, con regalos y posibles títulos mobiliarios, pareció convertirse en una orden de arresto.

Los soldados musgoso de la corte, portando brillantes armaduras plateadas y lanza ceremoniales, pero igual de letales, abandonaron sus puestos y rápidamente rodearon a Ghost en un mortal círculos de lanzas. Todos estaban en shock, incluso la propia emperatriz no tenía palabras para la situación, y su miedo era claramente visible, para alguien que no sabía lo que era sentir el peligro. Sobre todo, porque ella podía ver perfectamente la mirada de Ghost apoyada sobre el ministro.

Ghost no mostraría piedad... Jamás. Su rostro de despreocupación se esfumó preocupantemente, mientras una mirada muchos más profunda dominaba su rostros... Una mirada escalofriante... Vacía... y al mismo tiempo, llena de ira. La mirada de alguien que esta dispuesto a matar sin pensar en las consecuencias... La mirada de cazador asechando a su presa.

— Mi... Ministro... Espere... Debe haber alguna... — La voz de Sun Quang se alzó de pronto, pero rápidamente fue aplacada por la mano de su propio hermano mayor.

Ellos no tenían idea... Ninguno de ellos tenía idea. Solo Sun Quang lo había visto masacrar solo a un varias docenas de tejedores en cuestión de segundos. Doce soldados tal vez no serían suficiente para contener a esa bestia, por muy bien armados y blindados que estuviese. Pero incluso sabiendo que Ghost no portaba arma alguna, algo dentro del hermano del medio le decía que algo no andaba para nada bien. Y un gesto de tragar en seco, fue escuchado con preocupación por ambos de sus hermanos.

¨Una cazador no necesita un arma para matar a su presa.¨

Sim previo aviso, Ghost estiró la mano y agarró la lanza que tenía justo al frente por el eje tras la punta de metal ornamentado, pero ni siquiera el eje de madera de roble reforzada con anillos de metal pudo resistir ante su absurda fuerza. En un pestañazo, Ghost se alzó de su haciendo, y un violento giro fue apreciable casi por ninguno de los presentes, hasta detenerse en seco en un seco movimiento que hizo menear sus vestimenta. Y ante la mirada confundida de todos, tratando de deducir que había pasado, las cabezas de las lanzas que lo rodearon cayeron al suelo. Doce lanzar históricas de ceremonia, transmitidas de generación en generación, ahora solo eran poco más que chatarra.

Todos, absolutamente todos, se petrificaron ante la vista. Solo la familia Sun era capaz de aún mantener sus rostros asombrados, pero no en shock. Incluso el propio Sun Ce, el mejor guerrero del Sendero Verde se asombró de tal habilidad. Eso para ni mencionar la cara del ministro.

Ahora, rodeado de varios soldados asustados, Ghost alzó su mirada una vez más, y esos ojos iracundos volvieron a chocar con los suyos. El ministro temía, temía realmente por su vida. Esa mirada, la recordaba de algún lado, y su pinza de oro temblaba ante la idea de que ese monstruo arrasara con todo a su paso. Estuvo a punto de llamar a los guardias, cuando la puerta principal del salón se abrió estrepitosamente, tomando a todos por sorpresa.

La figura que se hizo presente, sacó una gran asombro en todos los presentes, y dejó el shock a los más viejos. Se trataba de un insecto colosal. Uno que superaba en tamaño a todos los presentes en la sala. Su andar era apurado, y a pesar de parecer no haber sido invitado, nadie lo detuvo mientras se acercaba peligrosamente al trono. Ghost giró la cabeza ligeramente hacia atrás, pero ni siquiera se inmutó ante su presencia, pues sabía muy bien quien era, aunque se preguntaba el porqué estaba allí. Se trataba de su mismísimo maestro después de todo.

El cazador pasó al frente, mientras los soldados de lanzas rotas se retrocedían ante la impresión. La mirada de Ghost se relajó con su presencia, pero su semblante seguía tan sombrío como solía serlo. Sin embargo, ver a su maestro arrodillarse frente al trono fue algo que asombró hasta a alguien tan inexpresivo como él.

— Gran emperatriz Shuang, regente de Sendero Verde y más allá de las fronteras boscosas, se que mis palabras ya no tienen peso, pero pide enormemente por su perdón en nombre del joven aquí presente. —

La emperatriz Shuang literalmente no tenía idea de quien se trataba. Seguro la conoció cuando era demasiado joven para recordarlo. Quizás cuando su madre la Dama Blanca aún estaba con vida. Nunca antes había visto a un insecto tan grande en la corte, mucho uno cubierto de maleza de esa forma. La raíz miró a un lado, pero se quedó igual de anonadada al ver el rostro del ministro Dong.

El escarabajo de ornamentos dorados estaba boquiabierto ante lo que le revelaban sus ojos. Nunca antes este había abandonado su lugar durante una reunión de la corta, pero incluso alguien tan amante a las reglas como él, las hacía a un lado para bajar las escaleras y acercarse con pesado andar al recién invitado. Mucho más fue el asombro de la emperatriz, cuando el ministro cayó de rodillas antes alguien que no fuese ella.

— Nunca pensé volver a verlo... Lü Bu- Sama —

Las palabras del ministro rápidamente recorrieron toda la sala, impresionados de escuchar un nombre de leyenda. Mucho más, ver que esa leyenda aún estaba viva. Incluso los miembros de la familia Sun abrieron los ojos, al escuchar el nombre de aquel al que su padre una vez llamó Maestro.

— Es... Es Lü Bu-sama. —

— Lü Bu-sama. —

— Lü Bu-sama. —

El nombre del cazador retumbó en la boca de varios de los nobles más viejos, quienes podrían llorar solo por verlo, así como el mismo ministro lo estaba haciendo. Ghost recordaba que el maestro una vez le comentó que una vez fue un gran soldado de Sendero Verde, pero jamás esperó que su simple presencia causara una reacción así por parte de los presentes. Como siempre, había tanto que ignoraba.

— ¿Es usted el gran Lü Bu? — La voz de la propia Shuang se alzó de su trono, tan enérgica por escuchar el nombre de una leyenda, como el nombre de la mismísima Herrah le había causado. Solo que esta leyenda estaba frente a ella ahora mismo. — ¿En gran Lü Bu? ¿El general invicto del Este? ¿El Destructor de Ejércitos? ¿Aquel que es capaz de atravesar la tierra con solo su fuerza? —

— Esos títulos suelen exagerar bastante, su majestad. Por otro lado... Ya soy solo una sombra de lo que una vez fui. —

— Mi viejo amigo... ¿Dónde habías estado? — Preguntó el ministro aún con lágrimas en los ojos. — No... no volvimos a saber de ti desde la Batalla de las Cien Mil Lágrimas. —

De pronto, el rostro del cazador se tornó algo nostálgico al escuchar ese nombre, así como el de todos que sabían que significaba. Esa batalla entre Musgosos y Mantis, apenas empezada la Cruzada del Emperador Wyrm. Se especula que cien mil almas fueron enviados al mundo de los muertos esos días en la zona norte de Páramos Fúngicos.

— Yo... lo siento... Pero después de conseguir la victoria... Supe que debía hacer algo diferente... Algo demasiado importante. —

— Tan importante... ¿Cómo para dejarlo todo atrás? —

— Si. — Respondió el cazador con tristeza.

El ministro mostró un rostro igual de preocupado como confuso. No necesitaba saber, al menos no en ese momento, pero su mente estaba hecho un caos en ese momento. Lo único que pudo hacer, fue darse vuelta y mirar a su emperatriz. Quien con un solo gesto de su cabeza, supo que las palabras de este insecto debían ser escuchadas.

— Señor Lü Bu. — La voz de Shuang no se hizo demorar. — Usted a pedido el perdón en nombre de este joven... ¿Se puede saber el motivo? —

— El es mi aprendiz, su alteza. Y puede que no entienda algunas cosas, pero no es mal insecto. —

El cazador giró la cabeza, y miró al joven Ghost, quien aún seguía de pie con la punta de lanza rota en la mano. Sus miradas se entrecruzaron por varios segundos, como si estuviese hablando sin decir palabras. La mirada de Ghost era fría y retadora, una que solo el mismísimo cazador sería capaz no solo de sostener, sino imponerse. Y tras varios segundo, Ghost dejó caer la lanza haciendo un escandaloso ruido al impactar contra el piso, y dejando a todos bien sorprendidos al verlo agacharse por su propia voluntad. Aunque su rostro parecía no estar en armonía con su cuerpo.

— ¿Cual es su nombre, señor guerrero? — Preguntó la emperatriz.

— Ghost. — Respondió a secas, algo que aún seguía sin gustar a muchos.

— Es un gran placer conocerlo, Ghost-dono. Me contaros de sus logros en la batalla, y como su acciones han salvado este reino, y como emperatriz, agradesco en nombre de todos los ciudadanos de Sendero Verde. Es todo mi júvilo contar con un soldado tan valeroso. —

— No es un soldado de Sendero Verde. — Interrumpió Sun Quang con la verdad.

— ¿No es un soldado? ¿Qué es entonces...? ¿Mercenario? ¿Que quiere dinero? — Preguntó el ministro sin pelos en la lengua, pues a pesar de todo aún no lo veía con buenos ojos, pero Ghost no contestó una palabra.

— Ghost-dono. — La voz de la emperatriz Shuang cayó los murmullos que ya se comenzaban a esparcir por la sala. — ¿Es eso cierto? —

— No. — Respondió a secas.

— Entonces... ¿Por qué hizo tal cosa? ¿Por qué lucho para salvar este reino? —

Ghost se quedó en blanco por unos segundos, mientras todos esperaban su respuesta en silencio. El propio cazador lo miraba, repitiéndose en su interior una única frase: ¨Vamos, Ghost... Se que puedes hacerlo.¨ Entonces... Ghost habló.

— Por que... Por que pude verlo. —

— ¿Pudiste verlo? — Preguntó el ministro con muchas dudas.

— Pude ver... a la ciudad... a los habitantes de Sendero Verde... Pude ver los cuerpos sin vidas sobre las calles. Sentir el olor a sangre de nuevo en mi nariz... Pude ver las casas en llamas, y mi piel temblar ante la crueldad del inclemente fuego... Pude ver lo que pasaría si... Si las tejedoras ganaban... Y estaba... aterrado... —

Las palabras de Ghost calaron profundo en los presente. Todos aquellos que alguna vez empuñaron un arma alguna vez, supieron de inmediato a lo que se refería, y de inmediato sus miradas bajaron con pesar al recordar esa idea. Sin embargo, aquellos que nunca han conocido ese peligro chocaron contra una muy cruel realidad... Sin embargo, nadie estaba más impactada que la propia emperatriz.

La burbuja de protección que el ministro Dong había creado para protegerla, estalló con violencia antes las imágenes mentales que las palabras del guerrero crearon en su cabeza. Una realidad mucho más infame de lo que ella pensaba, aún sabiendo que la guerra era algo malo, pero no capaz de imaginar hasta que punto. Ella era la cúspide de la inocencia en este aspecto, y Ghost era su opuesto natura. Y ver la forma colérica con que Ghost apretaba su puños hasta hacer que su propia sangre gotease sobre el suelo era clara muestra de ellos.

Los ojos de la joven Emperatriz cayeron con tristeza. Una mirada que no volvió a mostrar desde que superó la muerte de su madre. La mirada de alguien que estira sus alas blanca, pero se queman y se vuelven ásperas ante la dura realidad. Una imagen que hizo llorar el corazón del ministro, ahora que era incapaz de saber si tanta sobreprotección de su parte hubiese sido bueno... Pero ya estaba hecho.

— Ghost-sama... — El repentino cambio de voz de la emperatriz fue notorio, y el hecho que le hubiese llamado con tanto respeto preocupó a varios presentes. — Lo que hizo ayer por nuestro pueblo... Es algo que jamás podré compensarlo... Ahora lo veo... Ahora lo veo como nunca y me entristece... —

— Su alteza... — Un gemido de lamento escapó del propio corazón de Dong.

— Sin embargo. Hay algo que puedo ofrecerle. — Todos miraron con curiosidad, hasta el propio Ghost, cosa que era bastante raro. — Diez mil gen. Una propiedad con terrenos suficientes y el rango de general dentro de la armada de Sendero Verde. —

El asombro en la sala fue imposible de ocultar, pronto el murmullo se disparó en cada rincón, sabiendo que eso era simplemente demasiado. Los únicos que no mostraban esa grado de confusión eran los propios Ghost y Lü Bu, además de los miembros de la casa Sun que mostraban más interés que shock.

— Pe... pe... pero, su alteza... Eso es demasiado... — El ministro no pudo evitar tratar de hacerla entrar en razón.

— Lo se, ministro Dong... Esto es un capricho mío. —

El murmullo fue aplacado, y ni siquiera el aire entrando por la puerta generaba el menos ruido. Todos miraban con asombro hacia la emperatriz, incapaces de creer lo que había pasado. Pero ni sus ojos ni oídos les habían mentido.

— ¿Y bies, Ghost-sama? ¿Acepta la oferta? —

Ghost no respondió de inmediato. Su mente se perdió en sus pensamientos por varios largos segundos, en los que todos esperaban una decisión que afectaría al reino, aunque desconocían hasta que grado. Y finalmente, Ghost respondió.

— Acepto la oferta militar... Pero no necesito ni el dinero ni las propiedades... Eso puede usarlo para algo que realmente valga la pena. — Una respuesta muy desafiante, pero que en este punto nadie se atrevería a protestar.

— Está bien. Igual insisto en que al menos acepte una pequeña morada donde pueda quedarse y vivir. —

— Como ordene, su majestad. —

El hecho que Ghost hubiese llamado a la emperatriz de esa manera, demostraba que el acuerdo había sido sellado. Algo que hizo a la emperatriz sonreír, como si hubiese ganado un partido importante, aún cuando el fantasma no cambiaba su inexpresivo rostro.

Sin embargo, nadie estaba más asombrado que el resto de nobles presentes. ¿Quién en su sano juicio rechazaría una oferta monetaria y un inmueble de tal escala? Ese joven de seguro no estaba bien de la cabeza. Sin embargo, sería una lealtad que necesitaría de mucho trabajo, pues cuando Ghost se puso de pie, se dió la vuelta y se fue sin decir nada más. Algo que hizo al cazador negar con la cabeza, mientras el resto veía impactados como este se retiraba, violando varios protocoles de la corte en ese instante.

— ¿De donde sacaste a ese chico? — Para este punto, el ministro estaba demasiado cansado para mantener las etiquetas.

— Es... una larga historia. Se que puede ser... ¨ difícil¨ de tratar, pero se que aún tiene mucho bondad en ese corazón. —

— Lü Bu-sama... — La voz de la emperatriz interrumpió la conversación de viejos amigos. — ¿Qué... le pasó a Ghost-sama? Esos ojos... esos ojos nunca antes los había visto. —

El cazador suspiró con pesar. No sabía si debería contarlo, pero en este punto no estaba en condiciones de esconder nada. Y mientras organizaba sus ideas, un pensamiento se cruzó por su mente... ¨Lo que debo hacer por usted, su majestad Blanca.¨ Y finalmente hizo un simple comentario, que oscurecería la iluminada habitación con su pesada aura.

— Su alteza... Esos son los ojos de alguien que lo perdió todo en La Noche Roja. —