Estoy enamorada. He tratado en vano de luchar contra ello ya que, literalmente, podría ser hija suya. Pero amo a Richard. No sería un problema si no fuera porque él no se lo ve. Honestamente, creo que no se da cuenta de lo que pasa a su alrededor salvo la investigación... es parte de su encanto. No importa. Le haré saber que existo.

Ashley tragó saliva. Aquello no era un diario de investigación. Era un diario bastante personal de Gina. Aquello la había dejado en Shock. Cuando conoció a Gina, no pensaba que estuviera enamorada de su padre. No daba esa impresión en abolsuto. Pero esa nota estaba fechada antes de su primera visita hacía dos años.

_ No sé si debería seguir leyendo esto. _ Susurró Ashley, negando con la cabeza.

_ Si queremos llegar al fondo de esto, deberías. _ Alzó la vista y vio a Katrielle mirándola con fijeza. _ No se puede resolver un puzle sin todas las piezas. Su bienestar personal pasa a un segundo plano cuando estamos en una situación como esta. La libertad de tu padre está en nuestras manos.

_ Supongo que tienes razón... aunque es incómodo. _ Razonó Ashley.

_ Estamos investigando un crimen, no iba a ser agradable. _ Terció Janet.

Ashley parece una buena chica... y es muy valiente. Tras conocerla no puedo evitar sentir algo de rabia hacia Richard. Sé que la quiere, pero nunca habla de ella. Probablemente nos salvó la vida y nuestra investigación, y él no parece querer verlo. Richard, te quiero... pero decididamente estás ciego.

Ashley emitió un largo suspiro, pero decidió no darle importancia. No le contaba nada nuevo.

Sayoko... Sayoko... ¡Sayoko! Siempre está pensando en Sayoko. Sayoko está muerta, Richard. ¿Es que nunca vas a superarlo? Yo estoy viva y estoy aquí. Podría darte todo lo que tú quisieras. Y tú no lo ves. No ves nada más allá de tu esposa muerta, Richard.

Ashley descendió por el diario hasta llegar a la anotación del día anterior al accidente.

Hoy es el día.

Esa corta anotación era todo lo que había escrito, y eso provocó que Ashley se tensara. Sayoko le había dicho que no recordaba nada sobre el día del incidente... probablemente, tampoco sobre la obsesión que Gina tenía con su padre. No creía que se lo ocultase si lo recordase.

_ Vale, esto es mucho que procesar... _ Argumentó Ashley.

_ Nada con lo que no pueda trabajar. _ Kat sonaba muy segura. _ Gracias, Ashley.

Se escuchó un sonido de tintineo cuando Kat agitó la moneda en el aire, haciéndola caer justo sobre las manos de Ashley, que la miró con total confusión.

_ ¿Qué?, me has dado una pista. _ Dijo Kat, con naturalidad.

_ Y por eso... me das una moneda... _ Ashley habló muy despacio.

_ Eres rara de narices, ¿Lo sabías? _ Bufó Janet.

_ Sólo intento ser educada. _ Kat puso los ojos en blanco. _ Pero, si tanto te molesta, devuélveme la moneda.

_ No, ahora me la quedo. _ Dijo, metiéndosela en el bolsillo. _ Supongo que no podemos sacar mucho más de aquí.

_ Podríamos echar un vistazo a las casas de los implicados... si es que nos lo permiten. _ Sugirió Kat.

_ Jessica ha estado revisando la casa de Richard de arriba a abajo, no creo que encontremos nada que nos llame la atención.

_ Y seguramente Mia ha estado revisando su casa sin parar... cuando haya apartado la vista de Gina, claro.

_ Y entonces... ¿Qué hacemos? _ Preguntó Ashley.

_ Esperar. _ Dijo Kat. _ Tú ya has hecho tu parte... y ahora, me toca a mí hacer la mía.

_ Esperar...

Ashley lo repitió porque no le cabía en la cabeza quedarse sentada esperando al día siguiente. Pero Kat sonaba firme y no le quedaba más remedio que hacer caso.

Mientras tanto, el que se encontraba en una situación significativamente peor era Richard. Encerrado en el calabozo, mientras miraba por el ventanal, por el que ya apenas entraba luz, señalando el final de otro día.

Apenas había tocado la comida que le habían servido, no era capaz de razonar bien qué pensar o como sentirse. Pensó que lo mejor era simplemente echarse a dormir y así sabría al día siguiente qué era lo que había pasado realmente.

Se estaba tumbando en la cama cuando el sonido de algo que juró que era el impacto del cuero contra metal, seguido de un quejido y un portazo, lo sacó de su ensimismamiento. Alguien había abierto la puerta que separaba la oficina de los calabozos de una patada. Richard dio un bote y pudo notar como el somier de acero se quejaba... estaba seguro que, de haber sido tablas... se habría roto.

Se quedó congelado al ver a la mujer que había dado la patada. No era demasiado alta, pero tenía una presencia enorme que parecía haber dominado la habitación en cuanto sus pies, enfundados en unos caros tacones, habían hecho acto de presencia.

Ataviada con un elegante traje pantalón negro y una blusa blanca, la mujer parecía rodear los veinticinco años, aunque su expresión severa la hacía parecer algo mayor, sumado al color blanco de su cabello, que provocó que Richard pensase en Ashley. Lo llevaba cortado a la altura del cuello, como ella solía llevarlo antes... quizá un poco más corto.

Y, sin embargo, lo que más llamó la atención de Richard fue, sin duda, el látigo que colgaba de su cinturón. Parecía que eso era lo que había oído momentos antes. Un agente de uniforme parecía hacer su máximo esfuerzo por detenerla de forma civilizada.

_ Por última vez, señorita. Le informo de que no puede ver al acusado hasta el juicio.

La mujer se llevó los dedos al puente de la nariz, visiblemente nerviosa, pero exhaló profundamente y le devolvió la mirada.

_ Agente... ¿Sabe usted quién soy? _ El agente pareció dudar. La señorita tenía un potente acento alemán que parecía acrecentar aún más su imponente aura.

_ Franziska... ¿Von Karma?

_ Sí. Ese es mi nombre. ¿Y cuál es mi oficio?

_ Fiscal del distrito de California, ¿Cierto?

_ Cierto. _ Alargó la sonrisa, pero eso no tranquilizó a Richard o al agente. _ Así que supongo que sabes lo nerviosa que me pone que alguien se interponga en mi camino cuando estoy tratando de hacer mi trabajo después de un viaje largo.

Franziska no elevó la voz. No hizo falta. El agente se apartó, acongojado, en el momento en el que vio que la fiscal acariciaba instintivamente el látigo. Se aproximó a Richard y con cada paso que daba, el hombre sentía que se le aceleraba el ritmo cardíaco.

No lo entendía, porque ella simplemente estaba andando... pero se sentía como un pequeño pez que contemplaba como un tiburón se acercaba abriendo las fauces para devorarlo. Todo el lenguaje corporal de la mujer le indicaba que saliese corriendo lo más lejos posible. Pero, lamentablemente, seguía encerrado en la celda.

_ Así que usted es Richard Robins. _ La mujer emitía tal desprecio en su voz que casi podía notarlo como algo tangible.

_ Deduzco que usted lleva mi caso. _ Terció él.

_ Así es... _ No le miró a los ojos, y él lo prefería, porque tuvo la sensación de que iba a destrozarlo sólo con la mirada. _ Espero que le haya cogido cariño a la estética carcelaria.

_ La veo muy segura.

_ Lo estoy. _ Terció Franziska. _ Verá, hay tres cosas que detesto en esta vida. A los incompetentes, a los malos padres y a los asesinos. Y usted ha hecho pleno.

Richard se mordió el labio para no decirle cuatro cosas que probablemente pudieran dañarle en el juicio. No estaba en posición de defenderse, y esa mujer lo sabía.

_ Mañana voy a demostrar que es usted culpable, y creo, si mis fuentes son correctas, que le estoy haciendo un favor a todos al librarlos de usted. Especialmente a su hija.

_ ¿Qué sabrá usted sobre mi relación con Ashley? _ Escupió Richard, dejándose llevar por la rabia.

_ Sé que tiene que luchar por migajas de su atención... y con eso me basta.

Richard se dio cuenta de que debía haber tocado un punto sensible para la fiscal, pero la mirada que le lanzó fue tan tétrica que prefirió quedarse en silencio mientras la mujer, afortunadamente, parecía haber tenido suficiente y se daba la vuelta para irse. Richard estaba preocupado antes, pero después de ver a Von Karma... estaba genuinamente aterrorizado.

Ashley no lograba dormir. No se quitaba de la cabeza todo lo que había descubierto. Sobre su madre, su padre, sobre Gina. Era demasiada información que procesar. Se levantó de la cama y decidió salir fuera a tomar el aire. Lake Juliet por la noche era precioso y observar el lago la ayudaba a despejarse.

Estaba sentada en uno de los bancos, observando el perfil del mismo, iluminado por las farolas que adornaban el paseo, cuando se percató de que alguien se había sentado a su lado de forma tan silenciosa que no había sido capaz de darse cuenta de que estaba ahí.

Estuvo a punto de lanzar un grito cuando se percató de que se trataba de Mia. La pelirroja llevaba el pelo revuelto, de forma desordenada, estaba claro que, al igual que Ashley, había estado dando vueltas en la cama.

_ No podía dormir. _ Dijo, omitiendo el saludo.

_ Yo tampoco. _ Terció Ashley.

_ Demasiadas cosas en la cabeza... _ Dijeron al mismo tiempo. Mia sonrió.

_ Sí... y que ya no acostumbro a dormir sola... _ Suspiró Mia.

_ ¿Usas a Janet de almohada?

Los ojos de Mia se abrieron de par en par.

_ ¿Cómo sabes tú eso?

_ Bueno, no estaba segura, pero me lo acabas de confirmar. _ Ashley sonrió, con suficiencia. _ Resultará que sí que soy buena detective.

_ Janet te lo ha dicho, ¿Verdad? _ Bufó Mia. _ Y mira que le he dicho que no lo cuente.

_ No, ella no me lo ha dicho... puede que se le escapara que salía con alguien, pero no salió tu nombre... lo he sacado por eliminación. Tampoco es que haya muchas personas de nuestra edad en el lago.

Mia apretó el puño y Ashley no pudo evitar sonreír al ver que sus mejillas y hasta sus orejas tomaban el mismo color que su pelo, provocando que se camuflaran perfectamente en esa gran melena rojiza.

_ Y yo que pensaba que lo de Gina iba a ser lo más incómodo de lo que tendría que hablar contigo esta semana.

_ No tiene por qué ser incómodo. Hacéis una buena pareja. _ Razonó Ashley. _ No le doy más importancia de la que tiene.

_ Bueno, a Gina no le gustaría… aunque ahora, no lo sé. No sé qué opinará Sayoko.

_ Veo que te lo ha contado. _ Susurró Ashley. _ Pensé que estarías más alterada.

_ Lo estaba. Pero supo cómo conseguir que me relajase… que entendiese lo que quería decir. _ Miró al lago. _ Me aterraba quedarme sola, ¿Sabes?

Mia emitió un largo suspiro.

_ Cuando nuestros padres murieron, Gina se convirtió en mi única familia. Creo que tengo a una tía abuela en alguna parte, pero ni la conozco. _ Susurró. _ La idea de que Gina no volviese a ser ella misma, de que ahora sea otra persona… me aterra.

Ashley sólo asintió, sin encontrar las palabras que tendría sentido decirle.

_ Pero ella me miró, cogió mi helado favorito del congelador y vimos una película. _ Mia sonrió. _ Me explicó que quizá había cambiado, pero que para mí iba a seguir siendo la misma y… pude verlo. A Sayoko… aún le importo. Y eso me quita un enorme peso de encima.

_ Mucho tendría que haber borrado esa máquina para que dejaras de importarle a tu hermana. _ Ashley le colocó la mano en el hombro. _ Cuando habló conmigo sonaba realmente preocupada por ti.

_ ¿Te reencontraste con tu madre y en serio hablasteis sobre mí?

_ Bueno, no fue el centro de la conversación, pero sí que dijo que le preocupaba hacerte daño cuando te contase la verdad. Decía que, si te enterabas por otra persona, seguramente no lo soportarías.

_ Detesto que la gente me mienta y ella lo sabe. _ Mia se mordió el labio. _ Gina… Sayoko me conoce mejor que nadie. Sabe que no tolero que me guarden secretos como ese.

_ Apuesto a que mañana será importante en el juicio.

_ Pareces muy segura de que tu padre no lo hizo.

Ashley suspiró.

_ Tengo que estarlo… porque la alternativa es creer que es un asesino.