El general Nosk, traidor de su pueblo, se acercaba lentamente hacia el guerrero que había despertado su espíritu guerrero después de tantos años. Fue una batalla como hacía tiempo no experimentaba, y su corazón latía con fuerza, mientras una enorme sonrisa de satisfacción cada vez más pronunciada, se dibujaba en su rostro a medida que su combate se hacía más reñido.
El guerrero de Sendero Verde era capaz de luchar a la par de su guadaña, a pesar de solo blandir pequeñas dagas. Sin embargo, sus habilidades y velocidad pusieron a Nosk en aprieto en varias ocasiones.
Sin embargo, toda esa felicidad fue rápidamente por un sentimientos de decepción, cuando en un descuido, el guerrero apartó la mirada para ver a su compañera herida. ¿Qué tan mediocre debe ser un guerrero para apartar la mirada en pleno combate? En un duelo a muerte solo importa el presente y los contrincantes. Todo alrededor pasa a un segundo plano. Insignificante. Por tal motivo, ahora su oponente yacía contra la pared, con un agujero peligrosamente cerca de su corazón. Al menos eso eran los pensamiento que pasaban por la mente de un ser sin piedad como él.
Sin embargo, y a pesar de todo. Le tenía cierto aprecio. Después de todo, fue gracias a ese guerrero que Nosk volvió a sentir el fragor de una batalla. Su cuerpo volver a llenarse de adrenalina y su sed de batalla por fin ser calmara. Por tal motivo, le daría una muerte rápida e indolora.
Nosk avanzaba a paso constante hacia Ghost. La tejedora blanca a sus espaldas ya estaba condenada, y para nada era su problemas. Lo que le pasara a la Khan Hachi no le podía importar menos. Sin embargo, el hecho de que el guerrero de Sendero Verde estuviese mirando a esa bastarda a pesar de su situación, hacía que la cólera se apoderara del enorme arácnido.
Tan vez, había juzgado mal el temple de ese guerrero. Y solo era un gusano patético como el resto. Mirando a una basura ya muerta en ver de enfrentar la muerte mirándola a los ojos. Que decepción.
Nosk finalmente se detuvo frente a Ghost, quien ni siquiera se había dignado a mirarlo en todo ese tiempo. Sus ojos solo estaban enfocados en Hachi, quien estaba a punto de ser asesinada por las tejedoras enmascaradas que finalmente la había superados. Nosk alzó su guadaña, mientras una mueca de despreció escapaba de su rostro. Una que al final, solo se traducía como la decepción que sentía.
La tierra se sacudió, el tiempo mismo sufrió una ruptura
La tierra se sacudió, el tiempo mismo sufrió una ruptura. Nosk estaba de espaldas, y solo pudo sentir como el suelo bajo sus pies temblaba ante la figura que se había presentado a sus espalda, mientras podía escuchar con satisfacción su rugir colérico. No necesitaba darse vuelta para saber quien era... Porque era grito de cólera, en sus oídos resonaban como una melodía que traía ecos de un pasado glorioso.
Tanto fue el estupor del arácnido, que una enorme sonrisa de satisfacción volvió a aparecer en su rostro, mientras su guadaña, antes alzada para decapitar a su ponente, ahora bajaba lentamente hasta descansar sobre el costado de su cuerpo. Solo entonces, se dió la vuelta lentamente, para contemplar con gloria aquella figura que había admirado por tantos años en el pasado.
Herrah, la Bestia. Matriarca de Nido Profundo. La encarnación de la guerra y una fuerza imparable, volvía a blandir sus dos enormes agujas contra sus enemigos. Nos pensaba que ya había olvidado como era el porte de aquella figura a la que tanto admiró durante la era de los conflictos. pero que se había entregado a la pereza tras la llegada del Emperador gusano. Sin embargo, ahora estaba allí, frente a él una vez más, envuelta en las más fría cólera mientras aterrizaba estrepitosamente sobre Hachi, mientras sus poderosas agujas arrasaban con todo a su alrededor. Las tejedoras enmascaradas que se disponía a acabar con la vida de la princesa, ni siquiera pudieron reaccionar cuando una leyenda entre leyendas cayó sobre ellas cual rayo que impactaba sobre la tierra. Ahora, no más que cascarones destrozados y charcos de sangre y vísceras desparramados sobre el suelo.
La madre envolvió a su hija en una pared inquebrantable de piernas y acero, mientras las tejedoras enmascaradas retrocedía ante su presencia. Ninguna estaba lo suficientemente decrépita para enfrentarla, sabiendo que lo único que encontrarían sería una muerta rápida y despiadada.
—Ma... dre...
Una voz sin apenas fuerzas se levantó desde el suelo. Incluso en su rabia, Herrah fue capaz de suponer su amor maternal ante sus emociones, y voltear la cabeza hacia su retoño. Verla cubriéndose sus patas amputadas para detener el sangrado fue algo que le partió el corazón, así como su rostro cansado, a punto de colapsar por la fatiga. El culpable de esto... pagaría con creces tal insolencia.
—Ja ja ja ja... ¡Si! ¡Finalmente! ¡Depués de tantos años!
La voz de Nosk se alzó desde el sufrimiento de otros. Su tono demostraba una alegría verdadera, estupefacto por poder volver a ver a su matriarca brilla con la luz de sangre que tanto él recordaba y añoraba. Un actuar tan errático, que incluso algunas de sus seguidas pensaban que había perdido la cordura. Pero nada más alejado de la realidad.
—¡NOSK! ¡MALDILTO! ¡VAS A PAGAR POR LO QUE HAS HECHO!
—¿¡Por lo que he hecho!? ¡Yo solo voy a regresar a Nido Profundo a su antigua glora. ¿¡ES QUE NO LO VEZ!?
—¡LO ÚNICO QUE HAS TRAIDO ES MUERTE A TU PROPIO PUEBLO!
—¡ASÍ ES! ¡LOS DÉBLILES DEBEN SER PURGADOS, PARA QUE NIDO PROFUNDO VUELVA A CRECER COMO EL IMPERIO GUERRERO QUE UNA VEZ FUE!
—¡ERES UN INEPTO! ¡UN IGNORANTE! ¡INCAPAZ DE VER LA ESTUPIDEZ QUE HA HECHO! ¡NO ERES UN SALVADOR NI UN HÉROE...! Solo eres un niño que no sabe afrontar las consecuencias.
Tras esas palabras de la matriarca, la felicidad en el rostro de Nosk se disipó como brisa ante una ventisca, dando paso a un rostro que solo mostraba una profunda decepción. Resentimiento. Desprecio. A medida que la rabia desaparecía del rostro de la gran tejedora, dándole paso a un rostro más determinado, pero con una ira controlada.
Nosk lo entendió. La Herrah que él había conocido. La que tanto admiraba. La que siguió con fe ciega a los más sanguinarios campos de batalla ya había muerto. Ya no era la guerrera despiadada que era antes, ya no tenía esa sed de sangre en sus ojos. Solo esa... asquerosa determinación y lógica. La Herrah que él siguió con fe ciega, murió el día que firmó la paz con ese asqueroso gusano autoproclamando emperador.
Murió su espíritu... ahora... debía morir su cuerpo.
Nosk dejó escapar un suspiro, sabiendo que una pequeña esperanza que aún vivía dentro de él ya había muerto. Sus ojos se alzaron del piso, ahora mirando a Herrah con total apatía, mientras su puño se aferraba con fuerza sobre su guadaña. Ya no tenía caso tratar de reanimar algo que ya estaba muerto.
Nosk se lanzó de frente, a una velocidad que parecería imposible para alguien de su tamaño. Su guadaña cayó desde las alturas con todas sus fuerza, pero las agujas de Herrah lograron detenerlas en un bloqueo doble sólido como la roca, que no retrocedió ni un milímetro, a pesar que un ataque así sería capaz de partir la piedra bajo sus pies.
El arácnido comenzó a lanzar una peligrosa lluvia de ataques devastadores, mientras Herrah simplemente se limitaba a bloquear cada uno de ellos, sin mover siquiera un músculo de sus extremidades inferiores. Determinada a proteger a su hija a cualquier costo, quien ya había caído inconsciente ante la fatiga y la pérdida de sangre.
—Te has vuelto lenta... Herrah... ¿Tanto tiempo sentada en ese trono te ha vuelto sedentaria?
La burla no fue bien recibida, y la matriarca de Nido Profundo gruñó con rabia en respuesta. Aún tenía esa fuerza que solía mostrar de tiempos antaños. Aquella que Nosk tanto anhelaba. Pero la edad no perdona ni al más poderoso de los mortales.
A pesar de todo, Nosk no mostraría piedad por ello. Sus golpes estaban cargados de resentimiento, desprecio, ira. Todos potenciados por su guadaña mortuoria y su carencia de emociones al pelear. A pesar de la intensidad del combate, el arácnido no lo estaba disfrutando en lo absoluto. Su negativa no se lo permitía.
—¡Allí están!
—¡Su señora!
—¡Atacad!
—¡Por Nido Profundo!
Una serie de gritos se alzaron desde los niveles superiores, mientras la guardia real de la ciudad de Komonosu se lanzaba en picado desde las alturas. Un ejército modesto, pero los mejores de su especie. Cubiertos con capas rojas y máscaras doradas, sus agujas eran las más hábiles de todo el reino. Entrenadas por Herrah personalmente, y su heredera de armas la princesa Hornet.
Las tejedoras enmascaradas que seguían al general en búsqueda de la antigua gloria, las superaban en número, lo cual compensaba hasta cierto punto la diferencia de habilidades. Cantidad contra calidad. La guerra más antigua de todas.
Como mínimo, esto supuso un alivio para la Matriarca, la cual además de Nosk, tenía que estar alerta a cualquier enmascarada que decidiese que una apertura sería un buen momento para ejecutar un ataque sorpresa. Aún así, con su prole bajo sus pies, sus opciones estaban muy limitadas.
Sin embargo, nada de esto podría importarle a Nosk. Un guerrero no debe preocuparse por su entorno a sus ojos. Solo ir de frente y derrotar a su oponente. Y eso hizo sin descanso. Él podía sentirlo... Podía sentir como la defensa de Herrah cada vez flaqueaba más, pero en la confianza está el peligro, y el repentido blandir de una de las agujas de la matriarca se encontró paso sobre la máscara de Nosk, dejando una marca justo encima de la que ya había recibido.
Nosk retrocedió un poco al sentir el corte, pero a pesar de estar a milímetro de la muerte, su rostro no mostraba expresión alguna. Como si aún no hubiese sido capaz de aceptar que había sido dañado. Su mano se alzó, y su garra se atascó en la primera fractura hecha por el fantasmas, luego en la segunda hecha por la Bestia... Y entonces... Sonrió.
—Si... De eso estaba... hablando.
Ghost apenas se estaba recuperando, usando su mano para detener el sangrado, cuando escuchó las palabras del arácnido. Palabras guturales, producto a las cuerdas vocales de alguien que había entregado todo a su frenesí. Y entonces... Lo vio.
Nosk se lanzó sobre Herrah a una velocidad explosivo. Bastó un simple movimiento, para que el fantasma entendiera que Nosk jamás lo había enfrentado con todo su potencial. Lo estuvo subestimando todo el tiempo. Despreciando. Nunca tuvo la oportunidad.
El intercambio de golpes se volvió brutal. Desenfrenado. Nosk tenía la sonrisa más grande que jamás hubiese hecho en todo este tiempo, mientras Herrah apretaba los diente de frustración, viéndose cada segundo superada, mientras sus agujas ya no eran capaces de esquivar todos los ataques, y múltiples cortes comenzaba a surgir sobre su quitina... Uno tras otro.
Aquellas que se había entregado a la lucha, dejando cualquier rivalidad de lado para contemplar con miedo a esos dos monstruos batallar a duelo singular, siendo la ventaja visiblemente a favor del general traidor. Toda, dejaron de lado sus luchas... para ver la caída... de la Bestia.
Krash...
—¡NO!
—¡MI REINA!
