Estaba lloviendo. Una lluvia intensa, pesada incluso. Que golpeaba sobre la parada de autobús en la cual se encontraba una joven. Tenía dieciocho años, y era la clase de persona que solía llamar la atención de todo aquel que la mirase. No por su belleza, sino porque sus rasgos, mezcla de asiáticos y americanos. Aunque, sin duda, lo que más llamaba la atención de la muchacha era el color de su pelo.
Y en aquel momento, la larga melena plateada de Ashley Mizuki Robins estaba empapada. Empezaba a arrepentirse de no habérselo cortado desde la última vez. Pero llevaba un año desde que había decidido dejarlo crecer para el grupo. Sí, el grupo. Por eso mismo estaba calada hasta los huesos y deseando meterse en casa cuanto antes.
Se rebujó en la chaqueta hasta que finalmente llegó el autobús. Se subió y se quedó sentada en el asiento, escuchando la maqueta que habían estado haciendo. Estaba bastante conforme con el resultado. Dejó la guitarra que llevaba con ella a su lado y se quedó en silencio, observando el exterior quedando en un estado de duermevela.
Había terminado de ensayar pronto porque su tía le había mandado un mensaje. Para Ashley, Jessica era lo más parecido a una madre que había tenido desde que tenía tres años, cuando su la suya murió. Y era la única persona en la que confiaba.
Ashley miró la pantalla de su móvil deslizante. El mensaje de Jessica no era demasiado largo, incluso teniendo en cuenta el límite de caracteres, era bastante escueto.
"Ven a casa, se trata de su padre"
Ashley tenía sentimientos encontrados siempre que trataba de su padre. Sentía que le quería, pero la mayor parte del tiempo sentía que no era recíproco. Durante casi toda su vida, su padre fue como una sombra, apenas un vago recuerdo al que había visto en contadas ocasiones. Cada vez que se encontraban, le prometía que se verían más a menudo, pero después de lo ocurrido en el lago Juliet, casi se había rendido con él.
Estaba interesada porque sí que había algo seguro… cuando volviese a ver a su padre, viviría una gran aventura. Cuando se bajó del autobús y se encaminó hacia su casa, con su tía Jessica, Ashley no sabía cómo sentirse. Podía notar los nervios en la boca de su estómago mientras usaba las escaleras.
_ Ya estoy en casa. _ Murmuró, cerrando la puerta tras de sí.
Le sorprendió ver que todo estaba manga por hombro. Había papeles por todas partes y, cuando Jessica se le acercó, tenía los ojos llorosos. Parecía que había dejado de llorar hacía muy poco.
_ Oh... dios mío, Ash. Estás empapada. _ Le dijo, en cuanto la vio. _ Tienes que darte una ducha.
_ Sí, pero... antes dime qué pasa con Papá.
_ No, dúchate primero. _ El tono de voz de Jessica fue duro. _ Después te lo contaré todo.
Ashley no se quitó el tono de voz de Jessica de la cabeza mientras se duchaba, se ponía algo de ropa y se dirigía hacia el salón. Ashley debía hacer mucha memoria si quería recordar situaciones en las que Jessica se hubiera portado como lo estaba haciendo.
_ ¿Y bien? ¿De qué se trata? Ya es raro que llame Papá, pero nunca te había visto así.
_ Verás, tu padre me ha llamado desde la comisaría. Le han detenido. Está acusado de tentativa de homicidio.
_ ¿Qué? _ Ashley se quedó congelada en el sitio, con los ojos abiertos como platos.
Su padre podía no ser un dechado de virtudes, quizá estuviera siempre despistado y se preocupase más de sus investigaciones que de su propia salud... pero la idea de que hubiera intentado matar a alguien le resultaba... absurda.
Si había algo de lo que estaba segura era de que su padre, de bueno, era tonto. No se le ocurría un escenario en el que pudiera intentar matar a alguien si no fuera por accidente o en defensa propia.
_ Bien, vámonos. _ Sentenció Ashley. No le vamos a dejar solo en esto.
Aunque había una vocecita en la cabeza de Ashley que le decía que eso era exactamente lo que haría su padre en esa situación
_ Ya he hecho las maletas. _ Jessica sonrió. Una sonrisa triste, pero una sonrisa. _ Te he dicho que te duches porque sabía que si te lo contaba antes te ibas a resfriar.
_ Tú... no crees que él lo haya hecho, ¿Verdad? _ Comentó Ashley, poniéndose en pie.
_ Tu padre no le haría daño a una mosca, Ashley. _ Jessica se encaminó al dormitorio. _ Si alguien sabe lo mucho que me fío de él, eres tú.
El trayecto en coche fue largo, y bastante silencioso. Pero Ashley no podía evitar sentirse agradecida de que Jessica hubiese ido con ella. Jessica era la única constante de su vida y, cuando pensaba en ello, no podía evitar sentirse arropada.
Quizá por eso se quedó dormida en el asiento del copiloto y no despertó hasta que Jessica le acarició suavemente el hombro.
_ Hemos llegado.
Ashley asintió y se levantó. Aquel pueblo no estaba lejos de Lake Juliet, casi podía ver el lago en la distancia. La comisaría estaba allí, frente a ella. Le pareció un lugar sórdido, siniestro y oscuro. Aunque probablemente se debiera más a su percepción personal y a que era de noche.
Ashley notó una leve sensación. La sensación de que había alguien que la estaba observando. Giró la cabeza instintivamente y sus ojos se tropezaron con alguien que, efectivamente, no le quitaba ojo. Era una muchacha de su edad, pálida como la tiza, pelirroja y con el rostro lleno de pecas.
_ Supongo que tú eres Ashley. _ Dijo la muchacha, mirándola fijamente.
_ Sí, soy yo. _ Ashley se puso tensa al notar la hostilidad en su mirada. _ ¿Y tú, eres?
_ Mia Barnes. _ Dijo, sin apartar la vista, casi ni pestañeaba. _ Quería ver a tu padre, y no me han permitido pasar.
_ ¿Y por qué querías verle? _ Preguntó Jessica. Ashley notó que se mantenía cerca de ella, protectora.
_ Quería saber por qué intentó matar a mi hermana.
_ Espera… _ Ashley se detuvo un momento. _ Has dicho… ¿Barnes? ¿Cómo Gina Barnes?
_ Sí, Gina es mi hermana mayor. Y ahora mismo está en el hospital.
_ ¿No deberías estar con ella, entonces? _ Preguntó Jessica.
_ Lo estaba, pero terminó el horario de visitas. _ Recalcó. _ Me echaron de allí y no podía dejarlo así, sin más.
_ Mia, sé que es lo último que quieres oír. _ Intervino Ashley. _ Pero necesito que te detengas un momento. Escucha, no tengo idea de qué ha pasado con mi padre y tu hermana, por eso mismo estamos aquí. Estoy segura de que hay más en esta historia de lo que parece.
_ Deberías ir a casa. _ Le dijo Jessica. _ Aquí no te dejarán pasar.
_ Escucha, dame tu número. _ Le dijo Ashley. _ Te llamaré. Te contaré todo lo que me diga mi padre.
Mia la miró durante unos segundos, como si la juzgase con la mirada, pero, finalmente, tras ese instante de duda, asintió e intercambiaron números de teléfono. Ashley no pudo evitar sentir cierta tensión cuando se fue, pero especialmente cuando rellenaron el papeleo y pudo ver a su padre.
Se le veía visiblemente afectado. Tenía la mirada en el infinito, e incluso temblaba un poco. Cuando se acercó a los barrotes del calabozo pudo ver que parecía más delgado, y él ni siquiera reaccionó cuando se acercó.
_ Papá… _ Le llamó.
Richard pareció reaccionar finalmente entonces. Como si hubiera estado en un trance y al ver a su familia, finalmente hubiera vuelto al mundo de los vivos.
_ ¡Ashley, Jessica! _ Dijo, poniéndose en pie.
Se incorporó y trató de acercarse, dándose un golpe contra los barrotes con su torpeza característica.
_ ¡Richard! _ Jessica dio un paso atrás.
_ Estoy bien… sólo un poco magullado. _ Suspiró. _ Lamento que nos tengamos que ver en estas circunstancias.
_ Yo también. _ Susurró Ashley.
No se quitaba la cabeza la promesa incumplida de su padre de que, a partir de entonces, sí que iría a visitarla todos los fines de semana. Había tenido que ser ella misma la que había ido a Lake Juliet sólo para darse cuenta de que su padre seguía totalmente enfrascado en sus investigaciones y que no le hacía ningún caso. Sabía que no era el momento para hablar de eso, pero le era imposible no pensarlo.
_ Richard… Tú no intentaste matar a Gina, ¿Verdad? _ Le preguntó Jessica.
_ No lo sé, Jessica… Si te soy franco, no me acuerdo de nada. _ Le expresó. _ Todo lo que pasó hace dos días está borroso. No veo un motivo por el que quisiera hacerle daño… pero estaba allí, y no tengo ninguna prueba que demuestre mi inocencia.
_ ¿Qué sabemos? _ Preguntó Ashley.
_ Me encontraron desmayado en el suelo, y a Gina atada al dispositivo Another… había sufrido una descarga eléctrica.
_ ¿El dispositivo Another? _ Preguntó Jessica. _ ¿Aún trabajáis en él? Pensé que después del último incidente, lo ibais a desmantelar.
_ No debía estar operativo. _ Informó Richard. _ Pero no llegamos a desmantelarlo. No me atrevía a hacerlo…
_ Mamá habría querido que lo hicieras. _ Le expresó Ashley.
_ No tuve valor, Ashley. Era nuestra gran obra…
_ Sí, lo sé. _ Ashley sonó dura. _ No te preocupes, averiguaré qué ocurrió. Estoy segura de que tú no harías daño a nadie.
No físicamente al menos. Ashley no lo expresó en voz alta… pero la revelación de que Another seguía existiendo, la enfurecía a un nivel que era difícil de explicar. Odiaba aquel dispositivo. Por su causa había muerto su madre, y su padre la había abandonado durante casi veinte años. Ella misma había estado a punto de dejar de existir por eso mismo.
Si era sincera, lo cierto es que no se le ocurría nada bueno que hubiera salido de Another. El proyecto dejaba un reguero de muerte, destrucción y resentimiento. Y ella no era su única víctima. Cuando pensaba en Another no podía evitar sentirse mal por sus padres, por Ryan, por Matt y su padre.
_ Ashley, deberíamos irnos. Debemos buscar un sitio para pasar la noche y descansar para mañana.
Jessica, como de costumbre, era la voz de la razón. Ashley quería decirle cuatro cosas a su padre. Y, de no ser por Jessica, quizá hubiera estallado y le hubiera dicho todo lo que pensaba.
_ Richard, te sacaremos de aquí, no te preocupes. Si hay alguien capaz de desentrañar ese misterio, creo que los dos sabemos quién es.
Ashley se sonrojó un poco al notar cómo los dos pares de ojos la miraban. No se consideraba ningún genio, sencillamente sentía que había tenido suerte y ayuda en las dos ocasiones en las que había tenido que ayudar a su padre. Aunque, quizá, tuviera ayuda también en esta ocasión.
_ Podéis quedaros en casa. Hay una llave bajo la maceta de la entrada. _ Añadió Richard.
_ Supongo que eso es mejor que un Hotel. _ Comentó Jessica. _ Vamos, Ashley.
Ashley asintió. El viaje a Lake Juliet fue mucho más corto, pero aún así, silencioso. La joven no podía evitar preguntarse por todo lo que había sucedido. Sabía que al día siguiente tendría mucho trabajo.
Lake Julie estaba extrañamente silencioso. Por la noche, el lugar era muy distinto a como lo recordaba de día. No había un alma en las calles. Tras cenar algo rápido, y con el convencimiento de que no iba a poder dormir, desoyó los consejos de Jessica y se sentó en el porche.
Irónicamente, estuvo a punto de quedarse dormida en la silla. Quizá incluso lo hiciera, porque sintió un enorme sobresalto cuando el motor de un coche rompió el silencio absoluto de Lake Juliet. Un taxi había aparcado frente a una de las casas cercanas.
Ashley se acercó cuando vio que quien bajaba del taxi era Mia. La joven ayudó a bajar del vehículo a Gina. Se la veía muy desmejorada. Su brazo estaba cubierto de vendas y apenas lograba andar. Tuvo que sujetarse en Mia para poder incorporarse.
_ Ashley. _ Susurró, cuando la vio. _ Cómo has crecido.
_ No te quedes ahí, ayúdame. _ Le espetó la pelirroja.
_ ¡Sí!
Ashley se había quedado congelada, y no estaba del todo segura de por qué. Cuando Gina la miró, algo en su interior se encogió. Pero reaccionó deprisa. Se colocó al otro lado de Gina y, entre las dos, consiguieron ayudar a la incapacitada mujer a entrar en la casa y tumbarse en su cama. Se durmió en el acto.
_ ¿Estará bien? _ Preguntó Ashley.
_ Estará bien mientras tenga quién se ocupe de ella. _ Mia parecía mucho más relajada que antes. _ Esta noche puedo hacerme cargo, pero mañana, Rex ha prometido que vendrá a ocuparse personalmente.
_ ¿No tiene a nadie más?
_ Yo soy su única familia. _ Le explicó. _ Nuestros padres murieron hace tiempo. Yo apenas los conocí.
_ Lo siento mucho. _ Susurró Ashley.
Mia iba a responder. Pero se vio interrumpida por Gina que, desde la cama, dijo algo.
_ Lleva así todo el día. _ Susurró ella. _ No entiendo lo que dice. Parecen palabras inconexas.
Mia se quedó sorprendida por la expresión de Ashley. Se había quedado congelada, con las manos en el pecho y los ojos cerrados.
_ ¿Ashley? ¿Acostumbras a quedarte en silencio, perdida en tus pensamientos?
_ Sólo a veces… _ Respondió Ashley. _ Verás… lo que ha dicho sí que tiene sentido.
_ Ilústrame.
_ Es japonés. _ Respondió Ashley.
